Disclaimer: Rurouni Kenshin pertenece a Nobuhiro Watsuki, todos los derechos reservados a su autor. Este fic fue creado con fines de entretenimiento y no de lucro.
"La Geisha y el Hitokiri"
Capítulo 5
Advertencia: Esta historia está clasificada "R" por un motivo. Si no tienes la edad o la madurez suficiente, no la leas…
Kaoru no alcanzó a formular la pregunta…frente a ellos estaban Sanosuke y Kenshin que acababan de descender del tejado. Los ojos de Saíto recorrieron la figura de su antiguo enemigo y sonrió lleno de satisfacción.
"Esto se va a poner interesante…" – murmuró.
Saíto avanzó hacia él mientras Kaoru se llevaba la mano al corazón que latía agitado. Kenshin y Sano permanecían inmóviles mirando al hombre uniformado.
"¡Hitokiri Battousai, nos volvemos a encontrar!" – dijo deteniéndose frente al Rurouni.
"El nombre es Himura, Himura Kenshin" – contestó con frialdad.
"Pensé que no nos volveríamos a ver, Battousai, desapareciste apenas empezó la era Meiji".
"Mi nombre es Himura Kenshin, no Battousai" – repitió.
"Sí, claro y yo soy Goro Fujita…"
"Battousai dejó de existir hace mucho tiempo…"
"Pero por lo visto, Battousai no olvidó a su mujer" – dijo apuntando con el dedo pulgar.
"¿Kaoru-dono?" – abrió los apacibles ojos violetas –"Ella no es mi mujer".
"¿Será posible que la hayas olvidado?" – se cruzó de brazos – "bueno, en la oscuridad una ramera es igual a otra".
"¡Oye¡No te voy a permitir que llames a Kaoru de esa manera!" – exclamó Sano mostrando su puño.
Kenshin le dio una mirada confundida a Saíto, que se encogía de hombros.
"¡Que gracioso! Casi la asesino por protegerte y tu ni siquiera la recuerdas".
"¿Por qué no te dejas de hablar tantas tonterías?" – preguntó Yahiko saliendo de la cocina.
"Mocoso insolente".
"Insolente o no, más te vale que te vayas de nuestro dojo o lo lamentarás".
"¿Me amenazas, chiquillo?"
"¡Te amenazo!" – dijo Yahiko adoptando posición de combate.
"Basta" – dijo Kaoru interponiéndose.
"Battousai, tu y yo tenemos una batalla pendiente".
"Sessha no peleará contigo" – dijo Kenshin a secas.
"¡Cobarde! Siempre supe que lo eras".
"Piensa lo que quieras, Hajime Saíto. Sessha se marchará de este dojo de inmediato. Kaoru-dono, Sanosuke, Yahiko, gracias por su hospitalidad" – dijo dando un inclinación de cabeza.
Cuatro pares de ojos siguieron a Kenshin mientras se dirigía hacia la salida. El ceño de Saíto se frunció al ver a su mortal enemigo darle la espalda para alejarse hacia la salida.
"¡Alto, Battousai!"
El pelirrojo se detuvo pero no se volvió.
"¿No la defenderás, Battousai?" – dijo sacando la espada que llevaba escondida a su espalda para amenazar a Kaoru.
"No necesito que me defiendan de ti, Saíto" – replicó la chica encarándolo.
"Jou-chan no está sola" – dijo Sano dando un paso al frente.
"Tendrás que pasar sobre nosotros antes de lastimarla" – dijo Yahiko imitando a Sano.
"¡Basta ya¡Este asunto no es con ustedes, par de tontos, es con Battousai!"
"¿No son las espadas en contra la ley?"- preguntó Kenshin volviéndose.
"Yo soy la ley, Battousai".
"Yo no forjé esta era con mi espada para que hombres como tu estuvieran al poder".
"Así que reconoces que eres Battousai" – dijo Saíto con alegría.
"En su momento…"
Sanosuke, Yahiko y Kaoru cruzaron miradas.
"…pero Sessha decidió hace años que ese Hitokiri debía desaparecer".
"No me hagas reír" – dijo llevando la punta de su espada al pecho de Kenshin – "Un asesino es siempre un asesino, lo lleva en su sangre".
