Soy una desgraciada...dejé abandonado esto TT
Bueno, las excusas no sirven de mucho, pero es que estaba tan desanimada...además a pesar de tener una idea para seguir las palabras no salían...
Amazona Verde: Harry cuando entre a Hogwarts...pues pasaran algunas cosas que harán recordar los libros aunque con varias diferencias x3
Inés: ya salió el quinto libro...hace mucho...hace cuanto que no actualizaba?oO
Anónimo: xD
Stiby: ¿te pareció graciosa la guerra de tarta? Pues personalmente opino que no soy de las autoras que hacen comedia, por algo hago drama x3...bueno, Sirius se arregló simplemente porque es Sirius x3 Sí, planeo hacerlo hasta su tercer año, no sé si continúe desde ahí, pero es que en ese año pasarán tantas cosas que después no sabré que hacer...y hablando de colegios...estoy de vacaciones de invierno(se reprende así misma por no escribir hace tanto...)Espero escribir más seguido ahora TT Y sobre lo de que se mandan muchas veces, no importa xD Debe ser un error de fanfiction x3
Diana-Lily-Potter: haré lo posible por terminarlo, son sus reviews los que me animan a seguir, ¡gracias! X3 Y sí, los mercados hispanos se aprovecharon de los pobres inocentes de los fans, el libro en español en Chile cuesta alrededor de la mitad TT Y sobre lo de Hermione, si, es una buena idea, si es que logro conectarla con algo ten por seguro que la pondré
Dedico este capítulo a todos los que se acuerden de este fic, a pesar de que no escribí en muchos meses x3
- - -
Los días avanzaron con una asombrosa rapidez y llegó un día bastante peculiar en la casa Black: Halloween. Y no sólo era por el hecho de que era el día de brujas, una de las fechas principales en el mundo mágico. Si no también porque se conmemoraban seis años de la muerte de los Potter...bueno...de James Potter y Lily Black. Mientras toda Inglaterra celebraba en grande el día en que el Señor Tenebroso fue derrocado, el ánimo de Sirius Padfoot Black, caía en picado.
Si bien, trataba de sonreír, su boca se curvaba en una extraña mueca de dolor. Al darse cuenta de esa mueca, decidió evitar las miradas de Remus y Harry, mientras entre los tres decoraban la casa con calabazas, y azules velas que iluminaban los pasillos con un toque tétrico. En el fondo era solo para que ese día pasara rápido, ya que a Harry se le estaba haciendo tan desagradable como lo era para Remus y Sirius, en especial este último.
Eran las cinco de la tarde y las luces anaranjadas del atardecer recorrían toda la estancia, mientras un viento mecía los árboles del bosque cercano, dándole un aspecto siniestro y tenebroso. Los tres estaban en la sala de estar, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Remus, tenía un libro abierto en sus manos y parecía estar leyendo, pero si uno lo miraba con más detenimiento, notaría que no había cambiado de página en ningún momento. Sirius por su parte no hacía ya nada por ocultar su humor. Sus ojos brillaban con intensidad, pero no con la alegría que normalmente lo embargaba si no con una mucha tristeza. Y Harry observaba la escena, ajeno a todo. Su madre había muerto ese día, al igual que su padrino, sin embargo, el jamás logro conocerlos, sus recuerdos de esa época eran muy vagos y borrosos. Aunque tratara, no podía sentir pena alguna.
- Abuelo, vamos, sigamos un poco más.- Dijo Hermione Granger, una niña muy inteligente para su edad, con el cabello enmarañado atado en una coleta. Esa noche de brujas había decidido disfrazarse de elfa, según el libro que ya se había leído. Dudaba que fuera tan linda como una de ellas, pero la agradaba la idea de parecerse en algo a ellas.
–Pero cariño- repuso el abuelo- no nos quedan más casas en las cuales pedir dulces. Además si tus padres se enteran que comiste muchos dulces, me quemarán vivo.
