Capitulo IV

El dorado de tus ojos

Kagome tomo el camino de vuelta a su habitación, con la imagen de aquella mujer, que muy a su pesar contaba con una hermosa figura, colgándose del cuello del joven de cabellos oscuros, con quien ella solo mantenía un trato profesional e incluso así su contacto era mínimo, para posar en sus labios un apasionado beso y luego de eso el sonido de la puerta tras de ellos, una extraña sensación de desazón se apodero de ella, por alguna razón que no deseaba comprender, se reprendió a si misma por tener pensamientos emotivos, no contaba con el lujo de poseerlos, lo que realmente debía preocuparle era que esa tal Kikyo se estaba interponiendo en sus planes, el primero que le convenía que cayera, era el menor de los Taisho, ya que sabía bien que Sesshomaru era un puñal de doble filo, en cuanto consiguiera lo que deseaba de ella se cansaría pronto, así que sería un desgaste mayor para ella intentar mantener su interés, pero por lo visto había comenzado al revés, buscaría el modo de sacarle provecho a la situación, debía conseguir de algún modo la atención de Inuyasha, maldición como no previo que hubiera ya una mujer con él?, sus investigaciones sobre él no le dieron indicios de que existiera una mujer "especial".

-Ya se me paso el apetito – resoplo mientras intentaba encontrar el camino de vuelta a su habitación, se cruzo la bata y los brazos sobre el pecho con la mirada baja, continuo su camino absorta en los recuerdos molestos de la escena que acababa de presenciar, cuando de pronto, fue detenida en seco por el fuerte pecho de un hombre bastante mas alto que ella, de cabello platinado y ojos dorados, la reacción del choque la impulso unos centímetros hacia atrás, por lo que Sesshomaru la aprisiono por los brazos, evitando que cayera, ella lo observo aún sorprendida y en su mente se gestaba una inquietud, acaso él sospecha lo de Inuyasha y aquella mujer?, el hombre luego de observar los ojos de la muchacha, perdió su mirada en el extenso pasillo como si buscara algo, Kagome bien sabía de quien se trataba, buscaba a Kikyo.

-Sesshomaru, me sorprendiste – dijo llamando su atención, logrando que él volviera a fijar su mirada en sus profundos ojos oscuros, manteniéndola aún tomada de los brazos, sin que ella demostrara incomodidad ante aquel gesto.

-El sorprendido soy yo, que haces de este lado de la mansión? – pregunto inquisidor, ella era su invitada y la verdad es que no le agradaba para nada que estuviera paseando por los territorios de su medio hermano, menos aun a esas horas de la noche, él ya tenía sus planes con la muchacha y no permitiría que Inuyasha se inmiscuyera en ellos.

-Buscaba la cocina, me quede sin cenar – respondió ella insistiendo en llamar su atención, logrando que él fijara su ambarinos ojos en sus sonrientes labios, teniendo un primer impulso de tomarlos entre los suyos, pero detuvo la iniciativa a pocos centímetros del avance, ella pudo notarlo perfectamente, por lo que cambio su expresión de niña traviesa, por una muy bien estudiada de mujer fatal, para de este modo continuar con el juego en el que ya sentía que se empantanaba cada vez mas – me llevarías? – le pregunto mientras suavemente soltaba el enlace que Sesshomaru había conservado, para colgarse del brazo del rígido hombre.

-Claro – indicó, girando en dirección contraria a su inicial destino, Kagome que caminaba ya algunos pasos junto a su acompañante, se limito a dar una ultima mirada al pasillo que dejaba tras de si, sabía que le había salvado al noche a Inuyasha y aunque no le agradaba pensar en lo bien que lo estaría pasando, gracias a ella, con la que seguía siendo la mujer de su hermano, lo cierto es que no deseaba que él saliera lastimado, entonces abrió sus ojos en señal de asombro, acaso a ella le preocupaba el bienestar de aquel arrogante y desagradable "niño rico"?, pues no, el suyo simplemente había sido un gesto de buena voluntad.

