Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki, todos los derechos reservados a su autor. Este fic fue creado con fines de entretenimiento y no de lucro.

"La Geisha y el Hitokiri"

Capítulo 3

Advertencia: Esta historia está clasificada "R" o M de acuerdo al nuevo rating por un motivo. Si no tienes la edad o la madurez suficiente, no la leas…

Un balde de agua fría cayó sobre la figura durmiente de Sanosuke. El luchador se incorporó enseguida, intentando no ahogarse, y abrió los ojos para verla de pie junto a su futon.

"¡Jou-chan¿Qué rayos te sucede?" – le gritó.

"Es más de medio día. ¡Levántate!"

"Por favor Jou-chan…sabes que vine al amanecer" – se quejó volviendo a recostarse.

"¡Claro que lo sé! Llegaste dando tumbos como siempre".

"Anda, sé buena y deja de regañarme" – le pidió con voz dulzona.

Kaoru lo miró con los ojos entrecerrados y se acuclilló para halarlo de la oreja.

"¡No¡Suéltame!" – se quejó el luchador.

"¡Levántate, sinvergüenza!"

A Sanosuke no le quedó más remedio que ponerse de pie y miró a Kaoru con cara de regañado. La mujer lo miraba con las manos a la cadera mientras intentaba no reírse de la apariencia de su gran amigo.

"¿Trajiste dinero?" – le preguntó ella.

"¿Di…nero?"

"Tengo que hacer las compras. ¿Dónde están las ganancias?"

"No hubo…lo perdí todo" – dijo bajando la mirada.

"�¿Tu, que¡No es posible, Sano¡Me aseguraste que ibas a ganar!"

"Lo sé, Jou-chan, pero no es mi culpa".

"¡Claro que es tu culpa! Perdiste nuestras… ¿o debería decir mis ganancias?"

"¡Hey! Yo también colaboro…"

Kaoru se dejó caer sentada sobre el piso y miró al luchador. Su aspecto daba lástima pero no ocultaba lo apuesto que era con esos ojos achocolatados y esa cabellera oscura y revuelta.

"Sano, tu sabes que tengo que trabajar muy duro para conseguir ese dinero".

"Lo sé, Jou-chan".

"Todo el dinero que reuní con las clases que impartí… ¡se ha ido!" – se lamentó.

"No te pongas así, Jou-chan" – dijo Sano sentándose a su lado.

"Sanosuke, no tenemos nada que comer, la alacena está vacía…"

"No te preocupes, Kaoru, dime¿cuando te he fallado?"

"Podría mencionar un par de ocasiones…" – dijo mirándolo con seriedad.

"De acuerdo, tienes razón pero siempre salimos adelante. Ya verás, esta noche traeré más dinero del que me diste y compraremos mucha comida" – le prometió.

"¿Por qué mejor no te consigues un trabajo normal?"

"¿Un trabajo normal? Sabes que no me gusta que me den ordenes…me es aún misterio el porqué permito que tu me organices…"

"Porque sabes que te quiero…y sólo quiero nuestro bienestar" – dijo dándole un codazo.

"Lo sé…y al fin y al cabo, no me trajiste mala suerte en estos seis años…"

"Te lo dije…" – le sonrió Kaoru – "y tu que no querías mi compañía".

"Si, las cosas no salieron mal pero sigo esperando la mejor cena de mi vida".

Por respuesta, Kaoru le mostró la lengua y Sanosuke soltó una carcajada.

"No te quejes que al menos tienes que comer" – dijo levantándose.

"¿Adonde vas?"

"A dar un par de clases y de ahí pasaré a la tienda".

"¿Prepararás un poco de sopa Miso?"

"Trataré y tu, trata de conseguir un poco de dinero…honestamente".

"Ese comentario estuvo de más" – se quejó él.

"¿Recuerdas como nos conocimos?" – dijo ella burlonamente.

Sanosuke hizo un mohín y le arrojó su sábana hecha un ovillo. Kaoru se lo esperaba y se apartó mientras le hacía una mueca de burla.

"¡Adiós, cabeza de gallo!" – le gritó antes de desaparecer por el pasillo.

