Bueno a peticion extricta de mi amiga Chiisana Minako y ademas por que sabía que me hacía falta esta introducción, estoy dejando algunos saluditos, espero que sigan leyendo esta historia, que aun tiene cosas que contar y bueno tengo algunos otro fics que comenzaré a enviar así que espero que me apoyen también ahí.
Debo dejar en claro, una vez mas, que los personajes de esta historia, pertenecen a Rumiko Takahashi, suertuda ella, pero como lo aclare en el el inicio, Inu es solo mio, en mis sueños, de noche a oscuritas, ya se me salio lo lime, pero asi soy.
Besitos
Capitulo X
Kagura era una mujer con una amplia reputación en el oficio que realizaba, era una de las damas de compañía mejor pagadas de la ciudad, lo cierto es que no con todos sus clientes llegaba a las instancias en las que se encontraba con Inuyasha, pero debía reconocer que el joven se le hacía verdaderamente irresistible y aunque ella era una "profesional", no podía negar que esto para ella era mas un placer que un trabajo.
Se encontraba acariciando la fornida espalda, intentando un masaje sobre el cual Inuyasha no ayudaba mucho, se notaba que esta vez estaba mas tenso de lo acostumbrado, sus movimientos eran molestos, no se había quedado tranquilo sobre la cama desde que después de darse un sin fin de vueltas por la habitación decidió quitarse la camisa, para permitir que Kagura comenzara con su labor, recostándose a un lado, accediendo a que las suaves manos de la mujer comenzaran a acariciar su cuerpo, cerro los ojos intentando relajarse, pero era inútil, no podía olvidar la imagen que había torturado sus pensamientos durante todo aquel día, la figura de su hermano Sesshomaru quien acomodaba sus ropas una vez que salio de la habitación de la mujer que había sido suya durante las horas de vigilia, justo cuando el había recapacitado acerca de su abrupta partida, mientras caminaba por los largos pasillos que separaban su cuarto del de Kagome, se reprocho a si mismo la falta de cuidado que tuvo, después de todo él aún no era formalmente nada de ella y esperaba que la mujer lo considerara su novio quizás, así que a pocos pasos de la puerta de la única habitación de aquel corredor, en el que se encontraba, se giro y decidió volver, darle tal ves un gran beso y proponerle pasar un día entero en su compañía, pero aquellos embelesados sueños, le duraron solo unos escasos minutos, comprendió al ver al hombre de cabellos plateados, que Kagome jamás fue suya, llego a creer que la certeza que tuvo la noche anterior de que aquella mujer se había entregado pura a sus brazos, no había sido mas que una hermosa ilusión de un adolescente torpe, como se estaba sintiendo, enamorado y atormentado.
Sentía las manos de Kagura sobre su piel, aquellos masajes siempre lograban relajarlo, pero en esta oportunidad no ocurría aquello, soltó el aire como en una especie de suspiro, no podía seguir así, quien diría que aquella mujer de cabellos azabaches y pálida piel se clavaría de aquel modo en su interiorél solo sabía que no podía tenerla, que una vez mas su hermano se había encargado de truncarle un sueño, quizás por ello en este momento se encontraba en esta habitación, después de todo lo que le sobraban a Sesshomaru eran rameras, así que con Kagura no se metería, al menos no se sentía tan solo, la conoció en uno de los últimos viajes que realizo con su padre, el solía frecuentar aquella casa, las damas de compañía eran algo bien visto en su sociedad, de hecho eran mujeres educadas en las artes, para proporcionarles un buen servicio a sus clientes, aunque él bien sabía que esta mujer en particular era algo rebelde, dado que las instancias en las que ellos dos se hallaban, no estaban dentro del servicio que en aquella casa prestaban, pero Kagura siempre fue muy condescendiente con él, de algún modo Inuyasha sabía que ella tenía cierta debilidad en su compañía y aunque jamás habían intimado quizás por que consideraba que el amor era el motor de los demás, en esta ocasión se sentía demasiado vulnerable.
