Capitulo XVIII

De amor y de odio

Una vez entrando en el salón de vuelta, se sintieron extrañamente observados, este tipo de reuniones no le eran del todo gratas a Inuyasha, pero eran algo necesario para el futuro de los negocios de la familia. Una serie de ojos se posaron sobre la pareja que ingresó firmemente tomada de la mano, el joven ignorando por completo el hecho, le propuso a Kagome una nueva pieza de baile, mientras que ya en la pista un poco alejados de ellos, se veía a un hombre maduro, de larga cabellera plateada sosteniendo con suavidad de la cintura a una mujer, de esbelta figura, envuelta en una tela de color damasco. El semblante de Sesshomaru, como siempre no expresaba demasiado, pero el agarré firme con el que sostenía a la joven le indicaban a todo el mundo una pertenencia.

-¿Estas bien, ¿no quieres descansar?- consultó el hombre con aquella voz profunda que poseía y que a Rin tanto le gustaba.

-¿Tan pronto te cansaste? — Interrogó con algo de burla la mujer - … creo que los años te están afectando — concluyó riendo alegremente.

-No abuses de mi paciencia Rin…- comentó con disimulo, lo que logró que la sonrisa en los labios de la joven se acentuara aún más, provocando una muy leve en los de su acompañante.

Era extraño, pero desde que las cosas en la mansión se habían normalizado, Sesshomaru casi no pasaba tiempo en ella, la Perla de Shikkon estaba en las manos de quien siempre debió estar y los hermanos muy en privado, cruzaron algunas palabras que a su manera eran una especie de tregua. Simplemente ya no pasaba las noches en aquella enorme cama renacentista que se erguía en su habitación, por el contrario, se abrazaba muy fuertemente al pequeño cuerpo de Rin, quien lo mimaba con incontables caricias, sintiendo aquel departamento como su hogar, claro que ya tenía más que decidido que la cama sería reemplazada por una más amplia, de los contrario temía que cualquier día en el que soltara de su abrazo a la muchacha ésta caería… pero no estaba muy seguro de que un mueble como el que él tenía en mente, entraría por la angosta puerta… definitivamente tendrían que mudarse a un departamento más grande.

Estaba una vez más en medio de la pista de baile abrazándose a Kagome, con el recato justo para no salirse de las normas sociales que dichos eventos marcaban, era algo molesto si lo que deseabas era tener una noche romántica, pero era estrictamente necesario cuando no deseabas ser acosado por las chicas solteras que siempre rondaban, Inuyasha no podía negar que en más de alguna oportunidad salió minutos antes que alguna de las bellas asistentes a algún evento similar a este, esperándola dentro de su vehículo y perdiéndose con ella en la noche de la gran ciudad, pero jamás sintió el corazón paralizarse del modo que lo hacía cuando sentía a Kagome respirar en su oído o sus blancas y delicadas manos posarse sobre su piel, aquellas mismas manos que miro incrédulo, como fueron capaces de unir los fragmentos de la perla de Shikkon, que en este momento reposaba imperturbable y de forma provisoria, dentro de una nueva caja de seguridad instalada tras el cuadro restaurado de el patriarca de su familia, Inu Taisho. Le parecía simplemente increíble el recuerdo de Kagome envuelta en una resplandeciente luz de color rosa, la que irradiaba una asombrosa paz, "es una prueba de fe"… fue lo que ella dijo cuando intentó explicarle aquello que a él más le parecía una leyenda, pero al confirmarlo tanto con sus ojos como con sus sentidos, no pudo menos que inclinarse ante la sacerdotisa capaz de emanar semejante poder espiritual. Pero ahora entre sus brazos solo parecía una humana más, claro que la calidez de su alma era innegable, tal ves era aquello lo que de forma inconsciente logró ver y de lo que se enamoró tan perdidamente.

-Dame un beso…- pidió Inuyasha con suavidad, observando los oscuros ojos de la muchacha que se movía de forma tenue al compás de la música.