- Abuelo yo veo una casa a la cual no hemos ido.- respondió ella, señalando una gran casa blanca cercana a un bosque.
Así pues, suspirando resignado, siguió a la pequeña a esa casa, que le provocó una extraña sensación.
Hermione tocó el timbre y esperó pacientemente que alguien le abriera la puerta. Cuando alguien la abrió inmediatamente quiso decir algo, pero quedó muda al ver quien era el que había abierto.
- ¡Abuelo, es el niño que vimos el otro día en el supermercado, Harry!
El niño la miraba sorprendido, y ella no entendía porqué. El abuelo de Hermione se detuvo junto a ella y observó detenidamente al niño, que lo miraba a su vez en silencio, apoyado en la puerta. El hombre mayor, detuvo sus ojos al ver la cicatriz en la frente del niño.
- ¡Oh por dios!- exclamó al cabo de un rato.- Harry Potter...
Harry se sonrojó e iba a decir algo cuando apareció un hombre joven junto a él, que Hermione reconoció como el padre de Harry. Los miró entre sorprendido y curioso y luego miró a su hijo, quien asintió, comprendiendo algo que ninguno de los dos visitantes entendieron.
– Pasen por favor...- dijo Sirius, permitiéndoles entrar.
Hermione miró a su abuelo quien asintió, aceptando la invitación. Entró a la casa tímidamente, mirando los cuadros de las paredes con cierto interés. Por alguna razón se veían llenos de vida.
Harry y su padre los invitaron a pasar a la sala de estar, en donde se sentaron cómodamente en un sillón. Un silencio tenso llenó la habitación hasta que fue interrumpido por un hombre de cabello castaño claro y ojos grises, que acababa de entrar a la sala, con una bandeja con tazas de té y algunos dulces.
– Buenas tardes señor, señorita.- Hermione respondió con un suave "buenas tardes".- Supongo que primero sería conveniente hacer las presentaciones. Mi nombre es Remus Lupin, el de mi amigo es Sirius Black- el anciano lo miró sorprendido- Y el de su hijo es Harry, como supongo ya sabrán.
- Pues mi nombre es Robert Granger, y el de mi nieta es Hermione. Y perdonen mi sorpresa, pero no he podido evitarlo, en estos últimos minutos he recibido muchas noticias del mundo que abandoné hace más de siete años...
– O sea, usted es un mago.- Dijo Remus.
– No, soy un squib.- Respondió Robert.- Verá, durante muchas generaciones mi familia fue de magos, pero hace unos dos siglos atrás casi todos han resultado no poseer nada de magia. Yo conseguí aprender algunos hechizos simples, pero mi magia no alcanzó para aprender más. Por eso me costó divisar esta casa, supongo que la tendrán bajo un hechizo.- Sirius asintió.- Mi nieta Hermione la vio enseguida, quizá ella si sea bruja...
Hermione miró a su abuelo con sus ojos castaños, abiertos completamente por la sorpresa.
- ¿Qué...qué cosa abuelo? ¿Yo... una bruja?- Balbuceó.
Sirius la observó detenidamente y luego miró a Remus, quien asintió.
– Hay una gran cantidad de magia alrededor de la pequeña, señor Robert. Podemos asegurar que ella sí es bruja.- Dijo el licántropo.
Robert sonrió abiertamente, mientras miraba a su nieta con orgullo. Ella no podía creer lo que estaba escuchando ¿Bruja? ¿Ella? ¡Realmente la magia existía!
Media hora después Robert y Hermione Granger abandonaron la casa de los Black, con sendas sonrisas en sus rostros. Los tres habitantes de la casa explicaron las noticias al squib y enseñaron algunas otras a la bruja, quien seguramente sería compañera de Harry en Hogwarts.
Sirius después de haberse despedido de aquella sorpresiva visita se dejó caer en el sillón, suspirando profundamente.
Remus había decidido ir a dormir temprano, por lo cual Harry había quedado a solas con su padre.