Se giro sobre la cama sorprendiendo de alguna manera la forma a la mujer, quien retiro ambas manos del cuerpo de él sosteniéndolas por algunos segundos en el aire, mientras él comenzaba a perder sus manos bajo la bata que la cubría, sus ojos ambarinos, algo perdidos, comenzaban a recorrer parte de la figura femenina, evocando la blanca piel que le había sido entregada sin restricciones, horas antes en la penumbra de una habitación, de alguna manera comenzó a sentirse embriagado por las sensaciones que conservaba en su interior, cerrando sus ojos como entregado a la situación, entonces Kagura comprendió hacia dando se dirigía la situación, las manos de Inuyasha puestas posesivamente sobre sus muslos se lo decían, no era que estuviera enamorada del tipo, pero no se le hacía para nada desagradable ganarse bien ganado el dinero en esta oportunidad, después de todo el siempre le había atraído.
El hombre permanecía con la mirada baja, el cabello caía sobre su espalda, acariciando también sus hombros, permanecía quieto, ya no inspeccionaba a la figura ente él, lo cierto es que se encontraba explorando sus recuerdos, escuchaba junto a su oído los suspiros ahogados y excitantes que le entregaba Kagome, mientras él la aprisionaba contra su cuerpo y un visible escalofríos recorrió su espalda, y seguido de ello sintió unos labios húmedos que se posaban estratégicamente junto al lóbulo de sus oreja y entonces abrió los ojos, como separando ambos mundos, el real, del que estaba habitando en sus recuerdos y por entre las hebras desordenadas de sus cabellos cayendo sobre su apesadumbrada mirada, observo los ojos extrañamente rojos de su acompañante y sin decir mas, retrocedió, saliendo de aquel lecho.
-Que sucede?...- pregunto ella cortésmente, sin mucho emoción en su voz.
-Nada Kagura – decía mientras comenzaba a abotonar la camisa que instantes antes descansara sobre un lado de la cama - … es solo que no soy buena compañía ni para mi ahora…- concluyo como entregándose mas una respuesta a si mismo que a la mujer con la que compartía el lugar.
-Ven ac�, podemos arreglar eso…- le dijo la mujer con algo de miel en su voz, intentando convencerlo de quedarse, pero contrario a su deseo, el recorrió los bolsillos de la chaqueta entre sus manos y saco su billetera, dejando una buena cantidad de billetes sobre una mesita de la habitación, no sin antes mirar el dinero con un cierto dejo de lastima, como era posible que él estuviera pagando por compañía?... volteo su mirada y le brindo una sonrisa breve a Kagura para luego salir de ahí comprendiendo que con ello estaba cerrando ese capitulo en particular.
-Lo mas probable es que no te vuelva a ver por hacha Inuyasha – dijo la mujer una vez sola en el cuarto, observando los billetes sobre la mesita.
Se encontraba Sesshomaru aún firmemente enlazado a Rin, sin dejar de acariciar sus labios, reconociéndolos, intentando dejar plasmado en algún lugar de su memoria el sabor de ellos, sus dedos acariciaban suavemente su espalda con claras ansias de recorrer un poco mas, sin tener todavía la seguridad de ser aceptado, pero su instinto pudo mas y soltando con delicadeza su boca, se deslizo hasta su oído y le susurro una propuesta que no sabía que respuesta tendría.
-Ven conmigo… a la mansión…- su voz sonaba un tanto dubitativa, de seguro ella entendería en que acabaría una visita hasta su residencia, de algún modo se sentía por primera vez preparado para un no y la respuesta no se dejo esperar.
-No, tu ven conmigo…- le dijo mientras aquella vivaz mirada que de algún modo había estado poblando sus sueños, se fijo en sus ambarinos ojos, sin darle mayor tiempo a negarse, se puso de pie junto a él tomando con soltura su mano y tirando de ella para simplemente llevárselo.
Ni siquiera lo dejo subir al vehículo que lo esperaba, quedando su cofre absolutamente con la boca abierta, al ver como el señor Sesshomaru, cruzaba a la acera contraria para entrar a la estación del tren subterráneo, le pareció todo sencillamente nuevo, no conocía lo que era viajar como una persona común y a Rin no parecía importarle, se sorprendía de si mismo al ver la forma en que ella lo manejaba como si se tratara de un niño pequeño y no le molestaba.
