Capítulo 11: Sognos
Takeru estaba solo en su habitación, parcialmente a oscuras. Desde que Hikari le dijo que tendría que irse su animo había decaído demasiado. Ambos podrían acabar con la guerra, pero aun así iba a ser muy difícil que estuvieran juntos. Tal vez si Hikari se iba su alma estaría vacía, ya que su corazón se iría con ella, pero aun así solo le deseaba lo mejor.
La puerta de su habitación se abrió y entonces se levanto de la cama. Miro a su hermano, que lo miraba felizmente. El joven cerro la puerta tras de sí y fue a sentarse al lado de su hermano, que lo miraba pensativo.
- Tenemos tiempo sin hablar...
- Si supieras por todo lo que pase Matt, todo lo que estoy sintiendo en estos momentos...
- Si quieres puedes contármelo...
No quería decírselo por temor a que Yamato hiciera algo, pero tarde o temprano tenia que aceptarlo, ya que Hikari dominaba ya parte de su corazón y su mente.
- Amo a una persona, pero es imposible...
- Es la jovencita de cabellos castaños? - El menor se sorprendió de que su hermano hubiera acertado - solo hay que darse cuenta de cómo la miras...
- Hermano... yo...
- Tú eres de un corazón más noble que el mío, tienes la facilidad de enamorarte y te llega al corazón... además se ven muy bien juntos...
- Pero es imposible, porque ella es...
- Plebeya? - Takeru se sintió aliviado en parte, porque su hermano creía que Hikari era plebeya - No es obstáculo...
Pudo distinguir el mensaje subliminal en las palabras de su hermano mayor.
Que no te pase lo mismo que a mí...
- Bueno, me retiro a descansar - menciono el mayor - mañana hay un juicio que hacer y tu también tienes que descansar...
- "Y yo tendré que ayudar a Hikari a arreglar su regreso..."
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Una luna cubierta de nubes alumbraba uno que otro rincón del castillo. Sora estaba aprovechando la oportunidad para internarse dentro de dicho castillo sin ser vista, esquivando los pocos rayos de luna que había. Entro por el pasadizo redescubierto, acompañada de una pequeña antorcha. Si no se equivocaba y se guiaba bien por sus recién devueltos recuerdos, ese pasadizo la llevaría a los calabozos del castillo. Conforme avanzaba iba mirando varias cadenas y grilletes que estaban en las paredes, oxidados, de mucho tiempo sin usar; eso la alivio un poco al saber que esas técnicas de tortura estaban obsoletas, aunque el sonido de varias cadenas la hizo pensar lo contrario.
Al dar la vuelta por una esquina se dio cuenta de que no había guardias y se le hizo extraño pero aun así avanzo. El sonido de las cadenas lo llevo hacia una celda, donde una silueta intentaba liberarse al costo que fuera. La gitana lo noto, y miro que incluso los grilletes del preso mostraban sangre, aunque al ver las muñecas de la persona encerrada no había ninguna herida.
- Estas hecha un desastre...
La gitana se acercó a la celda al distinguir a la corsaria que días antes había estado con ella en el campamento. Ruki la miro y dejo de jalar los grilletes, sonrió irónicamente.
- Estamos mas conectadas de lo que crees - mencionó ella sin quitar la sonrisa - los recuerdos no me han dejado en paz desde que te vi...
- Entonces supongo que ya lo sabes? O que tan siquiera lo intuiste... En fin, pasando a otra cosa, lo consiguieron no? Aunque la siguiente prueba es mía...
- No digas incoherencias, no puedes pelear... y si, lo conseguimos...
- Tú eres la que no esta en posición de decir nada, querida...
La corsaria volvió a su semblante serio cuando vio a Akiyama llegar al lugar, mirándola primero y luego a Sora, para luego regresar a mirarla a ella. Al principio se había sorprendido de la presencia de la otra pelirroja, aunque al ver la mirada que le daba a su presa lo tranquilizo.
- Me alegra volver a verte - menciono el castaño, abriendo la celda para ir al lado de la corsaria - Como pudiste entrar?
- Eso es lo que menos importa.
Ryo tomo las llaves y soltó a Ruki de los grilletes, aun manchados de sangre; aun no comprendía el porque se hacia daño a ella misma. Sora se acerco para que Ruki se sostuviera en su hombro.
- A ver si tú la convences para que acepte el indulto...
- No soy ninguna cobarde! - respondió ella, como si el la hubiera retado - Ya deberías de saberlo!
- Puedo hacer que Su Alteza cambie de opinión - interrumpió Sora - puedo convencerlo, solo tienen que llevarme con él...