– Papá...
Sirius volteó la cabeza para ver a Harry sentado a su lado, mirando el suelo con algo de nerviosismo.
– Dime Harry.
– ¿No puedes sonreír hoy? ¿Aunque sea una vez?
Esta pregunta/petición tomó a Sirius desprevenido ¿Sonreír? Había intentado tantas veces sonreír ese día, sin lograrlo, y sin embargo, cuando vio a su hijo junto a él, diciendo esas palabras, notó como algo dentro de él había cambiado.
James ya no estaba ahí. Su hermano había muerto protegiendo a su familia, protegiendo el destino del mundo mágico. Lily...su querida Lily sacrificó su vida por su hijo, todo su amor quedó en él, en Harry. Y Sirius vio a su hijo, y recordó el cariño que Lily le tenía y lo mucho que ellos dos querían a su hijo. Cerró los ojos, y al abrirlos siguió observando a Harry, y logró ver a James, su amigo, valiente Gryffindor que sacrificó todo por sus creencias y por su ideal de que la guerra acabaría pronto. Harry representaba todo aquello, y se dio cuenta que a pesar de haber perdido a dos personas queridas, no había logrado perder lo importante de ellas. Todo residía en su hijo.
Sonrió. Fue una sonrisa real, ingenua, cálida. Una sonrisa que hacía mucho no había sido igual y que ahora posaba en sus labios con nostalgia. Abrazó a Harry quien se sintió aliviado al verlo sonreír– Gracias...
Un ruido los interrumpió. Al levantar los ojos vieron a por lo menos 10 personas, encapuchadas, con su rostros ocultos por máscaras aterradoras. Mortífagos.
– Enternecedor, realmente tierna escena- Dijo uno de ellos, bajo la máscara. Su voz era la de una mujer, y era fría y cruel.- Supongo que no te importará que nos reunamos a este momento tan familiar...¿verdad primito?
- Bellatrix...- Murmuró Sirius.- ¿Cómo has escapado de Azkaban?
La mujer que había hablado se bajó la capucha y se sacó la máscara revelando el rostro de una mujer que debió ser muy hermosa, pero que había perdido su hermosura rápidamente, como si hubieran sido despojada de ella en tan sólo un segundo.
– Buena pregunta. Nuestro Señor ha decidido que ya era hora de haer unos cauntos cambios en Azkaban y reunirnos para que el volviera a recuperar su cuerpo y volver más grandioso y terrible que nunca. Y para eso es necesario que nos llevemos a tu protegido. Nos llevamos a Potter.
Antes de que Sirius pudiera hacer algo uno de los mortífagos había tomado a Harry por el cuello y había desaparecido enseguida. Fue entonces cuando una pelea desigual comenzó, entre los nueve restantes y el animago, que se hallaba furioso.
- ¡DONDE ESTÁ HARRY!- Bramó, mientras lanzaba un hechizo a un mortífago, dejándolo inconsciente.
– Búscalo. Si te digo, sería menos divertido.- Respondió Bellatrix, riendo descaradamente.
Sirius sentía como las venas palpitaban en su sien, como la sangre que corría por su cuerpo parecía arder, como sus manos temblaban por la ira y cómo de su varita salían chispas de fuego.
Lanzó un hechizo que golpeó a cuatro mortífagos, que cayeron inmediatamente al suelo.
- ¡A DONDE SE LO LLEVARON!
- Deberías controlar tu carácter.- Dijo ella, con tono burlón.
- ¡RESPONDEME!
- ¿Acaso el pobre del pequeño Sirius quiere ver al pequeño Potty?- Dijo Bellatrix, hablando como se le habla a un niño. Sus palabras en ese tono hicieron que a Sirius le dieran náuseas.
Sirius esta vez no le respondió a ella. Tan sólo murmuró unas palabras y un rayo verde golpeó en el pecho al mortífago más cercano a su prima. Este cayó inerte al suelo. Muerto.
