Ídem: Mejores amigos

Título: Ídem: Mejores amigos

Autora: Nabichan Saotome

Género: Angst, lemon slash.

Rating: R

Pareja: Harry x Ron, menciones de Ron x Hermione

Resumen: Pequé de tus labios aún tú perteneciendo a alguien más, probé tu cuerpo exquisito, te demostré sin palabras que ante todo somos mejores amigos; pero no volvamos a tocar el tema.

Notas: Ésta es la primera vez que contesto a un reto (lubricus), pero haré mi mejor esfuerzo. No me hago del rogar, si recibo peticiones soy capaz de continuar este fic, vean, escribo para ustedes. (Post Ootp)

Palabra: Ruin. 1. Vil, bajo y despreciable. 2. Dicho de una persona: Baja, de malas costumbres y procedimientos.

Atrapado entre cuatro paredes nuevamente. Harry bajó la mirada hacia sí mismo, observando las manos sobre sus piernas flexionadas en un movimiento anímico, difícilmente notando su propia presencia dentro de la muda habitación. Si se concentraba, si ponía todo de sí en eternizarse despierto, podía escuchar la televisión encendida a muy pocos centímetros del rostro de Dudley quien en esos instantes, podía saberlo por el cielo cubierto de diversos tonos de anaranjados y hermosos rojizos que no alcanzaban a llamar su atención, observaba su programa favorito. Un morboso programa de actividades forenses.

Suspiró, liberando su pecho de todo sentimiento negativo al exhalar el cálido aliento a través de los labios entreabiertos en una mueca triste; aunque sólo fue durante unos instantes pues tan pronto retomó por inercia a respirar, el aire faltante, la melancolía volvió y redobló sus esfuerzos en atormentarlo.

Nuevamente exhaló su aburrimiento, esta vez sí recobrando conciencia de sí mismo y la incómoda existencia.

Faltaba poco para su cumpleaños, escasas horas. Pero no podía esperar para recibir noticias de sus mejores amigos, con la mortificada esperanza que ese año no lo olvidaran. No cuando la herida en su pecho causada por el desgarre de un fiero animal aún sangraba, donde alguna vez hubo trozos de corazón especialmente dedicados a su padrino, que en la paz que la vida le negó durante casi quince años, descansara. No sabía qué haría sin ellos en un estado de recuperación incomprensible para ajenos.

No sólo era la oportunidad de dejar a los Dursley, pensar y sentir eso sería egoísta y el dolor no sería tan insoportable, no, era perder al que por momentos querido camaleón era padre, en otros amigo, tutor y esperanza. El símbolo viviente que todo aquello arrebatado de alguna forma sería reemplazado con el tiempo. Sí, había creído, posteriormente pisoteado y maldecido la ilusión que Dios, ¡oh gran y omnipresente destino!, le devolvería con una nota de disculpa escrita en nubes de algodón la infancia feliz que él merecía y no había obtenido. Sin embargo, tan pronto Sirius cayó tras el velo, la realidad le aventó a la cara su título de "Niño-que-vivió", uniendo el eslabón de una larga cadena de desgracias que sostenía su cuello. Un fuerte tirón y cayó del cielo el pequeño ángel.

Sólo sus amigos le sostenían a la vida, ellos daban sentido a cada momento encerrado en el segundo dormitorio de Dudley, a comer sobras que tía Petunia deslizaba en un plato frío, a través de la pequeña puerta instalada en el borde de la entrada, un vaso de agua a la mitad, el permiso de salir dos veces, de mañana y noche, al baño. Una de ellas la ocupaba el adolescente para darse una ducha, preferentemente cuando la tarde caía en el manto de la oscuridad y se iba a dormir entre sus brazos lleno de estrellas y la luna.

Lo cual haría tan pronto pasaran aproximadamente tres horas, Vernon estático frente a su puerta gruñera incoherente maldición y quitara los seguros.

Se mordió la lengua, intentando contenerse, ser fuerte, seguir siendo él mismo y su esfuerzo, solo, el Salvador...el...

'Al diablo'

Tomó las cartas que descansaban a su lado, igualmente sobre el colchón delgado y sin arreglar cuyas sábanas mohosas se hallaban sucias ya, pues la hermana de su madre no le permitiría salir ni siquiera para lavar su propio estropicio hasta que cubriera su merecido castigo.

Porque Harry tenía que admitir, aunque orgulloso mientras arrepentido, había liado una buena travesura con la indirecta ayuda de Fred y George.

--Flash back--

Su primo que siguiendo a regañadientes y sólo en ocasiones, su dieta, estaba sentado en la sala como siempre, retorciéndose las manos mientras observaba uno de los tantos comerciales sobre comida y restaurantes famosos en los que la alta sociedad se codeaba con las estrellas y cantantes famosos del espectáculo. La crema y nata. Nada entretenido.

En su cabeza había aparecido una divertida idea que haría desaparecer su aburrimiento y estrés. Corrió hacia su cuarto, volviendo con una bolsita llena de dulces pertenecientes a Artilugios Weasley en la mano izquierda en tanto en la otra portaba con cuidado tres grageas muy parecidas a las otras para el ojo común, pero para él y todos los chicos Gryffindor era más que evidente la imperceptible diferencia que a pesar de todo no podía definir con palabras. Simplemente no podía. Combinó ambas en la bolsita transparente, con una sonrisa maquiavélica.

Se sentó al lado de su primo en el pequeño espacio que quedaba del enorme sillón como quien no quiere la cosa, con un aire infantil tan inocente y amable que los gemelos habrían sabido de sus intenciones no eran buenas. Metió mano a los dulces, escogiendo una Gragea seguramente de col y empujándola hasta su lengua con un ligero contacto de sus dedos.

Masticó el sabor a (no podía creerlo) chocolate blanco con total delicia, observando el programa de entrevistas que Dudley apenas si observaba pues había llamado su atención. Harry sonrió mentalmente. Cogió otra gragea y antes de que la alzara hasta su boca, la bolsa le fue arrebatada y el suplicio comenzó.

Lo siguiente que supo fue que Dudley se hallaba morado, tenía una grave hemorragia en la nariz, sus dedos habían desaparecido y se hallaba gimoteando como un cerdo a mitad de la cocina, donde sus padres le observaban con terror, Petunia gritaba. Vernon sin embargo apreció a su sobrino que se partía de risa, con las mejillas totalmente sonrojadas, señalándolo y tras recuperar el aire, riendo con lo poco de voz a carcajadas que tenía.

Las consecuencias fueron más que obvias.

--Fin del Flash--

Afortunadamente su contacto con la Orden evitaba que el encierro fuese completo y esa vez no colocaron rejas en su ventana; pudiendo recibir todos los pésames y consuelos de parte de sus amigos, lo cual era por momentos reconfortante.