Se encontró de pronto frente a una blanca puerta, la que marcaba la entrada al departamento de la mujer, una vez dentro, considero que el espacio de aquel lugar era bastante reducido en relación a las grandes habitaciones de su mansión, ella le quito con toda confianza la chaqueta y la colgó en un lugar próximo a la puerta, dirigiéndose a la cocina, haciendo alusión a una especie de plato dulce que prepararía para él, la siguió y comenzó a observarla mientras se movía de un lado a otro, apoyado en el umbral de la puerta, con sus brazos cruzados, recibiendo de parte de ella una que otra sonrisa, no sabía muy bien de que modo, con que facilidad, esta mujer lo había integrado a lo que era su vida diaria, brindándole una pequeña pincelada de lo que era la vida en un hogar, a pesar de que él sabía que ella vivía completamente sola, en este pequeño departamento se respiraba una calidez difícil de explicar, con solo observarla despertaban en él una serie de sensaciones que desconocía, como saber si era amor?... si jamás lo había sentido?...
Se acerco a ella, que permanecía con un floreado delantal y rodeo con sus manos la estrecha cintura, pegando el pecho a su espalda, llenándose del exquisito aroma que desprendía su cabello, Rin cerró los ojos ante el contacto, que hacían surgir las sensaciones contenida, la giro, para que quedara de este modo frente a él, entonces ella elevando un tanto sus manos, evitando tocarlo.
-Mis dedos tienen fruta…- sonrió suavemente con la voz algo débil, Sesshomaru tomo su mano a la altura de la palma, ejerciendo cierta presión con su pulgar justo en el centro de ella y se la acerco en silencio hasta la boca, metiendo dentro de ella uno a uno los dedos, retirando el sabor dulce de la fruta, logrando con ello que Ron contuviera el aliento, sus ojos delataban lo que no se atrevía a exteriorizarél no dejaba de observarla, sintiendo como el aire también le faltaba, agitado y decidido comenzó a aprisionarla contra el mueble que instantes antes ella utilizara.
De pronto sintió como el hombre se apoderaba de su cuello, sin soltar ni su cintura ni su mano, presionando su figura cada vez mas, con lo que experimento la urgente necesidad de corresponderlo, arrancando de los labios del hombre de cabellos plateados un gemido profundo.
Momentos después, lo llevaba en dirección a su habitación, Sesshomaru se encontraba prendido de su boca, como si estuviera carente de voluntad, por primera vez consideraba que el preámbulo era un juego que acariciaba sus sentidos, algo completamente diferente a los encuentros que tenía con las "novias" con las que había estado, la mayoría resultaron ser muy buenas amantes, pero la sensación de bienestar que le brindaba el diminuto cuerpo de Rin, era desconocido.
Hasta ese instante, ella había sido la artífice de la situación, pero algo en Sesshomaru, superior a la pasión lo gobernó, una necesidad infinita de entregarle a la muchacha junto a él lo mejor de si, necesitaba a través de los besos y las caricias, dejarle una suplica de pertenencia, quería ser parte del mundo que sentía que ella conservaba en su interior, acariciaba sus formas con los labios, grabando en su memoria cada centímetro de la blanca piel, mientras sentía como Rin contorsionaba su figura bajo cada roce, hasta que la mujer extendió sus manos y tomo su rostro, perdido en su intimidad y lo miro a aquellos dorados ojos, completamente pérdida en el mar de sensaciones que él creo y le sonrió, indicándole que su súplica, había sido oída y entonces la unión fue completa, entró en ella con la delicadeza con la que se manipula un cristal, convirtiéndola en un instrumento para tocar las melodías mas hermosas o al menos esa era la percepción que Sesshomaru tenía al escuchar en su oído su voz susurrándole, dulces, pero no menos ardientes palabras.
El castaño cabello, se posaba desordenado sobre su pecho desnudo, la tenía firmemente tomada mientras dormía, sabía bien que lo hacía por una deseo de pertenencia que ella le producía, pero también era por el temor a que la mujer fuera a rodar y caer de la pequeña cama de color violeta, aquella pequeña habitación, llena completamente de un sin fin de objetos que él en particular no encontraba nada interesantes, mas parecía el cuarto de una niña pequeña, que el de la mujer impetuosa y exaltada que él había amado momentos antes, pero le resultaba mucho mas acogedora y cómoda, que el lugar que él mismo atizaba para dormir, no podía negar que su enorme cama le había brindado noche en extremo apasionadas, pero la sensación de complemento que tenía en este instante al tener a Rin así dormida entre sus brazos, era nueva para él, tenía miedo de moverse de la posición en al que estaba, pues tal ves, la despertaría y con aquello él también, todo había sido perfecto, exceptuando al enorme perro de felpa que lo había observado constantemente durante toda la noche.