– Dímelo.- Siseó, amenazadoramente. Sus ojos azules, estaban fríos y oscuros. Era la mirada de un asesino.
Bellatrix tembló un poco, pero mantuvo la compostura.
– No.- Sonrió cruelmente y desapareció junto con los otros dos mortífagos que estaban ahí.
En esos momentos se escucharon unos pasos rápidos por la escalera y vio como Remus entraba a la sala. Sus ropas estaban hechas harapos y estaba cubierto de sangre.
– No pude ayudarte...- Susurró, antes de desmayarse.
Sirius corrió hacia su amigo y lo tomó en brazos, para luego depositarlo en el sillón. Observó a los mortífagos del suelo y con un movimiento de su varita estos quedaron atados, por fuertes cuerdas mágicas.
Caminó hasta donde yacía muerto aquel mortífago. Dudando, se agachó y le sacó la máscara.
Ahogó un grito.
Regulus Black.
Retrocedió, unos pasos, horrorizado.
Sirius observó con terror la mueca del rostro de su hermano. Sus ojos azules se hallaban completamente abiertos y su mirada más que de miedo era de sorpresa. El cabello tan negro como el de su hermano caía por todo su rostro, dándole un aspecto desordenado. Si no fuera por esa expresión de su rostro...
Había matado a su hermano, al que daba por muerto. Mató a alguien de su propia sangre, a alguien que había querido mucho, pero que había terminado odiando.
Era un asesino.
Movió su cabeza. No servía nada seguir ahí parado. Tenía que hacer algo para salvar a Harry.
Se acercó a la chimenea y lanzó un puñado de polvos Flú, haciendo que las llamas se volvieran verdes. Introdujo su cabeza en el fuego y gritó:
- ¡El Despacho de Dumbledore, Hogwarts!
Sintió como su cabeza daba vueltas, mientras observaba el rápido pasar de cientos de chimeneas, hasta que se detuvo en una ,que daba a una habitación, cuyos muros se hallaban decorados por varios cuadros de los antiguos directores.
El director lo miró con sus azules ojos, de manera curiosa. Había una taza de té a medio vaciar en la mesa frente a él y unos cuantos envoltorios de sorbete de limón, su dulce preferido.
- ¿Sucede algo Sirius?
Este se veía al borde de un colapso nervioso:
- ¡Albus! ¡Rompieron la barrera protectora!¡Moony está inconsciente...! se...SE LLEVARON A HARRY.
Dumbledore se levantó enseguida de su silla. El poder que irradiaba en esos momentos mostraba su autoridad e imponencia. Habló sereno, pero con un acelerado ritmo.
- Quédate en casa mientras envío alguien para que cure a Remus. Mientras, trataré de averiguar sobre el paradero de Harry.
Sirius estaba dispuesto a reclamar ¡Él no se iba a quedar de brazos cruzados mientras su hijo estaba con los mortífagos! Dumbledore, sin embargo, adivinó sus pensamientos y le dijo:
- No es tiempo para eso Sirius. Es muy importante que te quedes ahí. La vida de Harry depende de los movimientos que hagas, si te acercas a los mortífagos y a Voldemort es muy probable que lo asesinen. Necesitan la sangre de Gryffindor derramada ¡ no les ayudes más!
La comunicación por la Red Flú se detuvo.
Sirius se dirigió nuevamente a los Mortífagos y junto con el cadáver de su hermano, los hizo aparecer en la oficina de Dumbledore con un traslador, hecho improvisadamente con un zapato de uno de ellos.
Se oyó un leve ruido, como el de una rama al ser pisada y pronto Moony se encontró solo en la sala de estar de su casa, aún inconsciente, sin saber que su amigo se dirigía a buscar a Harry a un lugar que había abandonado hace un par de años por su hijo y que había jurado no volver a pisar.
Su juramento sin embargo se vio roto, y Sirius Black rápidamente se encontró en los alrededores de Azkaban.
