CAPÍTULO I. Chrysaetos Aquila
Antes de nada: los personajes, y los lugares son originales de J.K.Rowling. Excepto algunos.
En el valle del Sil, que se encontraba alejado de toda civilización, se hallaba una única y misteriosa casa. Ese valle estaba totalmente rodeado de altas montañas, y densos bosques. La casa de dos plantas, aparentemente vacía, estaba decorada con pocos matices y colores muy apagados. Parecía dar a entender que nadie joven podría vivir allí, en lugar tan monótono. Tenía un gran jardín, donde se podían ver diversos utensilios de jardinería y juguetes de niños pequeños.
Todos los habitantes de esa casa, la familia Aquila, se encontraban profundamente dormidos, excepto el padre, Serge, que estaba terminando su informe sobre los mortífagos más conocidos. Sí, mortífagos, los seguidores de Lord Voldemort.
De repente, saliendo de la nada, una curiosa marca con forma de calavera y una serpiente saliéndole de la boca, apareció sobre la casa. Alrededor de ella aparecieron distintas personas encapuchadas y enmascaradas. Al frente de ellos había un hombre adulto. Su cara era blanca como el papel, y sus ojos rojos eran como los de las serpientes. Su nariz, si se podía llamar así, eran dos rajas. Tenía el aspecto de un mago tenebroso, pues eso eran las personas que se encontraban allí. Ese hombre, era Lord Voldemort, el mago más temido de todos los tiempos.
Rápidamente todos sus subordinados entraron en la casa. Se oyeron gritos de terror provenientes de niños y una mujer. Una luz verde salió de la varita de uno de los mortífagos matando al hombre de la casa, y provocando que su esposa se desmayara. Lord Voldemort mandó matar a todos los componentes de esa familia.
Cada uno de los mortífagos se dirigió hacia las habitaciones de la familia Aquila, matando cada uno a un mago. Mataron a los padres de Serge, a su esposa, a sus hermanos y a los hijos del matrimonio Aquila. Un mortífago se dirigió a una habitación de un bebe de unos 9 meses. Entró con la varita en alto, y cuando estaba a punto de lanzar la maldición asesina, se sorprendió al ver al bebe, indefenso, durmiendo tranquilamente. El mortífago no fue capaz de matarlo, y lanzó la maldición contra la pared. Al bebe la petrificó, por si las moscas, no fuera a ser que los mortífagos fueran a revisar las habitaciones. Aquella fue la última vez que aquel mortífago volvería a realizar algo, por mucho que quisiera ayudar a Dumbledore.
-Mis queridos mortífagos... –sonrió perversamente Lord Voldemort-. Habéis demostrado una gran lealtad hacia mí, y os lo compensaré. Tengo la agradable noticia de deciros que mi fiel vasallo, Colagusano, tiene el paradero de los Potter. La próxima semana acabaré con ellos –se rió con una sonrisa fría, sin matices-. Por lo tanto os doy ya lo que deberéis hacer: Bella, Lestrange, Crouch, iréis al Callejón Diagon, a destruir Ollivander; Malfoy, Crabbe, Goyle y Snape, os dirigiréis a la mansión de los Black. Colagusano se quedará en mi guarida. Esto lo haremos la semana próxima, el día que yo acabe con los Potter.
Pero a una distancia prudencial, se hallaba una joven de unos quince años, oyendo y memorizando los nombres de los integrantes de esa comitiva. Llevaba puesta una capa con capucha, que le cubría el rostro. Había observado toda la escena, y estaba dispuesta a acabar con todos ellos uno a uno. Ella era Chrysaetos Aquila, el bebe al cual no mataron esa misma noche. Sabía que no debía ser vista, o todos sus planes se verían alterados. Debía vengar a su familia, aunque fuese lo último que hiciera en la vida.
Durante toda la semana los observó a los mortífagos, conociendo sus hábitos, sus debilidades. Lo que nadie esperaba, era que el día en que los Potter murieron, también lo hizo Lord Voldemort. Había intentado matar a Harry Potter, y la maldición había rebotado contra él, destruyendo la casa, y dejando al famoso niño-que-sobrevivió. Todos los planes del resto de los mortífagos se fueron por el retrete pues tuvieron que huir para no ser mandados a Azkaban.