Sesshomaru poso sus labios con delicadeza sobre la frente de Rin y esta se movió exaltándolo un poco, solo para aferrarse con mayor fuerza al cuerpo del hombre que amaba y que la había llevado despierta a recorrer el mayor de sus sueñosél la observo, un sin fin de dudas se gestaban en su interior, pero estaba dispuesto a recorrer el camino mas escabroso con tal de que la sensación de plenitud que tenía en su interior ahora perdurara en el tiempo.
Se encontraba otra vez, parado bajo el balcón de la habitación de aquella mujer, es que acaso jamás dejaría de rondarla?... maldición se decía no estaba bien esto, su corazón roto en mil pedazos por ella y sin embargoél de pie ahí anhelando quizás solo verla bajo la luz de aquella noche, suspiro bajando la mirada, lo mas probable es que Kagome no se encontrara, aun era temprano y la luz de su habitación estaba extinguida, camino con las manos dentro de los bolsillos y entro a la mansión que hoy le parecía mas enorme que de costumbre, fue recibido por el anciano Myoga, quien inmediatamente noto el desazón en el rostro del joven, llevaba tantos años al servicio de esta familia que reconocía sin mas preámbulo cuando algo aquejaba a Inuyasha, siendo lo suficientemente observador, para saber cual era la causa de su pesar.
-Cenara?...- le consulto, mientras que el joven de cabellos oscuros que había entrado en completo silencio dando como único saludo una sonrisa lacónica, se dejo caer en el gran sillón de la sala.
- Hay alguien mas en casa? – pregunto, quizás de algún modo buscando saber si eran ciertas sus sospechas, probablemente Kagome habría salido en compañía de su hermano.
-No Señor, solo usted – respondió Myoga sabiendo que sus palabras no serían del agrado del hombre, notando como este cerraba en un puño con fuerza su mano, pero entonces recordó algo y se apresuro a comunicárselo – a si, se encuentra la señorita Sango.
-Quiero estar solo Myoga – dijo tajante, cortando cualquier insistencia que el anciano pudiera hacerle de obtener compañía.
-Que mal educado eres Inuyasha – se escucho una suave voz femenina tras de él – y yo que me quede esperando a ver su regresabas pronto, hace mucho que no te veo – continuo
-Lo siento Sango, no soy buena compañía para nadie hoy – dijo ya en un tono mas afable, sin mirar a los ojos a Sango, quien se sentaba en el sillón junto a él.
El dialogo comenzó a fluir, lo cierto es que mas por parte de Sango que de Inuyashaél solo respondía como por cortesía con cortas frases y sonidos, pero la mujer frente a él, sin darse por vencida continuaba con sus historias, claro que no pudo dejar de sorprenderse, cuando ella llego a la parte en la que le contó que estaba saliendo con Miroku, solo entonces Inuyasha pareció salir de su letargo y prestar completa atención, lo cierto es que se habría atrevido a apostar que aquel amigo suyo, tan mujeriego y empalagoso, jamás lograría que Sango lo aceptara.
-Veo que no traes la pulsera que te dio tu madre – consulto con algo de curiosidad, sabía bien el significado emocional que tenía, para Inuyasha aquel objeto, no se desprendía de ella en ningún minuto.
El observo su muñeca sin darle a la muchacha ninguna respuesta, recordando que se la había quitado durante la noche anterior luego de que esta se enganchara un par de veces en el cabello de Kagome, un suspiro resignado se le escapo y entonces su amiga comento algo mas.
-A si, me encontré cuando llegue con esa chica que vive aquí ahora- comento Sango demasiado pendiente de la reacción que tendría el joven al oír hablar de Kagome, sin equivocarse en lo respuesta que esperaba, pues él intentando contener un tanto su inquietud, le dio una mirada interrogante, pero tímida, sin atreverse a preguntar nada – fue poco antes que llegaras – continuo para seguir con una pausa, como esperando obligarlo a decir algo que la hiciera continuar.
