Ninguno de los personajes me pertenece. Yo sólo estoy haciendo un fic.
7. My way home
Cerró los ojos y cuando sintió que los pasos se detenían en la habitación donde estaban, se obligó a abrirlos. Taichi sujetaba su mano y la acariciaba, sintiendo que algo no estaba bien.
"Ma…má…"
Balbuceó sin poder creer a quien tenía frente a él. Ella se veía enojada, fastidiada, preocupada. Al lado de la mamá de Taichi se veía tan diferente, tan extraña ante sus ojos.
Lo miró y se acercó a él sin decir una palabra a los asistentes. Cruzó la habitación sin quitarle los ojos de encima. Le plantó una bofetada con el mismo silencio con el que entró. Todos en la habitación se quedaron mudos de la impresión, sólo ella podía hablar, como si este acto le diera fuerzas para hacerlo. Lo abrazó con fuerza, prendiéndose de él como si no quisiera separarse nunca.
"Estuve tan preocupada por ti."
Sollozaba ella.
Eso era algo que jamás se esperó, ella estaba llorando. No podía creerlo pero igual le devolvió el abrazo sintiendo que el pecho le dolía aún más que antes y que se le inundaban los ojos. Apoyó su cabeza en su hombro y la apretó deseando que el momento nunca fuese a terminar, deseando que hubiera sido así siempre y que nunca hubiera habido problemas entre ellos.
La quería tanto…
Fue ella quien se soltó de sus brazos recordando donde estaban. Se levantó de donde estaba y se disculpó con los dueños de casa. Estaba avergonzada por entrar de ese modo, lo sentía mucho.
La mamá de Taichi estaba conmovida hasta las lágrimas, pero a la vez algo confundida por lo que estaba pasando. Luego recordó la infinidad de mensajes que dejó en la contestadota telefónica y descubrió que sirvieron de algo. Sonrió sintiéndose bien consigo misma y deseando abrazar mucho a sus hijitos.
Yamato no quería soltarla pero ella consideró que ya era suficiente. Los invitaron a sentarse para conversar, porque el papá de Taichi tenía muchas preguntas que hacerle. No era necesario, ahora todo iba a estar bien, ella estaba preocupada, eso era suficiente, ella lo había abrazado como nunca antes lo había hecho, eso bastaba.
El papá de Taichi empezó con preguntas incomodas acerca del estado del chiquillo. Ella dijo que no sabía que decir, que no se suponía que debía estar pasando esto, que estaba divorciada y que vivía muy lejos de su hijito y por más que quería no podía hacerse cargo de los dos. Así que él estaba a cargo de su papá y ella tenía al pequeño Takeru que atender. Se veía tan afligida, tan frágil. Le sirvieron té para que se tranquilice un poco, porque se veía que estaba muy triste por todo lo que estaba sucediendo.
"Yo, no sabía que estaba acá, si no fuera por los mensajes que amablemente me dejaron en casa. Ayer estuvimos fuera todo el día, así que cuando revisé la contestadota salí lo más pronto que pude de casa. "
Comentaba mientras secaba las lágrimas. Ella se preocupó mucho cuando supo que estaba mal, que estaba en casa de estas personas y vino lo más pronto que pudo para verlo. Había llamado a su casa, pero tampoco pudo ubicar a su ex esposo. Así que ahora venía por su hijo para llevarlo a casa, con ella.
Esas palabras fueron las más maravillosas del mundo, lo único que quería escuchar, lo más bello que nadie le pudo decir nunca. Ella quería llevarlo a su casa y no sólo eso, lo estaba acariciando como hacía con Takeru. Era demasiado, no podía creerlo, si era un sueño no iba a permitir que nadie lo despierte, jamás.
Pero… si se iba con ella…. Qué iba a ser de Taichi. No lo iba a volver a ver, de repente. Iba a vivir muy lejos de ahora en adelante, con su nueva familia. Pero ¿Y Taichi? No podía ser completamente feliz, ni siquiera ahora que estaba su mamá a su lado, que iba a estar con su hermanito y con Yomi. No podía ser feliz ni siquiera ahora que todo iba a ser mejor para él. No podía irse sin Taichi.