"Estás equivocado".
"¿Entonces vas a morir bajo mi espada sin intentar defenderte¡Me debes una pelea¡Es mas, me debes tu vida¡Si no peleas conmigo mataré a estas personas!"
"¿Matarnos?" – repitió Yahiko.
"¡Acabaré con ellos, Battousai!" – amenazó Saíto.
Con esa última exclamación, Saíto giró sobre su pierna para atacar a Sano con su espada. El luchador, que no estaba acostumbrado a defenderse sino a golpear, apenas tuvo tiempo de esquivar el ataque. Kaoru dejó escapar un gemido al ver la sangre correr por el pecho de su amigo y corrió hacia él.
"¿Cómo te atreves?" – reclamó Sanosuke.
"Pude destajarte" – le advirtió Saíto – "agradece que fue un corte poco profundo".
"¡Desgraciado!" – masculló Yahiko tomando su bokken.
El chiquillo le dio un golpe seco al comandante en la pierna. El hombre bajó la mirada hacia él, furioso, y lo tomó por el cuello del gi para lanzarlo lejos.
"¡Yahiko!" – exclamó Kaoru al verlo volar por los aires.
"¡Infeliz!" – gritó Yahiko levantándose.
"¡Voy a acabar contigo!" – gritó Sano.
"Quieto" – le dijo Kaoru – "puedes abrir la herida aun más".
"¡No me importa!"
Sanosuke hizo a un lado a su amiga y se lanzó con toda la fuerza de sus puños hacia el comandante de la policía. Saíto se reía mientras esquivaba los golpes del joven y levantó su espada hacia él.
"Basta. Es conmigo que quieres pelear" – dijo Kenshin deteniendo el golpe de Saíto con sus manos.
"¡No necesito tu ayuda!" – dijo Sano muy ofendido.
"Sé que no la necesitas pero esta lucha es entre el comandante de la tercera tropa y Sessha".
"¿Sessha¡Yo no quiero a Sessha, quiero al Battousai de los ojos dorados!" – dijo mirando a Kaoru.
"Battousai ya no existe".
Kenshin desenfundó su espada. Los ojos de Saíto se abrieron de par en par.
"¿Un sakabato? Realmente eres patético, un sakabato no es un arma".
"Es mi arma".
"Ya no será tan divertido matarte" – dijo Saíto adoptando la pose gatotsu.
Kaoru había logrado que Sanosuke se sentara mientras los dos espadachines discutían. Yahiko se acercó a ellos al ver a Kenshin adoptar una pose de combate.
"Realmente eres un imán para los hombres peligrosos, busu" – se burló Yahiko.
"No es momento para bromas, Yahiko. ¿Estás bien?"
"Estoy bien, Kaoru pero eso dos se van a matar".
El sonido de espadas que chocaban, de acero contra acero, llamó la atención del grupo. Los vieron lanzarse el uno contra el otro a gran velocidad para encontrarse en el centro del patio antes de apartarse.
"Estás oxidado, Battousai" – se burló Saíto.
"Lo mismo podría decirse de ti".
"Han pasado varios años, Hitokiri…pero no me han afectado tanto como a ti…hay algo en ti que no es igual…"
"Sus ojos" – pensó Kaoru.
Una vez más se lanzaron al ataque…y la espada de Saíto logró rasgar el gi de Kenshin. Una mancha color rojo empezó a empapar la tela. Kaoru vio a Kenshin jadear del dolor mientras su mirada empezaba a entrecerrarse…con un destello dorado.
"¿Quieres más?" – preguntó Saíto lleno de burla.
El Rurouni se puso de pie y volvió a blandir su sakabato. Saíto sonrió de medio lado y empezó a atacarlo de frente y de lado, la espada fallando por milímetros la piel del hombre más joven.
"¡Ataca, vamos, ataca!" – le gritaba Saíto – "¡Deja de defenderte y atácame!"
"¡Le dio!" – gritó Yahiko al ver la espada hacer un corte en el hombro de Kenshin.
