Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki, todos los derechos reservados a su autor. Este fic fue creado con fines de entretenimiento y no de lucro.

"La Geisha y el Hitokiri"

Capítulo 4

Kaoru despertó con una extraña pesadez en el alma y le tomó un par de minutos recordar el motivo. Se preguntó si lo habría soñado todo ya que era demasiada casualidad encontrarse con él en su propio dojo. Se levantó con renuencia y empezó a vestirse. Tomó una bocanada de aire y se preparó para enfrentarse a su destino.

"¿Aún estará aquí?".

Un delicioso aroma inundó los sentidos de Kaoru al salir al pasillo. Llena de curiosidad se dirigió hacia la cocina mientras se preguntaba si Yahiko había aprendido a cocinar en el Akabeko. La respuesta fue no. No era Yahiko quien cocinaba sino Battousai.

"Buenos días, Kaoru-dono" – la saludó él al verla.

"Bue-buenos días" – tartamudeó ella mientras lo miraba lleno de incredulidad.

"Espero que no le moleste que esté cocinando…"

"No, claro que no…"

"Estoy preparando una sopa".

"¿De donde salió la comida?"

"Sanosuke me dio dinero para que fuera de compras, dijo que quería congraciarse con usted".

"Si quería congraciarse, él debió ir de compras y cocinar, no enviarlo a usted. Es un aprovechado" – musitó.

"No me molesta. Es mi forma de agradecerles por su hospitalidad".

La mirada de Kaoru se posó sobre la cara sonriente del pelirrojo y ella se percató que los ojos de Battousai ya no eran dorada, no, era violeta. Su cara ya no tenía esa apariencia fiera y eso que tenía una gran cicatriz en forma de cruz sobre la mejilla izquierda; ella no pudo evitar preguntarse la situación en la que la había recibido…

"¿Le gustaría un poco de té? Es de jazmín" – preguntó interrumpiendo sus pensamientos.

"Gr-gracias" – le dijo mientras se sonrojaba.

Kenshin le ofreció la taza y al entregárselas, sus manos rozaron los dedos de Kaoru haciendo que la mujer casi soltara la taza.

"¿Le sucede algo, Kaoru-dono?"

"No, nada" – mintió.

Ella bebió de su té con manos temblorosas mientras el Rurouni se inclinaba sobre la olla para revolver su contenido. ¿Es qué él no había sentido el choque eléctrico al rozar de sus manos?

"¿Le gustaría llamar a su esposo e hijo para desayunar?"

"¿Mi esposo?"

"Está dormido en la sala…junto a la botella de sake".

"¿Mi esposo? Sanosuke no es mi esposo" – dijo frunciendo.

"¿No? Yo pensaba…"

"Y Yahiko no es mi hijo" – lo interrumpió ella.

"¿Con quien hablas, Kaoru?" –preguntó Yahiko haciendo su aparición.

La visión del pelirrojo frente a él lo hizo detenerse abruptamente…justo en el instante que Sano llegaba a la cocina. El luchador se estrelló en la espalda del muchacho haciendo que Yahiko cayera al suelo.

"¡Fíjate por donde caminas!" – gritó Yahiko muy ofendido.

"¡Si no te atravesaras!" – le gritó Sano.

"¡Cabeza de gallo!"

"¡Enano!"

Yahiko estaba a punto de lanzarse contra Sanosuke pero Kaoru lo retuvo del cuello de su gi.

"¡Quieto!"- le ordenó – "¿Qué manera de comportarse es esa?"

"¡Eso es, corrígelo Jou-chan¡Es un malcriado!"

"¡No es verdad!" – se debatió el chico.

"¿Seguro que no es tu hijo?" – preguntó Kenshin divertido.

"¡No!" – gritaron Kaoru y Yahiko.

Los ojos de Sanosuke se dirigieron hacia el Rurouni que estaba frente a la estufa. Su nariz olfateó el aire y se acercó a él a grandes zancadas. Casi con violencia le quitó la cuchara de las manos y probó lo que el pelirrojo estaba cocinando.

"¡Esto es una maravilla!" – dijo extasiado – "Tu no lo cocinaste, Kaoru, de eso estoy seguro".

"¡Grosero!" – le espetó ella apenada.