Había soñado durante gran parte de su adolescencia con encontrar para su vida a un hombre que la cuidara y ser ella su mayor adoración, bueno un sueño cotidiano de las jovencitas entre los quince y los dieciocho años, edad promedio en la que comenzaban a despertar a la vida, siempre con algún primer novio con el que llegaban a intimar y en ocasiones, con algo de suerte, resultaba ser tu versión del príncipe azul, solo que ella poco después de cumplir los dieciocho, tuvo que despertar a una realidad mucho mas cruel que el normal de las chicas de su edad, la muerte de la única familia que poseía, su padre, Souta Higurashi, él había dedicado toda su vida al cuidado del templo que pertenecía a su familia desde hacía centurias, llevaban entre ambos la mantención del lugar, no había tenido un mal pasar, ya que el templo era considerado un patrimonio de la cultura de su país, por lo que recibían un aporte del Gobierno para su sustento, lo que les resultaba suficiente, el lugar se habría al público los fines de semana, permitiendo a quienes lo visitaban tener un mayor conocimiento de su cultura ancestral, exponiendo en el lugar algunas reliquias. Todo había sido relativamente bueno para ellos, aunque su familia fuera tan pequeña, su madre falleció al poco tiempo de que Kagome naciera, por lo que el lazo afectivo con su padre era inmenso convirtiéndose en el encargado de su educación, la que era basta en cuestiones de legados patrimoniales, había tenido, como toda muchacha de su edad, un par de novios en la escuela, pero ninguno cubría sus expectativas, de lo que deseaba de un hombre, con el cual compartir su vida, buscaba a alguien con metas claras, que al igual que ella, amara sus raíces y que le significara un reto, que se consideraba una mujer inteligente, por lo tanto, requería que le dieran pelea, debatir sus puntos de vista con un compañero… bueno, todo había estado bien hasta ese día, el día en que su quizás no perfecto, pero si hermoso mundo se cubrió de una sombra del color de la sangre.

-Kagome, te haz, sentido a gusto en las horas que llevas aquí? – consulto Sesshomaru, con el fin de entablar alguna conversación, sacándola de sus recuerdos y devolviéndola a la realidad que ahora enfrentaba una realidad que ella misma se forjo, por el deseo de vengar la muerte de su padre.

Miro a aquellos altivos ojos dorados, eran dignos de admiración, los ojos de un gran señor y sabía que la observaban con claras intenciones de incorporarla a la lista de las conquistas del mayor de los Taisho y en parte eso era lo que deseaba, era lo que necesitaba para cumplir con su propósito, le coqueteo durante la breve conversación lo suficiente como para mantenerlo interesado, mientras él le ofrecía completa autonomía sobre los empleados y servicios de la mansión, sin restricciones.

Caminaron por los pasillos silenciosos hasta llegar frente a la puerta de la habitación de la joven, ella volteo para darle una sonrisa y un afable buenas noches, cuando se encontró con la figura de aquel hombre demasiado cerca de ella, como asechándola, trago saliva algo asustada por lo que podía suceder, tenía muy claro que era parte de su necesidad de conquistar a los Taisho, pero nada la preparo para dar un beso sin amor, se quedo ahí estática sin quitar su vista de la llamativa mirada de Sesshomaru mientras él se le acercaba con claras intenciones de albergar los rosados labios de Kagome con los suyos, pero por un momento todo se confundió, no sabía de que modo había podido suceder algo así, pero al observarlo fijamente, su subconsciente comenzó a jugar con ella y con sus sentidos mostrándole otros ojos, tan dorados como los que tenía en frente, pero las facciones eran algo diferentes a quien veía acercársele con indudable deseo, era a Inuyasha y por alguna razón que no quería cuestionar al menos en este momento, rodeo en forma instintiva en cuello de su acompañante y se dejo besar, entregando suaves caricias con sus labios, hambrienta de una ambición extraña e inquietante, desde que escucho el susurro de su voz, cuando la confundió con Kikyo, deseo besarlo, durante la noche en que ejecutaron aquel trabajo en el que recuperaron una nueva parte de la perla, lo observaba, cada movimiento que hacía la habilidad con que se movía lo sigiloso y preciso que podía ser, la hicieron sentir, el calor de su sangre correr con inusitada velocidad por sus venas