-¿Aquí?...- preguntó incrédula, manteniendo el mismo tono suave que él había usado

-Sí…aquí…- confirmó, mientras ajustaba el agarre tras la espalda de Kagome, deseando pegarla a él, pero conteniendo las ansias.

-Inuyasha…- dijo intentando persuadirlo.

-Kagome…- respondió dejando en claro que no desistiría.

La joven sonrió levemente y se estiró solo un poco, ya que la altura de su calzado la ayudaba bastante, rozó con suavidad los labios de Inuyasha dejando en ellos un pequeño beso, dulce, pero demasiado correcto para el gusto del muchacho, alejándose de inmediato.

-¿Eso no lo puedes considerar un beso?...- consultó y afirmó al mismo tiempo, arrugando algo el ceño intentando apresarla con aquella posesión que lo caracterizaba y que la mujer disfrutaba tanto.

-Debo ir al tocador…- pidió con diligencia antes de que la terminara por encerrar entre sus brazos, no era que no lo deseara, pero no deseaba ser al día siguiente la comidilla de alguna revista, ya que conocía bien en los que terminaban los abrazos de aquel joven, que una vez que comenzaba a besarla y acariciarlo, la hacía olvidar por completo la decencia y todo a su alrededor… y después de todo deseaba disfrutar un tiempo en privado su noviazgo.

-Esta bien…- consintió el hombre con desgano, soltando de forma paulatina su mano de la cintura, deslizándola hasta que se encontró con ellas vacías.

Sintió como se le helaba la sangre, pro completo a través del cuerpo, veía todo lentamente, como si pasara ante sus ojos cuadro por cuadro. Naraku estaba a punto de hacer estallar aquella bomba instalada al borde del pozo, lo que no podía significar otra cosa que le fin de ambos… Kagome y él… se dejó caer dentro del oscuro agujero, esperando que en cualquier momento se escuchara el estruendo que de seguro a aquella distancia y acentuado por el eco del lugar en el que se hallaban les rompería los tímpanos, llegó hasta el fondo y con la escasa luz con que sus ojos contaban vislumbro la figura de la joven a la cual se abrazó para protegerla de los restos que deberían caer ante la explosión, pero aunque espero nada sucedió, entonces escuchó la voz ronca y algo preocupada de Sesshomaru voceando su nombre, respondió sin pensarlo demasiado sin dejar de mirar a Kagome, entre la escasa visibilidad, busco como liberarla, comenzando por su boca lugar que no esperó para cubrir nuevamente, esta vez con un beso.

-Yo sentí miedo Kagome… miedo de que algo malo te sucediera y que yo no lograra protegerte.

Se enteró pocos instantes después de que gracias a la intervención de su amigo Miroku, la bomba no alcanzó a detonar, ya que él bloqueo la señal y de este modo frustró la acción de Naraku.

La miro alejarse, teniendo de pronto el recuerdo del temor que se apoderó de él ante la posibilidad de perderla y por un impulso casi instintivo decidió seguirla, sabía que no existía peligro en este lugar, los asistentes a aquella gala eran el resultado de lo más selecto de la sociedad y aunque sabía que ese maldito hombre que la intentó dañas, aún sin un motivo claro, estaba en prisión, seguía sin sentirse plenamente en calma. La vio a algunos metros de distancia entrar en aquella habitación de puerta color marfil, dentro debía de estar lleno de mujeres retocando sus rostros y cuchicheando sobre el vestido o el peinado de alguna otra, ya lo sabía él. Se acercó lentamente para no despertar sospechas y evitar ser observado, tenía ya cierta habilidad para pasar inadvertido si lo deseaba. La puerta por donde Kagome se había perdido se abrió, permitiéndole chequear el lugar de una sola mirada, gracias a un gran espejo que se encontraba en una de las paredes, y vaya sorpresa la que se llevó al notar que ella se encontraba completamente sola, una señora algo mayor que fue la que salió de la habitación le dio al joven "espía", una mirada molesta, pero Inuyasha solo la ignoró, observando tras de él para asegurarse de que nadie lo viera.

