Hola a todos!!!!

Aquí estoy una vez más, ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡lamento muchísimo la tardanza!!!!!!!!!!!!!!!! El viernes no pude y el sábado pase todo el día en una reunión de un trabajo… y cuando fui publicar el domingo, ¡fanfiction no funcionaba! Hasta hoy no he podido volver, porque en la mañana tenía un examen undecente, y para mañana tengo una monografía, ¡qué dura es la U!

Desafortunadamente no tengo posibilidad de responder los reviews esta vez tampoco, pero quiero agradecerle a Strega-in-progress, amsp14, Licon, Sami, Bella Blackvad (no te desanimes por fa, me encantan tus megas reviews), Seika (¡Gracias por leer!), Hermy, Julieta Black Potter, Nessa, Laurana-Malfoy-Rin, Trixi Black y Leo Black Le-fay por sus reviews. Me gustaría mucho responderles porque están muy interesantes algunos de sus comentarios, pero espero que con este chap se aclaren o se cumplan algunos de sus deseos.

Los personajes pertenecen a JK Rowling, no se hace con fines de lucro. Ahora si, los dejo con el chap.

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Confesiones

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- No es necesario que levante la varita – le dijo Sara al entrar en su oficina- sólo quiero hablar con usted.

- Es un poco tarde para las disculpas, Sara – le contestó Albus Dumbledore mientras llenaba unos papeles en el escritorio- ¿cómo entraste aquí?

- Hogwarts no es un límite para mi.

- Y asumo que estás aquí porque Azkaban sí lo es.

- Estoy aquí porque usted metió a la cárcel a un hombre inocente.

Era ya tarde, Sara no había podido llegar más rápido, pues tuvo que reservar sus poderes para entrar en el castillo. No entendía porque estaba tan débil.

- ¿Inocente? – repitió incrédulamente Dumbledore- no sabía que era un adjetivo que se le pueda dar a un hombre que vendió a su mejor amigo.

- No lo hizo. Él no era el Guardián Secreto.

- Sara, me parece que el encarcelamiento de Sirius te ha afectado un poco, ¿sino que haces aquí diciéndome mentiras que sabes que no hay forma posible de que crea?

- ¡Tiene que creerme! –le gritó Sara acercándose a él- el espía era Peter Pettigrew, yo misma lo busqué, lo entrené y lo inicié. Cuando usted mandó a los Potter a hacer el encantamiento fidelio iban a utilizar a Sirius, pero él les pidió que no lo hicieran, porque sabía que yo tenía muy fácil acceso a su mente y no serviría de nada, pero como los Potter y él sabían que ninguno de los tres era el espía optaron por buscar a alguien más para que fuera el Guardián y no decírselo a nadie, ni siquiera a usted, para evitar que el espía se enterara. De esa manera perseguiríamos a Sirius y el Guardián con sus custodiados estaría bien. El problema es que eligieron a Peter, y no dudó en traicionarlos.

- Buena historia – le dijo Dumbledore con el mismo tono que usaba cuando ella era pequeña y le enseñaba un horrible dibujo de los que solía hacer – pero con ciertos fallos. Los Potter esperaban a Sirius para la cena.

- Y él no llegó porque estaba conmigo.

- ¿Contigo? ¿Esa es tu defensa?

- Peter lo engañó y lo envió donde yo estaba, lejos, en Kent. Yo me encargué de entretenerlo un rato…

- Pero él fue visto en el Valle de Godric, y tenía la intención de matar al niño.

- ¿Matar a Harry? Primero dejaría que lo mataran a él antes de que le pase algo a ese niño. Yo le dije lo del ataque y quería impedirlo, pero no llegó a tiempo. Él era el padrino del niño, quería hacerse cargo de él.

- ¿Y por qué ibas a decírselo?

- ¡Porque lo amo!

- Eso es lo primero que creo que dices sinceramente de todo lo que has dicho desde que entraste a esta oficina. Crees que lo amas, y ahora vienes con una historia totalmente inverosímil para tratar de salvarlo de los pecados que cometió como bien sabes por ti.

Sara no contestó a eso último de inmediato.

- No es cierto – dijo lentamente- vengo a decirle la verdad para que él no pague por mi los pecados que cometí yo.

- Él mismo no se ha defendido – le dijo Dumbledore – le dimos la oportunidad, pero no dijo nada.

