¡¡¡¡¡¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO!!!!!!!!!
Lo prometido es deuda, aquí está el capítulo final de la cuarta parte ("El Arma Letal y el ascenso de la Oscuridad").
Lastimosamente no tuve tiempo de sentarme a contestar reviews, pero los he leído todos y muchas gracias por sus comentarios. Prometo contestarlos luego, es que no quise fallarles y había prometido publicar este capítulo hoy.
Estoy muy feliz de estar publicando ya el final de la cuarta parte, así que no los entretengo más y los dejo para que lo disfruten.
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Cuando el Presente conoce al Pasado
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"Y tu, maldad o belleza
Verás tu destino truncarse
Verás como la vida no es cierta
Y eres juguete del arte.
Y si ellas tuvieron cinco años
Tú tendrás lo que deseas
Si la sangre que ella lleva
Te une al cielo y estrellas
Si lo que eres esencia
No es más una sola en la Tierra.
Sin saberlo deberás a tu enemigo
Tu terrible pero amada condena
La que permitirá que des vida
A lo que el destino desea."
(Segmento de la Profecía de los Centauros)
El barco salía ese día en la noche. Narcisa la había acompañado al pequeño y sombrío puerto. Sara se preguntaba como sabía de aquello, pero prefirió no preguntarle.
- Supongo que no volveremos a vernos – le dijo Narcisa cuando ya era hora que Sara subiese.
- No lo creo – dijo Sara que no quería cifrar muchas esperanzas en lo que había visto con Harry. Esperaría a que naciera su hija, entonces sabría.
- Bueno, sé que no nos conocimos muy bien, pero…creo que ha sido gratificante conocerte.
- Lo mismo digo –le dijo Sara con una sonrisa- cuida a Draco, por favor. Y ya sabes, a Tonks y a Michael.
- No te preocupes. Y tú cuida de esa niñita el tiempo que puedas estar con ella.
- Hecho. Si vas a seguir resistiendo a Lucius, ten fuerza. Mi hija vendrá en un tiempo a solucionarlo todo. No te preocupes. Gracias por todo.
- Lo mismo digo.
Sara le dijo adiós con la mano y subió al barco. Iba lleno de personas que se veían más o menos como ella. Personas cuyas vidas que dejaban atrás ya no les servían para nada, personas cuyas esperanzas estaban casi extintas, y cuyo único interés era hacer que la vida fuera soportable.
Sara se sentía mejor, aunque no sabía a que atribuir aquello. Escondió el zafiro bajo su blusa, para no llamar la atención, y el contacto de la fría piedra sobre su piel le produjo un estremecimiento.
Se sentó junto a una mujer joven, más o menos como ella, quien también ofrecía el aspecto de alguien muy bello a quien la belleza se le había vuelto una carga y había decidido dejar atrás.
- Hola –saludó Sara por decir algo. La esperaba un largo viaje sola…en un destino desconocido.
- Hola. ¿Vienes sola?
- Sí.
- Yo también. ¿Te espera alguien?
- No.
- A mí tampoco.
Sara miró a la mujer con interés.
- Sara Parker, mucho gusto.
- Kyara Lardner, el gusto es mío.
Bueno, tal vez no tan sola.
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¿Cuánto tiempo había pasado? Ya no importaba. En la vida que llevaba el tiempo no era importante, no había más que sol y luna, y lo que estos marcaban no era importante. Tan solo notaba vagamente las lunas llenas, que alguna vez habían sido los mejores momentos de su vida... y las lunas nuevas... pues en una había conocido a Sara.
Era una noche de luna llena, cuando sintió de repente su conexión con Sara de nuevo. Ella no estaba cerca, de hecho, parecía estar muy lejos, pero algo importante había sucedido, y tenía que ver con los dos.
Sirius se levantó bruscamente y se agarró de los barrotes de la mini ventana de su celda que daban al acantilado que rodeaba Azkaban. Sentía que Sara lo necesitaba.
Sirius Black no sabría nunca que acababa de sentir el nacimiento de su hija.
