Capítulo 8: El heredero de Sailon
El cielo azul. Tan apacible, tan hermoso, tan tranquilo... Un cielo que cubría como un manto protector una tierra donde criaturas tan extrañas como maravillosas crecían y se reproducían. Los dragones se destacaban entre las criaturas más majestuosas... dragones como la que en ese momento surcaba aquel cielo azul.
Índiga sobrevolaba lo que, según el mapa, debía ser la frontera entre el sur de Zefilia y el norte del Reino de Elmekia. Erimor ya no quedaba muy lejos, a duras penas a unas horas de viaje, y a lomos de Índiga, aquello no les llevaría más de unos minutos. Sin embargo había quien no podía esperar...
- ¿Porqué gruñes, Índiga, te pasa algo? - preguntó Andracis.
- ¿A mí? Si yo no he dicho nada... - respondió Índiga volviendo su
cabeza hacia su interlocutor ligeramente -.
- He sido yo... - admitió Mina y como para demostrarlo, su estómago
volvió a rugir - Estoy muerta de hambre... ¿No podríamos pararnos en
una posada o algo así?
- No sería muy prudente, Mina. - intervino Valteria -.
- Cierto. - corroboró Andracis - Además, ya no falta para llegar a
Erimor, así que aguántate y deja de quejarte...
- ¡Aaaaaargh! ¡No quiero esperar! - protestó Mina, pataleando como una
chiquilla rabiosa - ¡Llevo dos días sin comer y casi sin dormir! ¡Y si
no hago pronto una de las dos cosas, voy a cometer una
locuraaaaaaaaaaaaaahhh!
Sin previo aviso, Índiga hizo una maniobra forzada, volando en picado lateral hacia la izquierda, que por poco no hace que la hechicera saliera despedida.
- ¡Eh! ¡¿Porqué lo has hecho?! - preguntó Mina indignada -.
- ¡Por eso! - señaló Xellos a un punto en la lejanía, justo detrás de
ellos -.
Cuando Mina se giró, contempló sorprendida cómo tres dragones dorados les perseguían amenazadores. Uno de ellos, el del centro, lanzó su aliento de fuego contra Índiga, quien esquivó nuevamente el ataque, aunque esta vez Mina había tenido tiempo de agarrarse fuertemente a los cabellos de la dragona.
No por ello sin embargo los dragones dejaron de atacarles; los otros dos lanzaron a continuación y de forma simultánea sus alientos de fuego, que Índiga evitó haciendo un looping en el aire. Esta vez fue Xellos el que casi sale despedido, aunque afortunadamente fue lo bastante rápido como para teletransportarse y luego reaparecer levitando al lado de su hija.
- ¡Tengo una idea! - exclamó de pronto Valteria poniéndose en pie y
encarándose a los tres dragones perseguidores con la determinación
pintada en el rostro - ¡VAN RHEIL!
Nada más decir aquello, un haz de placas de hielo surgió de sus manos en dirección a sus atacantes. Al acercarse a sus víctimas, las placas se desplegaron mostrando una red de hielo en la que los dragones quedaron atrapados.
- Eso los retendrá un tiempo. - dijo Valteria con satisfacción, pero
de pronto ocurrió algo inesperado - ¿QUÉ?
Sin saber cómo, los tres dragones lograron liberarse de inmediato de sus ataduras y continuaron con la persecución y los ataques sin inmutarse lo más mínimo.
- Son mucho más fuertes de lo que creía... - comentó Val contrariado
-.
- ¡No queda más que una solución! - dijo Mina con decisión y tras
ponerse en pie empezó a conjurar: - "Más negro que la oscuridad, más
rojo que la sangre que fluye, enterrado en las corrientes del
tiempo..."
Mientras el hechizo empezaba a tomar forma en las manos de la joven hechicera, Índiga dirigió la mirada hacia atrás, hacia los tres dragones que les atacaban. Por alguna razón extraña se le hacían tremendamente familiares.. claro que era fácil que se sintiera de algún modo identificada con alguno de sus congéneres, pero tenía la impresión de que a esos tres en particular los conocía de algo...
Finalmente cayó en la cuenta.
- "...En vuestro sagrado nombre ahora juro a la oscuridad. ¡Por el
poder que vos y yo poseemos, que los estúpidos que se interpongan en
nuestro camino...!" - Mina ya casi había acabado el conjuro, cuando
fue interrumpida por Índiga:
- ¡Espera, Mina! ¡No lo hagas! - le rogó la semi-dragona -.
- ¿Eh? - preguntó Mina perdiendo la concentración - ¿Qué...?
¡¡Uaaaaaaaah!!
No tuvo tiempo de pedir explicaciones, porque en ese momento la dragona descendió en picado, llevándose algunos árboles del bosque por delante. Cuando se hubo detenido, les indicó a los demás que se bajaran. Ellos obedecieron, aunque no entendían muy bien aquel cambio de actitud.
- ¡Creo que ya sé quienes son! - explicó Índiga mientras remontaba el
vuelo- ¡Vosotros esperadme aquí, intentaré hablarles!
Mina hizo ademán de intentar detenerla, pero Xellos la detuvo interponiendo su báculo entre las dos amigas.
- Recuerda que lleva sangre de dragón dorado en las venas, Mina. -
dijo el demonio mirando como su hija se alejaba - Confiemos en ella.
Tengo la impresión de que sabrá manejar correctamente la situación...
La hechicera asintió y se limitó a observar cómo su amiga volaba hasta encararse con los tres atacantes, que se detuvieron en el acto y permanecieron aleteando suspendidos en el aire mientras Índiga les hablaba en una lengua desconocida para sus oídos humanos, un lenguaje compuesto a base de pequeños rugidos y gorjeos. Cuando acabó, los tres dragones se miraron entre sí confundidos y seguidamente descendieron junto con Índiga, quien volvió a su forma humana en cuanto tocó tierra.
- No hay peligro. - dijo dirigiéndose al grupo - Son unas viejas
conocidas, ahora os las presentaré....
Fue decir aquello y tres resplandores dorados aparecieron cerca. Cuando se disiparon, pudieron contemplar a tres muchachas con atuendos de sacerdotisa similares al que llevaba Índiga. La primera, la que estaba situada a la izquierda, tenía el pelo azul marino, parte del cual estaba recogido en una coletilla mientras que otros dos mechones caían sobre sus hombros. Sus facciones eran suaves y agradables, acentuándose esta belleza con unos ojos del color del lapislázuli y unos pequeños pendientes hechos con perlas colgaban de sus orejas puntiagudas, una característica típica de los dragones que, al contrario que sus otras dos compañeras, no se molestaba en ocultar. La segunda, la del centro, era además la que aparentaba menor edad, ya que aunque tenía cuerpo de mujer, sus facciones eran más aniñadas, incluso sus ojos, de color rosa fucsia muy fuerte, tenían un brillo especial que delataban su inocencia. Su pelo, de un color similar al de Mina, estaba recogido en un intrincado peinado adornado con dos pares de esferas rojizas, que en conjunto ocultaban sus orejas. La tercera, situada a la derecha, era la más mayor de las tres, al menos en apariencia; no sólo su cara era más afilada y adulta, sino que sus ojos, de color miel, desprendían más madurez. Su pelo rizado de un tono rubio anaranjado estaba cortado un poco por encima de la barbilla y su frente estaba adornada por una tiara con perlas en el centro.
- ¡Señorita Índigaaaaa! - dijeron las tres dragonas a coro al tiempo
que corrían a abrazarse llorosas a la aludida, quien casi se asfixia
por el triple abrazo -.
- ¡La hemos buscado por todas partes, señorita Índiga! - dijo la
dragona de cabello azul -.
- ¡Sí, nos teníais muy preocupadas, señorita Índiga! - corroboró la
dragona de pelo rosa -.
- ¡Empezábamos a temernos lo peor, señorita Índiga! - añadió la
dragona rubia -.
- ¡Chicas, chicas, ya vale, por favor, dejadme respirar! - protestó la
semi-dragona luchando por librarse de la presión a la que estaba
siendo sometida. Cuando por fin logró que la soltasen, suspiró y
empezó con las presentaciones: - Éstas son tres de las damas de honor
de Gabriele: Crystal, Yumei y Selena. Chicas, éstos son mis compañeros
de viaje: Mina, Valteria y Andracis.
- Lamentamos mucho lo ocurrido. - se disculparon las tres dragonas
ante los aventureros -.
- Bueno, no tiene importancia... - dijo Mina -.
- ¡Pero es que nosotros detectamos una presencia maligna, señorita
Índiga, por eso atacamos! - añadió Yumei -.
- ¿Una presencia maligna? - preguntó Val - ¿A qué os referís?
- ¡A un demonio, naturalmente! - le espetó Crystal como si aquello
fuera evidente -.
- ¡Sí, un demonio cruel, feo y asqueroso! - corroboró Selena -.
- Conque cruel, feo y asqueroso... Hum... ¿No se referirán a mí,
señoritas? - preguntó Xellos apareciendo repentinamente detrás de
ellas -.
- ¡¡¡AAAAAAAAAAHHH!!! - exclamaron las tres al unísono, abrazándose
las a unas a las otras y a continuación, señalándole acusatoriamente,
dijeron al tiempo: - ¡¡ES ÉL!!
La siguiente reacción de las tres dragonas fue interponerse entre Índiga y Xellos. La mayor de las tres incluso llegó a sacar un arma de debajo de sus faldas, que al desplegarla por completo resultó ser una especie de maza de mango largo rematada con una cuchilla con la que amenazó al demonio.
- Ni un paso más. - dijo ésta tajantemente -.
- ¡Eso! - corroboró la dragona peliazul colocándose en posición - ¡O
probarás mis llaves de yudo!
- Sabemos quién eres. - añadió la más joven abrazando fuertemente a
Índiga hasta casi ahogarla - ¡Y no permitiremos que le toques ni un
pelo a nuestra señorita Índiga!
- Chicas, por favor esperad un momento... - interrumpió la semi-
dragona casi sin aliento - No es lo que os pensáis.... este demonio
es...
* * *
- ¡¡¡¿¿¿QUÉEEEEEE???!!! ¡¡¿¿QUÉ XELLOS METTALIUM ES VUESTRO
PADREEEE??!! - exclamaron Crystal, Yumei y Selena al tiempo.
Seguidamente las tres lanzaron simultáneamente miradas de sospecha a
Xellos, a quien un enorme gotón de sudor le empezaba a asomar por su
frente -.
- ¡Seguro que la abandonó! - sentenció Crystal -.
- ¡Era de esperar de un despreciable demonio como él! - añadió Selena
mirando al aludido con desprecio -.
- ¿No le da vergüenza, ser tan mal padre? - le espetó Yumei -.
- ¡Calma, chicas, calma! - les tranquilizó Índiga - No es cuestión
tampoco de que le acuséis de esa forma...
- Sentimos ser tan groseras señorita Índiga - se disculpó la más mayor
- pero es que ver a este... namagomi me da náuseas...
- ¿Porqué todas las dragonas tienden a calificarme con ese adjetivo? -
pensó Xellos en voz alta sudando aún más -.
- Además, sencillamente todavía no nos lo podemos creer, señorita
Índiga... - añadió Yumei, haciendo caso omiso del demonio -.
- Sí, con lo buena que es usted, señorita Índiga, es una desgracia que
tenga como padre a ese despreciable namagomi... - terminó Crystal a
punto de echarse a llorar -.
- ¡Y dale! - protestó Xellos de nuevo a punto de perder la paciencia
(ya le empezaba a dar un tic nervioso en la ceja de tanto oír
"namagomi" por aquí y por allá) -.
- ¿Y dónde está nuestra señora Gabriele, señorita Índiga? - preguntó
Selena, cambiando de tema -.
- Sí, dijo que iba a buscaros cuando se marchó del templo hace dos
días, pero no la vemos con vos... - señaló Crystal -.
La mirada de la pequeña dragona-demonia se nubló de tristeza.
- Es que... - empezó apretando los puños sobre su falda -.
- ¡Oh! ¿No me digáis que..? - dio un respingo Yumei, temiéndose lo
peor -.
- ¡Seguro que él la mató! - exclamó Selena señalando con su arma a
Xellos- ¡Confiesa, maldito desgraciado!
- No, no fue Xellos. - les aclaró Val con voz queda - Fue Sherra.
Las tres dragonas dieron un respingo de sorpresa al tiempo y se miraron las unas a las otras con una mezcla de pena y miedo.
- Sherra... La terrible Sherra Garrusherra.. - murmuró Yumei -.
- Parece como si todas nuestras desgracias nos vinieran de ella... -
dijo Selena con pesar -.
- Sí, primero el templo y ahora... - corroboró Crystal -.
- ¡Un momento, un momento, chicas! - las interrumpió Índiga al oír
esto último - ¿Qué queréis decir con eso? ¿Qué ha pasado en el templo?
Las chicas tardaron un poco en responder. Finalmente la rubia suspiró.
- Íbamos a decírselo a nuestra señora Gabriele, pero supongo que ya no
vale la pena ocultarlo más - dijo Selena - ¿Verdad chicas?
Las otras dos asintieron.
- Sherra... ha descubierto el templo. - empezó Crystal - Lo ha
destruido por completo y se ha instalado en las ruinas de Sailon...
Todos los dragones se han visto obligados a huir...
- ¿Huir? ¿Qué clase de dragones sois vosotros? - exclamó Mina
indignada - ¿Porqué no les plantasteis cara?
- Lo hicimos. - respondió Yumei - Algunos de nuestros mejores
guerreros se enfrentaron a ella pero...
- ...fueron derrotados...¡Por culpa de esa maldita espada de Luz que
Sherra llevaba! - continuó Crystal llena de rabia y dolor - ¡No
tuvieron ni la más mínima oportunidad de defenderse mientras esa
demonia les partía en dos...!
- Los ancianos evacuaron el templo - añadió Selena - y condujeron a
todos los dragones rumbo a las montañas de Kaatar, como nos dijo
nuestra señora Gabriele que hiciéramos en caso de que ella no
volviera... En cambio a nosotras nos mandó buscarlas a ella y a vos,
señorita Índiga, para avisarles de lo que estaba pasando...
Todos estaban conmocionados por la noticia. Después de la muerte de su líder, aquel era el golpe más bajo que habían recibido los dragones del templo oculto de Ragardia. Mina sobretodo estaba preocupada por Índiga; sabía muy bien que ella era la que más sufría. Abrió la boca para hablar, pero la dragona se le adelantó.
- ¿Qué debo hacer?
La pregunta dejó sin palabras al resto del grupo.
- Tengo que socorrer a los míos, - aclaró Índiga - pero prometí
ayudaros a llegar a Erimor para llevarle la cura a la madre de
Andracis lo antes posible... No quiero faltar a mi promesa.... pero
tampoco quiero dejar de lado a los dragones del templo, justo cuando
más me necesitan.... ¿Qué se supone que debo hacer ahora....?
Mientras tras decir eso último unas lágrimas de impotencia empezaban a aflorar en sus ojos, un silencio se instauró entre los allí presentes. Un silencio que se rompió cuando Xellos dijo:
- No vayas a Sailon. Es una trampa.
- ¿Una trampa? - exclamó Mina girándose repentinamente hacia él, al
igual que los demás - ¿Qué estás diciendo?
- ¿Porqué Sherra se arriesgaría a echar a todo un clan de dragones de
su territorio, sólo para instalarse en Sailon? - dijo el demonio a
modo de pregunta retórica - Es un terreno sin nada de valor. Pero
Sherra no es tan estúpida como para conquistar algo que no le fuera de
utilidad... Además hay otra cosa en todo esto que no me cuadra: Se
supone que Sherra va detrás de Índiga ¿verdad? Entonces.... ¿porqué no
la hemos vuelto a ver después de su enfrentamiento con Gabriele? ¿Qué
necesidad había de enviar a los Soul Reapers para destruir a mi hija,
cuando podría perfectamente hacerlo ella misma?
- ¿Adónde quieres ir a parar? - esta vez fue Val el que le interrogó
-.
- ¿Es que no lo entendéis? Sherra ha decidido cambiar de estrategia. -
se explicó - Se ha dado cuenta que atacando a Índiga directamente no
conseguirá nada, porque nosotros estamos allí protegiéndola y que la
única manera de tenerla a su alcance es usando un cebo. En pocas
palabras: Sherra ha reconquistado Sailon y destruido el templo con el
único fin de atraerte. - concluyó señalando a su hija -.
Selena se levantó súbitamente, con los ojos llameantes de furia:
- ¿Estás sugiriendo que no haga nada; que se quede de brazos cruzados,
así, sin más?
- Sí. - afirmó el demonio - Es lo más prudente en este caso.
- ¡Dirás que es lo que más te conviene! - saltó Crystal - Después de
todo ¿quién nos dice que no estás intentando, en realidad, ayudar a
Sherra a que capture a la Señorita Índiga?
- ¡Tiene razón! - señaló Yumei - ¡Eres un demonio y los demonios
siempre maquináis juntos todas las malas acciones que cometéis!
- Eso es absurdo. - dijo Xellos sudando de vergüenza ajena - Para
empezar, Sherra y yo hemos sido rivales desde hace milenios. No
ganaría nada con ayudarla.... Y en segundo lugar, ahora soy un
proscrito entre los demonios, ya no tengo nada que ver con ellos....
- ¡Razón de más! - exclamó Selena señalándole de forma acusadora -
¡Seguro que serías capaz de traicionar a la señorita Índiga con tal de
recuperar tu posición entre los demonios!
- ¡Eso, eso, confiesa! - se unieron las otras dos -.
- ¡Aaaaaargh! ¡Basta ya, vosotras tres! - estalló Mina - ¡No se trata
de saber si Xellos es un traidor o no, se trata de decidir qué es lo
que debemos hacer respecto a Sherra!
- Índiga.... - intervino Val, posando una mano sobre el hombro de su
hermana - Sabemos que esto es muy importante para ti. Decidas lo que
decidas, te apoyaremos...
- Lo sé, pero.... - murmuró Índiga - Es que... sencillamente no sé qué
hacer.... Además ¿y si realmente fuera una trampa? ¡No quiero poneros
a todos en peligro por mi culpa! - concluyó con sus ojos inundándose
una vez más en lágrimas -.
Cuando ya nada parecía poder sacar a la dragona de su desconsuelo, ocurrió algo inesperado: Andracis, se puso frente a ella y cogió una de sus manos con las suyas propias, mirándola a los ojos con decisión. La dragona y todos los demás permanecieron mudos de asombro.
- Índiga - dijo - juro por mi honor y por la justicia que haré lo
imposible por ayudarte, pero necesito que tú también me ayudes a
llegar a Erimor. De momento haz caso a tu padre... después cuando
hayamos curado a mi madre buscaremos una solución....
- Pero.... - objetó ella -.
- No te preocupes. ¡Todo saldrá bien! - concluyó el joven hechicero
cerrando los ojos risueño y con una sonrisa * -.
Índiga ocultó su mirada detrás de su espeso flequillo por unos instantes que parecieron eternos. Finalmente, volvió a levantar la mirada, descubriendo unos ojos tan risueños como los de Andracis.
- De acuerdo. - accedió levantándose - ¡Iremos primero a Erimor y
luego pensaremos en cómo patearle el trasero a Sherra!
- ¡¡SÍIIIIIIIIIIIIIIIIII!! - exclamaron las otras tres dragonas
entusiasmadas, mientras el resto dudaba entre sumarse al entusiasmo
colectivo o sudar por el comentario tan radical de Índiga -.
Sin más tardar, Índiga volvió a tomar su forma de dragón y se agachó para permitir que Mina, Andracis y Val se subieran a sus espaldas.
- Vosotras tres podéis regresar con los demás. - les dijo la semi-
dragona a sus tres compañeras - Ya habéis cumplido vuestra misión, así
que no es necesario que nos sigáis....
- ¡Pero queremos hacerlo, señorita Índiga! - exclamó Crystal -.
- ¡Nos gustaría ayudarla en todo lo que podamos! - añadió Yumei -.
- ¡Os protegeremos de cualquier peligro, señorita Índiga! - terció
Selena -.
- Está bien, está bien.... - las interrumpió ella - Podéis venir, pero
será mejor que antes nos repartamos los pesos: yo y Andracis
encabezaremos la marcha, dos de vosotras podéis cargar con Mina y
Valteria....
- ¿Y yo? - preguntó Xellos con carita de inocente -.
- ¡¡¡TÚ TE VAS A PASEO, NAMAGOMI!!! - gritaron el trío de dragonas al
tiempo -.
Viendo que ninguna de ellas estaba dispuesta a cargar con él, y haciendo grandes esfuerzos por reprimir sus ganas de matarlas por llamarle namagomi, Xellos decidió trasladarse por el plano Astral.
- Ah, está bien. - dijo al tiempo que desaparecía - En ese caso me
adelantaré. ¡Nos veremos más tarde!
De ese modo, las cuatro dragonas remontaron el vuelo rumbo a Erimor, situadas de esta manera: Índiga al frente, junto con Andracis y el trío vigilando la retaguardia, Selena en el centro, flanqueada por Crystal cargando a Val a su derecha y por Yumei con Mina a la izquierda. Al principio todo marchaba bastante bien, hasta que Yumei oyó cómo Mina resoplaba con fastidio.
- No quisiera entrometerme - dijo - pero noto que algo os preocupa,
señorita Mina....
- Ésa Índiga.... - murmuró Mina malhumorada - ¡Mírala cómo disfruta
charlando con Andracis de sus cosas! Es tan vomitivo...
- ¡Ay, se ve que lo amáis profundamente, por eso tenéis celos!
¿Verdad?
Al hacer ese comentario, al principio Mina se sonrojó totalmente cortada. Cuando consiguió reaccionar, lo hizo de muy mala manera...
- Esa clase de comentarios pueden costarte muy caro... - amenazó la
hechicera ocultando su mirada y empezando a conjurar un matadragones
al tiempo que sonreía de forma sádica con un par de afilados colmillos
brillando peligrosamente -.
- ¡Lo siento, no quería ofenderos! - lloriqueó la dragona asustada -.
* * *
El sol del mediodía caía a plomo sobre un campesino que labraba en su pequeño huerto aquella mañana. El sudor recorría cada milímetro de su piel verdosa y cubierta de pequeñas rocas aquí y allá. Dejó un momento de clavar la azada y bebió un poco de su cantimplora. Sus cabellos lilas metalizados brillaban por el reflejo del sol abrasador. Pronto tendría que volver a casa y comprobar que su mujer estaba bien.
Le preocupaba. La fiebre que la afectaba, ya de por sí alta, había subido considerablemente en los últimos días. No le gustaba dejarla sola, pero ahora que su hijo no estaba, y con ella enferma, él tenía que encargarse de hacerlo todo, desde limpiar hasta conseguir comida y cocinarla...
Otro punto que le preocupaba: su hijo. Hacía mucho tiempo que no sabía de él.... ¿Cuánto hacía ya que se había marchado de casa? ¿Un mes? ¿Dos meses? Puede que más incluso.... No sabría decirlo y eso aumentaba su preocupación. De Erimor a Zefilia había como mucho una semana y media de camino. Y de Zefilia a las montañas de Kaatar, para ir a buscar la auténtica Biblia Clair, unos 20 días... Demasiado tiempo había pasado. ¿Qué había ocurrido? ¿Porqué se demoraba tanto?
Zelgadis sacudió la cabeza. Cuanto más pensaba en ello más angustiado estaba. Y un hombre en momentos así debía mantener la cabeza fría. Se dijo a sí mismo que ya era momento de volver para ver cómo estaba Amelia.
Se cargó la azada al hombro y miró atrás hacia el horizonte que se extendía sobre la pequeña colina sobre la que estaba construida la pequeña cabaña que le servía de hogar. De pronto oyó algo que le llamó la atención. Era una voz chillona y estridente, aparentemente la de una chica joven, que parecía quejarse de algo. Agudizando más el oído, logró descifrar lo que decía:
- ¡Índiga, mira que eres burra! ¡Cómo se te ocurre aterrizar entre los
árboles! ¡Me he tragado lo menos tres nidos de pájaro carpintero!
- Lo siento Mina-san, ha sido un error de cálculo... - se disculpó su
interlocutora, con voz casi inaudible -.
- Parad de discutir las dos. - les interrumpió otra voz, masculina
esta vez, que le resultaba extrañamente familiar, aunque no lograba
acordarse de quién podría ser - No nos falta mucho para llegar a casa
de Andy y no es cuestión de andar montando una de vuestras
escenitas...
¿Andy? ¿Se referirían quizás a Andracis?
No, no, Zelgadis, mantén la cabeza fría, se dijo a sí mismo. Habían cientos de personas que bien pudieran responder al nombre de Andy ¿Quién le decía que se estaban refiriendo a su hijo y no a otra persona?
