Idem: Mejores amigos

R

Angst, Slash

Parejas: Harry x Ron / Ron x Hermione / Harry x ¿?

Sinopsis: Pequé de tu cuerpo aún tú perteneciendo a alguien más, probé tu cuerpo exquisito, te demostré sin palabras que ante todo somos mejores amigos. E ingenuo fui al jurar que sólo sería por una noche.

Respuesta a los reviews: (Perdonen que no lo haya hecho últimamente)

Isaak: Muchas gracias por tus comentarios, las felicitaciones, la admiración y tu fiel seguimiento a esta historia (Me alegra mucho que te haya gustado a pesar de ser slash :). En cuanto a si los escritores leen los comentarios, sí, por lo menos yo sí... No he tenido oportunidad (léase: dinero) de ver tu página, pero espero poder hacerlo pronto. Besos y espero que te guste este capítulo tanto como los anteriores.

Palimpsesto: Gracias y...sí, quizá sí U sorry.

Korakog: Hice una modificación y el tiempo, que vuela xD pero no digo nada más y espero que sigas leyendo, que te encante igualmente y me mandes tus comentarios :D

Ariadna-Creta: Ohayou, bonita Me enorgullezco del juicio, lo admito jajajaja, aunque no me había dado cuenta de que nadie lo había hecho antes hasta que lo mencionaste, nop, no me metí a un jurado jajjajaja, sólo revolví mucho las palabras, conjeturas e ideas jajajajaja, porque al final eso hacen ¿no? Creo que lo que menos quieren es que les entiendas, para que no vean que te andan tranzando xD Creo que ya te lo había dicho, pero en fin, ahora queda escrito :D Muchas gracias por todo y mil besos, princesa!!!

Meimi Malfoy: Arigatou Hai, a veces un revoltijo ¿ne? Ahora corrió a cuenta de Franco Batiato (Italiano, algo muy suave y triste jajajaja) ¡Ah! Muchas gracias por felicitarme!! Fuiste la primera en hacerlo, incluso antes que mi familia jajajaja Besos!!!

Atentamente,

Nabichan Saotome.


Capítulo 06. Obsesión

En silencio ambos sabemos lo que sentimos.

A través de las pequeñas ventanas el sol había dejado de brillar, la noche había caído hacía ya largas horas. Pero si acaso le importaba no era digno de preguntarse, tal y como aquellas semanas habían pasado. Acaso las horas parecían más oscuras, los rayos del sol no lo alcanzaban. Todo tan vacío, simple, oscuro, frío y húmedo, que le causaba vértigo, aún más que hallarse encerrado en una alacena, él se mantenía callado, queriendo gritar, encontrándose ajeno en una dimensión que no le pertenecía, en un tiempo en el que no era bienvenido.

Como caminar a través de una pintura...

La gente a su alrededor reía, el mundo giraba, el cielo en su lugar, pero él...todo él era una farsa, una vil máscara del derrumbar de un ser humano, que si sonreía por dentro estaba llorando y si permanecía en silencio escuchando, deseaba cortar las palabras de su interlocutor. Su acompañante se había ido hacía varios minutos, pero Harry no lo había notado, igual observaba el vacío en el que el corrompido espacio existía. Estaba casi seguro que al cerrar los ojos caería en un abismo de oscuridad, que tragaría su inexistente vida y le haría despertar.

Pero no lo hizo. Quedó observando las huecas risas que viajaban en todo el local, y las pláticas irrelevantes que hasta él nunca llegaron y con su aura de rechazo rompieron. Nadie percataba que muy dentro de sí algo se había roto, e inalterable el ángel hacía permanecido, sonriendo a la nada; y si acaso lo llegaran a notar no les importaría, pues pensarían que su tristeza habría sido causada por un capricho de adolescente...o un dios, de aquellos que pasan pronto y nunca merecen ser rememorados con una sonrisa; pero él, quien se encontraba fragmentado en pequeñas lágrimas, lo comprendía.

Dejen de fingir que nada ha pasado...dejen de reír...dejen de intentar divertirme, bufones. Cállense y lloren...

Permitan que el héroe llore.

Frente a él un chico apareció, iba a correrlo al verle sentarse, y dio cuenta exacta era su acompañante. Actuó una perfecta sonrisa de bienvenida y con tal dio su consentimiento. Él comenzó a hablar, relatar viejas aventuras que no causaban nada, mientras le ofrecía una de las cervezas que hacía llevado. Harry apuró la bebida, degustando el amargo sabor que volvió a calentar su garganta, llevándose consigo y por sólo unos instantes el nudo que impedía dijera lo que realmente sentía.

Algo, quizá el verde en su mirada, se rompió, pues el pelirrojo quedó en silencio observándolo con fijeza entre el aura de tristeza que empezó a invadir a ambos.

-Salgamos de aquí- le vio ponerse de pie, y ambos terminaron sus bebidas de un largo trago. Tras ello y pagar, salieron de "Las Tres Escobas", dirigiéndose a un lugar incierto en medio de la oscuridad...ninguno de los dos guiaba el otro, era la tristeza y respectiva empatía la que les llevó lejos, fuera de todo ese barullo plástico que no correspondía a la escena.


Faltaban pocas horas, ese mismo día regresarían a Hogwarts, tan pronto aquella dolorosa madrugada decantara en los futuros minutos de una mañana del fin de los preparativos, en que la Madriguera les reuniría alrededor de las mesas en el exquisito banquete de despedida que Molly cocinaría cuando el sol dibujara con tonos más claros el índigo del cielo frío. Seguramente Harry le ayudaría, tal y como lo hacía hecho la última semana, y nuevamente en su boca existiría un poco del pecado, aunque fuera insustancial, incorpóreo, no más allá de una efímera idea de romanticismo excesivo, de obsesión consumada. Las últimas dos semanas habían sido complicadas, por decir lo menos, pues la compañía venía de la mano con la ausencia.

Y en su ausencia, Harry iría a verse a escondidas con su hermano, en medio de los pasillos o por sobre las escaleras rotas del último piso, cuando George no se encontraba cerca...Ron lo sabía bien, así como era de su conocimiento que en esos instantes, se encontraría en compañía de alguien más, disfrutando de las últimas horas de vacaciones.

Tus labios susurran el nombre de alguien más.

Hermione se encontraba en el sofá aledaño, acostada plenamente en la espera interrumpida por el suave sueño que hacía cerrado sus ojos y besado su mejilla antes de arrullar con silencio las ilusiones. Sobre ella se hallaba una gruesa colcha roja que hubo pertenecido alguna vez a Percy, amoldad a las acentuadas curvas del cuerpo virginal, pero en cambio, Ron no le observaba a ella, sino a la puerta cerrada que lo traería de vuelta. Él había salido tan sólo después de ayudar con la limpieza de la casa, tras desayunar, cambiando su ropa juvenil por una camisa de lino blanco, de talle estrecho y largo y un pantalón negro de vestir. La mirada ansiosa le había recorrido de pies a cabeza, saboreando los labios que habían atrapado aquella trigueña carne trémula poco antes de que él desapareciera tras la puerta con una despedida que no había sido nada sino la justificación de sus próximos actos.