Una ves que se logro separar del apasionado beso que había recibido y devuelto, volvió a centrar sus ojos en él, encontrándose con la brutal sorpresa que aquel anhelado beso se lo había obsequiado a Sesshomaru, quien la miro con una complacida sonrisa que logro estremecerla, ella aún no estaba preparada para dejarlo entrar en su cuarto, si eso era lo que él pretendía?, desde que decidió comenzar con esta tares que ella misma se había impuesto, sabía que era inevitable, para concretar sus planes, que se involucrara íntimamente con alguno de los hermanos o quizás con ambos, pero era un trago demasiado amargo y no se sentía capaz de tolerarlo todavía.

Soltó de modo rápido al hombre frente a ella, lo que ocasiono total desconcierto en éste, quien, considerando el exquisito beso que había recibido, no se esperaba aquella reacción.

-Buenas noches Sesshomaru – dijo sin mucho ánimo, separándose de él, dejando en claro que eso sería todo – que descanses – al menos por esta noche.

-Te asuste? – pregunto sin muchos rodeos la imponente figura que se alzaba delante de ella

-No, tranquilo, solo quisiera que le diéramos algo de tiempo – ni ella misma sabía de donde sacaba ese temple que demostraba ante las personas de esta casa, quizás el recuerdo de su padre muerto era lo que la alentaba a ser fuerte y no doblegarse, no existía ninguna situación que no pudiera manejar, se dijo, pero entonces la voz penetrante y sensual de cierto joven de largos cabellos oscuros, logro erizarle la piel, gracias a Kami esto sucedió luego que Sesshomaru le diera un amable buenas noches y se volteara dejándola en la puerta de su habitación.

-De algún modo te conquistaré Kagome – fueron las palabras que salían con algo de frustración de la boca del hombre que había dejado tras de si a una joven que sería suya de cualquier manera, la paciencia era una de sus virtudes y sabría esperar, ella era un trofeo que no se daría el lujo de perder.

Una vez dentro de la habitación se encontró rodeada de una calmada penumbra, sin duda esta debía de ser uno de los mejores cuartos, al menos en este lado de la residencia, se apoyo en la puerta y dejo escapar un suspiro, en esta oportunidad había logrado escabullirse con relativa suerte de entre las manos de Sesshomaru, no pudo evitar pensar en que era solo una jovencita de veintiún años que se había puesto sobre la espalda una tarea, tanto difícil, como peligrosa, estaba segura que la organización formada por los Taisho, no solo buscaban las partes de la perla, pero aún no lograba encontrar alguna pista que le indicara algún otro acto delictivo, seguramente ellos, así como a quienes les arrebataban los fragmentos de la preciada joya, el tener en su poder la legendaria pieza, les significaba una especie de gloria personal, seguramente para exhibirla en algún reducido circulo de amigos, sin darle el valor que realmente tenía, el valor que le había dado su familia por cientos de años.

Suspiro un tanto resignada, sería una dura gestión, se encaminó hacía la ventana y observo el prado, aquel bosque detalladamente elaborado que en ese momento estaba siendo dulcemente bañado por la luz de la luna llena y de pronto vino a su mente el recuerdo de su confusión anterior, al imaginar que era a Inuyasha a quien besaba, perdió por unos instantes la noción de si misma, entregándose al beso apasionadamente, pero una vez mas y muy a su pesar, recordó a la pareja furtiva que había dejado al otro lado de la mansión y entonces otro suspiro oculto entre sus bien delineados labios se le escapó.