- ¡Eh, mirad, ahí está mi padre! - exclamó otra voz masculina,
sacándole de sus pensamientos - ¡Papá! ¡Eh, Papá, soy yo! ¡Papáaaaa!
Lo veía y todavía no lo creía. Allí subiendo la colina estaba él, su hijo Andracis.
Por fin había vuelto.
- ¿Andracis? - preguntó la quimera sin poder creérselo aún -.
- ¡Papá! - saludó Andracis subiendo a toda prisa la colina - ¡He
vuelto con la...!
¡PAF! Sin darle tiempo a seguir, el joven recibió un golpe de pantufla en plena cara.
- ¡¿A qué ha venido eso?! - inquirió el joven enojado, dirigiéndose a
su padre -.
- Te dije que no te demoraras. - le espetó éste de mal humor - ¿Se
puede saber qué clase de tonterías has estado haciendo todo este
tiempo?
- Ah, pues verás, es una historia un poco larga y... - empezó Andracis
llevándose una mano a la nuca, hasta que de pronto cayó en la cuenta
de que tenía algo más importante que hacer que darle explicaciones a
su padre- ¡Pero no hay tiempo para eso! ¿Dónde está Mamá?
- Todavía en su cama. ¿Has traído la medicina? - preguntó Zelgadis -.
- Sí, aquí está. - respondió Andracis mostrándole el frasco azul que
Aqua le había dado -.
- ¿Estás seguro de que esto...? - preguntó de nuevo la quimera -.
- Completamente - confirmó el joven - Pero hay que dársela enseguida.
Y diciendo esto, padre e hijo se dirigieron rápidamente al interior de la modesta cabaña de madera, seguidos de Mina, Valteria, Índiga y las tres dragonas damas de honor, Crystal, Yumei y Selena. Mientras, y haciendo caso omiso de los que les seguían, Andracis y Zelgadis seguían con su conversación acerca del estado de salud de la madre del joven.
- ¿Cómo está? - preguntó el chico -.
- Ha empeorado en los últimos días. - le informó su padre - La fiebre
le ha subido y vuelve a tener temblores...
La quimera condujo a los cuatro adolescentes hacia una pequeña habitación, separada del resto de la casa (constituida únicamente por una sala-comedor- cocina-y-de-todo-un-poco de apenas cuatro metros cuadrados) por una puerta de madera que abrió con suma delicadeza para evitar molestar a la enferma que descansaba en su interior.
Aunque claro, lo de descansar era un decir... Nada más entrar en la pequeña habitación iluminada por la luz que pasaba a través de una única ventana, pudieron comprobar que tal y como muchas veces les había dicho Andy, el estado de su madre era francamente grave; la mujer estaba tumbada en su cama, situada en el único rincón de la habitación sumergido en la penumbra, jadeando ruidosamente en busca de aire con el que llenar sus pulmones y murmurando palabras completamente ininteligibles en medio de su delirio febril.
- Mamá.... - la llamó dulcemente Andracis - mamá, soy yo, Andracis.
vengo con tu medicina... - diciendo esto la ayudó a incorporarse un
poco mientras abría en sello de la botella con los dientes - Bebe
esto... Despacio....
Seguidamente la ayudó a abrir la boca para tragar algo del líquido azulado. La mujer se atragantó con el primer trago y empezó a toser. Su hijo le dio unas cuantas palmaditas en la espalda hasta que se le pasó el ataque de tos y siguió ayudándola a tragar el líquido. Fue sólo en ese momento en que Zelgadis se fijó en los otros tres adolescentes que habían venido con Andracis y Mina consideró que ya era hora de hacer las presentaciones oportunas:
- Un placer conocerle al fin, Maestro Zelgadis. - saludó la hechicera
- Soy la increíble y todo poderosa Mina Gabriev. Mi madre Reena le
manda recuerdos....
- ¿Tú eres la hija de Reena? - preguntó Zelgadis incrédulo, tras lo
cual la echó un vistazo de arriba abajo - Hum.... Debí sospecharlo....
Las dos estáis igual de....
- ¡¡¡No lo diga, señor Zelgadis!!! - exclamó Valteria alarmado
tapándole la boca a la sorprendida quimera - ¡Que luego se cabrea y es
capaz de destrozar la casa!
- ¡O peor, incendiarla! - añadió Índiga -.
- ¿Eh? ¿Qué os pasa? - preguntó Mina confundida - ¿De qué estáis
hablando....? ¡¿No será de mis pechos, verdad?! - inquirió cuando por
fin logró entender por donde iban los tiros - ¡¡Os advierto que como
sea de mis pechos de lo que estéis hablando...!!
Pero Zelgadis ya no escuchaba las amenazas de la hija de Reena. Su atención ahora estaba centrada en el joven de cabellos turquesa que le había tapado la boca. Aquellos ojos, aquellas marcas en las mejillas, aquella voz.... Por supuesto que le había sonado antes.... habían pasado los años y a pesar de haber renacido, aún conservaba el aspecto de rebelde sin causa con el que le conociera hace 18 años...
- ¿Val? - preguntó sorprendido - ¡Vaya es increíble! ¡La última vez
que te vi, todavía eras un bebé en brazos de Filia!
- ¿Conoció usted a mi madre? - preguntaron al tiempo Valteria e
Índiga. Al darse cuenta de lo que habían hecho se miraron y sonrieron
ligeramente -.
- ¿Y tú quién eres, si puede saberse? - preguntó Zelgadis al
percatarse finalmente de la presencia de la semi-dragona de pelo
índigo -.
- ¡Ah, es cierto, no me he presentado! Soy Índiga Mettalium, encantada
de conocerle, señor Greywords.
- ¿Mettalium? Oh, no.... ¿me estás diciendo que tu padre es....?
- ¡Desde luego, es mi hija, en efecto! - dijo Xellos apareciendo
finalmente, justo detrás de la quimera - ¿Qué tal, chico piedra?
¡Cuánto tiempo sin vernos!
- Y desearía que hubiese sido mucho más tiempo.... - murmuró Zel de
mal humor - No puedo creerlo... Jamás pensé que Filia pudiese caer tan
bajo y reproducirse contigo, con lo sensata que parecía....
- Si por sensatez te refieres a ponerse histérica e intentar golpearme
con la maza cada vez que detectaba mi presencia, entonces tienes un
concepto bastante raro de lo que es sensato, Zelgadis-kun... - bromeó
Xellos -.
- ¿De....de verdad Mamá hace esas cosas....? - le preguntó Índiga a su
hermano con un gotón de sudor rodando por su frente -.
Antes de que Valteria pudiera responder, todos volvieron su atención a la madre de Andracis, que milagrosamente, después de tomarse el brebaje que Aqua le había dado al joven hechicero, había recuperado su salud. Era muy hermosa, de tez pálida destacada por unos cabellos oscuros, casi negros, de corte algo corto y aspecto desaliñado y con unos preciosos ojos azul profundo. Ya no tosía ni sudaba por la fiebre, incluso tenía fuerzas para sentarse sobre el reborde de la cama. Zelgadis, entre asombrado y lleno de felicidad, fue hacia donde estaba su mujer, por fin sonriente después de tanto tiempo, la abrazó y la besó con todo el amor y la pasión de que era capaz. No cruzaron ni una palabra, ni falta que les hacía; aquellos gestos por parte de Zel bastaban para hacerle saber que se alegraba de volverla a tener a su lado.
La enternecedora escena, sin embargo, fue interrumpida por Xellos, que ni corto ni perezoso hincó una rodilla en el suelo y se inclinó respetuosamente ante la madre de Andracis.
- Celebro ver que ya ha recobrado la salud, señorita Amelia Alset....
¿O debería decir - añadió con una sonrisa pícara y guiñando un ojo -
Amelia Will Tesla Seyruun, hija segunda de Philionel El Di Sailon y
por tanto soberana por derecho de sangre del Reino de Sailon?
* * *
Mina, Val e Índiga se quedaron con las bocas abiertas. ¿Acaso Xellos estaba diciendo que aquella mujer, aquella humilde campesina que tenían frente a sus ojos, era en realidad la hija menor del Príncipe Philionel de Sailon, la que desapareció hace 16 años, propiciando, de forma indirecta, la caída de la Capital de la Magia Blanca?
- Entonces es cierto... - soltó Andracis, muy serio -.
Aquello sorprendió todavía más no ya sólo a ellos, sino también a sus padres, que no se explicaban cómo podía haber averiguado aquel secreto tan celosamente guardado durante años.
Aunque Zel ya había sacado sus conclusiones....
- Grrrr.... ¡Xellos! - exclamó Zelgadis enfurecido - ¿Con qué clase de
sucias mentiras has llenado la cabeza de...?
- Déjalo, Zelgadis. - le interrumpió Amelia y ante la cara medio de
estupor, medio interrogativa de su marido, aclaró: - Tarde o temprano
tenía que pasar, después de todo... Es hora de que Andracis conozca
sus verdaderos orígenes...
Seguidamente, la mujer se puso en pie, con algo de dificultad al principio ya que se había pasado prácticamente 15 años sin salir de la cama, y se dirigió a un pequeño tocador de madera. Abrió el primero de los tres cajones y sacó una caja forrada en terciopelo, ahora algo deteriorado por los años. Con aquella caja en sus manos se encaró a su hijo y la abrió ante sus ojos, mostrando una figura de un corazón con una corona encima y un castillo en el centro, que a su vez estaba adornado con una especie de pergamino en el que había escrita una leyenda.
- Este es el sello de la familia real de Sailon. - le explicó ella -
La prueba de que tal y como ha dicho el Señor Xellos, soy la
desaparecida princesa Amelia Will Tesla Seyruun...
- E.... Entonces... - balbució Mina asombrada - ¿¿¿Es una princesa de
verdad??? - tras unos minutos de reflexión, la hechicera se puso a dar
vueltas a su alrededor, haciéndole la pelota, para vergüenza ajena de
Amelia, a la que le salía una gota de sudor al tiempo que Mina le
decía atropelladamente: - ¿Quiere que le haga un masaje? ¿Le limpio
los zapatos? ¿Le beso los pies? ¿Le barro el suelo? ¿Le....?
Haciendo caso omiso del intento de peloteo por parte de la joven hechicera, Amelia continuó con las explicaciones.
- Hace ahora 16 años - dijo - mi padre quiso prometerme con el
príncipe de un reino vecino. Sin embargo no estaba preparada para un
matrimonio concertado, entre otras cosas - añadió mirando a los ojos
de Zel mientras éste depositaba tiernamente una mano sobre su hombro -
porque yo ya amaba a otra persona...
- Tu madre y yo decidimos, de común acuerdo, huir juntos. - continuó
Zelgadis - Aquel día cogimos un caballo, salimos de Sailon y tras
largos días de caminata llegamos hasta aquí y... en fin, el resto ya
lo sabes....
- Pero.... Mamá...¿tienes idea de lo que provocaste con tu marcha? -
le riñó Andracis, entre enojado y confundido - ¡¿Te das cuenta de que,
muy probablemente la historia de Sailon habría sido muy distinta si no
hubieras decidido huir tan cobardemente?!
- ¡Jovencito, no te atrevas a juzgar a tu madre tan a la ligera! -
dijo Zelgadis saliendo en defensa de su esposa - No tienes idea de lo
que....
- Pero en el fondo tiene razón. - le interrumpió ella -.
- ¡Pero.... Amelia....! - balbució Zelgadis tratando de decir algo,
pero su esposa no le dejó continuar -.
- Zelgadis, cariño, las cosas como son, que ya no soy una niña. - le
dijo antes de dirigirse de nuevo a su hijo: - Sí, Andracis, lo
reconozco, fue una cobardía por mi parte... además, debo confesaros
algo: creo que la razón por la que me puse tan enferma.... fue porque
estaba deprimida....
- ¿¡Deprimida!? - exclamó Zelgadis sin poder creérselo -.
'Por eso Aqua me dijo que el problema de Mamá probablemente era de tipo emocional.' meditó el joven Andracis para sus adentros.
- Sí.... las noticias de la caída de Sailon me hicieron sentirme
terriblemente culpable.... y esa culpabilidad hizo que la mínima
enfermedad que tuviera se agravara....
- ¡Pues claro! - cayó Índiga - Es algo que me solían decir los
sacerdotes del templo respecto a la curación: a veces el hecho de
sanar a una persona no depende tanto de lo eficaz que sea el método
curativo, sino de la voluntad del paciente por curarse. Si dicho
paciente tiene ganas de recuperarse pronto, es mucho más probable que
el remedio surta efecto.... pero si el paciente no tiene deseo alguno
de curarse, entonces.... - Índiga dejó la frase en el aire, pero todos
sabían muy bien a qué se refería -.
- Así fue... yo.... sé que diréis que es una tontería, pero... - a
Amelia se le empezaban a inundar los ojos de lágrimas - Me sentía tan
responsable por lo que le había pasado a Sailon, que pensé que no
tenía derecho a seguir viviendo mientras el resto de mi familia había
muerto defendiendo la ciudad....
- Amelia.... - Zelgadis acercó el cuerpo de su mujer a su pecho, para
que ésta pudiera desahogarse mientras él la consolaba -.
- Te equivocas, Amelia. - habló de pronto Xellos, captando su atención
- Hubo otro miembro de la familia real que sí sobrevivió; Philionel
logró escapar.
No bien acababa de sorprenderse Amelia con aquella noticia, cuando el trío de dragonas sacerdotisas le confirmó todo:
- ¡Es cierto! - Crystal fue la primera en hablar - ¡Nosotros nos
encargamos de llevar a Philionel y a su gente lejos de la ciudad!
- ¡Le llevamos hacia las montañas de Kaatar, a ver a Milgazia! -
añadió Yumei -.
- ¡Y él y unos cuantos más le llevaron hacia Elmekia, a la capital,
para que estuviera a salvo! - terció Selena -.
- ¡Pero.... eso es fantástico! - exclamó Zelgadis - ¿Has oído Amelia?
- añadió dirigiéndose a su mujer -.
- Sí, lo he oído, pero... - dudó ella - No sé, después de tanto
tiempo...
- Mamá.... - intervino Andracis, cogiendo a su madre de ambas manos y
mirándola directamente a los ojos - ¿Quieres volver a empezar de
nuevo; redimirte, enfrentarte a tu pasado y dejar de huir?
Amelia, al principio, no supo qué decir. Se quedó largo rato, mirando a su hijo a los ojos, ojos grises, profundos, los mismos que tendría su padre antes de convertirse en quimera, y ese brillo, un brillo apenas perceptible, pero que al verlo era capaz de convencerte de cualquier cosa. De que todo era posible.
Y ella quería hacerlo. Ansiaba desde hacía tiempo enmendar su error de juventud. Un error que le llevó a separarse de su padre. No es que se arrepintiera, desde luego que no; su vida junto a Zelgadis, a pesar de la carencia de lujos, había sido mucho más dichosa de lo que habría sido si se hubiera quedado en palacio. Si pudiera retroceder en el tiempo, haría lo mismo una y mil veces. Sin embargo, sí hubo algo que jamás se perdonó: irse sin despedirse de su padre, a quien tanto quería e idolatraba. Un padre que se volcó siempre en ella, tras la muerte de su madre y la desaparición de su hermana mayor, de la que casi ni se acordaba ya....
Deseaba por encima de todo, verle, abrazarle, pedirle perdón...
....y tal y como decía su hijo, dejar de huir. De su pasado y de sí misma.
Finalmente afirmó con la cabeza con decisión, espantando las últimas lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos.
- Entonces, vayamos a ver al abuelo. - dijo Andracis a continuación -
Mañana por la mañana, en cuanto hayamos descansado un poco, iremos los
dos a Elmekia...
- Los tres. - añadió Zelgadis poniéndose entre los dos - Al fin y al
cabo yo también pertenezco a la familia ¿no?
- ¡Por supuesto! - afirmó Amelia abrazando al tiempo a su marido y a
su hijo -.
Ante tan tierna escena, las tres sacerdotisas dragonas se pusieron a llorar a mares, emocionadas. Claro que no eran las únicas...
- Mina ¿estás llorando? - le dijo Val entre perplejo y divertido -.
- ¿Eh? ¡Ay, no, no es eso! - disimuló la hechicera, secándose
rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano - Es que hay mucho
polvo en la habitación y se me mete en los ojos....
- Ya, claro.... - murmuró el dragón antiguo mirándola de reojo con una
sonrisa en el rostro -.
- Oye, Papá, te encuentro un poco pálido.... - señaló Índiga al ver
que su padre se empezaba a poner un poco verde -.
- Je, je.... Lo siento, hija - dijo Xellos tratando de disimular una
sonrisa - es que ver escenas así... digamos que no es compatible con
los demonios....
- ¿Ah, sí? Pues yo no noto nada... - meditó Índiga - ¿Será porque soy
medio dragona?
- Probablemente....
- Lo que me recuerda.... - interrumpió Zelgadis dirigiendo una fría
mirada de desconfianza hacia el demonio - Xellos.... ¿Cómo sabías tú
que Philionel estaba vivo?
Pillado con las manos en la masa y sin posibilidad de excusa, Xellos no tuvo más remedio que confesar la verdad.
- Puessss.... - empezó poniendo la mano en su nuca y con su típica
carita de inocentón - Je, je.... Me temo que fui yo el que ordenó
atacar Sailon... una lástima, sí, pero qué le vamos a hacer.... No....
¿No estarás enfadada conmigo, Amelia?
- Por supuesto que no. - dijo Amelia dulcemente - Después de todo,
supongo que estarías cumpliendo órdenes de tus superiores, así que no
te guardo ningún rencor...
- Jeje... Vaya, gracias Amelia, tu siempre tan comprensiva...
- Peeeeeero.... - el tono dulce de la princesa había adquirido cierto
tinte peligroso - a pesar de que te haya perdonado, tienes que
compensarme por el gran error que cometiste....
- A-Amelia.... - el demonio se había empezado a poner pálido - ¿¿Qu-
Qué vas a hacerme??
- Voy a aplicarte el único castigo que sé que tiene efecto sobre
ti.... ¡Bien, chicos - añadió dirigiéndose a Zel y Andy - ya sabéis lo
que tenéis que hacer! ¿No?
Afirmando al tiempo, padre e hijo, abrieron las persianas de la ventana, iluminando la figura de Amelia como si de un foco se tratara. La princesa por su parte agarró un altavoz y tras hacer las pertinentes pruebas de voz ("Sí... Probando... Uno, dos, tres ¿se me oye?"), empezó a cantar:
- ¡LA VIDA ES MARAVILLOOOOSAAAA!
- ¡SÍ, MARAVILLOSA, MARAVILLOSAAA! - cantaron los dos hombres haciendo
de coro y bailando una suerte de vals, bien "agarraos" -.
Un aura de rayas apareció casi al instante alrededor del demonio, quien estaba tirado en el suelo sin poder levantarse, tan, tan verde que casi parecía azul....
- Creo que ya lo entiendo.... - razonó Valteria aún cuando no podía
parar de sudar de vergüenza ajena al ver semejante espectáculo - Los
demonios se alimentan de los sentimientos negativos de las personas.
Pueden soportar hasta cierto punto algunos sentimientos positivos si
llegan de forma aislada, pero si se encuentran ante una sucesión muy
manifiesta de efectos positivos, se ponen enfermos....
- Dicho de otra manera - dedujo Mina sudando tanto a más que su
compañero - con ese salmo de alabanzas hacia la vida y lo maravillosa
que es, Amelia le está provocando a Xellos una indigestión...
- ...Algo así...
Y así durante un buen rato, Amelia siguió con su canción de la Vida Maravillosa, mientras en el suelo el pobre Xellos, hecho un trapito, balbuceaba varias incoherencias:
- Ameeeeliaaa.... - gimió - Para yaaaa, no puedo soportarlo máaaas....
Te lo ruegoooo...
* * *
Horas después, cuando Xellos ya se había recuperado, Mina tomó la decisión de acompañar a Andracis y a sus padres a Elmekia. El muchacho no se negó, más bien al contrario, se alegró mucho de poder seguir junto a Mina una vez más. Y pronto los demás también se apuntaron, incluidas las tres dragonas sacerdotisas, que se ofrecieron amablemente a llevarles a la ciudad.
Aquella tarde, mientras en la casa la gente se movía de un lado para otro, haciendo los preparativos para la cena de esa noche, Mina se escabulló para salir afuera a tomar algo de aire fresco. Se sentó tranquilamente bajo un árbol, contemplando la puesta de sol desde la colina donde se situaba la cabaña.
Cuando estaba en casa, en Zefilia, solía hacer eso; quedarse embobada mirando la puesta de sol o en su defecto las nubes sobre el cielo azul de la mañana. Le encantaba, era uno de su hobbys favoritos. Hacer aquello le proporcionaba una inmensa paz interior, justo lo que necesitaba en estos momentos.
Cuando más estaba disfrutando, el sexto sentido de Mina le puso alerta de repente. Arrancó rápidamente una rama cercana y la puso frente a sí.
Justo a tiempo para parar una espada que se le echaba encima.
Zelgadis permaneció estático durante unos minutos. Realmente la hija de Reena y Gaudy era muy buena. Con tan sólo una simple rama había conseguido parar su golpe. Claro que él tampoco había usado toda su fuerza con ella. Sólo quería probarla....
- Tienes buenos reflejos.... - comentó la quimera envainando su espada
de nuevo -.
- Gracias, Maestro Zelgadis. - agradeció la chica, tirando la rama a
un lado -.
- No es necesario que me llames así. - murmuró Zelgadis con algo de
sequedad -.
- Lo siento, pero no puedo evitarlo. - dijo Mina simplemente
sentándose de nuevo. Zel no tardó en imitarla, poniéndose a su lado -
Mi madre me habló siempre muy bien de usted. - aclaró a continuación -
Decía que usted era un excelente hechicero y un gran espadachín, uno
de los pocos capaces de compararse a ella.... También solía decirme -
añadió apoyando su barbilla en sus rodillas - que si alguna vez, por
los motivos que fueran, me encontrara con usted, debía tratarle
siempre con gran respeto. Y llamarle así es mi forma de mostrarle el
gran respeto que le tengo, Maestro Zelgadis. - concluyó con una
sonrisa -.
Zelgadis no pudo evitar sonreír. Rápidamente sin embargo, apartó la mirada de los ojos azules de Mina y la dirigió al brillante resplandor del sol poniente.
- Reena fue para mí siempre una gran amiga. - habló la quimera
finalmente- Antes de conocerla yo no era más que un ser solitario y
amargado.... y añado también que era un asesino cruel y despiadado...
- ¡¿Cruel y despiadado... usted?! - Mina reaccionó con sorpresa ante
tal revelación -.
- Así era yo, aunque ahora te cueste creerlo. - afirmó él y continuó -
Supongo que tu madre te habrá contado porqué tengo este aspecto ¿no?
- Hummm.... Sí, me lo dijo una vez. - recordó la hechicera - Cierto
que no recuerdo gran cosa pero... fue un tal Rezo ¿verdad?
- Así es. - le confirmó - Rezo, mi abuelo, mi único pariente vivo.
¿Sabes? Cuando tu única familia te traiciona, transformándote un
monstruo.... en fin, sencillamente, acabas por no confiar en nadie.
Justo lo que me pasó a mí. Rechazado por la sociedad, empecé a pensar
que sólo podía contar conmigo mismo... Pero entonces apareció Reena -
un brillo de alegría apareció en los ojos de la quimera al recordarla
- , la primera persona en mucho tiempo que me trataba como persona y
no como el monstruo que aparentaba ser. Creo sinceramente - concluyó -
que de no haberla conocido, mi vida sería muy diferente ahora....
Bueno, mejor regresemos, ya nos están llamando para cenar....
- ¿Ah, sí? - preguntó la chica agudizando el oído - Yo no oigo nada.
- Desde esta distancia no, claro está. - dijo Zel ayudándola a
levantarse - Pero yo tengo un oído más agudo.... Ventajas de tener ser
un tercio Demonio Brownie. - añadió guiñándole un ojo -.
- ¡Es verdad! - dijo la chica entusiasmada al percibir el olorcillo de
la comida cuando ya estuvieron muy cerca de la cabaña - Mmmm... Me
pregunto qué habrá preparado Xellos de cena....
- Un momento.... - pidió Zelgadis parándose en seco con evidente cara
de espanto - ¿¿Qué Xellos es quien cocina??
- Sí, se pidió voluntario.... - le aclaró la chica - ¿Porqué, es algo
malo?
Zelgadis se limitó a palmearle en hombro con cara de resignación.
- Espera y lo verás....
* * *
Tras levantar Xellos la tapa de la olla que contenía su nueva obra maestra, un fuerte olor nauseabundo invadió el humilde hogar de los Greyword- Seyruun, haciendo que todos los que estaban alrededor de la mesa se desmayaran. Índiga a duras penas pudo llegar a abrir la ventana para que corriera el aire fresco.
