Capitulo XII
El riego de perderte
El sueño era apacible, hacía demasiado que no descansa de este modo, ni siquiera tuvo que abrir los ojos, para saber que la que descansaba junto a él era su mujer amada, Kagome, su aroma llenaba por completo sus sentidos y la habitación, la delataba, la abrazo con suavidad, sintiendo su suave piel bajo la ropa de dormir y a pesar de que sus ansias de sentirla como antes, plena y enloquecida de amor, esta noche era diferente, esta noche se dedicaría a disfrutar d solo tenerla ahí junto a él, como si siempre se hubieran pertenecido, era una extraña sensación, pero desde que hablaron el tema de la perla de Shikkon y comprendieron que sus antepasados de hace quinientos años eran guardianes de la joya, comprendió el afán de cada uno por protegerla.
Una suave brisa entraba por el ventanal entreabierto de la habitación, jugando con delicadeza con la delgada cortina que lo cubría, el clima era agradable, d no ser por los últimos acontecimientos le habría propuesto a Inuyasha que se regalaran un par de días en Paris, que bien se sentía estar entre sus brazos, era el lugar en el que siempre desearía encontrarse, ella lo abrazaba y él la pegaba cada vez mas a su cuerpo, su exquisito aroma masculino la envolvía y aunque deseaba besarlo con intensidad, prefirió contenerse, pues sabía bien que los besos no acabarían hasta que el sol les avisara de un nuevo día y necesitaban el descanso, ya mañana partirían nuevamente a Japón y había mucho por averiguar, la tarea se estaba complicando, así que solo se aferro mas a Inuyasha esperanzada quizás en que aquel maravillosos sueño de amor que albergaba en su corazón no terminara jamás, quizás con algo de suerte, podrían seguir cuidando de la Perla de Shikkon, juntos.
Un estruendo los saco de sus sueños, alertándolos de sobremanera, parecía una explosión de hecho en el mismo piso en el que se hallaban, Inuyasha se incorporo en la penumbra, sin soltar el abrazo en el que tenía aprisionada a Kagome, busco a tientas la luz de la mesita de noche y la encendió, beso la frente de la muchacha, quizás buscando calmarla, para luego calzarse las zapatillas de levantarse que estaban junto a la cama, se apresuro a salir al pasillo, pues tenía un mal presentimiento, Kagome hizo lo mismo, saliendo tras de él, solo que ella iba descalza, ya el corredor se veía lleno de personas, ahí estaban , Seshomaru y Miroku, hasta Kikyo, salio de una de las habitaciones, simulando poco interés, fue solo cuando vio a Kagome tras de Inuyasha, como observaban salir el humo de una de las habitaciones, que mostró desconcierto en su mirada.
Cuando Kagome emitió un grito acallado por las manos que se llevo a la boca demostrando su pasmo, Inuyasha se giro para mirarla, estaba pálida y con los ojos perdidos, fijos en la puerta de la habitación que se incendiaba, las alarmas sonaban por el lugar de modo ensordecedor, logrando que los demás huéspedes de aquel piso huyeran por las escaleras y cuando tomo sus hombros para ver lo que le sucedía noto que también se encontraba fría, en ese momento se espantó y la movió controlando su fuerza para que ella lo mirara, logrando su cometido, pero lo que había en los ojos de la mujer era pánico.
-¿Qué sucede Kagome?...- consulto inquieto sin soltar sus hombros ni quitar sus ojos de los de ella.
-Esa es mi habitación…- dijo indicando con su mano el lugar por el cual salían algunas llamas que ya estaban siendo controladas por el personal adecuado, que en idioma del lugar les pedían que desalojaran el lugar, mientras que Seshomaru que se encontraba a escasa distancia de la pareja alcanzó a escuchar las palabras de Kagome, frunció el ceño y le respondió en un muy bien pronunciado francés que lo harían en seguida.