Kagome estaba contemplándose en el espejo, agradeciendo el encontrarse sola, no le gustaban del todo las conversaciones vanas que sostenían algunas de las asistentes. Terminaba de arreglar un rizo rebelde que se empeñaba en caer sobre su hombro, rezongando suavemente en contra del estilista que la había preparado, asegurando que el peinado le duraría toda la noche, cuando miró de forma descuidada hacía la puerta que se abría, tuvo que volver a enfocar, ya que no podía creer quién era el que acercaba hacía ella con desenfado.

-Inuyasha…¿qué crees que haces?- preguntó demasiado inquieta, observando la entrada tras de él.

-Vengo por un beso real…- respondió acercándola con su mano, tomada de la cintura.

.Inuyasha por favor… nos pueden descubrir, te imagi…- no alcanzó a terminar la frase, cuando fue callada por los labios de él que la besaron hambrientos pero incluso aquel beso, debió ser interrumpido al sentir el sonido de unos tacones aproximarse por el frío piso de mármol.

-Shhh…- fue el ruido que Inuyasha hizo con su dedo oprimiendo sus propios labios, mientras que la obligaba a retroceder aún abrazada y entró en uno de los privados que se encontraban a un costado, el espacio no era demasiado amplio, pero perfectamente podían quedar ambos en el lugar.

La apretó contra la pared de un modo demasiado íntimo, observando hacía atrás para asegurarse de no haber sido vistos, por lo que parecían un par de amigas, Kagome no pudo evitar pensar en lo guapo que se veía sonriendo como un niño travieso en el momento en que volvió a enfocar sus ojos dorados que la desarmaban en los suyos, ocasionándole un desasosiego imprevisto, de seguro no se había dado cuenta de lo que estaba produciendo en ella, con su tan estrecha cercanía.

-No deberíamos…- quiso reprenderlo por la situación en que los había puesto, si alguien los encontraba en aquel lugar de seguro los comentarios no serían pocos y lo menos que quería era que ahora que él y Sesshomaru parecían llevarse un poco mejor, fueran a discutir por un escándalo, pero Inuyasha la interrumpió poniendo los dedos de su mano extendida sobre los labios, obligándola a cerrarlos, mirando nuevamente hacía atrás, sin dejar aún de sonreír divertido por estar escuchando la conversación tan de "toilette" que mantenían, las mujeres fuera del reducido espacio en el que la pareja se encontraba , miró a Kagome indicándole que lo acompañara en su juego y ella finalmente se dio por vencida, no había nada que pudiera hacer, sabía que Inuyasha podía ser dulcemente testarudo, así que prestó atención al igual que él.

-¿Viste lo guapo que se ve esta noche Sesshomaru? – consultó una de las mujeres a la otra, dos muchachas de alrededor de los veintidós a veinticinco años, bastante atractivas por cierto, mirándose en el gran espejo y ordenando su apariencia con calma.

-Si… lo vi, pero lamentablemente para ti, vino con compañía – agregó la otra.

-Sí lo sé, pero a él no le duran más que unas semanas las novias – se conformaba la primera, que al parecer llevaba tiempo esperando su turno.

Mientras que Inuyasha y Kagome permanecían silenciosos y quietos, escuchando ya entretenidos, ambos, los comentarios sobre Sesshomaru, el hombre tenía tomada firmemente la cintura de ella y podía percibir a la perfección el aroma que emanaba, intentando no perder su concentración en la amena conversación que se desarrollaba a metros de ellos.

-No creas, esta muchacha de hoy se nota diferente…¿viste cómo la lleva tomada a todo lugar, jamás lo vi hacer eso con ninguna – dijo haciendo un gesto de desaliento – y he asistido a varias reuniones en las que ha estado.

-Bueno…- se resignó la interesada – y no nos queda ni el hermano de repuesto.