Sango ya conocía del interés de Inuyasha por la muchacha que habitaba junto a los dos hermanos esta enorme residencia, ya que Miroku en algunas de las tardes que habían compartido, se había encargado de informarla acerca de la situación del amigo que tenían en común, ella por su parte había cruzado un par de amigables palabras con Kagome, teniendo de ella una impresión bastante positiva, pero aquel instinto que poseía le hablaba de algo oculto en la mirada de la joven.
Inuyasha por su parte se encontraba impaciente ya por que la pausa que había hecho Sango en su corto relato, ya se terminara, se moría por saber si la mujer que venía quitándole el sueño había salido sola o como el pensaba, acompañada de Sesshomaru, comenzaba a impacientarse y la muestra física de ello era el continuo golpeteo de sus dedos contra el brazo del sillón, mirando de tanto en tanto a Sango, quien finalmente se puso de pie dispuesta a despedirse, fue entonces cuando él ya no lo soporto mas y se puso de pie junto a ella.
-Iba sola?...- consulto, con voz segura, la verdad que mas daba si Sango se burlaba de él, necesitaba saberlo.
-Creo que si, a no ser de que llevara a alguien oculto en su maleta – contesto divertida la mujer.
-Maleta?...- interrogo, acaso ella se iba?
-Si maleta, me dijo algo de visitar a un buen amigo – continuo ahora si dándole la mayor información posible a su amigo, el que se volteo comprendiendo que lo mas probable es que ella iría con ese tal Kouga.
-Bueno pero no parte hasta mañana – continuo ya para terminar, recogiendo el pequeño bolso que permanecía sobre una mesita de la sala - … debía ir a alimentar a su gato…- concluyo ya desde el umbral de la puerta, de la habitación, sabiendo que le había entregado la suficiente información a Inuyasha, para que este hiciera algo por mejorar aquella cara de funeral que llevaba.
Se encontraba sola en la penumbra de su habitación, Buyo continuaba acariciando con su cola sus piernas, no había dejado de hacerlo desde que ella llego, la señora que se encargaba de la limpieza había cuidado bien de él, pero de todos modos el animalito necesitaba de los arrumacos de su ama, ella lo tomo entre sus brazos para dejarlo sobre su falda, el gatito no tardo mucho en acomodarse para dormir un poco en aquel apacible lugar, mientras Kagome que permanecía sentado al borde de la cama observaba el único lugar de aquel cuarto que tenía algo de calidez para ella, un mueble algo viejo, del que sacaba solo cuando estaba en el departamento, la fotografía de su padre, el saquito de tela que contenía y el fragmento de la Shikkon, sus tesoros, solo que ahora un nuevo objeto acompañaba a los demás, una pulsera con una placa que llevaba grabado un nombre hermosamente escrito, "Inuyasha".
La mañana estaba bastante agradable, así que decidió partir temprano, llevaba un bolso algo liviano, no pensaba quedarse demasiados días, sabía bien que Sesshomaru ya tenía antecedentes suficientes para dar un nuevo golpe, Naraku y Kikyo ya estaban trabajando en ello, desde el día anterior, debía reconocer que eran bastante eficientes y no podía perderse la oportunidad de participar nuevamente en la recuperación de otra parte de la joya que movía tantos intereses.
Se colgó el bolso al hombro y una vez en el umbral de la puerta, se agacho para darle una ultima caricia a su mascota, quien la recibió recorriendo toda su espina bajo la calida mano, luego de ello se puso de pie y cerró la puerta tras de si, dejando una vez mas aquel frío lugar.
Salio a la calle disputes a tomar un taxi, para dirigirse a la estación de buses, el viaje era relativamente largo le tomaría de hecho mas que solo un par de horas, extendió su mano al ver un vehículo acercarse, pero este paso sin detenerse y vio que ya llevaba pasajeros, se volteo para seguir caminando hasta la intersección en la que le resultaría mas fácil encontrar en que trasladarse, pero una voz tras de ella logro detenerla.