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- ¿Qué nombre vas a ponerle?
- No lo sé –dijo Sara mientras alzaba a su recién nacida niña- no tengo la menor idea.
- ¿No lo has pensado? – le preguntó Kyara arqueando una ceja extrañada.
- No se me ocurre ningún nombre lo verdaderamente bueno para la Emperatriz de las fénix.
Kyara era un regalo caído del cielo para Sara. Era una mujer sin propósito en la vida cuyo futuro había terminado cuando le negaron las becas que necesitaba para estudiar. Habían viajado juntas a América y Sara la había contratado como dama de compañía, por decirlo de alguna forma. Ya tenían unos meses viviendo en el centro de Phoenix, Arizona. Kyara se había encariñado con ella y había descubierto que Sara estaba quizá más perdida y desorientada que ella misma. Sin embargo, Sara tenía que explicarle porqué tenía tanto dinero y vivía de esa forma y por qué sucedían tantas cosas extrañas.
Sara quería que Kyara la ayudara con la niña (pues estaba segura que sólo la preocupación por ella sostenía su quebrantada cordura) y como sabía que una bebé fénix puede causar cualquier tipo de demostración mágica había decidido contárselo todo. Aparte, había sido un gran consuelo para ella encontrar una persona que la escuchara sin juzgarla y que aceptaba lo que ella le decía sin dudar. Kyara era así. Si la mujer que la había prácticamente salvado ofreciéndole trabajo, amistad y compañía era una bruja y había sido una gran asesina, lo aceptaba y punto.
- Pues piensa en ella como tu hija, y no el títere de una profecía.
- No lo sé… Sirius habría hallado un nombre precioso en un momento.
Sirius… las conversaciones de Sara siempre lo incluían. A Kyara le fascinaba oír sobre el maravilloso Sirius Black, así que Sara tenía muy buen auditorio para contar aquellos recuerdos que a medias la consolaban y a medias la torturaban.
Los nueve meses del embarazo Sara los había aprovechado para escribir todo lo que podía recordar y entender de sus visiones, para estudiar el libro de Benamburg y para repasar lo que había visto en la mente de los niños. Todo apuntaba a que había una posibilidad de que la leyenda no se cumpliera, después de todo, no era más que eso: una leyenda. Lo que habían dicho los centauros se lo afirmaban, y ahora que tenía a su hija en los brazos lo sentía en ella también.
Era cierto, era una condena, pero al mismo tiempo, no podía dejar de agradecer que su peor temor tal vez…
Pero mejor no confiarse en ello. Ahí estaba la niña, sorbiendo lenta pero constantemente su poder… su vida. Si pudiera hacer que eso terminara. Si pudiera hacer que su hija no tuviera que pasar por todo eso. Miró a la pequeña figurita que tenía entre sus brazos. Tan linda, tan débil… ¿y si ella…? Si lo que pensaba era cierto, tal vez podría hacerlo. Podía salvarla de su horrible destino.
En un momento de locura estos pensamientos se arremolinaron en su mente, y tomando un cuchillo que había sobre la mesa lo clavó en el pecho de la niña.
La niña gritó con todas sus fuerzas y Sara sintió como si ella misma hubiese sido traspasada. Quitó el puñal de ella de inmediato, a la vez que Kyara se tiraba sobre ella con verdadero horror en el rostro.
La sangre corría sobre la niña, y Sara se dio cuenta de la atrocidad que había estado apunto de cometer. Casi había matado a su hija, a la hija de Sirius… pero era una fénix, tenía que recuperarse. Pero no parecía haber signos de mejora en ella.
- ¿Será que aún no le han pasado mis poderes? –preguntó Sara inquieta, temerosa que de lo que había planeado en ese momento de locura sucediera. Kyara trató de alejarla de la niña, pero Sara se la arrebató y la abrazó estrechamente, al tiempo que dejaba fluir su poder hacia la niña. La sangre empezó a detenerse lentamente… poco después no quedaba más que una pequeña seña de la herida.