Desdobló el pergamino que Pigwidgeon entre tumbos y accidentes había llevado hasta su casa durante los primeros días, apenas soportando el peso de los dulces que fueron adjuntos a la breve, nerviosa carta, leída docenas de veces por el destinatario.

Harry: Ey, Harry, ¿Cómo vas con los Dursley? Mamá y papá dicen que no nos preocupemos, que todo está bajo control, pero sé que a mí no puedes mentirme. El otro día mamá se soltó a llorar cuando vio mi insignia de prefecto, aún está sensible por tú-sabes, total, espero que se le pase cuando llegues; escondí la placa en el jardín así que no la verá en mucho tiempo, eso si los gnomos no se la llevan antes, lo cual nos haría muy felices. Fred y George te envían esto, su tienda va perfectamente, ¡No dudo que compitan con Zonko!

PD: Platiqué con Hermione el lunes, se oía muy rara ¿Tú sabes qué le pasa?

Ron.

Suspiró, claro que sabía lo que pasaba, su amiga misma se lo había aclarado entre divagaciones y frases sueltas al azar: Estaba enamorada de Ron. Claro, las palabras así, claras y concisas, sorprendentemente no habían surgido de sus labios mientras hablaban por teléfono, él había captado la idea un poco después, cuando Hermione estaba a punto de explotar, harta de tener que explicar ese tipo de cosas a alguien que a leguas se notaba inexperto en el asunto de emociones. "Te refieres a...Ron y tú, ¿no? Sí...ya lo sabía. ¿Yo? Pero...Herm...pues...mmmhhh... ¿díselo?" un gracias que sonó a sincero y momentos después se hallaba totalmente solo a mitad de la sala, con el molesto pitar del teléfono anunciándole que su interlocutora había colgado. "Chicas". Lo sabía, incluso verificado por la propia dueña, pero no se le diría Ron, así que se abstuvo de responder cualquier correspondencia de su amigo que con el paso de los días iba poniéndose más nervioso por la insistencia de Hermione en hablar de "Los dos".

Su curiosidad fue saciada con la llegada de una nota de Hermione especialmente feliz y nerviosa, así como unos deliciosos chocolates incluidos.

Es oficial, Harry.

Gracias,

Hermione.

Harry sorprendentemente, no se hallaba en absoluto feliz cuando le llegó aquella respuesta, sentía el estómago vacío, la garganta obstruida y un extraño presentimiento de que aquella relación rompería con el trío. Enojado, había aventado la nota y los chocolates al suelo, con las cejas formando una expresión de molestia palpable. Tan fue así su furia que bajó a la sala, buscando problemas que tras poner la carnada le habían atrapado entre cuatro paredes desde hacía ya un mes.

Volviendo a su realidad, Harry fue todo lo complaciente que pudo con la decena de cartas de sus amigos. Ellos no tenían la culpa. Sin embargo, otra de las cosas que le molestaban fue que tras la última insistencia sobre Hermione, porque Ron sospechaba que él sabía, había dejado de escribir y a través de él no supo de su relación.

Bien, pensó Harry, seguramente era porque no había recibido noticias suyas.

Se encogió contra sí mismo, abrazando sus rodillas en un gesto reconfortante mientras observaba el ocaso, esperando que las cerraduras fueran retiradas.

-No estoy celoso- susurró para nadie en particular, captando la atención de Hedwig que comía lo que Harry había rechazado, unas sobras frías de lo que seguramente era la ración de Dudley, el que había dejado sólo las verduras. Ululó en desaprobación, sabiendo que su amo no se alimentaba con regularidad. -Come...es lo único que tenemos-

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La puerta se abrió con un tremendo golpe que hizo retumbar las ventanas cuando ésta golpeó la pared, lo que había vapuleado y abierto la entrada con tal fuerza que casi rompe los goznes cayó contra el borde de la cama moviéndola abruptos centímetros de su lugar habitual; era Harry, que ahora se hallaba en el suelo de madera con la cabeza a muy poco de la tabla suelta.

-¡HE DICHO QUE ENTRES!- Vernon, con su particular rostro entre un extraño color rojo y morado cuando se enojaba, cerró la puerta, poniendo cada uno de los seguros. Acababa de salir del cuarto de baño, colocándose la playera verde y los lentes para evitar gastar más tiempo y su tío lo regañase. Sin embargo cuando cruzaba el pasillo hacia su cuarto, Vernon ya lo esperaba. Lo tomó del brazo, arrastrándolo hacia la habitación, golpeándolo para que dejase de gritar por libertad, en el pómulo izquierdo y la mandíbula, dejándole un grave moretón marcando la piel lastimada por un raspón y los labios rotos.

El chico se levantó del suelo, acomodándose los anteojos ahora rotos, se frotó la nuca dolorosamente, quejándose al levantarse hacia su lechuza, captando por primera vez el extraño y juguetón gorjeo ya conocido de Pig, que revoloteaba en círculos alrededor de Hedwig hasta que Harry había entrado empujado por su tío y tras ello sólo se limitaba a ulular de sorpresa.

-¿Traes noticias de Ron?- la diminuta lechuza se aventó contra él, recuperando el ánimo habitual. Los grandes ojos ambarinos de su propia mensajera se posaron sobre él, interrogándolo con un solo ulular suave. -Estoy bien- desamarró el pergamino y se dispuso a leerlo, sentándose en la cama fuera de su lugar. Una de las pequeñas gotas de agua que escurrían de su cabello rebelde fue a dar contra la carta, difuminando la tinta que enmarcaba su nombre. Alzó el pergamino, evitando más accidentes.

Harry:

¿Por qué no has respondido a mis cartas? Te he mandado docenas de ellas y Pig insiste en que te las dio, ¿qué pasa?

Convencí a mamá y papá de dejarte venir a casa en tu cumpleaños así que iremos a recogerte el jueves a las diez de la noche, querían escribir a los Dursley pero insistí en que si hacían eso ellos no te dejarían ir sólo para molestarte, no me creyeron y mamá mencionó algo sobre la familia y todo ese asunto, papá y ella se pelearon y por una vez, papá ganó. Ya todo está preparado con todos, así que no te apures.

En serio, Harry, ¿Pasa algo? Sigues escribiendo a la Orden, eso dijeron mis padres ¿Y yo?

Hasta el jueves.

Ron.

Harry releyó tres veces antes de mirar a las lechuzas con una mirada sorprendida.

-¡Pero si hoy es jueves y no falta mucho para...!- el timbre sonó. Fue hacia la puerta, sosteniendo fuertemente la carta entre sus dedos, escuchando lo que pasaba. Tal vez era un error...o su amigo hablaba de la próxima semana, pero eso no tenía lógica. A menos que... -Pig... ¿Te desviaste a algún lugar antes de venir?- viró hacia la lechuza que parecía nerviosa mientras se escondía con pequeños pasitos tras Hedwig. Suspiró, observando el techo mientras negaba con vehemencia.

