Llegaron las fiestas de Navidad. La celebración, como todas las grandes celebraciones iba a ser en la casa Evans. Sara se había acostumbrado a esa casa. Los señores Evans eran muy agradables con ella y molestar a Petunia le fascinaba tanto como a Sirius. Mejor aún si llegaba Vernon Dursley, a quien Sara ponía muy nervioso, pues no podía dejar de notar lo guapa que era, pero tampoco podía olvidar que lanzaba fuego como un lanza llamas y un día casi lo había quemado. Aunque en verdad no había sido a propósito. Sirius había empezado a hacerle cosquillas cuando estaba quemando una basura y Vernon iba entrando en ese momento.
Sara no sabía que regalarle a Sirius, y no iba a preguntarle a James, como amablemente le sugirió Frank. Pensó en meterse en su mente y buscar que quería, pero a pesar de que Sara no tenía escrúpulos sobre la privacidad de la mente de las personas tenía miedo de lo que podía ver en la mente de Sirius sobre ella.
Había una cosa, sin embargo, por lo que le habría encantado hacerlo. Había notado que algunas veces Sirius, James, Peter y Lupin se ausentaban una semana. A veces no eran los cuatro, sino tres o dos. Sirius no había querido decirle porqué y le había hecho prometerle que no se metería en la mente de nadie para averiguarlo. Nunca lamentó más Sara el haberle confiado a Sirius que poseía aquel poder.
Sin embargo no se resignaba. Estaban a medio mes y Lily había ido a casa de Alice y Sara, junto con Rose. Aunque no habían dicho nada, Sara sabía que Remus y Rose estaban saliendo, aunque no estaban en serio. Mientras estaba en la cocina Sara oyó a Rose decirle a Lily: "Se van mañana en la mañana, esta vez van todos. Dumbledore cree que se van a unas vacaciones por su cuenta. Nunca se va a dar cuenta. Pero volviendo a los que me preguntaste, ya sabes como es Remus. Estaba feliz porque no le había tocado en Navidad y podría ir a la fiesta. Hasta tuvo humor para decir que iba a estar tan débil que no lo íbamos a poder obligar a bailar" Lily respondió un "Sí, ese es su carácter. ¿Te imaginas que en lugar de él fuera Sirius? Ya salvaje por naturaleza..." Las chicas se habían reído y al entrar Sara con una bandeja de galletas no habían vuelto al tema. Sara sabía que tenía que ver con las misteriosas desapariciones. Sirius le había dicho el día anterior que la veía en siete días.
Sara había optado por un plan opcional del que le había dado Frank, y en lugar de preguntarle a James le había preguntado a Lily. La respuesta hábilmente conseguida fue: "un equipo de mantenimiento de motocicletas voladoras". Sara había tenido que hacer el pedido a Bélgica y esperaba que llegara aquel día por correo, y tenía que irlo a recoger al Callejón Diagon, donde se guardaban ese tipo de encargos.
Sara dejó a sus amigas con Alice a penas llegó esta y se fue al Callejón Diagon. Cuando salía de Correos se vio a Peter entrar en la tienda de comidas al otro lado de la calle. ¿Qué hacía ahí? Él solía desaparecer con el resto de sus amigo los siete días. Sara muchas veces se había preguntado que porqué él iba, si no era tan amigo de ellos después de todo. De repente Sara se detuvo, recordó lo que había visto dentro de la cabeza de Peter el día del baile. Sonrió. Iba a averiguar que era lo que pasaba.
Sara entró a la tienda de comestibles. Peter estaba de espaldas a ella.
- ¿Hoy te tocó a ti, Pettigrew?
- No exactamente, Sirius truqueó la moneda.
- Bien, bien, ¿lo mismo de siempre?
- Sí. Bastante carne cruda, por favor.
"Qué asco" – pensó Sara- "¿para qué querrá carne cruda?"
Peter se volvió con las compras y al ver a Sara abrió la boca estúpidamente. Sara se le acercó sonriéndole.
"Usa tus armas, niña" pensó Sara saludándolo de beso en las mejillas
- ¡Peter! ¿Qué haces por aquí? Creí que te ibas de viaje con ellos...
Sara sabía que se veía encantadora. Uno, porque se había arreglado muy bien, dos, porque cuando quería verse linda se veía linda y tres, porque Peter babeaba por ella y sabía que cada palabra suya lo estaba derritiendo.
- Sí, ya casi nos vamos.
- ¿A dónde van? Si se puede saber... – Sara jugueteaba con un mechón suelto que caía en su cara y le dio su mejor sonrisa.
- ¿Sirius no te ha dicho?
- ¿Sirius? – Sara buscó la mirada más tierna y dolida de su repertorio- no me tiene confianza. Cuando le pregunté se puso de mal humor y dijo que no era cosa mía.
- Sirius es un tonto si te dijo eso – dijo Peter sinceramente – no es la gran cosa.
- No importa – Sara sonrió tristemente – Sirius es así, supongo que nunca sabré a donde van. Es sólo curiosidad, no voy a decir nada, por supuesto. Bueno, hasta luego.
Sara se alejó lentamente, tras darle una encantadora sonrisa de niña desamparada. Peter estaba como clavado en el piso viéndola. Le fascinaba como se contoneaban sus caderas al caminar. De repente reaccionó y la siguió, tomándola del brazo:
- Espera. ¿de verdad quieres saber?
- Oh, no me tomes por una chica caprichosa – Sara hizo como que se ruborizaba y fingió cierto embarazo. Peter le habló dulcemente.
- No, claro que no. ¿Es sólo curiosidad, verdad? Pues no hay ningún daño en que lo sepas. Salgamos de aquí.