- Ten – le dijo Sara a Kyara dándole a la niña- llévatela de aquí, soy un peligro para ella.
En el momento que Kyara se la llevó Sara se echó a llorar. Lo que había hecho era verdad… y lo que sospechaba también.
Ella era un peligro para su propia hija. Ella no era la persona indicada para criar a la hija de Sirius Black, a la Emperatriz de las Fénix. No era falta de autoestima o miedo, era una verdad muy clara. Su alma estaba envenenada. Demasiado tiempo había compartido con Lord Voldemort… todo el amor que le tenía a Sirius que veía reflejado en esa preciosa niña no valdría de nada si su hija se contaminaba de su alma.
Si ella criaba a su hija, si esta se encariñaba con ella aprendería a ser como ella por más sangre Black que llevara, y ella tenía que asegurarse de que su hija fuera una Black sobre todas las cosas.
"...Pero si ya estás ahí desafiando al destino no la hagas parte de ello dale una vida nueva. Que ame tus mismos afectos, que odie tus mismos odios..."
Estaba desafiando al destino. Le había vendido su alma a Lord Voldemort y tenía que seguir ese camino, pero no su hija, ella tenía que salvarse, ella iba a salvarla.
¿Iba a renunciar a lo único que le quedaba, a lo única parte que tenía de Sirius ahora?
Sí, no tenía otra opción.
Pero, ¿qué haría con ella?
Kyara…
Pero, ¿no iba su hija a extrañar a su madre? ¿No la haría la lejanía más querida? Necesitaba que lo último que su hija quisiera ser en este mundo era parecerse a su madre. El modelo de su vida debería ser su padre.
"Que ame tus mismos afectos, que odie tus mismos odios..."
Ahí estaba. Tenía que amar a Sirius… pero tenía que odiarla a ella. Era la única forma. Si ella lo intentaba, si ella intentaba criarla acabaría cometiendo una u otra locura como la que acababa de cometer, y esa no era la vida que quería para su hija.
Renunciar a ella…
Renunciar a la última parte de Sirius que le quedaba…
¿Qué habría dicho Sirius?
Se habría negado olímpicamente, de la misma manera que se había negado a dejar matar a Harry Potter.
Pero Sirius estaba en Azkaban. Si hubiera estado ahí con ella para criar a su hija no hubiera sido necesario, pero él no estaba. Sara no había sentido esos remordimientos con Harry Potter, ni tampoco cuando pensó en usar a Draco Malfoy para liberarse de Voldemort. Claro está, ninguno de los dos era su hijo.
Pero no, no iba a encariñarse de su hija. ¿No había renunciado a estar con Sirius para salvarle la vida? Pues haría más o menos lo mismo con su hija.
Pero entonces… ¿qué iba a tener esa hija suyo aparte de los ojos dorados y un gran rencor que la impulsaría a no ser como ella?
- ¡Kyara!
- ¿Sí? – preguntó entrando al cuarto rápidamente, todavía pálida por lo que había pasado.
- Sara.
- ¿Perdona?
- Sara tiene que ser su nombre.
- ¿Por qué?
- ¿Se te ocurre uno mejor? –le dijo Sara arrogantemente. No estaba de ánimo para explicaciones. Después, con calma, se lo diría todo.
- Entonces será Sara Parker, también.
- ¡NO! – gritó Sara asustada – claro que no. Sara Black. Lo único bueno de esa niña viene de su padre. Ella es Sara Fénix Black, la Emperatriz de las Fénix.
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Sara abrió los ojos lentamente. No tenía la menor idea de donde estaba ni que hora era. Todo estaba borroso, y una fuerte luz la golpeaba en los ojos. De repente la sombra de alguien se interpuso entre ella y la luz. No podía distinguirlo bien…
Poco a poco su vista se fue aclarando cuando aquel individuo terminó de tapar la luz que la encandilaba. Abrió más los ojos… no podía ser…
Un hombre la miraba con una expresión cariñosa y risueña, con unos ojos azules refulgentes enmarcados por un largo cabello negro la miraba intensamente. Sara levantó un brazo y pasó su mano por el sedoso cabello, para comprobar que era real.