El hombre empezó a reír mientras se dejaba caer sobre el futon.


Seis años habían pasado desde Sanosuke y Kaoru llegaron a Tokio y se instalaron en el viejo dojo de la familia Kamiya. La chiquilla había crecido en los últimos años y los vendajes alrededor de su pecho ya no podían ocultar la redondez de sus seños. Kaoru se había convertido en una mujer de esbelta cintura y armoniosas caderas…las curvas incipientes que Battousai habia conocido se habían convertido en verdaderas.

Sanosuke también había terminado de crecer, alcanzando más de dos metros de estatura y un cuerpo atlético y musculoso. Gracias a la influencia de Kaoru no había vuelto a tomar prestadas las cosas ajenas e intentaba ganar dinero jugando a las cartas o luchando. De una o de otra manera siempre lograba traer algo de comer al dojo para ellos. La verdad es que él nunca le fallaba y ella le perdonaba cualquier trastada… ¿como no hacerlo si le debía la vida?

A medida que pasaban los años y Kaoru terminaba su crecimiento, Sanosuke empezó a percatarse de las miradas que le daban los hombres de la ciudad. El sabía que Kaoru era la comidilla puesto que vivía con él sin estar casados, así que decidió convertirse en su protector y más de uno se habían encontrado con su puño en la cara al trata de pasarse de listo con Kaoru.

A medida que pasaba el tiempo, los habitantes de Tokio se percataron que la jovencita sólo era una victima de las circunstancias al igual que Sano y cambiaron su opinión respecto a ellos. La verdad era que Kaoru era una mujer que trabajaba para subsistir y Sano…bueno, él era un punto a parte, pero no podía ser tan malo si vivía en compañía de una mujer como ella.


Kaoru se detuvo tras el Akabeko y llamó a la puerta de la cocina. Casi enseguida le abrió un mozalbete de cabellos indómitos y mirada enojada.

"¿Que haces aquí, busu?"

¡Toc! El bokken de Kaoru se estrelló en su cabeza. El chico se llevó la mano a la cabeza y se frotó el sitio lastimado.

"¡No vuelvas a hacer eso!"

"No me llames busu".

"¡Busu!"

¡Toc! Otro golpe para el cabeza dura.

"¡Más respeto que soy tu profesora!"

"¿Que quieres, Kaoru?"

"¿Me puedes acompañar a dar mi clase?"

"No".

"¡Dale Yahiko, ven conmigo!"

"¡Que no!"

"¿Por que tienes que contestarme con esa actitud tan grosera?"

"Porque quiero".

"¿Ah, si?" – Kaoru levantó una ceja.

"¡Si!"

Sin perder mas tiempo, Kaoru se lanzó hacia Yahiko, rodeando su cuello con el brazo en una llave de lucha libre que Sano le habia enseñado. El muchachito levantó los brazos para tratar de liberarse pero Kaoru no lo soltaba.

"Di que lo sientes…"

"No…" – dijo Yahiko casi sin aliento.

"Di que lo sientes…"

"No…"

Decidida a fastidiarlo un poco más, Kaoru lo hizo caer sobre el suelo. Los dos forcejeaban cuando una muchachita se asomó con timidez.

"¿Yahiko-chan?"- sus ojos se abrieron sorprendidos – "¡Kaoru-san!"

"Hola Tsubame" – replicó sujetando a Yahiko todavía.

"¡Suéltame…busu!" – dio casi sin aliento.

"¿Qué sucede, Tsubame¿Necesitas a Yahiko?"

"Tae-san necesita que recoja unas mesas" – dijo tratando de contener la risa.

"No me llames Yahiko-chan" – le reclamó cuando Kaoru lo soltó.

"Lo siento" – contestó la chiquilla.

"¿Me acompañarás?" – le preguntó a Yahiko.

"No puedo. Le dije a Tae-san que trabajaría todo el día".

"¿Por que no me lo dijiste antes?

"Porque no quise…" – contestó con altanería.

Kaoru volvió a levantar su bokken pero Yahiko detuvo el golpe.