Sara le tomó la mano, y lo sintió sudando. "Qué asco" pensó Sara por segunda vez en cinco minutos, sin necesidad de entrar en su cabeza podía imaginar que estaba pensando. Peter la llevó a una soda al otro lado de la calle y la invitó a tomarse una cerveza de mantequilla. Sara accedió.
- ¿Me lo vas a decir? – Sara tomó un poco de cerveza. Peter la miró anonadado. Nunca hubiera creído que alguien podía verse tan sexy tomando cerveza de mantequilla. Sara se había encargado de que fuera posible.
- Claro - Peter no olvidó mágicamente bajo los encantos de Sara el juramento que habían hecho sus amigos y él de no decirle nada a nadie, pero decidió conscientemente (aunque un poco influenciado) ignorarlo – es por Remus, él es un...
- ¿Un qué disculpa? – Sara no había oído la última palabra de Peter. Este se acercó para decírselo al oído, Sara instintivamente retrocedió, pero se acercó movida por la curiosidad.
Sara se llevó las manos a la boca sorprendida. Nunca se lo hubiera imaginado. ¡Un hombre-lobo! Lo primero que sintió fue terror, luego miedo, luego simpatía, siempre había creído que había algo especial sobre Lupin, y en algunos de los países que había visitado se consideraba a los hombres lobos enviados de los dioses. Luego enojo con Sirius, por no habérselo dicho, bueno, si no se lo había dicho probablemente era porque Lupin no quería que nadie lo supiera. Entonces sintió repugnancia por Peter, que tan fácilmente revelaba el terrible secreto de su amigo. Lo que continuó en su rápida avalancha de sentimientos fue curiosidad:
- Pero, ¿qué hacen ustedes? Se van así con un licántropo, ¿cómo no los muerde?
- Sólo ataca a los humanos – Peter había tomado un aire presumido que no le iba para nada. Sara lo comparó mentalmente con Sirius, a quien la postura presumida lo hacía ver tan seductor. Peter parecía salido de una obra burlesca de mala calidad.
- ¿Qué quieres decir?
- Que nosotros somos animagos.
- ¡Animagos! – Sara se levantó de repente. Los animagos eran magos que podían convertirse en un animal. Pero Sirius no podía serlo... le hubiera dicho, ¿o no?
- Sí, desde el colegio. Un milagro de la magia moderna, pues somos además ilegales e indetectables, ni Dumbledore lo sabe.
- ¿Desde el colegio? – Sara no tenía aliento.
- Sí.
- ¿Y que animales son?
- ¿Quieres saberlo?
- Sí. – Peter se estremeció de alegría al ver la intensidad de la mirada de Sara.
- Oh bueno, James es un ciervo.
- Presumido.
- Sirius es un perro.
- ¿Un perro? – Sara se rió.
- Sí, un perro negro, grande.
- Me gustaría verlo. ¡Una mascota ideal! Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre...
- Y yo, yo soy...
- ¿Sí?
Peter sentía vergüenza de decir que él era una rata, cuando sus amigos se convertían en grandes animales.
- Déjame adivinar, una rata – Sara dijo eso en tono cordial, pero mal intencionado, pensando en como había dicho la verdad de Lupin que todos parecían querer proteger.
- Sí – dijo Peter enrojeciendo. Sara sonrió, así que se convertían en animales que reflejaban su personalidad. Al menos él. Peter tomó esa sonrisa por burla y se apresuró a buscarle ventajas a su transformación – es útil. Soy pequeño, puedo meterme en muchos lugares distintos sin que me vean, puedo viajar rápidamente, puedo...
- Sí, lo entiendo – Sara deseaba quedarse sola para pensar en la información que acababa de recibir – mira, ya va a salir la luna. Llévale la carne al lobo.
- Claro, eh... Sara ¿puedo pedirte un favor?
- Claro.
- No les digas que te dije.
- Claro que no, yo sólo quería saber. Hasta luego.
Sara se fue rápidamente. Cuando llegó a casa no estaba Alice. Sara estaba agitada. Se sentó en la ventana a ver las estrellas. Su vista se quedó en la estrella bajo la cual había hablado por primera vez con Sirius. Cómico. Pertenecía a la constelación perro.
Su amiga llegó cansada. Sara la miró pensativa. Ella tenía que saber que Lupin era un hombre lobo. Lily lo sabía. Rose lo sabía. Probablemente Madeline lo sabía. Y ella no. ¿Por qué no le habían dicho? Allá Peter, él había abierto la boca. Sara pensaba interrogar a Sirius apenas este estuviera de vuelta. Sin embargo, se dio cuenta que no podía aguantar tanto.
- Es curioso que ellos siempre que se vayan sea para luna llena, ¿no?
Sara vio a Alice palidecer.
- Y más raro aún que aunque a veces van unos y otros no, Remus siempre se vaya.
- Sara, no es que...
- ¿qué tu primo es un hombre-lobo?
- ¡Sara! ¿Cómo te enteraste?
Sara pensó en decirle la verdad, pero se detuvo. Si decía que Peter le había dicho tenía que confesar que había preguntado.
- Deducción y observación.
- Bueno, ya que lo sabes, tienes que ser discreta. Perdona que no te dijéramos, pero a Remus no le gusta que la gente lo sepa. Ni siquiera se lo dijo a sus mejores amigos, ellos lo descubrieron, como tu. Yo le diré que lo sabes cuando vuelva.
- ¿Por qué no quiere que lo sepan?
- Eso es una pregunta tonta, Sara. Los hombres lobos son mal queridos por toda la comunidad mágica. ¿Por qué crees que un hombre tan listo como mi primo tiene tanto problema para conseguir trabajo? Está obligado a rebelar su condición al patrón que vaya a contratarlo, y no es bien recibido.