La pierna de Saíto se levantó y pateó al Rurouni en el plexo solar para lanzarlo al suelo. Kaoru vio lleno de horror como el impacto de Saíto hacia arrastrar el cuerpo de Kenshin por el piso antes de detenerse junto a ellos. Yahiko y Sanosuke vieron un rictus de dolor en el rostro del Rurouni mientras sacudía la cabeza.
"¡Levántate, Battousai¡Déjame darte el golpe final!"
La sangre empezó a rodar por el brazo de Kenshin mientras sus ojos se volvían dorados. Motivada por un impulso desconocido, Kaoru corrió hacia Saíto.
"¡Basta¡Basta ya¿No puedes ver que él ya no es el mismo?"
"Lo que puedo ver es que tu no dejas de ser la misma…aún defiendes a tu amante".
"¡Déjalo ya! Eres el comandante de la policía¿no debes mantener la paz?"
"¡Cállate!"
La mano de Saíto rodeó el cuello de Kaoru. Los tres hombres se pusieron de pie de un salto al ver que el hombre la levantaba del piso por el cuello. Ella llevó las manos hacia la de Saíto para intentar soltarse. Saíto se rió y apretó con fuerza. El rostro de Kaoru empezó a enrojecerse del sofoco.
"¡Suéltala!" – gritó Kenshin volviendo su sakabato para mostrar el filo.
"¡La mataré!" – amenazó Saíto.
"Suéltala" – dijo Kenshin avanzando hacia él.
Saíto sonrió complacido al ver la mirada de su enemigo; apretó la mano una vez más y soltó a Kaoru, que cayó como una muñeca de trapo al suelo. Sanosuke y Yahiko corrieron hacia ella.
"Te voy a cortar en dos" – dijo Kenshin entre dientes.
"Te espero…"
Espada a espada combatieron y Kenshin logró golpear a Saíto en el centro de su pecho para dejarlo sin aire. El hombre cayó de rodillas al suelo y se esforzó por tomar aire mientras miraba a Kenshin.
"El próximo golpe será en tu corazón y dejarás de importunarme, Hajime Saíto".
El jefe de tropa se puso de pie y volvió a adoptar el gatotsu.
"Despídete del mundo, Battousai".
Ambos dieron un grito furioso y se lanzaron para el combate final. Yahiko y Sanosuke contuvieron la respiración preparándose para ver quien iba a caer en un charco de sangre.
"¡Hajime Saíto!"
El grito fue tan agudo y tan inesperado que ambos se detuvieron en sus pasos para volver el rostro hacia el dueño de la voz. Las cejas de Saíto se levantaron llenos de sorpresa.
"¡Tokyo!"
"¡Dijiste que ibas a comprar comida al Akabeko!" – continuó regañándolo.
Sanosuke miró a Yahiko.
"¿Quién es esa mujer?"
"¿Por qué me preguntas a mi, cabeza de gallo!"
"Porque trabajas en el Akabeko…rodeado por las chismosas de la ciudad".
Saíto bajó su espada para mirar a la mujer que le hablaba.
"Te pedí que dejaras a Battousai en paz" – le recriminó – "y dijiste que lo harías".
"Tokyo…yo…"
"¿Quién eres?" – preguntó Himura guardando su sakabato.
"Soy la esposa de Saíto".
Ni el estallido de una bomba hubiera sorprendido tanto a Sano, Yahiko y a Kenshin. ¿Cómo era posible que la mujer frente a ellos, tan hermosa y elegantemente vestida fuera la esposa de ese loco?
"¿Ese hombre tan feo es tu esposo?" – preguntó Yahiko.
"No es tan feo…" – dijo ella con coquetería – "tiene su lado bonito".
"¡Tokyo!" – exclamó Saíto.
"¡Esa pobre muchacha¿Qué le hiciste? Porque estoy segura que le hiciste algo" – lo acusó mirando a Kaoru.
"Casi la ahorca" – dijo Yahiko.
"Por favor…les ruego disculpen a mi esposo…tiende a pensar que todavía está en la revolución" – se disculpó.
"Una disculpa no es suficiente" – dijo Sanosuke.
"¡Por Kami-sama, están heridos!" – dijo al notar las heridas de los hombres – "¡Deben venir con nosotros!"