Él se veía triste, quizá se había dado cuenta que se iban a separar y ya no lo iba a volver a ver en la escuela. Pero no sabía que decirle, ni que pensar, ni siquiera que sentir. Por un lado se sentía muy feliz, pero por otro profundamente triste. Ella lo tomó de la mano, forzándolo a levantarse y seguirla, no podía dejar de mirar a Taichi. No había dicho ni una palabra desde que llegó, sólo se había limitado a llevarse a su hermanita de la habitación y volver a quedarse en silencio.
Ahora se iba a tener que ir y por lo menos quería despedirse. Pero ella no lo dejaba, sino que lo jalaba con prisa por sacarlo de ahí. Seguro tenía que regresar con Yomi y Takeru que los estaban esperando en casa. Por fin esa palabra no le inspiraba terror, sino que sonaba a calidez y felicidad. Taichi se acercó a él, tratando de hablarle, pero se veía tan triste que a duras penas le iban a salir las palabras.
Apenas pudo decirle a la familia, gracias por todo. Apenas pudo estirar su mano y rozar los dedos de Taichi. Apenas pudo decirle gracias por todo.
Ella estaba muy apurada en salir de ahí y llevarlo a su nuevo hogar. Casi no podía esperar a ver a Takeru de nuevo. Se moría por empezar su nueva vida, pero, sin Taichi no iba a ser tan bueno después de todo.
Subieron al auto de su mamá y emprendieron la marcha. Al principio en silencio, no se atrevía a molestarla porque tenía miedo de hacerla cambiar de opinión. Ella se veía seria, algo distinta de cómo estuvo en la casa de Taichi.
Quería agradecerle de todo corazón por venir a buscarlo a su casa. Ella dejó de hacer eso, y le encargó la misión de llevar a Takeru al pre escolar y recogerlo después de la escuela. Pero cuando iba solo al colegio, lo recogía en el auto, con su hermanito, pero un día dejó de hacerlo. Un día esperó en la fila de la escuela, con los demás niños a que viniera a buscarlo, pero no llegaban. Esperó mucho tiempo, temeroso de que hubieran venido y no lo hubiesen encontrado. Una niña en la fila que se quedó esperando le dijo que su mamá no lo quería por haber sido malo, la misma niña a la que empujó en el receso, sin querer. Seguro ella lo decía de mala, pensó en ese momento. Pero no venían por él. La mamá de la niña llegó y se le llevó de ahí dejándolo completamente solo en el patio de la escuela cuando empezaba a llover.
Ella no vino a buscarlo ese día y nadie lo hizo. Tuvo que regresar solo a casa, aterrado por lo que podía detenerla de ir a buscarla. Recorrió el mismo camino que siempre tomaba ella cuando lo llevaba a la escuela. Menos mal lo recordaba. Cuando llegó a casa, ella se sorprendió de verlo y lo regañó por estar todo mojado. Le dijo que lo esperaba desde había horas, que su almuerzo lo esperaba en la mesa, que se quedara cuidando a su hermanito, que ella tenía que salir a trabajar. Se arreglaba se ponía bonita y salía a trabajar y volvía muy tarde cuando ya estaban dormidos. Y se ponía a discutir con su papá, a gritarse cosas horribles. Él se tenía que ocupar de su hermanito, de atenderlo, alimentarlo y hacerlo dormir. Durante las noches tratar de que los gritos de sus padres no lo despertaran.
Así fue hasta que Takeru empezó a ir al pre escolar, a donde lo llevaba y dejaba porque su mamá estaba demasiado cansada para llevarlos y con su papá no podían contar. Extrañaba esos días cuando iba con su hermanito a la escuela, en el auto y los días en los que caminaban juntos, de la mano, muy tempranito.
Pero esos días quedaron atrás, ahora caminaba solo a la escuela para ver a Taichi y estar con él. Y ahora no lo iba a volver a ver, tan seguido como quería. Quizá no lo iba a volver a ver nunca. Despejó esa idea de su cabeza, moviéndola más de la cuenta, llamando la atención de su mamá que se veía más que seria, furiosa. Su expresión normal cuando él estaba a su lado.
Ella movió sus labios rojos de un modo horrible, haciendo una mueca de desagrado.
"Eres un estúpido."
No se lo esperaba, pero no era nada que no hubiera escuchado antes. Pero a que se refería ahora, que de malo hizo ahora. Sabía que no debía perturbarla, pero no podía evitarlo, aunque quisiera.
"Eres un estorbo, un inútil. Mira en los problemas que me metes. ¿Qué rayos te sucede, imbécil? No entiendes que no me debes llamar, ni buscar ni nada. Eres un idiota, mira que me haces venir desde tan lejos a buscarte. Estúpido mocoso."
