By: Darkness
CAP. TERCERO: "Ataque en la oscuridad."
La única educación posible sea esta: estar
lo bastante seguro de una cosa para
atreverse a decírsela a un niño.
G. K. CHESTERTON
- ¿No tiene hambre Shishio-san? Es muy tarde ¿Lo sabe?, desde ayer no ha comido nada.-
Sin aflojar el pasó, el hombre volvió su mirada hacia él, frunciendo el ceño, como si el chico hubiera dicho una barbaridad, pero no se dignó a contestar.
Souhiro encogió los hombros. Se sentía sucio y pegajoso. Tenía hambre, sueño y cansancio. Sus pies desnudos le estaban matando: numerosas piedras y ramas les habían provocado heridas y raspones... No podía soportar esa estricta marcha... pero aún así ahí estaba, siguiendo al hombre del vendaje, tratando de ir a su mismo paso; mas era difícil, caminaba a grandes trancos.
Shishio miró al chiquillo que trabajosamente trataba de ir a su paso. ¡Maldita la hora en que lo recogió!¡No era más que un estorbo! Por su culpa ya se habían retrazado un día para una junta de suma importancia. Además tenía que estar al pendiente de sus malditas necesidades, que si tenía hambre, que si estaba cansado, que si necesitaba dormir; y no solamente eso ¡no! El chico era un descuidado de lo peor; varias veces había tropezado y caído, otras tantas había estado a punto de comerse bayas venenosas, o dejado uno que otro rastro. En resumen ¡Era una molestia a la que jamás debió haber recogido!.
Habían andado durante trece noches seguidas. Shishio había adoptado un sistema de marcha algo extraño; por la noche caminaban y en el día descansaban. Era como si avanzaran ocultándose de algo o de alguien.
El cielo lentamente comenzó a aclarar; la oscuridad era sustituida por un brillante amanecer. Ellos continuaron avanzando hasta que el sintieron el sol despertar; entonces dejaron su marcha y se sentaron, uno frente al otro, sin decir palabra alguna. Shishio esperaba que el chico se durmiera, pero Sou tenía tanta hambre que dormir sería imposible ¡Su pancita le estaba dando un concierto!.
- ¿No vas a dormir? Necesitas energías para continuar al anochecer.- Dijo el hombre del vendaje recargándose contra el tronco de un árbol.
- Oh, no Shishio-san, no tengo sueño... .- Contestó el pequeño con su sonrisa, mientras sentía los jugos gástricos agujerar su estómago.
Shishio percibió esto y sintió algo de lástima por él, pero no tenía qué darle; siempre la había gustado viajar ligero, por lo que no tomó muchas provisiones de arroz del almacén de la familia Seta... y no contaba con que el chico comería tanto.
Souhiro observaba a su alrededor; se dio cuenta que nuevamente los árboles tenían las hojas de un color seco (a veces café, rojizo, avellana o dorado). Les gustaba verlos así. Además ¡Había descubierto algo muy interesante! Cada año las hojas cambiaban de color, caían y volvían a aparecer otras en su lugar. Y eso era debido a... a... ¿a qué?... Nunca lo había sabido. Una vez que se lo preguntó a Hashimosuke éste sólo respondió: "¡Qué ignorante eres!". Y aquella no era la única pregunta que hacía, entre las más comunes estaban estas: ¿Por qué caen las piedras? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué los pájaros vuelan? ¿Por qué la gente nace? ¿Por qué muere? ¿Qué se siente? ¿Qué es la dicha?¿ ¿Qué significan los anillo en los troncos de los árboles? ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Por qué Japón se llama Japón? ¿Por qué hay niños blancos, negros o amarillos? ¿De dónde vienen los bebés?... y un largo ETC. Cuando agobiaba su "familia" con estas cuestiones, ellos solían contestar: "Por que sí" o "Por qué yo lo digo" o un simple "¿Qué te importa?".
Mientras seguía pensaba sus ojos se posaron en una rama desnuda, donde el viento arrancó la última hoja que le quedaba, y jugó con ella, hasta dejarla en el suelo.
- Shishio-san... .- Dijo lentamente, volteándole a ver.