- ¡¡Por Ceipheid, qué peste!! - exclamó Mina con la cara totalmente
azul -.
- Lo sabía.... - se lamentó Zelgadis en el suelo mientras un gran
escalofrío recorría todo su cuerpo, provocándole espasmos
involuntarios -.
- Me... Me muero.... - murmuró Val a duras penas, en las mismas
condiciones -.
- Xe....Xellos-san... - Amelia trataba de levantarse apoyándose en la
mesa - ¿No habrás preparado otra vez tu "Sopa de Madrágora"**, verdad?
- ¡Por supuesto que no, Amelia! ¿Por quién me tomas? - inquirió el
demonio con carita de inocente - Un auténtico chef jamás prepara dos
veces un plato rechazado por el público.... Esto no es "Sopa de
mandrágora". Es. ¡"Vichissoise de madrágora"!
¡PAF! El antiguo sacerdote-general de Zellas Mettalium fue derribado al suelo por un gigantesco abanico de papel.
- ¡¡La Vichissoise es un tipo de sopa, animal!! - le gritó Mina fuera
de sí -.
Y ya os podéis imaginar como transcurrió el resto de la velada...
* * *
A la mañana siguiente y después de un breve viaje a lomos de Índiga y sus compañeras dragonas, Mina y los demás llegaron finalmente a la capital de Elmekia. Según habían dicho Crystal, Yumei y Selena, el Príncipe Philionel había sido llevado a presencia del emperador para solicitar asilo político, insistiéndose en que nadie más debía saber que estaba allí, más que nada por cuestiones de seguridad. Por ello, primero fueron a entrevistarse con el Emperador y, luego de que Amelia demostrara ser la hija del príncipe Philionel enseñando el sello real, consiguieron averiguar que Philionel se había refugiado en algún lugar cercano a la plaza mayor. Así que hasta allí se dirigieron Mina y sus compañeros para intentar encontrarle.
No fue sin embargo una tarea fácil. Enseguida se encontraron con un problema:
- ¡Oiga, usted! ¿Dónde puedo encontrar al Príncipe Philionel?
- Lo siento, no conozco a nadie que se llame así....
- ¿Podría indicarme dónde se hospeda el Príncipe Philionel?
- ¿Príncipe Philionel? Me parece que se equivoca, amigo: Elmekia es un
imperio, aquí no hay príncipes....
- ¿Sabe si vive por aquí un tal Príncipe Philionel?
- ¿Un príncipe viviendo en este barrio? ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Tu sueñas,
niña....!
- Disculpe, estoy buscando al Príncipe...
- ¡Ahora no, chaval! ¡¿No ves que estoy ocupado?!
- ¡AAAAARGH! ¡MALDITA SEA! - exclamó Mina fuera de sí revolviéndose
desesperadamente el pelo - ¡¡Llevamos más de una hora buscando y no
hay absolutamente nadie en estos barrios que sepa algo sobre ese
maldito príncipe de pacotilla!!
- ¡Mina! - le reprendió Andracis - ¡Es mi abuelo, ten un poco de
respeto!
- De todos modos es muy raro.... - meditó Amelia - A Papá le
encantaban las multitudes y siempre se rodeaba de gente del pueblo. No
comprendo cómo después de tanto tiempo no haya nadie que le
conozca....
- ¿Seguro que estamos mirando en el lugar adecuado? - preguntó Val
mirando a las tres doncellas dragonas, que eran las que se encargaban
de custodiar el plano de la ciudad -.
- ¡Seguro! - afirmó Crystal vehemente con la cabeza - ¡Tiene que ser
esta!
- ¡Sí! - la secundó Yumei revisando de nuevo el plano - ¡No hay otra
plaza que esté indicada en el mapa como "Plaza mayor"!
- Euh, Yumei.... Estás mirando el plano al revés... - hizo constatar
Selena, lo que hizo que su compañera pelirrosada se pusiera más
colorada que un tomate -.
Mina lanzó un suspiro derrotado al tiempo que se sentaba en el bordillo de una fuente.
- Ay.... es inútil. - suspiró la hechicera - Esto es como buscar una
aguja en un pajar.....
- Yo aún diría más: - añadió Índiga - es como buscar una aguja entre
un montón de agujas....
- Si al menos alguien nos pudiera dar una pista... - murmuró Andracis
-.
- Disculpe, caballero... - oyeron de pronto la voz de Zelgadis, lo que
les hizo volver la cabeza para descubrir a la quimera, a sólo un par
de metros, conversando con un transeúnte - Busco a un hombre alto,
fornido, con un mostacho negro bastante espeso y pelo desordenado....
Responde al nombre de Phil.... ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?
- Phil.... Phil.... - meditó el transeúnte - Ese nombre me suena...
¡Ah, claro! - exclamó de pronto golpeando su puño contra la palma de
su mano - ¡Usted debe referirse a "Phil el Loco"! Se hospeda en esa
taberna de allí. - dijo señalando una taberna al otro lado de la plaza
- A estas horas supongo que estará bebiendo una cerveza en su mesa de
siempre, los discursos de justicia no empiezan hasta las seis y
media....
- Gracias, amigo. - se despidió Zelgadis volviendo con los demás -.
- ¿Lo has encontrado, Zel? - preguntó entusiasmada Amelia -.
- Parece que sí. - confirmó su marido - Al principio dudaba, pero lo
de los discursos de justicia no ha dejado lugar a dudas...
- ¡Cariño, eres el mejor! - exclamó la princesa plantándole a la
quimera un sonoro beso en la mejilla que hizo que éste se sonrojara y
murmurara algo como: "Ahora no Amelia, que nos están mirando
todos...." -.
- ¡Un momento, un momento! - exclamó Mina levantándose de un salto -
¡¿Qué es eso de llamar a su excelencia el Príncipe por un nombre tan
vulgar?! Y sobretodo. ¡¡¡¿¿¿QUÉ QUIERE DECIR ESO DE "ALTO FORNIDO Y
CON MOSTACHO Y PELO DESORDENADO"???!!!
- ¿Qué hay de malo en eso, Mina-san? - preguntó Índiga inocentemente
-.
- ¡¡¡Pues que un príncipe no puede tener ese aspecto tan... tan... tan
poco propio de un príncipe!!! - exclamó llena de rabia - ¡Mirad a la
princesa Amelia: - añadió señalando a la aludida - es bonita,
elegante, sofisticada, como debe ser una princesa! ¿y qué me decís de
Andracis? ¡Vale no es un príncipe oficial, pero es apuesto y bien
parecido! - ante estos comentarios, Andracis no pudo evitar ponerse
rojo desde la cabeza hasta los pies - ¡¡PERO TAL Y CÓMO LO HA DESCRITO
EL MAESTRO ZELGADIS, TAL PARECE QUE EL PRÍNCIPE PHILIONEL TIENE
ASPECTO DE MOZO DE CUADRA!!
- Parece que ya tenías tu modelo de príncipe ideal, ¿eh? - comentó Val
-.
- ¡EXACTO! - exclamó de nuevo Mina - ¡¡¡Un príncipe como Ceiphied
manda tiene que ser esbelto, guapo, y a ser posible de ojos azules!!!
- ¿Los ojos azules son obligatorios? - preguntó Índiga con una gota en
la frente -.
- ¡Sí, porque los ojos azules reflejan nobleza de espíritu! Después de
todo, la princesa Amelia los tiene azules ¿no? - añadió señalándola de
nuevo - ¡IREMOS A ESA DICHOSA TABERNA Y OS DEMOSTRARÉ QUE UN HOMBRE
ASÍ NO PUEDE SER EL PRÍNCIPE PHILIONEL!
Y mientras decía esto, la hechicera se encaminaba, caminando con las piernas separadas, con paso lento y amenazante como el de un dinosaurio acercándose a su presa, hacia la taberna que el transeúnte había indicado a Zelgadis.
La quimera suspiró.
- Pobre chica.... - murmuró - Menuda desilusión se va a llevar....
- Mmmm.... Oye, Zel: - dijo Amelia tras meditar un rato - ¿Tú crees
que mi padre tiene tan poco aspecto de príncipe?
- Hombre... - empezó Zelgadis evitando dar una respuesta clara, para
no decepcionar a su mujer - La verdad... no sé qué decirte....
- No es momento para perder tiempo. - interrumpió Val, acudiendo en
socorro de la quimera - Sigamos a Mina antes que le dé por hacer una
locura de las suyas...
* * *
La taberna de "El borrachín feliz" era con diferencia la más concurrida de Elmekia City. Su buena situación, justo en la Plaza Mayor donde se celebraban todos los eventos importantes de la ciudad (desde fiestas populares y religiosas, pasando por festivales, hasta celebraciones de victoria), hacían de esta taberna un lugar de intercambio de opiniones y culturas, donde gentes a cual más raras se reunían para charlar, tomarse una copa o lo que surgiera.
Por eso el dueño de la taberna no se inmutó siquiera cuando oyó como la puerta de su establecimiento se abría y siguió limpiando la barra como si nada, suponiendo que el cliente que acababa de llegar pronto se sentaría en una de las mesas y haría su pedido a una de las camareras que tenía a su servicio, o bien optaría por sentarse en la barra y pedirle alguna bebida.
Lo que el dueño no esperaba era que, al levantar la vista se encontrara a una chica, que a duras penas medía poco más de metro sesenta, pelo rosa trenzado y levantado en un moño, con ojos azules que le miraban con una mezcla de furia e impaciencia.
- Lo siento, no servimos bebidas a menores. - se limitó a decir,
segundos antes de verse a sí mismo cogido del cuello de la camisa y a
sólo unos milímetros de aquellos ojos que le fulminaban -.
- Escucha amigo - empezó Mina con una vena resaltándose en su frente -
dicen que aquí en esta posada se hospeda un príncipe con aspecto de
mozo de cuadra, pero yo digo que no puede ser ¡ASÍ QUE AHORA MISMO ME
ESTÁS DICIENDO QUE ÉSE NO PUEDE SER UN PRÍNCIPE Y VAS A CONVENCER A
MIS AMIGOS TAMBIÉN! ¡¿HA QUEDADO CLARO?!
- Se-señorita, le juro que no la entiendo.... - balbució nervioso el
pobre tabernero con varias gotitas de sudor recorriendo su nuca -.
- Je, je, je.... Disculpe a mi amiga - interrumpió Val con una sonrisa
nerviosa y sosteniendo a Mina por los brazos - está nerviosa y no sabe
lo que dice...
- ¡ESO ES MENTIRA! - gritó la hechicera debatiéndose por liberarse -
¡NO ESTOY LOCA, SÉ LO QUE ME HABLO! ¡¡Y TE DIGO QUE ÉSE NO PUEDE SER
UN PRÍNCIPE....!!
De pronto se oyó un ruido de golpe y a continuación Mina estaba desmayada en brazos de Val con un enorme chichón en la cabeza y los ojos en forma de espirales.
Pero lo más alucinante es que había sido Índiga la que había emprendido tan salvaje acción, haciéndose servir de la lanza que su hermano segundos antes le había pedido que le guardara mientras él sujetaba a Mina.
- Siento mucho las molestias que mi amiga le ha podido causar. Lo
siento, lo siento muchísimo.... - se disculpó la semi-dragona
inclinándose una y otra vez e inclinando al tiempo la cabeza de su
amiga, que empezaba a recobrar el conocimiento -.
El tabernero ya no sabía cómo reaccionar y se quedó apartado de la barra, echado contra la pared y riendo nerviosamente. Desde que fundara la taberna hace unos 20 años más o menos, le había pasado de todo: había tenido que intervenir para detener peleas, había lidiado con ladrones y asesinos, le habían chantajeado cinco veces e incluso había sobrevivido a dos puñaladas por la espalda.... ¡Pero jamás en toda su vida había tenido que tratar con una pandilla de locos de remate!
Porque realmente tenían que ser unos locos: una chica de pelo rosa e instintos de asesino psicópata, el muchacho sufrido de pelo turquesa que la había sostenido, otro chaval igualmente sufrido que intentaba calmar a la chica sin demasiado éxito ya que cuando se acercaba se llevaba una patada, la otra chica de pelo índigo que parecía un corderito pero que acababa de demostrar que era capaz de repartir sus buenos mamporros también y otras tres muchachitas que acababan de llegar y que vestían y actuaban del mismo modo que la anterior (hasta el punto en que se disculpaban con ella, y eso que no habían hecho nada....) Los únicos que parecían mínimamente normales eran una mujer joven que vestía elegantemente y que se ocultaba bajo una capa con capucha de color burdeos y un hombre embozado y encapuchado de ropas color beige....
.... ¡Y éste último tampoco, porque cuando se acercó a la barra para hablar con él, el tabernero descubrió para su sorpresa que tenía la piel verde!
- Disculpe - dijo el embozado - nos han dicho que aquí se hospeda un
tal Phil....
- Está allí, en su mesa de siempre. - respondió el tabernero señalando
una mesa que había al fondo en una esquina oscura, en donde pudieron
percibir una figura que cogía una pinta de cerveza - Pero llega un
poco pronto, los discursos de justicia no empiezan hasta las seis y
media....
- Sólo venimos a hablar con él. - aclaró Amelia -.
- Pues me temo que no sacarán mucho en claro. - les advirtió el
tabernero - Cuando está en su "hora melancólica" no suele hablar con
nadie...
- ¿Su "hora melancólica"?
- Sí, le sucede a menudo, justo después de contar sus batallitas de
mediodía.... Pide una cerveza, se sienta en la mesa más alejada de la
taberna y se queda ahí, sin hacer nada, tan taciturno... Es como si
algo no le dejara vivir, como si algo le preocupara, nadie lo sabe a
ciencia cierta....
Mina y los demás dirigieron de nuevo la vista a la mesa donde se sentaba Phil y le observaron con más detalle; era tal y como había descrito Zelgadis, robusto, de pelo oscuro y mostacho poblado. Aunque aquel tipo tan corpulento, oculto entre las sombras de la esquina de la taberna y llevándose a los labios de vez en cuando la pinta de cerveza, resultaba bastante inquietante y hasta cierto punto aterrador. Más que un príncipe o un mozo de cuadra, pensó Mina mientras un escalofrío le recorría la espalda, parecía un jefe de la mafia....
- No sé a vosotros - susurró Mina a sus compañeros - pero a mí este
tío me pone la piel de gallina....
- Sí.... - afirmó Val - Tal vez deberíamos ser prudentes, nunca se
sabe lo que... ¡Pero...! ¿¿Señorita Amelia, adónde va??
Y es que Amelia, sin hacer caso de lo que comentaban los muchachos, se había acercado sin dudarlo a la mesa de Phil, con paso lento pero firme.
- ¡Mamá! ¿Qué haces? - exclamó Andracis haciendo ademán de seguirla -
¡Espera....!
- Déjala, Andracis. - le ordenó Zelgadis parándolo en seco - Y lo
mismo os digo a los demás. Hay que esperar y ver cómo evoluciona la
cosa...
Mientras tanto, Amelia ya había llegado junto a la mesa y esperó pacientemente a que Phil dejara la pinta de nuevo en la mesa. En ningún momento se había quitado la capucha.
- ¿Puedo sentarme con usted, caballero? - preguntó educadamente -.
Phil tardó un rato en responder. Se quedó muy quieto y, aunque sus ojos estaban ocultos en la penumbra, Amelia tubo la sensación de que la escudriñaba con la mirada.
- Claro. - dijo finalmente - Esto es un país libre, después de
todo....
Amelia se sentó en la banca que había justo enfrente de la de Phil y se quedó mirándolo un largo rato, con las manos apoyadas sobre sus rodillas. Realmente aquella parecía la voz de su padre, aunque ahora era un poco más grave.
A pesar de todo, quiso asegurarse.
- Dicen que usted cuenta historias muy entretenidas.... - mencionó
Amelia como de forma casual -.
El príncipe sonrió con pesar.
- ¿Eso te han dicho, eh? - preguntó antes de apurar su cuerno de
cerveza para luego continuar: - Por lo general dicen que cuento
discursos, batallitas, chifladuras.... "historias" es el calificativo
más suave que le han dado hasta ahora, a mi parecer.... - hizo una
pausa, durante la cual su mirada se nubló aún más de tristeza y
melancolía - Creen que no me doy cuenta, pero sé que por ahí se me
llama "Phil el loco... aunque... - añadió apoyando su barbilla en su
puño y mirando con aparente interés una porción de la pared - ...llevo
tanto tiempo aislado del mundo, tanto tiempo recordando el pasado y
lamentándome de mi mala suerte, que empiezo a pensar que ya estoy más
loco que cuerdo...
- ¡No es cierto! - saltó Amelia, llamando la atención de Phil y de
varios clientes de las mesas colindantes - ¡Usted no está loco,
príncipe Philionel! ¡Es más - añadió levantándose de la mesa y
quitándose finalmente la capucha, descubriendo su rostro - usted es el
mejor gobernante que Sailon ha tenido y tendrá jamás!
Llegados a este punto, al príncipe Phil se le pusieron los ojos como platos. Habían pasado los años y sus facciones eran mucho menos aniñadas que antes, aparte que su pelo había crecido unos centímetros dándole un aspecto un tanto desaliñado.... pero sus ojos, aquellos ojos azules como dos lapislázulis, aquellos ojos de los que en su día se enamoró cuando conoció a su difunta esposa, eran totalmente inconfundibles.
- Amelia.... - murmuró sin poder creérselo todavía -.
- Hola, papá. - saludó finalmente ella -.
- ¡Amelia...! - unas lágrimas empezaban a aflorar en los ojos del
príncipe -.
- ¡Papá...! - Amelia también tenía los ojos llorosos de la emoción -.
- ¡¡¡AMELIAAAAA!!! - exclamó Phil finalmente, abrazando a su hija
mientras un par de torrentes desbordados salían de sus ojos -.
- ¡¡¡PAAAAPIIIIII!!! - exclamó a su vez Amelia, en el mismo estado que
su padre y correspondiendo al abrazo -.
- ¡¡¡ABUELIIIITOOOOOO!!! - se les unió de improviso Andracis,
igualmente emocionado y abrazando al tiempo a su madre y a su abuelo
-.
Mina y Val no pudieron evitar poner cara de circunstancias mientras sudaban de vergüenza ajena. Ya era de por sí ridículo el ver a dos príncipes reales llorar como los protagonistas de una telenovela, encima la intervención de Andracis en aquella reunión de plañideras había ridiculizado tanto la escena que hasta se hacía empalagosa y no apta para gente con problemas de diabetes.
- ¡Ooooooh, es como en las novelas! - exclamó Índiga. La dragona, al
contrario que sus amigos, no sólo no parecía para nada asqueada, sino
que encima estaba emocionada hasta la médula (igual que sus compañeras
sacerdotisas) - ¿No os parece maravilloso, ver cómo las familias se
reúnen de esta forma?
- Noooo.... Demasiado.... bonito... creo que voy a vomitar... - gimió
una voz a sus espaldas, que al girarse todos vieron que provenía de
Xellos, quien no pudiendo soportar semejante escena, se había caído
del plano astral donde estaba refugiado y había reaparecido en la
taberna encogido y con la cara totalmente azul -.
Tras unos minutos de derramar lágrimas por un tubo, padre e hija se miraron a los ojos con ternura.
- Has crecido mucho, Amelia. - comentó emocionado - Estás hecha toda
una mujer...
- ¡Gracias, papi! - agradeció ella con una sonrisa de oreja a oreja -.
- Por cierto, este chico.... - comentó el príncipe, reparando
finalmente en Andracis, quien seguía cogido a su pierna y llorando a
lágrima viva (se ve que tiene percepción de efecto retardado, je, je)
-.
- Ah, es mi hijo, Andracis. - le presentó su madre - Ya sé que está
mal que yo lo diga pero... ¿verdad que es muy guapo?
- Mamáaaa.... - medio protestó Andracis, poniéndose ligeramente
colorado-.
- ¡Ya lo creo! - afirmó Phil dándole una palmada en la espalda que
casi tira al zagal al suelo - ¡Y también tiene aspecto de ser un gran
defensor de la justicia!
- ¡Eso siempre! - afirmó Andracis con orgullo, tras lo cual, los tres
miembros reales de Sailon se pusieron a reír con una risa tan
escandalosa y demencial, que provocó diversos efectos sobre los
espectadores: todos los clientes de la taberna sin excepción sudaron
la gota gorda, a Mina se le puso la cara azul y estuvo a punto de
caerse al tiempo que murmuraba "No puede ser...", Val puso aún más
cara de circunstancias, Índiga más cara de emocionada y Xellos se puso
más azul y murmuraba cosas incoherentes entre las que se atisbaba a
oír algo así como: "Sobredosis... de sentimiento... justiciero...
aaaaargh..." -.
- Por cierto ¿y el padre? - preguntó Phil al cabo de un rato -.
- Aquí. - dijo Zelgadis adelantándose y quitándose el embozo y la
capucha, ignorando los comentarios referentes a su aspecto que
empezaban a aflorar entre el público presente -.
- Hum.... así que fuiste tú, Señor Zelgadis.... - murmuró el príncipe
mirando a la quimera con ojos serios -.
- Sí. - afirmó éste sosteniendo la mirada a su interlocutor -.
Durante unos minutos se hizo un silencio absoluto en la taberna. Los clientes, deseosos de conocer el desenlace de aquello, se reclinaron sobre sus asientos y agudizaron el oído y la mirada. La tensión ambiental podría cortarse con un cuchillo.
- ¡PUES ESTUPENDO! - exclamó Phil con su gran vozarrón, dándole tal
palmada en la espalda que, no se sabe si por la fuerza del golpe o
porque le pilló desprevenido, el pobre Zel fue a dar con todos los
morros en el parqué de la taberna - ¡Me alegro que fueses tú y no un
mequetrefe cualquiera! Aunque..... - le dijo en tono de advertencia -
no creas que por eso te voy a perdonar que te llevases a mi hija...
- ¡Papá! - protestó Amelia -.
- ¡ERA BROMA! - volvió a exclamar el príncipe, dándole una nueva
palmada a Zel (quien empezaba a duras penas a levantarse) y mandándolo
de vuelta a hacer una visita al Sr. parqué - ¡Yo no soy rencoroso, lo
pasado, pasado está! ¡¡¡WUAAAJAJAJAJAJAJAJAAAAA!!!
La pobre quimera estaba tan apaleada que ya no pudo volver a levantarse y simplemente sudó de vergüenza. Así que Mina aprovechó aquel momento para presentarse formalmente.
- Em.... Un gusto conocerle, alteza...
- Tranquila, no hacen falta tantas formalidades. - le dijo el príncipe
Philionel sonriendo de oreja a oreja y tendiéndole una mano - ¡A mí
puedes llamarme simplemente "Phil"!
- Aaaaah... je, je, pues gracias... - dijo la hechicera estrechándole
la mano al tiempo que pensaba: 'Menos mal, nunca me habría
acostumbrado a llamarle "príncipe".' - Yo soy - añadió poniendo su
pose de chulería - la todopoderosa y fantástica hechicera Mina
Gabriev, hija de... - de pronto se vio interrumpida por un carraspeo a
sus espaldas - Oh, es verdad... Éstos son mis compañeros: Valteria -
dijo señalando al dragón antiguo, quien hizo un leve gesto de saludo -
e Índiga. - la dragoncita al ser nombrada puso una de sus mejores
sonrisas y se inclinó respetuosamente. Finalmente la hechicera añadió,
señalando a Xellos: - y éste de aquí es....
- ¡Espera! Yo te conozco de algo... - recordó Phil acercándose a
Xellos para inspeccionarle mejor - ¡Pues claro! - cayó en la cuenta -
Tú eres ese muchacho que me salvó, en aquella ocasión en que Kanzell y
Mazenda tomaron el reino***....
- ¡Vaya, veo que tenéis buena memoria, príncipe Philionel! - dijo
Xellos - En efecto, yo soy Xellos, el sacerdote misterioso.
- ¡Gusto en volverte a ver muchacho! - le saludó Phil, estrechándole
efusivamente la mano - ¡Bueno, Amelia - dijo cambiando de tema - me
alegro de que por fin hayas decidido visitar a tu viejo padre!
Ante aquel comentario, todos se miraron los unos a los otros con algo de culpabilidad y guardaron silencio, detalle que no pasó desapercibido para el alegre príncipe de Sailon.
- ¿Mm? ¿Qué ocurre, a qué vienen esas caras? - interrogó -.
- Em... Papá... - empezó Amelia - en realidad venimos por otro motivo,
más allá de la simple visita.
- Es sobre Sailon... - intervino a su vez Zelgadis -.
- ¿¿Sailon?? - el interés de Philionel se disparó - ¿Habéis estado
allí? ¿Cómo está la ciudad? ¿Qué noticias tenéis?
- Sí, estuvimos allí, pero... Señor Phil - dijo Val señalando a
Crystal, Yumei y Selena - Traemos malas noticias que usted debe
escuchar de boca de estas tres señoritas....
