OJO Digimon no es mio, ni sus personajes ni nada. Soy pobre. Solo escribo fics, nada más. Ojala les guste tanto como a mi. Gracias a todos los que leen y besitos a los que dejan sus comentarios. No me odien, porque yo los quiero. Este fic ha sido editado

Provechoo...

...:Editado:...


6. A Heaven, a gateway, a hope

Cuando cerró los ojos fue con la esperanza de no tener que abrirlos nunca más. ¿Por qué nada le salía bien? Despertó en un lugar desconocido tendido en algún lugar que parecía ser la trastienda de algo. Sobre una mesa de metal helado. La cabeza le dolía y los recuerdos de lo que había sucedido llegaron pronto.

Sus muñecas vendadas y sus brazos atados a los lados de la mesa. No iba a dejar que abra las heridas de nuevo. No le iba a permitir escapar nunca más ¿Verdad? Se quedó mirando al techo, pensando en algún otro modo de terminar con su vida. Algo se le tenía que ocurrir.

Algo…

Sus labios conservaban el sabor metálico de la sangre que le venía a borbotones cuando le daban abscesos de tos.

Pudo percibir ruido cerca de él y cerró los ojos para no ver quien entraba a través de la puerta. No los iba a volver a abrir nunca más, si eso era posible. No volvería a respirar, de repente eso funcionaba…

Podía escuchar los pasos a su alrededor. Se quedó inmóvil, apenas respiraba un poco. Esperando que no notaran que ya estaba despierto. Quien quiera que fuera, entró y salió rápidamente de la habitación. Una vez se sintió solo intentó zafarse de las ataduras. Jaló un poco, lo suficiente para abrirse la herida de nuevo. Sonrió al sentir el dolor y ver como se humedecía la venda.

Dio un par de tirones más, con fuerza y la tela empezó a ceder lo suficiente para liberar una muñeca primero. Chorreaba sangre… que caía sobre su pecho.

Una vez se vio libre, no supo que hacer. ¿Hacia donde iba a ir? ¿Dónde iba a correr? Cerró los ojos esperando que una respuesta llegue del cielo, pero sólo el sonido de unos pasos apresurados llegó a sus oídos.

Aterrado se escondió en donde pudo. Encontró una gaveta donde podía meterse, pero era demasiado obvio. Una ventana muy pequeña que podría servir. Pero no había tiempo para trepar, además no sabía donde conducía. Saltó como pudo y se deslizó por la ventanita, dejando sus huellas con tinta roja en la pared.

Pudo ver la calle a través de la ventana y suspiró aliviado. Aunque estaba algo alto para saltar igual lo hizo. No le importó caer mal y torcerse el pie. No le importaba si tenía que arrastrarse, con tal de salir y no volver a pisar nunca más su casa, ni ver a su papá de nuevo. Arrastrándose, en la calle, desorientado y mareado.

Pudo percibir a su espalda la alarma al no hallarlo donde lo dejaron. Apuró el paso, decidido a arrojarse a las ruedas de los autos antes de regresar con él. Estaba oscuro y la ciudad muy iluminada. El cielo encapotado. Seguro iba a llover.

Atravesaba las calles llenas de gente, con su aspecto esperpéntico, sin duda asustaba a quien lo veía pasar. Pero eso era lo de menos. La cosa era alejarse lo más posible de él.

Deambuló sin rumbo por calles extrañas. Pudo reconocer la voz de su papá maldiciéndolo por huir una vez más y prometiéndole matarlo cuando lo atrapara. No sonaba del todo mal. Considerando que estaba cada vez peor.

Imposible saber cuanto tiempo vagó sin rumbo, con el único fin de desaparecer. Logró escapar de su papá esta vez. Ahora tenía que hacer algo por si mismo. Ya era más de la media noche y las fuerzas lo abandonaban. Se sentó en un parque, donde había una fuente de agua.

Lavó su rostro, sus labios que conservaban el sabor metálico de su propia sangre. Tosía demasiado y el dolor en su pecho iba en aumento. Lavó sus heridas y bebió algo del agua de la fuente. Tenía hambre y mucha sed. Mareado y todo se ponía oscuro de pronto. Por momentos tuvo que detenerse porque todo se ponía a girar a su alrededor.

