Ninguno de los personajes me pertenece, yo sólo estoy haciendo un fic. He editado el fic. Si quieres la versión original entra a mi página web.
...: Editado :...
2. No place to call home
No fue a la escuela ese día, estaba demasiado mal como para poner un pie fuera de casa. Cuando despertó del dulce alivio de quedar inconsciente se dirigió al baño. Luego de escupir un poco de sangre y un diente se lavó la cara. Ya era muy tarde y había dormido todo el día. No había nada en la alacena para preparar, así que tendría que hacer milagros.
El primer milagro sería ponerse de pie y salir a la tienda por algo para comer. El segundo milagro no caerse por las escaleras, porque sus piernas le hacían el trabajo más difícil. El tercer milagro sería aparecer dinero de la nada para poder comprar algo. De repente ese último sería el más fácil.
Después de sufrir mucho para arrastrarse a la tienda se apoyó en el mostrador. Mirando de pie al encargado suspiró agotado.
"Si sigues así un día te voy a ver saliendo con los pies por delante."
El dueño de la tienda soltó una risa sarcástica.
"Te equivocaste de lugar, la morgue está por otro lado."
Al oír eso pensó que no sería una mala idea ir hacia allá y pedir que por favor lo metan en una de esas gavetas para que pueda dormir eternamente.
"Ya, ya… no estas para bromas ahora. ¿No? ¿Qué te doy?"
Yamato reaccionó por fin y levantó la cabeza. La verdad que un par de calmantes no le harían mal o mejor aún una botella del veneno más potente. Eso estaría muy bien.
"Humm… Pueden ser unos fideos... ¿Y salsa de tomate?"
"Lo que necesitas es un doctor y un sacerdote… nada más. Voy por tu pedido. ¿Sólo eso?"
Tenía mucha razón, un médico… Hacía cuanto no lo veía uno… Desde la vez que su brazo se rompió por el impacto de un bat de baseball y que de paso resbaló hasta su cabeza. Estuvo tan mal esa vez que sintió los dedos fríos de la muerte tocándole la espalda.
"Ya está ricitos de oro. ¿Algo más?"
El tendero si que estaba de lo más cómico ese día, o al menos eso pensaba porque se reía de sus propios chistes.
"Creo que nada más. ¡Ah si! Cigarros y una latas de lo de siempre."
Como se podía olvidar de lo principal. Eso era imperdonable.
"Ahora si quieres que te maten ¿No? Mejor te vendo una automática para que sea más rápido. ¿No crees?"
Y el tendero se seguía riendo. No le daba risa el chiste, aunque un arma era una idea excelente, si tan solo pudiera conseguirla, sería perfecta para cuando su papá se le diera por jugar con él… Podía tomarla y terminar con el juego.
"Acá está. Lo anoto en tu cuenta… Sólo asegúrate que no te mate antes que me acabes de pagar lo que me debes."
Diciendo esto colocó los productos en una bolsa y se la entregó por fin.
Yamato hizo una mueca a modo de sonrisa y se dio la vuelta. Si tuviera fuerzas para sonreír lo hubiera hecho, porque el comentario final si que le hizo gracia.
Tras otro calvario que resultó de subir escaleras y entrar a la casa se dispuso a cocinar de prisa antes que él volviera. Encendió la televisión para tener algo de ruido y no escuchar sus propios pensamientos. Le dolía tanto moverse, hasta respirar era una agonía. Sacó las ollas para cocinar los fideos y la puerta empezó a sonar. Ya había llegado y su tiempo en la tierra estaba por acabar si no se daba prisa. Mientras su papá entraba a la casa iban a pasar unos 10 minutos por lo menos, mientras introducía la llave en la cerradura y maldecía a la puerta por moverse de ese modo y no dejarlo entrar. Luego le daba de patadas para luego vociferar y volver a meter la llave para entrar finalmente.
Cuando terminó el ritual de entrada, la cena estaba a medio cocinarse. Yamato acomodó los puestos de la mesa con rapidez.
"Buenas noches."
Saludó débilmente.
Como respuesta su papá lo agarro del brazo y lo empujó contra la mesa. Nada nuevo. Luego tomó de sobre la mesa las cervezas y se fue a vegetar en el sillón.