"¡No harán tal cosa!" – exclamó el Lobo.
"¡Claro que si!" - dijo mirando la herida de Sano – "Y tú pagarás la cuenta, querido. Ese joven necesita puntos".
"He dicho…"
Tokyo entrecerró sus ojos y se acercó a su esposo para tomarlo de la oreja.
"Van a venir con nosotros¿entendido?"
"Tokyo…no es necesario la fuerza" – dijo intentando soltarse.
"Me mentiste"
"Tokyo…"
"Nuestro doctor atenderá sus heridas" – les repitió.
"Vayan con ella, cabeza de gallo" – les dijo Yahiko.
"¿Y Jou-chan?"
"Yo me haré cargo de ella" – dijo Kenshin levantándola en brazos.
"¿Y su herida?" – le preguntó Tokyo.
"No es de importancia".
La mirada que Kenshin le dio fue suficiente para que Tokyo dejara de insistirle.
"Yo lo vigilaré" – susurró Yahiko.
"Tu vienes conmigo" – le dijo Sano tomándolo del cuello del gi.
"¿Para qué?"
"En caso que intenten asesinarme o algo…al menos verás donde me entierran".
"Le aseguro que estará a salvo" – dijo Tokyo con una sonrisa.
"¿Nos dará algo de comer? – preguntó Yahiko lleno de descaro.
"Por supuesto" – dijo Tokyo revolviendo los cabellos del chiquillo.
Saíto miró a Yahiko con rabia y el chiquillo le hizo una mueca de burla. Tokyo empezó a caminar con Sanosuke y Yahiko a su lado. Saíto la miraba amargado sin avanzar. La hermosa mujer se volvió y le dio una mirada de hielo.
"¿Vienes o no, querido?"
Saíto dejó escapar un suspiro y se apresuró a alcanzarla…o de lo contrario ella lo haría dormir con los perros.
"Nos volveremos a ver, Battousai" – le dijo entre dientes.
"Y yo vendré con él" – añadió Tokyo despidiéndose con la mano.
Kenshin los observó cerrar la puerta antes de entrar al dojo. Caminó hacia la habitación de Kaoru y con la ayuda de su pie logró correr la puerta. A paso firme avanzó hacia su futon y la recostó con cuidado. Los ojos dorados la miraron con intensidad como si quisiera despertarla. Ella parpadeó mientras se llevaba las manos hacia el cuello con premura. Kenshin rodeó sus manos con las suyas.
"Todo está bien".
"¿Qué…qué pasó?" – preguntó incorporándose.
"Todo está bien, Kaoru".
"Mi cuello…" – dijo ella tragando con dificultad.
"Te aliviarás con un poco de miel" – le dijo él.
"¡Estás herido!" – dijo señalando su herida.
"No es nada…"
"Estás sangrando… ¡Sano!"
"Sano no está aquí…"
"¡Yahiko"
"Ellos no están. Cálmate".
"¿Dónde están?"
"Se fueron con Tokyo".
"¿Tokyo?"
"La esposa de Saíto".
Los brazos de Kaoru dejaron de sostenerla y cayó de espaldas al futon.
"¿Esposa¿Ese orangután tiene una esposa?"
"Así parece y fue ella la que detuvo la pelea".
"¿Ella?"
"Es asombroso el poder que puede tener una mujer sobre su hombre, Kaoru".
"¿Kaoru?" – repitió extrañada que él no utilizara el honorífico.
"Te recuerdo…" – dijo Kenshin buscando su mirada.
Los ojos azules de Kaoru se posaron en los dorados del Rurouni.
"¿De qué hablas?"
"Nunca te olvidé…" – dijo tomando su mano.
"No…no sé de lo que hablas" – dijo apartándose.
"Veo temor en tu mirada pero debes saber que no te haré daño".
"No te entiendo".
"Tus palabras dicen que no…pero tu mirada dice que sí lo sabes. Eres la geisha…la jovencita que conocí la noche de mi cumpleaños".
"No".
"Lo supe desde el momento que pisé este dojo y te vi".
"Estás equivocado".
"No es verdad…reconocería tus ojos donde fueran. ¿Es que no me reconoces a mi?"