- Lógico. No te preocupes. Yo no tengo nada contra los hombres lobo. Pero contra los ciervos, los perros y las ratas....
- ¿Qué quieres decir?
Sara miró a su amiga preguntándose si quería ocultarle el resto. Había hecho ese comentario para hacerle ver que sabía esa parte también. Mejor asegurarse. Se metió en su mente disimuladamente. No lo sabía.
- No, nada... ¿cómo hacen ellos para estar con él?
- ¡Estar con él! Obviamente no pueden. Alguno de ellos se va a cuidar los alrededores de la finca donde Remus va a transformarse, en caso de que se escape o algo así.
- Ah, ya. – Sara decidió irse a dormir. El secreto era más fascinante de lo que creía, pero aun así, ahora que lo sabía desearía no haberlo conocido de la forma que lo hizo. Si despreciaba a alguien en esta tierra era a esa pequeña rata de Peter Pettigrew.
Sara había pasado una semana bajo una aparente docilidad. Siguió con las clases normalmente, hacía las tareas y recibía a sus amigos. La noticia salió en el Profeta, sin mencionar a Sara por ningún lado. Fudge estaba informado de la presencia de Sara en la escena, pero no quería alertar a la comunidad mágica diciendo que ella había estado ahí, por si la relacionaban con los incendios que solían ocurrir en los lugares atacados por Voldemort, a cortesía de Sara Parker. Dumbledore, Snape, Lupin, Harry, Ron, Hermione y Tonks parecían preocupados por ella, pero ella les dijo que estaba bien. Draco también estaba preocupado, pero no por lo mismo que ellos. Ellos temían que no se hubiera desahogado del todo. Draco temía que estaba planeando. Cada día, por las noches, Sara se encerraba en una habitación nueva que había pedido y Draco podía oír explosiones y golpes dentro.
A la semana Snape empezó el entrenamiento de Sara. Empezó por cosas simples, pero difíciles, como toda la magia oscura. No enseñó a Sara a realizar esos complicados hechizos, sino que se los mostraba, le explicaba sus efectos y le enseñaba a repelerlos. Algo parecido a lo que hacían los alumnos de sétimo año en defensa, pero con hechizos que ni siquiera estaban reconocidos en los libros de magia oscura, hechizos de la factoría de Voldemort, y como Sara sabía pero Snape no se atrevió a decirle, de su madre.
Sara trabajó de firme tanto en estas lecciones como en el colegio. Los profesores estaban asombrados, Sara estaba subiendo sus promedios considerablemente, y para asombro de Harry y Ron, a quienes solía acompañar a los entrenamientos de Quidditch, no volvió, sino que se iba a la biblioteca, donde solía encontrarse con Hermione.
Esta última, a pesar de que había tenido grandes avances controlando sus celos hacia Sara, no pudo evitar que volvieran a ella cuando un mes después de lo ocurrido en el orfanato Sara logró un corrido de Sobresalientes. Nadie entendía cómo lo había logrado, pues aunque era mejor que su madre y se había esforzado durante mucho tiempo sus notas solían estar en Excede Expectativas y Aceptables.
Las sesiones de AD también vieron la mejora de Sara, quien, para asombro de todos logró un hermoso patronus en forma de fénix al primer intento. Sin embargo Sara les dijo que no tenía ningún mérito.
- Los dementores no me afectan.
- ¿Qué? – Harry la miró incrédulo.
- No, los fénix mayores nos inmunizaron a ellos cuando nuestros enemigos los pusieron en la tierra.
- Pero, Azkaban, tu madre...
- Ya te dije. Dumbledore y el ministerio pusieron hechizos extras muy potentes de protección contra ella.
Pero no sólo logró el Patronus, sino que les enseñó algunos hechizos que había "aprendido en algún lugar".
Coincidiendo con el inicio del entrenamiento de Sara, Dumbledore la llamó para decirle una cosa y darle otra. Le dijo que de ahora en adelante él le daría personalmente una lección de Defensa contra las Artes Oscuras. Le dio un nuevo cuadro para su casa. Estaba vacío, pero Sara supo que era. Phineas Nigellus tenía acceso a ese cuadro, y debía estar en la sala de entrenamiento de Sara.
Snape le molestó un poco, a Sara no mucho y a Phineas bastante. No quería pasar todo el día oyendo a "dos adolescentes estresados". Pero le tenía cierto cariño a su tatataranieta, por lo que había accedido.
Draco creía que Phineas lo iba a tratar con desconfianza, pero para deleite suyo no fue así. A Phineas le agradó bastante Draco, pues era un Slytherin como él y parecía muy maduro para tener sólo 16 años. Por otro lado le desagradaban las visitas de Harry, Ron y Hermione, verdaderos adolescentes estresados.
Sara hablaba mucho con él, aunque Dumbledore solía llamarlo por las noches, precisamente para evitar esas conversaciones, pues las ideas de Phineas ya sabemos que no iban mucho con las suyas.
Las lecciones de manejo llegaban a su conclusión, Sara manejaba la moto como si fuera una extensión de su propio cuerpo y esta parecía dirigida por su voluntad más que por sus habilísimas manos. Bill estaba orgulloso de su alumna.
Draco fue el primero en comprender los cambios, o mejor dicho, mejoras en el desempeño de Sara, gracias a la explicación que ella misma le dio, un viernes en la noche que lo enseñó lanzar cuchillos.
Sara esperó no sin cierto temor la vuelta de los chicos. Finalmente llegaron el 23 de diciembre. Alice le había escrito a Lupin pidiéndole que fuera a verla apenas llegara, y Sirius se había ofrecido a acompañarlo. Alice le dijo a Lupin que tenía que hablar en privado con él y Sara le pidió a Sirius que la acompañara a comprar algo. Los dos chicos percibieron algo extraño en el ambiente.