-¿Qué dices, ¿repuesto?..., vaya niña, ese si que es un bombón – dijo logrando que Kagome frunciera el ceño molesta, ante la sonrisa abierta de su captor.

-No me refiero a eso ¿viste el anillo en el dedo de su acompañante?...claramente es de compromiso.

En ese momento ambos se miraron incrédulos de lo fijada que podían ser algunas personas, no llevaba ni una hora desde que Inuyasha se lo había entregado y ya había sido notado por asistentes a los que ni siquiera conocían.

-No lo creo, ése no es de lo que se comprometen…- continuó -… ¿te conté que mi prima de Kyoto salió con él?...- en ese momento Kagome sentía unos deseos increíbles de pellizcar a Inuyasha, quien poco a poco dejaba de sonreír, presintiendo que este espionaje no terminaría del todo bien.

-No, no me lo había contado.

.Bueno pues si, y dice que tiene un hermoso trasero

Aquello fue suficiente, Inuyasha jamás pensó que aquella conversación terminaría involucrándolo tan íntimamente, cuando la mujer continuaba contando detalles personales de lo que su prima le confió acerca del aludido, Kagome ya estaba a punto de estallar.

-De todas maneras, envidio la noche que le dará a esa mujer con la que bailaba – continuaba la chica frente al espejo – ya que mi prima dice que es un salvaje.

Kagome se quedó mirando a Inuyasha, con una expresión bastante indescifrable, él por su parte, sintió como de pronto se le encendieron las mejillas ante el comentario que acababan de escuchar, la joven que permanecía entre sus brazos no emitía la más mínima palabra, lo que lo llevó a pensar que el malestar de ella era enorme, pero de pronto fue sorprendido por las manos de Kagome que se posaban en su cuello y su nuca, acercándolo y sin esperar más besarlo, el hombre aún con los ojos abiertos tardó unos segundos en asimilar lo que estaba sucediendo y solo entonces cerró los suyos y se dejó besar, al parecer los comentarios en lugar de formar un abismo entre la pareja, habían servido de aliciente, él prosiguió bajando sus manos sin preguntar hasta las caderas de la muchacha y luego una de ellas delineando su muslo, recogiendo poco a poco la tela del vestido, para encontrarse con la piel desnuda y tomando la extremidad la alzó, en una caricia muy íntima y pasional, ayudando a Kagome a mantener el equilibrio presionándola contra la pared, soltando un gemido ronco y profundo, ante la excitación que ya sentía, siendo respondido de inmediato por uno que se escapó entre los besos desde ala garganta de la mujer. Fue entonces que las voces de las mujeres fuera del privado, por primera vez en minutos se silenciaron y ellos se miraron, como averiguando qué hacer. Inuyasha la soltó del agarre y tomo su mano, acomodando un poco su ropa y abrió la puerta que los separaba del resto de la habitación ante la mirada incrédula de las mujeres, caminaron en dirección a la salida, pero no sin que él se detuviera antes frente a una de ellas.

-Dile a tu prima, que agradezco su discreción – las palabras salieron de su boca con notable sarcasmo y una sonrisa se dibujo en sus labios.

Tras aquellas palabras abandonaron por entre los invitados el lugar, de seguro al día siguiente encabezarían las páginas rosas de cada periódico de la ciudad, pero la verdad que más daba.

Sesshomaru se quedó mirando hacía el lugar desde el que venía un evidente ruido de comentarios algo asombrados que se perdían entre los acordes de la música, notando entre el tumulto que se comenzaba a formar, la cabellera oscura de su hermano. Movió la cabeza en señal de negación, pensando en lo poco recatado que resultaba ser Inuyasha, se ponía en evidencia justo en plena reunión, sabiendo que se convertiría en la comidilla de todos. Entonces fue que sintió la mano de su acompañante posarse en su brazo.