"Voy a ayudarles en la tienda"

Y el sabor a Harry que aún habitaba en sus labios, los mismos labios que se habían negado a besar a su propia novia, no fue suficiente para olvidar. Pues aquella boca mantenía otro néctar, refugiado en la melancolía que conocía, tomado por él. Virando hacia la chica que se había removido entre sus dulces sueños, no pudo sino cerrar los ojos cansados a la realidad, negándose a comprender porqué aquel sentimiento tan puro, tan maravilloso y siempre exquisito de su perfecta amistad, se había convertido en la malsana obsesión de saberlo suyo, cercano, en la egoísta exclusividad que les llevaría al desastre. Y cómo en Hermione, a quien semanas antes había dicho amar, encontraba la ternura de su linda amiga, casi su hermana mayor, no en ella la inspiración de calcinar la tierra con el más férreo deseo.

En los límites de la crueldad se encontraba aquel sentimiento por Harry... Querer tomarlo por la fuerza, ya no como amigos, como hermanos o dos personas cuyos destinos estaban deparados a encontrarse; sí como amantes perfectos que luchaban contra su propia hambre correspondida.

¿Podía ser llamada "sentimiento" su obsesión o era sólo la triste paradoja de quien ha ido demasiado lejos?


La humedad había secado su garganta, de tal forma que la risa tonta rasgaba las paredes, por sobre la lengua en el vacío, descendiendo al estómago hueco y las venas de irrealidad que le hacían flotar en un sueño despierto; el alcohol formaba el cosquilleo adormecedor en la nuca, afectando el equilibrio, con el rico sabor dulce de las bebidas preparadas que de un trago a otro borraban su memoria, haciéndolo menos presente y más consciente del momento y cada uno de los movimientos que realizaba, tal si se hallara bajo los efectos de una droga prohibida o la más incólume esquizofrenia. La promesa de olvido afectaba la coherencia, fuerza y capacidad de sus movimientos, jugueteando con cierta parte de su cerebro y anestesiándolo bajo sus propios deseos, haciéndole caer tan pronto Fred atinó a abrir la puerta. Ambos, apoyados en el contrario, dieron al suelo con tan poco cuidado como hacían abierto en el completo escándalo.

Harry tenía la sensación de no haberse divertido tanto en mucho tiempo, no con tal soltura ni despreocupación, bailando, flirteando, bebiendo, quizá excediéndose en actos y lenguaje, olvidándose de preocupaciones, su propio nombre y responsabilidades, de llevar un título con demasiadas expectativas sin esperanza, con tan pocos motivos para seguir adelante o siquiera luchar. No deseaba que la sensación se le fuera entre las manos. Empujó la puerta con el pie, alcanzándola a cerrar de un pequeño golpe en la vieja madera, al punto que el pelirrojo le incitaba a continuar el pequeño juego en que habían caído durante la noche. Con cada pierna a uno de los costados, se colocó sobre él.

La lengua de su lengua rosada se asomó entre los labios suaves entreabiertos, recorriendo la anticipación temblorosa a sus besos, la descarada invitación que le hizo sonreír, por otra parte dudar de realmente desearlo. Mas la piel blanca cremosa hizo desistir a los titubeos, mostrando en su fina extensión pequeñas pecas por sobre las mejillas traviesas y la nariz, levemente sonrojadas por la excitación retenido y la embriaguez en que habían caído. El cabello de color fuego desperdigado sobre el suelo antiguo formaba mechones que alguna otra vez había observado, en aquella misma posición, bajo él, mas en la escena faltaban pequeñas perlas de sudor descendiendo, y aquella voz...tan familiar...no pertenecía a la persona que yacía bajo su cuerpo.

Tú eres...

Entre la confusión nocturna del sueño alcoholizado, pudo observar su deseo, vivaz, temblando, ardiendo y suplicando. La belleza de aquel otro ser era diferente, crecía en el delirio y existía en la inconsciencia, siempre presente, desde el primer instante, era perenne en su cabeza confundida, entre las pecas abundantes, los ojos más brillantes y oscuros...entre la perfección de su verdadero deseo. La temperatura en su cuerpo ascendió con alarma, al tiempo de observarle, concentrándose en lo prohibido del acto de besarlo. Poco a poco Harry fue acercándose a su mayor error, cerró los ojos, perdiendo de vista al chico que le observaba sorprendido.

Hay tanta adoración en tu mirada... ¿Estás llorando?

-...Ron- la pronunciación de aquel nombre prohibido le hizo levantarse de golpe, recordando que era sólo el influjo del alcohol y las altas horas de la noche que hacían estragos con la voluntad. Su suave voz se rompió tras el murmullo triste de anhelo, negando la respiración agolpada que dio contra la garganta envenenada. Al final y al cabo el daño estaba hecho.

Ojalá tu recuerdo se ahogara en mi bebida...

Pero si tú te fueras ¿Qué sería de mi felicidad?

...aún correrías a través de mi cuerpo...y me matarías.

Y ya nada pudo hacerse. Apoyó breves instantes la frente en el pecho contrario, tomando la oscuridad antes de deshacerse del abrazo que aún le tenía cautivo, levantándose un poco. Una nueva palabra encontró libertad entre los labios doloridos ante aquel nombre y ausencia que le había hecho sonreír. -Mierda- no culpó a Fred cuando de un fuerte empellón le hizo a un lado, levantándose y dejándolo con su propio dolor, en el previo arrepentimiento por el anterior apoyo.

-Harry- alzando la mirada hacia donde provenía la conocida voz, encontró a Ron sentado en uno de los sofás. Le estaba siempre durante sus constantes rondas nocturnas. Se puso en pie, caminando hacia él y cuidando de no despertar a la recién descubierta jovencita que se hallaba a un lado, manteniendo la risita tonta alcoholizada tras los labios cerrados.

Ambos se acostaron en el amplio sofá, observándose entre la oscura nubla de sus sentidos, hasta que el sueño les venció...y no quedó más remedio que olvidar el momento.