- ¿Qué vamos a comprar? – le preguntó Sirius antes de arrancar la moto.
- Nada - le dijo Sara seriamente – tengo que hablar contigo.
Sirius notó que Sara hablaba muy seriamente, y al verla vio que estaba muy preocupada.
- Vamos a mi casa.
Sara asintió. Llegaron a la casa de Sirius muy rápido. Entraron a la sala y Sirius le sirvió un trago.
- ¿Bien? – Sirius miró a Sara lleno de curiosidad. Ella no solía ponerse tan seria sobre nada.
- Sé lo de Remus. – Sara pensó que no había una forma de decirlo más que sólo diciéndole.
Sirius la miró sorprendido.
- ¿Cómo te enteraste?
- Bueno, ya sabes, observando, meditando...- Sara desvió la mirada.
- No creí que te dieras cuenta tan rápido – dijo Sirius despreocupadamente y con cierto alivio – bueno, ¿eso es todo?
- Sí – Sara lo miraba extrañada. Creía que Sirius armaría un gran alboroto al respecto.
- Bueno, es un alivio que lo sepas, la verdad. De hecho discutimos varias veces si te lo decíamos. Apuesto que para eso quería Alice hablar con Remus.
- Sí – repitió Sara.
- Bien, lo que es una lástima es que fuera para Navidad, ahora Remus va a andar con vergüenza.
Sara se levantó y se acercó a ver por la ventana, dándole la espalda a Sirius que le dijo:
- ¿No estás molesta, o sí? Digo, o ¿te importa que sea un hombre-lobo?
- No, no me importa – dijo Sara sinceramente- ya sabes que Remus es el único de tus amigos del colegio que me cae bien. Ya te lo dije una vez. Remus es tierno, y ahora entiendo ese aspecto frágil tan lindo. De hecho, ahora me cae mejor. Es todo un luchador, por lo que me dijo Alice.
- Sí, lo es. –Sirius volvió a sentir los mismos celos que sintiera años antes, cuando Sara le dijera porqué no gastaba bromas a Lupin- ¿Estás enojada conmigo?
- No, es sólo que me gustaría que tuvieras suficiente confianza en mí como para decírmelo.
- No es falta de confianza, en serio. A Remus no le gusta que la gente se entere porque lo ven distinto. Si fueras tú sabrías a lo que me refiero.
- Lo entiendo. – Sara se volvió y le sonrió. Luego siguió viendo las estrellas.
- ¿Sabes que es lo mejor de que lo sepas? Que ahora puedo decirte la otra parte.
- ¿Otra parte? – Sara sintió terror. ¿Cómo iba a demostrar sorpresa? De repente sintió algo húmedo en la mano. Volvió a ver y vio a un enorme perro negro que le chupaba la mano. Sara gritó y retrocedió, quitando la mano de su alcance. No había sido difícil sorprenderse, pero tenía que seguir la actuación. Miró alrededor "aterrada" - ¿Sirius? ¿Dónde estás?
El perro caminó hacia ella, Sara retrocedió "asustada" y levantó la mano haciéndola ver temblorosa, como si fuera a soltar una ráfaga de fuego, pero sin hacerlo. Sin embargo, el perro retrocedió realmente asustado y gimió. Sara lo miró con atención, y bajó la mano.
Era el perro más lindo que había visto en su vida. Bien que se cuidaba Sirius de verse bien en sus dos presentaciones. Tenía el pelo negro y sedoso, se veía fuerte y hermoso. Lo que más llamó la atención de Sara fueron los ojos de aquel canino. Mostraban inteligencia y sensibilidad. Sara sonrió y se arrodilló frente a él (no era una comedia difícil de interpretar):
- ¿Sirius?
El perro ladró y movió la cabeza de arriba a abajo, en señal afirmativa. Sara lo abrazó y acarició su melena.
- ¡Eres el perro más lindo que he visto en mi vida! – Sirius puso sus patas delanteras en los hombros de Sara y una se resbaló un poco hacia abajo. Sara lo rechazó diciendo en broma – porque estés en esta forma no se vale aprovecharse. Siempre quise tener un perro ¿sabes? Pero no pude – Sara se había jurado nunca decir de nuevo "Dumbledore no me dej" - ¿me dejas ponerte una cadena y sacarte a pasear? Te voy a poner un nombre... ¿que tal... Snuffles?
El perro se transformó en Sirius, que la miraba de cuclillas en la piso.
- Ni se te ocurra. ¿Verdad que soy un perro adorable?
- Presumido – Sara lo empujó y Sirius cayó sentado al frente de ella. Por un momento el mismo pensamiento vino a los dos, el recuerdo de un beso al frente de una chimenea. Sirius trató de acercarse más, pero Sara se levantó.
- ¿Desde cuando puedes hacer eso?
- Todo empezó en el colegio, cuando descubrimos que Remus era un licántropo...
Sirius se sumergió en la historia, mientras Sara escuchaba atenta, fingiendo sorpresa ante la revelación de que los otros amigos eran animagos ilegales a su vez, al terminar el relato Sirius le advirtió:
- No puedes decirle a nadie, ¿ok? Nos podríamos meter en muchos líos. Del grupo sólo Lily sabe, porque James, bueno, no se lo iba a ocultar a su futura esposa.
- ¿Y por qué a mi me dijiste? – Sara lo miraba inquisitivamente. Los dos sabían la respuesta, que no fue exactamente lo que Sirius dijo:
- Contigo todo es distinto Sara, hace tiempo que quiero decírtelo. –se miraron atentamente, Sirius prefirió acabar con eso, antes de que las cosas se tornaran más serias -Es tarde, mejor te llevo a casa.