Se sentó en el suelo apoyando su espalda en la pileta. Levantó su cabeza para mirar el cielo.

Ni una sola estrella. Ni una sola a la cual desear que todo mejore.

No pudo evitar pensar en Takeru, en su hermanito, en cuanto lo iba a extrañar. Pero él iba a estar bien. Yomi lo iba a cuidar, no iba a permitir que él lo toque, que él le haga daño. Takeru iba a estar bien.

Ahora estaba preocupado por Taichi. Aunque tiene una familia que se preocupa por él, una mamá que se encarga de cuidarlo, un papá que lo quiere mucho y que jamás le haría lo que su papá hacía con él. No podía evitarlo, estaba llorando.

Abrazó sus piernas enterrando su frente en las rodillas. Ya no podía evitar llorar porque se sentía tan solo, porque tenía sólo 11 años y no tenía a nadie. Totalmente solo esa noche tan fría, sin estrellas, a punto de llover.

Los recuerdos de la escuela venían a su mente mientras su visión se nublaba. Tiró su cabeza para atrás de nuevo, mirando al cielo. Quería quedarse contemplándolo por siempre. Como cuando llegaba la hora de receso y salían todos al patio. Buscaban con quien conversar, con quien jugar. Pero él se quedaba solo. Buscaba un lugar donde nadie lo viera, donde se pudiera esconder para que nadie vea cuan solitario estaba. Se sentaba durante el recreo y miraba al cielo. Las nubes blancas desplazándose en el azul profundo. Algún día iba a estar allá, lejos de todo, lejos de su papá que lo lastimaba cada vez que lo veía pasar delante de él.

Y le daban ganas de gritar, por todas las veces que no lo hizo antes. Como la desesperación de no haber vivido cuando tuvo la oportunidad. Por no haberle dicho a Taichi que le estaba muy agradecido por compartir su almuerzo con él, que quería que lo perdone porque por su culpa estuvo muy preocupado. Que sentía de veras no poder seguir yendo a su casa a visitar a su mamá, a su hermanita, que lo iba a extrañar tanto. Como cuando se quedaba en casa pensando en que podía estar haciendo en la escuela, como estaría respondiendo a las preguntas del profesor, que podrían compartir el almuerzo una vez más.

Pero la voz no le salía, porque se estancaba en su garganta, en medio de los chorros de sangre que congestionaban su boca.

Pensaba en su mamá. En que hubiera querido que ella lo perdone. Nunca quiso ser el culpable de que se separaran. No quiso arruinarle la vida como ella siempre le recriminaba. Sólo quería sentir un abrazo suyo, una caricia más. Cerró los ojos tratando de recordar algo parecido pero su mente ya no quería trabajar. Recuerdos antiguos estaban enterrados en su memoria y los recuerdos frescos lo llenaban de más tristeza.

La verdad es que estaba solo. Total y completamente solo. Su hermano al otro lado de la ciudad, en su vida, con su mamá y su nueva vida. Su papá buscándolo para acabar con su existencia miserable. Taichi… él debía estar durmiendo plácidamente, en su cama cálida, en su casa, sintiéndose tranquilo y seguro. Sin que nada lo preocupe, sin que nada le haga daño.

Entonces sentía rabia, hacia si mismo. Hacia Taichi, hacia su mamá. ¿Por qué no podían quererlo? ¿Qué de malo había hecho? Está bien, arruinó la vida de su mamá viniendo al mundo y forzándola a casarse. Pero no fue su intención. Pero Taichi… ¿Acaso no sabía que no era su culpa? No haría lo que hacía si no fuera porque su papá lo obligaba. ¿Acaso eso no le importaba? ¿Por qué tuvo que contárselo a Taichi? Ahora no lo iba a querer a su lado.

Pero que cosas pensaba… Si nadie lo quería a su lado.

La mañana llegó y se dio con la sorpresa de que había llovido toda la noche, estaba empapado y sucio. Todo el cuerpo le dolía muchísimo y era ya hora de moverse de donde estaba. Menos mal no era un lugar muy transitado donde había ido a caer.