* * *
- ¡¿QUÉ MI CIUDAD A SIDO CONQUISTADA POR LOS DEMONIOS?! ¡¿DE SHERRA
GARRUSHERRA?! ¡¡¿¿QUÉ HA INSTALADO ALLÍ A SUS TROPAS??!! ¡¡¡ESTO ES
ALGO INADMISIBLE!!! - exclamó Phil aporreando furioso la mesa-.
- Papá, cálmate, por favor.... - intentó apaciguarlo su hija -.
- ¡¡¡NO PUEDO ESTAR TRANQUILO SABIENDO QUE LAS FUERZAS DEL MAL SE HAN
APODERADO DE LA CAPITAL DE LA MAGIA BLANCA, SAILON, MI QUERIDA
CIUDAD!!! ¡¡¡¡¡NO PIENSO PERDONAR A ESA SHERRAAAA!!!!!
Y al gritar esto último, golpeó la mesa con tanta fuerza que la partió en dos, ante las atónitas y asustadas miradas de Mina y sus camaradas. El único que parecía mantener la compostura era Zelgadis, que sorbía despacio de su taza de café, que había conseguido salvar segundos antes de que la mesa recibiera el "golpe justiciero" de Phil.
- Bien, ya sabes cuál es la situación. - habló la quimera - ¿Qué
piensas hacer ahora, Philionel?
- Soy un pacifista por naturaleza.... - empezó Phil con el puño
tembloroso frente a sí - ....pero mi corazón justiciero no puede
tolerar una acción semejante.... ¡Y por encima de todo, yo defiendo la
justicia! ¡Está decidido!- añadió levantándose - ¡Voy a ir a liberar
Sailon!
- ¿¿¿¿¿QUÉEEEEE????? - exclamaron todos con cara de alucine -.
- ¡Lo que habéis oído! - repitió el príncipe - ¡Pienso ir hasta Sailon
y liberarla de las garras de esa Sherra! ¡¡Y haré que pruebe el puño
de la justicia!! - al decir esto incrustó su puño cerrado en la pared
abriendo un gran boquete en la misma -.
- ¡Pero eso es una locura, Phil! - dijo Mina - ¡Para empezar no podéis
ir solo, es peligroso! ¡Y en segundo lugar, Sherra tiene cientos de
demonios en sus filas! ¡Necesitaríais a un ejército muy numeroso para
contrarrestarles!
- ¿Un ejército, eh? - dijo Phil con mirada y sonrisa picaronas en el
rostro - ¡Bien, muchachos, mostraos!
De inmediato, muchos de los clientes del bar, que hasta entonces habían permanecido en silencio, se levantaron descubriendo sus rostros, bajándose las capuchas y apartándose las capas para mostrar diversos uniformes y armaduras cuyo denominador común era que todos llevaban el símbolo de Sailon. Dichas personas se congregaron en tropel alrededor de la mesa donde estaban Phil y los demás, sorprendiendo no sólo a Mina, sino también al tabernero, quién jamás pensó que pudiera haber tantos seguidores de Phil en su taberna.
- ¿¿Eeeeeh?? ¡¡Ay, madre, que estamos rodeados!! - chilló Mina mirando
a su alrededor con ojos de sapo - ¡¿quién es toda esta gente?!
- Son mi guardia personal. - aclaró el príncipe Phil con orgullo -
Miembros de la Caballería Real y de la Casta Sacerdotal de Sailon que
al igual que yo consiguieron escapar del asedio de Sailon hace 15
años.... Pero no te dejes engañar por tus ojos, Mina. - añadió -
Aunque aquí no haya más de 50 hombres... - uno de sus sacerdotes se le
acercó y susurró algo así como: "52, Su Alteza..." - ¡Eso, 52
personas! Pero en realidad suman un total de 123 efectivos, repartidos
por toda la plaza mayor. Sí, lo sé, un tanto exagerado, ya le dije al
emperador de Elmekia que me bastaba yo solo, pero él insistió en que
yo debía estar siempre protegido.... ¡Bueno! - concluyó mirando a la
hechicera con una sonrisa - ¿Qué, te parece un buen comienzo?
- Ejem... Aún así - dijo Mina recuperándose del shock anterior - no
creo que sea suficiente. Habría que conseguir un ejército mayor,
para....
- ¡Tienes razón, Mina! - le interrumpió el príncipe con su gran
vozarrón - ¡Con la emoción había olvidado lo más obvio, que estamos en
desventaja numérica! ¡Tenemos que hacer una llamada a las armas,
reclutar a hechiceros y guerreros mercenarios que estén dispuestos a
unirse a nuestra cruzada justiciera! Y llamaré a mi ejército.... -
Phil se puso a meditar por unos instantes hasta que exclamó: - ¡¡El
Ejército de Liberación de Sailon!! - y mientras todos se caían para
atrás ante la evidente falta de imaginación del príncipe, éste
preguntó a un hombre bajito, con gafas y medio calvo que se había
puesto a su lado: - ¿Lo tienes, escribano?
- ¡Por supuesto, su Alteza! - afirmó el escribano levantando
ligeramente la vista del pergamino en el que escribía -.
- ¡Yo te ayudaré, Papá! - exclamó Amelia enseguida -.
- Amelia....
- ¡Venga, Zel, anímate, será como en los viejos tiempos, tú y yo
luchando codo con codo por la justicia! - le animó su mujer -.
- Bof.... Está bien, supongo que también tendré que unirme, aunque sea
sólo para asegurarme que no te pase nada.... - accedió finalmente la
quimera -.
- ¡Yo también quiero ayudar, abuelo! - se ofreció Andracis a
continuación -.
- En fin, también yo me uniré. - dijo Valteria - Porque supongo que tu
también te apuntarás ¿no? - añadió mirando de soslayo y con una media
sonrisa a su hermana -.
- ¡Pues claro! - exclamó ella -.
- ¡Nosotras también vendremos con usted, señorita Índiga! - añadieron
las tres doncellas dragón -.
- ¡No esperaba menos de vosotros, muchachos! - les agradeció Phil - ¿Y
tú, Mina, qué dices?
- Bueno, yo también me uniría a vosotros, pero... - vaciló la
hechicera frotándose los hombros con algo de tristeza en el rostro -.
Andracis supo enseguida lo que le pasaba.
- Esto... Abuelo - dijo pasando una mano por los hombros de Mina y
acercándola a sí para reconfortarla - Mina combate muy bien con la
espada, pero.... desgraciadamente durante un enfrentamiento, su espada
y su armadura fueron destruidas. ¿No podrías hacer que le dieran una
espada y que le hicieran una armadura nueva?
- ¡Si eso es lo único que hace falta para que se una, está hecho! -
accedió el príncipe - ¡Haré que mis mejores herreros te fabriquen una
como más te guste!
- ¡Ah! ¡Muchísimas gracias, Phil! - dijo Mina contenta, dirigiendo a
continuación una mirada de agradecimiento a Andracis, quien en
respuesta le guiñó el ojo sonriendo -.
- Hum.... Pero hay otro problema.... - meditó Phil captando de nuevo
la atención de todos - Necesitaremos a un general que dirija el
ejército, porque todos los míos murieron defendiendo Sailon en el
asedio... Yo lo haría, pero prefiero estar con mis hombres, en primera
línea de combate.... - gotazas de sudor por parte del personal -.
- No te preocupes, abuelo, porque conozco al candidato perfecto.... -
dijo Andracis -.
- ¿Ah sí? ¿Y quién es?
- Lo tienes delante. - añadió el chaval depositando su mano sobre el
hombro del aludido - ¡Xellos, tú serás nuestro general!
El demonio escupió violentamente el té que se estaba tomando en ese instante y casi se cae de la silla, mientras todos los demás le miraban con los ojos abiertos inconmensurablemente, especialmente el príncipe Philionel.
- ¿Pero no era un sacerdote? - preguntó éste confundido -.
- Es un poco largo de explicar, Papá.... - trató de disimular Amelia
muy diplomáticamente -.
- Él es el General y Sumo Sacerdote de Zellas Mettalium. - soltó
Zelgadis sorbiendo su café de nuevo y demostrando una vez más que su
sutileza era poca o más bien nula, para horror de su mujer -.
- ¡ZELLAS METTALIUM! - exclamó Phil indignado - ¡¡PERO ENTONCES ES UN
DEMONIO!!
- Bueno, lo era. - aclaró la quimera - Ahora parece que se ha puesto
de nuestra parte....
- ¡Ah, entonces es que se ha rehabilitado! - se tranquilizó Phil y
añadió dándole al demonio una de sus famosas palmadas en la espalda -
¡Bien hecho, muchacho! ¡Nunca es tarde para que uno se arrepienta de
sus pecados! ¡WUAAAJAJAJAJAJAJAJAAAAA!
Debido a la palmada de Philionel, el pobre demonio había acabado hecho trizas en el suelo y trató de incorporase de nuevo apoyándose en la mesa y en su báculo.
- Oye, joven Greywords, aunque ahora esté de vuestro lado.... - dijo
el magullado demonio recuperando la compostura - ¿Qué te hace pensar
que vaya a aceptar tu propuesta?
- Xellos.... - le dijo Andracis solemnemente poniendo ambas manos
sobre los hombros del demonio - Tú eres el único de nosotros que tiene
la experiencia suficiente en esta materia y conoces al dedillo la
estrategia de Sherra.... Sólo tú nos puedes ayudar. Confiamos en ti.
- Yo no. - murmuró Zelgadis tajante, pero sus palabras acabaron en
oídos sordos -.
- ¿Qué dices, Xellos? ¿Aceptas?
Durante unos minutos, Xellos permaneció quieto, meditando profundamente su decisión, con los ojos ocultos tras su espeso flequillo. Finalmente levantó el rostro sonriente y exclamó:
- Está bien. ¡Supongo que será divertido!
- Bueno, sólo hace falta saber si las tropas están de acuerdo.... -
dijo Phil mirando a sus hombres -.
- Hum... Aunque no nos gusta tener que ponernos a las órdenes de un
demonio.... - murmuró el Sumo Sacerdote de Sailon -.
- .... si su alteza está conforme, nosotros también. - concluyó uno de
los caballeros, desenvainando a continuación su espada y alzándola por
encima de su cabeza - ¡Por Sailon!
- ¡POR SAILON! - resonó por toda la taberna, al tiempo que los
miembros de la Caballería real allí presentes imitaban a su compañero
-.
- ¡Muy bien! - rió Phil con orgullo - ¡Pongámonos a trabajar,
entonces! ¡Escribano! - le llamó - Apunta esto que voy a dictar...
Ejem, ejem: "Se convoca a todos los valientes mercenarios de la
región...."
Y mientras el príncipe Philionel daba rienda suelta a su lengua, al tiempo que el escribano lo apuntaba todo meticulosamente en el pergamino, todos los presentes en la taberna, sacerdotes, caballeros, clientes habituales, tabernero, camareras, Mina y compañía inclusive, escuchaban al orador soltar su parrafada, por primera vez interesados y atentos, bebiendo cada palabra que salía por boca de tan ilustre personaje.
* * *
Unos días más tarde....
Una fuerte tormenta caía sobre la ciudad de Zefilia. La tabernera de la Taberna de los 4 Reyes-dragón, Luna Invers, no daba abasto: aquella noche todos los viajeros de la región habían decidido refugiarse de la tormenta en su establecimiento y entre que tenía que cocinar para ellos, servirles las bebidas y fregar el suelo empapado, la buena mujer se había pasado las últimas horas yendo de un lado para otro.
Luna se desplomó en una silla suspirando pesadamente. Ahora que la mayoría de clientes centraban su atención en una reñida partida de póker que se desarrollaba unas mesas más allá, por fin tenía un momento para descansar. y pensar. Estaba preocupada por su sobrina; no había vuelto a saber de ella desde el día en que conoció a aquel joven en la taberna. Todo lo que sabía era que, según su hermana Reena, al día siguiente se había marchado con él de viaje, a ver mundo como lo había hecho ella en su juventud. Y desde entonces, no había recibido noticias de la chica... Era muy extraño....
La puerta de la taberna se abrió súbitamente, al tiempo que un rayo cruzaba amenazador el cielo, iluminando una figura gigantesca envuelta en una larga capa raída que chorreaba litros de agua, inundando el piso.
- ¡Gaudy! - exclamó Luna al reconocer a su cuñado en el recién llegado
- ¡Madre mía, como vienes! ¡Estás empapado!
- Ya, lo sé. - dijo por toda respuesta el espadachín, al tiempo que se
llevaba una mano a la nuca sonriendo - Me pilló la tormenta mientras
volvía....
- Bueno, pues no te quedes ahí. ¡Pasa! - le invitó ella conduciéndolo
a una mesa cerca de la barra - Enseguida te preparo algo, supongo que
estarás hambriento....
- Sí, muchas gracias, Luna. - agradeció el espadachín quitándose la
raída capa que le cubría las hombreras y sentándose -.
Unos minutos después, la tabernera regresó portando varias bandejas con sus mejores especialidades culinarias. Durante ese tiempo, la partida de póker había llegado a su punto más álgido: alguien había sacado un as de corazones de más y los jugadores habían empezado a acusarse los unos a los otros y a tacharse de tramposos.
Luna se sentó en la mesa que ocupaba su cuñado y estuvo durante un rato mirando como éste comía lo que había cocinado para él, mientras ella degustaba una buena copa de vino de la región en silencio. Finalmente, cuando Gaudy ya iba por el cuarto plato, decidió romper el hielo:
- ¿Sabes ya algo de la niña? - preguntó -.
Fue mencionar a Mina y Gaudy dejó de comer en el acto. Dejó sobre la mesa los cubiertos y negó con la cabeza. Su semblante se había vuelto melancólico y triste.
- Todavía no. - dijo el espadachín - Y hace un mes que se fue.... A
estas alturas ya debería haber enviado una carta o algo....
- Tranquilo, cuñado. - le animó ella con aparente serenidad - Ella es
fuerte, sabrá cuidarse sola. Además, estoy convencida que si no os ha
escrito es por razones de fuerza mayor....
- Pero esta incertidumbre de no saber qué ha sido de ella.... - dijo
Gaudy apesadumbrado. Miró un momento hacia la mesa de los jugadores de
póker, que después de la discusión habían llegado a las manos. Todo
cuanto podía oírse en la taberna era el griterío enferbecido de los
espectadores que animaban a uno u otro de los jugadores, mientras
estos se batían a puñetazos. - Es desesperante... - concluyó
finalmente dirigiéndose a su cuñada mientras le daba un trago a su
jarra de cerveza -.
- Te comprendo.... - se solidarizó ella - En el fondo también me
preocupa... Y por cierto, - añadió - ¿Qué opina mi hermana?
- Ella es la que lo lleva peor. - suspiró Gaudy - Hace ver como que no
le importa, pero luego se pasa las horas muertas frente a la
ventana.... Y por las noches se pone a llorar en silencio.... Trato de
consolarla, pero siempre me responde igual: "Estoy, bien, no me pasa
nada, en serio...." Pero en el fondo está angustiada, lo sé....
La conversación fue interrumpida por un grupo de viajeros, borrachos como cubas, que se reían estridentemente haciendo que tanto la dueña de la taberna, como los clientes ahí presentes les miraran con una mezcla de extrañeza y curiosidad (incluso los jugadores de póker había dejado de darse tortas)
- ¡Tabernera! - llamó uno de los recién llegados, que parecía el líder
del grupito - ¡Traiga la mejor botella de whisky que tenga en reserva!
Aunque un tanto reticente, Luna no tuvo más remedio que dejar a Gaudy para atender a sus quehaceres. El rubio espadachín no dijo nada y se limitó a seguir comiendo lo que le había preparado su cuñada de cena, eso sí, sin perder de vista al grupo de borrachines, a los que miraba de reojo de tanto en cuanto.
Al irlos inspeccionando uno por uno, Gaudy se percató de que eran soldados, por las ropas de la guardia oficial zefiliense, que aunque en penoso estado, lucían con orgullo, al igual que sus espadas, bien guardadas en sus vainas. La mayoría rondaba los cuarenta y algo y el más mayor, el líder de la extraña comitiva, debía andar por los cincuenta. Sin duda estaría celebrando su jubilación junto a sus amiguetes, que si bien no se habían retirado aún, poco les debía faltar. A sabiendas de que a menudo esa clase de grupos venían a las tabernas para aprovecharse de los dueños y armar camorra entre trago y trago, decidió agudizar el oído para que, si se diera el caso, acudiera en ayuda de su cuñada Luna.
E hizo muy bien.
- ¡Caballeros! - llamó la atención el líder, haciendo callar a los
demás clientes de la taberna - ¡Escuchen un momento, por favor...! -
cuando ya todos esperaban ansiosos a que hablara y después de beberse
un lingotazo de whisky y subirse tambaleante sobre una de las mesas,
dijo: - ¡Quiero hacerles partícipes de cierto...*hips*... anuncio que
mis camaradas y yo...*hips*... encontramos esta tarde pegado a la
pared de la prefectura...! - dicho esto, desenrolló un extenso
pergamino y se aclaró la garganta - Se trata de una llamada a las
armas, escuchen: "SE CONVOCA A TODOS LOS VALIENTES MERCENARIOS DE LA
REGÍON...*hips* ji, ji, ji... Por la presente, yo, el Príncipe
Philionel El Di Sailon.... - llegados este punto Gaudy agudizó aún más
el oído, mientras unas risas contenidas empezaban a aflorar entre el
público presente - ....convoco a todo valiente guerrero o
hechicero....*hips*... a que se una a nuestra armada justiciera... -
las risas se volvieron más audibles y abundantes a medida que la
lectura del texto avanzaba - ... para liberar nuestra querida ciudad
de Sailon de la extensa mano del mal....*hips*... cuyas zarpas son
comandadas por la general del infame Dynast Garrusherra....*hips*...
toda ayuda es necesaria para que nuestra facción venza y se haga al
fin justicia... *hips* ju, ju, ju.... de modo que ruego
encarecidamente que los que puedan, presten sus habilidades... *hips*
je, je, je... al servicio del bien. ¡Para que nuestro Ejército de
Liberación...*hips*.... pueda triunfar sobre los ejércitos demoniacos
que amenazan a nuestro amado reino!"...*hips* je, je, je, jeeee... y
termina: "POR EL BIEN Y LA JUSTICIA, UNÍOS AL EJÉRCITO DE
LIBERACIÓN.... ¡Firmado: Su alteza real el Príncipe Philionel de
Sailon!"
Terminada toda aquella parafernalia, la taberna estalló en risas, no sólo del soldado jubilado y sus compañeros de borrachera, sino también de la mayoría de clientes que habían escuchado todo desde el principio. Uno de los pocos que no se reía era Gaudy, quien tras oír todo aquello se levantó y le arrancó al soldado borrachín el cartel de las manos, leyéndolo atentamente para asegurarse que todo lo que había oído no era una invención de la mente embebida (en whisky, claro está) del improvisado orador. Y comprobó que, en efecto, todo cuanto éste había dicho estaba escrito palabra por palabra sobre el anuncio...
... Aunque con un pequeño detalle añadido: justo debajo del mensaje publicitario, había un párrafo de no más de tres o cuatro líneas, escrito con una letra diferente a la del resto del cartel que decía: "Se dará recompensa sustanciosa a los mercenarios. Interesados presentarse en la Taberna "El borrachín feliz" (plaza mayor de Elmekia City, sn.) entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde. Imprescindible indicar referencias. Menores de edad y delincuentes fugados, abstenerse."
El mensaje escrito era lo de menos. Lo que a Gaudy le llamó poderosamente la atención fue la letra, una letra que había visto cientos de veces.
Era la letra de su hija.
De Mina.
- ¡Ey, mirad a este tipo! *hips* - le señaló el soldado retirado,
volviendo a captar la atención del personal - Tal parece que está muy
interesado en el tema... ¡Igual se alista y todo!
Nuevas risas afloraron por toda la taberna.
- ¿Y si realmente se tratara de una llamada a las armas? - le rebatió
Gaudy- ¿Y si realmente la general de Garrusherra estuviera en Sailon?
- ¡Por favor, Sailon ya ni siquiera existe! - se mofó el soldado -
¡Seguro que no es más que un loco, que quiere llamar la atención de
alguna forma! *hips*
Pronto el soldado se arrepintió de sus palabras, pues nada más decir esa frase Gaudy, furioso, lo cogió del cuello de la camisa y lo arrinconó contra la pared al tiempo que depositaba la punta de su espada sobre su garganta. Los clientes de la taberna enmudecieron sus risas en el acto.
- ¿Estás diciendo que Philionel de Sailon es un loco? - le preguntó el
espadachín con tono peligroso -.
- Bu-Bueno, yo...
- Philionel es el padre de una de mis mejores amigas. - le advirtió de
nuevo el rubio, clavando su mirada de ojos azules en él - Quienquiera
que se meta con él, se las verá conmigo. Y esto - añadió dirigiendo la
mirada hacia los compañeros de borrachera del exsoldado - también va
por vosotros...
Lo siguiente que hizo fue tirar al líder de la comitiva al suelo con desprecio.
- Desapareced de mi vista. - les ordenó a él y a su grupito, volviendo
a envainar la espada - Se acabó la fiesta.
Por la cuenta que les traía, el grupo de soldados borrachos decidió prudentemente obedecerle, no sin algún que otro gemido de protesta por parte de alguno de ellos. El resto de los clientes, todavía con el susto en el cuerpo por la escena que acababan de contemplar, volvieron a sus quehaceres intentando evitar cualquier contacto visual con Gaudy.
Y en ese momento, Luna, que lo había presenciado todo, corrió hacia él desde la barra.
- ¡Por amor de Ceipheid, Gaudy, contrólate, que me vas a espantar a
los clientes! - le riñó ella - ¡¿Se puede saber qué mosca te ha
picado?!
- Mira esto, Luna. - le dijo el espadachín desplegando ante ella el
cartel que aún tenía en sus manos - Fíjate en el último párrafo, el
que está al final, en pequeñito...
Luna miró el susodicho párrafo, lo leyó.... y asombrada, como si no acabase de creérselo, se lo releyó varias veces. Aunque no se veían por estar ocultos bajo su espeso flequillo, estaba claro que al caballero de Ceipheid se le habían quedado los ojos como platos.
- ¡Gaudy!... Santo cielo... - exclamó - ¿pero esta no es...? Es la
letra de la niña, ¿verdad?
- Sí, lo es. - confirmó Gaudy, agarrando a continuación su capa y
poniéndosela sobre los hombros mientras corría hacia la salida -
¡tengo que irme!
- Pero... ¿adónde? - le interrogó ella mientras veía cómo salía a la
calle. Al ver que no la hacía caso, intentó alcanzarle, pero cuando
salió afuera, donde seguía lloviendo a cántaros, vio que ya estaba muy
calle abajo - ¡¡Gaudy!! ¿Adónde vas, con la que está cayendo?
- ¡A casa! - le contestó Gaudy a lo lejos - ¡Tengo que enseñarle esto
a Reena!
Después de decir aquello, desapareció, corriendo calle abajo en mitad de la noche, bajo la amenazante tormenta, mientras Luna, agotada, se apoyaba sobre la pared y dirigía la mirada al cielo. Se apartó el flequillo mojado de agua de lluvia, mostrando unos cansados ojos rojo fuego.
- ¿En qué líos te has metido ahora, Mina?
Continuará.... en el Capítulo 9.
~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~? ~?~?~?~?~?~?~? Notas de la autora: XDDDDD ¡Mina y sus amigos embarcados en una cruzada justiciera! ¿Saldrán bien parados de ella? ¿Quiénes serán, a partir de ahora, sus nuevos compañeros de aventuras? ¡Todo eso y más en el siguiente capítulo!
Como siempre muchas gracias a mis reviewers por su constante apoyo: ZLaS MTALIUm (¡Pues ya ves! La llamada de la aventura es más fuerte que los lazos de sangre XDDDDD Además, que la cosa aún no se ha acabado, ni mucho menos ;P Ya lo verás en el siguiente capi...) Y Maryhttha (¡Ya ves! Mi Mina/Val suporter nº 1 XDDDD Aunque... La cosa no se decidirá hasta la siguiente parte de la saga.. a ver si me decido a hacerla ^^U)
Y por si tenéis dudas, ya sabéis, e-mail a esta dire: almudenmumu@yahoo.es
* ¡¡Ja, ja, ja, ja!! ¡Sí, es verdad, lo siento, no pude evitarlo! Ésta es la frase famosa (y la expresión que pone cuando la dice) de Yoh Asakura, protagonista de Shaman King. Para aquellos que no conozcan el anime, les recomiendo que se bajen un par de capítulos de internet, les gustará. ^_^
** El plato que preparó Xellos en el capítulo 15 de NEXT.
*** Para más información al respecto, ver capítulos del 8 al 13 de NEXT.
El cielo azul. Tan apacible, tan hermoso, tan tranquilo... Un cielo que cubría como un manto protector una tierra donde criaturas tan extrañas como maravillosas crecían y se reproducían. Los dragones se destacaban entre las criaturas más majestuosas... dragones como la que en ese momento surcaba aquel cielo azul.