- Claro.
Viajaron en silencio. Algo les decía a los dos que las cosas entre ellos iban a cambiar pronto. Sirius esperaba que al día siguiente, para mejorar. Sara sabía que al día siguiente, pero no necesariamente como Sirius esperaba. A través del tiempo Sara había desarrollado una especie de poder de premonición.
Cuando llegaron al apartamento venía saliendo un muy pálido y demacrado Remus, que al ver a Sara se sonrojó y evadió su mirada. Sin embargo Sara se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Remus la miró y Sara le dedicó las más dulce de sus sonrisas, la cual ni siquiera ella conocía. Remus le sonrió a su vez y Sirius no pudo evitar una punzada de celos.
Mundungus había ido a casa de Sara muy seguido esas últimas semanas. Draco había observado que llevaba a veces unas cajas de madera o de cartón que dejaba pero Draco nunca volvía a ver. El misterio se vio aclarado la noche que Sara lo invitó a visitar su nueva y privada habitación.
Draco la siguió lleno de curiosidad, pero lo que vio lo dejó mudo.
- ¿Qué es esto, Sara?
- Mi verdadero cuarto de entrenamiento.
- ¿Qué es lo que haces aquí?
- ¿Ves estos? – le preguntó Sara ignorando aparentemente su pregunta y sacando una caja de cuchillos.
- Sí.
- ¿Crees que si te doy uno, puedes lanzarlo a esos móviles del fondo y acertar el que te pida?
- No lo sé.
- Inténtalo.
Draco lo intentó, pero falló. Sara cogió otro, lo tiró y consiguió el último de los móviles, el más distante.
La habitación era enorme en largo, ancho y altura. Tenía muchos móviles para practicar tiro en el fondo. Las paredes estaban adornadas con carteles de distintos ejercicios y deportes de lucha. Había unos elásticos que guindaban del techo sujetando un arnés. Una espada larga reposaba en la pared. Un rincón parecía dispuesto a pociones, y una se cocía en ese momento.
- La mayoría de las personas no puede hacerlo – dijo Sara pensativa – y ese fue pura suerte. Por eso he hecho un pequeño invento.
- ¿Qué invento?
- Mira – Sara sacó una caja distinta de cuchillos, que vibraban un poco. Draco tomó uno. Sara sólo le dijo:
- Elige un objetivo y piensa en él con todas tus fuerzas al lanzar el cuchillo.
Draco la miró preguntándose si su amiga no se había vuelto loca, pero Sara lo veía con una mirada muy inteligente. Eligió el móvil rojo, porque le recordó a los Gryffindor. El cuchillo franqueó el aire limpiamente y se clavó en el centro del móvil. Draco miró a Sara sorprendido.
- Eso no es todo – susurró Sara – llámalo.
- ¿Qué?
- Así. – Sara tiró otro cuchillo y después de que hiriera su objetivo Sara extendió la mano en su dirección. El cuchillo volvió a su mano. Draco hizo lo mismo, deseando tener el cuchillo en la mano, funcionó al instante.
- ¿Cómo hiciste eso? – Draco estaba realmente sorprendido, Sara sonreía.
- Hay más. Prueba ahora. – Sara chasqueó los dedos y los móviles empezaron a moverse rápidamente, mezclándose entre sí. Draco la miró incrédulo. Eligió esta vez el verde, que le recordó a su padre. Lanzó más al aire que a otra cosa, pues iban muy rápido. El cuchillo escogió su dirección y se clavó en el verde, aunque antes hirió a otros.
- Todavía los estoy perfeccionando – dijo Sara – la idea es que sólo toquen el objetivo.
- ¿Como hiciste esto?
- ¿Parece difícil, verdad? Pero no lo es. Me inspiré viendo como los mísiles se les dan coordenadas y no pierden así no más su objetivo, por más que se mueva. Dung me consiguió bastantes partidas de estos y tengo que probar los que ya encanté. ¿Quieres ayudarme?
- Claro.
- Bien. Voy a ver cómo va el veritaserum.
Sara fue a la poción mientras Draco se entretenía con los cuchillos.
- ¿Para qué es todo esto Sara? Llevas días actuando extraño...
- Es que descubrí algo – dijo Sara batiendo un poco la poción – descubrí algo después de lo del orfanato.
- ¿Qué cosa?
Sara lo miró, valorando si revelarle sus pensamiento o no.
- Ok, si quieres saber, ponme atención. Seguiremos con esto luego.
- Bien.
- No sé como decirlo, va a sonar muy raro, pero estoy segura.
- Adelante.
- Cuando Dumbledore fue a buscarme para traerme a Hogwarts, me dijo que iba a empezar una batalla entre las fuerzas de Voldemort y el resto de la humanidad, básicamente. Pero me mintió. La guerra no se ha detenido un solo instante. La estamos viviendo en estos momentos. Tu y yo somos víctimas de ella, por eso sé que puedes entenderme.
Draco sólo asintió. Él sabía perfectamente que estaban en guerra.
- ¿Alguna vez te has fijado en un tablero de ajedrez?
- Weasley es el fenómeno en ajedrez.
- Sí, pero al menos sabes como se juega.
- Sí.
- Es una guerra, entre dos pueblos, el negro y el blanco. Todas las piezas son importantes, hasta el más insignificante peón, ya que cada uno pone sus habilidades a la causa. A veces se tienen que sacrificar piezas para poder sobrevivir, o descubrir una nueva estrategia. Piensa que Voldemort es el bando blanco y nosotros el negro. Aparte de que el negro me gusta mucho lo pongo así porque Voldemort parece jugar siempre primero.
