Ops lo hice otra vez. Hice un capitulo más... ojala les guste. Gracias a quienes tan amablemente me escribieron comentarios y con quienes he podido charlar de lo lindo mediante e-mail.


4. One way ticket

La oscuridad podía resultar tan placentera. Entregarse al silencio y a la sensación de no sentir nada de nada. Mientras su mente flotaba, su cuerpo permanecía inmóvil mientras su corazón palpitaba con mucha fuerza. Si escuchaba con cuidado podría decirse que ese sonido hacía temblar las paredes. Lo iba a delatar si es que se lo permitía. Sería muy gracioso que su corazón que se resistía a dejar de latir lo delatara ahora, como para que su papá lo acabara de matar de una vez. Para olvidarse del mundo, de sus problemas, de que a cada momento no podía dejar de pensar en Taichi, de que su mamá no lo quería ver nunca más mientras siguiera vivo, de que tenía que hacer algo para salir de donde estaba y no volver nunca más a ese lugar tan espantoso.

En ese momento se prometió asimismo que antes de tener que regresar con su padre, se abriría las venas con lo primero que encontrara. Sin saber bien cuanto tiempo pasó echado en el suelo del departamento del costado del suyo, se puso de pie con la dificultad de quien esta aprendiendo a caminar de nuevo. Las piernas le temblaban tanto que tuvo que pasar por delante de su casa apoyándose en las paredes. Pasó por su puerta con los ojos cerrados y hasta temiendo respirar.

Cuando llegó a la escalera se sintió aliviado, aunque no estaba a salvo aún. Un pie luego el otro, se repitió mientras hacía esfuerzos por no irse de nariz por la escalera.

Cuando puso un pie fuera del edificio se sintió libre, para empezar una nueva vida. Lejos de todo, de todos, aunque no era lo que quería.

Pero para empezar de nuevo necesitaba dinero y comer algo. No tenía nada de eso, ni siquiera esperanzas de ver alimentos si se quedaba ahí. Avanzó a la tienda en la que siempre compraba los víveres para su papá.

Cuando entró el tendero lo recibió con una sonrisa acompañada de sorpresa. Como si viera a un fantasma entrando por la puerta de vidrio. Se acercó el muerto en vida al mostrador, sin un centavo, como recién salido de la tumba.

"Demonios muchacho. ¿Qué te atropelló esta vez? ¿Una flota de camiones?"

Sus chistes nunca le daban risa, hasta ahora en la que una sonrisita se asomó de sus labios magullados.

"Crees q me puedas…mmm…"

"¿Traes dinero contigo?"

Era extraño porque nunca le preguntaba por el dinero, porque sabía que de una forma u otra el chiquillo se las iba arreglar para pagarle.

"No ¿Verdad? Tu papá está que te busca como loco desde ayer. ¿Qué has hecho ah? Te robaste un banco o que. Está que te busca por todos lados."

Eso no podía ser bueno, nada bueno. Necesitaba comer pero ya no importaba, mejor era irse lo más rápido posible de ese lugar.

"Bueno, ven acá, entra para darte alguna pastilla. Estas muy mal, así no vas a durar ni diez minutos. Entra."

El tendero le indicó el camino a la trastienda.

Algo extraño ocurría ahí y no se iba a quedar a constatarlo. Reunió fuerzas de donde podía y se incorporó del mostrador. Por un momento el tendero pensó que le iba a hacer caso, pero no. El chiquillo salió de la tienda lo más rápido que pudo. El tendero detrás de él, vociferando para que regrese. Le había prometido a su papá que cuando lo viera se lo iba a devolver, claro que con ciertos derechos sobre el chiquillo, parte del trato claro.

Yamato corrió más que nunca en su vida. Tratando de alejarse lo más rápido posible. No tenía dinero para tomar un tren que lo llevara lejísimos, no tenía ni para subirse al bus y bajar en el lugar más recóndito de la ciudad. Sólo tenía sus piernitas adoloridas y sus zapatos gastados.