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Bajó las escaleras, siguiendo a tía Petunia hacia la sala. Allí encontró a su mejor amigo, sentado en un sillón frente a Vernon, ningún grito, mucho silencio, lo que le indicó que a pesar de la quietud aquello no iba por buen camino.

-¡Harry!- el pelirrojo lució sorprendido por su presencia, excluyendo que era su casa y que él mismo había ido a buscarlo, se puso de pie, vistiendo un suéter naranja y un pantalón de mezclilla que le hacían ver como todo un muggle (muy atractivo), lo cual seguramente había tranquilizado a su tío. Punto para Ron, recalcó Harry mientras se acercaba. Cuando estuvieron a casi un metro no supieron cómo reaccionar, el joven Potter se vio presa de una mirada calculadora, haciéndole recordar lo que había pasado hacía unos minutos. Seguro había bajado hecho un desastre.

Para romper todo silencio y su molesta inspección, alargó la mano derecha, golpeándolo un poco en el brazo para hacerle despertar y que alejara la visión de su rostro. El pelirrojo le correspondió, teniendo la gracia de sonrojarse mientras estrechaba su mano. Sabía que lo maltrataban, pero no a ese punto. Sin embargo no quiso decir nada hasta salir de aquella casa.

-¿Ron?- el chico nuevamente parecía embobado con sus propios asuntos, sin soltarle la mano. Harry rogó porque los Dursley, que no dejaban de observarlos, no se tomaran aquello como otra prueba de lo que llamaban "anormalidad".

-¿Qué? ¡Ah sí! Lo siento...- se soltaron, ambos sorprendiéndose de la frialdad que la ruptura había dejado en sus manos. -¿Recibiste mi carta?- estaba nervioso, no podía negarlo; había ocultado su relación con Hermione a ojos de todos, inclusive de Harry; pero eso no podía durar mucho y muy a su pesar tuvo que aceptarlo. Vio su asentimiento gentil acompañado de una pequeña sonrisa. -¿Por qué no respondiste...?- el inicio de la frase hizo a Harry dejar de sonreír, mostrando en cambio una mueca de molestia y odio tan fugaz que dudó haberla visto. Se separaron un poco más, incómodos.

-Tío Vernon...- Ron le observó sorprendido por el tono servicial que mostraba. -¿Puedo ir?- Harry a pesar de ser buen chico, muy gentil, formal y amable; también era orgulloso, en especial durante el último año; y no permitía que alguien le tratara de mala forma. Un gruñido ininteligible del hombre fue suficiente para Harry. -Gracias- mostró todo el respeto que podía, roto sólo por el brillo de hipocresía oculto en su mirada verde adolescente. -¿Me ayudas a bajar mis cosas?- Weasley asintió, dirigiendo una mirada hacia los otros y siguiéndolo.

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Salieron de la casa en completo silencio, dejando a los Dursley sin su carga poco tiempo extra. Ambos se encontraron observándose mientras caminaban durante más de varios segundos antes de dejar el baúl al borde de la banqueta. Harry sacó la varita que Vernon le había entregado con todo el asco posible y estiró el brazo, llamando al autobús Noctámbulo que tras breves instantes hizo su aparición. Ron le había platicado que sus padres habían accedido en que fuera solo por él, siendo el que menos estropicios había causado hacía ya dos años, antes de la final de Quidditch.

Le entregó a un joven que no conocía y que sin embargo se le hacía extrañamente peculiar, la cantidad aproximada para ir a la Madriguera dos personas, lo cual hizo sonrojar a Ron hasta la punta de las orejas, que ya había sacado dinero de su bolsillo. Cuando ambos y las cosas estuvieron en el autobús, aparentemente acomodados, sin darse cuenta de la extraña compañía, el servicio dio marcha.

Harry sabía por la mirada que Ron le dirigía, que tenía muchas cosas que preguntarle y decir, por lo que se sentó a su lado en una cama, sin perderle de vista por un segundo.

Ambos habían crecido un poco durante el último año, sus rostros iban madurando con la bendita ayuda del tiempo, aunque Harry aún era poco más bajo que Ron había aumentado de estatura, y de no ser por los golpes que mostraba en su piel, luciría un poco mayor y no como el niño maltratado que se había peleado con alguien; a pesar de todo atractivo, infantil y angelical.

-Harry... ¿Por qué...?- su voz sonaba extrañamente áspera, doliéndole lo que Harry sabía iba a preguntar.

¿Por qué no respondiste mis cartas? Hermione dijo que había platicado contigo durante todo este tiempo. Sí, eso diría.

-Me siento mal. Eso es todo-

-¿Es por...?- Harry asintió a la alusión de Sirius, aún observándolo, sin embargo el otro no resistió la persistente mirada y viró el rostro hacia el suelo, exhalando con delicia su preocupación, contento de que no se tratara de algo entre ellos, porque, que él recordara, su amistad estaba en buenos términos. -Te extrañé- el pelirrojo se tapó la boca tras comprender lo que había dicho, él jamás familiarizado con sentimientos afectuosos hasta su relación con Hermione.

-Ídem- el mago sonrió, alejando la mano de su rostro, observando nuevamente a los ojos verdes grandes y bonitos que le sonreían, no había sido del todo una legible respuesta, pero comprendía que entre ellos no existían las palabras adecuadas todavía.

Ambos estiraron el brazo derecho al mismo tiempo y se estrecharon las manos.

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Con una explosión llegaron a la Madriguera, anunciados en el acto por el joven cobrador. Ambos dieron las gracias y se dispusieron a bajar, esperando que sus lechuzas hubieran llegado.

Harry bajó los escalones primero, observando la Madriguera a unos diez metros de distancia, la graciosa estructura de medidas complicadas y piezas sobrepuestas le dio la bienvenida. Sonrió, había vuelto a su hogar, aparte de Hogwarts, claro está. Ron observó satisfecho la mueca de felicidad que Harry presentaba y por momentos pareció maravillado con su reacción. Sin embargo, un baúl al ser colocado en el suelo llamó su atención y le hizo virar hacia atrás.

Un gesto de la mano y el cobrador dio media vuelta, subiendo al autobús. Harry, que también había percibido el movimiento y dio media vuelta se quedó asombrado al ver bajo la gorra azul, el cabello corto y rosa brillante de Tonks. Hasta entonces percibió su caminar femenino y el porqué le había parecido tan conocido aquel rostro travieso. No dijo nada, se contuvo la risa y vio partir al autobús, en el que estaba seguro se hallaban otros integrantes de la Orden del Fénix vigilándolo.