- Está en shock – le contestó Sara- su mejor amigo y su esposa murieron ayer por un error que él cometió al elegir a Peter como su sustituto para el encantamiento. Porque no lo dejaron cumplir la promesa que le hizo a su mejor amigo de cuidar a su hijo y porque mató a uno de sus mejores amigos del colegio porque este lo había traicionado, y porque descubrió que yo…

Sara se calló, no pensaba excusarse de ella misma. Luego continuó:

- Dumbledore, yo sé que usted y yo nunca nos llevamos, y después de todo lo que ha pasado no voy a explicarle los motivos de mis acciones. Nunca he entendido por qué odia usted a Sirius, pero sé que tiene que ver conmigo, pero por favor, no deje que ese odio le impida creerme.

- La familia Black siempre ha sido una familia de magos tenebrosos. Sus padres son firmes partidarios de la ideología de Voldemort y su hermano era un mortífago. La verdad te equivocas, nunca he odiado a Sirius, y esperaba sinceramente que él hubiera escapado de la forma de ser de su familia, pero ya sé que no es así, y sabes que es tu culpa que él haya caído en esto.

- Le propongo un trato – le dijo Sara cambiando se estrategia, pues era obvio que Dumbledore no iba a creerle- libere a Sirius y le entregaré a todos los mortífagos, sin excepción. Soy la única persona que los conoce a todos.

- Nada de tratos Sara. Independientemente de si traicionó o no a los Potter, Sirius mató a un mago y a doce muggles con un solo hechizo.

Sara se quedó fría de repente. ¿Trece muertes de un hechizo? Una Avada Kedavra no podía hacer eso. Dumbledore expresó lo que ella pensaba:

- Ese hechizo de muerte masiva sólo lo usan los mortífagos, y lo sabes.

Sara no contestó.

- ¿Sara?

- Peter Pettigrew está vivo –dijo Sara de repente. Ella misma le había enseñado ese hechizo. Sirius no podía saberlo, y aunque lo supiera nunca lo hubiese usado. Preguntó rápidamente- ¿dónde fue? ¿Dónde ocurrió eso?

- ¿No lo sabes? No es secreto nacional – le respondió Dumbledore sin creerle- pero si quieres que te lo diga, fue en Charing Cross.

- ¡Charing Cross! ¡Pero eso es en el centro de la ciudad! – exclamó Sara con asombro, luego cambió a un tono serio-¿insiste en no creerme, Dumbledore?

- Por supuesto que si.

- Se arrepentirá – le dijo Sara levantándose y desapareciendo.

Dumbledore suspiró. ¿Decía Sara la verdad? ¿Había estado Sirius con ella la noche anterior? ¿Y con eso quería decir…? No, imposible. Y aunque lo fuera… no, no podía dejar que Sara y Sirius se reunieran de nuevo. No con la amenaza de la vuelta de Voldemort en cualquier momento. Todos estaban mejor con Sirius Black en Azkaban.

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Sara estaba en Charing Cross, no había sido difícil encontrar la escena del crimen. Decían que había sido una explosión de gas. Iba bien cubierta bajo una capa para evitar que la reconocieran y llevaba el detector de magia en la mano. Haciendo caso omiso a las señales y a la policía se acercó al rincón de la pared contra el que se suponía Peter había arrinconado a Sirius. Lo sintió, sí, Sirius había estado ahí.

El detector señaló la presencia del hechizo de muerte masiva y una transformación de animago.

Sara miró al suelo su alrededor, había un cráter en medio de la calle, y las ratas corrían en las alcantarillas.

- Rata venenosa – dijo Sara en voz baja. Tenía que atraparlo. Era la única manera de probar que Sirius era inocente.

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Sara entreabrió los ojos... ¿cuánto tiempo había pasado? ¿Qué había pasado? Draco… ¡Draco! Le había dicho algo terrible…

Y luego, a la casa, la taza de chocolate, Draco llegó y se fue sin hablarle… y…

No recordaba nada más de esa noche. Después… dolor, medicinas, el horrible olor de las pociones… pesadillas, buscar en el aire una mano…

Pero, ¿qué era eso? Oía voces en la sala de la par…

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Harry, Ron, Ginny y Hermione estaban en la sala de la par comentando lo que habían captado con las Orejas Extensibles en las discusiones de la investigación de lo sucedido a Sara que se habían realizado durante las tres semanas posteriores al ataque. Ese día sin embargo no habría reunión, pues Dumbledore estaba en la reunión anual de la Confederación Internacional de Magos.