La calle era toda charcos y él parecía un perro mojado. Arrastraba su pie herido por los charcos de agua sucia. No sabía para donde ir ahora, pero si estaba seguro de algo es que si alguien lo veía así no lo iba a reconocer.

Estaba desorientado, total y completamente perdido.

Las calles no las conocía, estaba muy lejos de casa. Eso era seguro. Lejos de la escuela, lejos de todo lo que conocía. No se atrevía a pedir referencias porque nadie le iba a contestar bien al verlo así de mal.

Siguió deambulando y encontró un mapa de la ciudad en una caseta telefónica.

No estaba tan perdido después de todo. No estaba muy lejos de la estación de trenes. Eso si lo conocía. Menos mal estaba algo lejos de su casa. Pero eso nunca lo detenía cuando iba a ver a su hermanito.

Caminaba mucho para llegar a la estación y tomar su tren que lo llevaba a verlo. Como la primera vez que fue, solito, cuando su papá le pegó por no haberle preparado la cena a tiempo y lo botó de la casa. Fue pasada la media noche y no como ahora no sabía que hacer. Así que subió al tren escabulléndose del encargado y llegó a la casa de su hermano. Mucho rato después.

Luego de perderse y dar vueltas y perderse de nuevo. Cuando llegó era ya de día y estaba casi tan hambriento y exhausto como ahora. Tocó la puerta entusiasmado, pensando que su mamá se iba alegrar de verlo. Pero fue todo lo contrario. Le tiró la puerta en la cara.

No supo que hacer, nunca sabía. Sólo sentirse mal y triste. Intentó tocar una vez más pero ella no abrió la puerta. Así que como no sabía que hacer, se sentó en el jardín a esperar que ella cambiara de opinión. No lo hizo, sólo salió a ordenarle que se fuera y no volviera nunca más. Le dio algo de dinero para que se regrese a casa.

Regresó a la estación desanimado y triste. Preguntándose el porque ella no lo quería ver. Era muy difícil de entender algo así… A demás estaba chiquito, solo tenía 8 años aquella vez.

Tiritaba como un perro abandonado, sin dueño. Un perro que daba lastima y vagaba sin rumbo, buscando un lugar donde llegar y hacer lo mejor posible para que lo acepten.

Si tan solo su mamá le diera la oportunidad de hacerlo. Lo haría del mejor modo, no la iba a mortificar con su presencia, podía mantenerse lejos de ella. La iba a ayudar en todo lo que necesitara. Iba a trabajar para pagar su estancia en la casa. Trabajar en algo bueno, no en lo que su papá lo obligaba a hacer. Iba a cuidar de Takeru, mucho, no permitiría que nadie le haga daño nunca. Se iba a portar bien, nunca más haría nada para que ella se molestara.

Pero eso no iba a suceder. Ella no iba a aceptarlo, sobre todo después de todo lo que pasó, después de todo lo que hacía por conseguir dinero. Ella seguro sabía, por eso lo detestaba.

Un ataque de tos hizo que se apoyara en la pared, cubriendo su boca con su mano. Todo se volvió borroso. Los sonidos a su alrededor se oían difusos y se estaba oscureciendo todo de pronto. Se vio entonces como un perro abandonado y enfermo en medio de la calle. Al que nadie lo ve, al que a nadie conmueve. Solo a suerte, un perro que abandonan en la calle para que muera.

Se sostuvo lo mejor que pudo de la pared y poco a poco se fue reponiendo. Ya no sabía que hacer, si iba a morir no quería que fuera como un perro en medio de la calle. Si se iba a morir quería que fuera como un ser humano. Aunque su papá lo trataba peor que a una zapatilla, le daba ordenes como a un perro…

Lo único que quería era despedirse de Takeru, pero eso era imposible, quería despedirse de Taichi y cerrar los ojos para siempre. De ser posible pronto porque ya no soportaba el dolor que crecía en su espalda y nacía en su pecho.

Se recostó más cansado todavía, a punto de desfallecer. Cerró los ojos porque no tenía más energía ni para abrirlos.

Escuchó que alguien se detenía delante de él. Pero no iba a abrir los ojos, no quería saber nada más. No iba a volver con él, nunca más. Algo atrapó su brazo y lo hizo sobresaltarse, pero no lo estaba lastimando. Abrió los ojos sorprendido… con su último suspiro.

