Bueno aclaro que Inuyasha y compañía no me pertenecen, aunque como a muchos otros, me gustaría que así fuera, sobre todo Inuyasha y de noche y en poca ropa…( cof, cof, cof), perdón por el desvió, sino que a Rumiko Takahashi, suertuda ella…

Espero les guste y dejen sus mensajes

El Resplandor de la Venganza, La Shikkon No Tamma

Capitulo I

Se oía desde lejos el inconfundible sonido de una espectacular moto que surcaba las calles con notoria agilidad, si considerábamos que venía siendo perseguida por varios vehículos, de algún modo el piloto, vestido completamente de negro, no se sentía amedrentado en lo absoluto por ello, esquivaba con facilidad los obstáculos que se atravesaban y extrañamente las luces de las intersecciones daban siempre en verde, sería la suerte?... no ciertamente era mas que eso, el vehículo que montaba era un modelo Honda, de la división competición de aquella compañía, utilizada preferentemente para mundiales de superbike, no traía placa de identificación por lo que su rastro sería difícil de seguir, ciertamente a la policía no le incumbían estos asuntos, pues sobrepasaban su campo, esta era una de esas situaciones que se movían solo entre grandes poderes, lo que él había obtenido era producto del mercado negro, por lo tanto no sería denunciado en lo absoluto, estaba liberándose con bastante destreza de sus perseguidores, cuando pensó que ya la vía estaba libre, en un cruce de calles, salieron tras de él un par de pilotos montados en dos máquinas que perfectamente le darían competencia a la suya.

Pego su cuerpo a la parte delantera de su moto con el fin de hacer aún mas aerodinámico aquel aparato, moviendo en forma circular sus muñecas y sintiendo este ronroneaba igual que un felino al acelerar para evadir a estos nuevos personajes en escena, mantenía firmemente adherido a su traje un pequeño bolsito que contenía su botín, la razón por la que era tan insistentemente perseguido, hábilmente cruzo por entre dos automóviles que le dejaban el espacio mínimo, miro hacía atrás comprobando la distancia ganada y si se hubiese podido ver a través del oscuro material que cubría su vista, notaríamos la sonrisa de victoria dibujada en sus labios, pero esta se estaba viendo peligrosamente empañada pues el par de pilotos no estaba dispuesto a dejar escapar al conductor de aquella espléndida máquina, volvió a fijar su mirada en el camino y de pronto, de la nada apareció un cuarto piloto, esta ves se trataba de una mujer, se podía notar aquello perfectamente por la forma en que el traje negro que traía se ceñía a su figura… maldición, dijo concentrándose aún mas en escapar, no podía permitir que esta fuera la ocasión en que sería atrapado.

Sorpresivamente la mujer ante él disminuyo su velocidad, pasando por su costado izquierdo, pudo observar a través del cristal de su casco, como le guiñaba coquetamente un ojo, los automovilistas que se iban percatando de la alocada carrera de estos cuatro personajes, comenzaban poco a poco a liberar la pista, la extraña mujer se posiciono en medio de los dos hombres que venían tras él y en el momento mismo en que desvió su mirada para observar lo que sucedía, ella dio una indagadora mirada a cada uno de sus laterales y acto seguido, soltó las manillas de su maquina y cruzado sus brazos, retiro de las mangas de su vestimenta dos pequeñas dagas que en un movimiento rápido y preciso fueron a clavarse en las ruedas delanteras de ambos pilotos, provocando una espectacular voltereta, todo esto en cuestión de segundos, el joven en la moto mas adelante no pudo ocultar su asombro, pero tuvo que acelerar para evitar que las máquinas que se arrastraron varios metros por la pista, lo golpearan, la dueña de aquella destreza que logro sorprenderlo, se frenó en seco, dejando una negra marca en el pavimento antes de volver a retomar la calle, girando en la primera esquina, dejándolo con una serie de interrogantes, además de un orgullo herido, quien seria aquella mujer?, por que lo había ayudado?, por lo demás no necesitaba ayuda, alguna estaba acostumbrado a trabajar solo y no comenzaría ahora a requerir compañía, aunque no podía negar que la idea de portar dagas le pareció bastante buena.