- No creo que sea buena idea... el rey ya esta descansando y...
- No tienen porque interceder ante mí! - interrumpió la capitana.
- Si hay algo en que no me equivoco es en mis predicciones, si yo digo que van a ser felices lo serán, y si digo que el rey no se enojara no lo hará!
Tanto Ruki como el joven se miraron mutuamente, sonrojados. Ryo asintió y despidiéndose de Ruki acompaño a Sora hacia el castillo, sin preguntar nada, solo hablando (o más bien, Sora interrogaba al castaño) de la relación que tenia con la capitana, a lo que el se reía levemente.
Sora estaba nerviosa, no sabia como iba a reaccionar el rubio cuando la viera. Ella lo quería, no había podido olvidarlo desde que lo vio en el bosque, pero aun así temía cual fuera la reacción.
- Es aquí - dijo Ryo cuando llegaron a una gran puerta de madera - si alguien te pregunta, yo no fui el que te trajo, aunque no debí de hacer esto... en fin, buena suerte...
- No te delatare, lo prometo...
Cuando el chico se hubo retirado, Sora se armo de valor y abrió la puerta con cuidado, entrando y cerrándola tras de sí. La habitación estaba parcialmente a oscuras gracias a unos tenues rayos de luz que entraban por los doseles de las ventanas, haciendo que ella se estremeciera un poco.
Se acerco a él, que estaba durmiendo profundamente, y se sentó a su lado, mirando como los rayos de la luna se posaban en los rubios cabellos del joven. Sora comenzó a entonar una melodía para un dulce despertar...
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En un carruaje rumbo al país enemigo, iba el joven rey Taichi Yagami con su prometida, esta ultima muy enojada y haciéndole pucheros. Mimi no le hablaba desde un par de horas antes, donde ella le recordaba cuando eran mas chicos y ella era la mejor amiga de la princesa Sora, diciéndole a Taichi que su amiga no hubiera querido que se desatara una guerra, solo por su desaparición.
La chica había consolado muchas veces a su amiga cuando el entonces príncipe Ishida la rechazaba. Cuando paso el accidente, ambas estaban juntas, aunque después una explosión las separo. Aquellos eran recuerdos muy dolorosos para Mimi, le dolían tanto que apretó con fuerza la tela de su vestido y bajo su mirada para que su prometido no le viera los ojos llenos de furia.
- No quiero que hagas locuras Taichi - le amenazó ella, subiendo la vista y mirándolo fijamente a los ojos - no te agarraras a golpes ni a pleitos verbales... Entendido?
- No puedo prometerte nada.
- No te lo estoy pidiendo, te lo exijo y te obligo...
El castaño la miro con el ceño fruncido, se miraba muy enojado, pero aun así ella no cedió en sus intenciones.
- hablaremos cuando regresemos - dijo él, secamente.
- No Taichi, será en este mismo momento!
- Que es lo que quieres que haga?!
- Solamente que no hagas locuras!
- A veces me pregunto lo que origino todo esto - dijo el muy seriamente y sin mirarla - sé que estoy luchando para que tu estés a salvo, la culpa no fue de nosotros, en toda guerra o ataque hay perdidas, materiales o humanas... aunque las de años atrás fueron inevitables...
La mano de Mimi tomó la de su prometido, para darle algo de consuelo. Tal vez el no lo notaba, pero había mas que una guerra, había un misterio muy grande y dudaba que se revolviera, pero por esos momentos una tregua era perfecta, si eso significaba encontrar a Hikari sana y salva.
- Tengo un presentimiento Tai, sé que después de esta visita nada volverá a ser igual...
El chico no dijo nada, solo atino a mirar por la ventana a las estrellas de la noche. Ella se resignó, por mucho que lo quisiera no era tiempo para hablar de esas cosas, aunque ya llegaría el momento adecuado, después de encontrar a Hikari.
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La capitana daba vueltas en su celda, no soportaba estar encerrada, y si no salía de ahí era porque tenia que afrontar las consecuencias. Un corsario no huía, se retiraba para planear una nueva estrategia; no se escondía, solo esperaba el momento preciso para atacar, y sobre todo, enfrentaba con valor las consecuencias de dichos actos, así que era por eso que no rompía los barrotes con su puño para escapar.
- Ya regrese...
Era la voz de Ryo, que termino de bajar las escaleras y fue hacia la celda, abriendo la puerta y dirigiéndose hacia la chica, que le escondió el rostro cuando este intento besarla.
- Que pasa? Estas huyendo...