Los chicos se habían levantado temprano, en el caso de los tres primeros para un entrenamiento de Quidditch y en el caso de Hermione para repasar la materia nueva de transfiguración. Después del entrenamiento se habían reunido con ella y habían decidido ir a ver como estaba Sara, pero la señora Pomfrey les había informado que hasta que el doctor Wyle llegara a examinarla no podía recibir visitas.

Con asombro los chicos habían comprobado que ya eran casi las diez de la mañana.

- ¡Pero claro que tiene que ser Malfoy! – exclamó Ron- la misma Sara lo dijo cuando lo

echó de la casa.

- Ella no lo echó de la casa – lo corrigió severamente su hermana Ginny sobresaltándolo- él se fue por lo que ella le dijo.

- Es lo mismo – dijo Ron.

- ¿Pero es que no escuchaste lo que dijo Phineas? –preguntó Hermione.

- No tiene sentido – dijo Harry- es una acusación muy grave la que hizo Sara sólo por estar molesta…

Las dos chicas a la vez alzando los ojos al cielo. Nunca iban a comprender el carácter da Sara.

- No creo que fuera él – dijo Ginny tras una pausa.

- Ginny, no irás a defenderlo, ¿verdad? – le preguntó Ron abriendo mucho los ojos.

- Ya sé que lo que dice Moody tiene lógica –dijo la pelirroja- pero si estuviéramos hablando de Malfoy antes de… antes de Sara. Pero ahora, no sé. Yo estuve con él cuando se enteró en el baile que iban a atacar a Sara…

- Dumbledore no ha estado de acuerdo – añadió Hermione.

- ¡Oh no! – exclamó Ron- ustedes dos no irán a defenderlo después de todo lo que les hizo a ustedes…

- Creo que Dumbledore tiene razón – dijo Harry- hay que esperar a tener pruebas de algo. Lo que importa de momento es que él es el sospechoso principal de la investigación.

- Y díganme una cosa, defensoras –dijo Ron- si no hizo nada, ¿por qué se marcha?

- ¿Crees que le hubiera pedido a Dumbledore permiso para marcharse de ser el culpable? –preguntó Ginny escéptica – además, quiere ir a terminar el curso en Francia, y estaría bajo el cuidado de Madame Máxime.

- Pero ya oyeron lo que dijo Moody –intervino Harry- Malfoy estuvo casi dos meses en Francia y mantiene contacto constante con alguien allá. Tal vez allá se escape… no deberían dejarlo irse.

- Pues Dumbledore ya le dio los papeles para que los envíe – dijo Ginny- ahora temprano iba a mandarlos según me dijo cuando lo topé anoche en el comedor.

- ¿Desde cuando hablas con Malfoy…? –empezó a interrogar Ron, pero en ese momento la mesa que estaba entre ellos se prendió fuego y sonó un estrépito en la habitación de la par que los asustó. Se precipitaron a la puerta, pero al abrirla descubrieron que Sara ya no estaba ahí.

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Sara no podía creer lo que oía. Draco sospechoso de haberla atacado en base a las palabras que ella había dicho. No podía ser… tenía que hablar con él. Pero eso de que se iba a Francia fue demasiado para ella.

De repente sus fuerzas parecieron volver a ella. En ese momento tuvo la certeza que si desde un inicio ella hubiera llamado a sus fuerzas con tantas ansias como en ese momento habrían venido a ella. Sintió como si se las hubiera arrebatado a alguien, pero no sabía a quien… o cómo.

Lo importante era que sus poderes estaban ahí. No podía dejar a Draco irse, no ahora.

En ese momento oyó movimiento en la habitación de la par. Claro, había estado tan enojada con ellos por lo que decían que había incendiado algo. Pero no podía dejar que la detuvieran…

Con firmeza, cerró los ojos y desapareció.

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Draco estaba en las cercanías de la casa de Sara. Había ido a buscar a Gwinger para enviar su solicitud de traslado. No iba a quedarse ahí donde todos sospechaban de él. La verdad los otros no importaban tanto, pero… mejor apartarse de todo eso.

Miraba al águila volar majestuosamente entre los fuertes rayos de sol, pero de repente un agudo silbido resonó y el águila varió su ruta, devolviéndose hacia la casa. Draco la miró asombrado, y al seguir su trayectoria la vio bajar y posarse en el brazo de Sara, quien lo miraba intensamente, con las pupila llorosas pero con una fuerza tal que Draco no creía posible cuando la había visto casi moribunda el día anterior.