"La cena va a estar lista en un momento."
Yamato se incorporó frotándose las costillas magulladas y tuvo que esquivar una lata que salió volando hacia su rostro. Luego una botella que llegó volando a estrellarse contra él, llegó él.
"Esto no está helado."
Vociferó.
"Esto está frió. ¿Sabes la diferencia entre frío y helado? ¡Idiota!."
No esperaba que le respondiera, no necesitaba una respuesta, sólo quería matarlo a golpes y cualquier excusa era buena.
"Lo siento."
Susurró automáticamente mientras trataba de escaparse de su presencia tan cercana a su cuerpo.
"Sí que lo vas a sentir."
Añadió esbozando una sonrisa. Rápido asió su mano y lo empujó contra la cocina. La hornilla estaba encendida y la cena casi lista. El muchacho se dio un golpe con la olla caliente en el brazo. Ahogó un grito de dolor cerrando los ojos, pero para cuando su papá retiró la olla de la hornilla era demasiado tarde. No pudo evitar gritar cuando le puso la mano sobre el metal caliente.
Cuando él lo soltó se desplomó en el suelo aullando de dolor.
"A ver si ahora si puedes saber diferenciarlos."
Se reía mientras tomaba su botella fría y regresaba a tumbarse al sillón. Una vez se hubo desparramado en él empezó a vociferar por la cena
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Una vez llegó a su cama empezó a hundirse en esfuerzos por conciliar el sueño. El dolor era tan intenso que las lágrimas no paraban de salir. ¿Ahora que le iba a responder a ese niño que siempre se le acercaba a preguntarle que le pasaba? La verdad, nunca. Una mentira, cual de todas las que había dicho. Si tuviera un centavo por cada una de las mentiras que había dicho en su vida… sería el chico más millonario del universo.
Las mentiras no conducen a nada bueno. Pero el camino que estaba siguiendo, no lo llevaba a ningún lado, sin embargo.
Y justo pensando en ese chico. Taichi se llamaba… Siempre se estaba metiendo en sus asuntos. Al parecer no tenía nada mejor que hacer que meterse en su vida. Cuando lo encontraba en el pasillo le preguntaba por la hinchazón de su rostro. En el almuerzo le preguntaba porque no comía y hasta una vez le quiso dar la mitad de su almuerzo. La verdad que hubiera aceptado feliz, pero tuvo que mentir de nuevo y se quedó de hambre.
Como ahora que se había ido a la cama sin cenar y ya había perdido la cuenta de cuantos días estaba sin probar bocado. Con razón sentía que las fuerzas lo abandonaban. La cena que le costó tanto esfuerzo conseguir estaba regada por la cocina y él mismo aún tenía algo de salsa de tomate en la ropa. Mezclada con sangre. Su papá lo había golpeado con la olla caliente y la comida la vertió por todos lados. Que desperdicio y encima ahora tenía que ir a pagar la cuenta con el tendero. Todo había salido mal, por lo menos si hubiera comido algo, eso hubiera sido algo muy bueno.
No podía dormir y necesitaba levantarse muy temprano para ir a la escuela. No podía dormir de todos modos, ahora se había puesto a pensar en ese chico Taichi que le ofrecía su almuerzo, si se lo volvía a ofrecer no lo iba a volver a rechazar.
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A la hora de asistir a clases, extrañaba las horas de sueño que perdió la noche anterior. Necesitaba un descanso, dormir aunque fuera un poquito. Pero no era lo único que necesitaba también.
Por fin llegó la hora de almuerzo y sentía que iba a desfallecer si no comía algo, lo que fuera. Ese chico Taichi no estaba por ningún lado. Se sentó en el comedor a ver si se acercaba por algún lado pero ni rastro de él. Parece que de nuevo se iba a morir de hambre. Se puso de pie y se dirigió al baño a llenar su estómago con agua. Cuando estaba rumbo a su destino y en el pasillo empezó a sentirse mal, como si el mundo hubiera decidido girar de pronto. Se tuvo que agarrar de la pared para no caerse pero aún así su esfuerzo resulto inútil porque perdió el equilibrio. Cayó pero alguien evitó que se tocara al suelo.