El resto del recorrido se produjo sin mayores intervenciones, cruzo por completo la cuidad, saliendo a las afueras de esta, ya en una especia de barrio solo para residentes muy adinerados, pues las construcciones distaban mucho unas de otras, manteniendo enormes jardines y la suya no era la excepción, ampliamente custodiada, una mansión con un basto jardín que una ves dentro te permitía olvidarte de la vigilancia e inclusive el alto enrejado que la cercaba, te encontrabas con un extenso prado, de un verde siempre presente, el trabajo hecho por los jardineros era en verdad admirable, pues le daba al lugar un aspecto de bosque antiguo, coronado al final de el por una impresionante construcción al estilo de los castillos medievales europeos, desvió su moto hacía un costado de la imponente residencia, para entrar a lo que era su garaje, al ingresar le daban la bienvenida una serie de impresionantes automóviles, un Jaguar, un mas tradicional Mercedes, un Porsche descapotable, además de un infaltable Ferrari rojo, todos aquellos, adquisiciones de su hermano, a él por el contrario le apasionaban los vehículos de dos rueda, teniendo una parte de la cochera, dedicada exclusivamente a ellas, en cuanto cruzó la entrada, fue recibido amablemente por un hombre ya mayor, de pelo cano y un pequeño bigote, que lo reverencio con respeto, antes de recibir en sus manos el casco de protección que se acaba de quitar el joven, dejando caer por su espalda su largo cabello oscuro y sus claros ojos, de un color miel que casi lograba en un extraño dorado, que le daba a su mirada una intensidad perturbadora.

-Joven Inuyasha, escuche que todo salió bien, lo felicito – dijo en hombre con la cabeza semi inclinada, mientras recibía los objetos que este iba quitándose, primero la chaqueta y luego los guantes.

-Así es Myoga – fue lo que dijo, por toda respuesta, con bastante cortesía, pero sin dejar espacio para ningún otro comentario por parte de su interlocutor.

Camino sin hacer mayores detenciones su meta era clara, el despacho de su hermano Sesshomaru, pero no todo podía salir como lo deseaba, de hecho en este día no era la primera situación que no salía de acuerdo a sus planes, así que tuvo que detenerse en el momento en que fue apresado por un casi fraternal abraso.

-Te felicito, Inuyasha – exclamaba un joven de cabellos corto y oscuro, que llevaba una pequeña coleta, un poco mas bajo que su amigo, estrechándolo sinceramente, palmeando su espalda, era su amigo, quizás el único que tenía, así que se relajo y recibió aquel gesto.

-Gracias Miroku – se limito a contestar

La habitación era amplia, con sus paredes cubiertas de madera, perfectamente alisadas y barnizadas, dándole un toque natural, estantes atochados de libros empastados todos a un mismo tono marrón, un ventanal con largas cortinas de un amarillo rey y al centro un extenso escritorio de roble lacado, apoyado en el y de espalda a la puerta, se encontraba Sesshomaru, sus largos cabellos plateados, su rostro con una dura expresión, no lograbas definir con certeza lo que se albergaba en sus pensamientos, era prácticamente imposible adivinarlo, él pocas veces que demostraba sus emociones, vestía un impecable traje de color gris, probablemente de algún diseñador famoso, acostumbraba llevar siempre las mejores prendas, todo confeccionado en forma exclusiva.

Observaba a través de la ventana la inminente caída del sol por sobre las montañas, realmente el paisaje en aquel lugar era hermoso, al menos eso compartía con su padre, el gusto por los lugares alejados del bullicio de la ciudad, se sintió tras de él el sonido de la puerta, era un hecho que nadie se atrevía a entrar en aquel lugar sin antes tocar a ella y esperar el sonido de su imponente voz, para ingresar.

-Adelante – dijo y tras aquellas palabras hizo su entrada un hombre algo mayor, con unos enormes ojos saltones, de color café y su piel muy trigueña, bastante oscura, su cabello corto y con pequeños rizos, se inclino en son de reverenciar al hombre que continuaba dándole la espalda, anunciando a un visitante.

-El señor Inuyasha – tuvo que pegar su espalda de inmediato a la puerta, pues bien sabía que de no hacerlo lo mas probable es que el joven que ingresaba como una ráfaga en aquel lugar, lo haría a un lado de forma bastante poco amable.

Se quedo de pie ahí, quizás esperando de algún modo que quien comenzara la conversación fuera aquel alto personaje de cabellos plateados y así fue.

-Dámela – fue todo lo que se le escucho decir, mas que como una petición, como una orden, sabía que no podía esperar mucho mas de su hermanito, pero igualmente no pudo evitar el sentirse irritado ante aquello, y se preguntaba, quien lo había nombrado el "jefe", en todo esto, era él quien se encargaba de traer el botín y sin embargo era Sesshomaru quien se sentía el completo dueño de aquello, acaso algún día se terminaría esa molesta situación de rivalidad entre los dos?.

