Hola, que tal, soy yo otra vez...

N/A:

Avatar fue mi primera historia y le dejé un final muy abierto, por eso decidí hacerle una continuación, no sólo una segunda sino una tercera parte...

Pero vamos por partes.

No es indispensable haber leído Avatar para entender la continuación, pero sólo por si acaso, aquí va un micro resumen:

En Avatar, Leo es poseído por un demonio que le obliga a realizar toda clase de cosas atroces y que quiere abrir una puerta al infierno para hacerse más poderoso. Conocen a Muffy una caza demonios que le ayuda a liberarse de tan molesto ser gracias a una espada legendaria que resultó no ser otra que la mística Espada de Fuego, la misma espada que usara el Arcángel Miguel para derrotar al demonio Satán en el inicio de los tiempos (la historia bíblica, la tienen vista ¿no?). Logran acabar con el demonio pero éste no se muere sin antes vaticinarles que ese es sólo el principio y que peores cosas están por suceder.

Más tarde, el mismísimo Arcángel se les presenta y les confirma esa fatídica profecía: algo muy malvado y muy poderoso está por pasar, pero no se sabe ni qué ni cuando, lo único que saben por cierto es que sus destinos ya están involucrados de antemano...

Ahora, esta segunda parte es una historia de transición, no es conclusiva pues todos los cabos sueltos son atados en la tercera parte.

Uf.

Aquí voy.

.-

Corrí, lo más rápido que pude hacia delante,

Esperando dejar el pasado atrás.

Corrí lo más rápido que pude hacia delante...

Sólo para encontrármelo cara a cara.

¿De que otra forma podía ser?

Si la vida es un círculo,

Las cosas concluyen donde comienzan...

Dèja vú

1-

Exactamente quince años atrás, un considerable pedazo de uno de los niveles superiores del drenaje se vino abajo por completo; una de las tuberías cedió, dejando entrar el agua directamente desde el río, inundando varios sectores de la parte más antigua.

Sólo un breve temblor bajo sus pies anunció lo que vendría: primero, un duro golpe que lo arrancó del piso, toneladas de agua directo hacía su boca, la sensación de estar siendo arrastrado a toda velocidad, con los brazos y piernas agitándose sin control por la fuerza del torrente. Y, después, el rugido, como si viniese desde el fondo de la tierra.

El resto del mundo a su alrededor desapareció en una fracción de segundo, sólo había oscuridad y el rugir del agua.

Trató de luchar, pero sólo tenía cinco años y no tenía la fuerza suficiente.

Fueron horas de vagar por los túneles, golpeándose contra las paredes, o tal vez fueran sólo un par de segundos, gran diferencia cuando eres sólo un niño y estas asustado...

Después de un rato, la oscuridad dio paso a la luz y, por unos leves instantes, su cuerpo se mantuvo suspendido en el aire: el torrente lo había arrastrado hasta el final del túnel que conectaba con una gran cámara en la que convergían otros túneles; el agua siguió su curso por las paredes de la cámara, abandonando su cuerpo en medio del aire, hasta que también él comenzó a caer.

Abrió los ojos instintivamente, todo era confusión, las paredes y los tubos no eran más que un borrón desfilando a toda velocidad frente a sus ojos conforme caía.

Estiró sus pequeños brazos, tratando de encontrar algo de que asirse que pudiera evitar su caída. Nada. Su mano resbalaba en cada intento, o iba muy rápido o no tenía la fuerza necesaria.

De pronto algo lo golpeó, rebotó contra ese algo y luego quedó tendido sobre él. Sus ojos miraron temerosos a su alrededor sin atreverse a mover un solo músculo. ¿Acaso había llegado al suelo ya?. El ruido del agua llegó hasta sus oídos, cayendo desde varias direcciones, haciendo eco en la cámara.

Se quedó quieto y sólo escuchó. El agua caía y caía, más abajo, aún más abajo de donde estaba él. Aún no había llegado al suelo. Un escalofrío le recorrió al descubrir que estaba sobre un tubo que atravesaba la cámara, todavía a varios metros de altura, y que empezaba a deslizarse por uno de sus costados y a caer al vacío...

Nuevamente iba directo a estrellarse contra el piso.

Intentó concentrarse, controlar la caída. Dio una voltereta en el aire, enrollándose sobre sí mismo, perdiendo velocidad.

Cuando su cuerpo volvió a estirarse, sus pies hicieron contacto con el piso. Ni bien sintió el frío concreto, flexionó las piernas intentando absorber la fuerza del golpe, luego se tiró al suelo y rodó.

Cuando por fin logró detenerse, reposó su mejilla contra el piso, respirando agitado, casi resoplando. Temblaba de pies a cabeza, pero estaba bien, o eso creía. Al menos su cabeza estaba intacta, lo que era una suerte considerando que estaba destinada a partirse en dos hacía solo unos segundos atrás.

Se sentó, lentamente se puso de pie, sólo para volver a caer con un aullido: al intentar apoyar el pie izquierdo, su tobillo le envió una punzada de dolor que lo tiró al suelo. Sentado nuevamente, lo observó, estaba grande y morado y latía con furia, probablemente roto.