- No huyo, solo no quiero que vuelvas a tocarme...
- Regresaste a tu rebeldía... era de suponerse, pero yo vengo a proponerte un trato...
- Que clase de trato?
- Liberar a la flota, inclusive a ti, solo con saber una cosa de ti.
- Que estas tratando de decirme? - preguntó ella, arqueando una ceja.
- En otras palabras, que estarías dispuesta a hacer por liberar a tus amigos?
Se quedo sorprendida, pero no dijo nada, pensando en silencio sobre lo que tenia que hacer, dando vueltas por la celda. Fácilmente podría golpearlo hasta dejarlo inconsciente e ir al puerto a liberar a su barco, pero no era cobarde, su orgullo y honor estaban de por medio, y no pensaba perderlos por nada.
El coronel solo interpretaba el silencio e intentaba no mostrarse sentimental.
- Entiendo tu respuesta - mencionó él, escondiendo la mirada - un pirata no debe querer porque puede ser dañado, y si lo hace no debe enamorarse, para no distraerse a la hora de pelear, y si se enamora no debe amar para que sus enemigos no sepan su debilidad...
- No puedo aceptar el perdón...
El salió de la celda y tomo un par de espadas que había en un rincón, regreso y le dio una a la pelirroja, que la sostuvo algo extrañada.
- Que es lo que intentas hacer? - preguntó ella, al ver como el sostenía la espada.
- Si de todas maneras vas a morir, quiero tener el privilegio de matarte - respondió él - ya te lo había dicho hace mucho...
La pelirroja se quitó el saco pirata, quedando en el chaleco que uso para pelear contra el guardián días antes. El castaño solo se desprendió de sus insignias de coronel, tomo la espada y apunto hacia ella.
- Hace mucho pensaba en matarte, pero desde lo nuestro cambie de opinión...
- Perdón, pero que yo sepa, no existe un "nuestro" - respondió ella con sarcasmo.
- Sabes que ya pasa de media noche? Casi es de madrugada - ambos caminaban en círculos, mirándose de frente - y sabes porque estoy despierto? Porque no me dejas dormir... nunca lo has hecho y nunca lo harás...
El choque de las espadas fue inminente, los movimientos de ambos eran rápidos y ágiles. Ella peleaba en forma defensiva, mientras él atacaba, esquivando y buscando la manera de contraatacar.
- Nunca pensé que me pasaría esto, siempre pensé que iría a la guerra - menciono el sin dejar de atacarla, y haciéndole un corte en el hombro - que saldría victorioso, me enamoraría de una de las enfermeras o tal vez de una pueblerina, luego me casaría, tendría unos cuatro o cinco crios y viviría feliz en mi casa atendiendo una granja, aunque no pensé que mis planes cambiarían tan drásticamente...
- Pues lamento haber arruinado tu existencia! Eres un conformista! Hasta cuando dejaras de soñar?! - gritó ella, blandiendo la espada mas fuertemente - De sueños no vive la gente!
Durante una media hora siguieron luchando sin hablar, sin gritar, sin siquiera decir un solo comentario, como si sus sentimientos fueran dichos con los movimientos de las espadas, los de Ruki eran rápidos y con elegancia, mientras los de Ryo fuertes y explosivos. La herida del hombro de Ruki ya se había cerrado desde unos momentos antes, y todas las heridas producidas por la batalla también, lo extraño era que ella no atacaba, se mantenía a la defensiva, haciendo lo posible por evitar el contacto con él.
- Cuándo vas a empezar a pelear en serio?!
- Cuándo dejes de comportarte como un niño pequeño!
Ella se estaba cansando de la lucha, pero el seguía intentando dañarla aunque fuera un poco, pero a cada herida hecha esta se volvía a cerrar y realmente estaba pensando en desistir. Como ella se canso decidió ponerle fin a esa pelea; lo miro como si fuera una felina, y tan ágil como una se coloco rápidamente frente a el y con un movimiento certero mando la espada contraria hacia otro lado, pero al contrario de lo que el creyó que pasaría, ella soltó su espada correspondiente.
- No eres el único que tiene sueños...
Silencio.
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Entre la oscuridad podía notarse su piel pálida, tan blanca como la nieve y haciendo contraste con ella. El sujeto era ya mayor, de cabellos casi tan negros como la noche, mirada maliciosa y facciones ya mayores, que miraba por una ventana hacia la vasta región entre los dos países contrincantes, esperando el momento oportuno. El sujeto volteo hacia atrás al sentir pasos, ondeando su negra capa en el aire, dirigiéndose hacia la persona que interrumpía sus valiosos pensamientos.