"¡Por fin aprendiste!" – le dijo – "Eres un buen estudiante".

"¡Y un día seré mejor que tu! Recuerda que soy el hijo de un samurai".

"Por supuesto, Yahiko" - dijo sonriendo.

"Voy a trabajar, Kaoru. ¿Irás muy lejos?"

"Sólo a las afueras. Tengo que ganar algo de dinero ya que Sano perdió anoche".

"�¿Qué! Te dije que no le dieras el dinero, Kaoru".

"Lo sé…pero él estaba tan seguro de ganar".

"¡Voy a ahorcar a ese cabeza de gallo!"

"No te preocupes, Yahiko, y ve a trabajar para que Tae te de algo de comer…no hay nada en casa" – dijo tomando su bolso.

"Está bien, Kaoru" – dijo entrando al Akabeko – "y no regreses demasiado tarde".

Ella se volvió para mirarlo pero Yahiko ya había desaparecido. Kaoru empezó a caminar hacia las afueras mientras pensaba en Yahiko. Esas palabras eran la máxima muestra de afecto del pequeño samurai. Lo había conocido cuatro años atrás cuando estaba en manos del yakusa y con la ayuda de Sanosuke lo habían rescatado. El niño no se portó exactamente agradecido pero ellos lo invitaron a vivir con ellos en el dojo. El instinto maternal de Kaoru le indicó que pese a su corta edad, Yahiko había sufrido demasiado y no confiaba en las personas pero ella estaba decidida a cambiar esa actitud en él. Por su lado, Sanosuke disfrutaba de molestar al chiquillo y le enseñaba a defenderse – las alarmas interiores de Kaoru indicándole que pese a las buenas intenciones de Sano, él no era el mejor mentor para Yahiko, así que lo convirtió en su discípulo.

En los siguientes años, Yahiko se había convertido en el mejor alumno de Kaoru y en su mejor promotor. La única desventaja para Kaoru era que con la llegada de la Restauración Meijí ya no existía un interés en aprender artes marciales. Ya no había alumnos para el dojo y Kaoru no tuvo más remedio que dar clases privadas – algo nada fácil para una mujer. Decidida a no darse por vencida, Kaoru se enfrentaba a estudiantes de otros dojos para darse a conocer mientras esperaba que el interés regresara a las artes marciales.

Dando un suspiro, Kaoru se detuvo frente a una casa e hizo sonar la campanilla.


Sangre. Era un olor que no podía olvidar y parecía acompañarlo donde fuera.

"No importan lo años…nunca podré olvidar…"

Llevaba cinco años caminando sin rumbo fijo, sin dirigirse a ningún lado en particular y sin ningún objetivo aparte de redimirse por sus pecados. El comienzo de la era Meijí era obra suya. El habia sido el Battousai, el destajador, el Hitokiri que habia acabado con tantas vidas, que había hecho llover sangre por las calles de Kyoto.

Cualquiera al verlo no creería ni por un instante que él era el famoso asesino aunque lo declarara así. ¿Como podría un hombre tan común ser Battousai¿Como un hombre vestido en ropa vieja y remendada ser el arma secreta de los Ishin Shishi¡Era imposible! Ya que casi todos ocupaban puesto importantes en el gobierno. Todo menos él. Al terminar la última batalla había clavado su espada en el campo y partido sin decir adiós…y pasado los siguientes años como un Rurouni. Era una existencia pacifica y era justamente lo que él necesitaba después de tantos años de violencia y sangre.

Se detuvo a un lado del camino y se recostó contra un árbol para descansar. Desató el nudo del paquete que colgaba sobre su hombre y sacó un frasco vacío. Después de quitarle la tapa, se lo llevó a la nariz con cierta melancolía.

"Aun puedo percibirte…"

Ese frasco era el único recuerdo que tenía de la única noche que pasó junto a su flor de jazmín.

"¿Que habría sido de ti si no hubieras muerto?"