Ella tuvo que regresar al futuro. Ahora de nuevo tenía su oportunidad, podría vengarse. Él había regresado. Lord Voldemort había vuelto. Podría matarlos... esa era su meta.
Al terminar el quinto curso escolar de Harry Potter, todos los mortífagos y dementores, se habían unido a Lord Voldemort. Entre esos mortífagos se encontraban el matrimonio Lestrange, Malfoy, Crabbe y Goyle. El pánico se había extendido por toda la comunidad mágica. Durante todo un año, los magos ignoraron el regreso de Lord Voldemort. Nadie creía a Harry Potter o Albus Dumbledore. Pero ahora, sí.
Chrysaetos llevaba ya un año diseñando su plan contra los mortífagos. Su mejor manera de matarlos a todos, era con la ayuda de la famosa Orden del Fénix. Pero para eso debía mostrarse. Nadie sabía de su existencia. Durante nueve años, había vivido en un orfanato, hasta que descubrió lo que en realidad era. Una maga. Una maga muy poderosa. Cuando se enteró de la verdad, se hizo pasar por muerta, y consiguió escapar de ese lugar. Tendría que dejar de fingirse muerta, algo que no le agradaba mucho, porque Snape la reconocería, y así no podría matarlo a él también.
Durante los años siguientes se había especializado en Artes Oscuros, Pociones, Transformaciones y Encantamientos. No había ningún estudiante de su edad que pudiera superarla en un duelo.
Tenía muchas cualidades mágicas. Con tan solo 15 años sabía aparecerse; tenía la capacidad de convertirse en águila; practicaba la oclumancia y legeremancia; dominaba las artes marciales, y varios idiomas. También tenía algunas físicas: era alta, con el pelo de color castaño, de unos intensos ojos negros, y una figura que dejaba boquiabierto a más de medio pueblo. Ella sabía muy bien como manejar a los hombres a su antojo, sin rebajarse.
Estaba en un callejón muggle, que directamente iba a dar a la calle de Privet Drive. Sabía que no debía encontrarse allí, pues muchos magos velaban por la seguridad de Harry Potter. Decidió quitarse la capa, y quedarse solamente con la ropa muggle.
Ella tenía su objetivo fijado: debía vengar a su familia aunque fuera lo último que hiciera. No iba a perdonarlos por haberla dejado sola en ese mundo. Los mataría uno a uno, hasta acabar con ellos. El primero que tenía en mente era a Severus Snape. Actualmente era profesor de pociones en Hogwarts, y contaba con el apoyo de Dumbledore. Eso no la intimidaba. Sabía muy bien como hacerlo. Después tocaría al matrimonio Lestrange: primero Bella y después su esposo, Rodholpo. Lo iba a tener difícil, dado que era la "favorita" de Voldemort, pero debía hacerlo. Por último dejaría a Malfoy, que era quien había matado a sus padres
Chrysaetos vivía a las afuera de Privet Drive. Había comprado una casa con jardín, con el dinero que tenía en su poder. Era muy rica, y poseía grandes cantidades de dinero muggle y mágico. Nadie sabía que vivía allí, pero distintos magos había pasado por allí para averiguar si debían preocuparse por la presencia de ella. Bien debían de saber que sí.
Su casa era pequeña, pero contaba con un jardín trasero. Era de una planta, y estaba decorada con motivos muy juveniles, como lo era ella.
Solía pasarse todas las tardes estudiando nuevos hechizos y pociones, y buscando información sobre los mortífagos que debía matar. No le era muy complicado, gracias a que muchas ocasiones había entrado en el Ministerio de Magia, y se había apoderado de diversos archivos y documentos sobre ellos. Ella misma aún no se creía como los aurores no se habían enterado, y la suerte de que nadie la hubiera descubierto. Muchas mañanas, muy temprano, se acercaba al Callejón Diagon, en busca de nuevos libros que la pudieran ayudar.