"¿Seguro que no están casados?" – Kenshin levantó una ceja.

"¿Yo, casado¿Con Jou-chan?"

La cara de espanto de Sano no le hizo ninguna gracia a Kaoru y sin pensarlo, le lanzó la taza. El se lo esperaba y se movió un poco hacia la derecha para esquivarla…un movimiento muy efectivo pero que no impidió que golpeara a Kenshin en la cabeza. El Rurouni dejó escapar un gemido lleno de dolor y se llevó la mano a la herida. Sanosuke miró a Kaoru aprensivamente.

"¿Es así como tratas a nuestros invitados, Kaoru¿Estás bien, Kenshin?"

"Oro…sí".

"¡Lo siento!" – exclamó ella – "Sano¡no debiste moverte!"

"¿Ah, no¿Qué querías que me quedara quieto y recibiera tus maltratos?"

"¡Oye! Cualquiera que te escuche pensará que te trato muy mal" – se quejó Kaoru.

"¿Podemos comer?" – peguntó un Yahiko impaciente.

"Por favor tomen asiento. Me dará mucho gusto servirles".

"Pero…"

"¡Cállate y siéntate, Jou-chan¡Deja que el buen Rurouni nos atienda!" – dijo tomándola del brazo.

Los tres tomaron asiento mientras Kenshin servía las tazas de sopa y las traía hacia la mesa. Sano no perdió tiempo y empezar a comer.

"Jou-chan, he invitado a Kenshin a quedarse unos días con nosotros. El podrá ayudarme con las reparaciones que hay que hacerle al dojo" – dijo Sano con la boca llena.

Kaoru lo miró llena de desconcierto. No era posible que Sano lo hubiera invitado a quedarse como si fuera cualquier persona. Yahiko frunció el ceño y pateó a Sano por debajo de la mesa.

"¿Qué te pasa, enano?" – protestó él.

"¿En qué estás pensando?" – masculló el muchacho.

"¿Qué te pasa?"

"No quiero incomodarlos" – dijo Kenshin al notar el rostro de Kaoru y Yahiko.

"¡Te estás imaginando cosas, Kenshin!" – replicó Sano – "A Kaoru le encanta tener invitados¿verdad Jou-chan?".

"Yo…"

"¿Qué te pasa, Kaoru¡Di algo!"

Ella lo miró con los ojos entrecerrados y Sano levantó una ceja desconcertado. Kenshin tomó una cubeta y anunció que iría por agua fresca. Kaoru y Yahiko esperaron que saliera antes de arrojar sus cucharas hacia Sanosuke.

"¿Qué rayos les pasa?"

"Es él" – dijo Kaoru.

"Es él¿quién?"

"Es él, cabeza de gallo" – añadió Yahiko.

Kaoru agarró las orejas de Sano entre sus dedos y las haló con saña. El hombre pegó un grito e intentó ponerse en pie pero ella y no lo soltó.

"¿Qué te pasa, Kaoru?"

"¡Baka¿No te das cuenta?"

"¿De qué estás hablando?" – aulló Sano.

"¡Es él!" – dijo Yahiko riendo al ver el a su amigo.

"¿El, quién?"

"¡Baka¡Piensa por un instante!"- exclamó Kaoru.

"No entiendo… ¡suéltame que me duele!"

"Cabello rojo" – canturreó el pequeño samurai.

"¿Cabello rojo?" – repitió Sano.

"¡Piensa, baka!" – Yahiko le dio una patada en el pie.

"¡Cabello rojo!" – los ojos de Sano se abrieron de par en par – "¡Oh, cielos! Jou-chan, no me había percatado".

"¿Cómo puedes decir eso?"

"Se me olvidó completamente… ¡por todos los cielos, ese es Battousai¿Ese es Battousai?"

Kaoru lo soltó y se sentó junto a él para mirarlo.

"Te garantizo que es él" –repitió Kaoru.

"Ese no puede ser…mira como está vestido. El dijo que era un Rurouni…y ¿cómo es que no te reconoce?"

"Debe ser porque busu está más fea que antes…" – se rió Yahiko.

Una patada voladora de ella, lanzó al chiquillo al suelo dejándolo sin aire.

"Aprende a respetar" – le advirtió Kaoru.