"Taichiiii."

xxx

Despertó de nuevo, bajo otro nuevo techo. Había mucho silencio. ¿Sería el cielo? No se atrevía a levantarse porque si estaba soñando el sueño se iba a desvanecer. Pudo distinguir algo color chocolate recostado sobre la cama, a su lado. Si era el cielo… seguro estaba soñando.

"Tai…chi."

Susurró asustado de despertarlo.

Pero estaba bien dormido. Con sus manos recién vendadas le acarició la cabeza. Sus cabellos eran tan suaves. Podía quedarse todo el día acariciándolo si lo dejaban. La habitación olía a limpio. Era su habitación, era la cama de Taichi donde estaba recostado.

Sonrió nervioso.

Por dentro ahogó una risita acompañada de una tos violenta, para no despertarlo. Era la primera vez que disfrutaba de alguien que dormía a su lado. La primera vez que no le daba miedo tocarlo, que no sentía asco de sentirlo cerca de su cuerpo. Tantos otros durmieron con él, tantos de los cuales no conocía el nombre, pero si sus rostros, sus caricias, sus manos toscas, su manera de buscar placer. Era la primera vez que no se avergonzaba de tener a alguien a su lado, durmiendo con él y se sentía tan bien.

Retiró su mano del cabello de Taichi. No debía tocarlo, no con sus manos tan sucias. No cuando tantos otros lo habían tocado, no ahora que estaba tan sucio. Como un perro sarnoso, un perro enfermo y sucio. Un perro de la calle.

Sintió asco de si mismo, asco por todo lo que había hecho antes. Asco de estar sobre la cama de Taichi ensuciándola. Intentó levantase para no seguir ensuciándola y con esto lo despertó.

"¿Cómo te sientes?"

Preguntó aún adormilado. Pero se despabiló pronto y volvería a la carga con sus preguntas. ¿Qué le iba a contestar? No podía mentirle más, porque seguro ya sabía que le había mentido siempre.

Taichi lo miró sin decirle nada. Sus ojos estaban tristes. Seguro ya sabía que era un mentiroso.

"Voy a traer a mi mamá. Ella quería verte cuando despertaras."

Algo en su tono de voz le decía que las cosas no estaban bien.

"No…te vayas. Yo antes quisiera…"

Y un ataque de tos lo interrumpió. Hilitos de sangre escaparon por sus labios. Taichi se acercó a él y pasó sus dedos largos sobre las manchas.

"Vas a estar bien. ¿No?"

No podía responderle, no quería mentirle más. No iba a estar bien.

"Taichi… yo lo siento. Sólo quiero que me perdones por no decirte la verdad. Por hacer que te preocupes por mí. No merezco que lo hagas. No merezco que me prestes tu cama, ni me traigas a tu casa ni nada Yo… me... Mejor me voy porque no quiero que se enojen contigo por tenerme aquí.

Sus dedos cubrieron sus labios suavemente.

"Shhh… no digas eso. Yo quiero que te quedes conmigo y que estés bien."

Retiró sus deditos y acercó sus labios. Le besó la frente.

"Tienes que ponerte bien. Te extraño mucho en la escuela."

Y salió corriendo de la habitación en búsqueda de su mamá.

xxx

La mamá de Taichi se puso a llorar al verlo en ese estado. Se sentó a su lado y no paró de llenarlo de caricias. Le cambió las vendas húmedas con la misma dedicación que lo hacía para con sus hijos. Hikari hizo mil dibujos para alegrarlo y los colocó a los lados de la cama para que Yamato los pueda tener cerca

Luego le dijeron que habían intentado llamar a su casa, pero que nadie contestaba. Cuando le preguntaron por sus papás no supo que decir.Tragó un nudo en la garganta y dijo que no sabía donde estaba su papá pero que su mamá vivía al otro lado de la ciudad y no quería que la molestaran por tonterías.

La mamá de Taichi no creyó que algo así pudiera ser posible y tomó el teléfono. Dejó varios mensajes y no recibió respuesta alguna.