Siempre procuraba ir al amanecer, cuando había menos gente. Siempre iba cubierta con una capa negra, y ocultaba el rostro. Varias veces la gente se alejaba de ella, pensaban que era una mortífaga. Ya tenía una gran colección. Los llevaba acumulando desde hacia seis años. Pronto cumpliría los 16 años, dentro de tres meses.
El último libro que leyó fue "Historia de Hogwarts", con el que pudo enterarse de mucha cosas acerca del colegio, que le servirían para su venganza. Tenía pensado ir en el expreso de Hogwarts, y ocultarse en el Bosque Prohibido, desde donde ultimaría los últimos detalles.
Llevaba cierto tiempo buscando un libro sobre Defensa Contra las Artes Oscuras, que contuviera con varios hechizos, que pudieran ayudar a cualquier mago en apuros.
Como se sentía un poco aburrida, decidió salir hacía Londres. Se apareció en un callejón oscuro, por el cual nunca había pasado. De repente un ruido le hizo darse la vuelta. Había aparecido en el peor lugar que se podía imaginar. Estaba rodeada de jóvenes, los cuales no parecían en sus cabales.
La rodearon, como una jauría que rodea a su presa. "Bien –pensó- un poco de ejercicio no me vendrá mal". Los muchachos la observaban como a un tesoro. Se lo estaban pensando. No sabrían exactamente que hacer con ella. De pronto, uno de ellos, parecía ser la cabecilla de la banda, habló:
-Vaya, vaya, vaya. Mira lo que ha aparecido por aquí. –Los demás le rieron la gracia-. Bueno, no es normal encontrar bellezas como tú, por estos sitios. Supongo que algo se podrá hacer contigo.
Chrysaetos lo miró con arrogancia, incitándolo con la mirada a que se acercase. No le extraño que le dijeran "belleza", pues llevaba un pantalón negro ajustado, y una camisa de tiras muy ajustado también, y unos tenis. El pelo lo llevaba suelto, y le ondeaba con la suave brisa que había.
Los observó a todos, y se fijó en un chiquillo, que no tendría mas de 11 años. Los demás parecían tener 20 o mas años. Estaba nerviosos, excitados.
El jefe se acercó a ella, pero en cuanto lo hizo retrocedió un paso ante le mirada de Chrysaetos, pero enseguida volvió a la carga. En cuanto le puso una mano encima del hombro, ella se la quitó, y le largo un puñetazo dejándolo inconsciente. Los demás huyeron en el acto, atemorizados por correr la misma suerte que el. El chiquillo se acercó a ella, y en un susurro le dijo "Gracias".
Chrysaetos lo llamó.
-¿Cómo te llamas?
-Cristian –respondió tímidamente-. Cristian Cambell.
-Encantada, Cristian –le sonrió-. Yo soy Crhysaetos Aquila.
Al ver que el chico no decía nada, decidió preguntarle algo:
-¿Dónde están tus padres?
-Muertos –respondió sin mirarla.
-¿Y no tienes un lugar donde vivir?
-Vivía en un orfanato, pero me escapé, y ellos me encontraron, y me trajeron aquí.
-¿Cuántos años tienes?
-11
-Y no eres un poco pequeño para andar tú solo por estás calles –le preguntó con una sonrisa. Le recordaba tanto a ella.
-Pero, es que no tengo donde ir.
-Bueno, ¿tienes hambre? –le preguntó.
-Sí –respondió Cristian un poco avergonzado.
-Te invitó a cenar algo, y después te vienes conmigo a mi casa. Hasta que te encontremos un hogar decente donde quedarte. ¿Qué te parece?
Cristian sonrió, y asintió con la cabeza.
Después de cenar, tuvieron que ir en metro, hasta una estación lo suficientemente cerca de Privet Drive. Durante el viaje, Cristian se quedó dormido, y Chrysaetos aprovechó la oportunidad para aparecerse en su casa.
