VISIÓN DE SELENE I: ENGAÑOS, MENTIRAS Y ABANDONOS
Aún
recuerdo la primera vez que pequé, para mí no era más
que un juego, una travesura infantil, lo hice para reprocharle el
olvido al que me sometía, para herirle, ¿qué se
yo, lo único que os puedo decir es que ese engaño
crecía y los acontecimientos se desencadenaron sin que yo
pudiera evitarlo.
Todo
ocurrió un día gris del mes de febrero, el día
de mi cumpleaños…, pero que descortés que soy, se me
ha olvidado presentarme: mi nombre es Selene, soy amazona de Atenea,
una valquiria del hielo, mujeres caballeros que están a cargo
del caballero del cisne.
Aunque nunca haya sido la más fuerte o la más bonita el caballero de acuario me eligió como pareja, la verdad es que le deseaba más que nada en este mundo, pobre de mí, nunca imaginé los acontecimientos que desencadenaría nuestra relación: él desaparecía y se iba sin dejar ni rastro ni noticias, me dejaba hecha un mar de lágrimas, volvía y se iba de nuevo. Un día estallé convertida en llanto delante de él, ¡Qué ironía, al caballero más frío de todos intentando consolar a una joven llorosa que le recriminaba su falta de atención.
Me
juró y perjuró que todo aquello era necesario, que
aunque me amara era un paladín y debía de cumplir con
nuestra diosa, por eso ese día le pedí que me llevara
al Santuario de Grecia con él, me sonrió con esos ojos
tan gélidos y morbosos suyos y me tomó una mano:
-
Ya eres toda una guerrera y tu adiestramiento ha finalizado – me
dijo- y me haría muy feliz que vinieras conmigo
Estaba
muy contenta por su respuesta, el único problema fue que
repitió sus faltas, ahora era él el que pasaba la
mayoría del tiempo en Siberia y yo era ahora la chica de
Grecia, la situación comenzó a volverse tensa, oh, Dios
mío, cuanto odio acumulé dentro, mi mente empezó
a creer en la posibilidad se que Camus me fuese infiel.
Le
increpé de nuevo, estaba impasible, como si me ignorase,
parecía darle igual todo lo que yo le estaba diciendo, se
defendió con débiles argumentos, me juró
cambiar, pero no le creí, ya estaba más que harta de
sus excusas baratas, decidí no salir de allí, de vez en
cuando venía a verme mi "novio", si es que le podemos
llamar así, en ocasiones venía solo, otras acompañado
de se amigo Milo, el caballero de escorpión.
Aún
recuerdo la primera vez que vi a Milo san, fue un día en
que Camus se iba a Siberia de nuevo, y tan detallista que era, vino a
decírmelo el misma día y encima de todo acompañado
de su amigote, estaba indignada, pero me callé, el acompañante
de Camus me miraba desde una ,máscara de seriedad y silencio.
Lo
que me dijo al conocerme hizo que un colapso tomará todo mi
cuerpo.
-
Tú debes ser madame Selin- quizás no fuera la frase, ni
el modo de besar mi mano, creo que fue el tono, si, el tono y la
forma de pronunciar mi nombre, no dijo Selene como esperé oír,
sino Selin, sentí un latigazo en la espalda
-
Y tú serás Milo- el latigazo dio paso a un golpe seco,
martilleante, una especie de necesidad de él.
Camus
le dio a Milo un golpe en el hombro y me besó en la frente,
descuidadamente, como hacía de un tiempo a esta parte, sacó
a Milo (que no paraba de mirarme) y me dijo adiós con la mano.
Pasó
una semana y Camus volvió, estaba demacrado, delgado y con
ojeras, pero aún así estaba guapísimo, sus ojos
se iluminaron al verme (o quizás fuera lo que yo desease ver)
tomó mis manos y nos sentamos juntos en la cama, dentro de mí
nació la secreta esperanza de que las cosas cambiaran, pero de
nuevo me equivoqué.