"¿Te sientes bien?"
Pero que pregunta más estúpida, pensó Yamato. Era obvio que no estaba bien si se andaba cayendo al suelo de la nada. Justo volteó a responderle con una mueca cuando se topó con unos ojos color chocolate, enormes, que lo miraban preocupado.
"Estoy bien."
Apenas un susurró con lo que le quedaba de fuerza.
"Ya me puedes soltar."
Taichi se veía algo preocupado, sin embargo accedió a soltarlo. Una vez estuvo de nuevo en tierra firme empezó con sus preguntas.
"¿Qué te pasó en la mano?"
No se le escapaba ningún detalle, siempre estaba pendiente de todo.
"Me quemé cocinando la cena, en mi casa."
No se atrevió a mentir esta vez. Sin saber porque no se sentía capaz de mentirle a él.
"Debe dolerte mucho ¿No?"
¿Por qué lo miraba con tanta preocupación? Acaso le interesaba lo que le sucediera.
"Un poco."
Murmuró. Luego se fijó que Taichi traía en sus manos su almuerzo. Su estómago rugió de emoción. Se veía enorme, seguro su mamá le había preparado algo delicioso.
"¿Qué cocinabas?"
Volvió a preguntar, al parecer bastante interesado en su vida privada.
"Spaghetti."
Respondió mecánicamente Yamato, el hambre hacía que su estómago le doliera más que todoel resto de su cuerpo.
"Ese es uno de mis platos favoritos."
Pero que rayos, justo se le daba a Taichi por hablar cuando ya estaba por acabar el almuerzo y se agotaban sus posibilidades de ingerir algo comestible.
"Etooo hummm el almuerzo… Me olvidé el mío en casa… Crees que me puedas…."
No pudo seguir aunque su estómago protestaba muy fuerte. Le dio demasiada vergüenza y se puso colorado.
"Si quieres te puedo invitar. Mamá siempre me prepara demasiado que yo sólo no me lo puedo acabar. Ven vamos a sentarnos por ahí. Oye tienes suerte de que te hayas quemado la mano izquierda porque si no, no podrías escribir."
Al parecer luego de compartir el almuerzo y haberlo ayudado a solucionar algunos problemas referidos a su mano herida, Taichi sentía aún más interés hacia él. Pues no lo dejó en paz hasta que acabaron las clases.
Ese día le tocaba quedarse a hacer la limpieza del aula y Taichi se ofreció en hacer su trabajo. La verdad es que Yamato buscaba quedarse en la escuela lo más que podía con tal de no regresar a su casa. Una vez hubieron acabado se dirigieron rumbo a sus casas.
En el camino Taichi le contó acerca de su familia, de su hermanita llamada Hikari de 8 años. La edad de Takeru, pensó mientras caminaban. En ese momento ella estaba en sus clases de ballet. Kari quería ser bailarina y por eso le gustaba practicar. Luego le empezó a hablar de su mamá, que era ama de casa y le encantaban los niños, que a veces se enojaba con ellos porque eran muy traviesos. Yamato lo escuchaba en silencio, pensando que tenía que regresar a casa antes que su papá. Pero era viernes y esos días su papá se la pasaba con sus amigos tomando y jugando cartas. No iba a aparecerse hasta muy tarde en la noche.
"Ya llegamos."
Anunció Taichi cuando ambos llegaron a la puerta de un edificio muy distinto al que él conocía. Una zona de la ciudad por la que no pasaba a menudo, bastante tranquila. Entonces Yamato salió de sus pensamientos para darse cuenta que sin querer había ido a parar a la casa de Taichi.
"Yo ya me voy."
Se despidió, era lo mejor que podía hacer.
"Quédate a cenar. A mamá le encantan las visitas. Ella no se enoja nunca si traigo a mis amigos. Pasa… ven para que conozcas a Kari."
Lo tomó de la mano sana y ese contacto fue como electricidad atravesando su cuerpo.
"Per..."
Yamato estaba nervioso.
