Muchas gracias Diana- Lily- Potter y Stiby nn

Pues... ¡Eso! XD

En el próximo capítulo responderé mejor, pero tengo ganas de escribir xD


Remus abrió los ojos y enseguida se arrepintió de hacerlo. Su cabeza le dolía, al igual que todo su cuerpo. Y cuando salió de su inconciencia, encontró que todo era endemoniadamente blanco. Ahora la jaqueca era más fuerte.

Estaba en la enfermería de Hogwarts.

Durante su estadía en el colegio había llegado a conocer muy bien el lugar y reconocía enseguida aquel techo y ese aroma a pociones.

No recordaba el porqué había llegado a ese lugar. Tenía una laguna en su mente, un borrón. Sabía de sobra que no era bueno lo que había sucedido, y que tenía que recordarlo al instante, porque era algo de mucha importancia.

Sentía como sus párpados se cerraban, mientras su cuerpo le imploraba el que volviera a dormir. Estaba a punto de lograrlo, cuando una imagen cruzó su mente.

Mortífagos.

Se sentó rápidamente en la cama, como impulsado por un resorte. Estaba leyendo cuando de pronto unos mortífagos aparecieron en su habitación y lo silenciaron, aturdiéndolo con decenas de cruciatus.

Había bajado con gran dificultad al primer piso y vio a Sirius parado junto a unos mortífagos en el suelo.

Pero Harry no estaba ahí...

Olvidándose de todo el dolor que sentía se levantó y salió corriendo en dirección a la oficina de Dumbledore.


Estaba a aproximadamente dos kilómetros de la isla donde se encontraba la prisión, pero ya sentía el frío que provocaban los dementores. La lluvia caía copiosamente sobre él, congelándolo hasta los huesos, pero a él no le importó. Lo mantenía completamente despierto y era necesario para lo que iba a hacer, que perfectamente se podría considerar como suicidio.

El bote que normalmente transportaba a las personas a la isla estaba completamente destrozado, hecho astillas. El mar se movía con tal violencia, que el pobre bote salió disparado directamente contra una roca.

Sirius no tenía tiempo para buscar otro bote, tenía que rescatar a Harry ya.

Respiró profundamente, tratando de mantener serenidad y la misma actitud que tuvo durante todos los años que estuvo en prisión. Cerró sus ojos y segundos después se hallaba transformado en un gran perro negro que nadaba desesperado contra corriente para llegar a una isla, en la que estaba lo que se consideraba la prisión más segura del mundo mago.


- ¿QUE ÉL QUÉ?- Gritó Remus, hecho un manojo de nervios.

- Me temo que así es Remus. Sirius fue a buscar a Harry, y por lo que creo, al primer lugar al que fue a buscar fue a Azkaban.

- Pero...¿Por qué ahí?- Se dejó caer pesadamente en la silla, apoyando su cabeza en el respaldo, sintiendo como el dolor que por un momento dejó olvidado, volvía incrementado al 100 por ciento.

- Bueno, mientras enviaba a alguien a tu casa, en mi despacho aparecieron algunos mortífagos, que deduzco, Sirius inmovilizó. Pues bien, entre ellos estaban los que hace unos días, escaparon de la prisión, por el motín que ocurrió allí. Todos los presos quedaron fugitivos y los dementores ya no obedecen las órdenes del Ministerio.

-¿Están al servicio de Voldemort?

- Temo que sí. Pues, si estoy pensando como creo que Sirius lo hizo, debe haber pensado que el lugar más seguro para colocar el cuartel general de Voldemort era un lugar custodiado por las criaturas mas temidas y odiadas del mundo.

- Debo ir enseguida hacia allá, no sólo Harry está en peligro, sino que también lo está Sirius.

- Remus, se que eres más sensato que Sirius, así que te imploro que tu me hagas caso. Quédate aquí. Estás malherido y débil, debes descansar.- Dumbledore miró a su fénix con ojos cansados.- Fawkes, busca al fénix de Harry, a Amateratsu y ambos búsquenlo. De estar en Azkaban... hagan lo que sea para que Sirius y él salgan de ahí con vida.

Fawkes asintió y desapareció, dejando una pluma dorada en el suelo.

Dumbledore se levantó de su asiento y tomó la pluma.

- La Orden del Fénix vuelve a ser necesaria al parecer...

Miró su despacho, que se encontraba vacío. Suspiró.

- Y con urgencia.

Miró un extraño reloj que llevaba en su muñeca y salió apresurado de su despacho.


Sus ojos aún no lograban acostumbrarse a la oscuridad. Estaba aterrado, aquellos hombres con capuchas lo habían llevado hasta un lugar horrible. En esos momentos, Harry se hallaba atado de manos y pies, en una celda llena de lodo y suciedad.

Trató de no llorar. Lo había dejado de hacer en el momento en que sintió un frío extremo cerca de él y cuando escuchó las voces de James y su madre y la voz de su tío gritándole.

Sentía sus músculos agarrotados y tenía un profundo corte en su muñeca derecha. La mujer que lideraba el grupo que lo había raptado lo había encadenado. Al ser tan delgado el simplemente saco la mano del grillete. La mujer se enfureció y encogió los grilletes con magia, para luego forzar s Harry a colocar la mano adentro. Para mala suerte de Harry, había achicado uno de los dos más que el otro, haciendo que se enterrara en su piel.