-Amor
mío, dentro de cuatro días vuelvo a irme- dijo mientras
me sostenía en sus brazos- han llegado nuevas valquirias, y
como sabrás Hyoga fue herido hace unos meses- me desprendí
de él como asqueada, me levanté y le imploré
otra vez
-
¿Qué está herido, Camus, búscate excusas
que me crea
-
Selene, independientemente de que este o no herido debo supervisarle
-
Si, tú, el gran maestro
-
Las mujeres sois muy complicadas
-
Claro, tú sabes mucho de mujeres porque has estado con muchas
-
¿A qué viene esto, ¿acaso estás celosa
porque he estado con otras antes que contigo?
-
No, querido maestro, estoy celosa porque creo que estas conmigo
mientras estás con otras.
Camus
abrió los ojos como platos, creo que le hice daño, una
escarcha luminosa tapaba la belleza de sus ojos azules, se levantó
y salió cerrando violentamente tras de sí, me levanté,
quizás para detenerle, quizás para jactarme, pero no
hice nada, eché el pestillo y me eché en la cama, cerré
los puños y golpeé la almohada con todas mis fuerzas.
Al
día siguiente Camus no vino, ni al siguiente, apareció
al tercero casi al anochecer, estaba en la puerta y me observaba, oh,
Dioses, que atractivo era, se acercó a mi, se puso enfrente,
cos sus manos rozó mi rostro y me besó, como la primera
vez, con pasión, me echó en la cama e hicimos el amor,
locos, sedientos el uno del otro.
Cuando
abrí los ojos el día siguiente, cegada por al luz que
entraba por la ventana, me di al vuelta para buscarle pero solo
estaba el hueco que había dejado, estaba sola de nuevo, el muy
desgraciado se había vuelto a ir.
Me
levanté y miré por la ventana con lentitud, cerré
la ventana de golpe y me cambié de ropa.
La
siguiente oportunidad que tuve para ver al caballero de acuario fue
durante una ceremonia de los caballeros de oro, le vi desde la
ventana y le odie como nunca, cuando vino a verme estaba raro,
mareado y oliendo a un perfume desconocido, me abrazó y noté
el asqueroso olor a vino, no me contuve, le di una bofetada y le dije
que no volviera. Este acontecimiento incrementó mis sospechas
aún más, él nunca bebía, ¿por qué
ahora, ¿por qué ese olor a perfume que no era el mío,
me mordí las uñas y paseé por la habitación,
de repente llamaron a la puerta.
-
Selin, soy yo- de nuevo esa forma de pronunciar, abrí la
puerta y entró, luego la cerró tras de sí, Milo
se sentó en una silla frente a la cama y yo ocupé esta,
estuvimos en silencio un rato que se me pareció demasiado
largo, decidí ser yo al que rompiese el hielo y así lo
hice, las palabras salieron solas:
-
¿Te manda tu amiguito?- dije llena de ira al pensar en el
idiota de Camus
-
Por supuesto que no- me dijo desprendiéndose del casco- no
creo que con esa borrachera fuese capaz de articular tantas palabras-
sonrió y me descolocó un poco, pero me rehice enseguida
-
Bueno, sino es eso, ¿qué quieres? – me estaba
poniendo nerviosa
-
Aunque no te lo creas Camus no ha estado con ninguna otra, solo te
quiere a ti- y tomó mi mano a diferencia de las manos de Camus
– heladas y maltratadas por el frío- las del caballero de
escorpión eran suaves y tibias, las solté enseguida
-
Muy bien, sino quieres nada más…- se levantó guiado
por mi mirada
-
Quiero decirte que aquí tienes un amigo – y salió con
el casco en la mano
La
siguiente ocasión en la que Camus desapareció Milo
volvió a visitarme, y la siguiente, y así todas las
veces hasta el día de nuestro primer pecado, nos habíamos
hecho muy buenos amigos.
Ese
día me enteré de que Camus visitaba a otra chica en
Liberia y que quizás se casara con ella, cuando le interrogué
no lo negó, ni siquiera me contestó y eso fue lo que
más me dolió supongo que me influenció aquel
dicho tan conocido "quien calla otorga", se fue sin decir palabra
y me dejó sola con mi pena, tras varios meses de orgullo me
había roto, mi altivez se hizo añicos que cayeron por
mis mejillas como las lágrimas más amargas que nunca
lloré.