- Te sigo – le dijo Draco ante la pausa de Sara para comprobar que Draco estaba entendiendo lo que trataba de decirle.
- Nosotros somos piezas del ajedrez. Todos, absolutamente todos formamos parte de esta batalla, y tenemos que poner lo que somos, lo que sabemos y lo que podemos saber al servicio de la causa. El día del ataque al Orfanato descubrí que hasta el momento había sido totalmente egoísta, pues todo lo que aprendía y sabía lo tenía al servicio de ayudarte a ti, a mis amigos y de mi venganza. Decidí poner todo en esta guerra. Sé que tengo un papel importante en ella. Mi madre fue la reina de las piezas blancas, la más poderosa, la que podía hacer más movimientos, la que desarmaba el otro bando. Yo quiero ser la reina de las negras, para eso estoy aquí, ese es mi papel.
- Sara, ¿no crees que estás exagerando un poco? – dijo Draco pensando que aquello sonaba totalmente descabellado.
- No. No creo en las coincidencias así porque sí. Mira, le he dado muchas vueltas, y creo que de alguna forma mi vida se ha encargado de prepararme para esto.
- ¿Destino?
- Tal vez así se llame, no lo sé. ¿No me crees, verdad? Mira. Kyara me hizo estudiar karate, tae kondow, kic boxing, gimnasia, y todo lo que se te pueda ocurrir. "Una chica debe saber defenderse " decía, pero a mi me parecía exagerado, aunque me gustaba y era buena en eso. Después mi escuela, a pesar de ser pública, ganó un curso de esgrima, algo totalmente inusual e inexplicable, pues bien, lo dieron y lo recibí, y fui una de las mejores. Luego fui al orfanato, y me hice amiga de un chico de más o menos mi edad llamado Jonathan, quien era capaz de volar un edificio con una taza de azúcar y que me enseñó ingeniosas formas de construir armas y bombas y me enseñó a pelear sucio, para defenderme de las chicas que me molestaban. ¿Crees que todo eso fue coincidencia y no la vida preparándome para lo que venía? ¿Fue coincidencia que el diario de mi madre no fuera destruido y Kyara me lo diera? ¿Qué mi madre fuera un desastre en el colegio y yo pueda sacar notas excelentes? ¿Fue coincidencia que la noche de lo del Orfanato me estuvieras enseñando tu álbum familiar? No lo creo, Draco.
- Pero Sara, ¿qué puedes hacer tú? ¡Eres sólo una chica que no ha cumplido los 15! Tu madre tenía 20 años cuando empezó a trabajar con el Señor Oscuro.
- Pues soy mejor que ella, y no sé que pueda hacer yo, pero voy a dar lo mejor de mi para encontrarlo, y esto es sólo el comienzo. Estamos en una guerra, quiera Dumbledore decirlo así o no, y estoy dispuesta a pelear y jugar el papel que me corresponde, cuando llegue el momento. ¿Vas a ayudarme?
Draco la miró. Sonaba muy convencida, y pensándolo bien, tal vez tenía razón. ¿No le había dicho su madre, antes de morir, que la salvación les iba a llegar de una chica que aparecería pronto? ¿No lo había salvado ella de la muerte a manos de los mortífagos? ¿No había sido ella quien evitó que milagrosamente la tragedia planeada para el orfanato?
- Cuenta conmigo.
Sara le sonrió complacida y volvió junto a la poción, mientras Draco se dedicaba a tirar cuchillos.
Sara se despertó inquieta. Se levantó mirando todo alrededor, como si esperara encontrar algo mal. En la cocina se encontró con Alice, completamente vestida. Sara llevaba su diminuto pijama azul.
- Deberías ponerte al menos una bata – dijo Alice por saludo – Frank viene por mi en cualquier momento. ¿Cómo piensas llegar a la casa Evans?
- Sirius me lleva. ¿Está todo bien?
- Sí, ¿por qué? – Alice miró alrededor como Sara alarmada
- Algo va a pasar hoy.
- ¿Algo? – Alice trató de sacarle algo más. -¿Bueno? ¿Malo?
- No lo sé, algo. Se va a quedar para la noche, va a pasar en el baile, ¡rayos!
- Sara, lo que te pasa es que le tienes manía a los bailes de Navidad.
- Mis razones tengo, ¿no?
- Sí, pero eso no significa que cada Navidad va a pasar... algo.
- No, sólo en las que está Sirius. Voy a bañarme. Te veo en la fiesta.
Sara se alistó con esmero para la fiesta. Se puso un vestido corto color champán y se hizo un moño alto, con unos bucles sueltos. Se maquilló diestramente y se puso zapatos altos, pero cómodos para bailar. Sirius llegó por ella temprano, pues habían quedado de ayudar a Lily a acomodar las cosas. Estaba guapísimo y sonreía de una forma muy especial, una sonrisa que sólo podía significar que tenía un plan.
Llegaron a la casa temprano, a tiempo para que Sirius abrazara a Petunia y le diera un sonoro beso de ¡feliz navidad! Ante el cual la chica palideció visiblemente y le dio una débil cachetada. Sara la miró burlona, pero en el fondo con bastantes celos. Petunia salió a esperar a Vernon a la acera.
Frank y Alice llegaron temprano, Remus llegó con Rose más tarde y Peter llegó solo poco después.
La fiesta fue todo un éxito, y el baile estuvo genial. Sara y Sirius destacaron entre todos –como de costumbre- y al llegar la media noche se desearon feliz navidad los unos a los otros y se repartieron regalos.
Sirius miraba a Sara con atención. Sara estaba inquieta esa noche, miraba alrededor y parecía poner mucha atención a las parejas que lo rodeaban.