Estuvo caminando como dos horas si no fueron tres. Dando vueltas en círculos. Estaba exhausto y aún no bien lejos de su casa. De pronto se vio muy cerca de la escuela. A unas pocas cuadras. De repente podría darse un salto hacia allá. De repente podía verlo y despedirse de él. Nunca más lo iba a ver… nunca más…

Sin saber bien lo que hacía se acercó a la puerta. Temeroso de que lo vieran sus demás compañeros. Ya era bastante tarde y ya no debía haber nadie en la escuela. Sólo algunos maestros sin duda, algunos alumnos que se habían quedado y su papá en la puerta.

Sintió que el corazón se le salía por la boca. Cayó al suelo sentado, de la impresión y como si todas sus fuerzas hubieran desaparecido de pronto. Pero que hacía ahí alguien que nunca en su vida se había preocupado ni porque tuviera que comer cuando iba a estudiar. Lo estaba buscando sin duda. Pensaba que podía estar ahí. Era eso. Al parecer hablaba con alguien, seguro uno de sus maestros, no lo podía ver bien porque la pared lo tapaba. No se atrevía a moverse, podía verlo en cualquier momento. Eso iba a ser muy peligroso. De repente no dejó ir para allá, de repente fue una mala idea, de repente no iba a verlo nunca más y nunca iba a poder decirle gracias por todo lo que había hecho por él.

En su sitio contemplaba con terror como su papá conversaba con alguien que salió del edificio ingresando a su campo visual. Era Taichi, su papá estaba conversando con Taichi.

Sintió que se moría y volvía a nacer sólo para morir de nuevo. No podía estar pasando esto. Hablaba con él al parecer preguntándole acerca del paradero de su hijo. Taichi caminaba al lado del monstruo que tanto lo aterraba. Avanzaron hacia la calle y no se despedían, por el contrario su papá y él seguían avanzando juntos. ¿A dónde lo estaba llevando? Taichi iba con él a algún lado. No, no podía permitir que su papá lo lastimara como lo hacía con él. No. Tenia que proteger a Taichi tal como lo hizo con Takeru cuando pudo hacerlo. Estaba dispuesto a lo que sea con tal de salvarlo de sus garras. ¿Qué pretendía su papá? Lo peor fue cuando le colocó una mano enorme en el hombro a Taichi y lo jaló un poco hacia él.

No, no iba a permitir que le haga daño. No iba a permitir que por su culpa alguien saliera lastimado, no iba a poder vivir con ese cargo de conciencia. Iba a tener que ir por Taichi, ir por él aunque eso le costara que su papá lo mandara a la otra vida con un boleto de ida y no de vuelta.

Los siguió unas cuadras más allá, de lejitos tratando de no ser percibido por ninguno de los dos y sin poder escuchar su conversación.

Iba pensando que iba a hacer, si correr donde Taichi y decirle que corra con él. No tenía otro modo de detener a su papá. Y seguro que luego Taichi le iba a preguntar acerca de porque había hecho eso. Y él iba a tener que mentirle de nuevo y ya no le estaba gustando tener que mentirle.

Si tan solo él supiera quien era ese hombre que caminaba a su lado. Tal vez era eso, su padre le estaba contando todo, todo lo que hacía por dinero. Todas las veces que invitaba a sus amigos y luego pagaban por estar con él.

Se detuvo en seco. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar esos momentos, al recordar con vergüenza que no podía hacer nada por evitarlo, que lo había hecho tantas veces… Sintió tanta vergüenza y miedo a la vez. No quería que Taichi se enterara de algo así, porque si sabía entonces nunca más lo iba a querer cerca.

No podía permitir que se enterara de eso jamás. No podía decirle nada a nadie, nunca podía contarle a nadie. Siempre tenía que quedarse en silencio, desde siempre. Si lo contaba iba a tener problemas, la gente se iba a ir de su lado. Así como su mamá se fue llevándose a su hermano. Taichi se iba a ir si se enteraba de aquello.

Sin saber bien que hacía se acercó a ambos que caminaban a unos pasos adelante. Sin saber bien que le había dicho, sin saber que hacer ahora que su papá lo miraba con ojos de odio, que Taichi lo miraba sorprendido, asustado. Estaba temblando y no podía controlarse más.

Ninguno de los dos dijeron nada. Su amigo de la escuela estaba demasiado sorprendido para hablar, su papá demasiado enojado para actuar. Yamato sólo se quedó mirándolos y esbozó una sonrisa leve para Taichi.