Sano miró a Kaoru incrédulo.

"Fue hace muchos años, Sano y…él estaba un poco ebrio y yo estaba vestida como una geisha".

"¡Por todos los cielos, Jou-chan, lo siento! Si me hubiera acordado…"

"Si no hubieras estado ebrio…"- interrumpió Yahiko.

"¡Cállate!" – el puño de Sano se estrelló en la cabeza del muchacho.

"¡No abuses!" – gritó Yahiko tirándole el plato de sopa.

"¡Yahiko!" – exclamó Kaoru al verse llena de sopa en la cara y en su gi.

Los dos hombres rompieron a reír mientras Kaoru los miraba muy enojada.

"¡Par de idiotas!" – dijo levantándose – "¡Yahiko, más vale que te prepares para entrenar!"

"¡Oh, cielos¡Ahora si me las va a cobrar!"

"Te lo aseguro" – le confirmó ella.

Irritada, Kaoru salió hacia el pozo para buscar agua. El Rurouni la encontró a medio camino y la miró desconcertado.

"¿Qué le pasó?"

"Esos dos bakas se pusieron a pelear y yo pagué las consecuencias".

Kenshin soltó una carcajada y ella lo miró enojada.

"¿Te parece gracioso?"

"Gomen nasai…no, no es gracioso que tenga fideos por el cabello".

"Esos dos son incorregibles" – dijo ella mirándolo.

Se miraron fijamente y ella sintió su corazón dar un salto al comprobar una vez más que era el hombre de su pasado. ¿Estaría él reconociéndola¿Sería posible¿Sería que él no se acordaba de ella? Kenshin le ofreció la cubeta de agua y ella la tomó para enjuagarse el cabello.

"¿De donde vienes?" – preguntó Kaoru súbitamente.

"De ningún lado".

"Eso es imposible. Todos venimos de algún lado…"

"Es verdad pero tengo tanto tiempo caminando que ya no me acuerdo de donde salí".

Ella lo miró con los ojos entrecerrados. Era obvio que él estaba siendo evasivo y ella estaba decidida a sacarle información…

"Dijiste que eres un Rurouni".

"Así es".

"¿Por qué?"

"¿Por qué, no?" – contestó sonriendo.

"Claro¿por qué, no?" – dijo Kaoru.

"¿Llevan mucho tiempo aquí?" – preguntó Kenshin mirando el dojo.

"Bastante" – dijo ella igual de evasiva.

"Ese techo está por desplomarse…"

"Lo sé pero me ha sido muy difícil convencer a Sano de repararlo. Es un flojo y me temo que ahora quiere aprovecharse de ti".

"No tengo problema en ayudarlos" – sonrió él.

"¿Te gusta ayudar a la gente?"

"Nunca está de más proveer un poco de ayuda".

"¿Ayudas con tu espada?" – dijo apuntando hacia el arma que estaba en el porche.

"No es una espada. Es un sakabato".

"¿Un sakabato?"

Battousai Himura…el Hitokiri… ¿tenía un sakabato?

"No se necesitan armas durante la era Meiji" – explicó.

"Comprendo. Mi padre tenía la idea que las espadas podían dar vida…"

"¿Espadas que den vida?" – peguntó Kenshin con curiosidad – "Pero las espadas han quitado la vida por cientos de años, Kaoru-dono".

"Tu lo dijiste pero esto es Meiji y las cosas son diferentes…" – dijo mirándolo.

"Es una idea muy noble la que intentas vender, Kaoru-dono".

"¡Busu, llevo media hora esperándote!"

El grito de Yahiko los hizo sobresaltar. Kaoru se volvió a mirarlo con rabia.

"¡Te dije que no me llames busu!"

"¡Hazlo sufrir, Jou-chan!" – dijo Sano apareciendo en el patio.

"¿Qué vas a hacer tu?"

"¿Yo?"

"Imagino que empezarás a hacer las reparaciones…" – dijo en tono amenazante.

"Claro, Jou-chan, no creerás que invité a Kenshin para no hacer nada".

"Sólo quería asegurarme" – dijo antes de avanzar hacia la sala de práctica – "¡Yahiko, dame cien golpes de defensa!"