La habría convertido en su mujer, de eso estaba segura. Lo supo en el instante que despertó junto a ella…nunca antes se había quedado dormido sobre un futon y menos junto a una mujer. Algo en ella le había dado la calma para poder cerrar los ojos y dormir como la gente normal y no sentado con la espada como soporte. Se había vestido y antes de abandonar el prostíbulo le habia ordenado a la dueña que guardara a la geisha para él porque ella era su mujer desde aquella noche y para siempre.

La vida le había tenido otros planes…y ahora él estaba solo…y ella muerta. El ex-Hitokiri levantó la mirada hacia las estrellas y se hizo una pregunta.

"¿Te habrías casado conmigo?"


Kaoru salió de su última clase sonriente. No sólo había logrado que le pagaran por las clases sino que había logrado que tomaran cinco clases adicionales.

"El dinero extra nos va a caer de maravilla" – pensó.

Guardó el dinero en el bolsillo secreto de su hakama y emprendió el camino de regreso a la ciudad. La noche estaba muy oscura y ella a duras penas podía ver sus pasos. Si no fuera porque ella habia recorrido ese camino tantas veces, se hubiera perdido.

"Yahiko me va a pegar un regaño" – se dijo divertida.

Al pequeño samurai no le gustaba que Kaoru diera clases en las afueras y mucho menos que emprendiera el camino de regreso cuando ya habia anochecido.

"Va a tener que entender que no tuve otro remedio… ¿donde estará la luna?"

Un ruido a su espalda la hizo ponerse en alerta y se detuvo para mirar.

"¿Quien está ahí?" – exclamó levantando el bokken.

Nadie le respondió pero estuvo segura de sentir un ratón pasar sobre sus pies. La joven mujer dio un salto en el aire y soltó un grito. Casi enseguida escuchó unas risas y giró sobre sus talones con el bokken entre las manos.

"¿Piensas defenderte con eso mujercita?"

Volvió a escuchar risas y todas alrededor suyo. Kaoru tuvo la sensación que la estaban rodeando. El fulgor de una antorcha llamó su atención y logró ver a una docena de hombres.

"¿Quienes son¿Que quieren?" – les preguntó.

"¿Que hace una nena como tu por estos caminos solitarios?" – dijo uno.

"¿No sabes que es peligroso?" – dijo otro.

"En particular cuando hay hombres que buscan cariño" – añadió un tercero con lujuria.

"Pues si buscan cariño, estoy segura que lo encontraran en la ciudad".

"Preferimos que sea gratis" – dijo uno tomándola del brazo.

Kaoru se sacudió con fuerza y lo enfrentó.

"Te equivocas de persona".

"¡Que fiera eres!"

"Si me vuelves a tocar, lo vas a lamentar".

"¿Me amenazas?"

"Te lo advierto…" – dijo abriéndose paso.

Apenas se había alejado cinco pasos cuando la tomaron por la coleta y halaron para hacerla caer. Ella dejó escapar una exclamación de disgusto y atacó al bribón con su bokken con un nefasto golpe en sus partes nobles. Kaoru logró incorporarse mientras el hombre caía al suelo gimiendo de dolor.

"¿Alguien más?" – preguntó ella.

"Lo vas a lamentar" – dijo uno de ellos, lanzándose hacia ella.

Kaoru lo esquivó y golpeó sus costillas con el bokken para dejarlo sin aliento. Los hombres empezaron a enfurecerse y a lanzarse contra ella. La mujer se defendía bastante bien pero ellos eran más resistentes de lo que ella creía y regresaban a enfrentarse con ella. Su instinto le dijo que era mejor correr…y eso mismo hizo.

Los bandidos empezaron a perseguirla con la antorcha, gritando insultos a su paso. Kaoru los podía escuchar tras ella y corrió tan rápido como pudo pero dos de ellos lograron alcanzarla. Ella cayó al suelo y de inmediato sintió que sostenían sus brazos y piernas inmóviles.

"Estúpida".

"¡Suéltenme!"

"¡Cállate!" – una mano cruzó el rostro de Kaoru en la bofetada más fuerte que había recibido en toda su vida.

"Ahora vas a aprender a respetar a un hombre" – la amenazaron.

"¡No!" – gritó ella.