"Como si eso fuera posible…" – pensó ella.
"Soñaba con encontrarte. No podía creer que estabas muerta".
"¿Muerta?"
"Cuando regresé por ti, encontré la casa vacía…"
"Los Shishen Gumi nos atacaron".
"¿Reconoces entonces que eres esa jovencita?" – preguntó sonriendo.
"Yo…"
"Lo sé…y cuando te busqué en su refugio, no estabas".
"Sano me rescató".
"Me dijeron que te habían asesinado…el jefe me dijo que vio tu cuerpo en el arroyo… y todos partimos hacia Kyoto pero nunca dejé de pensar en ti".
"¿Por qué no dijiste algo cuando nos vimos por primera vez?"
"Porque no sabía si me odiabas..."
"Muchas veces pensé en hacerlo pero…"
"¿Pero?"
Kaoru se puso de pie y caminó hacia su armario para buscar una pieza. Al encontrarla, regresó al futon y se arrodilló sobre el para mostrarle la daga.
"¿La guardaste?" – se sorprendió él.
"Dijiste que regresarías por mi…"
Kenshin logró tomar una mano de Kaoru entre las suyas y le sonrió. Ella bajó el rostro ruborizado y él levantó su rostro para mirarla a los ojos.
"¿Es posible que no me hayas olvidado, Kaoru?" – susurró.
"¡Tus ojos!" – exclamó ella.
"¿Mis ojos?"
"Ya no son dorados…"
"Porque me das paz, Kaoru…una paz que jamás he logrado sentir junto a nadie".
Los labios masculinos se acercaron a los femeninos y apenas los rozó. Kaoru dejó escapar un suspiro y escondió el rostro en el pecho masculino.
"Eres adorable" – dijo él besando su cabeza.
Sin darse cuenta de sus acciones, Kaoru sujetó los hombros de Kenshin, apretando la herida del hombre.
"¡Oooorrrooo!" – exclamó adolorido.
"¡Lo siento!" – se disculpó llena de aflicción – "¡Me olvidé!"
"Está bien. No te preocupes".
"Debemos curarte" – le dijo desanudando el nudo del gi.
"Estaré bien".
"No es verdad" – dijo ella retirando la pieza de sus hombros.
Ella contuvo el aliento al ver las numerosas cicatrices que marcaban el torso de Kenshin.
"No es nada bonito¿verdad?" – preguntó él.
"Kami- sama… ¿Cómo has sobrevivido?"
"Me he preguntado lo mismo, Kaoru…y creo que la respuesta es que estaba esperando hallarte".
Kaoru lo miró bajó sus largas pestañas antes de ponerse de pie.
"¿A dónde vas, Kaoru-dono?"
"A prepararte un baño".
"No necesito que hagas eso".
"Debes bañarte antes que curemos esa herida…y no me obligues a tirarte de cabeza en la tina".
"¿Acaso crees que soy Yahiko?" – le contestó el Rurouni.
"Dame diez minutos y ve a la sala de baño" – le dijo antes de salir.
Kenshin se quedó muy quieto mirando su vieja daga sobre el futon de Kaoru, asombrado que ella lo hubiera guardado durante todos esos años. Tomó una bocanada de aire para inhalar el perfume de Kaoru y se puso de pie para dirigirse al cuarto de baño. Ella lo esperaba afuera con una sonrisa.
"Diez minutos exactos…"
"Fue el tiempo que pediste, Kaoru-dono…"
"Te he dejado unas toallas limpias y ropa limpia".
"No es necesario…"
"Te esperaré en la sala para curar tu herida" – le dijo antes de darse media vuelta.
Media hora después, Kenshin aparecía en la sala vistiendo ropa demasiado grande para él. Kaoru no pudo evitar sonreír y se encargó para doblar el dobladillo del hakama y las mangas del gi.
"No está mal" – dijo admirando al Rurouni en un hakama negro y un gi azul oscuro.
"¿De quien es esta ropa?"
"Era de mi padre".
"No debería usar la ropa de tu padre".
"Tampoco podías usar esa ropa ensangrentada".