"¡Pobre Yahiko!" – dijo Sanosuke riendo.

"Ella es todo un personaje¿cierto?"

"Tengo que admitir que es ella la que lleva las riendas de este lugar. Si no fuera por ella, yo sería un perdido".

Su tono afectuoso no pasó desapercibido para Kenshin y sonrió.

"Vamos a trabajar, Kenshin. Si no reparamos ese techo antes que empiece a llover, Kaoru me va a hacer dormir afuera" – dijo Sano.


Goro Fujita recorría las calles de Tokio con su acostumbrada arrogancia mientras los habitantes lo miraban con curiosidad.

"¡Que ojos tan feos!" – murmuró uno de los transeúntes.

"¡Ese hombre da miedo!" – dijo una mujer.

"Parece un asesino…"

El nuevo comandante de la policía ignoró los comentarios. Ya estaba acostumbrado a que lo miraran de esa manera y que lo consideraran un asesino ya que era la verdad.

"Goro Fujita… ¡que nombre tan ridículo se les ocurrió! No sé porqué no pudieron dejarme como Hajime Saíto".

La respuesta era obvia. Un realista no podía ser parte del nuevo gobierno Meiji…o al menos esa era la idea. Saíto no era ningún tonto y aunque hubiera querido despreciar al Emperador, sabía que había llegado el momento de dejar de blandir la espada por una causa perdida. Los shogun no iban a volver al poder y él tenía que ajustarse al nuevo mundo que Meiji estaba creando.

Lo hizo y con su nueva identidad y su habilidad para la espada muy escondida, asumió la comandancia de las fuerzas policiales. La mayoría de su equipo estaba conformada por jóvenes que no tenían la menor idea de lo que era una pelea y Saíto los despreciaba mientras ellos le temían…es que la verdad era que la mirada de su jefe era para asustarse, parecía poder acabar contigo tan sólo con darte un vistazo.

Sus pasos lo llevaron hasta el Akabeko y decidió entrar para almorzar. Tae se apresuró a recibirlo y le ofreció la mejor mesa al percatarse de su uniforme. La mujer tenía la filosofía de llevarse bien con las autoridades para evitarse problemas. Saíto cruzó sus largas piernas y tomó la taza que Tae le había servido y se la llevó a los labios mientras miraba a los comensales. Ellos de inmediato bajaron la mirada y pretendieron que no lo estaban observando. Saíto sonrió. Le gustaba que le temieran.

"¡Tae-san!"

Saíto volvió el rostro con disgusto al escuchar el grito.

"¡Tae-san!"

Los ojos rasgados de Saíto se abrieron incrédulos al mirar a la dueña de la voz.

"Kaoru¿qué puedo hacer por ti?" – preguntó ella con amabilidad.

"Vengo a pagarte lo que debemos" – dijo depositando unas monedas en su mano.

"¿Tuviste una buena semana?"

"Y un poco de suerte…" – dijo guiñando el ojo.

"Comprendo. Sanosuke".

"Ese cabeza de gallo a veces nos sorprende" – dijo antes de reír.

"¿Quieres algo de comer, Kaoru?"

"No, gracias. Tenemos a un Rurouni que nos cocine…"

"¿Qué dices?"

"Sano conoció a un vagabundo y lo convenció de ayudarlo a reparar el techo del dojo…"

"¡Típico de Sano!"

"Y sabe cocinar y lo hace bastante bien…debo reconocer que estoy apenada, lo hace mejor que yo".

Tae rió al ver su rostro.

"Te he dicho varias veces que puedo enseñarte, Kaoru".

"Lo sé pero es que no tengo tiempo".

"Nadie se casará contigo si no sabes hacer una sopa Miso decente, Kaoru".

"¡Mou¿Realmente es necesario que aprenda?"

"Claro".

"Está bien, voy a pensarlo".

"Me parece muy bien".

"Me marcho. Gracias por todo, Tae-San" – dijo haciendo una inclinación de cabeza.

"Hasta luego, Kaoru".

La mujer dio media vuelta sobre sus pasos y al volverse se encontró con un torso uniformado.

"Disculpe" – dijo ella mirando a la persona fugazmente antes de apartarse.

Ni bien había dado dos pasos cuando Kaoru asimiló el rostro que había visto.