Cuando llegaron a la recepción Sesshomaru quien se encontraba alarmado por todo y notando la ausencia de Naraku, hizo algunas llamadas consiguiendo que estuviera listo en el plazo de una hora un avión privado que los llevaría de vuelta a Japón, las maletas que comprendían el equipaje con el que viajarían, según los planes anteriores, se encontraban en la recepción, por lo que no les resulto tan difícil alistarse para salir del hotel, Inuyasha llevaba firmemente tomada de la mano a Kagome, su rostro estaba tenso, mas de lo que lo había visto nunca y la verdad ella se sentía muy asustada, algo no andaba bien, nadie se había atrevido a formular la pregunta, ¿Por qué Kagome,pero sin embargo ella circulaba en forma colectiva en todos, a excepción de Kikyo, que solo apretaba sus puños, pensando en ¿Por qué no estaba en su habitación, debió preverlo, pero ya era tarde.
Al llegar a la mansión, Sesshomaru se dirigió con rapidez hasta el despacho, tenía una sospecha y debía estar seguro de lo que estaba sucediendo, abrió la puerta y antes de que Inuyasha que iba tras de él alcanzara a cruzar el umbral sintió un fuerte golpe sobre el escritorio de roble, que quedo con una hendidura bastante visible y un gruñido furioso salir de la boca de su hermano, al ingresar al lugar, vio la escena, el retrato de su padre, en el piso y rasgado, al parecer con furia, y la caja fuerte abierta, habían algunos estuches con joyas los que permanecían intactos, algunos fajos de billetes, que debía sumar varios millones, en iguales condiciones, solo faltaba el estuche negro que contenía los fragmentos de la Perla de Shikkon.
-Naraku…- dijo Inuyasha, mientras que Kagome llegaba y se ponía de pie junto a él, enterándose de lo sucedido solo con ver la habitación, haciendo un sonido por la sorpresa, Sesshomaru, notando su presencia, la miro con furia y camino hasta ella, tomándola con fuerza por la parte superior del brazo izquierdo y levantándola un tanto.
-¿Qué tienes que ver tú con todo esto?...- exclamó casi gritándole a al mujer que no emitía el menor sonido, demasiado confundida por todo lo sucedido.
Inuyasha en el momento en que noto la acción de Sesshomaru se abalanzó hacía él y tomando con su mano el brazo con el que su hermano sostenía a Kagome, lo obligo a soltarla y se posiciono entre ambos, protegiendo a la mujer que amaba.
-¡Déjala, ella no tiene nada que ver en todo esto! …- le grito sintiendo como la furia se apoderaba de él, ¿con que derecho Sesshomaru se atrevía a ponerle un dedo encima a Kagome?
-¿Cómo puedes estar tan seguro de ella, ¿tal vez la bomba era solo una distracción, o ¿talvez Naraku se aburrió de su cómplice?...- exclamo con sarcasmo el hombre dándole la espalda a ambos jóvenes
-¿Cómo pudiste estar tú tan seguro de que Naraku no te traicionaría? – consulto con seguridad Inuyasha, mientras que sus palabras mermaban en el cerebro de Sesshomaru, quien se apoyo nuevamente en el escritorio dañado
-Tienes razón…- dijo en voz ya mas calma- esto es una estupidez, jamás debí confiar en él
.
La situación en la mansión se había vuelto muy tensa, Sesshomaru luego de hacer una serie de llamadas, pidió que le alistaran uno de los vehículos y salió en el, debía averiguar, el paradero de Naraku, pues hasta el momento era la pieza que les faltaba en el puzzle y de seguro algo sabría con relación a los fragmentos de la perla.