El papá de Taichi quiso dar parte a la policía, porque el chiquito estaba muy maltratado y además sus padres no se presentaban a buscarlo. Eso era lo último que deseaba. Que vinieran a buscarlo. Finalmente pusieron la denuncia por abandono, ya que su papá no aparecía por ningún lado.

Pasó un día entero en cama, pero en la noche durmió al lado de Taichi.

Apenas ponía la cabeza en la almohada se quedaba dormido. Como un bebe, sin que nada lo perturbara. Sintió la necesidad de acariciarle los labios como Taichi lo hizo. Quería tocar sus mejillas suavemente. Pero no se atrevía, no debía porque estaban sus manos sucias. Ni siquiera debía dormir con él.

A su mente venían las imágenes de días pasados, cuando tenía que compartir la cama con su papá, luego de sus jueguitos, cuando lo compartía con sus amigos para que le den dinero y lo pueda gastar en lo que quisiera.

Pero ahora era distinto, ahora que estaba a su lado, él era distinto, con él era distinto. Se acurrucó a su lado dejándose envolver por su aliento. Cerró los ojos y Taichi movió sus brazos rodeándolo y apretándolo contra si mismo. Al inicio sintió algo de temor ante esto pero luego lo perdió totalmente. Se abandonó en un sueño delicioso, deseando como nunca que no lo despierten del sueño.

Abrió los ojos asustado de encontrarse de nuevo en su casa, en su antigua realidad. Pero al sentir los cálidos brazos rodeándolo se sintió a salvo. Deseando quedarse el día entero ahí se acurrucó de nuevo enterrándose en esos brazos.

Cuando estaba a punto de conciliar el sueño de nuevo sintió ruidos en la habitación de afuera. Se levantó con cuidado de no despertarlo y salió de la habitación.

En la cocina vio a la mamá de Taichi preparando el desayuno y se acercó para ayudarla.

"Pero ¿Qué haces aquí? Regresa a dormir, tienes que descansar un poco más."

Ella intentó devolverlo a la cama, pero sin éxito. Insistió en ayudarla en lo que pudiera.Una vez estuvo listo empezó a buscar que hacer. De repente podía limpiar el piso primero, luego las ventanas…

"Siéntate a desayunar. Voy a tratar de despertar a Taichi y Hikari. Esos dormilones jamás se despiertan así nomás."

Comentó riendo suavemente.

Ella lo miraba con ternura y siempre que podía lo acariciaba. Como si pudiera hacer algo por remediar tanto daño. Le acarició la cabeza en esta oportunidad y se dirigió a ver a sus hijitos.

Yamato se sentó pensando en que alguna vez su familia fue así, pero seguro él no lo podía recordar, porque fue hace mucho tiempo. Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás… Pero era inútil, no podía hacer nada. Ahogó la tos que de nuevo lo molestaba. La había combatido toda la noche para no perturbar a Taichi. Ahora casi no la podía controlar. Tosió violentamente mientras sentía que sus órganos se hacían puré dentro de él. Borbotones de sangre mancharon sus labios y chorrearon por su mano que impidió que manche el suelo.

Rápido se dirigió al lavadero y escupió el líquido rojo. Dejó correr el agua y se lavó la cara justo antes que alguien se diera cuenta.

Se sentaron a la mesa y se sintió extraño. No era su familia pero deseaba con todo su corazoncito que fuera así. Por primera vez se sintió a salvo, tranquilo y confiado de que no le iban a hacer daño. Que la mamá de Taichi no se iba a enojar si dejaba caer un cubierto al suelo, que el papá de Taichi no lo iba a golpear si es que se olvidaba de preparar el café como le gustaba. Lo más importante de todo, que Taichi no se iba a ir de su lado.

En eso estaba, disfrutando de pensamientos maravillosos cuando tocaron la puerta. Sin saber porque un escalofrío le recorrió el cuerpo. La mamá de Taichi se acercó a abrir la puerta y dejar entrar a quien acababa de venir. Desde donde estaba sólo pudo distinguir una silueta. Empezó a temblar violentamente, no podía controlarse. Sin darse cuenta de lo que hacía le tomó la mano a Taichi. Este lo miró alarmado.

"Noo."

Pensaba…ahora que todo empieza a salir bien.

" No, por favor … No."

Continuará...