Bueno, las excusas no sirven de mucho, pero es que estaba tan desanimada...además a pesar de tener una idea para seguir las palabras no salían...
Amazona Verde: Harry cuando entre a Hogwarts...pues pasaran algunas cosas que harán recordar los libros aunque con varias diferencias x3
Inés: ya salió el quinto libro...hace mucho...hace cuanto que no actualizaba?oO
Anónimo: xD
Stiby: ¿te pareció graciosa la guerra de tarta? Pues personalmente opino que no soy de las autoras que hacen comedia, por algo hago drama x3...bueno, Sirius se arregló simplemente porque es Sirius x3 Sí, planeo hacerlo hasta su tercer año, no sé si continúe desde ahí, pero es que en ese año pasarán tantas cosas que después no sabré que hacer...y hablando de colegios...estoy de vacaciones de invierno(se reprende así misma por no escribir hace tanto...)Espero escribir más seguido ahora TT Y sobre lo de que se mandan muchas veces, no importa xD Debe ser un error de fanfiction x3
Diana-Lily-Potter: haré lo posible por terminarlo, son sus reviews los que me animan a seguir, ¡gracias! X3 Y sí, los mercados hispanos se aprovecharon de los pobres inocentes de los fans, el libro en español en Chile cuesta alrededor de la mitad TT Y sobre lo de Hermione, si, es una buena idea, si es que logro conectarla con algo ten por seguro que la pondré
Dedico este capítulo a todos los que se acuerden de este fic, a pesar de que no escribí en muchos meses x3
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Los días avanzaron con una asombrosa rapidez y llegó un día bastante peculiar en la casa Black: Halloween. Y no sólo era por el hecho de que era el día de brujas, una de las fechas principales en el mundo mágico. Si no también porque se conmemoraban seis años de la muerte de los Potter...bueno...de James Potter y Lily Black. Mientras toda Inglaterra celebraba en grande el día en que el Señor Tenebroso fue derrocado, el ánimo de Sirius Padfoot Black, caía en picado.
Si bien, trataba de sonreír, su boca se curvaba en una extraña mueca de dolor. Al darse cuenta de esa mueca, decidió evitar las miradas de Remus y Harry, mientras entre los tres decoraban la casa con calabazas, y azules velas que iluminaban los pasillos con un toque tétrico. En el fondo era solo para que ese día pasara rápido, ya que a Harry se le estaba haciendo tan desagradable como lo era para Remus y Sirius, en especial este último.
Eran las cinco de la tarde y las luces anaranjadas del atardecer recorrían toda la estancia, mientras un viento mecía los árboles del bosque cercano, dándole un aspecto siniestro y tenebroso. Los tres estaban en la sala de estar, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Remus, tenía un libro abierto en sus manos y parecía estar leyendo, pero si uno lo miraba con más detenimiento, notaría que no había cambiado de página en ningún momento. Sirius por su parte no hacía ya nada por ocultar su humor. Sus ojos brillaban con intensidad, pero no con la alegría que normalmente lo embargaba si no con una mucha tristeza. Y Harry observaba la escena, ajeno a todo. Su madre había muerto ese día, al igual que su padrino, sin embargo, el jamás logro conocerlos, sus recuerdos de esa época eran muy vagos y borrosos. Aunque tratara, no podía sentir pena alguna.
- Abuelo, vamos, sigamos un poco más.- Dijo Hermione Granger, una niña muy inteligente para su edad, con el cabello enmarañado atado en una coleta. Esa noche de brujas había decidido disfrazarse de elfa, según el libro que ya se había leído. Dudaba que fuera tan linda como una de ellas, pero la agradaba la idea de parecerse en algo a ellas.
–Pero cariño- repuso el abuelo- no nos quedan más casas en las cuales pedir dulces. Además si tus padres se enteran que comiste muchos dulces, me quemarán vivo.