- No me la pediste prestada –justificó Sara acariciando las alas de su águila y quitándole el sobre – vamos a ver que es esto.

- Sara, yo…

- Quieres pasarte a Beuxbattons… – dijo Sara en tono normal- lo entiendo…

- Supongo que te sientes mejor.

- Bastante, sí, gracias –le dijo Sara como si no hubiera tenido más que un resfriado.

Sara miró con atención los papeles.

- Draco.

- ¿Sí?

- ¿Te quieres pasar por lo que dije de que tu eras el traidor?

- No.

- Excelente – dijo Sara con una sonrisa- porque no lo creo. Sé que no eres el traidor.

- ¿En serio? – preguntó en tono de duda Draco.

- De verdad –Sara le sonrió dulcemente- nunca podría creer eso de ti. Ahora te explicaré lo que dije, y porqué, aunque bueno, no tiene explicación lógica.

- Sonaste muy convincente –dijo Draco todavía en tono algo frío, lo que sin embargo no era tan fuerte como el hubiera deseado en un inicio, pero después de lo que le había pasado a Sara era difícil no mostrarse alegre de que estuviera ahí de pie hablando con él tranquilamente.

- ¿Te quieres ir porque todos piensen que eres el traidor, aunque no tengan pruebas?

- No.

- Bien, porque lo que digan los demás no importa. ¿Te quieres ir por lo que sientes por mi que crees (con base en mi conducta) que yo no quiero, puedo o debo corresponder?

- Es una mezcla de todo lo que has dicho.

Sara lo miró seria. Luego levantó la solicitud de Draco a la altura de su rostro y la rompió en dos, luego en cuatro y luego las tiró a los lados, aunque no cayeron al suelo más que cenizas.

- Sara, ¿qué estás haciendo?

- Tienes que dejarme hablar un rato para explicártelo –le dijo Sara- y si no te importa voy a sentarme. No se cuantos días llevo en cama y creo que ya me acostumbré a estar acostada.

Sara se sentó en un tronco que estaba ahí partido.

- No sé exactamente que sientes por mi – empezó- porque tu mismo me pediste que no te lo preguntara porque no ibas a darme una respuesta distinta a la que me diste ya una vez. Así que no sé si correspondo o no tus sentimientos con certeza, pero voy a seguir mi intuición.

Draco no dijo nada. Sara continuó.

- De pequeña crecí leyendo el diario de mi madre, y de cierta forma lo utilicé como el modelo de lo que no debía hacer, y la primera regla que me puse fue precisamente que nunca iba a enamorarme, pues eso era lo que había causado todo lo que pasó entre mi madre y mi padre.

- No estás diciéndome nada nuevo – le dijo Draco bruscamente.

- A eso voy. Supongo que si te hablo de Fred y George Weasley sabes de quien te estoy hablando. Ellos me dijeron una frase que suena como un cliché y supongo que en realidad lo es, pero ahora viene al caso: las reglas se hicieron para romperse. Y creo que yo he roto la mía.

Draco la miró sorprendido.

- Sara, no digas nada de lo…

- ¿De lo que me vaya a arrepentir? Déjame hablar –le dijo Sara- ahora que estoy enferma no tengo fuerzas para pensar en si me arrepentiré o no, aunque no lo creo. Mira, no estoy lista para una relación, eso lo sé perfectamente. No te puedo negar que la idea de estar enamorada me da más miedo que la de enfrentarme a Voldemort y que sinceramente no tenía intenciones de que esto ocurriera. No quiero herirte, ni lastimarte. Pero te necesito. Ahora más que nunca sé que te necesito para todo lo que va a pasar. Proyectos y entrenamiento no me sirve de nada ahora. Así que necesito saber si vas a quedarte conmigo o no, a pesar de todo lo que acabo de decirte… porque si no es así, la convalecencia puede ayudar a prepararme… pero no te vayas sin decírmelo.

- Sara… – Draco se acercó y se arrodilló frente a ella, para poder verla directo a la cara. Tomó sus manos entre las suyas.