Sango era dejada en la puerta de su casa por una amable Miroku, de hecho se había comportado como todo un caballero durante las horas que habían compartido en esta improvisada cita, no noto que observara, como era su costumbre, a ninguna de las mujeres que pasaban en livianos atuendos por entre las mesas del sitio al que la llevo, un lugar bastante agradable, no conocía la afición del joven por el jazz, así que se sorprendió al entrar en aquel centro nocturno, de hecho la mayor parte de los lugares que había visitado, los frecuentaba en compañía de Inuyasha y Miroku, quién a pesar de ser uno de los señores de la casa en la que trabajaba su madre, compartía perfectamente junto a ella, sin hacer ninguna diferencia entre una señorita de la alta sociedad y una de las empleadas de sus joyerías, siendo bastante amable e incluso un buen amigo, reía de buena gana de las bromas que él le hacía a Miroku cuando salía tras alguna chica que lo rechazaba.

-Misión cumplida mi querida Sango – dijo alegremente el joven, haciendo alusión a que ya se encontraba en la puerta de su casa – aquí esta sana y salva.

-Te lo agradezco Miroku – contesto, con una cálida sonrisa y el silencio entre ambos se hizo presente mientras se observaban con atención, de pronto el joven se descubrió mirando con inquietud los labios de la muchacha, la que por su parte se cubrió de un leve sonrojo al notar que él humedecía con ansias los suyos.

-…Ya…debo…entrar – tartamudeo con dificultad Sango sin lograr detener el intempestivo ataque de su acompañante, quien en un acto rápido y preciso, precisión que probablemente le entregaba su amplio conocimiento del sexo femenino y de situaciones similares, , enlazo la cintura de la joven acercándola suavemente a su masculina figura y sin pensarlo demasiado instalo un delicado beso en los labios que parecían llamarlo en silencio.

Ella una ves que salió de la sorpresa que le ocasiono aquella iniciativa tan arremetedora de Miroku, simplemente se enlazo a su cuello y la acepto sin remilgos, después de todo también lo había estado deseando, dejo escapar a través de aquella caricia, todas las emociones que había estado vetando en su interior, le resulto tan fácil aclarar todas las inquietudes que había tenido en este último tiempo, sencillamente ella se estaba enamorando de este insufrible mujeriego.

Una vez que el contacto se fue liberando poco a poco, dos agitados jóvenes intercambiaban suaves sonrisas, que les dejaban en claro que este era el inicio de una aventura que no sabían hasta donde los podría llevar.

A la mañana siguiente, sonó la puerta del cuarto de Kagome, ella se estaba terminando de acomodar el cabello, era temprano aún, pero lo cierto es que había costado dormir aquella noche, quizás fueron aquellos pensamientos nocivos que la atacaban de tanto en tanto, estuvo en mas de una oportunidad a punto de ir a espiar lo que sucedía en la habitación del hermano menor del Sesshomaru, pero al final se reprendió a si misma, por estar pensando en aquello, sabía perfectamente que ya lograría llegar sin dificultad las dos largas caminatas que se había dado el día anterior para dar con la cocina, le habían sido suficiente como para conocer el recorrido que necesitaba para movilizarse en el lugar.

-Pase – dijo amablemente, mientras uno de los sirvientes de la casa le mencionaba la invitación del señor Sesshomaru a desayunar con él.