-No te molestes… ¿no ves que son felices?...- dijo Rin con toda calma, logrando que el hombre de ojos dorados la mirara asombrado, todo para ella era tan simple y sin embargo con sus palabras lograba mostrarle una cara diferente de una misma situación, tal ves era aquel uno de los motivos que lo enamoraba cada vez más, …un momento ¿él estaba pensando en estar enamorado?...y entonces, por primera vez en público sus labios mostraron una gentil sonrisa.

-Te amo…- susurró ante la mirada asombrada de la mujer, que lo observó con aquellos ojos vivaces que le enseñaban lo maravillosos que era vivir.

La puerta de la habitación se abrió permitiendo el paso de dos figuras tan unidas que entre las sombras que los cercaban perfectamente parecían uno. Inuyasha traía a Kagome pegada a él con una mano justo en el quiebre de la espalda y con la otra enredada en el cabello que ya estaba lejos de conservar aquel peinado que se suponía debía permanecer intacto por toda una noche, cerró con el pie, dejando un eco en el pasillo, sin preocuparse por molestar a alguien, los sirvientes descansaban lejos de ahí.

Comenzó a guiar a la muchacha al borde de la gran cama perteneciente a su habitación, hasta soltarla de forma lenta sin mucho deseo de hacerlo, para que ella quedara sentada, se quitó la chaqueta que fue a dar a algún lugar del piso, para luego tomar con delicadeza los pies de la mujer y deshacerse del calzado, se puso de pie nuevamente, ya que su idea original, era retozar con ella por un largo tiempo en el jacuzzi burbujeante, pero Kagome lo sorprendió sosteniéndolo por la cintura del pantalón, atrayéndolo y comenzando a desabrochar la cremallera, el hombre solo se dedico a observar el andar de las manos de la mujer, que con sus delgados dedos iba hurgando sin tardar demasiado en hallar el objeto de su búsqueda, que se encontraba en un estado de alerta, como esperando por ella, para entregarse a la tarea de acariciarlo con sus labios, lo que produjo en Inuyasha un inmediato gemido, cerrando los ojos y enredando los dedos en los ya desordenados rizos de Kagome, la que parecía satisfecha con los sonidos que el joven emitía, mientras que él sentía como las piernas comenzaban a fallarle, era algo exquisito, recibir los roces que ella le brindaba con su lengua, emitiendo suaves sonidos que no lograban salir de su garganta debido al bloqueo en su boca.

Sentía que en cualquier momento iba a desfallecer debido al tratamiento que Kagome le estaba entregando, por lo que decidió tomar el rostro de la muchacha entre sus manos y arrebatarle lo que ella estaba considerando casi como un caramelo, debido al berrinche que mostraba. Lo que ocasionó una amplia sonrisa en Inuyasha, la observó mientras terminaba de quitarse el pantalón, y con la camisa abierta se le fue arrojando encima abrigándola con su cuerpo, mientras dejaba que sus manos se perdieran bajo la tela del vestido, rozando con suavidad la piel de sus piernas y subiendo por ellas.

-Me encantas…- le susurró al oído mientras escuchaba las suplicas de ella que se iba perdiendo en sus propias sensaciones.

-Inuyasha…- suspiro su nombre la mujer, permitiendo que a él se le erizara la piel, una vez más, siempre conseguía aquello con solo escuchar su nombre salido de la boca e Kagome y ella lo sabía, en el tiempo que llevan habían logrado complementarse de un modo impecable.

Besó con vehemencia el pálido cuello de ella, quien se arqueaba ante las caricias, todos aquellos besos que guardaban un gran deseo de amarla, de que sus manos y sus labios le hablaran de lo mucho que la necesitaba. La sostuvo con la espalda a centímetros de la cama por algunos instantes, mientras que su otra mano bajaba el broche del vestido, deslizándolo para deshacerse de él, y dejarla solo con una pequeña pieza de encaje que cubría su intimidad.