En completo silencio se dirigió a Ron, tomaron sus cosas y caminaron hacia la casa.

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Molly Weasley lo avasalló con abrazos y besos que incluso a sus hijos, que ya conocían sus afectuosas maneras para con el muchacho Potter, les sorprendió. Toda la familia presente, la que completa quería a Harry por lo que realmente era, un chico excepcional, valiente y divertido; le fue a recibir a la puerta cuando tocaron.

Cuando la señora le dio el suficiente aire para respirar, sorprendida e indignada por los moretones que el chico presentaba en el rostro, le tocó turno a los gemelos.

-¡Harry, hermano!- se disponían a abrazarlo y éste estuvo a punto de corresponder el gesto cuando en sus miradas vio actuada la inocencia. Dio un paso hacia atrás. Alzó una ceja, interrogante; y Fred y George se vieron descubiertos, enseñando la clásica broma de electricidad entre sus manos. Los chicos comenzaron a reír. -Hieres nuestros sentimientos- fingió el de la derecha, Fred, simulando que lloraba con agonía teatral, contra la pared.

-¿Tenemos sentimientos, George?- el otro pareció pensarlo, para después bajar los hombros despreocupado.

-No, no que yo sepa- ante la cruel broma para sí mismos, el joven río divertido, seguido de un Ron muy cercano que no lucía contento.

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La cena con la que los Weasley le celebraron su cumpleaños fue una de las mejores que el joven a punto de cumplir dieciséis podía recordar haber disfrutado en toda su vida. Quizá halla sido porque los platillos servidos por un movimiento de la varita de Molly cuando todos estuvieron a la mesa eran sus favoritos, o porque incluso para celebrar habían tomado cerveza de mantequilla y los más grandes hidromiel, o la maravillosa compañía que en épocas oscuras le brindaban la luz de una sonrisa y le anunciaban que en aquella casa siempre sería bienvenido con un cálido abrazo; tal vez un poco de todo. Sin embargo, mientras era sorprendido por un pastel de chocolate que alcanzaría para todos, su mueca de felicidad no fue del todo completa.

Sí, estaba con gran parte de su familia, pero el recuerdo de su padrino, Sirius Black, aún le carcomía la conciencia abofeteada. Cuánto le habría gustado que él apareciera en esos momentos, junto con sus amigos faltantes; que ni siquiera pensó en sus padres hasta tiempo después, y eso también le provocó dolor.

Pidió un deseo y apagó las diminutas llamas sobre las velas multicolores que formaban rizos, volviendo todo a su alrededor oscuridad.

Apoyó una mano en la mesa, encontrándose con la de Ron bajo su contacto.

Ambos viraron sorprendidos hacia el otro, justo cuando la luz fue encendida; quitaron las manos de la mesa y aparentaron que nada había sucedido.

Las velas volvieron a encenderse al instante. Harry volvió a soplar inútilmente pues las llamas regresaron tras unos instantes.

-¡Fred, George!-

-¡Nosotros no fuimos, fue papá!- corearon a la vez, señalando al señor Arthur que descubierto sonrió con reproche. Su esposa le dio un pequeño golpe en el brazo antes de quitar las velas, mojándolas en un pequeño recipiente con agua.

-Quería que Harry me explicara cómo funcionan esas velas muggles...- Ron sonrió por momentos, cabizbajo, escuchando la risa de su amigo a su lado. Observó su mano derecha con un poco de recelo. ¿Qué era ese calor que por momentos había aparecido en su piel, con el sólo contacto de su mejor amigo?

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Tras los respectivos abrazos, felicitaciones y (Harry se sonrojó) los múltiples regalos que recibió; todos fueron a sus respectivas habitaciones a dormir, bajo las expresas instrucciones de la señora de la casa que sin rechistar no los dejó dormir más allá de las 3 a.m. con la esperanza de que se despertaran más o menos temprano y pudieran salir de compras al callejón Diagon.

Siguió a Ron por el estrecho pasadizo y subieron las torcidas escaleras hasta la habitación. Cada uno cargaba entre sus manos un par de regalos que, tras abrir la puerta y Harry percibir el mismo ambiente cálido producto del anaranjado cuarto de su mejor amigo al prender la luz, dejaron en una de las esquinas, a un lado de los baúles y las escobas.

-Perdona mi regalo, mamá repartió dinero por partes iguales y pues...tú sabes... ¿no?- el chico sintió ante aquellas palabras un fuerte golpe en vertical lastimando su estómago, como si el gran pedazo de pastel le reprochase haber aceptado los obsequios. Cuando contestó, tras unos segundos de duda, su voz sonó extrañamente ronca.

-No tenían que darme nada...con venir aquí era más que suficiente- aunque sus palabras eran sinceras, el tono no convenció a Ron, quien, bajó la cabeza, creyéndose rechazado. Asintió, con Harry dándole la espalda mientras parecía buscar algo entre sus cosas, arrepentido de haber dicho algo. Se quitó los tenis y tras dar un breve vistazo a su amigo, esperando captar su atención sin mucho éxito, se fue quitando la ropa. Cuando le dio la espalda, el joven Potter viró, estando seguro que le observaba hacía segundos. Le vio quitarse el suéter, mostrando la piel lechosa y que se le antojó suave antes de recriminarse a sí mismo, al momento en que Ronald desabrochaba el botón y bajaba el zipper del pantalón, apartó la mirada, sonrojado por completo.

Abrió nuevamente uno de sus regalos, sacando de su interior un pijama color blanco. Se puso de pie observando la suave textura de algodón, dio media vuelta y justo en el instante en que lo dejó en la cama, éste desapareció por manos ajenas.

-No-no tienes que ponértelo...no te preocupes- Ron, ya trepado en el mueble, sostenía contra su pecho el regalo. Parte de la nariz y sus mejillas estaban por completo sonrojadas, acentuando hasta la última peca de su rostro.

El otro suspiró con pesadez, sabiendo la vergüenza que sentía acerca de su posición económica (Que venido el caso, a él no le molestaba), estiró la mano derecha, haciéndole un gesto de devolución inmediata.

-Quiero hacerlo- recibió una negación como única respuesta, el pelirrojo se estaba portando muy infantil, incluso puso sus manos tras la espalda, se bajó de la cama y dio pasos hacia atrás, dirigiéndose a la puerta, protegiendo la prenda. -Ronald, dámelo- sabía que no debía enojarse, pero el bajo autoestima que observaba en los ojos azules nerviosos e inseguros desesperaba hasta el último aliento de calma que poseía. -¡Ron, no seas tonto!- ante el alusivo, negó, enojándose de igual forma.

-¡No! ¡Lo único que...!- perdió las palabras en medio de su alharaca, provocando que el sonrojo aumentara. Tras unos instantes encontró una vía de escape. -¡Tú me tienes lástima!- el trigueño abrió los ojos de par en par, entrecerrándolos cuando la frase lo golpeó y susurrando algo que sonó a un "No te soporto", la furia comenzó.