- ¿Papá?
El hombre asintió brevemente.
- Imposible –dijo Sara terminando de despertarse. Miró a su alrededor. Estaba en una habitación de paredes blancas y cortinas celeste claro, acostada en una cama de sábanas blancas impecables. No conocía el lugar, pero…
- Soy yo, Sirius Black. –dijo el hombre sonriendo con cierta tristeza- Soy tu padre Sara.
Sara lo miró sintiendo como mil emociones estallaban en su interior y le tiró los brazos al cuello. Lo abrazó estrechamente. Su padre también la abrazó con fuerza.
- No puedo creer que al fin te tenga entre mis brazos -le dijo separándola de si y sonriendo- eres preciosa. Claro, con los padres que tienes…
Sara rió. Era como un sueño demasiado real.
- Papá –había esperado toda una vida para poder decir esa palabra a alguien con todo lo que encerraba -¿dónde estamos?
- Tú estás conmigo y yo estoy contigo, ¿no es suficiente?
- Pero… ¿qué pasó? –preguntó Sara tratando de recordar- creo que hubo un ataque… estaba a punto de matar a Bellatrix…
- Tranquila –dijo haciéndola acostarse de nuevo– ya todo eso pasó.
- Pero…
- Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti –le dijo con un tono de voz que confirmaba lo que decía- no puedo imaginar una hija mejor que tú, todo lo que hiciste… por mí, por Harry, por la causa… gracias.
Sara sintió que su rostro se bañaba de lágrimas.
- No llores –le dijo él- ¿no estás feliz de verme?
Sara rió y asintió. Pero en ese momento sintió una punzada en el pecho, e hizo una mueca de dolor.
- ¿Qué tienes? –le preguntó su padre con preocupación.
- No es nada –le dijo Sara.
- ¿Nada? –levantó una ceja incrédulamente y sacó su varita- vamos a ver, yo soy tu padre y me corresponde cuidarte. Yo sé lo que es mejor para ti…
- Sí –dijo Sara sonriendo.
- Entonces déjame encargarme de esa molestia –le dijo apuntándola con la varita- pronto no recordarás ese dolor.
- Papá.
- ¿Dime Sara?
- Te amo.
- Y yo a ti.
Sin embargo Sara vio que la expresión dulce y cariñosa se borraba de su rostro y gritaba:
- ¡Crucio!
Sara gritó con fuerza, de repente la calidez del cuarto desapareció, la suavidad de la cama se desvaneció y se encontró en el duro suelo de una habitación oscura. Tampoco era su padre quien la miraba desde el otro extremo de la varita. Era Bellatrix Lestrange.
- ¿Encantador encuentro, no? –le dijo en voz burlona y luego empezó a imitarla– "Te amo papá". No me dirás que no te hice soñar despierta…. Dentro de un rato será una realidad, no te preocupes…
- ¡Tú! –gritó Sara pero ya estaba bajo los efectos de otro cruciatus. No supo cuanto tiempo duró aquella tortura, pero no podía hacer nada para defenderse. Estaba demasiado débil. Aquel Avada no había acabado con ella, pero sí con todos sus poderes. No los sentía ya, y no lograba encontrar la menor señal de energía en su interior. Aún así, no le daría a Bellatrix más oportunidades de reírse de ella, por lo que se cuidó de gritar y trató de mantener lo más posible las expresiones de dolor.
- ¿Haciéndose la valiente como su madre, ah? –dijo en ese mismo tono de burla maldosa tan detestable- todavía recuerdo como se contuvo el día de su iniciación, como si no estuviera muriéndose por dentro con su heroico y estúpido sacrificio…
- Si tú supieras hacer un cruciatus tal vez dolería –le dijo Sara con el poco aliento que le quedaba- ¿o no fui yo la que te hice gritar de dolor hace un rato?
- ¡Crucio!