Kaoru vio a uno inclinarse sobre ella bajo la luz de la antorcha…y casi enseguida lo vio desaparecer. Enseguida hubo un quejido…luego otro y la antorcha se apagó. Las manos que la sujetaban la soltaron y ella se incorporó, confundida, sin entender lo que estaba ocurriendo. Uno a uno, los bandidos cayeron al suelo con un ruido sordo y se produjo un silencio sepulcral. Asustada, Kaoru se puso de pie y a tientas buscó su bokken.

"¿Estás bien?"

"¡Ay!" – gritó ella.

"Estás bien, no te asustes" – le dijo una voz masculina suave.

"¿Quien eres?"

"Un vagabundo".

"¿Un vagabundo derrotó a estos infelices?"

"Así parece".

Un rayo rasgó el cielo a la distancia y por un instante Kaoru pudo ver a un hombre frente a ella antes que empezara a caer la lluvia.

"Bueno, adiós".

"¡Espera!"- gritó Kaoru.

"¿Que pasa?"

"Gr…gracias…no sé que hubiera sido de mi si tu no…"

"Estoy seguro que te habrías librado de ellos" – dijo – "Adiós. Date prisa y regresa a tu casa o te resfriaras".

"Gracias y adiós" – contestó Kaoru antes de empezar a correr.

El ex-Hitokiri habría estado muy feliz si se hubiera percatado que ella era la mujer con la cual habia soñado por años.


"¡Yahiko!"

El chiquillo dio un brinco frente al altar al escuchar la voz de su profesora. No lo demostró pero estaba aliviado de verla llegar a salvo.

"¿Por que te tardaste tanto, busu?"

"¿Estabas rezando por mi?"

"¿Yo¡Jamás!"

"Vamos, confiesa que estabas preocupado por mi" – dijo alborotando sus cabellos.

"Te traje un estofado de carne del Akabeko" –dijo apartándose.

"¿En serio? Gracias Yahiko".

"Lo pondré a calentar mientras te cambias" –dijo desapareciendo hacia la cocina.

Kaoru entró a su cuarto y dejó caer su ropa mojada en el suelo. Caminó desnuda hacia su guardarropa y buscó una toalla. Un objeto cayó al suelo y se inclinó a recogerlo. Sus ojos se agrandaron al reconocer lo que era…hacía años que no lo veía.

"Battousai" – murmuró.

Era un cuchillo corto de los que ocultaban en las muñequeras. La dueña se lo había entregado la mañana de la partida del pelirrojo diciéndole que era un regalo suyo y que pronto volvería por ella. Kaoru la habia escuchado con las mejillas ruborizadas antes de ocultarse en su cuarto con el regalo entre las manos.

"Tantas cosas pasaron…" – se dijo mientras se vestía – "me pregunto si habría vuelto por mi…"

Era muy probable que lo hubiera hecho. La verdad era que él nunca había estado muy lejos de sus pensamientos y siempre se habia preguntado que había ocurrido con él. Lo único que habia escuchado eran rumores y todos decían que Battousai había desaparecido.

"Quizás lo asesinaron" – se dijo Kaoru caminando hacia la cocina.

Yahiko la vio entrar y la miró de mal modo (como era su costumbre) pero colocó el asado frente a ella. Kaoru contuvo una sonrisa: estaba tan acostumbrada a que Yahiko se comportara como si la detestara pero a la hora de la verdad hasta pensaba en traerla algo de comer.

"¿Y Sanosuke?" – le preguntó.

"Se fue a jugar".

"¿Otra vez?" – preguntó con desilusión.

"Le dije que no volviera a menos que nos trajera dinero …"

"Hablando de dinero" – ella arrojó una bolsita sobre la mesa –"mira lo que conseguí".

"Es bastante".

"Mañana iremos de compras, Yahiko".

"Yo también quiero ayudar" – dijo añadiendo dos monedas de menor valor.

Kaoru lo miró enternecida y se las devolvió.

"¿Que haces, busu?" – preguntó muy molesto.

"No es necesario, Yahiko".

"¡Claro que si! Yo también vivo aquí".