- Abuelo yo veo una casa a la cual no hemos ido.- respondió ella, señalando una gran casa blanca cercana a un bosque.
Así pues, suspirando resignado, siguió a la pequeña a esa casa, que le provocó una extraña sensación.
Hermione tocó el timbre y esperó pacientemente que alguien le abriera la puerta. Cuando alguien la abrió inmediatamente quiso decir algo, pero quedó muda al ver quien era el que había abierto.
- ¡Abuelo, es el niño que vimos el otro día en el supermercado, Harry!
El niño la miraba sorprendido, y ella no entendía porqué. El abuelo de Hermione se detuvo junto a ella y observó detenidamente al niño, que lo miraba a su vez en silencio, apoyado en la puerta. El hombre mayor, detuvo sus ojos al ver la cicatriz en la frente del niño.
- ¡Oh por dios!- exclamó al cabo de un rato.- Harry Potter...
Harry se sonrojó e iba a decir algo cuando apareció un hombre joven junto a él, que Hermione reconoció como el padre de Harry. Los miró entre sorprendido y curioso y luego miró a su hijo, quien asintió, comprendiendo algo que ninguno de los dos visitantes entendieron.
– Pasen por favor...- dijo Sirius, permitiéndoles entrar.
Hermione miró a su abuelo quien asintió, aceptando la invitación. Entró a la casa tímidamente, mirando los cuadros de las paredes con cierto interés. Por alguna razón se veían llenos de vida.
Harry y su padre los invitaron a pasar a la sala de estar, en donde se sentaron cómodamente en un sillón. Un silencio tenso llenó la habitación hasta que fue interrumpido por un hombre de cabello castaño claro y ojos grises, que acababa de entrar a la sala, con una bandeja con tazas de té y algunos dulces.
– Buenas tardes señor, señorita.- Hermione respondió con un suave "buenas tardes".- Supongo que primero sería conveniente hacer las presentaciones. Mi nombre es Remus Lupin, el de mi amigo es Sirius Black- el anciano lo miró sorprendido- Y el de su hijo es Harry, como supongo ya sabrán.
- Pues mi nombre es Robert Granger, y el de mi nieta es Hermione. Y perdonen mi sorpresa, pero no he podido evitarlo, en estos últimos minutos he recibido muchas noticias del mundo que abandoné hace más de siete años...
– O sea, usted es un mago.- Dijo Remus.
– No, soy un squib.- Respondió Robert.- Verá, durante muchas generaciones mi familia fue de magos, pero hace unos dos siglos atrás casi todos han resultado no poseer nada de magia. Yo conseguí aprender algunos hechizos simples, pero mi magia no alcanzó para aprender más. Por eso me costó divisar esta casa, supongo que la tendrán bajo un hechizo.- Sirius asintió.- Mi nieta Hermione la vio enseguida, quizá ella si sea bruja...
Hermione miró a su abuelo con sus ojos castaños, abiertos completamente por la sorpresa.
- ¿Qué...qué cosa abuelo? ¿Yo... una bruja?- Balbuceó.
Sirius la observó detenidamente y luego miró a Remus, quien asintió.
– Hay una gran cantidad de magia alrededor de la pequeña, señor Robert. Podemos asegurar que ella sí es bruja.- Dijo el licántropo.
Robert sonrió abiertamente, mientras miraba a su nieta con orgullo. Ella no podía creer lo que estaba escuchando ¿Bruja? ¿Ella? ¡Realmente la magia existía!
Media hora después Robert y Hermione Granger abandonaron la casa de los Black, con sendas sonrisas en sus rostros. Los tres habitantes de la casa explicaron las noticias al squib y enseñaron algunas otras a la bruja, quien seguramente sería compañera de Harry en Hogwarts.
Sirius después de haberse despedido de aquella sorpresiva visita se dejó caer en el sillón, suspirando profundamente.
Remus había decidido ir a dormir temprano, por lo cual Harry había quedado a solas con su padre.