Inuyasha había permanecido apoyado en el borde del ventanal, dándole la espalda a Kagome, en la misma posición desde que su medio hermano los había dejado, luego del incidente, todo en el despacho se encontraba tal como lo habían hallado, el retrato de su padre aún en el piso y la mirada perdida en el jardín. La mujer no podía dejar de observarlo, sabía que el reunir aquella perla era tan importante para él como para ella, quizás por motivos diferentes, pero de todos modos beneficiosos. Llevaba largos minutos observándolo, buscando quizás, una palabra que lo pudiera alentar, pero no las hallaba, pensó en acercársele y abrazarlo, pero tampoco tenía fuerzas para hacerlo, en las últimas veinticuatro horas, había descubierto un sentimiento que no pensó poseer en su interior, capaz de llevarla a amar al que considero hasta hace poco, su peor enemigo, estar a las puertas de la muerte y ser acusada de cómplice en el robo efectuado en la residencia Taisho.
Un suspiro se escapó de sus labios, suave que fue imperceptible para su acompañante, bajo la mirada, algo extenuada, ahora todo se complicaba, ¿qué interés podía tener Naraku en la Perla?... bueno además del dinero que podría conseguir vendiéndola en le mercado negro, … otra vez un suspiro casi silencioso se le escapó de los labios, … pensando en que Naraku se desharía de la joya del mismo modo, que cuando asesino a su padre para arrebatársela, cada vez, era mas clara esa idea en su mente y aunque no tenía mayores pruebas que las conjeturas hechas junto a Inuyasha, algo le decía que estaba en lo correcto.
Se puso de pie calladamente, para no interrumpir los pensamientos de Inuyasha, quién seguía sin voltearse, después de todo debía de ir a su departamento, debía asegurarse de que todo estuviera bien en aquel lugar, no temía por el fragmento que tenía ahí, pues rastrearla resultaría difícil, el lugar aparecía registrado a nombre de otra persona, pero de todos modos, debía cerciorarse de que todo estuviera en orden, pero antes de salir de la habitación, una voz, profunda y aterciopelada la detuvo.
No quiero que te vayas…- Le dijo el hombre de largos cabellos oscuros, mientras se giraba para observarla con una extraña expresión, ¿angustia acaso?...
Yo solo… debo ir a mi departamento – respondió con suavidad, intentando explicar lo que debía hacer.
No irás sola…- dijo con firmeza mientras se acercaba hasta la joven.
No tardaré demasiado…- respondió mientras él una vez que llegó hasta ella, la tomo por ambos brazos, guardando cierta distancia entre ellos, mirándola aún con la angustia, que Kagome descubrió anteriormente- …lo prometo…
Sus palabras se perdieron el en aire mientras ella era arrastrada, por los centímetros que le faltaban para estar pegada a él, sintiéndose de pronto aprisionada por aquellos brazos fuertes y cálidos que le quitaban el aliento… y su voz…
Temí por tu vida… qué habría pasado si no hubieras estado conmigo…- dijo temblando, lo que a ella la descolocó, la atrapó e instintivamente cruzó sus propios brazos sobre la espalda de Inuyasha, intentando calmarlo - … no sé que habría…- pretendió continuar, pero los dedos de ella se posaron sobre sus labios, mientras la mirada ya cristalina de Kagome se posaba en sus angustiados ojos.
La mujer negaba con la cabeza, como rogándole para que no hiciera eso, que no se angustiara, ella no se lo permitiría, Inuyasha quiso esbozar una sonrisa, pero le resultaba demasiado difícil, el solo pensar en perderla era algo que no soportaba.
No me iré de tu lado…- dijo la muchacha, buscando con ahínco calmar el alma de su amado-…jamás lo haré…
Entonces él volvió a aprisionarla, con tanta fuerza que le sacó el aire de los pulmones, y ella simplemente se limitó a corresponderle, comprendía a la perfección los temores de Inuyasha, pues eran los suyos, esta situación se había vuelto muy peligrosa. Cuando llegó a la mansión de los Taisho, poco le importaba morir con tal de vengar a su padre, pero ahora era muy diferente, sabía que si ella moría… él sufriría…y su posible dolor era algo que no la dejaba ni respirar.