El hombre levantó la vista, que tenía clavada en el suelo, hundido en sus pensamientos.
- ¿Usted no se ha preguntado por qué las hojas caen?.-
- Por culpa de las estaciones.- Contestó, sin mucha emoción.
- ¿Estaciones? ¿Qué estaciones?.- Preguntó Sou interesado.
- Primavera, Verano, Otoño e Invierno ¿No las conoces?.-
- Sólo sé que cada año florecen las flores, hace calor, caen las hojas y llega la nieve.-
- Esas son las estaciones.-
- Ah... ¿Y por qué hay estaciones?.-
- Por el movimiento de la Tierra.-
- ¿¡QUÉ!? ¿¡La tierra se mueve!?.-Preguntó el niño totalmente incrédulo.
- Sí, se mueve.- Murmuró con fastidio.
- ¿Cómo?
- Sobre sí misma y alrededor del sol.-
- ¿¡De Verdad!?.- Alzó la cabeza al cielo, tratando de ver el sol a través de la espesura de las hojas rojizas.- Pero yo no veo que... .-
- Es obvio mocoso.-
- ¿Por qué?.-
- Ya hiciste muchas preguntas ¿No te parece?.-
Bajo aquellas palabras había una amenaza velada, así que el chico no tuvo más remedio que callarse. Sin embargo su atención se vio rápidamente atraída a una gran víbora que se enroscaba en una se las ramas del árbol donde Shishio-san descansaba. Souhiro la admiró con detenimiento; la piel escamosa y húmeda, los ojos amarillos pequeños y brillantes, y esa larga lengua viscosa que escapaba por en medio de colmillos venenosos, normalmente produciendo un siseo. Pero ahora ésta estaba callada, inmóvil. El chico vio que en la misma rama, un poco más delante de donde se hallaba el reptil, estaba una ardilla, de pelaje castaño, que se fundía fácilmente entre las hojas. De pronto la víbora saltó sobre la ardilla, enrollando su resbaladizo cuerpo en el animalillo, cual temible tenaza. Souhiro dejó escapar u gemido de estupefacción.
Shishio volteó a dónde el niño miraba, para saber el por qué del gemido; al ver la escena sus labios se curvearon en una sarcástica sonrisa: "¿De qué te sorprendes?"
- Eso es muy cruel.- Se quejó el pequeño.- La ardilla no le había hecho nada.-
Es eso, el reptil abrió su boca desmesuradamente, dislocando su mandíbula, y engulló a la ardilla, lentamente, hasta que ésta desapareció.
- ¿Qué tiene de cruel comer?.- Contestó Shishio.- Recuérdalo: El débil es alimento del fuerte. Por que el débil no merece vivir. Lo mismo pasa en la naturaleza, y en el hombre; el pez grande devora al pequeño, el hombre devora al hombre. Unos a la defensiva y otros a la ofensiva. En este mundo hay que cuidarse de los demás. Jamás confiar.-
- Pero... .-
- ¿Pero qué?.-
- ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que cuidarnos de los demás?.-
- Por que los demás NO importan, debes aplastarlos, humillarlos, usarlos, etiquetarlos, traicionarlos, aniquilarlos... antes de que ellos lo hagan contigo.- Tras estas palabras había un odio que intentaba desbordarse, una amargura largo tiempo contenida, que salía a asomársele a los ojos, como la llama de una vela que se inflama y después se extingue.
- Shishio-san.- Preguntó de nuevo Souhiro.- Entonces ¿En esta vida todo el guerra? ¿es eso verdad? ¿Eso es la realidad?.-
- Mira niño, la angustiosa realidad es que la vida del hombre se halla atrapada en un complejo inexorable de opuestos: día y noche, nacimiento y muerte, salud y enfermedad, felicidad y desdicha, bien y mal. Ni siquiera estamos seguros de que uno de ellos puede subsistir sin el otro, de que el bien pueda superar al mal o la alegría derrotar al sufrimiento. La vida es un continuo campo de batalla. Siempre lo ha sido y siempre lo será. En ese campo únicamente sobrevive el que sea mejor, el más fuerte, en todos los sentidos, y para sobrevivir necesita adaptarse y alimentarse del débil. ¿Comprendes eso?.-
El chico asintió con vehemencia, totalmente impresionado.