– Papá...
Sirius volteó la cabeza para ver a Harry sentado a su lado, mirando el suelo con algo de nerviosismo.
– Dime Harry.
– ¿No puedes sonreír hoy? ¿Aunque sea una vez?
Esta pregunta/petición tomó a Sirius desprevenido ¿Sonreír? Había intentado tantas veces sonreír ese día, sin lograrlo, y sin embargo, cuando vio a su hijo junto a él, diciendo esas palabras, notó como algo dentro de él había cambiado.
James ya no estaba ahí. Su hermano había muerto protegiendo a su familia, protegiendo el destino del mundo mágico. Lily...su querida Lily sacrificó su vida por su hijo, todo su amor quedó en él, en Harry. Y Sirius vio a su hijo, y recordó el cariño que Lily le tenía y lo mucho que ellos dos querían a su hijo. Cerró los ojos, y al abrirlos siguió observando a Harry, y logró ver a James, su amigo, valiente Gryffindor que sacrificó todo por sus creencias y por su ideal de que la guerra acabaría pronto. Harry representaba todo aquello, y se dio cuenta que a pesar de haber perdido a dos personas queridas, no había logrado perder lo importante de ellas. Todo residía en su hijo.
Sonrió. Fue una sonrisa real, ingenua, cálida. Una sonrisa que hacía mucho no había sido igual y que ahora posaba en sus labios con nostalgia. Abrazó a Harry quien se sintió aliviado al verlo sonreír– Gracias...
Un ruido los interrumpió. Al levantar los ojos vieron a por lo menos 10 personas, encapuchadas, con su rostros ocultos por máscaras aterradoras. Mortífagos.
– Enternecedor, realmente tierna escena- Dijo uno de ellos, bajo la máscara. Su voz era la de una mujer, y era fría y cruel.- Supongo que no te importará que nos reunamos a este momento tan familiar...¿verdad primito?
- Bellatrix...- Murmuró Sirius.- ¿Cómo has escapado de Azkaban?
La mujer que había hablado se bajó la capucha y se sacó la máscara revelando el rostro de una mujer que debió ser muy hermosa, pero que había perdido su hermosura rápidamente, como si hubieran sido despojada de ella en tan sólo un segundo.
– Buena pregunta. Nuestro Señor ha decidido que ya era hora de haer unos cauntos cambios en Azkaban y reunirnos para que el volviera a recuperar su cuerpo y volver más grandioso y terrible que nunca. Y para eso es necesario que nos llevemos a tu protegido. Nos llevamos a Potter.
Antes de que Sirius pudiera hacer algo uno de los mortífagos había tomado a Harry por el cuello y había desaparecido enseguida. Fue entonces cuando una pelea desigual comenzó, entre los nueve restantes y el animago, que se hallaba furioso.
- ¡DONDE ESTÁ HARRY!- Bramó, mientras lanzaba un hechizo a un mortífago, dejándolo inconsciente.
– Búscalo. Si te digo, sería menos divertido.- Respondió Bellatrix, riendo descaradamente.
Sirius sentía como las venas palpitaban en su sien, como la sangre que corría por su cuerpo parecía arder, como sus manos temblaban por la ira y cómo de su varita salían chispas de fuego.
Lanzó un hechizo que golpeó a cuatro mortífagos, que cayeron inmediatamente al suelo.
- ¡A DONDE SE LO LLEVARON!
- Deberías controlar tu carácter.- Dijo ella, con tono burlón.
- ¡RESPONDEME!
- ¿Acaso el pobre del pequeño Sirius quiere ver al pequeño Potty?- Dijo Bellatrix, hablando como se le habla a un niño. Sus palabras en ese tono hicieron que a Sirius le dieran náuseas.
Sirius esta vez no le respondió a ella. Tan sólo murmuró unas palabras y un rayo verde golpeó en el pecho al mortífago más cercano a su prima. Este cayó inerte al suelo. Muerto.