Suspiro, mientras se quitaba el bolsito que contenía el objeto por el cual había sido perseguido por tantas calles horas antes, lo arrojo sin mucho cuidado sobre el amplio escritorio que se interponía entre él y su hermano, aunque sabía bien que las cosas que realmente interferían entre los dos, eran mucho mas infranqueables que aquel simple gran trozo de madera, primero estaba el hecho de que a pesar de que la misma sangre corría por sus venas, no eran completamente hermanos, ya que él era producto del segundo matrimonio de su padre y en segundo lugar, nunca tuvieron un trato filial, pocas veces se encontraron, pues no vivieron juntos, jamás hasta hace dos años, tiempo en el que su padre falleció, heredándoles por partes iguales sus negocios y la mansión, dejando como única cláusula no permutable, el que vivieran juntos en ella, el resto de las propiedades bien sabía que no significarían mayor dificultad, ya que los gustos de los hermanos eran variables y no pelearían por ninguna de ellas.

Sesshomaru por su parte, se sentía defraudado por el fundador de la gran compañía que ahora manejaban, por haber formado un hogar con aquella mujer de tan baja clase social, como él lo veía, no comprendía como su padre, siendo el gran hombre que era, se fue a quedar prendado de la madre de aquel chiquillo que tenía a sus espaldas en aquel momento y que aunque evitaba pensar en ello, sabía bien que ahora debía tener sus ojos fijos en su nuca reprochándole el que no le entregara, al menos una palmadita en su hombro , para demostrarle que reconocía el buen trabajo que había hecho, pero lo cierto es que no sabía entregar palabras gratas, jamás las recibió de su progenitor y por lo tanto desconocía lo que eran, siempre tuvo que dedicarse al frío mundo de los negocios y talvez por ello la impenetrable mirada que poseía, en reiteradas ocasiones le reprochaba en silencio con frías miradas a su padre Inu Taisho, el que jamás lo llevara con él en sus viajes, pero sin embargo, quien siempre pudo compartir aquel tiempo con el ahora fallecido patriarca, había sido su medio hermano, de algún modo lo envidiaba, pero al fin comprendía que no era su culpa.

-Ahí la tienes – fue lo que se limito a decir el muchacho de largos cabellos oscuros, mientras volteaba para dirigirse nuevamente a la puerta, pero esta vez de salida, claro que no alcanzó a completar el giro, pues se encontró con una conocida y desconcertante figura.

Una mujer, de largos cabellos azabaches, permanecía sentada en el cómodo sofá de color crema que mantenía su hermano en aquel despacho, era el mueble principal de una pequeña salita que había habilitado con el fin de recibir a sus mejores clientes, un lugar bastante acogedor, que no lo tenía precisamente por su afición a los sentimentalismos, pero como Sesshomaru siempre había dicho, tener a los clientes contentos aseguraba un provechoso futuro, pero él bien sabía que su hermano mayor, no solo le daba ese uso a aquel lugar, también era el protagonista de extensas "reuniones" que sostenía con las señoritas que venían personalmente a admirar las hermosas piezas de joyería que los habían hecho famosos, teniendo a su haber una basta cadena de tiendas en lugares estratégicos del comercio mundial y por lo general salían después de algunas horas con un hermoso nuevo anillo o gargantilla, que obviamente jamás pagaban, al menos no con dinero, pero en este caso el punto de su atención se hallaba en la mujer que ocupaba aquel sillón, pues estaba acomodada de un modo bastante calmó como si se encontrara en la sala de su casa, leyendo uno de los libros empastados de la biblioteca, esta actitud llamo poderosamente la atención de Inuyasha, pero no era solo ese detalle, esta era sin lugar a dudas la misma mujer que le guiño un ojo en la carretera antes de brindarla la ayuda, que por supuesto él no necesitaba.

La mujer lo observo por el rabillo del ojo como fingiendo que no había notado su mirada interrogante, dejo la lectura a un lado y se puso de pie frente a él, dejando que su cabello cayera libremente por su espalda, haciendo que los casuales rizos que poseía bailaran suavemente, comprobando de este modo que se trataba de la misma persona, pues aquel traje negro ceñido perfectamente a la esbelta, pero no por ello menos contorneada figura, era difícil de confundir.

-Ella es Kagome – dijo Sesshomaru abandonando su anterior postura y dándole la vuelta al escritorio quedando junto a la muchacha que no debía de tener mas de veintiún años, ella se acerco al joven que tenía enfrente y deposito en su mejilla un beso, presionando plenamente los húmedos labios en ella, acto que enseguida le produjo un extraño golpe eléctrico que comenzó en la parte baja de su espalda, recorriendo su columna hasta llegar a la nuca – ella trabajara contigo – dijo su hermano, en el momento en que rodeaba con su brazo derecho el contorno de la delgada cintura de la mujer, sacando con estas palabras a Inuyasha de su desconcierto.

-Olvídalo, yo trabajo solo, no necesito ayuda – fue lo que recibió la muchacha como único saludo.