Era la melancolía presente la que le prohibió descubrir su egoísta malestar, despidiéndose de la familia Weasley que abandonaría por un nuevo año y de los miembros de la Orden que habían ido a despedirlo. Por ello, a cada recomendación por cautela no tejió el hiriente cinismo, ni explotó en exasperación cuando Molly le abrazó durante más largo rato que a sus propios hijos menores, o recordó era tarde y podrían perder el expreso si no apuraban el paso. Fred fue uno de los últimos en despedirse, por lo que los demás ya platicaban animadamente entre ellos, y estaban lo suficientemente entretenidos con sus propios asuntos como para prestar atención. El joven pelirrojo, alejado de su hermano gemelo, le llevó un poco aparte entre la maravillosa multitud agolpada en el andén 9 y ¾ antes de atreverse a estrecharle la mano con cierto nerviosismo en los ojos azules que intentaron fallidamente sonreírle.

-Buena suerte, Harry- dejando aparte la muestra ecuánime del estricto protocolo, el trigueño soltó su mano y le abrazó, tomando la breve cintura, aproximándolo a su cuerpo lleno de calma, así que la empatía fue compartida nuevamente y las heridas sanaron con un pequeño beso a escondidas entre los brazos que le correspondieron tras varios titubeos.

No hizo falta la disculpa ensayada frente al extraño espejo mientras terminaba de empacar, o la escena repasada varias veces en la memoria inmutable, simplemente quedó en silencio tras unos instantes inocuos en que el pelirrojo no halló posible pensar con claridad, guardando los segundos en que tenía por última vez a quien había creído suyo.

-¿Por qué no me escribes?- sugirió sin pensarlo apenas, deshaciendo el febril contacto en que hacía caído nuevamente la necesidad. Tras ello le soltó, dedicando una suave sonrisa a los labios que siguieron el curvar de su cinismo. -Cuídate-

Abordaron el tren después de un corto tiempo, olvidando el año que hacía quedado atrás. Cuando los visitantes desaparecieron tras las barreras del expreso, ninguno de los cuatro tuvo que aparentar. Harry no dijo nada y simplemente caminó hacia su compartimiento ya ocupado por un par de baúles reducidos y la jaula de Hedwig (La lechuza dormida bajo su ala derecha), sin mirar atrás, con la plena esperanza de que comprendieran lo que él no podía asimilar.

Las cosas no pueden ser como antes.


Hacía casi media hora que se hallaban en Hogwarts. Tras bambalinas, por llamarle de alguna forma, había presenciado la Selección, costumbre y tradición de Hogwarts, en tanto Remus, que en esos momentos estaba a su lado, le susurraba las últimas indicaciones, asegurándose de que la semana previa tras recibir su correspondencia lo tuviera al tanto de lo que a continuación sucedería. Así pues, dejó de juguetear con los mechones negros de su cabello rebelde, recibiendo la señal del Director que le pidió recorrer el corto camino que le separaba de la realidad y la larga tarima que llevaba a la mesa de los Profesores.

Abandonó la protección de su escondite momentáneo, recordando vagamente el día en que durante la primera había actuado en el festival del Día de la Madre: El telón se había alzado frente a su exigua presencia descuidada, mostrando al tímido niño en uniforme que sostenía una arrugada hoja no atreviéndose a alzar la mirada al público que ansioso aguardaba su participación. Ninguna de aquellas personas estaba ese día por él, no más allá de las profesoras que le estimaban más que a cualquier otro, incitándolo. Aún así, y tras un ligero titubeo que trajo consigo un nerviosismo mayor y el pequeño murmullo de vergüenza, comenzó a hablar. Su voz en ese entonces era suave, aniñada, mas el dolor acaecido le había enseñado a casi siempre guardar compostura, callar. Los lentes redondos, toscos para su tierna carita lastimada por los recientes golpes de Dudley, descendiendo un tanto a través de su nariz pequeña, acentuando el rubor existente en sus mejillas.

"Ya no soy más un niño.

Quizá no seré el hombre que mi padre fue...

No podré cuidarte, ni besaré tu mejilla, no podrás regañarme, pero te amo tanto como lo hizo él, sólo por el hecho de haberme dado la vida, porque sé que me amabas..."

Sus pasos firmes se oyeron en el silencio formado en el Gran Comedor. No dirigió la mirada hacia sus compañeros escolares hasta hallarse en el centro del todo, al costado derecho de la mesa de Profesores. Inspeccionó las cuatro casas reunidas, sabiendo que cada uno de ellos le observaba y aguardaba, mas no así existía la desesperación, por el contrario le recorrían por completo. Los pantalones negros de vestir, realizados a su medida, delineaban en pequeños reflejos de luz la forma de sus piernas largas al caminar; la entallada túnica blanca, que contorneaba el cuerpo perfecto era de un estilo diferente, mucho más fino y elegante, casi dándole un aire oriental a la vestimenta. Botones de plata, larga hasta un poco después de su cadera estrecha, caería de capucha, solapas o cualquier otro accesorio inadecuado, se mantenía en lo simple y bello. El cuello, sólo un poco alto, sólo para mostrar aquel aire aristocrático, seguía el talle de su propio cuerpo; y mostraba su clavícula al hallarse abierto, al igual que el primer botón de la túnica blanca cuyo níveo material suave era sólo perturbado, tomado igual como belleza, por un dragón oriental finamente bordado en la sección derecha, en hilo de plata. La fortaleza que irradiaba Harry era equivalente a la rebeldía que mostraba la mirada decidida y el cabello azabache sin el rictus perfecto, volviéndose desenfadado, humano e inalcanzable dios.

"No recuerdo tu voz, tus ojos, ni tus manos abrazándome. En mi memoria no se halla la canción de cuna que inventaste para mí. Sólo son sueños, de recuerdos que no me pertenecen...pero te extraño y quizá por ello eras más real que el frío de invierno que..."

Recordó su carta memorizada había sido perfectamente dicha en varios minutos, haciendo ver la tristeza oculta en las palabras, la muerte de sus padres y la inminente pérdida de la inocencia en que se había visto obligado a residir. Crecer solo a pesar de hallarse acompañado, ver la felicidad de los demás en tanto era negada a él siquiera una vida decente con sus familiares. Por supuesto tan claros hechos no fueron dichos, sólo leída entre líneas la desolación de aprender.

"...ellos me han enseñado a ser fuerte. A veces duele, pero estoy seguro de que si siguieras viva...estarías orgullosa de mí..."

Habían aplaudido de pie todas las personas, el público, el personal docente, por un momento la vida no pareció una pesadilla. Pero Harry recordó dónde se encontraba y decididamente comenzó a hablar con voz firme en medio del silencio.

