Los personajes utilizados aquí no son de mi propiedad, así que antes de meterme a la cárcel piensen eso, además, Yo no gano nada por medio de esto, simplemente criticas.
Gracias. Ahora si, lean, por favor!
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Capitulo 4: Punto de encuentro.
Se levantó, haciendo uso del cuerpo de Yugi Moto. Estaba en casa. Sus amigos lo trajeron después del golpe y quedara inconsciente… Ah, si, y en el transcurso llegó otro sueño. ¡Esos sueños que no le dejaban vivir en paz!
"¿Qué significan?" se preguntó, mientras daba vueltas por la habitación con los brazos cruzados. "¿Por qué los tengo? ¿Por qué ahora?"
Dioses… la cabeza le estallaría por la sobrecarga de dudas. Quería respuestas, las necesitaba, y sabía muy bien que hacer para obtenerlas. La forma en que se presentaban los sueños era una espada de dos filos, y aquel el momento indicado para usarla a su favor.
Desconectar la línea telefónica fue lo primero en hacer, luego escribió una nota para el abuelo de Yugi, indicando que se iba a dormir y que por favor no lo despertara. Vaya… nunca antes notó lo distinto de la caligrafía entre Yugi y él, pero eso no importaba mucho. Trajo de la cocina las ultimas cosas que requería el plan y subió a la alcoba. Asegurada la puerta, tomó asiento sobre la cama.
"Lo siento, Yugi, pero necesito que duermas unas cuantas horas." Colocó en su boca dos pastillas para dormir y ayudado de un trago de agua las dejó entrar en su organismo.
Las cápsulas no tardaron mucho en hacer efecto, y pronto los ojos de Yami se cerraban con pesadez. Fase uno del plan concluida, el resto era cuestión de azar. Los sueños no tenían algún tipo de cronología, así que podría aparecer en cualquier parte y situación.
Al parecer, fue su día de suerte, pues emergió en donde el sueño anterior concluyó, en la habitación del Faraón. No obstante, ya había transcurrido el tiempo y el amanecer se acercaba.
A un lado de la elegante cama el Mago Oscuro se daba a la tarea de vestirse. Por el momento Yami no se preocupó de otra cosa más que admirar el agraciado cuerpo del hechicero negro. Ahora recordaba que fastidiar tanto a su maestro esa noche había valido la pena… ¡Un momento! ¿Ahora recordaba? ¿De dónde salió eso? Fue como un instante de lucidez que se esfumó al percatarse de ello.
"¿Te vas ya?" preguntó el Faraón entre las sábanas.
"Si me quedo más tiempo alguien podría verme salir de aquí." Respondió el Mago con tranquilidad. "Además, tengo cosas que hacer… y usted también, Faraón."
El hechicero terminó de vestirse, y cuando pretendía salir sintió que una mano tomaba la suya, paralizándole.
"Anoche, cuando dije que estoy enamorado de alguien…" la voz del Faraón demostraba un poco de nerviosismo. "Hablaba de ti… quiero saber si tu sientes lo mismo." Oprimió la mano del brujo con más fuerza. "¿Estamos enamorados?"
El Mago se dio la vuelta para enfrentar los ojos color violeta de su soberano. Se inclinó un poco y asintió con la cabeza, aun libre de su sombrero.
"Sí, lo estamos." Dijo, sonriendo ligeramente. "Pero no me siento seguro de que esto…" El sonido de alguien tocando la puerta lo interrumpió.
"Faraón, soy yo, Akunadin." Uno de los sacerdotes reales de mayor confianza para el Faraón. "Acordamos revisar el día de hoy algunos asuntos sobre la banda de ladrones que apareció…"
"¡Maldición, lo olvidé!" murmuró el joven Faraón, molesto. La situación en que se encontraban era demasiado comprometedora como para dejar que los vieran, pero sería muy sospechoso que el Faraón se negara a ver a uno de sus más cercanos consejeros, en especial si él mismo le pidió venir. "¡Bien, tengo una idea!" Arrancó un pedazo de tela de las sábanas, y lo mojó con agua en una vasija al lado de su cama. Subió a ésta saltando, puso el improvisado trapo en su frente. "Ahora solo sígueme el juego y deja que yo hable." Cambió su tono de voz por uno más leve. "Adelante…" la puerta comenzaba a abrirse. "¡El sombrero, el sombrero!" dijo, mientras señalaba con insistencia la parte restante en el atuendo del hechicero, el cual apenas logró colocárselo a tiempo.