-¡¿LÁSTIMA?! ¡¿ERES IDIOTA O QUÉ?!- Harry, sabiendo que sus palabras no del todo bien intencionadas pronto serían contestadas por algo que volvería peor la situación, completó con voz mayor, importándole muy poco que el resto de la casa le escuchara. -¡HEMOS SIGO AMIGOS POR CINCO AÑOS! ¡CINCO, con un demonio!- mostró la cifra con su mano izquierda, como si estuviese hablando verdaderamente con un crío. Suspiró con pesadez, controlando nuevamente la ira antes de que se escapara de sus manos. -Eres un idiota- se sorprendió a sí mismo tras la pequeña frase, odiándose y sintiéndose como todo un ruin por haberla dicho. Ron aventó la prenda al suelo con un fuerte golpe y lo hubiera vapuleado ahí mismo (hasta que el trigueño se dejara) de no ser por la mirada verde amenazante que el otro le dirigió. A pesar de ser más pequeño no se dejaría intimidar por alguien que no parecía más fuerte que él. Dio un paso hacia el pelirrojo, retándolo a hacerlo. Alzó la mirada, observándolo interrogante. Dio otro paso hacia él, dejando entre ellos sólo el espacio del pijama en el suelo, a sus pies. Al ver que no se atrevería a empezar una lucha física, le miró con aún más odio, arrugando un poco el espacio entre sus cejas y su nariz, con las mejillas rojas por el enojo.

Ron, que creyó éste le golpearía, cerró los ojos y dio un paso hacia atrás; pero tras unos instantes nada sucedió, lo cual le obligó a observarlo de vuelta.

Harry no traía puestos los lentes ya, dejando ver sus ojos brillantes, desafiándolo; sin embargo, comenzó a desvestirse cuando obtuvo su atención. Primero tomó la playera verde entre sus manos, sin hacer esfuerzo al deslizarla por su cuerpo hasta quitarla, dejando su torso desnudo; tras ello, con una nueva mirada al pelirrojo, se quitó el calzado deportivo, bajó la mirada, desabrochó el botón y abrió la cremallera, quitándose los pantalones con rapidez y maestría furiosa. Arrojó la ropa sobre los tenis y viró hacia el joven Weasley que yacía contra la pared, observando su cuerpo con total sorpresa y nerviosismo color rojo.

Tragó en seco, delineando con la mirada la piel de su compañero hasta darse cuenta de lo que hacía. No es que no lo hubiera pensado, pero definitivamente no se había detenido a observarlo con tanto detalle. Al parecer Harry se dio cuenta de lo que su pelea había provocado porque bajó la mirada al suelo, sostuvo el pijama y lo fue deslizando en su cuerpo, acariciado con dulzura por la suave textura. Cuando hubo terminado, bajo la nuevamente escrutadora y nada discreta observación de su mejor amigo, cruzó los brazos sobre su pecho y apenas mirándolo de reojo, susurró aún con resentimiento lo que para Ron fue un alivio y un regaño a la vez. -No vuelvas a decir que te tengo lástima (porque no es así), te golpearé si lo haces- dio media vuelta y sin decir nada más arregló la cama donde ambos dormirían. Se metió entre las colchas, dándole la espalda y conjuró un hechizo, apagando la luz.

El otro admitió su derrota no sin luchar contra sí mismo antes, se metió en la cama cubriéndose con las colchas naranja de los Chudley Cannons y guardó silencio, observando la espalda de su mejor amigo hasta dormir; cuando lo hubo hecho, reconocido por la respiración pausada y profunda, Harry dio media vuelta.

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Sin embargo, conforme los días pasaron, sus pequeñas peleas o discusiones en susurros dentro de la habitación, fueron aumentando. El lugar propicio era cuando estaban a solas, pues dejaban de distraerse con la presencia de los demás y sólo colocaban su esmero en el otro. Harry perennemente colocaba sobre la mesa el asunto de su amistad, con la idea de sonsacarle acerca de Hermione con tal suerte que sólo platicaban sobre ellos y los malentendidos que habían tenido e ignorado, desahogando todas sus frustraciones de adolescente.

En esos momentos, a una semana y media de su llegada a la Madriguera, se hallaban nuevamente en la cama, observando el techo cubierto de afiches del equipo preferido de Ron en completo silencio, cuando el último sacó el tema.

-¿Somos amigos, Harry?- el hermoso ángel de ojos verdes, últimamente iracundo y malhumorado, apretó los dientes en molestia antes de controlarse y responder.

-¿Tú qué crees?- el nulo ruido los ahogó por segundos antes de que el otro mostrara sus cartas.

-Entonces, ¿por qué no me has contado sobre tus tíos?- ¡Vaya pregunta! Harry sin embargo no lo culpó, respiró profundamente, contestando tras hallar la calma. Golpes, maltratos físicos y mentales, los desprecios, la alacena, la ropa de Dudley, la carta de Hogwarts, la escuela, los vecinos; dijo todo, sin vacilación, de lo cual muy poco sabía, mucho sospechaba y otro tanto ni siquiera imaginaba el pelirrojo. Cuando hubo terminado la confesión, contento de que entre ellos se había roto una barrera común entre dos chicos tercos y orgullosos, Harry le deseó las buenas noches.

-¿Por qué nunca me lo habías dicho?- repitió los buenos deseos y fingió quedarse dormido, nuevamente dándole la espalda, mientras, ideaba en su mente un pequeño plan. La mañana de su cumpleaños una lechuza marrón le había despertado, llegando con un regalo (un libro de DCAO avanzado que a Harry le dio muchísima alegría) y una carta de Hermione. Sin embargo en ésta última y en otras que llegaron con el tiempo mientras seguían entablando comunicación sobre sus vacaciones, no se mencionaba ni por un momento a Ron; lo cual comenzó a levantar sus sospechas: Se habían peleado. Se rindió a brazos de Morfeo, decidido a desatar el desastre Weasley que se negaba de todas las maneras posibles confesar, como que su nombre era Harry Potter.

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Levantó la vista de la cena que apenas había tocado con el tenedor, bajo la total protesta gentil y amorosa de la señora Molly alegando en contra de su extrema delgadez, resaltando, ante el sonrojo de Harry y la burla de los gemelos y Ginny misma, las siguientes palabras "Eres muy guapo, querido, pero te aseguro que con unos kilos más, ninguna chica se te resistiría".

Ron soltó una risita discreta, observando de reojo la vergüenza que estaba pasando su mejor amigo, rogando al cielo que dejara de decir eso.