Sesshomaru metió la mano dentro del bolsito que minutos antes su hermano dejara sin mucha delicadeza sobre la majestuosa mesa de roble, sacando de su interior una pequeña piedra de color rosa, la que elevó y observo a contraluz logrando de ella hermosos destellos.

-Eso no fue lo que me pareció el día de hoy, además sabes que sin mí no tendrás mas de estas – respondió el aludido sin mucha preocupación, ocasionando que los ojos dorados de su hermano fulgura, adoptando una posición gallarda y arrogante digna de su padre, cuando tomaba este aspecto, definitivamente se parecía demasiado al señor de aquella mansión, era algo que se lograba comprobar con solo mirar el cuadro de éste que colgaba en una de las paredes de aquella habitación, no pudo evitar fijar nuevamente la mirada en aquella femenina figura, de quien se trataba?, acaso sería la nueva "querida" de su hermano?, le pareció extraño, no sabía que hubiera roto con la última conquista que tenía, pensó que esta vez si sentaría cabeza al menos por algún tiempo, ya que llevaba saliendo al menos dos meses con ella, no tenía fama de mantenerse demasiado con nadie, por lo general las mujeres no le duraban mas de dos semanas, pero lo cierto es que ese no era su problema, si este pensaba que por ser esta su nueva "chica" él tendría que soportar sus caprichos, estaba equivocado.

Se giro totalmente para salir de aquel lugar, no le daría pie a una de esas discusiones interminable con Sesshomaru, después de todo él tenía razón, lo necesitaba para encontrar los fragmentos de la Perla de Shikkon, pues los contactos para saber en manos de quien estaban, solo él los obtenía, en eso, Inuyasha no llevaba las de ganar, después de todo, la recolección de las piezas de aquella joya era el único que los unía. Pero no se iría sin dar la ultima palabra, eso jamás.

-Te advierto que al primer error la saco – concluyó, saliendo del lugar sin preocuparse en lo absoluto por cerrar la puerta.

Continuara…

Capitulo II

-Te advierto que al primer error la saco – concluyó, saliendo del lugar sin preocuparse en lo absoluto por cerrar la puerta.

Sonaba bastante seguro, Sesshomaru lo observo de reojo mientras abandonaba el lugar, sabía que su hermano tenía el mismo aplomo que su padre, quien en una etapa de su vida, fue un gran general, había defendido a su país y luego se retiro para continuar con el legado familiar, que en sus manos llego a convertirse en un gran imperio.

Las Joyerías Taisho, contaban con una basta cadena de tiendas a nivel mundial, eran los fabricantes de las mas hermosas joyas, la gran mayoría diseños exclusivos, por los cuales cobraban grandes sumas de dinero, la matriz de esta autoridad se encontraba en el centro de la cuidad, muy bien administrada por una hermosa mujer, de castaños y lisos cabellos unos ojos chispeantes y labios siempre bien delineados su nombre era Rin, se había armado de un muy bien escogido personal, así que no tenía grandes dificultades para hacer su trabajo, además contaba con la ayuda incondicional de una muchacha algo mas joven que ella, que con el tiempo se había convertido igualmente en una gran amiga, era una joven de delgada figura, ojos marrones algo rasgados, su cabello perfectamente tomado en una coleta alta, sus manos delicadas y pálidas, Sango era su nombre.

-Hola mi querida Sango – Dijo una voz, tras de ella, sabía perfectamente de quien se trataba, por lo que no tuvo necesidad de voltear para responder.

-Hola Miroku – pronunció suavemente antes de dejar escapar un pequeño suspiro que no paso inadvertido Rin.

-Hola Miroku – exclamó alegremente la administradora del lugar – Sango ya esta en su hora de salida, así que no habrá problema en que te la lleves unos minutos antes – su sonrisa cómplice le dejo espacio pleno al joven para extender su invitación y provocando que la muchacha se volteara rápidamente para enfrentar los rostros divertidos de sus dos acompañantes.

-Ya oíste a la Srta. Rin, mi preciosa Sango – aclaró con aquella voz seductora que utilizaba con sus conquistas, provocándole un pequeño sonrojo a la muchacha, situación que en el último tiempo se comenzaba a hacer cada vez mas frecuente, por alguna razón que aún no lograba dilucidar en su interior, aquello le producía una grata sensación.

-Pe…pero…- quiso objetar sin resultado, pues el pequeño complot planeado por sus amigos, no daría pie para ello.

Instantes mas tarde, se encontraban los tres caminando hacía la salida, Rin sostenía alegremente por el brazo a Miroku a su derecha y a Sango por la izquierda, deteniéndose en seco, antes de llegar a la puerta, le dio un beso en la mejilla a cada uno y un pequeño empujoncito que les indicaba que ya debían partir inyectándoles un poco de la energía que siempre desbordaba.