Miró a su alrededor. Dentro de algunos años llegaría a conocer el lugar como la palma de su mano, pero por el momento, no tenía la más remota idea de dónde estaba, qué tan lejos de la guarida ni por donde seguir para llegar a ella y aún si lo supiera, no sabía como lo lograría con el pie como estaba.

Alguien debía estarlo buscando, pensó. Sus hermanos tenían que haberlo visto siendo arrastrado por el agua, siempre que el agua no se los hubiera llevado a ellos también.

Cerró los ojos y escuchó, le había parecido que alguien gritaba su nombre. Volvió a abrirlos y miró frenéticamente en todas direcciones, pero sólo podía oír el agua cayendo.

Y algo más... cerró los ojos con fuerza como si eso fuera a aumentar sus habilidades auditivas.

Pasos. Eran pasos, muy cerca... ¿de dónde, el sonido rebotaba varias veces contra las paredes, imposible saberlo. Pero era más de una persona, varios pares de pies corriendo, demasiados y demasiado pesados para pertenecer a sus hermanos... ¿quién entonces¿quién era?. Sintió pánico.

Los pasos provenían de un corredor cercano, estaba casi seguro. Y también se daba cuenta de que no podría huir en caso de necesitarlo.

Abrió los ojos y los dirigió hacia el túnel más próximo, el que conectaba con el corredor desde el que provenían los pasos: si alguien venía hacía él, era por ahí por donde llegaría. Y así fue.

Sólo alcanzó a ver un par de brazos extendidos en su dirección y una figura, no más que un borrón, que corría inclinada.

Los brazos lo apresaron, levantándolo del suelo, y llevándolo con él, corriendo a través de la cámara, hasta el otro extremo, donde un nuevo laberinto de túneles se abrió ante ellos.

Ahora que lo pensaba, era la primera vez que veía a un humano. ¿Cómo pudo haberlo olvidado?.

No podía ver nada, ni hacía donde se dirigían o la apariencia del extraño, su rostro estaba enterrado en el cuerpo de éste y sus brazos lo estrechaban lo suficientemente fuerte como para no poder moverse. Todo lo que sabía era que iban a prisa, muy rápido, el chapoteo de sus pasos llegaba hasta sus oídos.

.- Lo siento, pero no podías quedarte ahí, muchacho.- dijo una voz, Leo sintió su vibración en el pecho del extraño.

A pesar de todo, Leo no luchaba. Tal vez todo ocurriera demasiado rápido, tal vez estuviera demasiado asustado para hacerlo, o tal vez fuera todo lo contrario y no sintiera miedo alguno que le hiciera querer escapar. No podría afirmarlo ahora, muchos de esos recuerdos se habían borrado ya.

Aun oía las pisadas, justo tras ellos. El humano no estaba sólo, era seguido por otros. Muchos otros.

Continuaron corriendo hasta llegar a un recodo donde el humano giró bruscamente, internándose en un túnel más pequeño, oscuro, apenas un agujero en la pared. El humano debió inclinarse para entrar.

Primero lo metió a él, delicadamente, sin que éste se resistiera, después se introdujo el mismo, obligando a Leo a internarse hasta el fondo del túnel. Descubrió que no había salida del otro extremo, el cuerpo del humano cubría la única entrada, impidiendo el paso de la luz. Apenas si podía ver su silueta.

El humano apoyó la espalda contra la pared del túnel, relajándose y respirando profundamente, inclinando la cabeza hacia atrás, primero mirando el techo, luego la pared frente a sí y luego, con un suspiro de alivio, a él.

Por unos segundos, ambos sólo se miraron.

.- Tu pie¿estas herido niño?.- preguntó el extraño.

Entonces lo descubrió: era una mujer. El extraño era una mujer. No lo supo de inmediato, en verdad, lo supo más tarde, cuando regresó a casa y mucho tiempo después. En aquel entonces, todos los humanos eran iguales para él.

Si estaba impresionada o sorprendida o asustada de verlo, lo disimuló muy bien. No se comportaba como Splinter siempre le había dicho que se comportarían los humanos si llegaban a verlos. Sabía que no era por la oscuridad, sabía que ella podía verlo perfectamente.

.- Si.- respondió la pregunta del extraño, sin titubear.- Creo que me rompí el tobillo.

La mujer se inclinó sobre él. Leo retrocedió instintivamente. Ella lo miró a los ojos con una sonrisa. No podía decir si era joven o vieja... pero recordaba la forma en que brillaban sus ojos... casi... amarillos. Como los de un gato.

.- Sólo quiero revisarla, niño. Talvez te gustaría regresar caminando a tu casa.

Leo finalmente asintió, estirando la pierna. La mujer la sostuvo delicadamente, con mirada crítica.

.- No está roto, sólo muy lastimado. Estará bien, pero...

De un bolsillo en una de las mangas de su camisa extrajo un rollo blanco. Vendas. Con rapidez y habilidad comenzó a vendar la pierna, a la vez que daba miradas furtivas sobre su hombro de vez en cuando.