-Buenas noches. Para los que no me conocen todavía...mi nombre es Harry Potter- se oyeron pequeñas risas por todo el salón al creer que la posibilidad de desconocerlo no era siquiera remotamente posible. -Antes que nada, bienvenidos a un nuevo año en Hogwarts, esperamos sea plenamente satisfactorio para todos y podamos mejorar nuestro conocimiento de la Magia- aquí realizó una corta pausa, continuando tras unos instantes. -Es bien sabido el peligro en el que nos encontramos desde el regreso y ascenso de Voldemort...- la gran mayoría, exceptuando tres o cuatro personas en todo el comedor, manifestó su incomodidad y terror al oírle nombrarlo con tal desenvoltura, mas Harry no se inmutó ante ello. -No debemos temer ante él, sus seguidores o la sola pronunciación de su nombre; no es ninguna clase de fantasma o dios invencible, por el contrario, es mortal y como tal sus defectos garantizan nuestro éxito; como prueba de sus debilidades han sido capturados cincuenta Mortífagos en el transcurso del año, se han frustrado tres importantes atentados en contra de nuestras comunidades y no ha habido trifulcas en los últimos meses. Por lo que hemos podido observar es de nuestra comprensión su poder aún no ha sido totalmente restaurado, así que su previa preocupación es totalmente innecesaria: Voldemort no se presentará a atacarnos durante el banquete o entre el horario de clases, mucho menos aquí en Hogwarts, el lugar más seguro de Gran Bretaña (Pueden escribirle a sus padres que se hallen sin pendiente)- se detuvo, observando las expresiones de sus compañeros, en tanto sonreía satisfecho por la seguridad que sus palabras brindaban. -En caso de que la lucha se vea cercana, el Ministerio de Magia, los aurores y yo, nos encargaremos de ella, garantizando vuestra protección y tranquilidad. -Por otra parte, se me ha pedido recordarles que no deben entrar al Bosque Prohibido, no sin la supervisión de los profesores, podrían ser atacados por las criaturas que residen en él y no podríamos acudir en su auxilio con prontitud. Les pedimos cautela al recorrer el castillo, no salgan de sus Salas Comunes tras el toque de queda y lean los desplegados que aparecerán en los pizarrones de sus respectivas casas, entre ellos se les anuncia que este año la Copa de las Casas (Evaluada gracias a los puntos que ganen o pierdan para su respectiva casa) y la competencia de Quidditch se llevarán a cabo con normalidad. La reagrupación de los Equipos se llevará a cabo en los próximos días, debiendo los voluntarios asistir a las posteriores juntas donde serán seleccionados. Y teniendo en cuenta los días en que nos encontramos, se ha decidido alargar las horas de Defensa Contra las Artes Oscuras (Para mayor información sus horarios serán entregados mañana a primera hora por los Prefectos), impartidas por nuestro profesor: Remus J. Lupin- el silencio se hizo en la sala poco antes de que la mayoría (Exceptuando Slytherins) se colocara en pie, aplaudiendo el regreso del licántropo, que saliendo de su escondite caminó hasta el estrado, brindándole a Harry una gran sonrisa y realizando una cordial inclinación a sus futuros alumnos antes de tomar su lugar en la mesa principal. -Tratados estos puntos, les deseo fortaleza durante los próximos momentos de adversidades, y buen provecho- una serie de aplausos fue desencadenada, en tanto Harry realizaba un pequeño movimiento de cabeza como agradecimiento.

-Harry- viró hacia la izquierda y acudió al lugar de Remus, que le había llamado con total suavidad dentro de la alharaca propuesta en el Comedor, descendiendo conforme el paso de los segundos en que el banquete llenó los vacíos platos de oro.


Odiaba el significado de recorrer las estrechas filas que casi siempre le custodiaban con admiración, sin que el paso apresurado le privara de escuchar a sus compañeros nombrándolo, murmurando y juzgando cada movimiento que realizara; conllevaba la responsabilidad de aparentar perfección, ecuanimidad y felicidad, y Harry en esos instantes no se sentía con ánimos de sonreír; tal fue su desesperación a medio camino hacia el Gran Comedor a la hora del desayuno del tercer día, que cuando pudo desapareció al doblar la esquina, por uno de los pasadizos secretos que mostraba el Mapa del Merodeador. Tuvo que dar dos vueltas al segundo piso antes de recordar el camino correcto y retomarlo, descendiendo a través de unas estrechas escaleras oscuras que escondía la pintura de un grupo de ángeles. La gran soledad que como un manto de calma le había envuelto entre el silencio se esfumó tan pronto atravesó las puertas, pues al parecer todos le estaban esperando, voltearon hacia él y las pláticas recomenzaron.

Se sentó a la derecha de Ron, que como cada día le dedicó una triste sonrisa comprometida, insustancial y carente de cualquier explicación antes de virar a su novia en el tibio pretexto de escuchar sus palabras (mismas que habían carecido de su atención), en tanto le observaba a escondidas. Harry no se había tomado siquiera la molestia de corresponderle, dedicándose a servir un poco de todo en el plato frente a él, aparentando sentimientos que no le pertenecían.

-Llegó el correo- anunció uno de sus compañeros aledaños que al haber terminado su desayuno se dedicaba a observar a su alrededor, entre él a las numerosas lechuzas que entraron por las ventanas, cada una tomando el camino indicado. Fuera del contexto de una vida normal la mayoría de ellas se condujo justamente hacia él en el perfecto planear durante su descenso, entremezclándose los diversos tonos que iluminaban la seria decoración hasta terminar su entrega. Cuando todas hubieran salido y sólo una de ellas pidiera una pequeña recompensa por su travesía, Harry abrió uno de los primeros sobres que se amontonaban en la espera.

"Estimado Harry Potter:

Mi familia y yo nos vemos en la honrosa necesidad de ofrecerle nuestro apoyo durante la lucha contra "Usted sabe quién"; quizá no sea mucho, resguardo, protección y palabras de aliento, pero es lo menos que podemos hacer ante el acto de valentía que está dispuesto a realizar por nuestras comunidades. Nuestra dirección se encuentra al reverso de esta breve nota; cualquier cosa, no dude en comunicarse con nosotros.

Esperando tengan buen año escolar y se encuentra bien,

Abigail Thompson"

En similares misivas transcurrió gran parte del desayuno, en que si bien no tocó los alimentos, mejoró su estado de ánimo, y hubo un punto en que los buenos deseos no tenían fin, la mayoría contenían las condolencias por la pérdida de su padrino y el arrepentimiento por las erróneas conjeturas que tenían acerca de el. A un lado, Hermione, Ron, Seamus, Dean y Ginny, se habían tomado la libertad de ojear gran parte de la afable correspondencia, incluyendo el motivo: "El Profeta" había publicado su discurso, añadiendo al gusto referencias acerca de su vida personal (mejores amigos, materias favoritas).

Sin embargo, y a pocos minutos de dar por terminado el desayuno, Ron se puso en pie de un solo golpe, desliándose del asiento que casi le hace trastabillar, y salió. El joven Potter pudo observarle furiosamente aventar un arrugado pedazo de pergamino directo el sueldo; mismo que levantó y leyó con total sensatez, comprendiendo tras leer el contenido el porqué de su enojo.