Índiga sobrevolaba lo que, según el mapa, debía ser la frontera entre el sur de Zefilia y el norte del Reino de Elmekia. Erimor ya no quedaba muy lejos, a duras penas a unas horas de viaje, y a lomos de Índiga, aquello no les llevaría más de unos minutos. Sin embargo había quien no podía esperar...
- ¿Porqué gruñes, Índiga, te pasa algo? - preguntó Andracis.
- ¿A mí? Si yo no he dicho nada... - respondió Índiga volviendo su
cabeza hacia su interlocutor ligeramente -.
- He sido yo... - admitió Mina y como para demostrarlo, su estómago
volvió a rugir - Estoy muerta de hambre... ¿No podríamos pararnos en
una posada o algo así?
- No sería muy prudente, Mina. - intervino Valteria -.
- Cierto. - corroboró Andracis - Además, ya no falta para llegar a
Erimor, así que aguántate y deja de quejarte...
- ¡Aaaaaargh! ¡No quiero esperar! - protestó Mina, pataleando como una
chiquilla rabiosa - ¡Llevo dos días sin comer y casi sin dormir! ¡Y si
no hago pronto una de las dos cosas, voy a cometer una
locuraaaaaaaaaaaaaahhh!
Sin previo aviso, Índiga hizo una maniobra forzada, volando en picado lateral hacia la izquierda, que por poco no hace que la hechicera saliera despedida.
- ¡Eh! ¡¿Porqué lo has hecho?! - preguntó Mina indignada -.
- ¡Por eso! - señaló Xellos a un punto en la lejanía, justo detrás de
ellos -.
Cuando Mina se giró, contempló sorprendida cómo tres dragones dorados les perseguían amenazadores. Uno de ellos, el del centro, lanzó su aliento de fuego contra Índiga, quien esquivó nuevamente el ataque, aunque esta vez Mina había tenido tiempo de agarrarse fuertemente a los cabellos de la dragona.
No por ello sin embargo los dragones dejaron de atacarles; los otros dos lanzaron a continuación y de forma simultánea sus alientos de fuego, que Índiga evitó haciendo un looping en el aire. Esta vez fue Xellos el que casi sale despedido, aunque afortunadamente fue lo bastante rápido como para teletransportarse y luego reaparecer levitando al lado de su hija.
- ¡Tengo una idea! - exclamó de pronto Valteria poniéndose en pie y
encarándose a los tres dragones perseguidores con la determinación
pintada en el rostro - ¡VAN RHEIL!
Nada más decir aquello, un haz de placas de hielo surgió de sus manos en dirección a sus atacantes. Al acercarse a sus víctimas, las placas se desplegaron mostrando una red de hielo en la que los dragones quedaron atrapados.
- Eso los retendrá un tiempo. - dijo Valteria con satisfacción, pero
de pronto ocurrió algo inesperado - ¿QUÉ?
Sin saber cómo, los tres dragones lograron liberarse de inmediato de sus ataduras y continuaron con la persecución y los ataques sin inmutarse lo más mínimo.
- Son mucho más fuertes de lo que creía... - comentó Val contrariado
-.
- ¡No queda más que una solución! - dijo Mina con decisión y tras
ponerse en pie empezó a conjurar: - "Más negro que la oscuridad, más
rojo que la sangre que fluye, enterrado en las corrientes del
tiempo..."
Mientras el hechizo empezaba a tomar forma en las manos de la joven hechicera, Índiga dirigió la mirada hacia atrás, hacia los tres dragones que les atacaban. Por alguna razón extraña se le hacían tremendamente familiares.. claro que era fácil que se sintiera de algún modo identificada con alguno de sus congéneres, pero tenía la impresión de que a esos tres en particular los conocía de algo...
Finalmente cayó en la cuenta.
- "...En vuestro sagrado nombre ahora juro a la oscuridad. ¡Por el
poder que vos y yo poseemos, que los estúpidos que se interpongan en
nuestro camino...!" - Mina ya casi había acabado el conjuro, cuando
fue interrumpida por Índiga:
- ¡Espera, Mina! ¡No lo hagas! - le rogó la semi-dragona -.
- ¿Eh? - preguntó Mina perdiendo la concentración - ¿Qué...?
¡¡Uaaaaaaaah!!
No tuvo tiempo de pedir explicaciones, porque en ese momento la dragona descendió en picado, llevándose algunos árboles del bosque por delante. Cuando se hubo detenido, les indicó a los demás que se bajaran. Ellos obedecieron, aunque no entendían muy bien aquel cambio de actitud.
- ¡Creo que ya sé quienes son! - explicó Índiga mientras remontaba el
vuelo- ¡Vosotros esperadme aquí, intentaré hablarles!
Mina hizo ademán de intentar detenerla, pero Xellos la detuvo interponiendo su báculo entre las dos amigas.
- Recuerda que lleva sangre de dragón dorado en las venas, Mina. -
dijo el demonio mirando como su hija se alejaba - Confiemos en ella.
Tengo la impresión de que sabrá manejar correctamente la situación...
La hechicera asintió y se limitó a observar cómo su amiga volaba hasta encararse con los tres atacantes, que se detuvieron en el acto y permanecieron aleteando suspendidos en el aire mientras Índiga les hablaba en una lengua desconocida para sus oídos humanos, un lenguaje compuesto a base de pequeños rugidos y gorjeos. Cuando acabó, los tres dragones se miraron entre sí confundidos y seguidamente descendieron junto con Índiga, quien volvió a su forma humana en cuanto tocó tierra.
- No hay peligro. - dijo dirigiéndose al grupo - Son unas viejas
conocidas, ahora os las presentaré....
Fue decir aquello y tres resplandores dorados aparecieron cerca. Cuando se disiparon, pudieron contemplar a tres muchachas con atuendos de sacerdotisa similares al que llevaba Índiga. La primera, la que estaba situada a la izquierda, tenía el pelo azul marino, parte del cual estaba recogido en una coletilla mientras que otros dos mechones caían sobre sus hombros. Sus facciones eran suaves y agradables, acentuándose esta belleza con unos ojos del color del lapislázuli y unos pequeños pendientes hechos con perlas colgaban de sus orejas puntiagudas, una característica típica de los dragones que, al contrario que sus otras dos compañeras, no se molestaba en ocultar. La segunda, la del centro, era además la que aparentaba menor edad, ya que aunque tenía cuerpo de mujer, sus facciones eran más aniñadas, incluso sus ojos, de color rosa fucsia muy fuerte, tenían un brillo especial que delataban su inocencia. Su pelo, de un color similar al de Mina, estaba recogido en un intrincado peinado adornado con dos pares de esferas rojizas, que en conjunto ocultaban sus orejas. La tercera, situada a la derecha, era la más mayor de las tres, al menos en apariencia; no sólo su cara era más afilada y adulta, sino que sus ojos, de color miel, desprendían más madurez. Su pelo rizado de un tono rubio anaranjado estaba cortado un poco por encima de la barbilla y su frente estaba adornada por una tiara con perlas en el centro.
- ¡Señorita Índigaaaaa! - dijeron las tres dragonas a coro al tiempo
que corrían a abrazarse llorosas a la aludida, quien casi se asfixia
por el triple abrazo -.
- ¡La hemos buscado por todas partes, señorita Índiga! - dijo la
dragona de cabello azul -.
- ¡Sí, nos teníais muy preocupadas, señorita Índiga! - corroboró la
dragona de pelo rosa -.
- ¡Empezábamos a temernos lo peor, señorita Índiga! - añadió la
dragona rubia -.
- ¡Chicas, chicas, ya vale, por favor, dejadme respirar! - protestó la
semi-dragona luchando por librarse de la presión a la que estaba
siendo sometida. Cuando por fin logró que la soltasen, suspiró y
empezó con las presentaciones: - Éstas son tres de las damas de honor
de Gabriele: Crystal, Yumei y Selena. Chicas, éstos son mis compañeros
de viaje: Mina, Valteria y Andracis.
- Lamentamos mucho lo ocurrido. - se disculparon las tres dragonas
ante los aventureros -.
- Bueno, no tiene importancia... - dijo Mina -.
- ¡Pero es que nosotros detectamos una presencia maligna, señorita
Índiga, por eso atacamos! - añadió Yumei -.
- ¿Una presencia maligna? - preguntó Val - ¿A qué os referís?
- ¡A un demonio, naturalmente! - le espetó Crystal como si aquello
fuera evidente -.
- ¡Sí, un demonio cruel, feo y asqueroso! - corroboró Selena -.
- Conque cruel, feo y asqueroso... Hum... ¿No se referirán a mí,
señoritas? - preguntó Xellos apareciendo repentinamente detrás de
ellas -.
- ¡¡¡AAAAAAAAAAHHH!!! - exclamaron las tres al unísono, abrazándose
las a unas a las otras y a continuación, señalándole acusatoriamente,
dijeron al tiempo: - ¡¡ES ÉL!!
La siguiente reacción de las tres dragonas fue interponerse entre Índiga y Xellos. La mayor de las tres incluso llegó a sacar un arma de debajo de sus faldas, que al desplegarla por completo resultó ser una especie de maza de mango largo rematada con una cuchilla con la que amenazó al demonio.
- Ni un paso más. - dijo ésta tajantemente -.
- ¡Eso! - corroboró la dragona peliazul colocándose en posición - ¡O
probarás mis llaves de yudo!
- Sabemos quién eres. - añadió la más joven abrazando fuertemente a
Índiga hasta casi ahogarla - ¡Y no permitiremos que le toques ni un
pelo a nuestra señorita Índiga!
- Chicas, por favor esperad un momento... - interrumpió la semi-
dragona casi sin aliento - No es lo que os pensáis.... este demonio
es...
* * *
- ¡¡¡¿¿¿QUÉEEEEEE???!!! ¡¡¿¿QUÉ XELLOS METTALIUM ES VUESTRO
PADREEEE??!! - exclamaron Crystal, Yumei y Selena al tiempo.
Seguidamente las tres lanzaron simultáneamente miradas de sospecha a
Xellos, a quien un enorme gotón de sudor le empezaba a asomar por su
frente -.
- ¡Seguro que la abandonó! - sentenció Crystal -.
- ¡Era de esperar de un despreciable demonio como él! - añadió Selena
mirando al aludido con desprecio -.
- ¿No le da vergüenza, ser tan mal padre? - le espetó Yumei -.
- ¡Calma, chicas, calma! - les tranquilizó Índiga - No es cuestión
tampoco de que le acuséis de esa forma...
- Sentimos ser tan groseras señorita Índiga - se disculpó la más mayor
- pero es que ver a este... namagomi me da náuseas...
- ¿Porqué todas las dragonas tienden a calificarme con ese adjetivo? -
pensó Xellos en voz alta sudando aún más -.
- Además, sencillamente todavía no nos lo podemos creer, señorita
Índiga... - añadió Yumei, haciendo caso omiso del demonio -.
- Sí, con lo buena que es usted, señorita Índiga, es una desgracia que
tenga como padre a ese despreciable namagomi... - terminó Crystal a
punto de echarse a llorar -.
- ¡Y dale! - protestó Xellos de nuevo a punto de perder la paciencia
(ya le empezaba a dar un tic nervioso en la ceja de tanto oír
"namagomi" por aquí y por allá) -.
- ¿Y dónde está nuestra señora Gabriele, señorita Índiga? - preguntó
Selena, cambiando de tema -.
- Sí, dijo que iba a buscaros cuando se marchó del templo hace dos
días, pero no la vemos con vos... - señaló Crystal -.
La mirada de la pequeña dragona-demonia se nubló de tristeza.
- Es que... - empezó apretando los puños sobre su falda -.
- ¡Oh! ¿No me digáis que..? - dio un respingo Yumei, temiéndose lo
peor -.
- ¡Seguro que él la mató! - exclamó Selena señalando con su arma a
Xellos- ¡Confiesa, maldito desgraciado!
- No, no fue Xellos. - les aclaró Val con voz queda - Fue Sherra.
Las tres dragonas dieron un respingo de sorpresa al tiempo y se miraron las unas a las otras con una mezcla de pena y miedo.
- Sherra... La terrible Sherra Garrusherra.. - murmuró Yumei -.
- Parece como si todas nuestras desgracias nos vinieran de ella... -
dijo Selena con pesar -.
- Sí, primero el templo y ahora... - corroboró Crystal -.
- ¡Un momento, un momento, chicas! - las interrumpió Índiga al oír
esto último - ¿Qué queréis decir con eso? ¿Qué ha pasado en el templo?
Las chicas tardaron un poco en responder. Finalmente la rubia suspiró.
- Íbamos a decírselo a nuestra señora Gabriele, pero supongo que ya no
vale la pena ocultarlo más - dijo Selena - ¿Verdad chicas?
Las otras dos asintieron.
- Sherra... ha descubierto el templo. - empezó Crystal - Lo ha
destruido por completo y se ha instalado en las ruinas de Sailon...
Todos los dragones se han visto obligados a huir...
- ¿Huir? ¿Qué clase de dragones sois vosotros? - exclamó Mina
indignada - ¿Porqué no les plantasteis cara?
- Lo hicimos. - respondió Yumei - Algunos de nuestros mejores
guerreros se enfrentaron a ella pero...
- ...fueron derrotados...¡Por culpa de esa maldita espada de Luz que
Sherra llevaba! - continuó Crystal llena de rabia y dolor - ¡No
tuvieron ni la más mínima oportunidad de defenderse mientras esa
demonia les partía en dos...!
- Los ancianos evacuaron el templo - añadió Selena - y condujeron a
todos los dragones rumbo a las montañas de Kaatar, como nos dijo
nuestra señora Gabriele que hiciéramos en caso de que ella no
volviera... En cambio a nosotras nos mandó buscarlas a ella y a vos,
señorita Índiga, para avisarles de lo que estaba pasando...
Todos estaban conmocionados por la noticia. Después de la muerte de su líder, aquel era el golpe más bajo que habían recibido los dragones del templo oculto de Ragardia. Mina sobretodo estaba preocupada por Índiga; sabía muy bien que ella era la que más sufría. Abrió la boca para hablar, pero la dragona se le adelantó.
- ¿Qué debo hacer?
La pregunta dejó sin palabras al resto del grupo.
- Tengo que socorrer a los míos, - aclaró Índiga - pero prometí
ayudaros a llegar a Erimor para llevarle la cura a la madre de
Andracis lo antes posible... No quiero faltar a mi promesa.... pero
tampoco quiero dejar de lado a los dragones del templo, justo cuando
más me necesitan.... ¿Qué se supone que debo hacer ahora....?
Mientras tras decir eso último unas lágrimas de impotencia empezaban a aflorar en sus ojos, un silencio se instauró entre los allí presentes. Un silencio que se rompió cuando Xellos dijo:
- No vayas a Sailon. Es una trampa.
- ¿Una trampa? - exclamó Mina girándose repentinamente hacia él, al
igual que los demás - ¿Qué estás diciendo?
- ¿Porqué Sherra se arriesgaría a echar a todo un clan de dragones de
su territorio, sólo para instalarse en Sailon? - dijo el demonio a
modo de pregunta retórica - Es un terreno sin nada de valor. Pero
Sherra no es tan estúpida como para conquistar algo que no le fuera de
utilidad... Además hay otra cosa en todo esto que no me cuadra: Se
supone que Sherra va detrás de Índiga ¿verdad? Entonces.... ¿porqué no
la hemos vuelto a ver después de su enfrentamiento con Gabriele? ¿Qué
necesidad había de enviar a los Soul Reapers para destruir a mi hija,
cuando podría perfectamente hacerlo ella misma?
- ¿Adónde quieres ir a parar? - esta vez fue Val el que le interrogó
-.
- ¿Es que no lo entendéis? Sherra ha decidido cambiar de estrategia. -
se explicó - Se ha dado cuenta que atacando a Índiga directamente no
conseguirá nada, porque nosotros estamos allí protegiéndola y que la
única manera de tenerla a su alcance es usando un cebo. En pocas
palabras: Sherra ha reconquistado Sailon y destruido el templo con el
único fin de atraerte. - concluyó señalando a su hija -.
Selena se levantó súbitamente, con los ojos llameantes de furia:
- ¿Estás sugiriendo que no haga nada; que se quede de brazos cruzados,
así, sin más?
- Sí. - afirmó el demonio - Es lo más prudente en este caso.
- ¡Dirás que es lo que más te conviene! - saltó Crystal - Después de
todo ¿quién nos dice que no estás intentando, en realidad, ayudar a
Sherra a que capture a la Señorita Índiga?
- ¡Tiene razón! - señaló Yumei - ¡Eres un demonio y los demonios
siempre maquináis juntos todas las malas acciones que cometéis!
- Eso es absurdo. - dijo Xellos sudando de vergüenza ajena - Para
empezar, Sherra y yo hemos sido rivales desde hace milenios. No
ganaría nada con ayudarla.... Y en segundo lugar, ahora soy un
proscrito entre los demonios, ya no tengo nada que ver con ellos....
- ¡Razón de más! - exclamó Selena señalándole de forma acusadora -
¡Seguro que serías capaz de traicionar a la señorita Índiga con tal de
recuperar tu posición entre los demonios!
- ¡Eso, eso, confiesa! - se unieron las otras dos -.
- ¡Aaaaaargh! ¡Basta ya, vosotras tres! - estalló Mina - ¡No se trata
de saber si Xellos es un traidor o no, se trata de decidir qué es lo
que debemos hacer respecto a Sherra!
- Índiga.... - intervino Val, posando una mano sobre el hombro de su
hermana - Sabemos que esto es muy importante para ti. Decidas lo que
decidas, te apoyaremos...
- Lo sé, pero.... - murmuró Índiga - Es que... sencillamente no sé qué
hacer.... Además ¿y si realmente fuera una trampa? ¡No quiero poneros
a todos en peligro por mi culpa! - concluyó con sus ojos inundándose
una vez más en lágrimas -.
Cuando ya nada parecía poder sacar a la dragona de su desconsuelo, ocurrió algo inesperado: Andracis, se puso frente a ella y cogió una de sus manos con las suyas propias, mirándola a los ojos con decisión. La dragona y todos los demás permanecieron mudos de asombro.
- Índiga - dijo - juro por mi honor y por la justicia que haré lo
imposible por ayudarte, pero necesito que tú también me ayudes a
llegar a Erimor. De momento haz caso a tu padre... después cuando
hayamos curado a mi madre buscaremos una solución....
- Pero.... - objetó ella -.
- No te preocupes. ¡Todo saldrá bien! - concluyó el joven hechicero
cerrando los ojos risueño y con una sonrisa * -.
Índiga ocultó su mirada detrás de su espeso flequillo por unos instantes que parecieron eternos. Finalmente, volvió a levantar la mirada, descubriendo unos ojos tan risueños como los de Andracis.
- De acuerdo. - accedió levantándose - ¡Iremos primero a Erimor y
luego pensaremos en cómo patearle el trasero a Sherra!
- ¡¡SÍIIIIIIIIIIIIIIIIII!! - exclamaron las otras tres dragonas
entusiasmadas, mientras el resto dudaba entre sumarse al entusiasmo
colectivo o sudar por el comentario tan radical de Índiga -.
Sin más tardar, Índiga volvió a tomar su forma de dragón y se agachó para permitir que Mina, Andracis y Val se subieran a sus espaldas.
- Vosotras tres podéis regresar con los demás. - les dijo la semi-
dragona a sus tres compañeras - Ya habéis cumplido vuestra misión, así
que no es necesario que nos sigáis....
- ¡Pero queremos hacerlo, señorita Índiga! - exclamó Crystal -.
- ¡Nos gustaría ayudarla en todo lo que podamos! - añadió Yumei -.
- ¡Os protegeremos de cualquier peligro, señorita Índiga! - terció
Selena -.
- Está bien, está bien.... - las interrumpió ella - Podéis venir, pero
será mejor que antes nos repartamos los pesos: yo y Andracis
encabezaremos la marcha, dos de vosotras podéis cargar con Mina y
Valteria....
- ¿Y yo? - preguntó Xellos con carita de inocente -.
- ¡¡¡TÚ TE VAS A PASEO, NAMAGOMI!!! - gritaron el trío de dragonas al
tiempo -.
Viendo que ninguna de ellas estaba dispuesta a cargar con él, y haciendo grandes esfuerzos por reprimir sus ganas de matarlas por llamarle namagomi, Xellos decidió trasladarse por el plano Astral.
- Ah, está bien. - dijo al tiempo que desaparecía - En ese caso me
adelantaré. ¡Nos veremos más tarde!
De ese modo, las cuatro dragonas remontaron el vuelo rumbo a Erimor, situadas de esta manera: Índiga al frente, junto con Andracis y el trío vigilando la retaguardia, Selena en el centro, flanqueada por Crystal cargando a Val a su derecha y por Yumei con Mina a la izquierda. Al principio todo marchaba bastante bien, hasta que Yumei oyó cómo Mina resoplaba con fastidio.
- No quisiera entrometerme - dijo - pero noto que algo os preocupa,
señorita Mina....
- Ésa Índiga.... - murmuró Mina malhumorada - ¡Mírala cómo disfruta
charlando con Andracis de sus cosas! Es tan vomitivo...
- ¡Ay, se ve que lo amáis profundamente, por eso tenéis celos!
¿Verdad?
Al hacer ese comentario, al principio Mina se sonrojó totalmente cortada. Cuando consiguió reaccionar, lo hizo de muy mala manera...
- Esa clase de comentarios pueden costarte muy caro... - amenazó la
hechicera ocultando su mirada y empezando a conjurar un matadragones
al tiempo que sonreía de forma sádica con un par de afilados colmillos
brillando peligrosamente -.
- ¡Lo siento, no quería ofenderos! - lloriqueó la dragona asustada -.
* * *
El sol del mediodía caía a plomo sobre un campesino que labraba en su pequeño huerto aquella mañana. El sudor recorría cada milímetro de su piel verdosa y cubierta de pequeñas rocas aquí y allá. Dejó un momento de clavar la azada y bebió un poco de su cantimplora. Sus cabellos lilas metalizados brillaban por el reflejo del sol abrasador. Pronto tendría que volver a casa y comprobar que su mujer estaba bien.
Le preocupaba. La fiebre que la afectaba, ya de por sí alta, había subido considerablemente en los últimos días. No le gustaba dejarla sola, pero ahora que su hijo no estaba, y con ella enferma, él tenía que encargarse de hacerlo todo, desde limpiar hasta conseguir comida y cocinarla...
Otro punto que le preocupaba: su hijo. Hacía mucho tiempo que no sabía de él.... ¿Cuánto hacía ya que se había marchado de casa? ¿Un mes? ¿Dos meses? Puede que más incluso.... No sabría decirlo y eso aumentaba su preocupación. De Erimor a Zefilia había como mucho una semana y media de camino. Y de Zefilia a las montañas de Kaatar, para ir a buscar la auténtica Biblia Clair, unos 20 días... Demasiado tiempo había pasado. ¿Qué había ocurrido? ¿Porqué se demoraba tanto?
Zelgadis sacudió la cabeza. Cuanto más pensaba en ello más angustiado estaba. Y un hombre en momentos así debía mantener la cabeza fría. Se dijo a sí mismo que ya era momento de volver para ver cómo estaba Amelia.
Se cargó la azada al hombro y miró atrás hacia el horizonte que se extendía sobre la pequeña colina sobre la que estaba construida la pequeña cabaña que le servía de hogar. De pronto oyó algo que le llamó la atención. Era una voz chillona y estridente, aparentemente la de una chica joven, que parecía quejarse de algo. Agudizando más el oído, logró descifrar lo que decía:
- ¡Índiga, mira que eres burra! ¡Cómo se te ocurre aterrizar entre los
árboles! ¡Me he tragado lo menos tres nidos de pájaro carpintero!
- Lo siento Mina-san, ha sido un error de cálculo... - se disculpó su
interlocutora, con voz casi inaudible -.
- Parad de discutir las dos. - les interrumpió otra voz, masculina
esta vez, que le resultaba extrañamente familiar, aunque no lograba
acordarse de quién podría ser - No nos falta mucho para llegar a casa
de Andy y no es cuestión de andar montando una de vuestras
escenitas...
¿Andy? ¿Se referirían quizás a Andracis?
No, no, Zelgadis, mantén la cabeza fría, se dijo a sí mismo. Habían cientos de personas que bien pudieran responder al nombre de Andy ¿Quién le decía que se estaban refiriendo a su hijo y no a otra persona?