-Caminamos un poco? – pregunto el joven una vez fuera de la tienda y ya lejos de la mirada inquisidora de la encargada – o prefieres que te lleve a tu casa? –

-Bueno yo… - titubeo la muchacha

-Ya sé…- exclamó jubiloso como encontrando al respuesta, mientras le indicaba con un gesto un lugar al otro lado de la calle -… vamos por un helado – Sango consintió bastante conforme con la proposición.

Rato mas tarde se encontraba una joven revolviendo el contenido de una copa a medio llenar, la fresa se comenzaba a mezclar con el chocolate formando un líquido algo espumoso, por algún motivo que aun no tenía del todo claro, la conversación con Miroku, no estaba fluyendo del modo que solía suceder, frecuentemente se reunían a hablar de un sin fin de situaciones, pero en esta ocasión nada surgía, comenzando a crear un incomodo silencio.

-Ya no podrás servirte eso así – indico el joven, notando el estado del contenido de la copa de Sango.

-Ah?…- fue lo único que dio como respuesta, ciertamente estaba absorta en sus pensamientos y el girar de la cucharilla dentro de la copa, obedecía solo a un acto reflejo, comprendía que algo no andaba bien, estaba ocupando demasiado su mente en aquel joven que tenía enfrente y que ahora que le dirigió una de esas miradas tan profundas, la hipnotizaba, definitivamente esto no estaba bien, la había invitado a salir en mas de una oportunidad, siendo siempre una negativa lo que recibía y ya no lo intentaba nuevamente hasta dejar pasar unas semanas, en ocasiones esperaba que insistiera un poco mas y solo entonces, quizás diría que si, pero ella sabía perfectamente que el jamás se conformaría solo con ella, la fidelidad no estaba en su diccionario y definitivamente era algo con lo que no lograría vivir, suspiro nuevamente bajando la mirada y buscando alguna respuesta en la copa.

Se sorprendió ante la falta de atención de su acompañante, no era algo normal en ella, siempre estaba atenta a todas sus palabras y hasta parecía disfrutar con sus largas conversaciones, le agradaba muchísimo su compañía con ella no necesitaba mantener aquella postura de galán que precisaba para sus conquistas, con Sango, podía ser el mismo, sin disfraces, solo Miroku, el mismo que se levantaba con el cabello desgreñado y que dejaba sus ropas regadas por el piso en las noches, no requería de ninguna mascara ante ella.

-Que sucede Sango? – consulto preocupado

-No es nada, solo algunos problemas en casa, nada grave – mintió, para evitar el interrogatorio que probablemente tendría que enfrentar si le hablara de sus reales inquietudes.

Inuyasha cerraba la puerta tras de sí con un malestar evidente, el sonido de esta al golpear contra el umbral, dejo un eco estridente en el amplio pasillo, decorado con muchísimas antigüedades, alfombras de lado a lado del lugar, con hermosas aplicaciones de madera, esta era su mitad de la mansión, así lo habían determinado él y su hermano, vivirían juntos, pero cada uno tendría su parte de aquel lugar, lo cierto es que no había querido modificar la decoración, por que esta había sido escogida especialmente por su padre, traída por barco desde Europa, al igual que gran parte del palacio, después de todo, no había forma de hacer que el sitio le resultara mas agradable, se apoyo en el borde de un pequeño escritorio con dos cajones en los que guardaba los objetos que a él le parecían de valor.

-Maldito Sesshomaru – fue lo que se le escucho murmurar, aún sentía la ira recorrerle el cuerpo y la imagen de aquella figura junto a él, con una sonrisa victoriosa, -maldición – mascullaba entre dientes, con la cabeza agachas, dejando que su cabello cayera por los costados, estaba molesto, muy molesto, su furia no tenía una razón demasiado estable, él lo sabía, después de todo no era la primera vez, que su hermano le imponía alguna cosa, su coraje iba enfocado mas que nada a la imagen de aquella mujer junto a él – Kagome…- susurro dejando que sus palabras se perdieran en la extensa habitación y con la mirada perdida en los diseños del parqué, el recuerdo de aquellos ojos oscuros, que mezclaban perfectamente la vivacidad y el misticismo, era como si su mirada le pudiera hablar, pero a la vez confundir sus sentidos, abrió enormemente los ojos al darse cuenta que venía a su memoria el exquisito aroma a flor de cerezo que emanaba la muchacha y que logro percibir divinamente cuando poso sus labios sobre su mejilla, humedeciendo de modo delicado su piel.