Pero Leo ya no escuchaba los pasos, sólo el agua cayendo.

Mientras vendaba su pierna, Leo tuvo oportunidad de examinar su rostro más de cerca. Una mancha negra lo surcaba, desde la mitad de la frente hasta el mentón. No, no era una mancha negra.

Era sangre, su frente sangraba.

Leo abrió los ojos de par en par, sintiendo un escalofrío. La mujer advirtió su reacción y sonrió.

.- No te preocupes, chico. No es nada.

Leo asintió. Su mirada bajó hasta los brazos y las manos de la extraña. Toda su ropa estaba rasgada en varias partes, y sucia. Otra mancha oscura cubría uno de sus brazos. Adivinó de inmediato qué era en realidad.

No dijo nada, pero retuvo entre la suya la mano de la extraña, cuando ésta intentó retirarla al terminar el vendaje, sin saber muy bien porqué lo hacía o qué significaba aquel gesto. Sin saber porqué, la apretó con fuerza.

La mujer lo miró sorprendida por algunos segundos y luego sonrió.

.- ¿Estas lejos de tu casa?- preguntó, Leo negó con la cabeza.

.- No lo sé...

.- ¿Vives aquí? es decir¿aquí abajo?...- Leo asintió. La mujer pareció preocuparse.

.- Entonces debo irme cuanto antes...

De pronto, todo rastro de preocupación desapareció de su rostro, volviendo a sonreír.

.- ¿Podrás volver tu solo?.- Leo se puso de pie. El tobillo aún le dolía, pero era un muy buen vendaje, podría caminar con ello. Agitó la cabeza afirmativamente, la mujer sonrió complacida.

.- Bien, haremos esto... – guardó silencio alzando la cabeza, mirando hacia la nada. Trataba de escuchar a través de los túneles y pasadizos, por sobre el eco del agua.

Pero no era necesario esforzarse mucho: Leo también lo oía, los pasos habían regresado. La mujer se volvió a verlo, con expresión de temor en su rostro.

.- Esto es lo que vamos a hacer... – comenzó, hablando cada vez más rápido.- Saldré de aquí y tu te quedarás oculto en el fondo, en la oscuridad...- sus ojos se volvieron a mirarlo con severidad.- No salgas hasta que los oigas alejarse, pasarán por aquí... no dejes que te vean.

.- Pero tu...

.- También... también debes prometerme que no le dirás a nadie sobre mi... a cambio, yo no le diré a nadie sobre ti. ¿te parece justo? jamás nos hemos visto, niño¿esta claro? debes prometerlo... – Leo movió la cabeza, asintiendo nerviosamente.

.- Bien... – Dijo ella, aliviada.- Adiós muchacho, no olvides lo que te dije.- diciendo esto, se inclinó sobre él y le beso la mejilla.- Cuídate, niño.

Leo le había dicho algo a su vez, pero ya no recordaba que había sido.

La mujer salió disparada fuera del túnel y se perdió de vista por el corredor. Leo vagamente recordaba el color de su cabello. Negro, casi estaba seguro, pero por más que lo intentaba, no lograba recordar nada más.

Tras unos minutos, oyó las pisadas, mucho más cerca. Luego gritos...

Un disparo, seguido por muchos otros, algunos rebotaban contra metal, haciendo eco en los túneles.

Y luego un grito más, un grito agudo y prolongado, retumbando en todo el drenaje.

Cuando despertó era sólo medianoche y todo estaba oscuro. Respiraba agitadamente, con los puños cerrados, apretando fuertemente las mantas. Sus piernas temblaban como si hubiera tratado de correr en sueños.

Se daba cuenta que estaba sentado en la cama, perfectamente erguido y de que acababa de tener una pesadilla.

Llevaba años sin pensar en ese incidente, años en los que la mayor parte de las imágenes se habían desvanecido ya por completo y no parecían más que fragmentos de un sueño. Llevaba mucho tiempo sin pensar en eso, pero esa noche sin más, todos los recuerdos, todas las imágenes habían regresado, más vívidas que nunca...

No sólo eso. Ahora parecía entender, parecía comprender lo ocurrido de una forma en que no lo había hecho quince años atrás.

Le hubiera gustado poder ayudarla, pero no había podido hacer nada, sólo tenía cinco años y no tenía la fuerza suficiente.

Se recostó contra el respaldo de la cama. Suspiró. Quince años era demasiado tiempo para hacer algo al respecto.

¿Qué sería de ella? era la primera vez que se lo preguntaba¿Estaría viva¿Habría logrado escapar?.

De pronto sintió que le embargaba una enorme angustia. ¿qué diablos habría sido de ella¿habría logrado sobrevivir?...

Intentó recordar su rostro, pero sólo unas líneas confusas se formaron en su mente, sin llegar a materializar nada concreto. Sólo había una cosa que recordaba con claridad: ese grito agudo haciendo eco contra las paredes de los túneles, hacía mucho tiempo atrás, cuando tenía cinco años y no había podido hacer nada al respecto.

Fin del primer capitulo