"¡No puede ser!" – pensó.

De reojo miró al desconocido y comprobó que era su peor pesadilla. Saíto sonrió de medio lado y la siguió hacia la salida. El corazón de Kaoru palpitaba asustado al reconocer al Lobo de Mibú y se dijo que tenía que huir. Empujó la puerta para salir y casi atropelló a las personas que estaban por entrar.

"¡Tenga más cuidado!" – le gritaron.

La joven echó a correr calle abajo. El Lobo no se molestó siquiera en perseguirla. Metiendo las manos en sus bolsillos empezó a andar por las calles sin afán. Estaba seguro que la iba a volver a encontrar.


Kaoru corrió hasta quedarse sin aliento. No era posible que volviera a encontrarse con ese hombre…con ese asesino…

"¿Te refieres a Battousai o a Saíto?" – le preguntó una vocecita.

"A los dos" – se dijo tomando el camino hacia su próxima clase – "¿Me habrá reconocido?"

Realmente esperaba que no fuera así pero algo en su interior le decía que sí lo había hecho. Las circunstancias con Saíto habían sido diferentes que las de Battousai. El Lobo había disfrutado de torturarla y la había retenido por varios días. Battousai, en cambio, sólo había estado con ella un par de horas y eso había sido años atrás.

"No me reconoce" – se dijo con tristeza – "Pero¿valdría la pena que lo hiciera?"

Por la mente de Kaoru pasó la idea de un matrimonio pero se encargó de ahuyentarla con un insulto mental. ¿Cómo podía pensar en casarse con él, el asesino más famoso de la revolución¡Sería una vergüenza! Sin embargo, muy pocas personas conocieron a Battousai y vivieron para decirlo.

"Nadie tendría que saberlo".

¡Baka! Se estaba comportando como una tonta y ella ya no era una jovencita. Ella era una mujer hecha y derecha que trabajaba, que tenía su propio dojo y…

"Hola".

Kaoru se detuvo en seco y tragó con dificultad.

"No me digas que no me reconoces porque estarías mintiendo y a la autoridad no se le miente".

"¿Eh?"

"No te hagas la tonta, geisha…" – dijo Saíto tomándola del brazo.

"¡Suélteme!" – dijo apartándose – "Me está confundiendo con alguien".

"Detente Kamiya Kaoru" –dijo halando su coleta – "o me contestas o te encierro".

"¿Bajo qué cargos?"

"Prostitución".

"¿Qué? Nadie le va a creer".

"Soy el comandante de la policía, no tienen que creerme" – dijo sonriente.

"¿Qué quieres de mi?"

"Tu eres la geisha que tuve encerrada y que Battousai liberó…dime¿qué ha sido de él?– preguntó encendiendo un cigarrillo.

¡Por todos los cielos! Saíto le estaba preguntando por Battousai y Battousai estaba en su dojo. La imagen de ellos dos blandiendo espadas cruzó por su mente y sintió una terrible angustia. Ella tomó una bocanada de aire y lo enfrentó.

"No tengo la menor idea".

"No te creo".

"¿Por qué habría de mentirle?"

"Para protegerlo".

"No tengo porqué proteger a un asesino".

"¿Qué te dijo cuando te liberó?"- insistió.

"El no me liberó…fue un ladrón".

"¿Un ladrón te liberó?"

"Correcto".

Saíto se acercó a ella y llevó su mano hacia la barbilla de Kaoru. Ella intentó apartarse pero él sujetó su rostro para mirarla a los ojos.

"Me sigues mintiendo y nada me complacería más que obligarte a decirme la verdad" – la amenazó.

"No te tengo miedo, Saíto".

"Goro Fujita" – dijo corrigiéndola.

"¡Me importa un bledo quien seas en la era Meiji! Yo sé quien eres en realidad".

"Y yo sé que eras una geisha…"

"Piensa lo que quieras"

El brazo de Saíto se deslizó por la cintura de Kaoru para atraerla hacia él. El cuerpo femenino chocó contra el masculino y Saíto llevó sus labios hacia la oreja de Kaoru.

"¿Aún brindas tus favores?" – susurró.

La mano de Kaoru se estrelló con fuerza en la mejilla del hombre.