No entendía que pasaba ahora, ella estaba molesta como es lógico por hacerla ir a buscarlo, sólo esperaba que eso no evite que lo lleve a su casa.
"Inútil. Tan inútil como el asqueroso de tu padre. Ese imbécil, no puede controlarte que te tiene que dejar deambulando por ahí. Par de idiotas."
El sólo mencionarlo lo asustaba, acaso ella no lo sabía. De repente no sabía cuan mal lo trataba, de repente pensaba que desde que se separaron él lo trataba mejor. Pero estaba totalmente equivocada, ella no sabía nada seguro.
"Ya me cansé de ti y de tu padre, estoy harta de que los dos intervengan en mi vida. Ya me arruinaron la vida una vez, no voy a permitir que lo hagan de nuevo. Escúchame bien, para que se lo repitas a ese imbécil, no permitiré que me sigan molestando. No más."
Pero de qué estaba hablando ella. ¿No estaría pensando en llevarlo con él de nuevo? No, ella lo iba a llevar con Takeru y con Yomi, eso tenía que hacer. Se puso pálido y sin querer empezó a temblar, se abrazó a si mismo sintiendo el impulso irrefrenable de toser hasta que se le acabara el aliento.
"Mamá… yo…"
Se atrevió a decirle, necesitaba que le diga que todo iba a estar bien, que no iba a volver a ese lugar, con él. Necesitaba oírlo más que nunca. Pero ella no estaba dispuesta a tolerarlo más, sólo quería que se calle.
"¡Ya basta! Es suficiente Yamato, si dices una palabra más soy capaz de matarte. Estoy harta de ti, debí hacerlo cuando tuve oportunidad. ¿Por qué no escuché a mi madre cuando me dijo eso? Pero soy tan estúpida, por no oírla, por no escucharla cuando me dijo que no me casara con ese tarado. Y todo por tú culpa…"
Ella pensaba en voz alta, ella no medía sus palabras, porque no le interesaba que las oyera, no le importaba ni un poquito. Total, algún día tenía que enterarse ¿No?
"Todo porque tenías que nacer ¿En qué estaba pensando? Todo por tu culpa, si no, no me hubiera casado con ese maldito. Me arruinó la vida, sabes, tú me arruinaste la vida. Todo esto es tú culpa."
Ella estaba furiosa, aunque sabía que las personas dicen cosas que no quieren cuando están enojadas, ella hablaba en serio.
"Yo no quería casarme tan joven, no quería un hijo tan joven, pero llegaste tú. Y bueno me casé con ese patán, ese desgraciado. Por lo menos ya me liberé de él y ahora me voy a liberar de ti."
En qué estaba pensando, ella sonaba decidida a acabar con esta situación de una vez por todas. Sacó de su cartera unos papeles mientras detenía el auto en un cruce de rojo.
"Te largas con tu abuela y no te quiero ver nunca más. He comprado dos boletos para que se larguen esta misma noche y no quiero saber nada más de ustedes nunca más."
¿Donde su abuela?
La mamá de su papá, seguramente, porque si era la mamá de Natsuko, esta lo quería tanto como ella. La había visto en su vida, sólo dos veces. Una vez cuando era muy pequeñito y ella fue a verlos a la casa. Casi no podía recordar esa vez, sino muy vagamente. Pero la última vez que la vio fue poco antes que se separaran definitivamente, cuando su papá los botó a los tres de la casa. Su mamá los llevó donde la abuela y era de noche. Todo el camino ella fue renegando y llorando, por eso tuvo que hacerse cargo de Takeru. Lo llevó todo el camino dormido en sus brazos, mientras ella renegaba estrujando un volante que le dieron subiendo al autobús.
La casa de la abuela era tétrica y fea. Lo más feo fue como los recibió, dejándolos en la puerta como una hora mientras ella hacía que alguien les abriera. Se sentaron en el suelo de la calle esperando, su mamá seguía renegando y Takeru se estaba despertando. Era bastante incomodo dormitar sentados en el suelo helado con el frió de la noche.
Cuando les abrió la puerta, uno de los hermanos de su mamá, los miró como bichos raros, como lo que eran, la vergüenza de la familia. Su hermano ni la saludó, la hizo esperar en la cocina junto con sus hijitos. Yamato se sentó en una silla porque estaba bastante cansado del trajín de la noche. Traía los brazos adoloridos y el sueño ya los vencía. Quería decirle a su mamá cuan cansado estaba, pero no se atrevía a molestarla.