La jovencita le pidió que se sentara y que desanudara el gi. El Rurouni la obedeció y guardó silencio mientras ella aplicaba unos polvos sobre su herida.
"Fue una cortada muy limpia…"
"Era de esperarse que fuera así. Saíto es un hombre muy preciso".
"Verás lo pronto que te alivias con esta medicina" – dijo mostrándole el frasco – "Megumi-san los inventó para curar a Sanosuke".
"¿A Sanosuke?"
"Siempre gana las peleas pero regresa bastante maltrecho y la pobre Megumi es la que lo tiene que curar. Con esta medicina en dos días estarás como nuevo".
"Gracias, Kaoru" – le dijo mientras ella empezaba a vendar su herida.
"De nada, Kenshin".
Los dos se miraron mientras la noche empezaba a caer. Kenshin se puso de pie y le preguntó si quería comer algo.
"¿Comer? No tengo hambre".
"¿Un poco de té?"
"¿Té? Sí, me agradaría mucho" – le sonrió ella.
"Iré a prepararlo".
"No tienes que hacerlo. Estás herido".
"Mi herida no es nada y será agradable compartir una taza de té contigo. Volveré enseguida".
Kaoru guardó los polvos medicinales en el botiquín con manos temblorosas.
"¿Qué me está pasando?" – se recriminó – "¿Por qué me siento tan extraña junto a él?"
No tuvo tiempo de hallar una respuesta puesto que Kenshin apareció con bandeja en mano. Ella le sonrió y le pidió que le permitiera servirles – al menos sabía que en esa tarea, nadie la podía criticar. Kenshin le agradeció la taza que ella situó delante de él y se sirvió la suya. Sorbieron en silencio, buscando la manera de conversar.
"Kenshin…"
"¿Qué quieres saber, Kaoru?"
"¿Por qué te convertiste en Rurouni?"
"Para intentar pagar mis culpas…"
"¿Culpas?"
"Todos los asesinatos que cometí…"
"¡Oh, Kenshin!"
"Esta cicatriz es un recordatorio del asesino en el que me había convertido" – dijo tocando su mejilla.
"¿Cómo…te la hiciste?"
"Es una larga historia, Kaoru-dono y…"
"No quieres hablar de ello" – lo interrumpió ella – "Puedo entenderlo".
"Hay muchas cosas que quisiera olvidar…entre ellas el daño que te causé".
"Kenshin…"
"Jamás tendré palabras suficientes para pedirte perdón ni vida suficiente…"
"Basta".
"Es verdad".
Ella sacudió su cabeza para interrumpirlo.
"¿Por qué desapareciste al comenzar Meiji?"
"Era hora de hacerlo".
"¿Por qué no aceptaste un puesto en el gobierno? Podrías ser alguien importante".
"Eso no es lo que busco en la vida, Kaoru".
"¿Qué buscas entonces?"
"Paz" – dijo mirándola a los ojos – "curiosamente parece que sólo a tu lado lo podría conseguir".
"Deja de decir eso".
"¿Por qué? Es la verdad…"
Kaoru podía escuchar su corazón latir alocadamente en contra de su pecho y se preguntaba¿Qué extraño poder es que tenía ese hombre para emocionarla de aquella manera? Había algo en su mirada…en su sonrisa tímida…en sus manos que ahora estaban enlazándose con la suya.
"Yo…"
"¿Has hallado la paz en tu dojo, Kaoru?"
"Sí. Vine aquí buscándola y la he encontrado junto a mi familia".
"¿Con Yahiko y Sano?"
"Sí…con ellos".
"¿Empezaste una nueva vida?"
"Sí y todo ha sido muy hermoso…y pacifico hasta la llegada de Saíto".
"Saíto…"
"No puedo creer que esté casado".
"Créelo".
"Espero que no se vuelva a aparecer".
"No creo que lo haga una vez que Sessha se vaya" – dijo poniéndose en pie.
"¿Qué Sessha se vaya?"
"No hablemos de eso ahora, Kaoru" – dijo sonriendo – "Voy a preparar unos pasteles de arroz mientras descansas".
"No estoy cansada".
"Entonces prepararé un baño para ti".