"¡Idiota!" – le espetó alejándose de él.

"Nos volveremos a ver, Kaoru".

Ella no pudo controlar el estremecimiento que sintió…sus palabras eran verdaderamente amenazantes.


Kenshin estaba sobre el tejado. El Rurouni trabajaba arduamente, removiendo las tejas rotas y despegando los trozos inservibles mientras Sanosuke estaba asoleándose a un extremo del techo. El luchador podía escuchar la respiración agitada de Kenshin, afectada por el esfuerzo y el calor que estaba haciendo y abrió un ojo para mirarlo.

"Tómalo con calma, Kenshin, no es como si te fuéramos a pagar por tu trabajo…"

"Dijiste que Kaoru-dono te haría dormir afuera si llovía y este calor, es calor de lluvia".

"Sólo fue una expresión, Kenshin. No tomes tan en serio todo lo que digo".

"¿Entonces no te harán dormir afuera?"

"Bueno, Jou-chan puede intentarlo pero siempre encuentro un lado donde dormir… ¿entiendes lo que quiero decir?" – dijo con picardía.

"¿Kaoru-dono no es celosa?"

"¿Celosa, Kaoru¿Por qué tendría que ponerse celosa¡Ah, tu estás creyendo algo totalmente equivocado! Jou-chan y yo no tenemos ese tipo de relación".

"¿Viven juntos, no?"

"Pero no dormimos juntos. Somos más bien como hermanos…y ella me debe la vida" – dijo dándose la vuelta para asolearse la espalda.

"¿Te debe la vida?" – preguntó el Rurouni.

Sanosuke frunció las cejas y se preguntó si estaría hablando demasiado. Volvió el rostro de medio lado y miró al hombre que sudaba copiosamente bajo el sol…se veía confiable…

"Yo salvé a Kaoru de unos asesinos…"

"¿Quiénes querrían lastimar a una mujer como ella?"

"Los realistas".

"¿Los realistas?"

"La pobre Jou-chan vio algo que no debió ver jamás" – se animó a decir – "y los realistas querían que ella le dijera lo que sabía, que igual no era mucho pero cuando la encontré estaban por asesinarla".

"¿Así que te hiciste cargo de ella?"

"Digamos que ella me engañó".

"¿Te engañó?"

"Me prometió la mejor comida de mi vida si la salvaba…y bueno, terminamos aquí en Tokio" –dijo riendo.

"Al verlos pensé que eran marido y mujer".

"¡Por todos los cielo, no! Yo tengo a mi zorrita".

"¿Tu zorrita?" – preguntó abriendo los ojos.

"A Megumi. Ella es una doctora".

"Ah".

"La conocerás cuando vuelva de las montañas".

"¡Sanosuke!" – la cabeza despeinada de Yahiko apareció en la escalera.

"¿Por qué gritas, enano?"

"Necesito hablar contigo" – dijo con seriedad.

"Habla entonces".

"¡Te espero abajo!" –dijo mirando al Rurouni antes de bajar.

"Es obvio que no le agrado a Yahiko" – murmuró Kenshin.

"No lo tomes personalmente" – dijo Sanosuke antes de bajar.

Sano bajó unos cuantos peldaños y dio un brinco al suelo para encontrarse con un Yahiko muy molesto.

"¿Qué te pasa, Yahiko-chan?"

"¡No me llames así¿Qué te pasa a ti? Llevo más de media hora escuchándote hablar con ese…ese…Rurouni, hablándole de Kaoru y demás… ¿estás loco¿quieres que se acuerde de ella?"

"No exageres".

"¡Empieza a pensar, cabeza de gallo!" – dijo dándole con el bokken – "No sabemos de lo que él es capaz de hacer si se acuerda de Kaoru y…"

"¡Basta!" – Sanosuke lo haló de los cabellos.

"¡Baka, baka! Si algo le pasa a Kaoru o…"

"Nada le va a pasar" – dijo forcejeando con el chiquillo.

Los dos se empezaron a pelear por todo el patio del dojo, empujándose, lanzando puños y patadas mientras Kenshin los miraba atónito. Habían levantado una nube de polvo cuando Kaoru entró corriendo al dojo. Instintivamente, Yahiko y Sanosuke se quedaron muy quietos esperando el regaño de la mujer pero ella pasó junto a ellos sin decir palabra y corrió hacia el patio trasero.