Sollocé
y derramé lágrimas hasta que pensé que me
quedaba sin ellas, pero cuando Milo apareció por la puerta la
bóveda velada de mis ojos volvió a abrirse y un diluvio
se desencadenó sobre su hombro. Me sostuvo con fuerza y esperó
hasta que me calmé un poco, cosa que tardó, cuando me
separé un poco de él cerró la puerta y me ayudó
a sentarme en la cama.
Oculté
mis manos entre los dedos que había destrozado a base de
mordiscos, temblaba como si estuviera en las entrañas de un
iceberg, me quité las manos de la cara y me sequé una
gotita que cayó en mi nariz y observé al mejor amigo de
Camus, tenía los ojos fijos en mí y me sonrió,
no aguanté más, volví a desencadenar mi pena en
su hombro mientras él me susurraba palabras al oído,
quise morirme sin Camus, él lo era todo y ahora iba a irse con
otra.
Un
poco más tranquila charlé con Milo
-
Tengo que estar gafada, siempre me pasan cosas muy tristes- dije
apoyando mi mano en su pierna
-
Venga mujer, que no es para tanto, no te niego que Camus sea muy frío
y descuidado, pero no creo que tenga una amante, ¿quién
querría una amante teniendo semejante novia?- quería
sacar una sonrisa de mis labios marchitos, pero no lo consiguió
-
No me lo ha negado
-
¿Qué no te lo ha negado, sino la tiene debería
habértelo negado- su sonrisa se volvió seriedad
-
Le odio- sentencié- mira lo que me ha hecho- apreté su
pierna con nerviosismo, noté que tenía todos los
músculos en tensión y retiré la mano para ver la
mueca de furia que se le dibujo en la cara
-
Más le odio yo- apretó los dientes, estaba furiosos,
desencajado- no le perdonaré nunca.
No
entendía absolutamente nada, ¿por qué
desencadenaba tanta furia sobre su mejor amigo, ¿era
solidaridad para conmigo, ¿qué era, ¿por qué
se ponía así, ¿y por qué al verlo tan
furioso se me hacía más guapo?
-
Tú no le odias, Milo, es tu mejor amigo, lo dices para que yo
me sienta mejor
-
¡¡¡No!- dio un puñetazo contra la pared y
su puño comenzó a sangrar, me levanté y fui en
busca del botiquín de Camus, volví a mi sitio y tomé
su mano entre las mías
-
Milo, ¿estás bien?- le vendé el puño y
acaricié sus dedos suaves. Nos ojos se encontraron como la
primera vez pronunció la cruel sentencia:
-
Selin, le odio, le odio porqué te quiero, porque te hace
sufrir
El
rubor subió a mis mejillas, noté nervios en el estómago
y una sensación de sequedad en al garganta. Me levanté
y busqué la puerta, pero él me detuvo, suavemente me
dio la vuelta y me atrajo hacía sí, obligándome
a chocarme con su mirada
-Si
me dices que no sientes absolutamente nada por mí me iré
por donde he venido y actuaremos como si esto no hubiera ocurrido
-
No tengo porque decirte nada- intente zafarme, pero me tenía
bien agarrada
-
Por favor…
-
No quiero herirte- mentí
¿Qué
me estaba ocurriendo, ¿era posible que por muy raro que me
pareciera albergaba en mi corazón algo más que una
simple amistas por el dorado?
-Dímelo-
me zarandeó un poco y aproveché para deshacerme del
lazo en el que me tenía sujeta
-
¡No puedo decírtelo porque no lo siento!- la voz me
salió medio estrangulada medio en grito.
Quizás
fuera el dolor, quizás las ganas de vengarme, o quizás
la atracción que sentía por él y la necesidad de
contacto humano, pero lo cierto es que caí en sus brazos casi
sin esfuerzo, sentí su cuerpo apretado contra el mío.
