Aidee: Muchas gracias por tu review! Este capítulo es de enlace así que no pasa casi nada pero en el siguiente aparecen las primeras explicaciones y después creo que se va haciendo más interesante. Espero que te guste, un besito.
Capítulo 2: De vuelta
Hedwig necesitó un buen rato para despertar a Harry. A pesar de que era bien avanzada la mañana no tuvo más remedio que pasearse con sus puntiagudas garras por la cara del chico, para después pellizcarle el cuero cabelludo con su pico. Sólo entonces Harry abrió los ojos y la lechuza aprovechó para agitar la pata ante sus ojos, mostrándole el paquete atado a ella. Harry se incorporó con pocas ganas para desatarlo y entonces vio que el alfeizar de su ventana estaba ocupado por una fila de lechuzas de distintos tamaños y colores, todas ellas sosteniendo paquetes entre sus patas.
No pudo evitar que una sonrisa le asomase a los labios. Parecía que todo el mundo se había acordado de su cumpleaños. Abrió primero el regalo que transportaba Hedwig. Era de Hermione, que por lo visto aún no había adquirido una lechuza propia. Se trataba de un libro de hechizos muy avanzados; Harry estaba seguro de que no sería capaz de llevar a cabo ninguno de ellos por lo menos hasta que no hubiera empezado su entrenamiento como auror.
Poco a poco fue desenvolviendo todos los regalos: Ron le enviaba galletas de chocolate hechas por su madre y un kit de artículos para bromas que había comprado a los gemelos. Tonks le mandó un transformador (un objeto metálico con la propiedad de hacer cambiar de color el pelo de la persona que lo sujetase) y Moody un gigantesco sombrero de ala ancha. El regalo de Lupin fue el que más le gustó; era un álbum de piel en el que había colocado fotografías de cuando él y sus padres iban a Howgarts. Había algunas fotos de grupo, y Harry pasó largo rato adivinando quién era cada una de las personas que aparecían en ellas, pero la mayoría eran de su padre, Sirius y Lupin juntos; Harry estaba seguro de que Remus había dejado deliberadamente fuera las fotos en las que aparecía Peter Pettigrew.
No se molestó en bajar a desayunar; comió algunas galletas mientras observaba con detenimiento cada una de las fotografías. Cuando volvió la última página del álbum su mente, como si hubiera saltado algún resorte, regresó de inmediato al descubrimiento del espejo.
Por algún motivo no le apetecía mencionar el tema a Ron ni a Hermione. No sabía por qué pero tenía la intuición de que lo ocurrido la noche anterior no era algo de lo que debiera hablar con sus amigos.
Dumbledore sabría con toda seguridad darle una explicación pero no podía contar con él por el momento. El mundo mágico había conseguido mantener un precario equilibrio de paz durante los últimos meses, continuando con sus vidas normales como si nada hubiera pasado, pero bajo la tranquila superficie todos y cada uno de sus miembros se encontraban en tensión, sintiendo que la guerra estallaría en toda su intensidad de un momento a otro. Todos deberían estar preparados para entonces y Dumbledore era el pilar fundamental de la defensa contra Voldemort; él supervisaba todas las estrategias y ponía en marcha cada una de las actividades de la Orden. Harry sabía que no podía entretenerle con algo tan banal como un espejo.
Dejando vagar la mirada alrededor de su habitación Harry posó los ojos de nuevo sobre el álbum de piel. Lupin. El corazón se le aceleró. ¿Cómo no lo había pensado antes? Lupin podría ayudarle. Muy probablemente conocería el funcionamiento del espejo, a fin y al cabo había sido el mejor amigo de su padre y Sirius durante muchos años. Trató de pensar rápidamente cómo escribir una carta en clave a Remus, de modo que le explicase lo sucedido sin dar ninguna pista a alguien extraño que pudiera interceptar su correo. Pronto se dio cuenta de que no sería tarea sencilla: Lupin no sabía nada del regalo de Sirius y Harry no era capaz de encontrar el modo de explicárselo sin exponer claramente el asunto. Tras varios borradores desechados Harry se convenció de que tendría que esperar a reunirse con los miembros de la Orden para aclarar el misterio.
El resto del verano transcurrió para Harry espeso como gelatina caliente. Las horas pasaban como días y los minutos parecían contener cientos de segundos. A pesar de que constantemente la curiosidad le cosquilleaba, una pequeña voz en su interior logró convencerle, vez tras vez, de que sería mejor no acercarse al espejo hasta saber con certeza qué iba a encontrarse si lo hacía.