-¿Verdad, Ron?- el aludido, obviamente poniendo absoluto cero de atención al discurso de su madre, viró a ella, con un aspecto de distraído que hizo sonreír a Harry. -...que Harry es muy guapo ¿verdad, Ron?- ambos dejaron sus risitas y enseriaron de inmediato. El pelirrojo buscó una salida factible, sonrojado aún más que su cabello: Por una parte, podía decir que no, pero Harry se enojaría y comenzaría a decirle algo como que aún así era más atractivo que él o que así se apoyaban los amigos (con todo el sarcasmo del mundo); y por otra parte podía decir que sí pero... ¿Qué pensaría su mejor amigo?

Tras largos segundos en que odió por primera vez tener toda la atención de la familia en él, bajó la cabeza; avergonzado.

-Sí, sí...es muy guapo- los gemelos rieron, Fred con voz aparentemente casual siguió la pregunta tras dejar de reír al mismo tiempo que su hermano.

-Entonces piensas que Harry es atractivo y guapo... ¿no?- sin pensarlo un solo instante contestó.

-Sí- pero su voz sonó con tal firmeza y convicción distraída que se sorprendió y negó, justo cuando cada uno volvía a sus alimentos. -¡No!- viró hacia Harry, que lo observaba con una mirada extraña, como si mirara por primera vez aquel rostro lechoso que demostraba al máximo la sangre acumulada bajo la piel que la vergüenza podía lograr. -...Es decir,...bueno...ehhh...- como única respuesta, se metió un pedazo de pan a la boca y siguió comiendo, desesperado.

Tras unos instantes todo volvió a la normalidad, las pláticas volvieron entre los integrantes de la familia en pequeños grupos o intercambio de comentarios vagos y casuales, del momento. Excepto en ellos dos.

Harry halló el perfecto momento para llevar a cabo su plan, sonrió con malicia durante algunos instantes; dejando los cubiertos al lado con todo cuidado.

-Ron, ¿Cómo va tu noviazgo con Hermione?- así de simple, llano y explícito. Nada de extrañas y nerviosas divagaciones que no llegaban a ningún lado. ¿Ron se atrevía a no decir nada sobre su relación? Pues bien, él lo obligaría. ¿Lo negaba? Se lo sacaría aunque tuviera fuera a golpes. Tan pronto el cerebro del pelirrojo recibió la información, lo cual tomó muy pocos microsegundos pues al respecto sí se hallaba alerta; escupió el trago de leche que estaba tomando, mojando a Ginny y a George ¿O Fred? de pasada; así como mitad de la mesa; ante el total repudio de ambos.

Comenzó a toser sonoramente, y Harry, un poco arrepentido de sacar el tema (Sólo un poco), le dio de palmadas en la espalda hasta que se hubo calmado.

-¿Ron, querido, estás bien?- asintió, rojo como estaba, y viró hacia él.

-¿Cómo diablos te enteraste?- susurró con molestia por la escena que estaban causando.

-Eso no importa, ¿Por qué no me lo habías dicho?- reproche puro fue el que demostró con sus palabras, mientras los demás observaban otra de sus típicas peleas en la semana, curiosos sin poder evitarlo.

-¡No te voy a decir todo lo que hago!- Harry que pensaba, y estaba en lo correcto, que aquel paso a tomar era demasiado importante que precisaba de comunicación entre los considerados "mejores amigos", se mostró indignado y molesto. -¡Es mi maldita vida!- añadió el pelirrojo, mirándolo con cierto desprecio consumible que para Harry Potter fue el detonante. Golpeó la mesa.

-¡Y YO SOY TU MEJOR AMIGO, MIERDA!- los siete vasos y las dos jarras (una de café, la otra de leche), así como los platos de astillada porcelana; explotaron en pedazos, derramando su interior por toda la mesa. Harry nuevamente lo miró de mala forma, puesto de pie sin darse cuenta de ello antes de gritar y dañar la vajilla de la familia Weasley; iba a soltarle la alharaca del reproche antes de desear con toda el alma lo siguiente, que escandalizó a los presentes. -¿SABES QUÉ? ¡AL DIABLO CONTIGO! ¡QUE TE COJA VOLDEMORT!- aventó la silla a un lado, partiéndole una pata y se dirigió a las habitaciones, sin volver el rostro enfurecido. Nadie se atrevió a pararle o regañarlo por hacer eso a mitad de la mesa, muy por el contrario, se pusieron de su parte.

-¡Ronald Weasley! ¡No sé qué diablos le hiciste a Harry, pero vas a pedirle perdón de inmediato!- se puso de pie, observando a su madre, disminuido.

-Pe-Pe... ¡Pero mamá! ¿Por qué te pones de su parte?- al verse en contra de la mayoría, bajó la cabeza y arrastró los pies hacia el pasadizo, cuando desapareció, Molly reparó todo con unos movimientos de varita y volvieron a comer.

Fred, entre aburrido y maravillado dijo la última palabra.

-Ya van a empezar otra vez, parecen novios- George sonrió ante lo que él mismo estaba pensando y tomó un trozo de carne.

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-Harry, ábreme- golpeaba la puerta con fuerza, sin embargo, realmente se arrepentía de lo sucedido. -No quería decir eso...-

-Si no hubieras querido no lo habrías dicho- el trigueño sonrió, sabiendo que su plan a pesar de la pequeña y verdadera trifulca en el comedor había ocasionado, iba viento en popa. Muy para sus adentros, rió. -Además...el seguro de tu puerta no sirve- una cabeza roja apareció del otro lado de la puerta, viéndolo acostado en la cama.

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-Así que te peleaste con ella- asintió. -Y no han hablado desde antes de mi cumpleaños- nuevamente movió la cabeza afirmativamente. -Ya veo... y no me habías dicho porque te daba pena...- otra vez. -Yo también tengo algo que confesar...- interesado, señaló que continuara. -...Yo ya lo sabía, pero me extraño que no me dijeras nada. Herm me llamó por teléfono, y me lo dijo. Obviamente no te iba a decir nada, por eso no contesté las cartas. Cuando me enteré de "ustedes", dejaste de escribir y bueno... aquí estamos-

-Así que a eso iba todo- fue el turno de Harry para asentir. El pelirrojo suspiró. -Lamento haber dicho lo que dije- ambos asintieron a la vez, sabiendo que el arrepentimiento, no muy común entre ellos, era mutuo. La luz estaba apagada, acostados de lado en la cama, Harry como siempre en el lado izquierdo, ambos viendo al otro fijamente, sonrientes. Como quien no quiere la cosa, un comentario del momento, entre bromas el ojiazul acertó a mencionar algo que le llegó a la mente. -¿Tenemos problemas de autoestima, Harry?- el otro subió las cejas, simpatizante del pensamiento. -Hemos platicado sobre nuestra amistad toda la semana-

-Yo opino que definamos de una vez y no volvamos a tocar el tema a menos que sea de vida o muerte- al ver que el otro no se definía, siempre nervioso; rodó los ojos y él mismo lo dijo. -Somos amigos, mejores amigos para ser sincero. Si hay algo importante que decir, lo diremos ¿Ok?- el pelirrojo asintió, moviendo inconscientemente por centímetros su mano derecha, a poco de ambos, a la altura de su abdomen.