Sacudió su cabeza con el solo fin de ahuyentar sus pensamientos, no recordaba el haberse sentido tan impresionado por la aparición de alguna mujer en su vida, debe ser el efecto de la adrenalina, pensó… restándole importancia y entrando al baño para despejar sus inquietudes en el agua tibia.

Minutos mas tarde, disfrutaba de un bien merecido baño, dentro del amplio jacuzzi, que se llenaba de exquisitas y abundantes burbujas, el vapor cubría gran parte de la habitación, ocultando a la figura que se movía sigilosa, se alcanzaba a dilucidar que se trataba de una mujer, envuelta solo en una toalla blanca, daba pequeños y silenciosos pasos en dirección al joven que se mantenía con los ojos cerrados los brazos fuera de la bañera extendidos y apoyados a los costados, la cabeza posada en el borde de esta, de pronto se vio como la femenina silueta quedaba completamente desnuda dejando caer el único objeto que la cubría, dispuesta a entrar al agua.

-Hasta cuando insistirás, Kikyo – fue lo que dijo en un tono absolutamente calmo, sin moverse de su agradable posición, asombrando un tanto a la mujer que por un momento, detuvo su iniciativa.

-Debo responderte?...- le contesto esta, en el instante en que metía uno de sus pies en el agua, justo entre las piernas del muchacho, que tuvo por obligación que abandonar su comodidad, para evitar el roce con aquella temeraria extremidad.

Ella comenzó a entrar en el agua dejando que Inuyasha la observara en plenitud, sus formas femeninas eran bastante tentadoras, de hecho él lo había notado desde un principio, pero no acostumbraba inmiscuirse con las mujeres de su hermano y por muy atrayente que esta en particular le pareciera, bien sabía que al final todas eran unas trepadoras, que permanecían junto a Sesshomaru para escalar posiciones, él las trataba bastante bien, el poco tiempo que estaba con ellas y de este modo en el círculo social que este frecuentaba, conseguían sin mucho esfuerzo un nuevo novio rico, porque algo no podía negar de su medio hermano, tenía muy buen gusto para elegir a las de "turno", como las definía él.

-Por favor Kikyo – dijo mientras se deslizaba fuera del agua, sin importarle mucho que la mujer lo viera sin prenda alguna, no le preocupaba en lo mas mínimo el pudor, al final ella no lo poseía – sabes que no me gusta mezclarme con los "negocios privados" de mi hermano – concluyo mientras tomaba una toalla, para ponerla alrededor de su cintura.

-Pero sabes que prefiero "asociarme" contigo – respondió mientras sus cabellos negros y lisos se flotaban, dejando ver a través del agua su desnudes.

-Ya vete Kikyo, necesito vestirme – la invito a retirarse con bastante amabilidad, pero ella estaba lejos de querer obedecer a su petición.

-Vestirte?, para que – le contesto dejando que sus aterciopeladas cuerdas vocales le hablaran sugerentemente, incitándolo a entrar nuevamente – el agua aún esta caliente.

Debía reconocer que sus artimañas eran embaucadoras, en parte comprendía la debilidad de su hermano por aquella mujer, pero lo cierto es que a él le gustaba luchar por lo que deseaba y ella definitivamente no pasaría de ser la diversión de una noche, sabía bien que él no era un santo, sus aventurillas había tenido por ahí, pero lo que en realidad buscaba era una "hembra", si así como sonaba, de algún modo buscaba una mujer que lograra apabullarlo con su sola presencia, que fuera su rival en todo aspecto que le significara un reto, una mujer con su horizonte bien definido que le diera batalla , en la vida diaria, en las decisiones, en la cama… que lograra satisfacerlo.

Finalmente al notar que la mujer de Sesshomaru no pensaba dejarlo, decidió partir a otra habitación y vestirse ahí, pero en el trayecto no pudo evitar formularse la pregunta, de cómo Kikyo seguía aquí si él había conocido a la "nueva" de su hermano esta mañana, si algo tenía bien claro, era que el primogénito de los Taisho, no acostumbraba tener a mas de una viviendo bajo su propio techo, pero quien sabe, quizás las reglas hayan cambiado, después de todo no tenía por que informárselo, al abrir la puerta para de la habitación, no pudo evitar sorprenderse por unos segundos al encontrarse con Jakken, el fiel sirviente de el arrogante hombre con quien compartía la mitad de la mansión y la mitad de su sangre, no le presto mayor atención, sabía bien que si lo estaba espiando lo hacía por su cuenta, pues Sesshomaru si tenía que preguntar algo, directamente lo hacía.