- Todo es guerra, todo es batalla. Inclusive las conversaciones lo son. La comunicación con los demás es otro cuadrilátero, donde hay un vencedor; el más hábil o agresivo; el más frío y calculador; el que se las sabe de todas a todas; el que grita más; el que sabe imponerse; una comunicación unilateral donde más que diálogos hay monólogos. -
- Si eres fuerte vives... .- Dijo Souhiro emocionado.- ... Si eres débil mueres... ¡Yo seré muy fuerte!.-
El hombre del vendaje sonrió: "Ahora, duerme. Comerás mañana."
- ¡Sí!.-
Sou se acostó en el piso, pero sin dormir, pues toda esa plática le dejaba pensando en muchas cosas. Shishio-san era l primera persona que le había dado verdaderas respuestas. A sus ojos era fuerte y muy sabio; no podía estar equivocado. Nunca se equivocaba... Lentamente el sueño comenzó a embargarlo, y se dejó llevar, ya no importaba el hambre, por que tenía la esperanza que el día siguiente (o tal vez esa misma noche) comería.
*-*-*-*-
- Anda, arriba ya.-
Souhiro fue sacado de un placentero sueño, donde él se sentaba sobre la Tierra mientras esta daba vueltas alrededor del sol. Sin embargo rápidamente se puso en pie, sin la necesidad de que se lo repitieran dos veces.
Estaba oscuro. La noche ya tenía algunas horas de haber dominado el cielo, lo que le hizo pensar que Shishio-san le había dejado dormir de más. ¿Por qué? Si había veces en las que apenas se acababa de acostar cuando ya tenía que levantarse... pero ahora durmió más.
La marcha se sucedió que en otras ocasiones. Souhiro tratando de ir al paso de Shishio y ambos en absoluto silencio.
Mientras caminaba, Sou sintió una fresca brisa que heló su trasero. Volteó y vio que la tela de su hakama[4] estaba tan delgada y desgastada que casi dejaba al descubierto el lugar donde la espalda pierde su digno nombre. Sonrió con naturalidad, mientras a sus mejillas asomaba un muy leve rubor, producto del pudor. Era obvio que el hakama estuviera así, ya tenía con el cuatro años ¡Tenía más zurcidos que hojas un árbol!.
- A todo esto chico ¿Cuál es tu nombre?.- Preguntó el hombre del vendaje. Ambos tenían 16 días viéndose (y trece viajando juntos) y era hora que no sabía el nombre completo del pequeño.
- Me llamo Souhiro Seta... .- Al ver que hombre fruncía ligeramente el ceño, se apresuró a decir.- Si no le gusta puedo cambiarlo Shishio-san ¿Cómo le gustaría que me llamara?.-
- Calla.- Contestó Shishio, susurrando.
- ¿Qué sucede?.- Preguntó Souhiro imitándolo.
- Escucho voces.-
¿Voces? Sou se concentró la más que pudo, pero aún así todo seguía en silencio.
El hombre del vendaje se deslizó entre la espesura de los matorrales, con agilidad felina. El niño lo siguió lo mejor que pudo.
Se detuvieron frente a una enorme casa, más bien, era una mansión, cuyos dos pisos estaban bien alumbrados y cuidados. No estaba cercada, pero tenía una gran cantidad de hombres uniformados a su alrededor, custodiando, por lo que era de suponerse que era la casa para vacacionar de algún político o alguien con cierto poder. Se percataron que había un murmullo y llegaron hasta ellos las voces anteriores: frente a la puerta de la mansión, justo debajo del tejado del pasillo, había varios hombres y un muchacho. Uno de los hombres era grande y robusto, que parecía estar dando instrucciones a los demás: este era sin duda el dueño de la casa.
- ¡Tenía que ser!.- Pensó Shishio, al reconocerle.- ¡Un bastardo Meiji!.-
En cuanto al muchacho, no era muy mayor que Souhiro, debería de andar entre los 10 y 12 años... un momento... que curioso... Souhiro se acercó un poco para ver mejor creía haber visto a es chico en algún otro lugar... ¡Por supuesto! ¿No era acaso uno de los que solían molestarlo todo el tiempo? ¿No era de aquellos a los que, brillantemente, había engañado antes de conocer a Shishio-san?... ¡Definitivamente!
