Cap. 1 Historia de Naurloth
Naurloth despertó helada. Vio filtrarse la tenue luz de la luna por la pequeña ventana donde los esclavos, vestidos con harapos y hambrientos, dormían.
Había nacido 12 años antes en Nía, una pequeña isla, la más pequeña de toda alagaësia.
A los tres años, había abandonado su aldea y fue con sus padres a vivir a Kuasta, donde había más posibilidades de vida.
Al menos, con los que creía que eran sus padres.
A los dos años de ir a Kuasta, la que creía su madre murió de una terrible enfermedad.
Un día, dos hombres con capas irrumpieron en su casa, los metieron a ella y a su padre, Arowen, en sacos, y se fueron tas misteriosamente como llegaron, envueltos es las sombras de la noche.
Naurloth sintió que la montaban en un corcel alado y estuvo lo que le parecieron días volando hambrienta.
Por fin, aterrizaron, y los encapuchados dejaron los dos sacos y se fueron.
Cuando logro desenroscarse del saco, era de noche.
Naurloth -Oyó que decía su padre- Naurloth
Dime, padre –respondió
Estoy a punto de morir, Naurloth
No, padre. Tienes que resistir –consiguió decir entre lagrimas y sollozos
Debo contarte una cosa, Naurloth. No soy tu padre
¿¿Qué?
Escucha. Cuando tenías apenas dos días, tu madre, Sarmy, mi prima, te trajo. M dijo que tenía que cuidar de ti, te dejo en mis brazos y se fue.
Pero debo decir algo. Tu madre era una elfa, y por lo visto, tú también, pero al vivir con humanos nunca se te ha notado…
Y… ¿quienes eran esos?
Eran los Ra'zac. Los envía el rey Galbatorix. A veces a la gente le hacen lo que a nosotros por pura diversión. Son fuertes de noche, pero a la luz del día son muy vulnerables.
Padre… Arowen…
Ahora no, Naurloth. No me quedan energías. Debo morir.
Pero….
Adiós, hija
Adiós, padre –dijo naurloth con voz entrecortada.
Arowen murió.
Naurloth siguió llorando hasta que se durmió.
Se despertó y recordó los sucesos del día anterior. Siguió llorando.
Mas tarde abrió los ojos. Dio un chillido cuando descubrió que la habían abandonado en el desierto del Haradac.
Miro a su derecha y vio el cadáver de Arowen.
Debo darle un entierro digno antes de que los buitres se coman su carroña.
Entre lágrimas, se puso a excavar, lanzándoles piedras a los buitres que se acercaban a Arowen.
Acabo a la noche y beso a su padre por última vez antes de enterrarlo mientras la arena del desierto cubría su pálido rostro.
Entonces, con un palo, escribió en la arena la siguiente inscripción:
AQUÍ LLACE AROWEN
La arena lo borro. Lloró y callo dormida de tristeza, hambre y agotamiento.
Aun respira, es una niña, pero valdrá- oyó que decía una voz mientras abría los ojos.
Rápido, los grilletes.
¿Eh?
La amordazaron rápidamente.
Quiso gritar, pero no podía. Quiso escapar, pero los grilletes de los pies se lo impedían. Sabia quienes eran, había oído hablar de ellos: traficantes de esclavos.
Estuvo días a caballo, alimentándose solo con un trozo de pan y un vaso de agua al día.
Cuando pidió más, le dijeron secamente:
Acostúmbrate; con suerte será tu única comida durante el resto de tus días.
Atemorizada, no respondió
A los quince días de marcha vieron Dras-leona en el horizonte.
Cuando llegaron a la noche, se les informo a ella y a otras personas de que serian subastadas al día siguiente.
El pánico cundió en ella como una explosión. Iba a convertirse en una esclava.
Subió al estrado, llorando. Si mostraba signos de debilidad probablemente no la compraría nadie, pensó.
Pero estaba equivocada. Un hombre gordo y bajo la compro.