Por arte de magia, hizo aparecer una habitación mas en la casa. Dejó sobre la cama a Cristian, y se fue a hechizar el resto de la casa, para que él no pudiera ver nada mágico. Pero ella no necesitaba utilizar una varita mágica para hacer los hechizos. Los podía hacer directamente con las manos.
Luego fue a la habitación de Cristian, y lo observó. Era un chiquillo de pelo marrón, con los ojos claros y una cara muy bonita. No sabía exactamente lo que sentía en el chico, pero era algo relacionada con la magia. Por eso lo había llevado a su casa. Como aún no era demasiado tarde, decidió salir a dar un paseo, pero antes de salir del jardín, pudo ver a un grupo de chicos intentando entrar en su casa. Los reconoció al instante. Era la pandilla de Dudley Dursley. Sin pensarlo dos veces, se les enfrentó.
-¿Qué creéis que hacéis en mi casa?
Dudley y el resto de los chicos palidecieron en el acto. No la había visto llegar, y pensaban que estaba fuera. Sin pensárselo dos veces escaparon a correr. Ella tampoco se lo pensó dos veces y agarró fuertemente a Dudley por el brazo. El chico intentó zafarse de ella pero no pudo. Estaba asustado, y Chrysaetos lo pudo sentir.
Rápidamente se lo llevo de su casa, y se dirigió al nº 4 de Privet Drive. A esas horas todos los vecinos se encontraban en su casa. Sin tan siquiera dirigirle la mirada a Dudley, timbró en la puerta de los Dursley.
-Petunia, querida, abre la puerta –se escuchó la voz del señor Dursley.
La puerta de la casa se abrió, y en el umbral apareció una señora alta, delgada, con un cuello alto y cara de caballo, que palideció al ver a su hijo agarrado de esa forma por una chica.
-Buenas noches, señora Dursley –dijo Chrysaetos.
Petunia la invitó a pasar, con una sonrisa de oreja a oreja, pensando que esa chica era la novia de Dudley.
-Por favor, pasa al salón, ahora vuelvo con mi marido.
-Muchas gracias, señora Dursley –le dijo Chrysaetos con una falsa sonrisa.
Petunia fue corriendo junto Vernon, e hizo llamar por Harry, para que conociera a la novia de su primo. Harry bajó de mala gana al salón, con sus tíos.
-Bueno, Dudders, ¿ No nos piensas presentar a tu amiguita? –le preguntó Petunia a Dudley.
Dudley abrió y cerró la boca sin decir nada. Vernon y Petunia esperaban ansiosos que su hijo les respondiera, y Harry no salía de su embobamiento, mientras miraba a la chica. No podía creerse que Dudley pudiera salir con una chica como esa, y solo se le ocurrió pensar dos cosas: o bien esa chica estaba loca de remate, o no era la novia de su primo, como había dicho tía Petunia. Chrysaetos, que estaba viendo fijamente a Harry, se presentó ella misma.
-Mi nombre es Chrysaetos Aqu... Cambell. Soy la nueva vecina –dijo con una voz dulce, la cual dejó maravillado a Harry, y he venido aquí esta noche, pues he encontrada a su hijo y sus amigos, intentando entrar en mi casa – dijo con total naturalidad, y disfrutando con las caras de perplejidad que habían puesto los señores Dursley y Harry.
-Pe... pe... pero –Tartamudeó el señor Dursley.
Harry seguía sin creerse que alguien había pillado a Dudley, y lo había llevado a su casa, y se lo habían dicho a sus tíos. Estaba alucinando.
-Bueno espero que a partir de ahora controlen mejor a su hijo –prosiguió Chrysaetos, ignorando por completo a los Dursley, y también espero que le apliquen un castigo ejemplar o la próxima vez me veré obligada a llamar a la policía. Ha sido un placer conocerlos, y espero que pasen una buenas noches. Harry, todo un placer.
Harry salió de su embobamiento y la vio a los ojos, justo cuando ella le guiñó un ojo y salió casa de los Dursley. Inmediatamente se dirigió a su casa, donde encontró a Cristian en la puerta esperando, asustado, por ella.