Rendido se sentó en el suelo con Takeru en los brazos. Natsuko estuvo apunto de regañarlo pero entró la abuela. La recordaba vagamente en ese entonces. Cuando la vio envuelta en su bata y con esa expresión tan seria, le pareció que nunca antes la había visto en su vida. Se veía tan atemorizante, de una mirada lo hizo levantarse del suelo y esconderse tras su mamá.
Lo que siguió fue una tira de insultos y regaños. Hizo llorar a su mamá. Le dijo cosas horribles de su papá, de ella. Takeru se despertó asustado por el ruido. A ellas no les importaba asustarlos.
Menos mal entró la esposa del hermano de su mamá y los llevó a una salita. Les dijo que podían dormir ahí y los dejó solitos. Takeru estaba demasiado asustado para dormir y en la cocina, la abuela seguía regañando a su hija.
Esa noche durmieron abrazaditos, tratando de conciliar el sueño a pesar de que estaban en un lugar desconocido, con personas desconocidas y que los miraban mal. Al día siguiente fue peor y durante el día empeoraron las cosas. Pasaron el día entero en la sala, sin permiso para moverse salvo para ir al baño. Se la pasaron durmiendo la mayor parte del día ya que no tenían nada que hacer. Cuando fue de tarde su mamá no estaba por ningún lado. Era casi la hora de la cena y ella no aparecía. Takeru no se daba cuenta de las cosas así que no dijo nada, pero él si. Sabía que algo no estaba bien y se acercó donde su tía para preguntarle por su mamá. Ella le contestó simplemente que no sabía donde estaba y lo más probable era que se haya ido de la casa. Eso de verdad lo asustó mucho. No se podía haber ido ella también.
No sabía bien que hacer. Esperaron a que les dieran de cenar, pero nadie lo hizo. Yamato tuvo que ir a pedirles algo de comida para su hermanito. Su tía les dio un plato de comida, a pesar de la cara de disgusto de su abuela.
Ella tampoco los quería ahí. Así que no tenían porque quedarse. Cuando los dejaron solos en la sala, tomó a Takeru y lo sacó de la casa. Fueron a buscar a su mamá.
Una vez estuvieron en la calle, hacía mucho frío.
"¿Y mamita donde esta, oni chan?"
"Vamos por ella Keru, ella nos debe estar esperando en la casa. Tenemos que ir con ella, Keru."
Su hermanito estaba muy chiquito todavía, pero no se quejó mientras caminaron rumbo a casa. La verdad no tenía idea de para donde era, más o menos recordaba el camino por donde vinieron. Pero se hacía más de noche y ya iba a ser de día y estaban en la calle dando vueltas sin encontrar su casa.
Todo el camino Takeru le preguntaba porqué su mamá se había ido sin ellos. No sabía que responderle, no sabía que decirle. Seguramente la abuela la hizo enojar mucho y se fue, le respondió. Ella seguro los estaba esperando en la casa, así que debían caminar mucho para llegar.
Pero amaneció y no encontraban el camino. Takeru estaba cansado, pero no se quejaba. Estaban perdidos y no quería aceptarlo. Un auto paró cerca de ellos, cuando Takeru reposaba sobre su espalda, rendido de tanto deambular. Su tía bajo del auto y le quitó a su hermanito de la espalda. Su tío bajó y lo abofeteó con fuerza. Luego los llevaron a la casa de su abuela y los hicieron esperar hasta que ubicaron a su mamá y la hicieron volver por ellos.
Cuando llegaron a su casa no iba a bajar por nada del mundo.
"Mamá por favor, no me obligues a entrar a la casa, con él. Por favor."
Pero ella no lo escuchaba. Estaba buscando donde estacionarse.
"Por favor mamá te lo ruego…No quiero ir con él ni con la abuela… por favor."
Ella estaba preocupada en como se iba a estacionar y que iba a tener que verle la cara al patán de su ex.
"Te lo ruego… yo me voy bien lejos y nunca más me vuelves a ver… te lo juro mamá… Por favor. Por favor."
Estaba llorando de nuevo, sin quererlo de veras. Sus ojos chorreaban sin que los pudiera controlar, ya bastante hacía para evitar toser y manchar su auto. Pero a ella no le importaba en lo más mínimo lo que le fuera a pasar.