"Te extraño. ¿Qué te parece si seguimos desde donde nos quedamos la otra noche, cuando vaya visitarte la próxima semana? No sé si lo sepas pero hay varias habitaciones secretas en la Torre de Astronomía en las que nadie (ni siquiera mi hermano) podrá interrumpirnos.

Fred"


Cuando dieron inicio de las clases, Ron ya se hallaba recargado a un lado de las puertas que daban al aula de transformaciones, con la Profesora Minerva McGonagall, los brazos cruzados frente al pecho en una clara demostración de impaciencia y furia que aumentó al verlos acercarse con total el aire tranquilo, aún más cuando Harry retiró la mirada y apuró el paso, caminando a su lado antes eludirlo. Alargó el brazo con la intención de tomar su mano y virar su cuerpo, pero con la misma presteza el joven Potter se hizo a un lado y entró al salón, simulando no haber percatado su propósito.

-¿Ron?- Una voz suave, conocida y melodiosa le hizo olvidarlo por un par de instantes, poco antes se percatar el ansia en los ojos castaños que le cuestionaron.

-No pasa nada- a su lado, la mayoría de los alumnos le otorgó la siguiente frase, dentro de su caminar apurado y entre las risas bajas, desaparecidas tan pronto sucedió el cruzar la puerta, su escapatoria, y finalmente dejó que las palabras forzadas apaciguaran su carácter y explosivo. -Entremos...o la profesora nos regañará- en ese entonces percató Hermione le había tomado de la mano, tal y como él había planeado hacerlo con Harry. Se soltó, acomodándose la mochila sobre el hombro derecho antes de obedecer su propia sugerencia. Poco tiempo faltó, segundos después a haber entrado, para que me McGonagall sellara los minutos de retardo con el cerrar de la puerta.

-Bienvenidos a su sexto año de Transformaciones. Hoy repasaremos brevemente los hechizos vistos durante el curso anterior, por lo que, si tienen alguna duda no titubean en hacérmela saber. Saquen únicamente su varita y colóquense en parejas. Weasley, Granger, por favor: sus lugares esperan- el coro de risas que se oyó no fue escuchado por el pelirrojo que se quedó en vano de pie, esperando que la persona que observaba con tal aflicción, le percatara.

-Ron- le haló nuevamente, obligándolo desde el cuello de la túnica a sentarse de una vez por todas en una de las últimas mesas, de tal forma que Minerva dio media vuelta, siguiendo su recorrido a través del aula que Gryffindor y Hufflepuff compartían y el discurso de bienvenida que apenas era escuchado por sus alumnos en las ya conocidas palabras mientras sacaban sus varitas y en silencio dibujaban conversaciones sobre antiguas experiencias que no eran escuchadas por nadie más. Weasley sin embargo, no compartía la experiencia de aquella tradición, pues el chico que capturaba su mirada todavía observaba a aquella nueva persona a su lado que había tomado cortésmente su lugar.


"Nada" había sido la respuesta a cada una de las iguales cuestiones de su novia, que preocupada, le dirigía la palabra cada que era posible, por debajo de la voz de la profesora que hasta ésos momentos no había percatado su extraño comportamiento, y era lógico, pues Hermione se encargaba de ambos trabajos, cuidando de fingir diversos errores en el material del pelirrojo, de tal forma que no llamara su atención. Entre las mesas de patas desiguales y cojines con orejas de ratón, más adelante, Harry se encontraba sentado al lado de Seamus, en esos instantes siguiendo las instrucciones de la profesora, cuidando de cada una de las palabras que sostenía con severidad en la verdadera actitud justa.

-¡Perfecta transformación, señor Potter! Veinte puntos a la casa Gryffindor- Harry simplemente sonrió en agradecimiento, perdiendo la mirada en el ronroneante gato negro que hasta hacía instantes había sido una pelota de golf. Acarició su pelaje, deteniéndose en la parte trasera de sus orejas. Se preguntó si lo podría conservar, pero la mirada que había adivinado la cuestión antes de ser pronunciada, le brindó una negativa. Sonrojándose, lo dejó nuevamente en la mesa, desapareciéndolo tras un nuevo hechizo.-Las lechuzas puede ser muy celosas, Potter- al verla dar media vuelta, de su mochila sacó un cuaderno nuevo, apuntando en la primera hoja de éste el encantamiento que había aprendido, los cuidadosos pasos y los finos detalles en la pronunciación. Tras ellos, tapó el tintero y regresó todo a la mochila, decidido a practicarlo tan pronto volviera a su Sala Común.

Varias mesas más atrás y a la izquierda, Hermione dio un disimulado puntapié a su novio, regresando la vista la hoja de pergamino llena de apuntes de sólo esos treinta y siete minutos de clase. Ron, quien iba a reclamar aquella falta de delicadeza, calló por completo al observar a McGonagall colocarse al lado suyo, juzgando el sapo aún no transformado que observaba sin prisa alguna al pelirrojo. -¿y bien, señor Weasley? Recuerde: Zvalla (Ts-vea-la), un pequeño giro a la derecha, apuntando directamente- tomó la varita que yacía sobre el escritorio a su izquierda y afinándose la garganta pronunció el hechizo. Antes de que Hermione pudiera evitarlo y de que él diera cuenta de su error, ya era demasiado tarde.

-Gsebe-lea- el giro nervioso, la voz insegura, la poca atención, la distracción al saberse observado por el, se sumó al hecho pasado y en las equivocadas sílabas. El anfibio, víctima de un momento que no le pertenecía, croó cuando el rayo de luz pegó en su verde pecho inflado, agrandándose en vertiginosos ángulos impropios de su cuerpo, tal y si estuviera hirviendo el interior, los ojos fuera de órbita y sangrantes salieron totalmente de las cuencas, mientras el cuerpo manchado tomaba un color blancuzco, la textura terrosa, crecía y crecía encima del pupitre y explotaba con un sonido doloroso de incomprendida existencia, llenando de finas entrañas la madera hasta ese momento pulcra.

Ron dejó caer la varita al suelo, recordando aún tener la suya en el bolsillo derecho de la túnica escolar, y antes de que la furia de la profesora explotara, le evitó y salió corriendo del recinto, apenas consciente de los aturdidos movimientos que daba.

Tardaron varios segundos, antes de que todos dieran cuenta de lo que acababa de suceder y ella pronunciara la sentencia.

-Treinta puntos menos, Gryffindor- entre el asco y el desconcierto, no muchos percibieron a Harry colocarse en pie y seguir los apresurados pasos de su mejor amigo.


¿Ves lo que provocas?