Que pasaba con él, acaso tenía miedo de entrar. No todas las mamás son iguales, si su mamá no lo quería ver no era que todas las madres fueran alérgicas a él. Nada podía perder, a lo mucho que ella lo largara de su casa, como hacía la suya cuando la iba a ver. Sin poder hacer nada para evitarlo fue llevado de la mano por Taichi a la presencia de su mamá.
" Maaaaaamiiii ya llegué."
Gritó al entrar.
La casa estaba tan ordenada y limpia, parecía una casa de las revistas. Al verla se sintió dentro de una. Taichi lo abandonó en la sala, junto con sus zapatos y fue en busca de su mamá. De pronto se sintió tan ajeno a ese espacio tan confortable, como un pez fuera del agua. Para su tranquilidad no tardaron en salir, ella jalada de la mano por su hijo.
"Hola, Yamato."
Él no pudo contener la emoción al oír su voz suave y maternal. Se ruborizó un poco y bajó la cabeza. Luego se dio cuenta que debía responder el saludo por lo menos.
" Buenas tardes señora."
Casi no le salía la voz, pero a ella no le importó. Sólo sonrió y le acarició la cara.
"¿Qué te pasó en el rostro?"
Ella lo miró con tristeza al notar su cara magullada.
" ¿Cómo te hiciste eso?"
Ella era más preguntona que su hijo. No pudo hacer otra cosa que bajar la cabeza. No podía mentirle también. Le mentía a todo el mundo, pero a ella…
"Mamaaaa me muero de hambre… ¿Qué hay para cenar?"
Taichi al rescate. Por lo menos eso sirvió para distraerla y que se olvidara de esperar por la respuesta.
"Me imagino que deben estar hambrientos."
Su mamá sonreía mientras preparaba la mesa. Yamato se acercó a ayudarla, aunque su mano herida le dolía muchísimo.
Las madres lo saben todo, aunque no sea la tuya, tienen un instinto para los dolores de los hijos. Ella hizo que se sentara en una silla y se dispuso a curarlo.
Yamato estaba sorprendido. La mamá de Taichi le sacó la venda con cuidado y dio un pequeño grito al ver la herida.
"Pobrecito, debe dolerte mucho. Te voy a curar la herida, hijo pásame las vendas del botiquín."
Ella se puso de pie y trajo una pomada que la frotó sobre la palma herida.
"A ver Yamato, vas a ser valiente ¿Si? Esto va a doler un poco."
Ella estaba sufriendo tanto como él. Un pedazo de la venda se le había pegado a la carne viva y tenía que retirarla.
" Va a doler un poquito pero tienes que resistir. Mira toma mi mano, si te hago doler mucho me aprietas ¿Si?
El chico asintió en silencio.
" Ewww eso es asqueroso."
Exclamó Taichi al ver la herida.
"Hijito, amor, hazte a un lado. A ver… lo haré con cuidado, con mucho cuidado… ya… Casi…. Ya está….."
Ella estaba sintiendo lo mismo que él, ella compartía su dolor.
" Has sido muy valiente Yamato."
Ella le acariciaba la cara de nuevo.
Al rato, se sentaron a la mesa y cenaron como una familia. Llegaron el papá de Taichi y su hermanita. Ella era adorable, le hizo acordar a Takeru. Su papá era un hombre bastante bromista y alegre. Era un lugar maravilloso, jamás pensó que algo así pudiera existir si no era en la televisión. Cenaron en medio de bromas, conversaron de lo que le había pasado en el día. Yamato se sentía como en casa.
El tiempo voló y ya era hora de irse a casa. Era muy tarde. El papá de Taichi se ofreció a llevarlo.
"No es necesario. En serio mi casa está muy cerca, además tengo que pasar por un par de lugares antes de regresar a casa."
Alegó Yamato. De verdad tenía que hacer un par de cosas antes de regresar. Así que tomó su maleta y agradeció a todos.
Esa noche cuando estuvo echado en su cama se puso a pensar en Taichi, en su familia, en lo bien que la había pasado. Acarició la venda que la mamá de Taichi le había puesto y se dio cuenta que el dolor ya le iba pasando. Así antes de poder conciliar el sueño le dio un vistazo a su vida y se dio cuenta que no tenía un lugar a donde ir, ni que se asemejara en algo a un hogar.
Continuará...