- ¡Eh, mirad, ahí está mi padre! - exclamó otra voz masculina,
sacándole de sus pensamientos - ¡Papá! ¡Eh, Papá, soy yo! ¡Papáaaaa!
Lo veía y todavía no lo creía. Allí subiendo la colina estaba él, su hijo Andracis.
Por fin había vuelto.
- ¿Andracis? - preguntó la quimera sin poder creérselo aún -.
- ¡Papá! - saludó Andracis subiendo a toda prisa la colina - ¡He
vuelto con la...!
¡PAF! Sin darle tiempo a seguir, el joven recibió un golpe de pantufla en plena cara.
- ¡¿A qué ha venido eso?! - inquirió el joven enojado, dirigiéndose a
su padre -.
- Te dije que no te demoraras. - le espetó éste de mal humor - ¿Se
puede saber qué clase de tonterías has estado haciendo todo este
tiempo?
- Ah, pues verás, es una historia un poco larga y... - empezó Andracis
llevándose una mano a la nuca, hasta que de pronto cayó en la cuenta
de que tenía algo más importante que hacer que darle explicaciones a
su padre- ¡Pero no hay tiempo para eso! ¿Dónde está Mamá?
- Todavía en su cama. ¿Has traído la medicina? - preguntó Zelgadis -.
- Sí, aquí está. - respondió Andracis mostrándole el frasco azul que
Aqua le había dado -.
- ¿Estás seguro de que esto...? - preguntó de nuevo la quimera -.
- Completamente - confirmó el joven - Pero hay que dársela enseguida.
Y diciendo esto, padre e hijo se dirigieron rápidamente al interior de la modesta cabaña de madera, seguidos de Mina, Valteria, Índiga y las tres dragonas damas de honor, Crystal, Yumei y Selena. Mientras, y haciendo caso omiso de los que les seguían, Andracis y Zelgadis seguían con su conversación acerca del estado de salud de la madre del joven.
- ¿Cómo está? - preguntó el chico -.
- Ha empeorado en los últimos días. - le informó su padre - La fiebre
le ha subido y vuelve a tener temblores...
La quimera condujo a los cuatro adolescentes hacia una pequeña habitación, separada del resto de la casa (constituida únicamente por una sala-comedor- cocina-y-de-todo-un-poco de apenas cuatro metros cuadrados) por una puerta de madera que abrió con suma delicadeza para evitar molestar a la enferma que descansaba en su interior.
Aunque claro, lo de descansar era un decir... Nada más entrar en la pequeña habitación iluminada por la luz que pasaba a través de una única ventana, pudieron comprobar que tal y como muchas veces les había dicho Andy, el estado de su madre era francamente grave; la mujer estaba tumbada en su cama, situada en el único rincón de la habitación sumergido en la penumbra, jadeando ruidosamente en busca de aire con el que llenar sus pulmones y murmurando palabras completamente ininteligibles en medio de su delirio febril.
- Mamá.... - la llamó dulcemente Andracis - mamá, soy yo, Andracis.
vengo con tu medicina... - diciendo esto la ayudó a incorporarse un
poco mientras abría en sello de la botella con los dientes - Bebe
esto... Despacio....
Seguidamente la ayudó a abrir la boca para tragar algo del líquido azulado. La mujer se atragantó con el primer trago y empezó a toser. Su hijo le dio unas cuantas palmaditas en la espalda hasta que se le pasó el ataque de tos y siguió ayudándola a tragar el líquido. Fue sólo en ese momento en que Zelgadis se fijó en los otros tres adolescentes que habían venido con Andracis y Mina consideró que ya era hora de hacer las presentaciones oportunas:
- Un placer conocerle al fin, Maestro Zelgadis. - saludó la hechicera
- Soy la increíble y todo poderosa Mina Gabriev. Mi madre Reena le
manda recuerdos....
- ¿Tú eres la hija de Reena? - preguntó Zelgadis incrédulo, tras lo
cual la echó un vistazo de arriba abajo - Hum.... Debí sospecharlo....
Las dos estáis igual de....
- ¡¡¡No lo diga, señor Zelgadis!!! - exclamó Valteria alarmado
tapándole la boca a la sorprendida quimera - ¡Que luego se cabrea y es
capaz de destrozar la casa!
- ¡O peor, incendiarla! - añadió Índiga -.
- ¿Eh? ¿Qué os pasa? - preguntó Mina confundida - ¿De qué estáis
hablando....? ¡¿No será de mis pechos, verdad?! - inquirió cuando por
fin logró entender por donde iban los tiros - ¡¡Os advierto que como
sea de mis pechos de lo que estéis hablando...!!
Pero Zelgadis ya no escuchaba las amenazas de la hija de Reena. Su atención ahora estaba centrada en el joven de cabellos turquesa que le había tapado la boca. Aquellos ojos, aquellas marcas en las mejillas, aquella voz.... Por supuesto que le había sonado antes.... habían pasado los años y a pesar de haber renacido, aún conservaba el aspecto de rebelde sin causa con el que le conociera hace 18 años...
- ¿Val? - preguntó sorprendido - ¡Vaya es increíble! ¡La última vez
que te vi, todavía eras un bebé en brazos de Filia!
- ¿Conoció usted a mi madre? - preguntaron al tiempo Valteria e
Índiga. Al darse cuenta de lo que habían hecho se miraron y sonrieron
ligeramente -.
- ¿Y tú quién eres, si puede saberse? - preguntó Zelgadis al
percatarse finalmente de la presencia de la semi-dragona de pelo
índigo -.
- ¡Ah, es cierto, no me he presentado! Soy Índiga Mettalium, encantada
de conocerle, señor Greywords.
- ¿Mettalium? Oh, no.... ¿me estás diciendo que tu padre es....?
- ¡Desde luego, es mi hija, en efecto! - dijo Xellos apareciendo
finalmente, justo detrás de la quimera - ¿Qué tal, chico piedra?
¡Cuánto tiempo sin vernos!
- Y desearía que hubiese sido mucho más tiempo.... - murmuró Zel de
mal humor - No puedo creerlo... Jamás pensé que Filia pudiese caer tan
bajo y reproducirse contigo, con lo sensata que parecía....
- Si por sensatez te refieres a ponerse histérica e intentar golpearme
con la maza cada vez que detectaba mi presencia, entonces tienes un
concepto bastante raro de lo que es sensato, Zelgadis-kun... - bromeó
Xellos -.
- ¿De....de verdad Mamá hace esas cosas....? - le preguntó Índiga a su
hermano con un gotón de sudor rodando por su frente -.
Antes de que Valteria pudiera responder, todos volvieron su atención a la madre de Andracis, que milagrosamente, después de tomarse el brebaje que Aqua le había dado al joven hechicero, había recuperado su salud. Era muy hermosa, de tez pálida destacada por unos cabellos oscuros, casi negros, de corte algo corto y aspecto desaliñado y con unos preciosos ojos azul profundo. Ya no tosía ni sudaba por la fiebre, incluso tenía fuerzas para sentarse sobre el reborde de la cama. Zelgadis, entre asombrado y lleno de felicidad, fue hacia donde estaba su mujer, por fin sonriente después de tanto tiempo, la abrazó y la besó con todo el amor y la pasión de que era capaz. No cruzaron ni una palabra, ni falta que les hacía; aquellos gestos por parte de Zel bastaban para hacerle saber que se alegraba de volverla a tener a su lado.
La enternecedora escena, sin embargo, fue interrumpida por Xellos, que ni corto ni perezoso hincó una rodilla en el suelo y se inclinó respetuosamente ante la madre de Andracis.
- Celebro ver que ya ha recobrado la salud, señorita Amelia Alset....
¿O debería decir - añadió con una sonrisa pícara y guiñando un ojo -
Amelia Will Tesla Seyruun, hija segunda de Philionel El Di Sailon y
por tanto soberana por derecho de sangre del Reino de Sailon?
* * *
Mina, Val e Índiga se quedaron con las bocas abiertas. ¿Acaso Xellos estaba diciendo que aquella mujer, aquella humilde campesina que tenían frente a sus ojos, era en realidad la hija menor del Príncipe Philionel de Sailon, la que desapareció hace 16 años, propiciando, de forma indirecta, la caída de la Capital de la Magia Blanca?
- Entonces es cierto... - soltó Andracis, muy serio -.
Aquello sorprendió todavía más no ya sólo a ellos, sino también a sus padres, que no se explicaban cómo podía haber averiguado aquel secreto tan celosamente guardado durante años.
Aunque Zel ya había sacado sus conclusiones....
- Grrrr.... ¡Xellos! - exclamó Zelgadis enfurecido - ¿Con qué clase de
sucias mentiras has llenado la cabeza de...?
- Déjalo, Zelgadis. - le interrumpió Amelia y ante la cara medio de
estupor, medio interrogativa de su marido, aclaró: - Tarde o temprano
tenía que pasar, después de todo... Es hora de que Andracis conozca
sus verdaderos orígenes...
Seguidamente, la mujer se puso en pie, con algo de dificultad al principio ya que se había pasado prácticamente 15 años sin salir de la cama, y se dirigió a un pequeño tocador de madera. Abrió el primero de los tres cajones y sacó una caja forrada en terciopelo, ahora algo deteriorado por los años. Con aquella caja en sus manos se encaró a su hijo y la abrió ante sus ojos, mostrando una figura de un corazón con una corona encima y un castillo en el centro, que a su vez estaba adornado con una especie de pergamino en el que había escrita una leyenda.
- Este es el sello de la familia real de Sailon. - le explicó ella -
La prueba de que tal y como ha dicho el Señor Xellos, soy la
desaparecida princesa Amelia Will Tesla Seyruun...
- E.... Entonces... - balbució Mina asombrada - ¿¿¿Es una princesa de
verdad??? - tras unos minutos de reflexión, la hechicera se puso a dar
vueltas a su alrededor, haciéndole la pelota, para vergüenza ajena de
Amelia, a la que le salía una gota de sudor al tiempo que Mina le
decía atropelladamente: - ¿Quiere que le haga un masaje? ¿Le limpio
los zapatos? ¿Le beso los pies? ¿Le barro el suelo? ¿Le....?
Haciendo caso omiso del intento de peloteo por parte de la joven hechicera, Amelia continuó con las explicaciones.
- Hace ahora 16 años - dijo - mi padre quiso prometerme con el
príncipe de un reino vecino. Sin embargo no estaba preparada para un
matrimonio concertado, entre otras cosas - añadió mirando a los ojos
de Zel mientras éste depositaba tiernamente una mano sobre su hombro -
porque yo ya amaba a otra persona...
- Tu madre y yo decidimos, de común acuerdo, huir juntos. - continuó
Zelgadis - Aquel día cogimos un caballo, salimos de Sailon y tras
largos días de caminata llegamos hasta aquí y... en fin, el resto ya
lo sabes....
- Pero.... Mamá...¿tienes idea de lo que provocaste con tu marcha? -
le riñó Andracis, entre enojado y confundido - ¡¿Te das cuenta de que,
muy probablemente la historia de Sailon habría sido muy distinta si no
hubieras decidido huir tan cobardemente?!
- ¡Jovencito, no te atrevas a juzgar a tu madre tan a la ligera! -
dijo Zelgadis saliendo en defensa de su esposa - No tienes idea de lo
que....
- Pero en el fondo tiene razón. - le interrumpió ella -.
- ¡Pero.... Amelia....! - balbució Zelgadis tratando de decir algo,
pero su esposa no le dejó continuar -.
- Zelgadis, cariño, las cosas como son, que ya no soy una niña. - le
dijo antes de dirigirse de nuevo a su hijo: - Sí, Andracis, lo
reconozco, fue una cobardía por mi parte... además, debo confesaros
algo: creo que la razón por la que me puse tan enferma.... fue porque
estaba deprimida....
- ¿¡Deprimida!? - exclamó Zelgadis sin poder creérselo -.
'Por eso Aqua me dijo que el problema de Mamá probablemente era de tipo emocional.' meditó el joven Andracis para sus adentros.
- Sí.... las noticias de la caída de Sailon me hicieron sentirme
terriblemente culpable.... y esa culpabilidad hizo que la mínima
enfermedad que tuviera se agravara....
- ¡Pues claro! - cayó Índiga - Es algo que me solían decir los
sacerdotes del templo respecto a la curación: a veces el hecho de
sanar a una persona no depende tanto de lo eficaz que sea el método
curativo, sino de la voluntad del paciente por curarse. Si dicho
paciente tiene ganas de recuperarse pronto, es mucho más probable que
el remedio surta efecto.... pero si el paciente no tiene deseo alguno
de curarse, entonces.... - Índiga dejó la frase en el aire, pero todos
sabían muy bien a qué se refería -.
- Así fue... yo.... sé que diréis que es una tontería, pero... - a
Amelia se le empezaban a inundar los ojos de lágrimas - Me sentía tan
responsable por lo que le había pasado a Sailon, que pensé que no
tenía derecho a seguir viviendo mientras el resto de mi familia había
muerto defendiendo la ciudad....
- Amelia.... - Zelgadis acercó el cuerpo de su mujer a su pecho, para
que ésta pudiera desahogarse mientras él la consolaba -.
- Te equivocas, Amelia. - habló de pronto Xellos, captando su atención
- Hubo otro miembro de la familia real que sí sobrevivió; Philionel
logró escapar.
No bien acababa de sorprenderse Amelia con aquella noticia, cuando el trío de dragonas sacerdotisas le confirmó todo:
- ¡Es cierto! - Crystal fue la primera en hablar - ¡Nosotros nos
encargamos de llevar a Philionel y a su gente lejos de la ciudad!
- ¡Le llevamos hacia las montañas de Kaatar, a ver a Milgazia! -
añadió Yumei -.
- ¡Y él y unos cuantos más le llevaron hacia Elmekia, a la capital,
para que estuviera a salvo! - terció Selena -.
- ¡Pero.... eso es fantástico! - exclamó Zelgadis - ¿Has oído Amelia?
- añadió dirigiéndose a su mujer -.
- Sí, lo he oído, pero... - dudó ella - No sé, después de tanto
tiempo...
- Mamá.... - intervino Andracis, cogiendo a su madre de ambas manos y
mirándola directamente a los ojos - ¿Quieres volver a empezar de
nuevo; redimirte, enfrentarte a tu pasado y dejar de huir?
Amelia, al principio, no supo qué decir. Se quedó largo rato, mirando a su hijo a los ojos, ojos grises, profundos, los mismos que tendría su padre antes de convertirse en quimera, y ese brillo, un brillo apenas perceptible, pero que al verlo era capaz de convencerte de cualquier cosa. De que todo era posible.
Y ella quería hacerlo. Ansiaba desde hacía tiempo enmendar su error de juventud. Un error que le llevó a separarse de su padre. No es que se arrepintiera, desde luego que no; su vida junto a Zelgadis, a pesar de la carencia de lujos, había sido mucho más dichosa de lo que habría sido si se hubiera quedado en palacio. Si pudiera retroceder en el tiempo, haría lo mismo una y mil veces. Sin embargo, sí hubo algo que jamás se perdonó: irse sin despedirse de su padre, a quien tanto quería e idolatraba. Un padre que se volcó siempre en ella, tras la muerte de su madre y la desaparición de su hermana mayor, de la que casi ni se acordaba ya....
Deseaba por encima de todo, verle, abrazarle, pedirle perdón...
....y tal y como decía su hijo, dejar de huir. De su pasado y de sí misma.
Finalmente afirmó con la cabeza con decisión, espantando las últimas lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos.
- Entonces, vayamos a ver al abuelo. - dijo Andracis a continuación -
Mañana por la mañana, en cuanto hayamos descansado un poco, iremos los
dos a Elmekia...
- Los tres. - añadió Zelgadis poniéndose entre los dos - Al fin y al
cabo yo también pertenezco a la familia ¿no?
- ¡Por supuesto! - afirmó Amelia abrazando al tiempo a su marido y a
su hijo -.
Ante tan tierna escena, las tres sacerdotisas dragonas se pusieron a llorar a mares, emocionadas. Claro que no eran las únicas...
- Mina ¿estás llorando? - le dijo Val entre perplejo y divertido -.
- ¿Eh? ¡Ay, no, no es eso! - disimuló la hechicera, secándose
rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano - Es que hay mucho
polvo en la habitación y se me mete en los ojos....
- Ya, claro.... - murmuró el dragón antiguo mirándola de reojo con una
sonrisa en el rostro -.
- Oye, Papá, te encuentro un poco pálido.... - señaló Índiga al ver
que su padre se empezaba a poner un poco verde -.
- Je, je.... Lo siento, hija - dijo Xellos tratando de disimular una
sonrisa - es que ver escenas así... digamos que no es compatible con
los demonios....
- ¿Ah, sí? Pues yo no noto nada... - meditó Índiga - ¿Será porque soy
medio dragona?
- Probablemente....
- Lo que me recuerda.... - interrumpió Zelgadis dirigiendo una fría
mirada de desconfianza hacia el demonio - Xellos.... ¿Cómo sabías tú
que Philionel estaba vivo?
Pillado con las manos en la masa y sin posibilidad de excusa, Xellos no tuvo más remedio que confesar la verdad.
- Puessss.... - empezó poniendo la mano en su nuca y con su típica
carita de inocentón - Je, je.... Me temo que fui yo el que ordenó
atacar Sailon... una lástima, sí, pero qué le vamos a hacer.... No....
¿No estarás enfadada conmigo, Amelia?
- Por supuesto que no. - dijo Amelia dulcemente - Después de todo,
supongo que estarías cumpliendo órdenes de tus superiores, así que no
te guardo ningún rencor...
- Jeje... Vaya, gracias Amelia, tu siempre tan comprensiva...
- Peeeeeero.... - el tono dulce de la princesa había adquirido cierto
tinte peligroso - a pesar de que te haya perdonado, tienes que
compensarme por el gran error que cometiste....
- A-Amelia.... - el demonio se había empezado a poner pálido - ¿¿Qu-
Qué vas a hacerme??
- Voy a aplicarte el único castigo que sé que tiene efecto sobre
ti.... ¡Bien, chicos - añadió dirigiéndose a Zel y Andy - ya sabéis lo
que tenéis que hacer! ¿No?
Afirmando al tiempo, padre e hijo, abrieron las persianas de la ventana, iluminando la figura de Amelia como si de un foco se tratara. La princesa por su parte agarró un altavoz y tras hacer las pertinentes pruebas de voz ("Sí... Probando... Uno, dos, tres ¿se me oye?"), empezó a cantar:
- ¡LA VIDA ES MARAVILLOOOOSAAAA!
- ¡SÍ, MARAVILLOSA, MARAVILLOSAAA! - cantaron los dos hombres haciendo
de coro y bailando una suerte de vals, bien "agarraos" -.
Un aura de rayas apareció casi al instante alrededor del demonio, quien estaba tirado en el suelo sin poder levantarse, tan, tan verde que casi parecía azul....
- Creo que ya lo entiendo.... - razonó Valteria aún cuando no podía
parar de sudar de vergüenza ajena al ver semejante espectáculo - Los
demonios se alimentan de los sentimientos negativos de las personas.
Pueden soportar hasta cierto punto algunos sentimientos positivos si
llegan de forma aislada, pero si se encuentran ante una sucesión muy
manifiesta de efectos positivos, se ponen enfermos....
- Dicho de otra manera - dedujo Mina sudando tanto a más que su
compañero - con ese salmo de alabanzas hacia la vida y lo maravillosa
que es, Amelia le está provocando a Xellos una indigestión...
- ...Algo así...
Y así durante un buen rato, Amelia siguió con su canción de la Vida Maravillosa, mientras en el suelo el pobre Xellos, hecho un trapito, balbuceaba varias incoherencias:
- Ameeeeliaaa.... - gimió - Para yaaaa, no puedo soportarlo máaaas....
Te lo ruegoooo...
* * *
Horas después, cuando Xellos ya se había recuperado, Mina tomó la decisión de acompañar a Andracis y a sus padres a Elmekia. El muchacho no se negó, más bien al contrario, se alegró mucho de poder seguir junto a Mina una vez más. Y pronto los demás también se apuntaron, incluidas las tres dragonas sacerdotisas, que se ofrecieron amablemente a llevarles a la ciudad.
Aquella tarde, mientras en la casa la gente se movía de un lado para otro, haciendo los preparativos para la cena de esa noche, Mina se escabulló para salir afuera a tomar algo de aire fresco. Se sentó tranquilamente bajo un árbol, contemplando la puesta de sol desde la colina donde se situaba la cabaña.
Cuando estaba en casa, en Zefilia, solía hacer eso; quedarse embobada mirando la puesta de sol o en su defecto las nubes sobre el cielo azul de la mañana. Le encantaba, era uno de su hobbys favoritos. Hacer aquello le proporcionaba una inmensa paz interior, justo lo que necesitaba en estos momentos.
Cuando más estaba disfrutando, el sexto sentido de Mina le puso alerta de repente. Arrancó rápidamente una rama cercana y la puso frente a sí.
Justo a tiempo para parar una espada que se le echaba encima.
Zelgadis permaneció estático durante unos minutos. Realmente la hija de Reena y Gaudy era muy buena. Con tan sólo una simple rama había conseguido parar su golpe. Claro que él tampoco había usado toda su fuerza con ella. Sólo quería probarla....
- Tienes buenos reflejos.... - comentó la quimera envainando su espada
de nuevo -.
- Gracias, Maestro Zelgadis. - agradeció la chica, tirando la rama a
un lado -.
- No es necesario que me llames así. - murmuró Zelgadis con algo de
sequedad -.
- Lo siento, pero no puedo evitarlo. - dijo Mina simplemente
sentándose de nuevo. Zel no tardó en imitarla, poniéndose a su lado -
Mi madre me habló siempre muy bien de usted. - aclaró a continuación -
Decía que usted era un excelente hechicero y un gran espadachín, uno
de los pocos capaces de compararse a ella.... También solía decirme -
añadió apoyando su barbilla en sus rodillas - que si alguna vez, por
los motivos que fueran, me encontrara con usted, debía tratarle
siempre con gran respeto. Y llamarle así es mi forma de mostrarle el
gran respeto que le tengo, Maestro Zelgadis. - concluyó con una
sonrisa -.
Zelgadis no pudo evitar sonreír. Rápidamente sin embargo, apartó la mirada de los ojos azules de Mina y la dirigió al brillante resplandor del sol poniente.
- Reena fue para mí siempre una gran amiga. - habló la quimera
finalmente- Antes de conocerla yo no era más que un ser solitario y
amargado.... y añado también que era un asesino cruel y despiadado...
- ¡¿Cruel y despiadado... usted?! - Mina reaccionó con sorpresa ante
tal revelación -.
- Así era yo, aunque ahora te cueste creerlo. - afirmó él y continuó -
Supongo que tu madre te habrá contado porqué tengo este aspecto ¿no?
- Hummm.... Sí, me lo dijo una vez. - recordó la hechicera - Cierto
que no recuerdo gran cosa pero... fue un tal Rezo ¿verdad?
- Así es. - le confirmó - Rezo, mi abuelo, mi único pariente vivo.
¿Sabes? Cuando tu única familia te traiciona, transformándote un
monstruo.... en fin, sencillamente, acabas por no confiar en nadie.
Justo lo que me pasó a mí. Rechazado por la sociedad, empecé a pensar
que sólo podía contar conmigo mismo... Pero entonces apareció Reena -
un brillo de alegría apareció en los ojos de la quimera al recordarla
- , la primera persona en mucho tiempo que me trataba como persona y
no como el monstruo que aparentaba ser. Creo sinceramente - concluyó -
que de no haberla conocido, mi vida sería muy diferente ahora....
Bueno, mejor regresemos, ya nos están llamando para cenar....
- ¿Ah, sí? - preguntó la chica agudizando el oído - Yo no oigo nada.
- Desde esta distancia no, claro está. - dijo Zel ayudándola a
levantarse - Pero yo tengo un oído más agudo.... Ventajas de tener ser
un tercio Demonio Brownie. - añadió guiñándole un ojo -.
- ¡Es verdad! - dijo la chica entusiasmada al percibir el olorcillo de
la comida cuando ya estuvieron muy cerca de la cabaña - Mmmm... Me
pregunto qué habrá preparado Xellos de cena....
- Un momento.... - pidió Zelgadis parándose en seco con evidente cara
de espanto - ¿¿Qué Xellos es quien cocina??
- Sí, se pidió voluntario.... - le aclaró la chica - ¿Porqué, es algo
malo?
Zelgadis se limitó a palmearle en hombro con cara de resignación.
- Espera y lo verás....
* * *
Tras levantar Xellos la tapa de la olla que contenía su nueva obra maestra, un fuerte olor nauseabundo invadió el humilde hogar de los Greyword- Seyruun, haciendo que todos los que estaban alrededor de la mesa se desmayaran. Índiga a duras penas pudo llegar a abrir la ventana para que corriera el aire fresco.
- ¡¡Por Ceipheid, qué peste!! - exclamó Mina con la cara totalmente
azul -.