La observaba, ahí medio sentado sobre ella, cuidando de no cargar demasiado su peso, mirándola ayudado por la tenue luz de una lámpara que se decidió a encender, la camisa blanca de seda que en algún momento vistió, reposaba en este momento junto a la tela azul oscuro que antes vestía ella. Kagome tenía sus mejillas algo sonrosadas por el corre de la sangre y su pecho respirando con rapidez, sus senos, al menos para sus ojos, perfectos, del tamaño exacto para ser acariciados y el cabello revuelto sobre la cama… difícilmente algún día podría dejar de amarla y acercó sus manos hasta las formas de su cuerpo, que suplicaban por ser acariciadas, tomando con delicadeza las porciones de piel, mientras que Kagome volvía a gemir su nombre electrizándolo.

-Te…amo – le dijo él, antes de perderse por su pecho y su vientre, siguiendo con su lengua el camino que lo llevaría al húmedo tesoro que ella ocultaba entre sus piernas, deseosos de probarlo y beberse su dulce sabor… y lo hizo…

Se deleitaba escuchando el sin fin de palabras algo confusas que Kagome iba emitiendo, mientras que se sostenía con fuerza de sus caderas hundiendo en los costados los pulgares aferrándola más, como si aquello le permitiera adentrar más su traviesa lengua en aquellos parajes.

Kagome que parecía que ya no resistiría mucho más, comenzó a rasgar con suavidad la espalde de Inuyasha con sus uñas, el que parecía no percibir el hecho, demasiado concentrado en su labor, pero el sonido de las suplicas de la muchacha lo alertaron, y comenzó a deslizar sus manos, elevándolas, y tocando con suavidad la piel desnuda, hasta llegar a los senos de la muchacha los que demostraban al tacto y a la vista el grado de excitación en el que se encontraba, palpó con delicadeza sus formas y se decidió a subir nuevamente parra atrapar su boca, logrando una extraña mezcla entre su saliva y el rastro de humedad que traía, Kagome sin reparar en ello, comenzó a devorarlo a besos, con la respiración agitada y divagando entre un mar de sensaciones, deseando aferrarlo y formando con sus piernas una prisión para él de la que no quería escapar, adentrándose en la calidez de sus formas, mientras que dejaba escapar el aire que contenía producto de la ansiedad, moviéndose como un felino sobre la muchacha con lentitud y precisión en tanto el sudor le humedecía el cuerpo al igual que a la mujer que gemía bajo su figura, siguiendo el ritmo profundo que él iniciaba, disfrutando, desenfocando sus sentidos haciéndolos parte de un todo, con el entorno y con él, sin dejar espacio para nada racional, lo único reinante era el amor y la exquisita forma física en que se lo profesaban.

-Inuya…sha…- jadeaba la joven, aferrándose más al cuerpo empapado de su amante, que la mantenía fieramente sostenida.

-Oh…Kagome…- respondía con el rostro hundido en el cabello azabache y la voz desvanecida, casi ahogando sus palabras en el, comenzando a aferrarla con las manos tras su espalda, sosteniéndola por los hombros para obtener un mayor apoyo y entrar por completo, sin dejar espacio entre los cuerpos, apretando los dientes, y soltándolos para gemir cada vez con intervalos menores, inundando el aire de palabras a medio pronunciar.

Kagome por su parte le suplicaba para que no se detuviera e Inuyasha le obedecía acentuando cada vez más sus movimientos, los que ya no le deban tregua. El elevó su rostro con los ojos cerrados por un momento, apoyando todo el peso de su cuerpo sobre los antebrazos mientras que continuaba de forma impetuosa con las embestidas, que le eran devueltas lo mejor posible, abrió los ojos para observarla con un dorado encendido por el fuego en sus entrañas, necesitaba saber en que estado estaba ella, necesitaba saber si estaba tan cerca como él de morir en sus brazos. El cabello oscuro cayendo por la espalda que en estos momentos definía perfectamente sus músculos, mojados por el sudor, mientras que Kagome musitaba ruegos y mordía a momentos sus labios, hasta que comenzó a agonizar en espera del final, consumiéndose el aire que los rodeaba… y entonces fue que Inuyasha apresuró aún más sus movimientos, agotándose la energía que le quedaba, bebiendo el aire que ella liberaba, exprimiendo hasta el último ápice de oxigeno en éste.