"Baja del auto. Ahora, no me hagas repetírtelo Yamato."
Ella sonaba amenazante, pero ya no le tenía miedo. Más miedo tenía de entrar a ese lugar. No iba a bajar por nada del mundo. Un ataque de tos repentino y un poco de sangre chorreó por su barbilla. Eso la enfureció más aún.
"Baja ahora mismo. maldición."
Gritó.
"No, no mamá, no voy a entrar ahí, por favor perdóname, pero no puedo entrar."
Ella no quería escuchar eso, ella no lo quería escuchar nunca más. Lo atrapó del brazo y lo jaló hacia fuera del auto. Lo jaló hacia la casa a pesar de sus protestas.
Pronto estuvieron frente a la puerta casi la tumba a golpes. Su ex esposo salió a recibirlos. Se había arreglado un poco, peinado y aseado. La estaba esperando pero aún conservaba el aliento fétido del alcohol y la casa se veía aún más desvencijada y desordenada. Al parecer estuvo empacando.
No, no se iba a quedar, no se iba a ir a ningún lado, no con él, nunca más. Ella lo tenía bien sujeto, su mano como una tenaza blanca y de uñitas perfectas. Hizo un último intento de escapar tirando con fuerza, pero no dio resultado, porque su papá llegó en auxilio de Natsuko y lo hizo entrar a la casa de un jalón.
Cerraron la puerta tras ellos. Ella se veía mortificada y de su cartera sacó los boletos que había comprado esa mañana luego de ir a pelearse con su ex esposo y tirarle un par de puntapiés para levantarlo de la borrachera. Ella no era la de antes, él nunca más el iba a poner un dedo encima, como cuando estuvo embarazada de sus dos hijos, como cuando vivían juntos.
Ahora ella se iba a ir y dejarlos atrás, como hacía tanto tiempo atrás, pero esta vez definitivamente. Regaño a su ex un rato más diciéndole cuanto asco le daba, cuanto se alegraba de haberlos dejado a él y a su inútil hijo. Eso la hacía sentir tan bien, a él le dolía que le dijera cuanto lo detestaba, cuanto lo despreciaba porque sabía que aún la quería. Como las veces que le fue a rogar que regrese con él y ella lo largó sonriendo. Eso era tan reconfortante, ahora él estaba pagando por hacerla sufrir tanto.
"Ya me tengo que ir a ocuparme de mis asuntos. Espero no verlos nunca más, a ninguno de los dos."
"Natsu…ko… No te vayas tan pronto…quiero hablar contigo de algunas cosas."
De nuevo iba a empezar con sus lloriqueos, es que no podía madurar acaso. Aún la quería, aún la necesitaba para vivir. Sabía que no mentía cuando le decía que no podía vivir sin ella, era lógico, bastaba con ver en lo que había terminado. Un borracho asqueroso, un gusano que se arrastraba en su propia mugre. Eso la hizo sonreír un poco más, como le gustaba ver lo miserable que era.
"No me toques, no te atrevas a tocarme, asqueroso. Sabes que no te me puedes acercar demasiado por órdenes del juez. Así que mantén tu distancia."
"Pero, me lavo las manos, por favor, no te vayas Natsuko… No te vayas… Yo te extraño tanto. No sabes lo que es vivir sin ti, amor yo aún te amo."
Ella no pudo evitar estallar en carcajadas. Eso si era divertido. Ver como se arrastraba por ella.
"Olvídalo idiota. Me voy y es para siempre."
Tomó su carterita marrón y se dio la vuelta para irse aún riéndose de él. Pero a su ex no le hizo ninguna gracia, se lanzó contra ella y la estrelló contra la puerta, aplastándola con su cuerpo. Ella lanzó un grito de susto al sentir que la perilla de la puerta se incrustaba en su abdomen. Este tipo era un bruto.
"Suéltame maldita sea! Déjame de una vez o te vas a arrepentir."
Le dio de carterazos en la cara, pero no surtieron el menor efecto. Aún era más fuerte que ella, aún la podía dominar. Ella empezó a gritar con más fuerza cuando él empezó a frotarse contra su cuerpo.
"Déjame, déjame maldito asqueroso, te vas a arrepentir maldito."
Pero él no le hizo el menor caso, al contrario su resistencia le parecía muy agradable, que se moviera así contra él. La tomó de las muñecas y la empezó a arrastrar hacia su habitación.