- Lo sabía.... - se lamentó Zelgadis en el suelo mientras un gran
escalofrío recorría todo su cuerpo, provocándole espasmos
involuntarios -.
- Me... Me muero.... - murmuró Val a duras penas, en las mismas
condiciones -.
- Xe....Xellos-san... - Amelia trataba de levantarse apoyándose en la
mesa - ¿No habrás preparado otra vez tu "Sopa de Madrágora"**, verdad?
- ¡Por supuesto que no, Amelia! ¿Por quién me tomas? - inquirió el
demonio con carita de inocente - Un auténtico chef jamás prepara dos
veces un plato rechazado por el público.... Esto no es "Sopa de
mandrágora". Es. ¡"Vichissoise de madrágora"!
¡PAF! El antiguo sacerdote-general de Zellas Mettalium fue derribado al suelo por un gigantesco abanico de papel.
- ¡¡La Vichissoise es un tipo de sopa, animal!! - le gritó Mina fuera
de sí -.
Y ya os podéis imaginar como transcurrió el resto de la velada...
* * *
A la mañana siguiente y después de un breve viaje a lomos de Índiga y sus compañeras dragonas, Mina y los demás llegaron finalmente a la capital de Elmekia. Según habían dicho Crystal, Yumei y Selena, el Príncipe Philionel había sido llevado a presencia del emperador para solicitar asilo político, insistiéndose en que nadie más debía saber que estaba allí, más que nada por cuestiones de seguridad. Por ello, primero fueron a entrevistarse con el Emperador y, luego de que Amelia demostrara ser la hija del príncipe Philionel enseñando el sello real, consiguieron averiguar que Philionel se había refugiado en algún lugar cercano a la plaza mayor. Así que hasta allí se dirigieron Mina y sus compañeros para intentar encontrarle.
No fue sin embargo una tarea fácil. Enseguida se encontraron con un problema:
- ¡Oiga, usted! ¿Dónde puedo encontrar al Príncipe Philionel?
- Lo siento, no conozco a nadie que se llame así....
- ¿Podría indicarme dónde se hospeda el Príncipe Philionel?
- ¿Príncipe Philionel? Me parece que se equivoca, amigo: Elmekia es un
imperio, aquí no hay príncipes....
- ¿Sabe si vive por aquí un tal Príncipe Philionel?
- ¿Un príncipe viviendo en este barrio? ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Tu sueñas,
niña....!
- Disculpe, estoy buscando al Príncipe...
- ¡Ahora no, chaval! ¡¿No ves que estoy ocupado?!
- ¡AAAAARGH! ¡MALDITA SEA! - exclamó Mina fuera de sí revolviéndose
desesperadamente el pelo - ¡¡Llevamos más de una hora buscando y no
hay absolutamente nadie en estos barrios que sepa algo sobre ese
maldito príncipe de pacotilla!!
- ¡Mina! - le reprendió Andracis - ¡Es mi abuelo, ten un poco de
respeto!
- De todos modos es muy raro.... - meditó Amelia - A Papá le
encantaban las multitudes y siempre se rodeaba de gente del pueblo. No
comprendo cómo después de tanto tiempo no haya nadie que le
conozca....
- ¿Seguro que estamos mirando en el lugar adecuado? - preguntó Val
mirando a las tres doncellas dragonas, que eran las que se encargaban
de custodiar el plano de la ciudad -.
- ¡Seguro! - afirmó Crystal vehemente con la cabeza - ¡Tiene que ser
esta!
- ¡Sí! - la secundó Yumei revisando de nuevo el plano - ¡No hay otra
plaza que esté indicada en el mapa como "Plaza mayor"!
- Euh, Yumei.... Estás mirando el plano al revés... - hizo constatar
Selena, lo que hizo que su compañera pelirrosada se pusiera más
colorada que un tomate -.
Mina lanzó un suspiro derrotado al tiempo que se sentaba en el bordillo de una fuente.
- Ay.... es inútil. - suspiró la hechicera - Esto es como buscar una
aguja en un pajar.....
- Yo aún diría más: - añadió Índiga - es como buscar una aguja entre
un montón de agujas....
- Si al menos alguien nos pudiera dar una pista... - murmuró Andracis
-.
- Disculpe, caballero... - oyeron de pronto la voz de Zelgadis, lo que
les hizo volver la cabeza para descubrir a la quimera, a sólo un par
de metros, conversando con un transeúnte - Busco a un hombre alto,
fornido, con un mostacho negro bastante espeso y pelo desordenado....
Responde al nombre de Phil.... ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?
- Phil.... Phil.... - meditó el transeúnte - Ese nombre me suena...
¡Ah, claro! - exclamó de pronto golpeando su puño contra la palma de
su mano - ¡Usted debe referirse a "Phil el Loco"! Se hospeda en esa
taberna de allí. - dijo señalando una taberna al otro lado de la plaza
- A estas horas supongo que estará bebiendo una cerveza en su mesa de
siempre, los discursos de justicia no empiezan hasta las seis y
media....
- Gracias, amigo. - se despidió Zelgadis volviendo con los demás -.
- ¿Lo has encontrado, Zel? - preguntó entusiasmada Amelia -.
- Parece que sí. - confirmó su marido - Al principio dudaba, pero lo
de los discursos de justicia no ha dejado lugar a dudas...
- ¡Cariño, eres el mejor! - exclamó la princesa plantándole a la
quimera un sonoro beso en la mejilla que hizo que éste se sonrojara y
murmurara algo como: "Ahora no Amelia, que nos están mirando
todos...." -.
- ¡Un momento, un momento! - exclamó Mina levantándose de un salto -
¡¿Qué es eso de llamar a su excelencia el Príncipe por un nombre tan
vulgar?! Y sobretodo. ¡¡¡¿¿¿QUÉ QUIERE DECIR ESO DE "ALTO FORNIDO Y
CON MOSTACHO Y PELO DESORDENADO"???!!!
- ¿Qué hay de malo en eso, Mina-san? - preguntó Índiga inocentemente
-.
- ¡¡¡Pues que un príncipe no puede tener ese aspecto tan... tan... tan
poco propio de un príncipe!!! - exclamó llena de rabia - ¡Mirad a la
princesa Amelia: - añadió señalando a la aludida - es bonita,
elegante, sofisticada, como debe ser una princesa! ¿y qué me decís de
Andracis? ¡Vale no es un príncipe oficial, pero es apuesto y bien
parecido! - ante estos comentarios, Andracis no pudo evitar ponerse
rojo desde la cabeza hasta los pies - ¡¡PERO TAL Y CÓMO LO HA DESCRITO
EL MAESTRO ZELGADIS, TAL PARECE QUE EL PRÍNCIPE PHILIONEL TIENE
ASPECTO DE MOZO DE CUADRA!!
- Parece que ya tenías tu modelo de príncipe ideal, ¿eh? - comentó Val
-.
- ¡EXACTO! - exclamó de nuevo Mina - ¡¡¡Un príncipe como Ceiphied
manda tiene que ser esbelto, guapo, y a ser posible de ojos azules!!!
- ¿Los ojos azules son obligatorios? - preguntó Índiga con una gota en
la frente -.
- ¡Sí, porque los ojos azules reflejan nobleza de espíritu! Después de
todo, la princesa Amelia los tiene azules ¿no? - añadió señalándola de
nuevo - ¡IREMOS A ESA DICHOSA TABERNA Y OS DEMOSTRARÉ QUE UN HOMBRE
ASÍ NO PUEDE SER EL PRÍNCIPE PHILIONEL!
Y mientras decía esto, la hechicera se encaminaba, caminando con las piernas separadas, con paso lento y amenazante como el de un dinosaurio acercándose a su presa, hacia la taberna que el transeúnte había indicado a Zelgadis.
La quimera suspiró.
- Pobre chica.... - murmuró - Menuda desilusión se va a llevar....
- Mmmm.... Oye, Zel: - dijo Amelia tras meditar un rato - ¿Tú crees
que mi padre tiene tan poco aspecto de príncipe?
- Hombre... - empezó Zelgadis evitando dar una respuesta clara, para
no decepcionar a su mujer - La verdad... no sé qué decirte....
- No es momento para perder tiempo. - interrumpió Val, acudiendo en
socorro de la quimera - Sigamos a Mina antes que le dé por hacer una
locura de las suyas...
* * *
La taberna de "El borrachín feliz" era con diferencia la más concurrida de Elmekia City. Su buena situación, justo en la Plaza Mayor donde se celebraban todos los eventos importantes de la ciudad (desde fiestas populares y religiosas, pasando por festivales, hasta celebraciones de victoria), hacían de esta taberna un lugar de intercambio de opiniones y culturas, donde gentes a cual más raras se reunían para charlar, tomarse una copa o lo que surgiera.
Por eso el dueño de la taberna no se inmutó siquiera cuando oyó como la puerta de su establecimiento se abría y siguió limpiando la barra como si nada, suponiendo que el cliente que acababa de llegar pronto se sentaría en una de las mesas y haría su pedido a una de las camareras que tenía a su servicio, o bien optaría por sentarse en la barra y pedirle alguna bebida.
Lo que el dueño no esperaba era que, al levantar la vista se encontrara a una chica, que a duras penas medía poco más de metro sesenta, pelo rosa trenzado y levantado en un moño, con ojos azules que le miraban con una mezcla de furia e impaciencia.
- Lo siento, no servimos bebidas a menores. - se limitó a decir,
segundos antes de verse a sí mismo cogido del cuello de la camisa y a
sólo unos milímetros de aquellos ojos que le fulminaban -.
- Escucha amigo - empezó Mina con una vena resaltándose en su frente -
dicen que aquí en esta posada se hospeda un príncipe con aspecto de
mozo de cuadra, pero yo digo que no puede ser ¡ASÍ QUE AHORA MISMO ME
ESTÁS DICIENDO QUE ÉSE NO PUEDE SER UN PRÍNCIPE Y VAS A CONVENCER A
MIS AMIGOS TAMBIÉN! ¡¿HA QUEDADO CLARO?!
- Se-señorita, le juro que no la entiendo.... - balbució nervioso el
pobre tabernero con varias gotitas de sudor recorriendo su nuca -.
- Je, je, je.... Disculpe a mi amiga - interrumpió Val con una sonrisa
nerviosa y sosteniendo a Mina por los brazos - está nerviosa y no sabe
lo que dice...
- ¡ESO ES MENTIRA! - gritó la hechicera debatiéndose por liberarse -
¡NO ESTOY LOCA, SÉ LO QUE ME HABLO! ¡¡Y TE DIGO QUE ÉSE NO PUEDE SER
UN PRÍNCIPE....!!
De pronto se oyó un ruido de golpe y a continuación Mina estaba desmayada en brazos de Val con un enorme chichón en la cabeza y los ojos en forma de espirales.
Pero lo más alucinante es que había sido Índiga la que había emprendido tan salvaje acción, haciéndose servir de la lanza que su hermano segundos antes le había pedido que le guardara mientras él sujetaba a Mina.
- Siento mucho las molestias que mi amiga le ha podido causar. Lo
siento, lo siento muchísimo.... - se disculpó la semi-dragona
inclinándose una y otra vez e inclinando al tiempo la cabeza de su
amiga, que empezaba a recobrar el conocimiento -.
El tabernero ya no sabía cómo reaccionar y se quedó apartado de la barra, echado contra la pared y riendo nerviosamente. Desde que fundara la taberna hace unos 20 años más o menos, le había pasado de todo: había tenido que intervenir para detener peleas, había lidiado con ladrones y asesinos, le habían chantajeado cinco veces e incluso había sobrevivido a dos puñaladas por la espalda.... ¡Pero jamás en toda su vida había tenido que tratar con una pandilla de locos de remate!
Porque realmente tenían que ser unos locos: una chica de pelo rosa e instintos de asesino psicópata, el muchacho sufrido de pelo turquesa que la había sostenido, otro chaval igualmente sufrido que intentaba calmar a la chica sin demasiado éxito ya que cuando se acercaba se llevaba una patada, la otra chica de pelo índigo que parecía un corderito pero que acababa de demostrar que era capaz de repartir sus buenos mamporros también y otras tres muchachitas que acababan de llegar y que vestían y actuaban del mismo modo que la anterior (hasta el punto en que se disculpaban con ella, y eso que no habían hecho nada....) Los únicos que parecían mínimamente normales eran una mujer joven que vestía elegantemente y que se ocultaba bajo una capa con capucha de color burdeos y un hombre embozado y encapuchado de ropas color beige....
.... ¡Y éste último tampoco, porque cuando se acercó a la barra para hablar con él, el tabernero descubrió para su sorpresa que tenía la piel verde!
- Disculpe - dijo el embozado - nos han dicho que aquí se hospeda un
tal Phil....
- Está allí, en su mesa de siempre. - respondió el tabernero señalando
una mesa que había al fondo en una esquina oscura, en donde pudieron
percibir una figura que cogía una pinta de cerveza - Pero llega un
poco pronto, los discursos de justicia no empiezan hasta las seis y
media....
- Sólo venimos a hablar con él. - aclaró Amelia -.
- Pues me temo que no sacarán mucho en claro. - les advirtió el
tabernero - Cuando está en su "hora melancólica" no suele hablar con
nadie...
- ¿Su "hora melancólica"?
- Sí, le sucede a menudo, justo después de contar sus batallitas de
mediodía.... Pide una cerveza, se sienta en la mesa más alejada de la
taberna y se queda ahí, sin hacer nada, tan taciturno... Es como si
algo no le dejara vivir, como si algo le preocupara, nadie lo sabe a
ciencia cierta....
Mina y los demás dirigieron de nuevo la vista a la mesa donde se sentaba Phil y le observaron con más detalle; era tal y como había descrito Zelgadis, robusto, de pelo oscuro y mostacho poblado. Aunque aquel tipo tan corpulento, oculto entre las sombras de la esquina de la taberna y llevándose a los labios de vez en cuando la pinta de cerveza, resultaba bastante inquietante y hasta cierto punto aterrador. Más que un príncipe o un mozo de cuadra, pensó Mina mientras un escalofrío le recorría la espalda, parecía un jefe de la mafia....
- No sé a vosotros - susurró Mina a sus compañeros - pero a mí este
tío me pone la piel de gallina....
- Sí.... - afirmó Val - Tal vez deberíamos ser prudentes, nunca se
sabe lo que... ¡Pero...! ¿¿Señorita Amelia, adónde va??
Y es que Amelia, sin hacer caso de lo que comentaban los muchachos, se había acercado sin dudarlo a la mesa de Phil, con paso lento pero firme.
- ¡Mamá! ¿Qué haces? - exclamó Andracis haciendo ademán de seguirla -
¡Espera....!
- Déjala, Andracis. - le ordenó Zelgadis parándolo en seco - Y lo
mismo os digo a los demás. Hay que esperar y ver cómo evoluciona la
cosa...
Mientras tanto, Amelia ya había llegado junto a la mesa y esperó pacientemente a que Phil dejara la pinta de nuevo en la mesa. En ningún momento se había quitado la capucha.
- ¿Puedo sentarme con usted, caballero? - preguntó educadamente -.
Phil tardó un rato en responder. Se quedó muy quieto y, aunque sus ojos estaban ocultos en la penumbra, Amelia tubo la sensación de que la escudriñaba con la mirada.
- Claro. - dijo finalmente - Esto es un país libre, después de
todo....
Amelia se sentó en la banca que había justo enfrente de la de Phil y se quedó mirándolo un largo rato, con las manos apoyadas sobre sus rodillas. Realmente aquella parecía la voz de su padre, aunque ahora era un poco más grave.
A pesar de todo, quiso asegurarse.
- Dicen que usted cuenta historias muy entretenidas.... - mencionó
Amelia como de forma casual -.
El príncipe sonrió con pesar.
- ¿Eso te han dicho, eh? - preguntó antes de apurar su cuerno de
cerveza para luego continuar: - Por lo general dicen que cuento
discursos, batallitas, chifladuras.... "historias" es el calificativo
más suave que le han dado hasta ahora, a mi parecer.... - hizo una
pausa, durante la cual su mirada se nubló aún más de tristeza y
melancolía - Creen que no me doy cuenta, pero sé que por ahí se me
llama "Phil el loco... aunque... - añadió apoyando su barbilla en su
puño y mirando con aparente interés una porción de la pared - ...llevo
tanto tiempo aislado del mundo, tanto tiempo recordando el pasado y
lamentándome de mi mala suerte, que empiezo a pensar que ya estoy más
loco que cuerdo...
- ¡No es cierto! - saltó Amelia, llamando la atención de Phil y de
varios clientes de las mesas colindantes - ¡Usted no está loco,
príncipe Philionel! ¡Es más - añadió levantándose de la mesa y
quitándose finalmente la capucha, descubriendo su rostro - usted es el
mejor gobernante que Sailon ha tenido y tendrá jamás!
Llegados a este punto, al príncipe Phil se le pusieron los ojos como platos. Habían pasado los años y sus facciones eran mucho menos aniñadas que antes, aparte que su pelo había crecido unos centímetros dándole un aspecto un tanto desaliñado.... pero sus ojos, aquellos ojos azules como dos lapislázulis, aquellos ojos de los que en su día se enamoró cuando conoció a su difunta esposa, eran totalmente inconfundibles.
- Amelia.... - murmuró sin poder creérselo todavía -.
- Hola, papá. - saludó finalmente ella -.
- ¡Amelia...! - unas lágrimas empezaban a aflorar en los ojos del
príncipe -.
- ¡Papá...! - Amelia también tenía los ojos llorosos de la emoción -.
- ¡¡¡AMELIAAAAA!!! - exclamó Phil finalmente, abrazando a su hija
mientras un par de torrentes desbordados salían de sus ojos -.
- ¡¡¡PAAAAPIIIIII!!! - exclamó a su vez Amelia, en el mismo estado que
su padre y correspondiendo al abrazo -.
- ¡¡¡ABUELIIIITOOOOOO!!! - se les unió de improviso Andracis,
igualmente emocionado y abrazando al tiempo a su madre y a su abuelo
-.
Mina y Val no pudieron evitar poner cara de circunstancias mientras sudaban de vergüenza ajena. Ya era de por sí ridículo el ver a dos príncipes reales llorar como los protagonistas de una telenovela, encima la intervención de Andracis en aquella reunión de plañideras había ridiculizado tanto la escena que hasta se hacía empalagosa y no apta para gente con problemas de diabetes.
- ¡Ooooooh, es como en las novelas! - exclamó Índiga. La dragona, al
contrario que sus amigos, no sólo no parecía para nada asqueada, sino
que encima estaba emocionada hasta la médula (igual que sus compañeras
sacerdotisas) - ¿No os parece maravilloso, ver cómo las familias se
reúnen de esta forma?
- Noooo.... Demasiado.... bonito... creo que voy a vomitar... - gimió
una voz a sus espaldas, que al girarse todos vieron que provenía de
Xellos, quien no pudiendo soportar semejante escena, se había caído
del plano astral donde estaba refugiado y había reaparecido en la
taberna encogido y con la cara totalmente azul -.
Tras unos minutos de derramar lágrimas por un tubo, padre e hija se miraron a los ojos con ternura.
- Has crecido mucho, Amelia. - comentó emocionado - Estás hecha toda
una mujer...
- ¡Gracias, papi! - agradeció ella con una sonrisa de oreja a oreja -.
- Por cierto, este chico.... - comentó el príncipe, reparando
finalmente en Andracis, quien seguía cogido a su pierna y llorando a
lágrima viva (se ve que tiene percepción de efecto retardado, je, je)
-.
- Ah, es mi hijo, Andracis. - le presentó su madre - Ya sé que está
mal que yo lo diga pero... ¿verdad que es muy guapo?
- Mamáaaa.... - medio protestó Andracis, poniéndose ligeramente
colorado-.
- ¡Ya lo creo! - afirmó Phil dándole una palmada en la espalda que
casi tira al zagal al suelo - ¡Y también tiene aspecto de ser un gran
defensor de la justicia!
- ¡Eso siempre! - afirmó Andracis con orgullo, tras lo cual, los tres
miembros reales de Sailon se pusieron a reír con una risa tan
escandalosa y demencial, que provocó diversos efectos sobre los
espectadores: todos los clientes de la taberna sin excepción sudaron
la gota gorda, a Mina se le puso la cara azul y estuvo a punto de
caerse al tiempo que murmuraba "No puede ser...", Val puso aún más
cara de circunstancias, Índiga más cara de emocionada y Xellos se puso
más azul y murmuraba cosas incoherentes entre las que se atisbaba a
oír algo así como: "Sobredosis... de sentimiento... justiciero...
aaaaargh..." -.
- Por cierto ¿y el padre? - preguntó Phil al cabo de un rato -.
- Aquí. - dijo Zelgadis adelantándose y quitándose el embozo y la
capucha, ignorando los comentarios referentes a su aspecto que
empezaban a aflorar entre el público presente -.
- Hum.... así que fuiste tú, Señor Zelgadis.... - murmuró el príncipe
mirando a la quimera con ojos serios -.
- Sí. - afirmó éste sosteniendo la mirada a su interlocutor -.
Durante unos minutos se hizo un silencio absoluto en la taberna. Los clientes, deseosos de conocer el desenlace de aquello, se reclinaron sobre sus asientos y agudizaron el oído y la mirada. La tensión ambiental podría cortarse con un cuchillo.
- ¡PUES ESTUPENDO! - exclamó Phil con su gran vozarrón, dándole tal
palmada en la espalda que, no se sabe si por la fuerza del golpe o
porque le pilló desprevenido, el pobre Zel fue a dar con todos los
morros en el parqué de la taberna - ¡Me alegro que fueses tú y no un
mequetrefe cualquiera! Aunque..... - le dijo en tono de advertencia -
no creas que por eso te voy a perdonar que te llevases a mi hija...
- ¡Papá! - protestó Amelia -.
- ¡ERA BROMA! - volvió a exclamar el príncipe, dándole una nueva
palmada a Zel (quien empezaba a duras penas a levantarse) y mandándolo
de vuelta a hacer una visita al Sr. parqué - ¡Yo no soy rencoroso, lo
pasado, pasado está! ¡¡¡WUAAAJAJAJAJAJAJAJAAAAA!!!
La pobre quimera estaba tan apaleada que ya no pudo volver a levantarse y simplemente sudó de vergüenza. Así que Mina aprovechó aquel momento para presentarse formalmente.
- Em.... Un gusto conocerle, alteza...
- Tranquila, no hacen falta tantas formalidades. - le dijo el príncipe
Philionel sonriendo de oreja a oreja y tendiéndole una mano - ¡A mí
puedes llamarme simplemente "Phil"!
- Aaaaah... je, je, pues gracias... - dijo la hechicera estrechándole
la mano al tiempo que pensaba: 'Menos mal, nunca me habría
acostumbrado a llamarle "príncipe".' - Yo soy - añadió poniendo su
pose de chulería - la todopoderosa y fantástica hechicera Mina
Gabriev, hija de... - de pronto se vio interrumpida por un carraspeo a
sus espaldas - Oh, es verdad... Éstos son mis compañeros: Valteria -
dijo señalando al dragón antiguo, quien hizo un leve gesto de saludo -
e Índiga. - la dragoncita al ser nombrada puso una de sus mejores
sonrisas y se inclinó respetuosamente. Finalmente la hechicera añadió,
señalando a Xellos: - y éste de aquí es....
- ¡Espera! Yo te conozco de algo... - recordó Phil acercándose a
Xellos para inspeccionarle mejor - ¡Pues claro! - cayó en la cuenta -
Tú eres ese muchacho que me salvó, en aquella ocasión en que Kanzell y
Mazenda tomaron el reino***....
- ¡Vaya, veo que tenéis buena memoria, príncipe Philionel! - dijo
Xellos - En efecto, yo soy Xellos, el sacerdote misterioso.
- ¡Gusto en volverte a ver muchacho! - le saludó Phil, estrechándole
efusivamente la mano - ¡Bueno, Amelia - dijo cambiando de tema - me
alegro de que por fin hayas decidido visitar a tu viejo padre!
Ante aquel comentario, todos se miraron los unos a los otros con algo de culpabilidad y guardaron silencio, detalle que no pasó desapercibido para el alegre príncipe de Sailon.
- ¿Mm? ¿Qué ocurre, a qué vienen esas caras? - interrogó -.
- Em... Papá... - empezó Amelia - en realidad venimos por otro motivo,
más allá de la simple visita.
- Es sobre Sailon... - intervino a su vez Zelgadis -.
- ¿¿Sailon?? - el interés de Philionel se disparó - ¿Habéis estado
allí? ¿Cómo está la ciudad? ¿Qué noticias tenéis?
- Sí, estuvimos allí, pero... Señor Phil - dijo Val señalando a
Crystal, Yumei y Selena - Traemos malas noticias que usted debe
escuchar de boca de estas tres señoritas....