"¿Qué ocurre?" preguntó el sacerdote, sorprendido por lo que vio. Sus ojos se detuvieron en el brujo. "¿Qué haces tú aquí?"
"No me sentía muy bien…" dijo el soberano, fingiendo a la perfección debilidad. "Así que lo mandé llamar."
"Pero no vi que nadie entrara en su habitación, Alteza…" dijo Akunadin, desconfiado. "Me desperté muy temprano…"
"Él está aquí desde la noche anterior." Interceptó el Faraón. "Le pedí se quedara a atenderme, por eso no le viste pasar." Notó como los ojos del sacerdote recorrían la habitación en busca de anomalías, y las encontró: su ropa. Durante la confusión de lo ocurrido, quedó en el suelo con un descuido espantoso.
"¿Eso…?"
"Tuve que pedirle se quitara sus prendas." Dijo el Mago Oscuro, sin dudar un segundo. "Por la fiebre."
El sacerdote dudó. Algo le decía que no creyera a esos dos… pero sería una ofensa terrible argumentar contra la palabra del Faraón. Quizás estaba imaginando cosas. ¿Qué podrían ocultar el Faraón y su hechicero?
"¿Desea que mande llamar al médico real, su Alteza?" preguntó el hombre.
"No, no, ya me siento mejor." Dijo el Faraón. "La fiebre desapareció por completo."
"En ese caso, pasemos al tema de la nueva banda de delincuentes…" el sacerdote giró hacia el Mago Oscuro. "Ya puedes retirarte."
"Su Alteza." El Mago hizo una reverencia y abandonó la estancia.
Todo ese tiempo Yami observó cada movimiento o expresión de la carta, y ahora veía a esos ojos azules entristecer tras la puerta cerrada. Pero ¿por qué? La persona que amaba lo correspondía ¿qué estaba mal?
El hechicero levantó el rostro al frente.
"Todo esto está mal…"
Por unos segundos Yami tuvo la impresión de que era visible al hombre frente a él, pero lo comprobó falso cuando éste pasó a través de su cuerpo caminando. Fue una sensación peculiar, como sumergirse en agua. Empero, al concluir eso, el tiempo había transcurrido, y él se encontró de nuevo en la habitación del Faraón. No pudo asegurar si era ese mismo día o después.
"Por favor…" suplicó el Mago mientras el Faraón degustaba su cuello. "Esto no está bien…"
"¿Por qué?" se detuvo. "Quiero saber por qué lo dices. ¿Por qué somos hombres? ¿Es eso?" El hechicero desvió la mirada sonriendo con desaire, pero pronto cambió el gesto por uno de diversión.
"A veces tu seriedad me sorprende." Dijo, pasando sus manos a la cadera del joven. "Me refiero a que necesitamos ser más cuidadosos con esto. Tu habitación no es un punto de encuentro muy discreto. Parece necesitar algunas clases de lógica, Faraón."
"No quiero clases… Solo al maestro." condujo al otro a la enorme cama, pasando a través de Yami.
La impresión de agua volvió, luego reapareciendo en un espacio cerrado. Desconocía la habitación, repleta de personas con trajes semejantes a los del Mago Oscuro, pero mucho más simples, y por esto mismo logró localizar a éste entre el grupo. Se trataba de una reunión, o algo semejante. Más delante, la estancia comenzó a desalojarse.
Podía notarse a simple vista que el Mago Oscuro poseía un nivel superior a los demás, no solo por la diferencia de vestimenta, también por esa aura de energía que irradiaba, la sabiduría en aquellos ojos, la seguridad con que hablaba y como le obedecían.
¿Cuál era la historia de tan enigmático personaje? ¿Cómo llegó al servicio de la familia real? Por palabras de éste mismo supo que antes fue un sacerdote, que era su maestro… ¡Maldición, deseaba recordar!
"¡Ven conmigo!" el joven Faraón salió al encuentro de su hechicero, tomándole la mano. "¡Quiero mostrarte algo!"