Ella gritaba desesperada, no podía estar pasando esto, debía ser un mal sueño. Pero no se iba a rendir, se resistía como podía. De pronto alguien llegó a socorrerla. Su ex recibió un golpe con una botella, en la espalda que la obligó a soltarla, luego otro en el hombro, que hizo que cayera al suelo de rodillas. Ella aprovechó el pánico y le dio de puntapiés.
Su ex estaba hecho una fiera, domada por el momento. Cayó al suelo retorciéndose como una lombriz mientras ella tomaba sus cosas del suelo, se acomodaba el cabello y recobraba la calma. Tomó la perilla de la puerta y la abrió desesperada. No iba a volver a pasar por lo mismo. Le dio una última mirada a la casa, a su ex esposo en el suelo, a su hijo que la miraba con tristeza, de pie frente a su padre. Y cerró la puerta tras ella.
Yamato la vio partir, desapareciendo tras la puerta cerrada y supo que era el momento de hacer lo propio. Tiró la botella a un lado y se dirigió a la salida. No importaba que su mamá estuviera afuera, se escondería en el departamento del costado hasta que pudiera salir del edificio. En eso estaba cuando una garra atrapó su pierna. Su papá de nuevo estaba en pleno uso de sus facultades y estaba realmente furioso.
Ya no tenía más fuerzas para luchar con él. No protestó cuando lo lanzó al suelo de un golpe o cuando lo estrelló contra la pared de la sala. Tampoco cuando lo arrojó contra las cosas que estaba empacando. No dijo nada, no podía hablar con la boca llena de sangre. El dolor en el pecho era cada vez peor, cada vez le dolía más respirar. Pero su papá no lo había notado, o no quiso darse cuenta. Lo pateó en el brazo con que se tapaba la boca para no manchar las cosas. Lo pateó tanto que pronto pudo oír un sonido sordo de algo que se rompe. Luego un dolor agudo que le arrancó un gemido.
De pronto sentía que el mundo se acababa, el dolor hacía que todo se pusiera blanco y nebuloso. Se puso de pie sujetando su brazo herido con el sano, se arrastró a la puerta, ignorando a su padre, a quien tenía delante, mirándolo como un león ve desfilar a su presa.
Llegó a la puerta para desplomarse frente a ella. Una avalancha de golpes cayeron sobre él y ahora todo estaba oscuro. Ya no veía nada, como si le hubieran apagado la luz. Su voz no salía y sus labios estaban al rojo vivo.
Escuchaba los gritos de su papá, insultándolo, pero entre estos sonidos empezó a oír la voz de Takeru. Podía oír como lo llamaba por su nombre, como le decía onichan. Pudo escuchar la voz de su mamá que sonaba cariñosa, diciéndoles que entraran a la casa, que afuera llovía y se iban a mojar y resfriarse. De nuevo la voz de Takeru que reía y que lo llamaba por su nombre de nuevo. Pero sonaba lejana. Quizá estaban ahí y él no los podía ver porque sus ojos no funcionaban. En la oscuridad oía sonidos mezclados. La voz de Taichi cuando lo llamaba para ir juntos al receso, cuando bromeaba con él, cuando le invitaba su almuerzo. La voz de Taichi la noche anterior, el sonido de su respiración tibia sobre sus mejillas. Podía escuchar todo esto. Taichi estaba con él, había venido a buscarlo seguro, y él no podía verlo más.
Más y más sonidos, voces infantiles de Takeru, su propia voz, como si la casa se hubiera convertido en un baúl de recuerdos parlantes. Se escuchaba a sí mismo, cuando jugaba con Takeru, cuando se quedaban solos cuando su mamá salía a trabajar y veían televisión. Cuando le contaba historias para hacer dormir a su hermanito…Podía oír en su propia voz… Había una vez… En sus cuentos siempre habían finales felices.
De nuevo la voz de su papá enmudecía las otras voces, pero apretaba los ojos y en medio del zumbido de sus oídos y las campanitas que escuchaba, escuchaba la voz de Takeru que le decía que le cuente otra historia. Siempre lo hacía, inventaba más para que él sea feliz. Cuando no le quedaban ideas las sacaba de la televisión, de los programas que veían juntos. Takeru los disfrutaba tanto, podía oír su risa, podía ver su rostro sonriente. Podía verlo de nuevo diciéndole cuanto lo quería. Podía ver a Taichi de nuevo, ofreciéndole su almuerzo, despeinado luego de levantarse de la cama. Taichi, pensaba, y nunca le pudo decir cuanto lo quería.