Kagome acepto sin mucho entusiasmo, saliendo de la habitación minutos después tomando a paso firme el camino que la dirigiría a el comedor en el que esperaba el hombre que la noche anterior había sido detenido de un avance mayor, pero no sin antes pasar frente a la puerta del hombre que menos interés mostraba en ella, claro como no, se decía, mientras avanzaba por el pasillo si ya tenía a la mujer de su hermano, insistentemente metiéndose en su cama, tal y como se lo susurrara al oído, aquella noche en que la confundió con Kikyo, apretó instintivamente el puño de su mano derecha, exteriorizando de este modo el malestar que le producía el ser comparada con aquella concubina, aunque bien sabía que no era demasiado distinto al futuro que le esperaba a ella si todo con su plan resultaba según lo había pensado, soltó el aire, relajando de este modo el puño que mantenía cerrado, sabiendo que le sería muy difícil dar aquel paso, pero entonces ante su total sorpresa, la puerta de la habitación que la noche anterior se había cerrado tras dos amantes, se abrió sin darle tiempo de escabullirse, así que muy a su pesar, se encontró de frente con la mujer que la noche anterior se paseara con una liviana ropa de dormir, claro que su semblante esta ves distaba mucho de ser aquel destellante de la noche anterior, se notaba perfectamente por las marcadas líneas bajo sus ojos, que habían dormido mucho menos que ella.

-Buenos días Kikyo – fue lo que dijo con toda calma al pasar frente a ella y echando un vistazo a la desecha cama en el interior de la habitación, su preciso entrenamiento, le había dado la habilidad de observar un lugar en cuestión de segundos, pudiendo detallar casi a la perfección lo que se hallaba en su interior, pero él no estaba a la vista, probablemente en el cuarto de baño.

-Buenos días – refunfuño la mujer sin mucho ánimo, preguntándose que diablos hacía esta chiquilla en este lado de la mansión, sabía bien las intenciones que Sesshomaru albergaba para con ella, pero lo cierto es que no le importaba demasiado, ella ya conocía muchos secretos de esta familia como para ser dejada de lado así como así y finalmente el que a ella le interesaba era el hermano, quien ya se había convertido en su obsesión, estuvo a punto de soltar un golpe con su pie sobre el piso, de lo molesta que estaba, se había pasado la noche en vela, molesta y apretando al almohada contra su boca, para ahogar los gritos de furia que le nacían al recordar la forma en que amablemente Inuyasha la había rechazado y le cedido su cama, como lo único que conseguiría de él, después de que le dedico uno de sus mejores besos, intentando una vez mas de seducirlo, en ocasiones se preguntaba su era sangre realmente lo que corría por las venas de este hombre, que le resultaba tan apetecible, pero a la vez tan lejano, había logrado tener entre sus brazos al témpano de hielo que era Sesshomaru y no lograba conseguir al hermano que parecía a simple vista mas débil a los placeres de la vida, pero al parecer estaba equivocada.

Rato mas tarde y una vez concluido el desayuno de Kagome con Sesshomaru, en el que el señor de la casa una vez mas le ofrecía completa libertad de utilizar las comodidades del lugar, así como a los empleados.

A pesar de lo distinguida y armónicamente arreglada que se encontraba Rin, no pudo evitar el sentirse insegura y temblorosa al ser informada que en las afueras de la joyería, se encontraba uno de los dueños de ésta, el señor Sesshomaru, lo cierto es que no la inquietaba en lo absoluto la evaluación que él le pudiera dar a su trabajo, eran sus sentimientos hacía aquel hombre de semblante frío e impersonal, lo que la ponía así.

-Buenos días señor Taisho – fue lo que se limito a decir cortésmente la mujer y también lo único que lograba modular sin ser descubierta.

-Buenos días Rin – respondió él, sin mayores adornos, observando furtivamente a la encargada de la tienda, desde que la vio le pareció hermosa del tipo que a él le gustaba, esa esa la segunda razón por la que la contrato, ya que la primera eran sus excelentes referencias y le había demostrado en este año que no se había equivocado, cubriendo a la perfección sus expectativas, pero no podía arruinar la relación laboral que tenían, además él sabía bien que una mujer no le duraba demasiado y eso podría afectar gravemente el buen desempeño de aquella muchacha como administradora de la tienda y después de todo, el negocio era primero.