Se abrió la puerta de un solitario departamento, en cuanto entro en el, sintió como se enredaba la cola de un tierno animalito en sus piernas, era su gato, dejo las llaves sobre la mesita del recibidor, como solía hacerlo, el departamento tenía un extraño aire a soledad, lo cierto es que nunca lo había sentido su hogar, ese lo perdió hacía mucho, poco mas de dos años, se agacho para acariciar suavemente el lomo de la única compañía con la que contaba dentro de estas paredes.

-Buyo… como estas pequeño?...- pregunto mientras lo tomaba entre sus brazos y poniéndose de pie con toda calma, camino por un estrecho pasillo hasta la habitación.

Decorada con bastante reserva, tenía una cómoda cama, solo para uno, una ventana a continuación, la mesita de noche en la que solo encontrabas una lámpara y un teléfono, el respectivo closet y una especie de escritorio pequeño, que mantenía un único cajón con cerradura, en cuanto entró al lugar, dejo al pequeño gato caer al piso, mientras escudriñaba en una de las gavetas en las que mantenía algunas prendas de ropas, hasta que dio con el objeto de su búsqueda, una llave amarrada con un listón amarillo, se dirigió algunos pasos hasta el escritorio y abrió con ella el compartimiento, sacó de dentro un libro que coloco pulcramente en un rincón, una bolsita de género negra que aprisiono en su puño y una fotografía enmarcada, en la que aparecía, ella junto a un hombre algo mayor, la acarició con la yema de sus dedos, evitando con dificultad que las lagrimas que se agolpaban en sus ojos, cayeran, distaba mucho de la Kagome decidida y apabulladota que se enfrentara horas antes a aquellos dos gigantes de los negocios, aunque ella bien sabía que no era solo eso lo que movían, sus acciones no solo iban dirigidas a los buenos tratos, la familia de los Taisho, eran solo una máscara de decencia que ella bien sabía que no era real, cada vez que los vio a través de estos años, salir en los diferentes medios de comunicación, se repitió incesantemente que acabaría con ellos, si bien el cabecilla ya no existía, no descansaría, el método no importaba, solo el ver derrotada a su estirpe. Tomo de dentro del diminuto saquito, una piedra de color rosa, muy similar a la que le entregara Inuyasha a su hermano Sesshomaru, la observo ya con las lagrimas esfumadas de sus ojos, pues si bien era cierto, hacía mucho que no dejaba caer ninguna.

-El plan ya comenzó padre – dijo dirigiendo su mirada al hombre junto a ella en la fotografía, mientras cerraba la fracción de la joya en su puño - … ya estoy dentro y con eso, ellos estarán acabados. – su mirada se había tornado fría e insensible, nada quedaba en ella de la muchacha dulce que alguna vez fue.

Días mas tarde y luego de dejar un tanto la desazón que le había dejado la situación vívida con aquella mujer que por mas que deseara no podía olvidar, se encontraba Inuyasha tras un gran escritorio en la oficina que ocupaba en la compañía que heredara de su padre, bueno la mitad de ella, no eran los únicos negocios que manejaban, también se dedicaban a los bienes raíces y a la gastronomía, además de inversiones en la bolsa, asesorados por un buen equipo, que movían hábilmente sus dineros, indudable esto no era lo que mas le agradaba, firmar cientos de papeles día tras día, pues aunque Sesshomaru, no estuviera de acuerdo con ello, el tenía gran influencia en todas las decisiones tomadas, desde una nueva inversión, hasta un nuevo empleado contratado, nada podía hacerse sin el consentimiento de ambos hermanos, otra de las imposiciones hechas por el fallecido Inu Taisho, en ocasiones llagaba a pensar que su padre, había dejado muy bien puestas las piezas, como en un ejemplar juego de ajedrez, a modo que ninguno de sus herederos, lograra jamás hacerle un Jaque Mate a su oponente, mientras se encontraba absorto, analizando una nueva inversión, se escucho un suave toque femenino en la puerta.

-Si adelante – fue lo que dijo sin quitar la vista del papel que tenía elevado con su mano derecha, no le cabía duda de que debía tratarse de su secretaría Eri, sintió la puerta cerrarse y eso lo sacó un tanto de su concentración, la jovencita jamás cerraba si no era para retirarse, así que observo a través de los cristales que adornaban sutilmente su mirada, para encontrarse con una figura demasiado vista ya – Creo que te equivocaste de oficina – dijo sarcástico mientras volvía a observar el documento – la de Sesshomaru queda del otro lado el pasillo Kikyo.