Dentro de un departamento algo central una mujer marcaba con premura desde el teléfono de su habitación un número, las manos le sudaban, el cabello algo desordenado, pues no se lo había arreglado desde la mañana, su siempre impecable apariencia se notaba algo desmejorada y la ropa de las maletas aún continuaban dentro, finalmente la llamada fue respondida.
El plan falló,…- dijo con nerviosismo la mujer, sosteniendo con fuerza el auricular y a pesar de tener puesto el seguro en la puerta, no dejaba de observarla, como temiendo a que alguien entrara por ella-
Lo sé…- respondió la voz – lo solucionaré.
¿Estas ya en Japón?- preguntó, sin poder dejar de estar inquieta.
Si… sabrás pronto de mí…- continuo la voz – en cuanto me apoderé de Kagome Higurashi…
¿Apoderarte?... no se suponía que debías matarla – dijo la mujer casi gritando de la ira-
Tranquila Kikyo…- respondió con la voz en total calma – manejo nueva información, así que me será mas útil viva.
Naraku el trato era…- no alcanzó a concluir, cuando fue interrumpida por su interlocutor-
Cuando quieras te devuelvo tu paga- una risa sarcástica se escuchó al otro lado del teléfono y Kikyo solo concluyó la llamada, dando un severo golpe al auricular.
Cuando cruzó la puerta del pequeño departamento, sintió de inmediato la cola de su gato enredarse en sus piernas, lo miro con cariño, mientras se adentraba un poco mas en el lugar, se agacho hasta el animalito y lo tomo entre sus brazos.
Hola Buyo, mira alguien viene conmigo…él es Inuyasha- le dijo girándose un poco, para quedar al lado de joven quien agarro una de las patas delanteras del gato, como simulando un saludo.
Hola Buyo, un gusto conocerte – respondió cerrando luego la puerta
Kagome se dirigió hacía su habitación dejando al gato en el camino, mientras que Inuyasha observaba el lugar, tan carente de vida, lo que le pareció muy extraño, era como si no fuera el hogar de ella.
Así que aquí vives…- dijo el hombre tras de ella
Bueno mas o menos…- respondió – lo sabes…
Es tan…- hizo una pausa para buscar el concepto correcto, pero antes de hacerlo este le fue entregado.
Tan ¿impersonal?- preguntó sabiendo bien que la respuesta
Bueno… si – respondió, mientras ella solo sonrió
Este jamás ha sido un hogar para mí.
Aquel dialogo concluyó, con aquello, mientras la muchacha abría el cajón de un mueble en una de las esquinas y comenzó a sacar de ahí algunos artículos que Inuyasha comenzó a mirar con curiosidad, primero la fotografía de ella y un hombre que de inmediato supo que debía ser su padre, luego un saquito de tela negro, que observó curioso y una pulsera que ella mantuvo entre sus manos, y que de inmediato reconoció, la extendió en dirección al hombre, que la miró por unos segundos, antes de tomarla, pero en el momento en que lo hizo, tomó igualmente la misma delgada mano de ella y le abrochó el objeto alrededor de la muñeca, Kagome solo miraba su rostro, mientras él se encontraba fijo en el objeto.
Quiero que la conserves…- le dijo aún sin mirarla, acariciando la pulsera y la piel – fue un regalo de mi madre…
Kagome solo asintió en silencio, mientras acercaba su mano libre hasta el rostro de Inuyasha, quien en ese momento la miro, con aquellos ojos dorados que tanto le gustaban, la muchacha le regalo una sonrisa, como intentando apaciguar un poco el pesar en él, no se encontraba bien, ella lo sabía… todo parecía irse cerrando alrededor de ambos… era una trampa, lo presentían.