Se levantó, soportando las arcadas que daba su cuerpo, obligando a adelantar su torso hasta descender, y respiró entrecortado aire que no hizo sino asquear aún más sus despertados sentidos. Lo que no había logrado Hermione, o la profesora, siquiera las continuas charlas que oía, lo había conseguido el cadáver hecho trizas, cuyos restos aún descansaban en sus ropas, manos y piel blanca manchada de sangre ajena: despertarle y alejar de su pensamiento (por unos segundos) a Harry Potter. ¿Qué habría pensado al observar cometer tal error, tomar una temperamental varita que no era la suya, pronunciar y realizar mal el hechizo a un ser vivo y matarlo? Le alegró el pensamiento que de él no obtendría jamás aquel rechazo ni vergüenza, no tanto así su novia que había puesto el grito en el cielo y durante meses jamás olvidaría el incidente.

La puerta se abrió con suavidad, poco antes de que el seguro fuera puesto, obstruyendo la entrada de alguien más. Al percibir pasos acercándose al cubículo donde se hallaba encerrado, grito; su voz sonaba rota, la garganta había sido lastimada por el asco.

-¡Quienquiera que seas, lárgate!- el mosaico al chocar con la suela de los finos zapatos, lograba aquel ruido único que le llamó la atención, más aún cuando aquel chico viró hacia el, dando un pequeño golpe despreocupado a la puerta.

-Soy yo- tras ello dio media vuelta, dirigiéndose a los lavabos y esperando saliera, lo cual tras halar la cadena sucedió casi de inmediato; mas obtuvo su cínica descortesía al ser evadido por completo. Le vio enjuagarse las manos sin siquiera observarlas, tomando una de las pequeñas toallas blancas perfectamente dobladas sobre el azulejo y mancharla con oscura sangre.-Ron...- le llamó, viéndolo arreglarse el cabello y desarrugar la túnica (que ya le iba corta), mientras esperaba ensimismado en el espejo, al parecer creyendo extraño el pelirrojo joven que le observaba del otro lado del cristal. Giró los ojos, dejando el lavabo donde se había recargado con los brazos cruzados y caminó hasta él, despertándolo con el sonido hueco de sus zapatos. Descruzó los brazos, colocándose a la derecha del chico (centímetros más alto), y tomó las largas manos que descansaban en la corbata malhecha hasta llevarlas entre las suyas al lavabo nuevamente. -Lo estás haciendo mal- apenas rodeando los diez dedos con una mano, giró el grifo al lado contrario hasta lograr la media presión de agua que tan pronto liberada fue a caer sobre las manos de ambos. No le importó que el borde de la túnica escolar se empapase de pequeñas chispas líquidas que gustosas recorrían la aterciopelada piel, o a mirada furiosa que le fue dedicada; incluso ignorando el leve forcejeo del albino dedicó unos cortos segundos a tomar en pequeños movimientos, jabón que se volvió burbujas al persistente toque de la punta de sus dedos y al recorrer con él la piel que volvió a su color original, blanquísima, pulcra y suave. Cerró un poco la llave, dejando al pelirrojo esperando terminara la atrevida excusa, mientras tomaba finas gotas suspendidas de su piel y humedecía con ellas el rostro que le recibió entre la sorpresa, dando un paso atrás. De una piel a otra el vital líquido acarició total perfección y hermosura, hasta lavar de ellas todo error, así como Harry pudo sonreír sinceramente durante el latir de un corazón y contrario al darse cuenta en su inocente labor había acariciado los labios rosas. -Perdón- desvió la mirada, cerró el grifo y secó con otra toalla la húmeda piel. -Será mejor que regrese o McGonagall me matará- arrojando el paño húmedo de regreso a su lugar original, Harry deshizo la corbata contraria y acomodó el cuello de su camisa, desabrochando otro botón, ventana a la piel maravillosa que fue recorrida por una última gota. Al dar la espalda y casi correr fuera, no dio tiempo de ser sostenido por Ronald, que nuevamente lo intentó, solamente observando la fría partida ya constante. Suspiró pesadamente antes de observar su propia blanca piel en el espejo.

Te extraño.


El tiempo reacio a seguir era marcado por su reloj de pulsera, uno a uno los minutos no pasaban con rapidez, aún menos los días que faltaban ni la semana entrante, patente en el calendario que colgaba a un lado de su cama. Más era sábado y Angelina había planeado un entrenamiento de emergencia para recuperar el tiempo perdido durante las vacaciones, por lo que era inverosímil el intento de quedarse ahí por mucho que lo deseara. Descorrió los doseles escarlata de su cama, encontrando fuera de ella que solo Ron se hallaba aún acostado y los demás jugaban cartas, en el centro del todo.

-¡Eh, Harry, hasta que despiertas!- no era por demás la exclamación entonada de Seamus, iban a dar las once y media de la mañana y no estaba acostumbrado a ello.

-Mmmhhh...- fue hasta uno de sus baúles, a los pies de su cama y a poco de sus compañeros, tomando de él una muda de ropa interior, unos jeans y una playera negra. Tal vez fuera inútil bañarse antes del exhaustivo entrenamiento que le esperaba, pero aún así, Harry no desistió de sus propósitos. Se puso en pie y caminó hasta el baño conectado a la habitación.

-¿Y Ron, lo despertamos?- se preguntó si alguien había notado el grave distanciamiento que había tenido de sus mejores amigos, pero prefirió no exponer el punto y simplemente contestar lo primero que le vino a la mente, con ello librando toda duda del incauto Neville que había preguntado, mientras observaba las cartas que le habían repartido.

-Déjenlo dormir. Al rato tenemos entrenamiento de Quidditch- desapareció tras la puerta aledaña, sabiendo que él había escuchado sus palabras por detrás de los doseles cerrados que figuraban un sueño inexistente.


Nuevamente, como cada día, le invadió aquélla refrescante sensación, de encontrarse frente a un ciclo nuevo sin adversidades, enemigos o malos tratos, en que no se encontraba peleado con Ron, y su reticente actitud hacia su mejor amiga era una broma pesada de la imaginación, no existían muertos, heridos ni maldecidos por su causa y nombre, ni él mismo era signo de admiración, respeto, temor u odio. Por esos mágicos minutos, no sería "El-niño-que-vivió" y tenía concedido el sueño de vivir. Claro que la maravillosa conmoción de la que la víctima, no duraría demasiado tiempo, acaso sólo antes el entrenamiento y sólo antes observar a Ron y no encontrar en su rostro la sonrisa cómplice que les unía. De cualquier forma no lo rechazó y dejó que recorriera su cuerpo entero cubierto de calidez, al tiempo de vestirse, colocarse los lentes, arreglarse un poco el cabello, lavar sus dientes y salir del cuarto de baño hacia la habitación. Era raro ver a los chicos encerrados en el castillo, pero justo cuando iba a preguntar la razón, un fuerte rayo se escuchó caer a varios kilómetros de distancia.