-Si quieres te llevo?...- consulto la voz, algo seca , pero para nada agresiva, lo reconoció de inmediato, de hecho su voz como un susurro en su oído viajaba con ella a donde quiera que iba, era algo que la mantenía inquieta, se volteo para quedar frente a los dorados ojos que tanta calma le brindaban, solo que noto que su rostro estaba algo duro y serio, muy similar a la primera vez que hablaron en el despacho de Sesshomaru.
-Voy fuera de la ciudad – contesto, con toda naturalidad, sabía bien que la ultima vez que se vieron no se habían despedido en el mejor de los términos y lo cierto es que no le extrañaba nada el tono que él estaba utilizando – dudo que me lleves…- concluyo quizás esperando como respuesta un "tienes razón", o algo parecido.
-No es problema, te llevo- dijo volteándose en dirección al vehículo que estaba estacionado solo a algunos pasos de ahí, Kagome se quedo de pie sin moverse observándolo algo incrédula, diablos ahora si esto terminaría siendo un caos, pensó, después de todo él se había marchado molesto debido a Kouga y ahora ella se dirigía a la villa en la que vivía.
Mientras tanto en un departamento, bastante cercano al lugar en el que Inuyasha había sido atacado la noche de la exposición, se encontraba una mujer de negros y lisos cabellos, acomodando ya su falda, casi lista para irse del lugar, luego de pagar por adelantado el trabajo que la ayudaría a conseguir lo que deseaba, Naraku aún permanecía entre las sabanas, la observo en todo momento, su expresión era fría y carente de emoción, demasiado similar a la de ella que en ese minuto se miraba en el espejo que se encontraba en una de las paredes de la habitación, tomando su cabello en la forma que solía llevarlo siempre, miro a través del cristal como el hombre con el que había pasado la noche la miraba.
-Deja de mirarme así, me molesta – dijo
-Anoche no te molestaba que te mirara Kikyo? – desafió a la mujer con su comentario, quien mostró un leve hilo de ira en sus ojos al observarlo directo a los de él.
-Anoche solo fueron negocios y creo que te pague de sobra, ahora preocúpate de hacer tu trabajo.
Una carcajada llena de burla se apodero del cuarto, Kikyo sintió como un escalofríos recorría su espalda, de alguna manera la forma en que aquel hombre reía, la llenaba de temor y por un momento la hizo dudar en si no había sido un error recurrir a si ayuda.
-Dudo que pueda reembolsarte tu paga si no cumplo – dijo rompiendo en otra carcajada tan intimidante como la anterior.
No hubieron palabras durante todo el recorrido que hicieron, siendo el sonido del radio del automóvil lo único que se escuchaba, hasta que Kagome le dio la última indicación a Inuyasha, antes de llegar a la propiedad de la familia de Kouga, la joven sabía bien que no seria nada fácil la situación y la actitud de Inuyasha no la ayudaría mucho, se bajaron del vehículo dejándolo estacionado en una especie de jardín delantero, una vez que entraron en el umbral de aquella construcción, un dojo para ser mas exactos, cambiaron completamente de época, se quitaron los zapatos como era tradición y al poco avanzar por los pasillos de madera perfectamente limpios y brillantes, se encontraron con una amable anciana que por la sonrisa que le brindo a Kagome, se notaba que la conocía.
-Buenos días señora Kaede…- fue lo que dijo la muchacha, tomando entre sus manos las de la mujer que vestía un atuendo feudal, mientras hacía una reverencia.
-Mi querida niña, que bien que hallas venido – respondió la señora el saludo y dirigió su mirada hacía Inuyasha saludándolo igualmente con una sonrisa y una reverencia suave con su cabeza, a lo que el joven contesto sin problemas, de hecho estaba bastante familiarizado con este estilo de vida.
Aunque fueron muy bien recibidos e Inuyasha a pesar de sentirse tan extraño luego de la situación de Kagome y su hermano, se dejo guiar en silencio por los extensos pasillos del lugar, todo parecía en calma, pasaron por fuera de una de las habitaciones en las que se estaba practicando meditación, era mas bien un templo, había muchos en esta lugar en los que se estaban practicando diversas disciplinas antiquísimas, cuando finalmente llegaron casi al final del lugar, pasando por varios jardines increíblemente hermosos, de hecho parecía que aquí vivían muchas personas, era una especie de comunidad, se encontraron con los sonidos inconfundibles de una practica de artes marciales.