"Esta bien" – dijo para no ofenderlo – "Esperemos que Sano tengo mejor suerte esta noche".


Sanosuke estaba bastante tomado pero estaba teniendo la mejor racha de suerte de su vida.

"¡Flor imperial!" – exclamó poniendo sus cartas sobre la mesa.

Se escucharon quejidos y protestas en el bar mientras los otros tiraban sus cartas. Sano dejó escapar una carcajada y arrastró el dinero en el centro de la mesa hacia él.

"Espera Sanosuke, juguemos otra mano" – le dijo uno.

"Doble o nada" – añadió otro.

Sano contempló la posibilidad de jugar de nuevo pero el recuerdo de Kaoru lo detuvo. Ella siempre le decía que se apartara cuando llevara la delantera y esa noche había triplicado el monto perdido la noche anterior. El luchador se puso de pie y empezó a guardarse el dinero.

"Lo siento señores. Me retiro".

"¿Es por la mujercita que tienes en casa? Se ve que te tiene dominado".

El puño de Sano se estrelló en el mentón del hombre y este cayó de espaldas.

"Aprende a callarte. Nadie habla de Jou-chan así".

"¡Estúpido!"

"Tu eres el que está en el suelo" – se burló Sano.

Con una cara llena de satisfacción, Sanosuke abandonó la casa de juegos y se dirigió hacia el dojo. La noche habia aclarado y la lluvia cesada, dejando así una luna reluciente. El luchador estaba tan contento que hasta iba pisando los charcos que se encontraba en su camino mientras tarareaba una melodía de moda. ¡Había recuperado el dinero que perdió la noche anterior y hasta más! Yahiko y Kaoru se iban a llevar una agradable sorpresa.

"¡Sagara!"

La voz tras él lo hizo detenerse para encontrarse frente a seis hombre enmascarados.

"Danos el dinero y no saldrás lastimado".

"Mejor déjense de tonterías".

"¡Danos el dinero!"

"Deben estar locos porque no les voy a entregar nada. Adiós".

Sano les dio la espalda y ellos decidieron atacarlo, lanzando cuchillos hacia él. El luchador escuchó los cuchillos cortar el aire tras él y se inclinó para evitar que se clavaran en él…y vio unos pies que corrían hacia él.

"Cobardes" – gritó el vagabundo haciendo girar su espada y desviando el ataque.

"¡No te entrometas!" – gritó uno de los ladrones.

Sanosuke se volvió y tuvo que bajar la mirada para ver al hombre que se había entrometido. Decididos a salirse con la suya, los ladrones se lanzaron contra ellos dos. Kenshin reaccionó con su espada mientras Sano lo hacia con sus puños y pronto todos cayeron al suelo desmayados.

"¡Los has asesinado!" – exclamó Sano.

"Sólo están inconscientes".

"¡Es cierto!" – dijo Sano después de examinar uno – "¿Como es posible?"

Kenshin le mostró la espada y Sano lo alzó hacia la luz para revisarla.

"Es un sakabato…"

"Así es".

"¿Quien eres tu y ahora que lo pienso, por qué portas una espada?" – dijo clavando su dedo índice en el pecho del hombre – "¿No sabes que está prohibido en la era Meiji?"

"Claro que lo sé".

"¿Entonces?"

"Nada…sólo soy un Rurouni. Buenas noches" – dijo dando media vuelta.

"¡Espera!" – dijo halándolo por el cuello del gi.

"Oro… ¿Que pasa?"

"No puedes irte así como así".

"¿Por que no?"

"Tienes que venir conmigo, debes estar cansado de andar vagabundeando".

"No es necesario…"

"¡Claro que lo es!" – insistió Sano – "Ven conmigo".

Prácticamente a rastras, Sano llevó al Rurouni hacia el dojo. Empujó la puerta de la entrada y entró dando gritos. Kenshin lo miró con curiosidad.

"¿Estás seguro que alguien vive aquí?" – le preguntó ya que la casa estaba a oscuras.

"¡Claro¡Jou-chan¡Yahiko¡Despierten!"