Comenzó a sentir sueño. Sabía que era una mala idea dormir en esa situación, pero no podía evitarlo. Estaba exhausto.

Estaba apunto de rendirse ante el cansancio, cuando se escucharon unos pasos en el pasillo.


Sintió como sus patas tocaban arena. Enseguida se transformó, sabiendo que ese último tramo sería más fácil como ser humano que como perro. Casi se había ahogado mientras nadaba, pero por milagro se salvó. Ahora estaba frente a un edificio de fría piedra gris, rodeado de grandes rocas llenas de vegetación muerta. El olor a podredumbre que había ahí hacía que sus ojos estuvieran llorosos y que unas náuseas horribles le agobiaran. El frío lo estaba atacando como puñaladas, enterrándose en su piel. El hecho de que tuviera su ropa empapada sólo hacía que sintiera peor. Miró las rocas que tenía enfrente, amarró su varita nuevamente a su cinto, y comenzó a escalar aquellas peligrosas rocas.

Subió la primera sin mucha dificultad. Cuando estuvo arriba de ella se fijo en sus manos. Estaban llenas de rasguños. Las piedras de ahí eran agudas y bastante cortantes. Vio los treinta metros que le quedaban por subir y se angustió.

Subiendo con energías renovadas por la angustia que sentía, se preguntó como estaría Harry.


- ¡Mierda!- Remus pateó con fuerza el pedazo de madera que tenía a sus pies. Aquel pequeño navío había sido destrozado por la fuerza del mar y ahora no tenía como llegar a la isla.

Sabía que Sirius debía haber ido nadando, sabía perfectamente que era capaz. En esos momentos Remus deseaba ser un animago.

- Así también podría nadar.

Observó una luz junto a un bosque y decidido se dirigió a ella, quizá encontraría algo que le fuera de ayuda.


- Así que el pequeño Potty está despierto... Me facilitas las cosas ¿sabías?.- La mujer, Bellatrix, cubierta por una simple túnica negra que resaltaba su delgadez- provocada por sus años en Azkaban- y con una mirada ambiciosa y llena de odio entró a la celda.

Harry la miró con temor. Comenzó a temblar de pies a cabeza.

- ¿Me tienes miedo? Ya verás lo que es el miedo cuando te lleve frente a mi amo...- Rió fuertemente mientras que de un tirón le quitaba las esposas a Harry, provocándole nuevos cortes en sus ya heridas muñecas. Acto seguido lo apuntó con su varita.

- ¡Imperius!

Harry sintió que se encontraba en un lugar tranquilo, sin preocupaciones, un lugar de ensueño. Se sentía muy bien ahí, no sentía ni dolor ni miedo. Quería quedarse allí.

Sígueme- Le dijo una voz en el fondo de su cabeza.

"¿Para qué?"

Tan sólo muévete.

"No, no quiero, estoy bien en este lugar"

Es una orden, muévete.

"No"

¡Que te muevas!

- ¡No!

Esta vez las palabras salieron de la boca de Harry, mientras este sentía como volvía a la realidad, y un agudo dolor de cabeza comenzaba a atacarlo. Su cicatriz parecía quemar, y hacía que le salieran lágrimas de los ojos.

A un metro de él estaba Bellatrix, con una mano en su brazo, con una mueca de dolor en su rostro. Lo miró con más odio aún y Harry sintió como se le ponían los pelos de punta.

- ¿Con qué no?- Espetó la mujer. Sonrió fríamente.- ¡Crucio!

Harry comenzó a sentir un dolor intenso por todo su cuerpo. Era abrasador, sentía la carne viva, le dolía mucho. No pudo evitar gritar, un gemido de desesperación, miedo y dolor. Aquel grito se escuchó a varios metros alrededor de aquel lugar.

Alcanzó a ser lo suficientemente fuerte para que Sirius, veinte metros más abajo lo escuchara.

Sin importarle sus manos y ropa ensangrentada apresuró aún más la marcha.


Remus caminó por alrededor de quince minutos, cuando llegó a la fuente de la luz. Provenía de una pequeña cabaña, cuya chimenea se hallaba encendida, lanzando una pequeña humareda al cielo tormentoso. Vio el ir y venir de un hombre dentro de ella, llevando cosas de un lado hacia otro.

No quería importunarlo. Era demasiado arriesgado para el pobre hombre. Remus suspiró. Si sabía eso desde el principio ¿Por qué había ido allí desde el principio?

Su instinto así se lo había dicho. Y no se equivocaba. Vio a veinte metros de la cabaña, una lancha.

Se encaminó hacia ella, pensando en como se la pagaría después al señor.


- Aquí está Potter, Señor.

Una voz fría, aguda y horrenda se escuchó en la habitación.

- Me parece. Sería conveniente comenzar ya. – Se escuchó un intercambio de siseos y una sombra se arrastró junto a la silla de donde provenía la voz.- Pero antes... mata al otro...debe estar por llegar hasta acá.

- Será un placer Señor. Por cierto...¿Quién ofrecerá...?

Antes de que terminara la frase, fue interrumpida por aquella siniestra voz.

- Nuestro querido Severus ¿Quién más? Debe mostrarme su lealtad...