Sus pies abandonaron el suelo. Su cuerpo fue levantado en peso y aunque no podía ver, sabía a donde se dirigía.
Sonrió pensando en las voces que escuchaba por todos lados, aunque mezcladas. Eso hacía que no se sintiera tan mal como siempre.
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Las voces y las imágenes no cesaron. Aún pudo oírlas mientras su papá lo echaba sobre la cama y le sacaba la ropa a tirones. Podía ver a Takeru de nuevo, cuando iban a jugar al parque en la caja de arena, cuando lo subía a los juegos, cuando lo vigilaba para que no se cayera, cuando eran tan felices.
Todo estaba tan oscuro, ya no iba a poder ver los ojos de Taichi, ya no iba a poder ver el rostro de Takeru…
Tosía tratando de absorber algo de aire para poder respirar. A su papá no le pareció bien que lo cubra de sangre. Lo siguió golpeando.
Por lo menos no podía ver su rostro, encima de él, pero podía recordarlo, aunque cerraba los ojos cuando se lo hacía, no podía evitar recordarlo.
Sin querer empezó a llorar, sus ojos no le permitían ver nada pero le ardían igual. Estaba asustado como nunca antes en su vida. No quería dejar a Takeru, no quería perder a Taichi. Empezó a temblar violentamente y su papá se levantó de sobre su cuerpo desnudo y embarrado. Se levantó sintiéndose como los peces recién sacados del agua, ahogándose en su propia sangre. Tenía miedo, mucho miedo…
Cayó al suelo impulsado por un empellón de su papá y aterrizó de bruces. No podía ver nada, no podía sentir nada más que se estaba ahogando. Pensaba en Taichi, en Takeru… tenía mucho miedo. No paraba de toser, quería un poco de agua…
"Qué demonios…."
Escuchaba la voz preocupada de su papá mientras que la desesperación por respirar lo consumía aún más. Por fin escupió un poco y algo de aire entró a sus pulmones. Tenía los ojos abiertos y no veía más que oscuridad.
Pudo sentir que lo levantaban del suelo, que su papá luchaba por ponerle la ropa en su sitio. No podía estar pasando esto, su cuerpo se sentía como un trapo. Uno que otro ataque de tos le devolvía la movilidad. Se estaba poniendo fría la casa.
Logró vestirlo y sacarlo en brazos de la casa. No podía saber hacia donde iba, pero sólo quería decirle que lo bajara, que así no podía respirar. Parece que no sabía que hacer, porque su respiración estaba muy agitada. ¿Qué iba a hacer ahora con él? Sólo quería que lo dejara tranquilo de una vez.
Por fin lo que tanto deseó se hizo realidad. Lo dejó sobre alguna superficie dura. Ya no podía oír nada más que las voces de Takeru y la suya, como si toda su vida pasara ante sus ojos.
Se quedó en donde lo dejaron sintiéndose abandonado, sin poder moverse. Como un pez al que abandonan sobre las redes. Sentía más miedo que nunca, más frío y más desesperación. No quería marcharse sin despedirse de Taichi, no podía irse sin decirle cuanto lo quería. Pero no podía hacer nada ahora. Sólo seguir pensando en él, hasta el final.
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El teléfono sonó y su mamá fue a atender. No sabía porque pero sintió que algo estaba mal. Un escalofrío recorrió su espalda, algo definitivamente estaba mal. Su mamá se quedó frente al teléfono, pasmada un momento. Luego volteó con el rostro desencajado y le dijo.
"Vamos a salir Taichi. Ponte tu abrigo."
Supo que algo no estaba bien…. Supo que algo iba mal desde que no lo dejaron bajar del auto. Desde que su mamá regresó con la cara hinchada de dentro del hospital. Cuando lo tomó de la mano y lo llevó a recorrer los pasadizos. Hikari se quedó en el auto, con su papá. Nunca vio a su papá con esa cara, ni cuando la abuela murió. No le querían decir nada y él tampoco quería saber porque sin que se lo dijeran podía darse cuenta que serían malas noticias.
Una enfermera estaba en la puerta cuando llegaron. Su mamá volteó y le dio un beso en la mejilla. No quería entrar, no iba a entrar porque sentía que el mundo se le venía encima. No quería entrar, sin saber que pasaba la abrazó y empezó a llorar.