-Be…same…- Kagome suplico sin aliento y él simplemente acató sin voluntad ya, sabiendo que estaban a segundos de renacer, de ser los protagonistas de la más sublime explosión e vida, el fin y el inicio, un acto tan apasionado que solo puede ser perfecto cuando se efectúa con amor.

Inuyasha permaneció sobre el cuerpo de su amada hasta que logró regularizar su respiración, rodeado de aquel increíble aroma a sexo, lo que marcaba en el aire el momento íntimo que acababan de compartir. Era exquisito y surrealista perderse en aquel perfume natural.

Kagome se acomodo, de modo que el rostro de él quedara cómodamente apoyado en su pecho, siendo mimada por suaves besos que el hombre le dejaba.

-Que se mueran de envidia – dijo Kagome, provocando la mirada algo confusa de él.

-¿Quiénes? – consultó

-Las mujeres que ya no te tocarán – respondió con calma, dándole a entender que aquel comentario derivaba de la conversación que había escuchado y comprendiendo entonces la extraña actitud de pertenencia que ella había adoptado – por que tú eres mío…

Inuyasha se abrazó al cuerpo pálido de su mujer con más prestancia, mientras que ella enlazaba los dedos en el oscuro cabello, acariciándolo.

-¿Sabías que te amo?...- consultó él…

Al entrar los rayos del una bastante avanzada mañana por entre las cortinas altas de la habitación de Inuyasha, Kagome observó el lugar vacío junto a ella y se incorporó en la cama, miró algo confusa a su alrededor, la puerta del baño estaba abierta, cerraba los ojos y los volvía a abrir, espantando el sueño en ellos. Se puso de pie y se anudo una bata de levantarse que pertenecía a su ahora casi esposo, se rascó sin mucha sensualidad la cabeza, sentía el cabello enmarañado, se miró a un espejo que estaba antes de la puerta de salida y comprobó que así se encontraba, lo extendió un poco con los dedos, logrando verse algo más decente y salió por los largos pasillos de la mansión, en busca de un preciado ser que se le había extraviado.

El lugar parecía completamente deshabitado, sabía ella que ya prácticamente nadie venía a dormir acá, de hecho lo comprobó al saber que hasta Sesshomaru había encontrado su propio nidito, se dirigió hasta la cocina, fue el primer lugar en el que se le ocurrió que podía hallar a Inuyasha, conociendo su voraz a petito. Se acercó hasta la puerta y con la mejor sonrisa que tenía, ya que se sentía alegre y despreocupada, de seguro podría compartir un día completo en compañía de él, pero en cuanto entró al lugar, su rostro se tenso, y sus ojos de forma inmediata se llenaron de lagrimas, rogando por que lo que estaba viendo, no fuera otra cosa más que un mal sueño y despertar realmente.

-Entrégame la Perla de Shikkon, antes de que le atraviesen le garganta con el cuchillo

Naraku permanecía apoyado en el borde de uno de los muebles de aquella amplia cocina, mientras que otro hombre, sostenía a Inuyasha con un brazo por el cuello, y un cuchillo de los mismos que habían en aquel lugar, amenazando con hundirse en su yugular, una cinta adhesiva, sellando su boca y sus ojos dorados suplicantes y fijos en ella…

Continuara…

N.A.: que mala soy para dejar estas notas… bueno el asunto es que el capitulo ha estado un poco más "explicito" que lo que acostumbró, pero creo que es por uqe ya no me asusta tanto y me encanta escribir lemon, son mi razón de ser… jejej… si lo sé, soy una digna discípula de Miroku… pero bueno… tiene un poquitito de todo, humor, romance, de ese tiene bastante, y acción, jejeje, tenía que dejarlos metidos… intentaré actualizar más rápido ¿si? Y dejen revies o rewies, o como sea, de esas cosas en donde me dicen que les parece.

Besitos y disfrútenlo

Anyara