"¿Qué le pasa?" – preguntó Yahiko.

"¿Qué le hiciste, Yahiko?"

"¿Yo? Yo no le hice nada¡bocazas! Ve con ella, cabeza de gallo".

Sanosuke hizo caso al chiquillo y corrió tras ella.

"Saíto está aquí".

"¿Qué!"

"Me reconoció, Sano. ¿No es una ironía?"

"Kaoru…"

"Es no es todo. Me preguntó por Battousai".

"Debes estar bromeando".

"Le dije que no lo había vuelto a ver…pero él está aquí".

"Recuerda que nadie conocía la identidad de Battousai".

"Saíto va a matarme. Me tengo que ir, Sano, no puedo exponerlos…"

"¡No seas ridícula!" – la interrumpió – "¡No vas a ir a ningún lado! Somos una familia y las familias permanecen juntos".

"Sano…"

"Ni Yahiko ni yo permitiremos que ese asesino te haga daño. Es más, estoy seguro que si le decimos a Battousai que ayude…"

"¡No, no debes hacer eso! No quiero que él sepa quien soy".

"Pero no se acuerda de ti, Kaoru".

"Es mejor así y además, él tiene que irse y pronto".

"Está bien. Mañana le diré que se marche…pero ¡pobre tipo!".

"¡Esto es un desastre, Sanosuke! Esto es un reencuentro que no esperaba".

Sanosuke acarició su cabeza mientras ella sollozaba, sin percatarse que unos ojos dorados los miraban con fijeza.


La tarde empezaba a caer sobre Tokio y el cielo se llenaba de cálidos tonos anaranjados. Kaoru estaba en la cocina cocinando con la ayuda del chico. Era obvio que Yahiko estaba aprendiendo bastante en el Akabeko y le daba indicaciones a su maestra. Ella lo miraba con los ojos entrecerrados, tratando de decidir si le daba en la cabeza con el bokken o…

"Sé lo que estás pensando…"

"¿Eh?" - las palabras de Yahiko la tomaron por sorpresa.

"Kaoru, no seas orgullosa y aprende lo que trato de enseñarte…recuerda que es por tu bien, si es que quieres casarte algún día" – murmuró con una risilla.

"¿Qué dijiste?" – ella lo encaró muy molesta.

La campanilla de la puerta llamó su atención. Yahiko que hacía pasteles de arroz miró a Kaoru para darle a entender que tenía las manos ocupadas y que no podía abrir. La voz de Sanosuke no tardó en llegar a sus oídos.

"¡Jou-chan¡Jou-cha¿quieres abrir la puerta!"

"¿No puedes hacerlo tu?" – le preguntó saliendo al patio.

"No…"

"¿Siguen trepados?" – preguntó mirando hacia el tejado.

"¡Sip! Este Rurouni es muy trabajador".

"Dense prisa en bajar que ya casi está la cena lista" – le dijo antes de avanzar hacia la puerta.

Confiadamente y con una sonrisa, Kaoru abrió la puerta para encontrarse con su peor pesadilla.

"Buenas noches, Kaoru".

"¿Qué hace aquí?" – preguntó llena de sorpresa.

"Estoy inspeccionando…"

"¿Inspeccionando?"

"Recuerda que soy el comandante de la policía, niña" – dijo pasando a su lado y entrando al dojo.

"¡Espere!" – dijo corriendo tras él.

Saíto se detuvo abruptamente y Kaoru casi chocó con su espalda.

"Me has estado mintiendo, Kaoru" – dijo Saíto.

"¿De qué…?"

Kaoru no alcanzó a formular la pregunta…frente a ellos estaban Sanosuke y Kenshin que acababan de descender del tejado. Los ojos de Saíto recorrieron la figura de su antiguo enemigo y sonrió lleno de satisfacción.

"Esto se va a poner interesante…" – murmuró.


Notas de la autora:

Hola de nuevo y mil gracias por sus reviews. No se olviden de dejar uno para este capítulo, por favor.

Kaoru, Kenshin y Saíto…creo que el Battousai debe despertar.

¡Feliz semana!