-Mejores amigos- sabían que debía haber un tipo de pacto, un "lo juro" en el corazón o un simple apretón de manos; pero al ver la poca decisión de su amigo, Harry nuevamente tomó, como siempre haría, la iniciativa. Colocó la mano izquierda sobre la que estaba enfrente, logrando un escalofrío en los dos cuando las pieles se rozaron en un dócil contacto de entrega. Nada acostumbrados a tener esos afectos entre ellos, infrecuentes si no de saludos y despedidas se trataba, o de felicitación.

El trigueño suspiró sonoramente, reconociendo el vacío que sentía en el estómago, se relamió los labios y lentamente, como si fuera lo más lógico en el mundo, el movimiento obvio del universo, subió su contacto un poco más, acariciando con suavidad la frágil y perceptible piel del que era sin duda alguna, su mejor amigo. Vio como aquellos ojos azules rompieron el contacto visual, observando cualquier parte naranja de su cuarto en una clara divagación de qué diablos estaba sintiendo; y fue perfecto para él, un "sigue" tan claro que no lo rechazó. Su recorrido, que había parado poco antes del codo, se amplió un poco más, andando con la punta de los dedos la piel que antes pensaba y ahora sabía cremosa. La tentadora invitación de la caricia. Se mordió los labios con deleite al escuchar un suspiro de aprobación que esperaba. Un poco más de presión al momento de colocar sus manos sobre la playera blanca inmaculada, los hombros, el pecho. Sin pensamientos.

Llegó a su abdomen con lentitud, subió a su cuello rozando uno de sus pectorales con picardía; se divirtió cuando Ron cerró los ojos, entreabriendo los labios. En definitiva...eso fue una petición silenciosa, un suspiro que pronunciaría su nombre de no haberle faltado el aire cuando con perfecto cuidado recorrió la silueta de su mandíbula, delineando después de ello su cabello color fuego.

Ante la sorpresa de ambos, Ron tomó su mano viajante entre la suya, recordando con una réplica, el escalofrío que ambos sintieron correcto. La colocó bajo la suya, guiándolo hasta su rostro.

"Sí, acaríciame...tócame, jamás lo has hecho..." casi pudo imaginarse Harry las palabras, su garganta se secó y la cabeza comenzó a darle vueltas, siguió el transcurso, deseando que nada rompiese el momento, Dios sabía o el Diablo sabía, adónde se permitirían llegar en su primera noche. Tocó la frente, la nariz, los párpados cerrados, las mejillas calientes y sonrojadas que la luz de la luna le permitía ver, por sí mismo bajó a los labios entreabiertos de su mejor amigo, temblorosos e igualmente cálidos y secos. Con el pulgar los fue delineando hasta dejarlos aún más calientes y palpitantes que segundos antes. Un susurro de Ron contra su mano fue suficiente.

"¿Qué esperas?" Se inclinó un poco, por el temblor del pelirrojo supo que la cama se movió imperceptible también, un poco más... "A que no te atreves..." Harry sonrió, se humedeció los labios y tocó la mano de su mejor amigo con su boca misma, presionando con dulzura un beso que inscribió su dulzura. "Hazlo, no lo pienses..." Era exactamente lo que hacían ambos, no pensar en absoluto, sin reflexión, porque de haberlo hecho se habrían detenido por completo, viendo todo lo que existía entre ellos. La mano de Ron desapareció después de un nuevo beso, sólo quedando la propia sobre la boca ajena que le besó la punta de los dedos.

Harry cerró los ojos, con las mejillas totalmente rojas.

Pequeñas chispas de pensamientos quisieron llamar su atención, pero era demasiado tarde, cuando Harry Potter estaba decidido no había quien lo detuviera, ni siquiera su propia conciencia. Sin embargo, escuchó los pequeños susurros de la curiosa voz interna, sólo para deleitarse con ignorarla.

¿Sería cruel robarle a Hermione el primer beso de Ron, las primeras caricias?

Eran novios, se habían peleado por tontos malentendidos, pero eso no rompía su relación; bajó un poco más los dedos, arrastrando por momentos los labios con ellos. Pero se sentía tan bien...estar así.

¿Sería demasiado ruin interponerse entre Hermione y Ron, aunque sólo fuese por una noche?

"No, sólo es por una noche...sólo por hoy"

Quitó la mano por completo, cambiando aquel contacto por sus labios suaves y calientes que entreabiertos fueron recibidos de igual forma por otros similares, temblorosos. Atrapados en un beso, ambos experimentaron lo que jamás por un momento se les había cruzado por la cabeza, pequeños intercambios de miradas sin nada más hasta ahora, el primer beso de Ron, el real de Harry. Algo que él había provocado y a pesar de las mariposas en su estómago, continuaba, delicioso sabor a su mejor amigo.

Se aventuró a romper un poco la dulzura, acariciando con la punta de la lengua el labio inferior de Ron, rindiendo por completo cualquier titubeo. Colocó su mano alrededor de la cintura del otro, pegando sus cuerpos e intercambiando fugaces caricias de reconocimiento. La primera vez en que se tocaban de esa forma.

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Llevaban bastante tiempo así, sus labios incluso comenzaban a entumirse por el uso desesperado y repentino.

No habían hablado desde su ligera discusión, lo cual significaba que sus labios sólo habían corroído a besos su inocencia, recorridos de cuerpo completo, adorando la piel trigueña, la nívea.

Ambos estaban de acuerdo en completo silencio y sin siquiera mirarse demasiado, que Harry era el que llevaba la iniciativa y cumplía deseos, tanto así que se hallaba sobre Ron, entre acostado y demandante en él. La pierna izquierda entre las de Ron, la otra apoyándose en la cama.

Por el momento, Harry centraba toda su atención en besar el cuello nervioso de Ron, mientras acariciaba su torso con total dulzura. Escuchó ronca de deseo aquella voz suplicando palabras de entrega.

-Tengo calor- le observó, pero la mirada no le correspondía, entendió: no debían romper el hechizo, no pensar. Fue subiendo la playera blanca, deslizando a la vez sus manos en la piel que abandonaba. La arrojó hacia ningún lugar en particular.

Le quitó los pantalones y se colocó nuevamente sobre él, sentándose primero sobre su hombría erecta, queriendo acomodarse de tal forma que no lo lastimara; pero el pelirrojo se irguió y comenzó a desvestirle entre besos.