Sólo quedaban dos semanas para que el nuevo curso comenzase y desde el día de su cumpleaños no había vuelto a tener noticias de sus amigos. No podía evitar sentirse molesto, a pesar de que sabía que no era seguro mantener un correo regular. La amarga sensación de que siempre estaba solo cuando más necesitaba ayuda y compañía permanecía latiendo en su pecho, al mismo ritmo que el imperioso deseo de desentrañar el secreto del espejo.
Ese mismo día recibió una lechuza, enviada por Ron:
Harry, espero que estés pasando un buen verano. Aquí todo está bien.
Hermione ha venido a pasar unos días a mi casa y nos gustaría que nos acompañaras. Mándame a Errol de vuelta con la confirmación y mañana por la tarde pasaremos a buscarte.
Un abrazo,
Ron
A pesar de lo emocionado que estaba, Harry no pudo evitar una sonrisa irónica al leer la carta. Era evidente que Ron estaba tan preocupado como él por la posibilidad de que interceptasen el correo, ni siquiera parecía que hubiese sido su amigo el autor de una carta tan fría. Rápidamente garabateó un Sí en el reverso del pergamino y lo ató en la pata de Errol, que salió volando inmediatamente, contenta de resultar tan útil.
Ni siquiera pensaba molestarse en pedir permiso a sus tíos; sabía que no sólo no se atreverían a negarse sino que estarían encantados de perderle de vista dos semanas antes de lo previsto.
Con los nervios a flor de piel empaquetó sus pertenencias en el baúl y lo dejó todo listo para la tarde siguiente.
Como Harry había previsto sus tíos parecieron aliviados cuando les comunicó que irían a buscarle al día siguiente. No obstante quisieron asegurarse de que quienquiera que fuese a aparecer para recogerle sería lo bastante discreto como para no permitir que los vecinos intuyesen que algo raro ocurría. No tuvieron suerte. El señor Weasley, junto con Tonks y Ojoloco Moody se aparecieron dentro de la salida de estar con un fuerte chasquido, haciendo que tía Petunia derramase la tetera sobre el sofá. Todos ellos iban vestidos con túnicas y llevaban escobas en las manos. Harry pasó varios días teniendo que contener la risa cada vez que recordaba la cara de sus tíos.
Ninguno habló mucho en el viaje. Aunque trataban de aparentar serenidad todos se mantenían vigilantes ante cualquier movimiento extraño que pudiera aparecer.
Para su extrañeza Harry comprobó que no sobrevolaban el campo, como deberían hacer para llegar a la Madriguera, sino que pasaban a toda velocidad sobre largas líneas de luces.
A dónde vamos?- gritó para poder ser oído a pesar de la velocidad.
A dónde crees?A Grimauld Place!- respondió Moody sin mirarle.
Al oir el nombre de la casa de su padrino Harry se sobresaltó. Aunque debería haber imaginado que le llevarían al cuartel general de la Orden del Fénix no estaba muy seguro de poder soportar con tranquilidad todos los recuerdos que el lugar le traería.
En pocas horas se encontraron a la puerta del caserón. Harry fue el último en pasar al interior, sin atreverse a alzar la vista del suelo para retrasar en lo posible el momento en que reconocería cada uno de los rincones que había habitado Sirius.
Una voz familiar le hizo levantar la vista rápidamente:
Harry, ya estás aquí!- Remus Lupin avanzó hacia él con una cálida sonrisa para abrazarle. En las pocas semanas transcurridas desde la última vez que le había visto parecía haber envejecido años. Harry se dejó abrazar y, sin poder contenerse, le dijo:
Lupin, tengo que hablar contigo. Es importante-
Hermione bajaba en ese momento las escaleras a toda velocidad, seguida de cerca por Ron.
HARRY!- gritó lanzándose a sus brazos- Qué rápido habéis llegado!- Ron se había acercado también y le daba palmaditas cariñosas en la espalda.
Tenemos muchas cosas que contarte! Ven, sube a dejar tus cosas a la habitación- le apremió Hermione mientras le tiraba de la manga.
No, ahora no puedo- Hermione se quedó quieta, mirándole con extrañeza- Dentro de un rato subo. Ahora tengo que… hablar de… unas cosas. Con Lupin-añadió rápidamente, dándose la vuelta para no encontrarse con la expresión de contrariedad de sus amigos.
Remus se sentó frente a Harry en una de las apolilladas sillas de la cocina.
Bueno… no sé muy bien por dónde empezar… Tú… ¿recuerdas que mi padre y Sirius tenían un espejo para hablar entre ellos cuando no estaban juntos?- Lupin alzó las cejas sorprendido.
Sí, claro que lo recuerdo¿por qué?-
Harry carraspeó.
Porque ahora yo tengo ese espejo y no estoy seguro de si funciona como debería.-