Inuyasha se llevó la mano de la mujer hasta los labios y la besó, oprimiéndola contra sus labios, con ímpetu, estaba inquieto, pero sabía que debía controlarse, no la dejaría sola en ningún momento, si la habían intentado matar era por algo…le costaba hacer aquella pregunta, pero si no tenía al menos una pista, cómo podía cuidar de ella.
Por qué crees que sucedió lo de la bomba…- consultó, ya sin poder mas con sus dudas, debía saber lo que fuera, de otro modo no la podría proteger.
La muchacha lo dirigió aún de la mano, hasta el borde de la cama y le pidió que se sentara, luego trajo entre sus manos la bolsa de género negro y la fotografía, primero retiró del interior del saquito, el fragmento de la Perla de Shikkon, y lo acercó a las manos de su acompañante, quién la miró nuevamente interrogante.
Sí…- confirmó ella, ante la pregunta silenciosa – este es un fragmento de la perla-… aún no esta purificado, lo rescaté antes de unirme a ustedes… - comenzó a relatar - … verás los guardianes de la perla de Shikkon, tenemos ciertos poderes espirituales que nos ayudan a mantenerla a salvo de la energía negativa, del mal, eso es parte de lo que me enseñó mi padre…- Inuyasha la observaba algo incrédulo, pues ese tipo de relatos mas bien obedecían a parte de la leyenda que rodeaba la joya-
¿Pero esa no es una leyenda?...- consultó -
Sé que es difícil creerlo, no te culpó…- dijo con total calma –
No dudó de ti…- exclamó algo presuroso, lo que menos quería era un mal entendido–
Tranquilo…-respondió tomando su mano y mirándolo con serenidad – te explicaré…
Así comenzó su relato, de cómo por generaciones la perla de Shikkon, había sido resguardada por sus antepasados, siendo traspasado el conocimiento de su purificación al siguiente guardián, el proceso era necesario, considerando el poder que la joya tenía, si era manejada con bondad, sería un elemento que atraería solo buenas nuevas, para gran parte de la humanidad, manteniendo el equilibrio, pero si caía en manos oscuras, los resultados serían inversos, ese era el mayor motivo por el cual ella personalmente intentaba reunir la perla, para purificarla de toda la maldad que la ha rodeado, desde que su padre murió.
Comprendo todo, pero…- Inuyasha continuaba dudando, no era algo normal, hablar de esta clase de ceremonias, al menos en esta época pues si bien se efectuaban, eran solo de apariencia -… cómo puedes purificarla…
Es un acto de fe…- respondió ella con toda tranquilidad, refutando cualquier otro argumento por parte de él.
Entraba el mayor de los hermanos en la habitación de Inuyasha, hacía mucho que no iba por él a aquel lado de la mansión, pero en esta oportunidad era urgente dar con su paradero, manejaba nueva información que no le agradaba para nada, después de todo le resultó útil pasarse gran parte del día con sus informantes y Sesshomaru era conciso, cuando decía que necesitaba algo de inmediato. Camino hasta la sala principal, bajando la gran escalera para encontrarse con el anciano que siempre se hallaba al pendiente de su medio hermano.
Myoga, ¿sabes en dónde esta Inuyasha?- su voz sonó seca y cortante, recibiendo una respuesta de inmediato.
No Señor Sesshomaru, él salió con la señorita Kagome – la contestación fue muy cortes, pero con un dejó de preocupación, a pesar de la falta de expresividad del mayor de los Taisho, él notó un dejo de intranquilidad.
Al menos esta con ella…- respondió, mas para si mismo que para el anciano junto a él, mientras caminaba hacía su despacho.