"Pero…"
"Y después cenaremos".
Los ojos violetas no le permitieron discutir más y obedientemente se dirigió al cuarto de baño.
La lluvia cayendo sobre el tejado despertó a Kaoru. La joven se había quedado dormida después de tomar el baño mientras esperaba que Kenshin la llamara a cenar. Miró el reloj y se percató que era casi media noche. Envolviéndose en su bata, salió de su habitación para encontrarse con un dojo vació y solitario. Un ruido la hizo dirigirse hacia la puerta…y vio a Kenshin dirigirse hacia la salida con su bulto a las espaldas.
"¡Kenshin!" – llamó corriendo tras él, la lluvia empapándola.
"¡Kaoru-dono, te estás mojando!" – dijo sorprendido volviéndose a ella.
"¿A dónde vas?"
"Regresa a casa. Te vas a resfriar".
"¿A dónde vas?"
"Es hora de partir".
"¿Partir¿De qué hablas?"
"Sessha es un Rurouni y como tal debe regresar al camino".
"¿Vas a dejarme?" – preguntó Kaoru llena de estupor.
"Debo irme para proteger tu paz, Kaoru-dono. Si permanezco aquí, Saíto jamás te dejará en paz".
"¿Qué?"
"Sessha se va feliz al saber que estás viva y que tienes una vida tan hermosa".
"¿Y tú?"
"¿Yo? Seré feliz al soñar contigo cada noche" – dijo sonriendo tristemente.
"Kenshin…"
"Debo irme, Kaoru-dono, y tú debes sepultarme en tus recuerdos. Ahora, regresa a casa que estás empapada".
El pelirrojo hizo una inclinación de cabeza y se volvió.
"No puedes irte" – dijo halando su gi.
"Kaoru-dono¿qué haces?"
"No dejaré que te vayas, Kenshin".
"Kaoru-dono…"
"Deja de llamarme así".
"¿Cómo quieres que te llame?"
"No dejaré que te vayas…no ahora que te he vuelto a ver" – dijo mirándolo a los ojos.
"Kaoru-dono, te estás empapando".
"¡No me importa¡Lo único que me importa es que no te vayas¡He pensado en ti cada día durante estos seis años y no me puedes dejar!"
"Kaoru-dono".
"Si es verdad lo que dijiste…que pensaste en mi… ¡No te vayas!"
"Debo hacerlo".
"¡No te entiendo¡Dijiste que habías pensado en mí¡Para que decirme todo eso si me ibas a dejar otra vez!"
Los puños de Kaoru se estrellaron en el pecho del Rurouni mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Kenshin no hizo ningún esfuerzo por detenerla y dejó que ella se desahogara.
"¡Me hiciste creer que te quedarías!"
"Jamás dije que lo haría".
Era cierto. El nunca dijo que se quedaría. Sintiéndose avergonzada, Kaoru se apartó de él para regresar a la casa. Kenshin levantó el rostro hacia el cielo mientras la lluvia lo empapaba y contempló su siguiente decisión con inseguridad.
Kaoru se dejó caer de rodillas junto a la ventana de su habitación mientras lloraba desconsolada. ¡Que tonta había sido al hacerse ilusiones con un Rurouni¡Debió saber que él no se quedaría con ella!
"Kaoru…"
La voz de Kenshin la hizo levantar la mirada para encontrarlo en el marco de la puerta.
"Te ruego que no llores" – dijo acercándose a ella.
"¡Vete de aquí, vete de una vez!"
Kaoru le dio la espalda mientras intentaba controlar las lágrimas de desilusión. El hombro se acercó a ella con lentitud y posó sus manos en los hombros femeninos, sobresaltándola.
"No llores, Kaoru" – le susurró al oído.
El aliento cálido del hombre hizo que su piel se erizara.
"Quiero que dejes de llorar, Kaoru" – dijo volviéndola hacia él.
"¿Por qué no te vas de una vez?"
"Porque no soporto verte llorar".
Los dedos del Rurouni apartaron las lágrimas que corrían por sus mejillas. Con sorpresa, Kaoru lo vio llevar su otra mano hacia la nuca femenina para atraer el rostro hacia él. Los ojos de ella se abrieron asombrados antes de cerrarlos al sentir que él presionaba sus labios sobre los de ella. Un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza al sentir el cálido beso.