- ¿Qué les miras? – le preguntó Sirius ya tarde, cuando bailaban una pieza suave.
- Nada, es sólo que se ven tan felices... debe ser maravilloso compartir un día así con alguien tan especial.
- ¿Yo no soy especial?
Sara le sonrió.
- Claro que sí, ya sabes a lo que me refiero.
- La verdad que sí.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? – le dijo Sara con un poco de miedo.
- Claro que sí.
- Desde que llegué todo el mundo me ha hablado de Sirius Black el conquistador, el rompe corazones, pero no te he llegado a ver con una sola chica. ¿Por qué?
Sirius dejó de bailar y la llevó lejos de los demás, cerca de la arboleda que rodeaba la casa Evans.
- ¿Qué haces, Sirius?
- Voy a darte tu regalo de Navidad. Toma – Sirius sacó de la bolsa del saco una caja de terciopelo verde. Sara la abrió y se encontró con una adorable cadena de oro, con un dije de zafiro incrustado. Sara lo miró sorprendida y luego a Sirius, que la miraba tan profundamente como la primera navidad que habían pasado juntos.
- ¿Te gusta?
- Es precioso – dijo Sara casi sin voz – no puedo aceptarlo... debe ser...
- No, no , acéptalo, por favor.
- Gracias, es maravilloso Sirius.
- ¿Te lo pongo?
- Claro.
Sirius se puso detrás suyo y le puso la cadena con delicadeza. Luego le dio un suave beso en el cuello. Sara se estremeció.
- Sirius...
- ¿Qué?
- ¿Qué crees que estás haciendo? – a Sara le costó decir eso, y aún más apartarse de él.
- Lo que debí hacer hace tiempo.
Sara se volvió vio que Sirius estaba muy serio.
- Le hemos estado dando vueltas al asunto desde hace tiempo, Sara, pero tu sabes tan bien como yo lo que hay entre nosotros.
- Es historia, Sirius.
- Lo que pasó en el colegio no me importa. Lo que me importa es lo que pasa ahora. Me hiciste una pregunta, te la contesto. No he salido con nadie en este tiempo porque es contigo con quien quiero estar.
- Sirius, no lo hagas – Sara estaba asustada. No tanto por que las cosas entre ellos volvieran a empezar, cosa que deseaba tanto como él, o de enfrentar que nunca lo había olvidado. Tenía miedo porque sabía que en cuanto Sirius dijera algo más lo que estaba temiendo desde la mañana sucedería.
Sirius no le puso atención y se acercó a ella de manera que quedaron cara a cara. Sara cerró los ojos, en tres, dos, uno...
Cuando no quedaba más que un milímetro entre sus labios y Sara sintió el roce de la nariz de Sirius en su mejilla alguien, que Sara reconoció como Peter gritó con fuerza:
- ¡Sara, aquí hay un chico que dice llamarse Ash que te busca!
Sara se apartó de Sirius como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Se volvió a la salida de la casa con una expresión mezcla de alegría y sorpresa. Sirius la miró enfadado y siguió su mirada, con la intención de asesinar a ese tal Ash. Un chico apareció en la puerta. Era moreno, alto, de pelo negro corto. Vestía como extranjero y miraba serio alrededor. Traía una espada en la faja.
- ¡Ash! – gritó Sara y se lanzó en carrera hacia él. Lo abrazó y él le dio un beso en la boca sonriéndole.
Sirius sintió como si le hubieran clavado la espada en el pecho. Se acercó al grupo de amigos que miraban curiosos la escena. Tomó con cierta brusquedad a Alice del brazo.
- ¡Calma Sirius! – le dijo Frank alarmado.
- ¿Quién es? – le pregunto Sirius a Alice ignorando a Frank.
- Ash, su novio indio. ¿Nunca te habló de él?
Sirius la soltó sin decir nada. Se volvió para ver como Sara le daba la mano y bajaba en dirección al grupo. En lo alto de la escalera estaba el acompañante de Ash, un brujo alto, mayor, de barba blanca larga: Albus Dumbledore.
Las lecciones de Sara con Snape iban relativamente bien. Snape encontró en ella la mejor alumna que había tenido, aplicada, esforzada y altamente incentivada. Sin embargo les costaba bastante en un inicio, en primer lugar porque Sara quería aprender a defenderse con y sin varita.
Los dos primeros meses Sara hizo unos cuantos progresos. Se impacientaba porque decía que no estaban avanzando nada, aunque Snape le decía que para tener 14 años había hecho ya demasiado.
Narrar cada una de estas clases sería aunque no aburrido, tal vez si tedioso, así que veremos solamente las más relevantes de ellas.
En las primeras clases Snape le explicó algunos de los métodos favoritos de los mortífagos para matar y torturar.
- Explotar órganos internos es de los más usados. Ya sabes, el baso, hígado, riñones, uno a uno, lentamente. Matar a punta de cruciatus es otro, pero menos efectivo, pues en personas muy fuertes puede causar solo daño cerebral permanente. Los venenos no son muy usados, de hecho los mortífagos no son muy diestros en pociones, sólo unos cuantos. En cuanto a Bella, ella tiene sus propios métodos, a parte de que el Señor Oscuro le enseña personalmente sus propios hechizos, así que de esos no se mucho. Sin embargo sí sé que ella tiene un poder muy desarrollado, y es el de causar alucinaciones a las personas.
- ¿Alucinaciones?
Una voz fría dijo detrás de Sara dijo:
- Sí, Sara, alucinaciones.
Sara se levantó rápidamente varita en mano y lanzó una ráfaga de fuego a la figura alta y encapuchada de negro que había hablado detrás suyo, a quien había reconocido como Lucius Malfoy. Sin embargo el fuego fue a quemar la pared del salón, muy cerca del retrato de Phineas que desapareció asustado.