- Ese chico... .- Comenzó a decir, a nadie en particular.- ... lo conozco; él junto con sus amigos solían golpearme y molestarme cada vez que me veían... .-
Shishio no contestó pero observó al niño delante suyo y después a su pequeño "pupilo". Fue entonces que notó la diferencia entre un niño "normal" y Souhiro. El primero era regordete de rostro rosado, con dos ojos verdes y brillantes difíciles de percibir por su pequeño tamaño y forma alargada. Las ropas finas y de buen corte. En contraste estaba Souhiro: el chico era una piltrafa humana; estaba extremadamente delgado y pálido, el rostro y los cabellos manchados, mugriento, las ropas desgastadas y rotas. ¡No podía llevarlo así a ningún lado! ¡De ninguna manera!... Aunque el aspecto del chico no era muy diferente la suyo propio. Ya necesitaba cambiar sus vendas...
Alzó la vista de nuevo y vio como el muchacho y el funcionario Meiji entraban en la casa...
- Escucha.- Dijo, llamando a su pupilo.- Necesito que hagas exactamente lo que te voy a decir.-
"Directo a la yugular, con fuerza, no les des tiempo de moverse". Souhiro corrió y se lanzó contra el primero de los hombres que vio; como un león sobre su presa atacó el cuello, de un tajo le voló la cabeza. Los demás hombres a su alrededor se volvieron e intentaron atacarlo, pero él se movió más rápido y les dio muerte.
Eran débiles. No pudieron contra él, así que tenían lo que merecían.
Vio dentro del interior de la mansión, la puerta fue arrancada y los cadáveres adornaban la entrada y el corredor. Escuchaba el sonido de la katana de su tutor desde el interior. Le hubiera gustado verle luchar, ver de nuevo su katana que emitía un fulgor escarlata, ver las gotas rojas que se deslizaban hasta tocar el piso... pero Shishio-san fue muy especifico: "Deshazte de los débiles y espera aquí, hasta que yo te llame".
Jugueteó con el pie en el piso, removiendo ligeramente la tierra. La kodashi, regalo de Shishio-san, colgaba de su hakama inofensivamente. La sacó de su funda y la miró con curiosidad, después se puso en posición de combate y atacó a un enemigo imaginario. Un policía imaginario.
¡Saz! Un golpe, y caen los brazos.
¡Saz! Otro y cae partido en dos...
La puerta de la entrada al comedor voló hecha pedazos. El hombre del vendaje entró con aquella manera tan suya de andar: andar de fuego, sólo comparable con el de los animales. Altanero, arrogante, grosero; fue tan fuerte la sensación de personalidad y poder que emanaba que opacó cualquier queja en la garganta de los presentes en la habitación.
El funcionario Meiji estaba sentado en una gran mesa, la cual estaba llena de los más variados manjares. A su alrededor se hallaba un buen número de personas, incluidas el joven que vieron afuera.
- ¿Quién eres tú, extraño, y con qué derecho vienes a interrumpir así?.-Preguntó uno de los presentes.
- ¿Qué quién soy yo?.- Contestó acercándose a la mesa, y dirigiendo su mirada al funcionario.- Sr. Seii Satsuma, debería usted saberlo.-
Todos voltearon a ver a Satsuma, quien, nervioso, dijo: "Me debe estar confundiendo Señor, yo no tengo nada que ver con usted."
- ¿A no?.- Shishio se movió hasta situarse junto a él.- Yo trabajé para usted un tiempo, antes de pertenecer al Ishi Shishi.- Tomó uno de los cuchillos de la mesa.- Veo que usas vajilla de plata, muy elegante.- Y con un movimiento rápido lo enterró en la mano del hombre, clavándole en la mesa. Satsuma, y los invitados gritaron.- ¿Sigue sin recordarme?.-
El hombre se negó a contestar, si decía que sí ¿Qué pensarían sus invitados de él?. El hombre del vendaje dio la vuelta a la mesa y se aproximó al rechoncho chico de mejillas rozadas. Satsuma se veía inquieto.