-No no me he equivocado – respondió la mujer que vestía con bastante elegancia, traía el cabello recogido en un moño bajo, con un listón blanco, largo liso y negro, sus ojos cafés muy oscuros, su mirada penetrante, dejo el bolso en el borde del amplio escritorio, atochado de documentos y lo rodeo para llegar junto a la varonil figura – es justo aquí a donde me dirigía – mientras decía esto, se sentaba sobre el mueble, cruzando sus piernas, bajo al mirada fugaz, de Inuyasha, quien disimulo muy bien su desconcentración, a pesar del aroma que la mujer desprendía, era algunos de esos costosos perfumes que adquiría gracias a la siempre disponible tarjeta que su hermano les entregaba a sus damas, era algo embaucador, pero en comparación al perfume de "ella", este no era mas que un simple compuesto químico, pero que diablos, por que caía en este tipo de comparaciones, si después de todo a él no debía interesarle ninguna, se giro en el sillón con toda calma, dándole en parte la espalda a Kikyo., esta se limito a hacer un pequeño gesto de desagrado, moviéndose de vuelta a su bolso y sacando de el un sobre.

-Toma – le extendió la mano con aquel objeto al joven que obligadamente tuvo que distraerse para tomar lo que le estaba siendo ofrecido – te lo envía Sesshomaru, dice que vayas tu en nombre de la compañía –

Inuyasha abrió el sobre y observo en su interior, una especia de tarjeta con letras doradas que decía, " El Museo Metropolitano, se enorgullece en invitarle a Uds., y acompañante, a una recepción a efectuarse con motivo de la inauguración de la muestra " Japón Feudal y Legendario" en la que encontrara objetos de invaluable contenido cultura, así como la replica mas perfecta existente de la Perla de Shikkon…", él sabía de esta muestra, las Joyerías Taisho, eran los principales benefactores de esta, de hecho la réplica de la joya había sido elaborada en sus talleres, por los orfebres mas capacitados que tenían, pero por que él?.

-Y por que no va él – fu la pregunta reposada que le dirigió a la mujer en frente.

-Lo siento, Sesshomaru y yo tenemos planes "impostergables" – esta ultima palabra se encargo de dejarla muy bien marcada, con aquello le estaba diciendo que tendría una placentera noche de pasión con su medio hermano.

-Esta bien, entonces iré – dijo sin prestarle mayor importancia al comentario cargado de segundas intenciones que le había dejado caer Kikyo, logrando que esta se diera la media vuelta y se marchara, no sin antes dejar muy en claro su frustración a través del golpe que le dio a la puerta tras de si.

Lo cierto es que no tenía mucho mas que hacer aquella noche, así que no tardo demasiado en decidirse a llamar a su amigo Miroku, para que lo acompañara, de seguro este no pondría ninguna dificultad, siempre que se tratara de conocer muchachas bonitas, el iría

Así que varias horas mas tarde, estaba Inuyasha sobre el estrado que acondicionaran en la recepción, antes de pasar a ver al exposición, dando un pequeño discurso de lo bien que se sentía él y su compañía de poder fomentar la cultura milenaria de su país, cuando terminada las elocuentes palabras, que obviamente terminaron acompañadas de un gran aplauso de los asistentes, se dirigía a la mesa que ocuparía con Miroku y antes de llegar a aquel lugar, observo a un costado de espalda a él a una delicada figura femenina, con los cabellos recogidos en un alto moño, negros como la noche, sus hombros al descubierto, envuelta en una delgada tela de gasa de color marfil, espléndida, lo cierto es que del tiempo que llevaba acosándolo, no recordaba jamás haberla notado tan fresca y deseable, debía reconocer que siempre le pareció atractiva, pero esta noche se veía en verdad exquisita, no pudo evitar la tentación de lanzarle alguna palabra sarcástica, acaso esta no era su noche "impostergable" con su hermano?, se acerco a ella y situando sus manos audazmente en al estrecha cintura, trayendo su cuerpo con libertad, aproximo sus labios a uno de los oídos de la mujer y conteniendo el aliento le susurro muy bajito e inaudible, para aquellos que la acompañaban.

-Insistes en meterte en mi cama y te ves tan hermosa que casi lo logras Kikyo…- sonaba exquisito y sensual, el suave roce del aire sostenido en sus palabras, apenas y logro mover las hebras de cabello que caían a un costado de su rostro.

Pero entonces, en el momento en que volvió a aspirar, algo agitado por la excitación de la situación, Inuyasha palideció de un modo que no recordaba, sintió como la sangre abandonaba su cuerpo, depositándose completamente en sus pies, al llenar nuevamente sus pulmones con el perfume de la mujer, noto que este tenía un exquisito aroma a flor de cerezo, soltó en forma inmediata la cintura que hasta hace segundos antes apresaba con confianza, ella volteó y se quedó mirando fijamente aquellos dorados ojos que la miraban de un modo difícil de definir.

Continuara…