Kagome observaba al hombre dormir sobre su pequeña cama, sentada en el borde de ésta, habían estado la mayor parte del día en el departamento, sabía que tal vez a Inuyasha le resultaba algo difícil comprender lo que ella intentó explicarle, pero ya luego, con algo de suerte, cuando reunieran el resto de la perla, podría mostrarle de lo que hablaba. Acercó su mano hasta el cabello que caía algo desordenado sobre la frente del joven, la pulsera en su muñeca destello al encontrarse con un tímido rayo de luz, lo retiro con suavidad, casi como una caricia, no quería despertarlo aún, la tarde ya moría en el horizonte, deseaba hacer de cuenta que esta era un día normal y tranquilo, aunque solo fuera por unas horas, así que se dispuso a salir por ahí cerca y traer algo para cenar, aquel lugar pasaba vacío así que no manejaba comestibles en el, no sin antes susurrar muy bajito.
Te amo…
Rato más tarde la noche ya había llegado por completo e Inuyasha comenzaba a abrir algo perezoso los ojos, recorriendo con su dorada mirada el lugar, buscando algo en realidad preciado para él, la habitación se encontraba en las mismas condiciones en la que estaba cuando llegaron, de seguro la muchacha había guardado todo nuevamente en el mueble aquel, pero…¿dónde estaba ella?... se levantó con rapidez y recorrió el lugar, encontrando solo al gato, dormido en una silla, cuando ya se convenció de que no estaba en ningún lugar, tomo su teléfono celular y comenzó a marcar el numero de ella, para su sorpresa el aparatito, empezó a emitir un sonido desde la habitación.
Maldición, Kagome, dónde estas…- exclamó en voz alta, agitado.
Desde el atentado en Paris, no había podido estar tranquilo, se había prometido que no la dejaría sola, pero ella no estaba y lo peor era que no sabía en dónde se hallaba, miro la hora ya pasaban de las once de la noche, era imposible que ella estuviera buscando algo en alguna tienda a esta hora, salió del lugar, y se dirigió a la mansión, todo estaba con aquellas luces bajas que dejaban encendidas de noche, desde el departamento de Kagome hasta su residencia había una buena distancia, al entrar al lugar, se dirigió de forma inmediata a la habitación de la muchacha, pero ella no se hallaba, de pronto, antes de cerrar la puerta tras de él, se encontró con una figura pequeña.
Myoga, qué haces aquí…- consultó extrañado… ya es tarde…
El anciano extendió su mano hasta él y le entregó un sobre blanco sin remitente, luego de aquello se retiró en silencio, Inuyasha miró lo que acababa de recibir con temor, por el peso de el, visiblemente traía mas que una nota, por alguna razón sintió un hilo de hielo recorrer su espalda, esta misiva le resultaba muy sospechosa, sobre todo ahora que no lograba dar con el paradero de Kagome. Giro el sobre y lo abrió, vaciando el contenido de este en su mano, para encontrarse con la grotesca sorpresa, de que se trataba de la pulsera que le había regalado su madre, sintió como la sangre le ardía en las venas, oprimió el objeto en su mano y saco el resto del contenido del mensaje, efectivamente había una nota.
"Inuyasha:
Como habrás podido comprobar, tengo en mi poder algo muy valioso para ti, pues bien, este es el trato, debes traerme los dos fragmentos faltantes de la perla de Shikkon, al lugar en el cual estuvo el Templo Higurashi, antes del atardecer de mañana, si quieres a esta preciosura de vuelta…
Naraku"
Maldición – exclamó entre dientes, mientras golpeaba con su puño una de las paredes del pasillo, intentando controlar la ira que iba creciendo en su interior, no podía permitir que algo malo le sucediera a Kagome, sus ojos fulguraban -… ese miserable me las pagará…
Continuara…
Hola, gracias nuevamente por llegar hasta aquí, y aunque me prometí que les agradecería a cada uno por separado en este capítulo…puff, creo que al final, no, pero de todos modos déjenme contarles que leo cada uno de sus mensajitos y los atesoro, con respecto a la historia, creo que no le quedan mas de dos capítulos de vida, pero le estoy poniendo el mayor esfuerzo para que sea bueno.
Besitos
Anyara