- El día que dije aquello… tú acababas de poner el dedo en la llaga. Acababas de decirme, o al menos yo interpreté lo que dijiste como que yo no podía entender mis propios sentimientos. Y yo sabía que era verdad y estaba molesta porque una verdad así duele, duele saber que es tu propia incapacidad la que no te permite ser feliz y lo que es peor, la que daña a los demás. Sentí que estabas atacándome cuando era mi propia conciencia la que trataba de llamar mi atención. Entonces fue cuando dije eso. No quería, la verdad no lo pensé antes de decirlo, supongo que uno tiene una especie de subconsciente que suelta cosas hirientes cuando nos sentimos mal… a parte de la psicología barata, cuando vi tu cara me di cuenta de lo que había hecho, pero me sentía tan mal, tan humillada, tan enojada conmigo misma que fue más fácil descargarme en ti. Pero esta vez ya no lo soportaste. Has aguantado tanto de mi... Y cuando llegué y vi la taza de chocolate que me habías dejado…

- ¿Taza de chocolate? –la interrumpió Draco de repente incorporándose, como si lo hubiera electrocutado.

- Sí, encima del desayunador.

- ¡Eso es! –exclamó Draco- Sara, ¿te tomaste el chocolate?

- Sí. ¿No te estoy diciendo que me sentía mal?

- Yo no hice chocolate ese día.

- ¿Cómo que no? Pero…

- ¿Ves lo que eso quiere decir?

- No –dijo Sara que no entendía como después de lo que ella había estado diciendo Draco empezaba a divagar sobre tazas de chocolate.

- ¿Sabía como siempre? El chocolate.

- Ahora que lo dices no, era más dulce. Generalmente tu lo dejas algo amargo.

- ¿Te lo tomaste todo y te dio sueño?

- Sí, cuando llegaste a la casa no me pude ni levantar de la cama, y apenas te oí irte.

- ¿Me oíste irme? Excelente, eso quitará la investigación de mis pasos. ¿Qué recuerdas después?

- No lo sé… – Sara trató de recordar, no era nada fácil con la mente tan pesada- recuerdo una sombra en la pared…

- ¿Hombre o mujer?

- No lo sé… pero recuerdo algo blanco... un poco ¿húmedo, tal vez?…

- ¿Blanco? ¿Cómo qué?

- No sé, era algo blanco sobre mis ojos…

Draco se quedó pensando. Sara lo miró con creciente molestia, ¿y lo que acababa de decirle qué?

- Draco, ¿vas a decirme que te pasa?

- Yo no te dejé el chocolate – dijo Draco acercándose a ella de nuevo y poniéndose de cuclillas para verla frente a frente- y no estaba en la cocina cuando nos fuimos. Recuerda que Dobby tuvo la tarde libre y yo recogí la cocina. Alguien tiene que haberla dejado ahí mientras no estábamos. Probablemente tenía una poción como la que te dieron en el baile. Supongo que esperaban atacarnos a los dos, pero debe hacer sido una suerte que nos peleáramos ese día. Una vez que ya no podías defenderte hicieron su trabajo.

- ¿Y cómo se supone que entraron a la casa? O mejor aún, al colegio.

- He pasado mucho tiempo últimamente en el bosque, no pongas esa cara,–añadió al ver el reproche de preocupación venir- revisando la barrera que pusieron después de que los mortífagos entraron al bosque. Ningún hombre puede entrar por ella. Así que no lo sé…

Sara empezó a pensar rápidamente. Ningún hombre…

- ¿Y un animal?

- ¿Perdona?

- Un animal pequeño.

- Sí, tal vez.

- ¿Y si esa cosa blanca que vi era una mano?

- ¿Una mano?

- ¡Creo que lo tengo! –exclamó Sara.

En ese momento oyeron gritos y personas que corrían desde el castillo.

- ¿Qué pasará? – preguntó Draco preocupado.

- Deben haber descubierto que me fui – dijo Sara.

- ¿Te fuiste así no más? Eso explica tu atuendo.

- ¿Qué…? – Sara se miró a si misma y sintió que se ponía roja de la vergüenza. Llevaba puesta la bata de enfermería, unas medias viejas y el pelo suelto y enmarañado - ¡cómo salí así del castillo!- exclamó consternada- Estoy horrible.

- Estás preciosa –le dijo Draco tomándola de la barbilla y obligándola a mirarlo. Los dos aguantaron la respiración un minuto, y luego, con un impulso simultáneo, se besaron apasionadamente En ese momento Harry, Hermione, Ron y Ginny llegaron a su lado.

- Creo que podemos tomar eso como una declaración exculpatoria para él, ¿no? –preguntó Ginny en tono serio a pesar de las ganas de reír que le daban las caras de estupefacción de sus amigos.

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¡Espero que les haya gustado!

Nos vemos el viernes, espero no retrasarme de nuevo.

¡¡Besos desde Costa Rica!!

Sara Fénix Black