Kenshin también lo sintió y no pudo evitar sonreír contra los labios de la muchacha. Incitado ante su reacción, su otro brazo rodeó la cintura de Kaoru para atraerla hacia su cuerpo. Ella sintió su cuerpo amoldarse al de Kenshin como si fueran una pieza de un rompecabezas…
Los labios del pelirrojo se deslizaron hacia su quijada para depositar suaves besos a lo largo de ella antes de llegar al lóbulo de su oreja y mordisquearlo. El quejido que se escapó de los labios de Kaoru no pasó desapercibido para el Rurouni.
"Nunca he dejado de pensar en ti…nunca dudes de eso".
"Entonces no me dejes…" – dijo ella llevando sus manos hacia la cabellera masculina.
La melena del rurouni cayó a sus espaldas en una cascada roja y Kaoru dejó que sus dedos se perdieran en ella. Kenshin la miró con ternura.
"No quisiera pero debo hacerlo, Kaoru".
"¿Por qué?" – preguntó mirando los ojos violetas.
"Porque tú no mereces estar con un hombre como yo…mereces a alguien diez, no, cien veces mejor…alguien digno de convertirse en tu esposo".
"Eso no es cierto…"
"Claro que lo es. Eres demasiado buena y pura…"
"Soy tu mujer".
"Pero nunca debí hacerlo…eres más de lo que me merecía".
"Deja de hablar así".
"Me aproveché de ti".
"Fue un error".
"Lo sé".
"Pero yo no te odio…"
"Y no me lo puedo explicar".
"Eran otros tiempos…otras circunstancias…y…fuiste gentil conmigo".
Kaoru llevó sus manos hacia el gi del hombre y lo abrió para recostar su cabeza en el torso del antiguo Hitokiri. Una mano femenina se deslizó dentro para tocar con gentileza cada cicatriz de su piel.
"Kaoru…debo irme".
"No lo hagas…" – dijo besando su piel.
"Kaoru…si no te detienes…"
Llevada por una audacia nacida de la desesperación, Kaoru deslizó el gi completamente de los hombros de Kenshin. La pieza de ropa cayó sobre el suelo con un ruido sordo. Ella buscó la mirada del Rurouni.
"¿Qué vas a hacer, Kenshin?"
Por respuesta, él la levantó en brazos…y la depositó sobre el futon antes de cubrirla con su cuerpo. Kenshin se apoyó en sus brazos para poder mirarla a los ojos. Ella llevó sus manos al rostro masculino para devolverle la mirada.
"Kaoru…no quiero herirte…será mejor…"
"¿Cómo sabes que es mejor, Kenshin?"
"Esto no ha de serlo…será cometer el error de años atrás".
"Entonces no lo hagas…y quédate conmigo por siempre".
"Kaoru…"
"Kenshin…te amo".
"¿Me amas¿Cómo puedes saberlo?"
"Simplemente lo sé…creo que fuimos destinados".
"¿Destinados?"
"Fue el destino que nos conociéramos como lo hicimos…fue el destino que me hizo convertirme en tu mujer…es el destino que ahora estés aquí conmigo".
Ella levantó la cabeza para ofrecerle sus labios al Rurouni…y él no dudó en tomarlos.
Notas de la autora:
¡Hola a todos!
Primero que nada, disculpen la tardanza en actualizar pero me fue imposible hacerlo antes.
Segundo¡muchísimas gracias por seguir este fic!
Tercero, la escena entre Battousai y Saíto, como se habrán dado cuenta, es inspirada en el manga y en el anime…sólo que esta vez me pareció más interesante que fuera la mujer de Saíto que los interrumpiera. Por cierto, en el manga, Tokyo se escribe Tokio pero como ese es la manera en que escribí el nombre de la ciudad, decidí dejarlo así.
Cuarto, el siguiente capítulo será el final – estoy un 95 segura de eso, así que esperen un poquito más.
¡Feliz fin de semana¡Feliz lectura! Y…. ¡no se olviden de dejar un review! Arigato.