Me besó (o mejor dicho bebió de mí) como un
desesperado, primero en la boca, luego en el cuello, cerré los
ojos y le dejé hacer, sus labios rodaban sobre mi cuello, pero
conseguí apartarle, me di la vuelta e intenté abrir la
puerta, no fui capaz, tenía las manos tan sudorosas, me cogió
de la cintura y volvió a intentar que le mirara, pero no se lo
permití, levanté una mano en señal de paz, pero
mis palabras fueron agrias:
-
Ni se te ocurra volver a besarme- pero al levantar la mirada mi ira
se disipó y otra vez sus labios encontraron los míos,
con pasión, con lascivia, besé su garganta, mordí
su boca y me deje llevar por su fuerza, por su lívido, por su
necesidad de mí.
Me
cogió de las nalgas y me subió en su cintura. Me apoyó
contra la pared y tiró de los cordeles de mi chaleco.
-
Si Camus se enterase nos mataría
-No
quiero- besos- saber nada de él
Cuando
mi corpiño rodaba por el suelo llamaron a la puerta, me quedé
tensa, me volví a poner el corpiño y le dije a Milo que
se escondiera o que hiciese algo, él ni corto ni perezoso se
escondió tras una cortina y esperó, luego suavizó
su cosmos y se quedó inmóvil. Abrí la puerta y
allí estaba el patriarca, Saga, el caballero de oro de
Géminis, me sobresalté y contuve la respiración,
era majestuoso y sus ojos verdes me miraron con dulzura, ¿por
qué demonios todos los caballeros de oro estaban tan
extremadamente buenos, le indiqué que pasara y se sentó
en la silla que antes ocupara Milo, me senté de nuevo en la
cama y el gran patriarca comenzó a hablar conmigo:
-
Ay, Selene, parece que Camus y tú os habéis vuelto a
pelear, ¿no?
-
Es que creo que tiene una amante- las lágrimas volvieron a
agolparse como si Milo y yo no nos hubiéramos enrollado, como
si el mundo volviese a girar en torno al caballero de oro de acuario
– probablemente me vaya de Grecia
-
Escúchame, conozco a Camus desde hace muchísimo tiempo
y creo fervientemente que no tiene una amante, él podrá
ser todo lo frío que tú quieras, pero es sincero, y si
tuviera una amante te lo hubiese dicho o te hubiera dejado antes de
irse con otra, créeme.
Sentí
ganas de llorar, pero me contuve, cerré los ojos con fuerza y
miré de nuevo a Saga, que me acarició el pelo antes de
marcharse y cerró la puerta aconsejándome que
reconsiderara mis opciones, ¿lo sabría, pensé
para mis adentros cuando salió del cuarto.
Caí
rendida de rodillas y mi maldita conciencia me jugó una mala
pasada, ¿y si Camus no me era infiel? Quizás le indigné
diciéndole aquello, me sentí fatal por lo ocurrido
entre Milo y yo, éste que parecía haber estado
escuchando mis pensamientos salió de su escondite y se
arrodilló frente a mí, ninguno de los dos dijimos nada,
sentí su respiración furiosa, desvié su mirada
una y mil veces y acabó marchándose, me pidió
perdón por lo ocurrido y prometió que no volvería
a ocurrir. Di gracias a Dios porque no insistiera, quizás si
lo hubiera hecho hubiéramos acabado en la cama, y eso no era
lo que yo quería.
Cuatro días más tarde llegó una carta desde Siberia firmada por Camus:
Rayito
de Luna:
Siento
haber fastidiado tu decimonoveno cumpleaños, ha sido muy
desconsiderado por mi parte.
Se
que no es fácil lo nuestro y menos después de haberte
enterado de mi fatal
traición.
Pero
debes entenderme a mí también, desconfiaste de mí,
tantas veces que no puedo ni contarlas, y esta desconfianza por tu
parte hizo que me refugiase en otros brazos. Se que esta confesión
firmada mata lo que pudiese haber entre nosotros y lo entiendo.
Solo quiero que sepas lo mucho que te quise, lo mucho que significaste para mí (quizás no te lo dije demasiado cuando pude, pero se que no hacía falta decir nada), ahora te deseo la mayor felicidad, y espero que en un futuro podamos ser amigos, se lo pido todos los días a la Diosa Atenea.