-Usted dirá – fue lo que consulto presurosa, con el solo deseo de cumplir cualquier petición que este le hiciera, ya llevaba mucho tiempo soñando con que algún día pudiera invitarla a salir, pero luego comprendía que él no sería jamás para ella, pues solía frecuentar a mujeres que distaban mucho de ser como ella y no lo decía por menospreciarse, por el contrario, era el valor que le daba a su intelecto y capacidad los que la hacían pensar de esa forma, no comprendía como un hombre tan culto, elegante, atractivo y un sin fin mas de cualidades que le veía, no pudiera entablar una relación formal con nadie, mas aun rodearse de mujeres que lo único que poseían era belleza externa… cuando llegaba a este tipo de análisis, simplemente suspiraba, pensando en que él estaría esperando a la persona especial que llenaría su vida.

-Necesito una pieza de joyería de las mas hermosas que tengas – le respondió sin mucho rodeo, el hombre que venía, como siempre, pulcramente vestido, con el calzado perfectamente brillante, su cabello suavemente cepillado, en ocasiones se preguntaba si el cuidado de el, se lo entregaría a alguien en especial, un Rolex en su muñeca izquierda, al que consulto indicándole sutilmente la premura que llevaba, por lo que luego de un monosílabo afirmativo, Rin le indico que la siguiera a uno de los privados en los que solían atender a los mejores clientes, aquellos que siempre llevaban una pieza de joyería de alto costo, lo invito a sentarse en el mullido sofá de color rojo oscuro, que iba perfectamente con el color de la decoración de aquella habitación que no superaba los tres metros cuadrados, se acerco a una caja fuerte que estaba adosada a la pared tras un espejo, enmarcado con madera tallada al estilo renacentista y de ahí saco una serie de estuches que cómenos a abrir sobre una mesita frente al hombre, el que analizó cada una de ellas, mientras que Rin cambiaba su semblante siempre alegre, por uno un tanto mas apagado, comprendiendo que esta ves la joya debía ser para alguien en verdad especial, pues él mismo había venido a escogerla, por lo general, enviaba a algún empleado, que sin mucha tardanza elegía algo para la nueva conquista del señor.

-Esta – fue lo que dijo en el momento que retiraba un estuche de color azul con una elegante gargantilla de platino, con una terminación en la parte del colgante, de unos pequeños brillantes muy bien labrados, dando paso al centro de este a una piedra de color rojo, probablemente un rubí – es perfecta – concluyo, cerrado el estuche y con ella la visita hecha, dejando tras de si un exquisito perfume que a Rin le resultaba inconfundible.

Al entrar en la habitación, Miroku, luego de que su amigo le diera un amable, adelante, se encontró con Inuyasha, apoyado en el umbral de la ventana de aquel cuarto que no era el suyo, sabía que solo bajo situaciones complejas el joven que se notaba algo apagado y con la mirada fija en algún punto del jardín, se alojaba en este lugar.

-Que te sucede Inuyasha? – consulto su amigo acercándose al muchacho, para poder observar lo que él contemplaba con tanta concentración.

Se encontró con una muchacha de largos cabellos negros, con algunos rizos casuales que jugaban perfectamente con el contorno de su espalda y sus hombros, cada vez que ella hacía algún movimiento mas en su exhaustivo ejercicio de yoga, vestía simplemente, con una pantaloncillo corto de color blanco que se ceñía con precisión a su figura y una prenda superior, no menos mínima, para cubrir su pecho, la luz de la ya emergente mañana, se veía interceptada por las hojas del frondoso árbol, que la protegía del sol, aquel árbol solitario que había enviado a poner justo frente a su ventana, por lo que la posición que ahora ocupaba no era la mejor, así que decidió volver a su cuarto, a esta hora de seguro Kikyo ya se había decidido a salir de el, para tener una vista mas amplia de la hermosa mujer que había ocupado sus pensamientos plenamente la noche anterior, se pregunto durante las horas de oscuridad, si hubiera sido ella y no Kikyo la que irrumpió en su habitación, la habría rechazado?...

Continuara…