Cap. 8 La magia.
Galdor, no puedo partir esto- replico naurloth, ante un leño demasiado grueso-inténtalo tu.
El anciano tomo entre sus manos el pedazo de madera, y lo partió como una ramita, al tiempo que susurraba:
-jierda.
Tanto Nath como Naurloth se extrañaron ante la facilidad con la que rompía el leño, y ante la palabra que dijera…
Pensaron que eso no era nada normal, pero se acallaron las dudas.
Los días se hicieron siempre iguales, levantarse, viajar y dormir, aparte, claro esta, de las jornadas de caza, las comidas y los entrenamientos.
En varias ocasiones vieron partidas de úrgalos ir a la misma dirección que ellos, al sudeste.
Un día, a quince kilómetros de dras-leona, una de esas partidas de úrgalos les ataco. No era una partida numerosa, tanto para arrasar pueblos o aldeas, pero tampoco era tan
pequeña como para atacar a tres personas.
Galdor mato a unos cuantos, pero cuando solo quedaba por abatir uno, cayó inconsciente. El úrgalo, que parecía el cabecilla de la banda, les tenía arrinconados y parecía apunto de asestar el golpe mortal, cuando gritaron al unísono:
¡Jierda!
El úrgalo quedo con el cuello partido, y muerto en el suelo, mientras que Nath y Naurloth cayeron dormidos de cansancio en el suelo.
Por fin, ya están despertando
¿Dónde estoy?- Naurloth se despertó, sobresaltada al ver que estaba en un lugar distinto.
Era una habitación pequeña y limpia. Había tres camas de madera, en una estaba Galdor, en otra Nath y en la ultima ella.
Los muebles eran de madera clara, y estaba toda la habitación iluminada con candelabros de cobre.
En el gran ventanal, unas cortinas blancas estaban corridas. El mobiliario contaba con tres camas, una mesita, una librería y un sillón, desde el cual una anciana la observaba.
Estáis en mi casa, por supuesto. Soy Evinya, la enfermera de dras-leona. Al menos, una de ellas. Mi marido estaba cazando, y os vio a los tres desmayados, junto con los cadáveres de algunos úrgalos.
Nos dirigíamos hacia esta misma ciudad, y nos atacaron por el camino.
Baja a la cocina, te daré la comida enseguida. Cuando ellos despierten os podréis ir.
La cocina era una sala grande, y por la ventana se veía un amanecer, y a los niños madrugadores jugando por la calle.
Tras acabarse el caldo, bajaron Nath y Galdor por las escaleras, ya recuperados, al menos en apariencia.
Al día siguiente partieron. Evinya les lleno las mochilas con todas las provisiones que se pudieron llevar, y se despidieron de ella.
Por el camino, le comentaron a Galdor lo que habían hecho, y Galdor les comento:
Me lo imaginaba. Es magia. Los jinetes podían hacer magia, ésta depende del conocimiento que tengáis sobre el idioma antiguo. Si usáis magia demasiado avanzada para vosotros, os agotareis, incluso podéis llegar a morir. A partir de hoy os enseñare a usarla.
No dijo nada más.