Quizás me equivoqué, pero presiento que hay alguien por ahí que te dará todo ese amor que no tuviste conmigo.
Siento todo esto, siento que nuestros caminos hayan tenido que separarse así, solo espero que puedas perdonarme:
Camus, caballero de oro de acuario
No me lo podía creer, todas las ilusiones que puse en él, como le entregué mi vida en bandeja de plata, todos mis esfuerzos no le importaron nada, me engañó, se fue con otra, con lo que todos los rumores eran ciertos, lloré como una niña, le amaba, más que a nada, nunca había querido así, y ahora me hacía esto, juro ante su templo que se lo hará pagar, con lágrimas, con sangre, recibirá su merecido.
Estaba
tan cegada que salí de la casa, corrí como una loca
y no paré, llegué incluso a salir del Santuario y
mezclarme con la gente de la calle, por un momento anhelé mi
vida en Siberia, a mis chicas, encontré un teléfono y
lo utilicé. Comunicaba como un loco, y parecía no estar
dispuesto a darme una voz conocida, estuve a punto de colgar hasta
que la voz de Nicole me detuvo:
-
¿Diga?-las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas
y los sollozos no me dejaban identificarme- ¿está usted
bien?
-
Nic…- fue lo único que pude decir
-
¿Luna, ¿eres tú, qué alegría
oírte, ¿cómo estás?
-
Yo, Nicole, me quiero morir, quiero irme de aquí
-
¿Qué es lo que te pasa?- casi la vi morderse el labio
(una manía que tenía desde que la conozco)
-
Es Camus- más lágrimas, cada vez tenía la nariz
más entaponada- tiene una amante, ya no me quiere- deseé
con todas mis fuerzas poder estar con mis amigas (con Arween, Rebeca,
Milena y la propia Nicole)
-
Será cabrón, Camus es un cerdo, Selene- de fondo
escuché una queja, pero mi amiga la ignoró- ¿Quieres
hablar con las demás?- por el teléfono pasaron todas
mis amigas, que llevaban una temporada en Siberia, la dulce Rebeca me
pidió paciencia y que no hiciera locuras, Milena fue tan ácida
como siempre y me dijo que me enrollara con el primero que pasara y
Arween me aconsejó partirla la cara, tras unos cuantos gritos
el teléfono volvió a Nicole.
-
Selene aguanta, no te sientas mal, todas te apoyamos- de fondo las
chicas coreaban mi nombre
-
Venid a verme por favor, venid todas a Grecia, os echo mucho de
menos, si esto sigue así quizás haga una locura
-
Espera, ¿qué vas a hacer?- escuché su voz
entrecortada y se apagó, se había ido la línea y
me había quedado sin monedas.
Cuatro
días más pasaron y ese día Milo, el pobre Milo,
vino a verme, yo estaba frente al espejo recogiéndome el pelo
cuando lo vi reflejado y me di la vuelta, estaba muy desmejorado,
como si hubiese pasado varios días sin dormir, mi aspecto no
era mucho mejor, tenía los ojos rojos de tanto llorar, sin
dilación le conduje hasta el escritorio que Camus tenía
en su cuarto y le di la carta, la leyó con rapidez y la arrojó
contra la pared con violencia.
Apretó
los puños y se dio la vuelta para salir, le llamé
cuando iba a traspasar el umbral de la puerta cerrada y se volvió
de nuevo hacía mí, dos lágrimas le recorrían
las mejillas, esas dos gotas transparentes tocaron mi corazón,
estaba llorando, no pude evitar mi siguiente acción, me
acerqué a él y le abracé, que los Dioses me
perdonen, pero lo deseaba, lo vi tan dulce, tan desprotegido que no
quise detenerme. Busqué su boca húmeda por las lágrimas
y me perdí, su pasión y su fuerza se apoderaron de mí.
Lo siguiente lo recuerdo de modo confuso, sus manos desabrochando mi ropa, su cuerpo desnudo, la pasión desbocada..., al día siguiente desperté junto a él, entre sus brazos. ¿Qué había hecho, ¿me fue tan difícil apartarle de mí, no quise pensar, él respiraba lentamente, apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos.