Hace calor.

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Un gemido, no el primero, mucho menos el último, brotó ansioso de los labios rojos.

Harry se detuvo por unos instantes. Había cuidado de no lastimarlo, por lo que con total lentitud y paciencia comenzó a entrar en él, acostumbrando a su cuerpo con caricias de adoración.

Un nuevo empuje. Ron tuvo que contenerse para no gritar, abrió los ojos y ahogó en su garganta la protesta de dolor. "Un poco más..." Harry aprovechó para bajar hasta sus labios, tomando ese grito que le pertenecía sólo a él, sólo por esa noche. Las piernas de su mejor amigo le acariciaron apenas tocándolo, incitándolo a un nuevo dolor que estaba dispuesto a disfrutar.

Cerraron los ojos con fuerza; el joven Potter sintiendo que el estrecho pasaje le volvería loco de dolor y desesperado placer.

Un nuevo beso, reclamando aquellos labios como suyos, fue lo que les entretuvo por momentos, no olvidando pero quizá ignorando su romance aventurado y quizá llegando demasiado lejos.

Cuando lo supo conveniente, un susurro de su ángel siniestro, entró por completo en Ron, saliendo tras unos instantes un poco, quieto.

"Juguemos a que hacemos el amor..."

Sin embargo, más que un juego era mejor dicho un pecado prohibido de mejores amigos, uno con novia disfrutando de lo que esa noche aprendía, el otro sintiéndose un vil egoísta, ruin ladronzuelo de besos y sexo.

Con esos pensamientos empezó el vaivén delicioso que por momentos quería dejar en su cuerpo por la eternidad, y que por otros quería acelerar, sabiendo que al final llegaría algo mejor, el ver la nada en brazos de su mejor amigo; haciéndole el amor al que era casi su hermano.

Entre su locura, Harry dio un fuerte mordisco a Ron en los labios, sacándole sangre que detuvo a besos; mientras los jadeos incontenibles llenaban el ambiente. Poco les importaba lo demás.

-Harry- la pronunciación de su nombre en esa voz... ¿Por qué le parecía inusualmente seductora su voz? las ágiles piernas de su amigo le rodearon la cadera, permitiendo una entrada más accesible. -Harry- esa voz le pedía a gritos silenciosos que le subiera al cielo. Cuando Ron casi gemía su nombre, ese era el momento preciso de su felicidad. El instante perfecto, sabiendo que lo hacían porque querían, que aquel sexo entre amigos era lo más delicioso que sus inexpertos cuerpos habían probado, desesperantemente correcto.

Pensó en Hermione... ¡Al diablo con ella!

En Ron, ¿Qué pensaría? Él no lo sabría, pero entre sus pensamientos habitaba sólo él, observándolo entrar y salir de él sin detenerse, igualmente suspirar su nombre, casi gritar por el placer. "El-niño-que-vivió" era ahora su amante. Él también pensó en la que era su novia, pero cuando observó a Harry colocar ambas manos en la almohada y entrar con más fuerza, cuando se descubrió susurrando palabras de placer, nuevamente olvidó a la persona que amaba.

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Un tímido beso les unió por última vez en la almohada, tranquilizándose ambos de la experiencia que tuvieron juntos.

Ron amó a Harry por esos instantes, producto del embriagante placer que le había entregado.

Sin embargo, en cuanto el joven Potter, con sus hermosos ojos verdes brillantes, salió de él, lo desmontó y se acostó a un lado, todo terminó; los pensamientos volvieron, el amor desapareció. El placer aún permanecía, la lujuria y cadencia del momento, el deleite de recordarlo; pero más allá sabían que debían regresar al mundo real.

Un beso...para el recuerdo.

Sus miradas se correspondieron una disculpa y ambos viraron hacia su propio lado, dándose la espalda; normalizándose la respiración y los latidos; todo volviendo al lugar apropiado. El amanecer llegaba silencioso, conjugando con sus anaranjados la afición a los Chudley Cannons de Ron, por un momento todo igual exceptuando los dos cuerpos en la cama, sudorosos y aún calientes que habían explotado en perfectos instantes.

Si Ron lo había dudado o negado en el comedor las acciones y veneración eran suficientes para contradecirlo: Sí, de hecho, juzgaba a Harry muy atractivo, ahora sensual y perfecto.

-Creo que debería escribirle a Herm...y pedirle una disculpa- el otro asintió, sonriente, absolutamente todo en el lugar correspondiente. Sin embargo, ninguno de los dos se movió, y el pelirrojo pareció pensarlo dos veces antes de reclamar con dolorosa voz lo que había estado pensando en realidad. -¿Por qué no podemos...?- no encontró las palabras, pero sabía que él sí.

-...porque somos amigos- sí, Harry estaba ahí para recordárselo "Nada de baja autoestima, ¿Eh? No volveremos a tocar el tema si no es cuestión de vida o muerte" pero a Ron le dolió como si lo fuera. Se hizo fuerte, escuchó al otro suspirar. -Además...eres novio de Hermione- otro inconveniente... -Y la amas- el pelirrojo sonrió con dolor, ese había sido un golpe muy bajo después de su encuentro.

Ron se cubrió el rostro, exhausto y satisfecho, dolido con la realidad que le había escupido a la cara. Maldita realidad.

Harry sintió que dudaba, y puso su mente en blanco. Cerró los ojos, poco antes de que el ruidoso silencio fuera roto por la voz que había dicho y suspirado su nombre con tal hermosura que jamás creyó posible. Sin embargo ahora el tono estaba quebrado por el esfuerzo que le llevaba decirlo, la áspera voz de su mejor amigo diciéndole sin hacerlo aquello que jamás ninguno había dicho.

-Harry...tú sabes que yo...bueno, ¿entiendes? que yo... ¿no?- había querido decirle que le quería, pero no pudo. Sus mejillas sonrojadas que por el momento Harry no podía ver, habrían sido dignas de admiración y ternura.

Tomó la iniciativa, estiró la mano derecha, aún de espaldas, hasta rozar la cintura ajena, donde Ron le esperaba, tomando su mano entre la suya. La voz segura de Harry Potter a punto de caer en el sopor, le indicó su realidad. Triste y menguada, cruel, realidad imposible, violada por la fuerza poderosa de uno mismo.

-Ídem- suspiró, no habían dicho nada, pero las palabras quizá no eran necesarias entre ellos, mejores amigos.

¿Fin? Depende de ustedes. Si quieren que continúe: díganme, escríbanlo en compañía de un comentario. Busco de vuestro apoyo, no me hago del rogar. Si no es así, fue un placer escribir para ustedes. =25 Junio 04= Fic número 28, 8º Slash, 4º de Harry Potter, 3º de Harry x Ron.

Atentamente,

Nabichan Saotome.