- ¿Tu nombre?.- Preguntó Shishio al joven.
- Taii.- Contestó este nervioso.
- Voy a enseñarte a alguien y necesito que me digas si lo conoces o no.- Entonces alzó la voz y llamó.- ¡SOUHIRO!.-
Se escuchó un pequeño ruido y enseguida apareció el chico, corriendo tan rápido como pudo. "¿Me llamó?"
- Sí.- Dirigiéndose al hijo de Satsuma preguntó.- ¿Le conoces?.-
- No.- Murmuró, nervioso .
" Pequeña rata mentirosa" Pensó el hombre del vendaje. – Souhiro, ¿este es uno de los chicos de los que hablaste?.-
Sou asintió con la cabeza y señaló el dedo del niño rico: "Ese anillo era mío".
Shishio rebanó de su tajo el dedo señalado. Taii gritó, y derramó gran cantidad de lágrimas. El hombre del vendaje tomó la extremidad arrancada y después se lo lanzó a su "pupilo". El chico sacó el anillo y arrojó el debo, diciendo un alegre "Gracias".
- Shishio bastardo!.- Rugió el funcionario, ante la sorpresa y el horror de todos.
- ¿Ve? Fue fácil acordarse de mi ¿no le parece?.- Sonrió, burlándose del hombre.- Souhiro, toda esta comida es para ti, si tienes hambre, come. Nuestro anfitrión invita.-
- ¿Para mí? ¿Puedo comerlo todo?.- Preguntó, asombrado.
- Todo. Pero no tardes demasiado, debes bañarte todavía.-
- Oh sí, Shishio-san, no tardaré.-
Comenzó a comer con gran alegría. Increíblemente ahora podía comer hasta que ya no pudiera más, ¡No lo podía creer! ¡Nadie había tenido tantas consideraciones con él!
Mientras comía escuchaba el tétrico ruido de la Katana de su mentor eliminando a los débiles: uno por uno, lentamente...
*-*-*-*
Salieron de la casa en la madrugada, dejándola en penumbras y en silencio, para continuar su camino. Souhiro se sentía contento y satisfecho: además estaba ya limpio, había tomado un rápido baño con agua caliente; las ropas que traía puestas le quedaban un poco grandes, habían pertenecido a Taii, pero eran muy suaves y agradables, nunca había usado algo tan fino; Su estómago estaba lleno y había recobrado las fuerzas. En definitiva estaba mejor que nunca. Aunque nuevamente tenía ganas de hacer preguntas... se arriesgaría... después de todo la primera vez funcionó, tal vez ahora también...
- P-puedo hacerle algunas preguntas?.- pidió tímidamente Souhiro acercándose a su tutor mientras caminaban.
- Eres un mocoso demasiado curioso... .- Murmuró él, sin detenerse, si el chico continuaba haciendo tantas preguntas, terminaría por fastidiarle.
- ¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo malo? ¿Qué es la dicha?.-
- ¿Has leído a Nietzsche?.-
- ¿Eh? Disculpe Shishio-san, pero yo no sé leer.-
- ¿No sabes leer?.-
- No.-
- ¿Y escribir?.-
- No.-
- ¿Y hacer cuentas?.-
- ¡Eso sí! Mis hermanos me enseñaron a contar los sacos de arroz.-
- ¡Por lo menos! Si no supieras sería demasiada ignorancia de tu parte.-
- Oh!, pero soy ignorante.-
- ... Pero, a diferencia de otros males, la ignorancia tiene solución. Ahora bien: "¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de la potencia, la voluntad de la potencia, la potencia en sí. ¿Qué es lo malo? Todo aquello cuyas raíces residen en la debilidad. ¿Qué es la dicha? La sensación que experimenta cuando la potencia crece, cuando nos percatamos de que hemos vencido una resistencia. No el contento, sino la potencia también; no la paz a toda costa, sino la guerra; no la virtud, sino el valor. ¡Que los débiles y los fracasados perezcan! Que se les ayude a morir"[5] ... .-
CONTINUARÁ....
CAP. SIGUIENTE: "1er Trabajo"
[4].- Hakama: es el "pantalón" del gi.
[5].- Federico Nietzsche en "El anticsristo" .