No sabía que decir, no sabía que pensar. Su papá le ahorró la molestia y lo tomó del brazo apretándolo como si se lo quisiera arrancar.

"Será mejor que nos vayamos a la casa. Debes descansar debido a tu condición no debes estar afuera de la casa mucho tiempo. Vámonos de una vez, Yamato."

Dijo mientras tiraba de él.

Taichi se despidió de ambos con una reverencia, incapaz de articular palabra. Su papá le había dicho algo, eso era seguro. Se dejó arrastrar por su papá mientras que torcía el cuello para ver a su amigo. Esta sería la ultima vez que lo viera, porque una vez llegaran a la casa él lo iba a matar.

Era una lastima, de nuevo no había podido despedirse de Taichi.

Al cabo de unas horas de haber llegado a la casa, Yamato estaba en el suelo del cuarto de su papá. Se había arrojado de la cama donde él dormía plácidamente después de tanto esfuerzo físico al batallar con el chiquillo que no se estaba quieto.

Logró tirarse de la cama porque ya no podía respirar al lado de él, no podía seguir tocándolo si quiera. Se sentía tan sucio, tan mal, tan adolorido. Estaba decidido a no continuar con esto. Si su papá le había dicho a Taichi y este no lo iba a querer cerca nunca más, como cuando su mamá lo encontró en ese mismo estado hacía ya muchos años. Ella agarró sus cosas y se fue lo más rápido que pudo, llevándose a su hermanito.

No quería que Taichi se fuera de su lado.

Se arrastró sin hacer mucho ruido, hacia el baño. Al verse al espejo no vio nada parecido a lo que solía ser él. Ese que estaba enfrente era una criatura horrible, con marcas en toda la cara, los labios hinchados y sanguinolentos, el cabello crecido y despeinado. Sumamente delgado, como un muerto sacado de la tierra. Por eso Taichi se había espantado al verlo. Nunca se vio peor en toda su vida. Los ojos se le hincharon aún y varias gotas saladas se atravesaron su cara para estrellarse en el lavadero.

Dio un suspiro profundo y abrió el botiquín tras el espejo. De nuevo le dio una mirada a su reflejo tratando de recordar como se veía antes. Tomo la cuchilla de rasurarse de su papá y sin pensarlo dos veces trazó un surco sobre una de las venas verdes de su muñeca. Afortunadamente le quedaba algo de fuerza para abrir bien una herida.

Estuvo contemplando como se le iba la vida por la cañería cuando las piernas le fallaron y se fue al suelo con gran estrépito. La hoja de afeitar se quedó sobre el lavadero y ya no le quedaban más fuerzas para levantarse por ella.

En la habitación su papá sintió la bulla y presintió que algo ocurría. Se puso de pie para ver que estaba pasando ahí. Desde el pasillo alcanzó a ver que el estúpido mocoso estaba armando líos de nuevo. ¿Acaso no podía quedarse quieto nunca?

Entró al baño y vio al chiquillo abrazando el lavadero mientras que había sangre por todos lados y tenía una muñeca abierta. Justo estaba en proceso de rebanarse la otra. Sus bolsillos dieron un vuelco al ver eso. No podía permitir que su fuente de ingresos se desangrara y muriera.

Lo primero fue quitarle la hoja de afeitar al mocoso idiota. No se dejaba quitar. Al final le dio un par de bofetadas y lo lanzó fuera del baño. El chico cayó al suelo con dos heridas abiertas, una más que otra.

Se arrastró para escapar de él y morir tranquilo por algún lado.

Su papá loco de ira, al ver que los billetes se le iban por la cañería lo agarró de un brazo, presionándole la herida desesperado. Ahora si que había ido demasiado lejos, ahora si que tenía que llevarlo al hospital a que lo vean los doctores, porque si no se iba a morir y no podía permitir eso.

Yamato intentaba zafarse de sus garras. Ya no le quedaba más fuerza para seguir viviendo. Los ojos se le cerraban así que ¿Para qué se resistía más? Mientras su papá luchaba con la sangre de sus venas, él se abandonó en la oscuridad. Podía ver el tren de ida en la puerta de su casa esperándolo. Sólo tenía que avanzar hacia él, un pie primero, el otro después. Despacio que no había apuro… despacio… muy despacio….

Continuaráaaaa