Ella también lloró, porque ya no pudo contenerse.
Taichi se secó las lágrimas con la manga del abrigo y la hizo a un lado. En ese momento supo que estaba pasando, supo porque se sintió tan mal cuando Yamato salió de su casa, porque sintió ganas de no dejarlo irse nunca. Sin poder controlarlo sus ojos se volvieron dos ríos. Y entró a la habitación… Los labios le temblaban….
Una enfermera le tapaba la visión. Avanzó sin querer llegar a la cama del hospital…La enfermera volteó a mirarlo y le sonrió con la sonrisa más triste del mundo.
Los labios le temblaban más que nunca…
Llegó a su lado con la vista nublada por las lágrimas… y no pudo contenerse…
"T…Taii…chi…. Te esta…ba….es…perando…"
No le pudo responder sólo le tomó una mano tibia. No podía saber si lo estaba mirando porque tenía la mirada perdida en algún lugar de la habitación. Pero sabía que era él y lo estaba esperando.
"Yo te … estaba esperando toda mi vida… Matt… yo…"
Y sonrió… despacio y más hilitos de sangre se deslizaron por su barbilla.
"Lo…sie..nnt…Ta..i.. no..me voy a ..poder que..dar contigo …com… quis..e.."
"No digas eso, te vas a mejorar y vamos a ir a la escuela juntos de nuevo. Ya vas a ver… no digas eso por favor…"
"Nnn…no…"
Le acarició la frente, liberándola de cabellos dorados mojados de sangre, su piel se estaba poniendo fría.
"Yo… t…te quie..ro ..much… sí.. Taichi…"
Taichi apretó los labios…
"Yo también Matt… muchísimo… eres muy especial para mí… por eso siempre quise estar contigo y…"
No pudo continuar porque se le anudo la garganta.
"¿D…verad?...Taii…"
Era curioso… las voces se hacían más débiles y lo estaban abandonando. Pero ya no sentía miedo… Ahora sólo podía escuchar a Taichi frente a él… Y hasta podía verlo un poquito borroso…Sonrió un poquito, de nuevo. Lo había ido a ver… Por lo menos se pudo despedir de él… De quién más quería…
Taichi no se pudo contener y le besó los labios húmedos de sangre. Y ambos sonrieron… y fueron felices unos segundos.
No podía creer lo que había pasado… Taichi le había dado un beso, un beso de alguien que sí lo quería. Alguien que siempre lo trató bien y nunca intentó hacerle daño.
En toda su vida había sido muy miserable, había pasado por momentos terribles y muchas veces renegó de su suerte. Pero este momento, compensaba todos los malos ratos que pudo tener, por un momento, por fin fue completamente feliz. Pudo sentirse querido, pudo sentir que todo iba a estar bien de ahora en adelante. Sabía que iba a ser cierto… ahora si iba a estar bien.
Taichi lo tomó de la mano y con la otra le acariciaba las mejillas. Sentía que el corazón le iba a explotar dentro del pecho. No quería separarse de su lado… no quería irse de ahí nunca más. Por fin se sentía muy feliz, porque Matt sentía lo mismo por él.
La enfermera que había estado pendiente de situación quiso apartar a Taichi cuando la máquina empezó a hacer sonidos agudos. Pero él no lo soltó… no lo iba a dejar ir. La otra enfermera llamó al doctor de turno. Y la mamá de Taichi se quedó en la puerta llorando en silencio.
No lo iba a dejar solo ahora que más lo necesitaba, no podía hacerle esto. La enfermera supo que no había nada más por hacer así que los dejó tranquilos a los dos. Taichi le dio otro beso antes que se acabaran de enfriar sus labios. Matt entreabrió los ojos y susurró para sus oídos.
"La… próxima v…ez q..e t…vea… me … queda..ré a tu lad…. Taichi…"
Taichi sonrió y cerró los ojos mientras lo abrazaba.
Su mamá supo que estaba sucediendo y se abrazó a sí misma en la puerta de la habitación. La enfermera a su lado, no pudo dejar de soltar una lágrima.
El doctor llegó y la enfermera lo detuvo.
La mamá de Taichi se acercó a su hijo que seguía abrazándolo.
"Taichi… vamos afuera…"
Le dijo.
Él la miró pero su mirada estaba ahora pérdida en la sala.
"Sí mamita…. Ya se fue…"
Continuará..
En el siguiente capitulo, un pequeño epílogo.