-Está lloviendo...- pronunció con cierta sorpresa, fijándose en el amplio paisaje visto a través del cristal cuya cara empapada era recorrida por breves cascadas eternas.

-¿Crees que Angelina les haga entrenar?- asintió a la pregunta de Seamus, que arrojó sin preocupación un par de cartas mientras esperaba el cambio por parte de Dean. Al ser invitado con una pequeña mirada, se sentó. El irlandés le sonrió con total confianza, tomando las cartas y observándolas antes de cambiar el tema. Del bolsillo izquierdo del pantalón sustrajo un pedazo de pergamino que le entregó sin apenas verlo mientras hablaba. -Por cierto, el otro día se te cayó esto...- Harry no requirió de mucha suspicacia para saber el contenido del papel, así que fingió apenas darse cuenta en tanto le agradecía y lo guardaba en su propio bolsillo, observando a Dean tomar una cajetilla negra de cigarrillos de debajo del montón de dulces que era su apuesta en el centro.

Los oscuros dedos largos tomaron uno de los cilindros, llamando la hipnotizada atención de Harry en el fino baile espectacular, casi alcoholizado de locura, que era su rededor, y ofrecieron a los compañeros el efímero vicio, alargando el brazo hasta ellos.

De haber sido capaz de tomar uno de aquellos cuerpos y observarse, podría haber sabido de las pupilas dilatadas, la mirada entrecerrada y drogada de deleite, mientras analizaba a cada uno de sus compañeros, a manera casi voraz, sin dejar nunca aquella sonrisa preciosa que tanto llamaba la atención y la mueca de satisfacción que le adormecía. Le gustaban esos chicos, si acaso no de la misma forma en que le gustaba Ron, le agradaba que en aquel cuarto él era "Harry", por más discursos, presentaciones y forzadas sonrisas de consuelo que brindaba a la comunidad, para ellos siempre sería uno más, amigo, familia, era parte del pequeño grupo en el cuarto; quizá porque conocían sus vicios, gustos y deleites, y entre ellos pocos secretos tenía, lo más prohibido de su vivir.

Frente a él, varias cartas fueron arrojadas al azar, sumando cinco a cada uno, mientras veía a Dean acercarle el vicio a los labios de forma tan tentadora y sensual que le causó calosfríos, tomó así pues el ligero cilindro, atrapándolo en la deseosa boca y las cartas entre sus manos, escogiendo la mejor jugada. A su lado derecho, Finnigan le acercaba la llama, hasta tocar la boquilla del tabaco, y permitió que Harry diera una pequeña bocanada experimental. -¿Crees que Fred te deje hacer esto?- fijó los grandes ojos verdes en el joven que le retó con aquellas palabras, y le hizo sonrojar, descendiendo la varita ya apagada y limpiándose la garganta en un nervioso sonido. Después de todo, una parte de "Harry Potter" siempre permanecía, aún cuando nadie lo percatara.

-¿Fred? ¿Qué tiene que ver Fred? Debería preocuparse por Ron...últimamente está hecho un gilipollas- fueron esta vez dos miradas las que le callaron a Thomas, mientras él sonreía a sus interlocutores y bajaba las cartas.

-Tienen que admitirlo, nos ha costado muchos puntos en la primera semana. Se la pasa viendo a Harry como si...- no se atrevió a tentar a la suerte. Mejor se dio por ganador al presentar con diversión la flor imperial que tenía. Los demás entregaron su apuesta a Longbottom y decidieron otra mano.

-¡Ey! Cuidado de quién hablas, Neville. Ron es mi mejor amigo...- antes de ser replicado (lo cual esperaba) dio un golpe a Seamus, que se llevó la mano al brazo y se quejó en silencio. El trigueño dio una suave bocanada al cigarrillo antes de apagarlo contra la suela del calzado, dejando el tabaco a la mitad. -Creo que ya es hora...iré a despertarlo- dijo esto en voz alta, de tal forma que el pelirrojo salió de su cama y se fue directamente a la ducha sin siquiera saludar.

-¿Jugamos otra?-


Deseó no encontrarse en el equipo de Quidditch, retroceder en el tiempo y observarlo desde la parte superior de las gradas del estadio, aún cuando aquellos días parecieran sombríos bajo la melancolía, los prefería. Y seguramente el equipo entero lo deseaba en esos precisos instantes, independientemente de que el año anterior hubiera ganado la Copa para ellos, pues, siendo sincero, Ron admitía estar dando un mediocre resultado como guardián, lo cual no era justificado con la fuerte tormenta, la falta de luz, la ropa mojada o sus ojos azules nublados bajo gotas constantes.

-¡Ginny!- viró hacia su hermana menor, llamada por la capitana del equipo, mientras ésta subía en una de las Barredoras de la escuela y ascendía en ágiles movimientos hasta la altura de los aros. -Necesito un poco de competencia para Harry- casi gritando, su voz era medianamente amortiguada por los rayos que caían. La pequeñas Weasley asintió, buscando en un rápido análisis al joven Potter, que en esos instantes cambiaba de mano sobre la escoba y atrapaba en una suave pirueta a la Snitch. Parecía perturbado por algo, fuera por el clima extraño o las dos horas de entrenamiento continuo en que había atrapado la pequeña pelotita más veces de las que podía recordar, de forma automática y sin problema alguno, sorteando los relámpagos que amenazaban aún más que las bludgers desviadas o no. Abrió la mano dejando que escapara y a los cinco segundos de haberlo hecho se lanzó a ella y la cogió, rompiendo la distancia entre ambos.

Estaba pensando en James.

Soltó la snitch, la dejó ir, salir de su campo visual en pocos instantes. La pelirroja se pasó enfrente de él, a pocos metros de distancia y fue a por la pelotita dorada que paseaba entre los aros contrarios, hacia donde estaba Ron. Era más pequeña que él, por lo que no tardó en llevarle la delantera, ventaja que Harry cortó al inclinar hacia delante la Saeta y espolearla en el mismo segundo en que Ginny se encontraba a la mitad del rápido recorrido. Los mechones negros se agitaron fuertemente en la rápida velocidad de la escoba que atravesó el aire tal y si éste le rindiera tributo y se partiera. De forma adelantada alzó el brazo, mientras veía unos sagaces ojos virar hacia él, dándose cuenta de su cercanía. Ginny no pudo por mucho que incitó a su escoba a apresurarse, evitar ser adelantada.

Admiró los movimientos que realizaba el moreno, fuera orgullo o pasión, colocándose análogo a la Saeta, subiendo un poco la cadera, sosteniéndose con la mano derecha y los muslos fuertemente apretados, en tanto agarraba la snitch dorada, deteniéndose de golpe (sentándose y elevando la escoba) antes de chocar contra el joven guardián que no hizo nada por esquivarlo. A pocos centímetros, los ojos azules refulgiendo adoración le hicieron perder la conciencia de sus actos; mas el cerrar de aquella mirada le despertó, retrocediendo de vuelta y dando medio giro sin siquiera tener la cordialidad de mirar atrás.