Kagome se quedo de pie frente a la entrada junto a Kaede e Inuyasha a un lado, se apoyo en uno de los maderos que sostenían la construcción con los brazos cruzados y una actitud de completo desinterés, cuando vio salir del lugar a un hombre de cabellos oscuros tomados en una coleta alta, fornido y tan alto como él, sus ojos azules se fijaron en las pupilas brillantes de la mujer que notoriamente era el objeto de su afecto, Kagome le hizo una reverencia al verlo y esta la respondió, al parecer mas allá de las miraditas no habría problema, pero su punto de vista se modifico completamente cuando vio como en un acto espontáneo, la joven paso sus brazos alrededor del cuello del hombre y le dio un gran abrazo, que en cuestión de segundos fue respondido.
-Kouga que alegría verte – dijo Kagome con clara sinceridad, mientras lo apretaba en una abrazo cariñoso.
Inuyasha solo se limito a cerrar sus ojos, mientras sentía como la sangre corría espesa por sus venas, este era el famoso Kouga y ella lo abrazaba de ese modo, comprendió entonces aquel tono suave y dulce que uso cuando contesto el teléfono, es que acaso él era tan importante?... no tardo mucho mas en descruzar sus brazos e intentar retirarse del lugar, cuando fue detenido por la mano de Kagome que de algún modo se había enlazado perfectamente entre sus dedos, claro que su otra mano permanecía tomada de la de ese sujeto que tanto como él parecía querer desafiarlo en alguna especie de combate.
-Kouga él es Inuyasha – los presento y ellos solo se limitaron a hacer la reverencia de cortesía, Kouga por su parte sabía muy bien quien era Inuyashaél había ayudado muchísimo a Kagome mientras esta se preparaba para entrar en la vida de los Taisho, pero algo en la luz que destellaron los ojos de la mujer al decir aquel nombre no le había gustado, la conocía demasiado bien y algo estaba definitivamente mal.
El silencio que se produjo al cruzar las miradas de los dos hombres simplemente logro helar de pies a cabeza a ambas mujeres, por lo que Kaede decidió romper aquella incomodidad invitando a Kagome y por supuesto a su acompañante a la celebración del festival de primavera que se efectuaría aquella noche.
-Oh, es verdad lo había olvidado completamente – exclamó la muchacha sorprendida por su falta de cuidado, de hecho ni siquiera traía el atuendo adecuado - … se lo agradezco señora Kaede, pero no traigo nada adecuado y además no se si Inuyasha podrá…- no alcanzo a terminar la frase cuando fue interrumpida por una voz, varonil y serena.
-Estaré encantado de participar – concluyo Inuyasha, haciendo como era costumbre una reverencia.
-No se diga mas, tenemos una lugar en el que podrán escoger vestimentas, recuerda que recibimos muchas visitas y en ocasiones necesitamos tener algo extra – dijo la anciana caminando por los pasillos siendo seguida por los recién llegados.
Horas mas tarde se estaba acomodando las vestimentas, el Kimono se le hacía lago difícil, por lo que necesitaba de la ayuda de algunas de las señoras de la villa, pero sus pensamientos estaban mas allá de los campos de arroz que se divisaban a través de la puerta de su habitación, ella había literalmente escapado hasta aquí buscando aclarar sus sentimientos, lo que le estaba atando las manos para seguir con su idea de vengar la muerte de su padre, pero que difícil le resultaría si tenía aquí a Inuyasha, pero de algún modo aquello la ilusionaba, esta celebración en particular era su favorita y se sentía hoy especialmente feliz, salio de la habitación vestida con un hermoso Kimono de color marfil con bordados tenuemente mas oscuros, su cabello tomado un poco menos elaborado que los peinados originales del Japón de la época, pero igualmente armónico, tras de ella salieron las mujeres que amablemente la habían ayudado con sus ropas y antes de dirigirse al jardín principal que se divisaba a la distancia producto de las cientos de luces que de seguro iluminaban el lugar, lleno sus pulmones con el limpio aire de la noche y se dispuso a olvidar, al menos por unas horas lo que aprisionaba de modo tan cruel su corazón, el asesinato de Souta Higurashi.
Continuara…