- ¿Qué demonios...?
Sara dio vuelta, Snape la miraba serio.
- Ese tipo de alucinaciones Sara. Te puede volver loca a base de ellas, explotando tus puntos débiles, haciéndote enojar o perder el control. Y ella no duda en ser cruel. Yo te puse una bastante mala imitación de Malfoy. Ella puede hacerte creer que estás hablando con Sirius o con tu madre, o hacerte ver que alguien va a matar a Draco. No puedo ayudarte a pelear con eso, tienes que valerte de tu intuición y de tu razón.
- Si intento leerles la mente... podría descubrir que no lo son.
- ¿Qué tal vas con eso de leer la mente?
- Mal.
Dumbledore, en su lección de Defensa le enseñaba algunos hechizos muy avanzados para alguien que se prepara a los TIMOS, y la ayudaba con el Legimency y Occlumency, pero Sara no hacía ningún progreso real. Eventualmente lograba vislumbrar qué pensaba Dumbledore, pero sin ninguna precisión. Dumbledore decía que no tenía que preocuparse, pues aún estaba muy joven y más bien era de sorprenderse que ya pudiera hacerlo aunque no a voluntad aunque Dumbledore y Sara estaban seguros de que podría hacerlo en una ocasión apremiante o que ella considerara realmente importante. Sin embargo Sara sabía que él estaba preocupado, pues sabía que su madre había sido inmejorable como Legimency y Occlumency, y ere rarísimo que ella que la superaba en todo no lo hiciera en esto. Claro, la explicación estaba en que Voldemort tenía parte de ese poder. En Occlumency le iba un poco mejor, pero con un rato de esfuerzo Dumbledore podía entrar en su mente, lo que solía valerle una quemada, pues Sara se ponía histérica cuando lograban invadir su mente. El comentario consolador de Dumbledore había sido algo como:
- Al menos sabes siempre que alguien se mete en tu mente, no pueden hacerlo a escondidas, y si lo logran no creo que vean mucho antes de que los carbonices.
Sara seguía desarrollando sus proyectos en el cuarto privado, al cual sólo Draco y ella podían entrar. Phineas tenía una ligera idea de lo que hacían, pero no le daba mucha importancia. Draco no estaba muy convencido, por dos razones: uno, no creía en el destino y ayudaba a Sara sólo porque ella estaba realimente interesada en los proyectos. Dos, porque Sara se basaba en cosas muggles, y ya sabemos la opinión de Draco sobre los muggles.
Los inventos eran muy variados, y no todos eran exitosos. Tuvieron problemas con una espada que Sara encantó que los persiguió por toda la casa y estuvo a punto de rasgar el cuadro de Phineas. Otro problema fueron las esposas que Sara encantó para que nadie que las llevara pudiese desaparecerse o safarse, a las cuales no lograban encontrar contra maleficio una vez que Sara se las puso. Peor aún fue cuando Sara hizo una poción para dormir que estuvo lista antes de lo previsto cuando Draco estaba solo y se quedó dormido hasta que Sara llegó, y despertó tan desubicado que Sara tuvo que hacerle los trabajos para el día siguiente.
Sin embargo otros experimentos no iban tan mal. Sara había desarrollado más de una poción interesante, y estaba empeñada en desarrollar pociones que pudieran inyectarse. El verutaserum era la que tenía más avanzada en ese camino y ya Mundungus le había conseguido las agujas, y Sara practicaba en ella misma las punciones que una vez hacía un tiempo la enfermera del orfanato le había enseñado a poner. Los objetos que encantaba –al igual que las pociones- aún estaban a prueba. Las personas podrían pensar que eran fáciles de desencantar y ya, pero Sara los encantaba sin varita ni hechizo, de manera que sólo pudieran desencantarse de igual forma.
Granadas explosivas, bombas de gas adormecedor, puñales direccionales, veritaserum inyectable y la poción de conjuntivitis (basada en el gas pimienta) eran su mayor orgullo en inventos, pero en lo que estaba más feliz era en dos de sus proyectos completamente personales: levitación y lucha a dos varitas.
Estaba segura de que si podía hacer volar cosas sin necesidad de las varitas podía hacerse volar así misma. Para eso eran los elásticos y el arnés que guindaban del techo. Se amarraba a estos y podía brincar y hacer malabares en el aire por el impulso de estos, pero después intentaba hacerlos por ella misma. No planeaba lograr volar, pero su levitar un poco, y lentamente lo iba consiguiendo.
La lucha a dos varitas si le estaba saliendo mejor. Si podía echar fuego por las dos manos ¿por qué no iba a poder usar varitas en las dos? Cada noche, cuando se cansaba de los proyectos, le pedía a Draco su varita y practicaba. De momento podía perfectamente lanzar el mismo hechizo a igual potencia por ambas varitas a la vez, pero planeaba lograr lanzar distintos hechizos a la vez. Draco la contemplaba asombrado.
Sin embargo, si Sara pretendía que su vida se limitara a su "preparación para la guerra" estaba muy equivocada, y los acontecimientos del 14 de Febrero le demostraron que una cosa es lo que se planea, y otra, la que acontece.
¿Qué les pareció? A mi me gusta mucho, insisto, y no me maten por como quedó el lado de Sara Parker, (vamos, no quedó tan mal tampoco...)
Me gustaría saber que opinan de lo que le explicó Sara a Draco, ¿qué les parece?
Y también lo de Peter, espero que les haya gustado, a mi me gusta mucho la conversación de Sara y Sirius sobre lo de Remus, bueno, ya saben: Espero sus reviews!!!
Sara Fénix Black