Aventó la escoba que Molly le había regalado al clóset, despreocupándose de pequeñas astillas disparadas por el acto de violencia y el frustrante sonido de las cosas cayendo al frío suelo en continuidad. Estaba humillado por sus propios actos, la pésima participación en el entrenamiento, y por Harry, que al final era el principio de todo. Fue el último en regresar a los vestidores tras cuatro horas de agotadora práctica pues había tomado ya una decisión. Si conocía lo suficiente a su mejor amigo -y podía apostar el modesto capital de su familia a que sí-, aún se hallaría en la regadera, a diferencia del resto del equipo que habría regresado ya a la Sala Común.

Entre la media oscuridad de la tarde lluviosa se adentró más allá de los casilleros y los clósets, con camino hacia donde la lluvia artificial de las duchas compartidas, con los pasos llenos de lodo bajo la helada tormenta, ocultando con ella su presencia poco dócil. Se quitó el suéter, percibiendo que sin él el frío decrecía, arrojándolo al suelo mientras deshacía los botones de la playera sport empapada. Halando sin dificultad la prenda fuera de su cuerpo, se permitió desvestirse en silencio y casi con sensualidad, escuchando la lluvia de una de las regaderas abiertas al mismo tiempo en que se acercaba a ella, subiendo el volumen de la vasta caída de agua. A la esquina de las duchas, aún sin entrar a ellas, detrás de la pared que las separaba se encontraba (sobre una banca de madera, a un lado de los anaqueles) la Saeta de Fuego que Harry tanto adoraba, el último recuerdo de Sirius, y la afirmación a su apuesta.

Había dos hileras de duchas, de cinco cada una, una frente la otra con dos metros de separación; y aunque en un largo tiempo hubo puertas de exquisita caoba que cerraban los cubículos, era bien sabido que las chicas se rehusaban bajo todo pretexto a utilizar las duchas de los vestidores, aún en la sección femenina...por lo que al final las habían retirado.

Harry se encontraba de espaldas a él, en la segunda ducha a la derecha, con ambas manos recargadas en el azulejo blanco de la pared, la cabeza inclinada hacia delante, la pierna diestra centímetros delante de la otra, mientras con pequeños golpecitos de sus dedos marcaba un ritmo suave, símbolo de calma y bienestar.

Pocas veces le había oído tararear o musitar una canción muggle, más era frecuente aquel firme eco al parecer manifestación de los latidos que daba su corazón; pero cualquiera de los dos, siempre, desde la primera vez lograba hechizarle, haciéndole acercarse un poco más al chico tras el nombre. Sonrió al darse cuenta que de los entrenamientos y partidos de Quidditch, aquellos minutos eran sus favoritos. Harry podía ser arcilla entre las manos, olvidar la actitud fuerte, orgullosa y defensiva, si tan sólo uno sabía reconocer el momento oportuno.

Acortó el espacio entre ambos, saboreando anticipadamente el cuerpo desnudo de piel aceitunada y curvas exactas, mismo que capturó sin darse cuenta entre sus brazos, atrapando la cintura estrecha, logrando que todo él se tensara, y por el contrario, que su propia excitación creciera de manera inusitada.

-No deberías estar aquí- las manos de Harry aún apoyadas, ni siquiera había virado a observarlo pero sabía que era él, ligado al deseo, quizá porque conocía cada centímetro de su cuerpo y entre sus labios había encerrado cada trozo de piel, lentamente en besos que secuestraban toda voluntad.

Te necesito.

Se recargó un poco, tomando el aroma a menta del shampoo mientras descendía en pequeñas caricias, poco más allá de los límites que había impuesto, la piel fina de la cadera estrecha, separándose un poco para besar su cuello y al tiempo acariciar el dormido miembro que aceptó con poco placer la desfachatez de su coba. -Suéltame-

No puedo obligarte...ni tú a mí...lo haríamos por nuestra propia voluntad.

Caso omiso a sus palabras, siguió en el experimento de seducción, mientras con la mano izquierda acariciaba su rostro y cabello, intentando que el león se relajara al contacto del cuerpo ya conocido, bajo el agua bendita que lograba domarlo. Mas parecía que el espíritu indomable tomaba fuerza con sus caricias carentes de aprobación, Harry dio na fuerte media vuelta llevándolo consigo, y le golpeó contra la pared, haciéndose soltar al provocar el dolor deseado; se alejó de él tan pronto pudo y le encaró, observando las cascadas de agua caer sobre la piel blanca y lechosa que había lastimado. -Ya tienes a Hermione. Déjame en paz.-

No es que yo esté obsesionado. Eres mi mejor amigo: me perteneces.

-Terminaré con Mione si eso es lo que quieres- Harry le observó incrédulo durante varios segundos, sabiéndolo agitado y dolorido, con las mejillas sonrojadas, el rubor que se extendía de un lado a otro a través de la nariz, y las pecas salpicando el color rojizo, antes de formar en su rostro impasible una mueca sardónica, casi de desprecio, replicando al instante.

-No eres capaz- dio media vuelta, tomando una toalla blanca de los anaqueles en la pared y rodeando con ella su cadera, advirtiéndole con una sola mirada furiosa que no se atreviera a seguirlo. El dolor en la espalda que era sólo preámbulo de la ira que había ocasionado, hizo a Ron desistir, sonriendo esperanzado a pesar de ello.

...y tú aún no me conoces lo suficiente.


Continuará...

Aunque bien no ha avanzado demasiado la historia, va tomando tintes más oscuros y el tiempo transcurrió con bastante rapidez, este capítulo me ha gustado (y mucho) a pesar del comportamiento irascible de ambos y de los extraños instantes que pasaron. Por si alguien no se había dado cuenta, tengo una pequeña afición a los cigarrillos; no fumo, ni mucho menos, pero últimamente no me los puedo quitar de la cabeza... hum, es raro. También me gustó la escena de la malograda transformación, aunque quizá se me fue la mano en ello y en la adoración a Harry, pero bien, creo que la que está obsesionada con él soy yo. Les aviso que a esta historia le faltan aproximadamente dos capítulos, acaso tres, así que espero la estén disfrutando, aunque esta vez me excedí en el tiempo de espera, les dejé un mes sin absolutamente nada, espero que les sirva de consuelo que no me la he pasado muy bien (...aunque ya me recuperé un poco xO), que estuve pensando en ustedes y en la reprimenda que me van a dar...y que de maldita venganza por no apurarme, mi computadora está fallando y tuve que transcribir dos veces todo el capítulo... Estoy muerta (,-,) 26 Enero 05

Atentamente,

Nabichan Saotome.