El brujo no pudo hacer nada para impedir a su soberano arrastrarle por los pasillos del palacio. Al dar vuelta en una esquina, casi atropellan a una de las sacerdotisas. No era cualquier sacerdotisa, sino Isis. El Mago cruzó miradas con ella pocos segundos, y vio algo que no le agradó. Reconocimiento. La sacerdotisa estaba al tanto de lo que ocurría, lo sabía todo.
Continuaron corriendo hacia el exterior del lugar y más allá. Después de caminar alrededor de cinco minutos llegaron a una vieja construcción.
"¿Sabes qué es este lugar?" preguntó el Faraón.
"Por supuesto que lo sé." Respondió el hechicero, sacudiendo la arena adherida a su traje durante el trayecto. "Es la antigua sala de observación."
Yami tuvo la impresión de saber lo que el Mago hablaba. Muchísimo tiempo atrás, antes de descubrir el poder del collar del milenio para ver el futuro se utilizaba ese observatorio para predecir eventos próximos por medio de las estrellas. De alguna manera, podía recordar eso.
"Te equivocas." Replicó el Faraón, sonriendo. "Esto solía ser la sala de observación. Ahora es nuestro punto de encuentro." El Mago no dijo nada, exhortando al Faraón a explicarse. "Dijiste que querías un lugar discreto, bueno, aquí lo tienes."
Se adentraron en la enorme construcción. Yami la conocía. Era el escenario del primero de todos esos sueños. El mismo sol incandescente, la arena suave en los pies.
"La he mandado restaurar para nosotros." Continuó el Faraón, pasando a la sala principal. "¿Te gusta?"
El hechicero se asombró por la belleza de la sala. Increíble… antiguamente eran viejas ruinas, ahora una hermosa cámara.
"Esto debió costarte mucho trabajo… sin mencionar el precio…" Dijo el Mago, con suspicacia.
"No hablemos sobre eso." Una mano del joven Faraón atrajo al brujo hacia él, mientras la otra se posó sobre el pecho de aquel. "Ya no puedes continuar diciendo que algo anda mal."
"¿No, verdad?" besó los labios de su soberano con fuerza.
Yami no pudo evitar acercarse a la pareja, colocándose tras su yo del pasado. Los ojos cerrados del Mago Oscuro daban a su rostro una apariencia casi angelical. Quiso sentir esos labios cálidos sobre los propios, tocar la tersa piel bajo sus manos.
El hechicero rompió el contacto para estrechar el cuerpo del Faraón entre sus brazos. Al abrirse los ojos del Mago, Yami creyó ver un leve destello de tristeza. Por solo unos segundos, y de inmediato se disolvió.
"Gracias…" murmuró el brujo oscuro al oído del Faraón.
Para Yami las cosas comenzaron a desaparecer. La oscuridad cubrió todo en cuestión de segundos, trayendo consigo un insistente golpeteo. Estaba despertando.
"¡Yugi, es la ultima vez que te lo digo!" la voz del abuelo de Yugi venía desde el otro lado de la puerta. "La cena está servida, si no bajas, me la comeré yo." La puerta se abrió, dando paso a un desaliñado Yugi.
"Ahora bajo…" dijo el muchacho, frotando sus ojos. "¿Qué hora es?"
"Las siete y treinta de la noche." Respondió el anciano, bajando las escaleras. "Dormiste toda la tarde ¿es que no tienes tarea que hacer o algo así?"
"¡Rayos, lo olvidé!" exclamó Yugi, llevándose una mano a la frente, preocupado. "¡La tarea de biología!"
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NOTAS:
Woosh! Capitulo cuatro terminado! Qué les pareció?
Un poco más corto que los demás capítulos, pero no di para más… (luego me regañan porque son tan breves, pero no importa xD)
Oh, una aclaración. Eso del traje negro del Mago Oscuro… bueno, según me enteré, en el manga el traje es azul con rojo, y quise hacer uso de ese dato, pero me confundí y lo puse negro con rojo xD …no sé porqué el traje es morado en el anime, pero me pareció lindo dar una explicación posible ˆˆU
Pero me desvío del tema… Un saludo a todos los que me dejan reviews, no dejen de hacerlo!