– Dímelo.- Siseó, amenazadoramente. Sus ojos azules, estaban fríos y oscuros. Era la mirada de un asesino.
Bellatrix tembló un poco, pero mantuvo la compostura.
– No.- Sonrió cruelmente y desapareció junto con los otros dos mortífagos que estaban ahí.
En esos momentos se escucharon unos pasos rápidos por la escalera y vio como Remus entraba a la sala. Sus ropas estaban hechas harapos y estaba cubierto de sangre.
– No pude ayudarte...- Susurró, antes de desmayarse.
Sirius corrió hacia su amigo y lo tomó en brazos, para luego depositarlo en el sillón. Observó a los mortífagos del suelo y con un movimiento de su varita estos quedaron atados, por fuertes cuerdas mágicas.
Caminó hasta donde yacía muerto aquel mortífago. Dudando, se agachó y le sacó la máscara.
Ahogó un grito.
Regulus Black.
Retrocedió, unos pasos, horrorizado.
Sirius observó con terror la mueca del rostro de su hermano. Sus ojos azules se hallaban completamente abiertos y su mirada más que de miedo era de sorpresa. El cabello tan negro como el de su hermano caía por todo su rostro, dándole un aspecto desordenado. Si no fuera por esa expresión de su rostro...
Había matado a su hermano, al que daba por muerto. Mató a alguien de su propia sangre, a alguien que había querido mucho, pero que había terminado odiando.
Era un asesino.
Movió su cabeza. No servía nada seguir ahí parado. Tenía que hacer algo para salvar a Harry.
Se acercó a la chimenea y lanzó un puñado de polvos Flú, haciendo que las llamas se volvieran verdes. Introdujo su cabeza en el fuego y gritó:
- ¡El Despacho de Dumbledore, Hogwarts!
Sintió como su cabeza daba vueltas, mientras observaba el rápido pasar de cientos de chimeneas, hasta que se detuvo en una ,que daba a una habitación, cuyos muros se hallaban decorados por varios cuadros de los antiguos directores.
El director lo miró con sus azules ojos, de manera curiosa. Había una taza de té a medio vaciar en la mesa frente a él y unos cuantos envoltorios de sorbete de limón, su dulce preferido.
- ¿Sucede algo Sirius?
Este se veía al borde de un colapso nervioso:
- ¡Albus! ¡Rompieron la barrera protectora!¡Moony está inconsciente...! se...SE LLEVARON A HARRY.
Dumbledore se levantó enseguida de su silla. El poder que irradiaba en esos momentos mostraba su autoridad e imponencia. Habló sereno, pero con un acelerado ritmo.
- Quédate en casa mientras envío alguien para que cure a Remus. Mientras, trataré de averiguar sobre el paradero de Harry.
Sirius estaba dispuesto a reclamar ¡Él no se iba a quedar de brazos cruzados mientras su hijo estaba con los mortífagos! Dumbledore, sin embargo, adivinó sus pensamientos y le dijo:
- No es tiempo para eso Sirius. Es muy importante que te quedes ahí. La vida de Harry depende de los movimientos que hagas, si te acercas a los mortífagos y a Voldemort es muy probable que lo asesinen. Necesitan la sangre de Gryffindor derramada ¡ no les ayudes más!
La comunicación por la Red Flú se detuvo.
Sirius se dirigió nuevamente a los Mortífagos y junto con el cadáver de su hermano, los hizo aparecer en la oficina de Dumbledore con un traslador, hecho improvisadamente con un zapato de uno de ellos.
Se oyó un leve ruido, como el de una rama al ser pisada y pronto Moony se encontró solo en la sala de estar de su casa, aún inconsciente, sin saber que su amigo se dirigía a buscar a Harry a un lugar que había abandonado hace un par de años por su hijo y que había jurado no volver a pisar.
Su juramento sin embargo se vio roto, y Sirius Black rápidamente se encontró en los alrededores de Azkaban.