- Príncipe Daisuke, que milagro tenerlo por estos lugares...
- No vengo a visitas de cortesía, necesito saber como van las cosas...
- No ha habido ningún movimiento por ahora...
Si pudiera deshacerse del príncipe todo seria perfecto, no en vano había engañado al antiguo soberano y se había deshecho de las princesas estorbosas, solo que aun quedaba un obstáculo: el príncipe Daisuke. El joven era ingenuo, muy fácil de engañar, pero aun así consistía en un peligro para sus planes. Los primeros tres planes se habían llevado a cabo con éxito, y el cuarto no seria la excepción, había quitado muchos estorbos para que todo pudiera funcionar bien como para que un principito de cuarta lo echara todo a perder.
- Mantenme informado, no pierdas nada de vista...
- así lo haré, alteza...
El príncipe se retiro, dejando al sujeto solo en la habitación. Se sirvió una copa de vino rojo y se sentó frente a la ventana, sosteniendo la copa entre sus dedos, agitándola lentamente.
- El primer paso fue deshacerme de las princesitas del lago de los cisnes y todo gracias a su mismo padre, que se creyó todo lo que le dije, y aunque no estaban en la línea de sucesión sus poderes eran peligrosos para mis planes... - le dio un sorbo a la bebida mientras miraba la región, con solo la luna como testigo - el segundo fue quitar al rey de en medio, junto con ese capitán pirata de quinta... el tercero fue desatar la guerra entre los otros dos, por una causa que ninguno de los dos provoco... y una vez que me deshaga del príncipe Daisuke y que los otros dos se maten entre si... será la hora...
La puerta se abrió estrepitosamente, dando paso a una delgada figura femenina de cabellos erizados, envuelta en un vestido largo y negro que se ondeaba a pesar de la ligera brisa que entraba por la ventana abierta.
- Lamento interrumpir señor - dijo la dama, arrodillándose frente al sujeto - Pero me han informado algo que podría interesarle...
- Deja de andar con rodeos y ve al grano...
- Escuche un rumor con los gitanos... de que hay ciertas personas que están buscando el legendario cetro...
Al escuchar las ultimas dos palabras, el hombre dejo la copa a un lado, su mirada se enfureció notablemente y miro a la mujer arrodillada ante él, que lo había obligado a pensar de nuevo en sus planes. Nadie podía tener acceso al cetro, a menos que fuera... pero no, se supone que él las había eliminado años atrás.
Se puso de pie, se arreglo la capa e hizo que la mujer se levantara. Tenia que salir rumbo a esa montaña y ver con sus propios ojos si el cetro se encontraba o no ahí.
- Que piensa hacer señor?
- Por lo pronto iré a ver a un viejo amigo... solo espero que ese guardián de cuarta aun recuerde quien es el que manda...
El hombre se marchó de la habitación, dejándole una nota al príncipe Daisuke con la mujer, que solo pudo ver como su amo se marchaba por la puerta como alma que lleva el diablo.
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Los rayos del sol se adentraron por pequeños agujeros entre las cortinas de las ventanas, dándole a una piel blanca y pálida que sintió un poco de calidez repentina. No quería abrir los ojos y encontrarse con lo que soñó era una mentira, que nunca la tuvo a ella a su lado. El sol comenzó a pegarle en la cara, molestándolo y haciendo que se tuviera que tallar los ojos para despertar, pero al intentar hacerlo noto como algo le sostenía fuertemente la mano.
Abrió los ojos, solo para encontrarse con una mata de cabello pelirrojo que se mantenía apoyada al borde de la cama, somnolienta. La miro de cerca, encontrándose con la gitana que se encontró aquella ocasión en el bosque, sin poder asimilar que su sueño había sido real.
- Hasta que por fin despertaste...
Los ojos azules del rubio se posaron en la pelirroja que tenia enfrente, que le miraba sonrientemente como si no sucediera absolutamente nada.
- No me recuerdas?
- Eres la chica del bosque...
- Aun no me recuerdas del todo... - la pelirroja se puso de pie, le ayudo a incorporarse y se dirigió a la puerta.
- No puedo estar seguro de quien eres, porque si eres quien yo creo que eres... - el rubio pareció dudar - entonces lo que paso no debió de haber pasado porque esa persona estaría viva...
- Mejor no digas nada, te confundes a ti mismo mas de lo que ya estas... - ella lo volvió a mirar, tranquilizándolo - Que te gustaría pensar?
- Que esa persona que amo aun vive...
Sora se dio media vuelta, dirigiéndose a él y sentándose a su lado.