Unas lámparas se encendieron dentro de la casa y Kenshin pudo ver como avanzaban hacia lo que debía ser la sala. Nuevamente, Sano lo haló y lo hizo entrar a la sala. Ahí estaban una mujer y un chiquillo con lámparas en la mano esperando por el luchador.

"¿Qué pasa, Sanosuke¿Por qué tantos gritos?"

"¿Por que el escándalo cabeza de chorlito?" – protestó Yahiko.

"¡Gané¡Gané tres veces lo que perdía ayer!" – dijo arrojando el dinero al aire.

"Oh, Sano, es estupendo".

"Mañana tendremos mucha comida, Jou-chan" – dijo tomándola por la cintura para elevarla por los aires.

Kaoru estaba dando un giro cuando su mirada se posó en el recién llegado y abrió los ojos llenos de sorpresa. Los ojos de Sano siguieron los de Kaoru y entendió lo que le sucedía.

"Jou-chan, él es…él es… ¿cual es tu nombre?" – preguntó mientras soltaba a Kaoru.

"Himura…Himura Kenshin" –dijo el Rurouni.

"¡Por todos los cielos!" – pensó Kaoru a punto de desfallecer.

Yahiko también miraba a Kenshin con la boca abierta y sólo atinó a apuntalo con su dedo.

"El es…él…" – balbuceó a duras penas.

Kaoru se apresuró a tapar la boca de Yahiko mientras los dos hombres lo miraban con curiosidad.

"¿Qué te pasa, Kaoru?"

"Nada…"

"He invitado a este Rurouni a quedarse con nosotros, Kaoru. Me acaba de salvar la vida".

"¿Qué?" – preguntó Yahiko.

"Quisieron asaltarme pero este buen hombre me ayudó y debo retribuir…"

"Sí, claro" – dijo Kaoru.

"No es necesario" – dijo Kenshin – "Sessha se retirará ahora mismo, Kaoru-dono. Sólo quería asegurarme que él llegara sano y salvo a casa".

"¡De ninguna manera!" – insistió Sano – "Ven conmigo que quiero conocerte, podemos hablar y beber un poco de sake..."

"OrO…" – exclamó Kenshin al sentirse halado de la oreja por el luchador.

La verdad es que era imposible discutir con Sano y menos cuando estaba bebido. Kaoru y Yahiko los vieron entrar al cuarto de Sano antes de mirarse entre ellos. La confusión era evidente en sus miradas y no sabían como hablar. Kaoru le hizo una seña a su estudiante y lo llevó hasta su cuarto. Una vez a solas, Yahiko dio un salto.

"¡Kaoru, es él!"

"Lo sé…"

"¡No puede ser¡No puede ser que ese sea Battousai!"

"Es él Yahiko…".

"¿Como pudo ese necio traerlo aquí?"

"Está ebrio, Yahiko, dudo mucho que se haya dado cuenta o que recuerde lo que le conté".

"¿Ese es Battousai? Pero dijo que era un Rurouni…"

"Es extraño…"

"¿Que vamos a hacer, Kaoru?"

"Fingir que no sabemos quien es en realidad, no podemos hacer otra cosa".

"Pero…"

"Hay que mantener la calma…por ahora no podemos hacer nada. Vamos a dormir".

Yahiko miró a su maestra y tuvo que reconocer que jamás la habia visto tan asustada.

"Todo estará bien, Kaoru. Ni Sano ni yo permitiremos que algo te pase".

"Lo se" – dijo sonriendo – "Ve a dormir".

"Hasta mañana, Kaoru" – dijo antes de retirarse.

Kaoru se dejó caer en la cama en estado de shock.

"¿Por qué ahora?"

Continuará...


Notas de la autora:

A todos lo que me han dejando un review - ¡Muchas gracias! Y gracias a Justary por la información dada.

Kaoru y Battousai, digo Kenshin, se han reencontrado por fin…y lo que sigue espero les guste. Procuro subir un capitulo cada semana a menos que me sea totalmente imposible (a mi tampoco me gusta esperar por siempre por actualizaciones).

Por favor dejen un review, no me dejen ahora… ¿por favor? Gracias.