* * *
- ¡¿QUÉ MI CIUDAD A SIDO CONQUISTADA POR LOS DEMONIOS?! ¡¿DE SHERRA
GARRUSHERRA?! ¡¡¿¿QUÉ HA INSTALADO ALLÍ A SUS TROPAS??!! ¡¡¡ESTO ES
ALGO INADMISIBLE!!! - exclamó Phil aporreando furioso la mesa-.
- Papá, cálmate, por favor.... - intentó apaciguarlo su hija -.
- ¡¡¡NO PUEDO ESTAR TRANQUILO SABIENDO QUE LAS FUERZAS DEL MAL SE HAN
APODERADO DE LA CAPITAL DE LA MAGIA BLANCA, SAILON, MI QUERIDA
CIUDAD!!! ¡¡¡¡¡NO PIENSO PERDONAR A ESA SHERRAAAA!!!!!
Y al gritar esto último, golpeó la mesa con tanta fuerza que la partió en dos, ante las atónitas y asustadas miradas de Mina y sus camaradas. El único que parecía mantener la compostura era Zelgadis, que sorbía despacio de su taza de café, que había conseguido salvar segundos antes de que la mesa recibiera el "golpe justiciero" de Phil.
- Bien, ya sabes cuál es la situación. - habló la quimera - ¿Qué
piensas hacer ahora, Philionel?
- Soy un pacifista por naturaleza.... - empezó Phil con el puño
tembloroso frente a sí - ....pero mi corazón justiciero no puede
tolerar una acción semejante.... ¡Y por encima de todo, yo defiendo la
justicia! ¡Está decidido!- añadió levantándose - ¡Voy a ir a liberar
Sailon!
- ¿¿¿¿¿QUÉEEEEE????? - exclamaron todos con cara de alucine -.
- ¡Lo que habéis oído! - repitió el príncipe - ¡Pienso ir hasta Sailon
y liberarla de las garras de esa Sherra! ¡¡Y haré que pruebe el puño
de la justicia!! - al decir esto incrustó su puño cerrado en la pared
abriendo un gran boquete en la misma -.
- ¡Pero eso es una locura, Phil! - dijo Mina - ¡Para empezar no podéis
ir solo, es peligroso! ¡Y en segundo lugar, Sherra tiene cientos de
demonios en sus filas! ¡Necesitaríais a un ejército muy numeroso para
contrarrestarles!
- ¿Un ejército, eh? - dijo Phil con mirada y sonrisa picaronas en el
rostro - ¡Bien, muchachos, mostraos!
De inmediato, muchos de los clientes del bar, que hasta entonces habían permanecido en silencio, se levantaron descubriendo sus rostros, bajándose las capuchas y apartándose las capas para mostrar diversos uniformes y armaduras cuyo denominador común era que todos llevaban el símbolo de Sailon. Dichas personas se congregaron en tropel alrededor de la mesa donde estaban Phil y los demás, sorprendiendo no sólo a Mina, sino también al tabernero, quién jamás pensó que pudiera haber tantos seguidores de Phil en su taberna.
- ¿¿Eeeeeh?? ¡¡Ay, madre, que estamos rodeados!! - chilló Mina mirando
a su alrededor con ojos de sapo - ¡¿quién es toda esta gente?!
- Son mi guardia personal. - aclaró el príncipe Phil con orgullo -
Miembros de la Caballería Real y de la Casta Sacerdotal de Sailon que
al igual que yo consiguieron escapar del asedio de Sailon hace 15
años.... Pero no te dejes engañar por tus ojos, Mina. - añadió -
Aunque aquí no haya más de 50 hombres... - uno de sus sacerdotes se le
acercó y susurró algo así como: "52, Su Alteza..." - ¡Eso, 52
personas! Pero en realidad suman un total de 123 efectivos, repartidos
por toda la plaza mayor. Sí, lo sé, un tanto exagerado, ya le dije al
emperador de Elmekia que me bastaba yo solo, pero él insistió en que
yo debía estar siempre protegido.... ¡Bueno! - concluyó mirando a la
hechicera con una sonrisa - ¿Qué, te parece un buen comienzo?
- Ejem... Aún así - dijo Mina recuperándose del shock anterior - no
creo que sea suficiente. Habría que conseguir un ejército mayor,
para....
- ¡Tienes razón, Mina! - le interrumpió el príncipe con su gran
vozarrón - ¡Con la emoción había olvidado lo más obvio, que estamos en
desventaja numérica! ¡Tenemos que hacer una llamada a las armas,
reclutar a hechiceros y guerreros mercenarios que estén dispuestos a
unirse a nuestra cruzada justiciera! Y llamaré a mi ejército.... -
Phil se puso a meditar por unos instantes hasta que exclamó: - ¡¡El
Ejército de Liberación de Sailon!! - y mientras todos se caían para
atrás ante la evidente falta de imaginación del príncipe, éste
preguntó a un hombre bajito, con gafas y medio calvo que se había
puesto a su lado: - ¿Lo tienes, escribano?
- ¡Por supuesto, su Alteza! - afirmó el escribano levantando
ligeramente la vista del pergamino en el que escribía -.
- ¡Yo te ayudaré, Papá! - exclamó Amelia enseguida -.
- Amelia....
- ¡Venga, Zel, anímate, será como en los viejos tiempos, tú y yo
luchando codo con codo por la justicia! - le animó su mujer -.
- Bof.... Está bien, supongo que también tendré que unirme, aunque sea
sólo para asegurarme que no te pase nada.... - accedió finalmente la
quimera -.
- ¡Yo también quiero ayudar, abuelo! - se ofreció Andracis a
continuación -.
- En fin, también yo me uniré. - dijo Valteria - Porque supongo que tu
también te apuntarás ¿no? - añadió mirando de soslayo y con una media
sonrisa a su hermana -.
- ¡Pues claro! - exclamó ella -.
- ¡Nosotras también vendremos con usted, señorita Índiga! - añadieron
las tres doncellas dragón -.
- ¡No esperaba menos de vosotros, muchachos! - les agradeció Phil - ¿Y
tú, Mina, qué dices?
- Bueno, yo también me uniría a vosotros, pero... - vaciló la
hechicera frotándose los hombros con algo de tristeza en el rostro -.
Andracis supo enseguida lo que le pasaba.
- Esto... Abuelo - dijo pasando una mano por los hombros de Mina y
acercándola a sí para reconfortarla - Mina combate muy bien con la
espada, pero.... desgraciadamente durante un enfrentamiento, su espada
y su armadura fueron destruidas. ¿No podrías hacer que le dieran una
espada y que le hicieran una armadura nueva?
- ¡Si eso es lo único que hace falta para que se una, está hecho! -
accedió el príncipe - ¡Haré que mis mejores herreros te fabriquen una
como más te guste!
- ¡Ah! ¡Muchísimas gracias, Phil! - dijo Mina contenta, dirigiendo a
continuación una mirada de agradecimiento a Andracis, quien en
respuesta le guiñó el ojo sonriendo -.
- Hum.... Pero hay otro problema.... - meditó Phil captando de nuevo
la atención de todos - Necesitaremos a un general que dirija el
ejército, porque todos los míos murieron defendiendo Sailon en el
asedio... Yo lo haría, pero prefiero estar con mis hombres, en primera
línea de combate.... - gotazas de sudor por parte del personal -.
- No te preocupes, abuelo, porque conozco al candidato perfecto.... -
dijo Andracis -.
- ¿Ah sí? ¿Y quién es?
- Lo tienes delante. - añadió el chaval depositando su mano sobre el
hombro del aludido - ¡Xellos, tú serás nuestro general!
El demonio escupió violentamente el té que se estaba tomando en ese instante y casi se cae de la silla, mientras todos los demás le miraban con los ojos abiertos inconmensurablemente, especialmente el príncipe Philionel.
- ¿Pero no era un sacerdote? - preguntó éste confundido -.
- Es un poco largo de explicar, Papá.... - trató de disimular Amelia
muy diplomáticamente -.
- Él es el General y Sumo Sacerdote de Zellas Mettalium. - soltó
Zelgadis sorbiendo su café de nuevo y demostrando una vez más que su
sutileza era poca o más bien nula, para horror de su mujer -.
- ¡ZELLAS METTALIUM! - exclamó Phil indignado - ¡¡PERO ENTONCES ES UN
DEMONIO!!
- Bueno, lo era. - aclaró la quimera - Ahora parece que se ha puesto
de nuestra parte....
- ¡Ah, entonces es que se ha rehabilitado! - se tranquilizó Phil y
añadió dándole al demonio una de sus famosas palmadas en la espalda -
¡Bien hecho, muchacho! ¡Nunca es tarde para que uno se arrepienta de
sus pecados! ¡WUAAAJAJAJAJAJAJAJAAAAA!
Debido a la palmada de Philionel, el pobre demonio había acabado hecho trizas en el suelo y trató de incorporase de nuevo apoyándose en la mesa y en su báculo.
- Oye, joven Greywords, aunque ahora esté de vuestro lado.... - dijo
el magullado demonio recuperando la compostura - ¿Qué te hace pensar
que vaya a aceptar tu propuesta?
- Xellos.... - le dijo Andracis solemnemente poniendo ambas manos
sobre los hombros del demonio - Tú eres el único de nosotros que tiene
la experiencia suficiente en esta materia y conoces al dedillo la
estrategia de Sherra.... Sólo tú nos puedes ayudar. Confiamos en ti.
- Yo no. - murmuró Zelgadis tajante, pero sus palabras acabaron en
oídos sordos -.
- ¿Qué dices, Xellos? ¿Aceptas?
Durante unos minutos, Xellos permaneció quieto, meditando profundamente su decisión, con los ojos ocultos tras su espeso flequillo. Finalmente levantó el rostro sonriente y exclamó:
- Está bien. ¡Supongo que será divertido!
- Bueno, sólo hace falta saber si las tropas están de acuerdo.... -
dijo Phil mirando a sus hombres -.
- Hum... Aunque no nos gusta tener que ponernos a las órdenes de un
demonio.... - murmuró el Sumo Sacerdote de Sailon -.
- .... si su alteza está conforme, nosotros también. - concluyó uno de
los caballeros, desenvainando a continuación su espada y alzándola por
encima de su cabeza - ¡Por Sailon!
- ¡POR SAILON! - resonó por toda la taberna, al tiempo que los
miembros de la Caballería real allí presentes imitaban a su compañero
-.
- ¡Muy bien! - rió Phil con orgullo - ¡Pongámonos a trabajar,
entonces! ¡Escribano! - le llamó - Apunta esto que voy a dictar...
Ejem, ejem: "Se convoca a todos los valientes mercenarios de la
región...."
Y mientras el príncipe Philionel daba rienda suelta a su lengua, al tiempo que el escribano lo apuntaba todo meticulosamente en el pergamino, todos los presentes en la taberna, sacerdotes, caballeros, clientes habituales, tabernero, camareras, Mina y compañía inclusive, escuchaban al orador soltar su parrafada, por primera vez interesados y atentos, bebiendo cada palabra que salía por boca de tan ilustre personaje.
* * *
Unos días más tarde....
Una fuerte tormenta caía sobre la ciudad de Zefilia. La tabernera de la Taberna de los 4 Reyes-dragón, Luna Invers, no daba abasto: aquella noche todos los viajeros de la región habían decidido refugiarse de la tormenta en su establecimiento y entre que tenía que cocinar para ellos, servirles las bebidas y fregar el suelo empapado, la buena mujer se había pasado las últimas horas yendo de un lado para otro.
Luna se desplomó en una silla suspirando pesadamente. Ahora que la mayoría de clientes centraban su atención en una reñida partida de póker que se desarrollaba unas mesas más allá, por fin tenía un momento para descansar. y pensar. Estaba preocupada por su sobrina; no había vuelto a saber de ella desde el día en que conoció a aquel joven en la taberna. Todo lo que sabía era que, según su hermana Reena, al día siguiente se había marchado con él de viaje, a ver mundo como lo había hecho ella en su juventud. Y desde entonces, no había recibido noticias de la chica... Era muy extraño....
La puerta de la taberna se abrió súbitamente, al tiempo que un rayo cruzaba amenazador el cielo, iluminando una figura gigantesca envuelta en una larga capa raída que chorreaba litros de agua, inundando el piso.
- ¡Gaudy! - exclamó Luna al reconocer a su cuñado en el recién llegado
- ¡Madre mía, como vienes! ¡Estás empapado!
- Ya, lo sé. - dijo por toda respuesta el espadachín, al tiempo que se
llevaba una mano a la nuca sonriendo - Me pilló la tormenta mientras
volvía....
- Bueno, pues no te quedes ahí. ¡Pasa! - le invitó ella conduciéndolo
a una mesa cerca de la barra - Enseguida te preparo algo, supongo que
estarás hambriento....
- Sí, muchas gracias, Luna. - agradeció el espadachín quitándose la
raída capa que le cubría las hombreras y sentándose -.
Unos minutos después, la tabernera regresó portando varias bandejas con sus mejores especialidades culinarias. Durante ese tiempo, la partida de póker había llegado a su punto más álgido: alguien había sacado un as de corazones de más y los jugadores habían empezado a acusarse los unos a los otros y a tacharse de tramposos.
Luna se sentó en la mesa que ocupaba su cuñado y estuvo durante un rato mirando como éste comía lo que había cocinado para él, mientras ella degustaba una buena copa de vino de la región en silencio. Finalmente, cuando Gaudy ya iba por el cuarto plato, decidió romper el hielo:
- ¿Sabes ya algo de la niña? - preguntó -.
Fue mencionar a Mina y Gaudy dejó de comer en el acto. Dejó sobre la mesa los cubiertos y negó con la cabeza. Su semblante se había vuelto melancólico y triste.
- Todavía no. - dijo el espadachín - Y hace un mes que se fue.... A
estas alturas ya debería haber enviado una carta o algo....
- Tranquilo, cuñado. - le animó ella con aparente serenidad - Ella es
fuerte, sabrá cuidarse sola. Además, estoy convencida que si no os ha
escrito es por razones de fuerza mayor....
- Pero esta incertidumbre de no saber qué ha sido de ella.... - dijo
Gaudy apesadumbrado. Miró un momento hacia la mesa de los jugadores de
póker, que después de la discusión habían llegado a las manos. Todo
cuanto podía oírse en la taberna era el griterío enferbecido de los
espectadores que animaban a uno u otro de los jugadores, mientras
estos se batían a puñetazos. - Es desesperante... - concluyó
finalmente dirigiéndose a su cuñada mientras le daba un trago a su
jarra de cerveza -.
- Te comprendo.... - se solidarizó ella - En el fondo también me
preocupa... Y por cierto, - añadió - ¿Qué opina mi hermana?
- Ella es la que lo lleva peor. - suspiró Gaudy - Hace ver como que no
le importa, pero luego se pasa las horas muertas frente a la
ventana.... Y por las noches se pone a llorar en silencio.... Trato de
consolarla, pero siempre me responde igual: "Estoy, bien, no me pasa
nada, en serio...." Pero en el fondo está angustiada, lo sé....
La conversación fue interrumpida por un grupo de viajeros, borrachos como cubas, que se reían estridentemente haciendo que tanto la dueña de la taberna, como los clientes ahí presentes les miraran con una mezcla de extrañeza y curiosidad (incluso los jugadores de póker había dejado de darse tortas)
- ¡Tabernera! - llamó uno de los recién llegados, que parecía el líder
del grupito - ¡Traiga la mejor botella de whisky que tenga en reserva!
Aunque un tanto reticente, Luna no tuvo más remedio que dejar a Gaudy para atender a sus quehaceres. El rubio espadachín no dijo nada y se limitó a seguir comiendo lo que le había preparado su cuñada de cena, eso sí, sin perder de vista al grupo de borrachines, a los que miraba de reojo de tanto en cuanto.
Al irlos inspeccionando uno por uno, Gaudy se percató de que eran soldados, por las ropas de la guardia oficial zefiliense, que aunque en penoso estado, lucían con orgullo, al igual que sus espadas, bien guardadas en sus vainas. La mayoría rondaba los cuarenta y algo y el más mayor, el líder de la extraña comitiva, debía andar por los cincuenta. Sin duda estaría celebrando su jubilación junto a sus amiguetes, que si bien no se habían retirado aún, poco les debía faltar. A sabiendas de que a menudo esa clase de grupos venían a las tabernas para aprovecharse de los dueños y armar camorra entre trago y trago, decidió agudizar el oído para que, si se diera el caso, acudiera en ayuda de su cuñada Luna.
E hizo muy bien.
- ¡Caballeros! - llamó la atención el líder, haciendo callar a los
demás clientes de la taberna - ¡Escuchen un momento, por favor...! -
cuando ya todos esperaban ansiosos a que hablara y después de beberse
un lingotazo de whisky y subirse tambaleante sobre una de las mesas,
dijo: - ¡Quiero hacerles partícipes de cierto...*hips*... anuncio que
mis camaradas y yo...*hips*... encontramos esta tarde pegado a la
pared de la prefectura...! - dicho esto, desenrolló un extenso
pergamino y se aclaró la garganta - Se trata de una llamada a las
armas, escuchen: "SE CONVOCA A TODOS LOS VALIENTES MERCENARIOS DE LA
REGÍON...*hips* ji, ji, ji... Por la presente, yo, el Príncipe
Philionel El Di Sailon.... - llegados este punto Gaudy agudizó aún más
el oído, mientras unas risas contenidas empezaban a aflorar entre el
público presente - ....convoco a todo valiente guerrero o
hechicero....*hips*... a que se una a nuestra armada justiciera... -
las risas se volvieron más audibles y abundantes a medida que la
lectura del texto avanzaba - ... para liberar nuestra querida ciudad
de Sailon de la extensa mano del mal....*hips*... cuyas zarpas son
comandadas por la general del infame Dynast Garrusherra....*hips*...
toda ayuda es necesaria para que nuestra facción venza y se haga al
fin justicia... *hips* ju, ju, ju.... de modo que ruego
encarecidamente que los que puedan, presten sus habilidades... *hips*
je, je, je... al servicio del bien. ¡Para que nuestro Ejército de
Liberación...*hips*.... pueda triunfar sobre los ejércitos demoniacos
que amenazan a nuestro amado reino!"...*hips* je, je, je, jeeee... y
termina: "POR EL BIEN Y LA JUSTICIA, UNÍOS AL EJÉRCITO DE
LIBERACIÓN.... ¡Firmado: Su alteza real el Príncipe Philionel de
Sailon!"
Terminada toda aquella parafernalia, la taberna estalló en risas, no sólo del soldado jubilado y sus compañeros de borrachera, sino también de la mayoría de clientes que habían escuchado todo desde el principio. Uno de los pocos que no se reía era Gaudy, quien tras oír todo aquello se levantó y le arrancó al soldado borrachín el cartel de las manos, leyéndolo atentamente para asegurarse que todo lo que había oído no era una invención de la mente embebida (en whisky, claro está) del improvisado orador. Y comprobó que, en efecto, todo cuanto éste había dicho estaba escrito palabra por palabra sobre el anuncio...
... Aunque con un pequeño detalle añadido: justo debajo del mensaje publicitario, había un párrafo de no más de tres o cuatro líneas, escrito con una letra diferente a la del resto del cartel que decía: "Se dará recompensa sustanciosa a los mercenarios. Interesados presentarse en la Taberna "El borrachín feliz" (plaza mayor de Elmekia City, sn.) entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde. Imprescindible indicar referencias. Menores de edad y delincuentes fugados, abstenerse."
El mensaje escrito era lo de menos. Lo que a Gaudy le llamó poderosamente la atención fue la letra, una letra que había visto cientos de veces.
Era la letra de su hija.
De Mina.
- ¡Ey, mirad a este tipo! *hips* - le señaló el soldado retirado,
volviendo a captar la atención del personal - Tal parece que está muy
interesado en el tema... ¡Igual se alista y todo!
Nuevas risas afloraron por toda la taberna.
- ¿Y si realmente se tratara de una llamada a las armas? - le rebatió
Gaudy- ¿Y si realmente la general de Garrusherra estuviera en Sailon?
- ¡Por favor, Sailon ya ni siquiera existe! - se mofó el soldado -
¡Seguro que no es más que un loco, que quiere llamar la atención de
alguna forma! *hips*
Pronto el soldado se arrepintió de sus palabras, pues nada más decir esa frase Gaudy, furioso, lo cogió del cuello de la camisa y lo arrinconó contra la pared al tiempo que depositaba la punta de su espada sobre su garganta. Los clientes de la taberna enmudecieron sus risas en el acto.
- ¿Estás diciendo que Philionel de Sailon es un loco? - le preguntó el
espadachín con tono peligroso -.
- Bu-Bueno, yo...
- Philionel es el padre de una de mis mejores amigas. - le advirtió de
nuevo el rubio, clavando su mirada de ojos azules en él - Quienquiera
que se meta con él, se las verá conmigo. Y esto - añadió dirigiendo la
mirada hacia los compañeros de borrachera del exsoldado - también va
por vosotros...
Lo siguiente que hizo fue tirar al líder de la comitiva al suelo con desprecio.
- Desapareced de mi vista. - les ordenó a él y a su grupito, volviendo
a envainar la espada - Se acabó la fiesta.
Por la cuenta que les traía, el grupo de soldados borrachos decidió prudentemente obedecerle, no sin algún que otro gemido de protesta por parte de alguno de ellos. El resto de los clientes, todavía con el susto en el cuerpo por la escena que acababan de contemplar, volvieron a sus quehaceres intentando evitar cualquier contacto visual con Gaudy.
Y en ese momento, Luna, que lo había presenciado todo, corrió hacia él desde la barra.
- ¡Por amor de Ceipheid, Gaudy, contrólate, que me vas a espantar a
los clientes! - le riñó ella - ¡¿Se puede saber qué mosca te ha
picado?!
- Mira esto, Luna. - le dijo el espadachín desplegando ante ella el
cartel que aún tenía en sus manos - Fíjate en el último párrafo, el
que está al final, en pequeñito...
Luna miró el susodicho párrafo, lo leyó.... y asombrada, como si no acabase de creérselo, se lo releyó varias veces. Aunque no se veían por estar ocultos bajo su espeso flequillo, estaba claro que al caballero de Ceipheid se le habían quedado los ojos como platos.
- ¡Gaudy!... Santo cielo... - exclamó - ¿pero esta no es...? Es la
letra de la niña, ¿verdad?
- Sí, lo es. - confirmó Gaudy, agarrando a continuación su capa y
poniéndosela sobre los hombros mientras corría hacia la salida -
¡tengo que irme!
- Pero... ¿adónde? - le interrogó ella mientras veía cómo salía a la
calle. Al ver que no la hacía caso, intentó alcanzarle, pero cuando
salió afuera, donde seguía lloviendo a cántaros, vio que ya estaba muy
calle abajo - ¡¡Gaudy!! ¿Adónde vas, con la que está cayendo?
- ¡A casa! - le contestó Gaudy a lo lejos - ¡Tengo que enseñarle esto
a Reena!
Después de decir aquello, desapareció, corriendo calle abajo en mitad de la noche, bajo la amenazante tormenta, mientras Luna, agotada, se apoyaba sobre la pared y dirigía la mirada al cielo. Se apartó el flequillo mojado de agua de lluvia, mostrando unos cansados ojos rojo fuego.
- ¿En qué líos te has metido ahora, Mina?
Continuará.... en el Capítulo 9.
~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~?~? ~?~?~?~?~?~?~? Notas de la autora: XDDDDD ¡Mina y sus amigos embarcados en una cruzada justiciera! ¿Saldrán bien parados de ella? ¿Quiénes serán, a partir de ahora, sus nuevos compañeros de aventuras? ¡Todo eso y más en el siguiente capítulo!
Como siempre muchas gracias a mis reviewers por su constante apoyo: ZLaS MTALIUm (¡Pues ya ves! La llamada de la aventura es más fuerte que los lazos de sangre XDDDDD Además, que la cosa aún no se ha acabado, ni mucho menos ;P Ya lo verás en el siguiente capi...) Y Maryhttha (¡Ya ves! Mi Mina/Val suporter nº 1 XDDDD Aunque... La cosa no se decidirá hasta la siguiente parte de la saga.. a ver si me decido a hacerla ^^U)
Y por si tenéis dudas, ya sabéis, e-mail a esta dire: almudenmumu@yahoo.es
* ¡¡Ja, ja, ja, ja!! ¡Sí, es verdad, lo siento, no pude evitarlo! Ésta es la frase famosa (y la expresión que pone cuando la dice) de Yoh Asakura, protagonista de Shaman King. Para aquellos que no conozcan el anime, les recomiendo que se bajen un par de capítulos de internet, les gustará. ^_^
** El plato que preparó Xellos en el capítulo 15 de NEXT.
*** Para más información al respecto, ver capítulos del 8 al 13 de NEXT.