- Creo que tenemos muchas cosas de que hablar, y que tenemos que aclarar también...
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El hombre de piel cetrina había llegado a la montaña donde se suponía que estaba el cetro, mas cual fue su sorpresa al llegar y encontrar a cuatro de los cinco guardianes agotados por aparentes peleas, mientras que el quinto estaba de pie, mirando al intruso fríamente.
- Que es lo que quieres? - el menor, pero a la vez el mas poderoso de los guardianes lo desafió - Tu entrada fue prohibida en este recinto sagrado!
- Pensé que no podría entrar debido a las protecciones especiales, pero al parecer el seguro se ha roto, y eso solo significa que el cetro ya no esta aquí...
Ken, el último guardián, se puso en guardia debido a que sus otros compañeros aun seguían agotados. Era duro ser un guardián, las energías se iban en proteger el lugar sagrado y no por las peleas.
- Cálmate Ken, solo esta fanfarroneando - menciono Willis, otro guardián - no creo que vaya a hacernos nada...
- Seré él mas joven de los guardianes, pero se lo que el hizo hace trece años... - Ken junto sus manos juntando una carga de poder - y no dejare que haga mas daño!
El guardián lanzó su poder hacia el sujeto, que lo recibió gustoso y sin que le causara ningún daño. Al ver que los poderes de Ken parecieran no tener efecto, los otros cuatro guardianes se pusieron de pie y tomaron sus armas para pelear.
- No pudieron ganarme en ese entonces - respondió el intruso, colocando sus brazos al frente y emanando una extraña energía verdosa - y no creo que puedan derrotarme ahora...
Los cuatro primeros guardianes se lanzaron para atacar, pero fueron rechazados por la energía que emitía el intruso, repeliéndolos y dejándolos malheridos. Ken se mordió el labio de coraje al ver a sus compañeros y amigos en el suelo, pero tenia que hacer algo para detener al enemigo.
- Entiende Ichijouji, no podrás detenerme... - el guardián tomo la espada de Hirokazu y junto con la suya se coloco en una posición de ataque, mientras el enemigo reía cínicamente – no pudiste hacerlo hace noventa años, no pudiste hacerlo hace trece años, y no lo harás ahora... admito que tienes valor, pero no te será suficiente...
No bien termino de decir la ultima frase cuando el sujeto ya no estaba al frente. Ken no lo vio por ningún lado, hasta que sintió un escalofrió por la espalda.
- No pudiste y no puedes contra mi...
El guardián dio la media vuelta para enfrentar al enemigo, pero este tampoco estaba. Cuando regreso a la posición original lo tenia enfrente.
- Sorprendido? No es lo único que puedo hacer...
Tomo al guardián y lo levanto del suelo, sus dedos se encajaban poco a poco en la piel del cuello haciendo que el agredido gruñera un poco. Los demás guardianes estaban inconscientes en el suelo debido al aura que despedía el enemigo; Ken se vio solo y con la necesidad de atacar, pero no pudo hacer nada para evitarlo.
- Vamos Ichijouji, solo dime quien o quienes lo tomaron... y no les haré nada...
- Eres un... maldito...
- Tú lo quisiste así...
El intruso soltó al guardián, dejándolo en el suelo, recito unas palabras indescifrables, mientras una luz verde y cegadora salía de sus manos. Ken se sintió desfallecer, su energía le estaba siendo arrebatada por un hechizo antiguo al igual que a los otros guardianes; supuso que era parte de la magia antigua que practicaba su contrincante.
- Sus energías me harán bien después de todo... además si se rompió el sello sagrado quiere decir que una de ellas esta viva, pero no lo estará por mucho tiempo...
Lo ultimo que vio Ken antes de desmayarse fue al enemigo desapareciendo del recinto sagrado. Por su mente paso la idea de no desmayarse e ir a detenerlo, incluso el de ir a avisarle a los chicos, pero su fatiga pudo mas que su conciencia.
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Ok, hasta aquí se acaba este capitulo, pensaba hacerlo mas largo, pero ando enferma de gripa y a duras penas pude estar frente a la maquina (poniéndome gotas en los ojos para que no me ardieran). De una vez les digo que marca la recta final del fanfic, el cual espero que termine en el Cáp. 15, y los que faltan serán más largos y por consiguiente tardare un poco mas de tiempo en subirlos.
En fin, solo me queda desearles una Feliz Navidad y un Feliz Año Nuevo.
Nayru.
P.D. Miren el concurso de Fanfiction en mi grupo de Digimon, espero que se anoten. n.n