Sara se revolcó en el piso del dolor y se mordió la lengua en un intento de enmudecer su dolor. Cuando Bellatrix se detuvo Sara sangraba copiosamente por la boca y donde se había raspado y golpeado.
- ¿No puedes hacerlo mejor? –le dijo Sara sin saber muy bien porqué la provocaba. Ardía la rabia en sus venas por lo que Bellatrix había hecho. Nadie podía jugar con el recuerdo de su padre… menos ella.
- Cuidado "Black" –dijo Bellatrix pronunciando el apellido como si Sara no lo mereciera- ya sabes lo que le pasó a la última persona que me dijo que podía hacerlo mejor… ¡Crucioment!
Sara tuvo gritar. No creía posible que nada fuese peor que el cruciatus o el Avada Kedavra, pero aquello era una mezcla de los dos terrible, ininterrumpido. Sintió que alguien la empujaba y cayó a través de una trampilla, pero el dolor todavía no se terminaba…
- ¿Sara? ¡SARA! –abrió los ojos y vio como Draco la miraba con los ojos desorbitados de terror al otro lado de la mohosa habitación en la que había caído y corría hacia ella, pero Sara se apartó.
- ¡Aléjate de mi! –le gritó.
- Sara, ¿qué sucedió?
- ¡Aléjate de mi! ¡No voy a caer de nuevo en la trampa!
- ¿Qué trampa? –preguntó Draco sin entender.
- ¡Ésta! Sé que no eres tu… yo te envié de vuelta.
- Si mi amada tía no me hubiera quitado el traslador lo habrías logrado. Te desvaneciste antes de que yo me fuera, ¿recuerdas?
- Mientes –le dijo Sara- no eres Draco.
- ¡Sara, por favor! ¿No me reconoces? –intentó acercarse más.
- ¡Déjame! ¡Atrás!
- ¿Pero estás bien? Cuando te dio el Avada no pude creer que te desfallecieras… ¿qué pasó?
- No lo sé, y si lo supiera no te lo diría –le dijo Sara bruscamente, al tiempo que lograba levantarse ignorando el dolor que le comía los huesos y empezaba a mirar la habitación buscando un medio de escape. Luego miró atentamente a Draco. Estaba sucio, desarreglado y tenía el hombro vendado torpemente con un pedazo de su túnica.
- ¿Pero por qué la tienes conmigo? ¿Por qué no crees que sea yo? ¿No será por eso de las alucinaciones de mi tía?
- No juegues conmigo o las pagarás –le dijo Sara a la defensiva, como si todavía pudiera prenderle fuego si quisiera.
- Soy yo Sara, ¿qué tengo que hacer para probártelo? –Draco la tomó por los hombros, y aunque Sara trató de forcejear estaba demasiado débil. Sara lo miró de frente y trató de sondear sus ojos grises, aunque estaban tan impasibles como siempre.
- Soy yo –le repitió Draco, y luego se inclinó sobre ella. Sara fue a apartarse, pero poco a poco cedió hasta que lo besó.
Fue besar el dolor.
- ¡JAJAJAJAJA!
Sara cayó de nuevo al piso. Bellatrix estaba frente a ella. Draco no estaba en ningún lado, nunca lo había estado.
- Bien Bella, excelente –dijo la voz fría y siseante que había oído del encapuchado que le lanzara el Avada Kedavra en el ministerio a sus espaldas– ahora, la señorita Black y yo tendremos una pequeña conversación.
Sara se giró sobre sí misma en el suelo y vio la cara de serpiente y los ojos rojos infernal de Lord Voldemort.
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Tres años después...
La niña era preciosa. Sara tenía la impresión de que se parecería a ella misma. Con tal que fuera sólo físicamente...
Lo había planeado todo detenidamente. Era un plan a muy largo plazo, pero estaba segura de que la información que tenía, por más inverosímil que sonara era cierta.
Había abierto diversas cuentas bancarias a nombre de Kyara para que atendiera a su hija. Tenía planeado todo lo que tendría que ver con su educación. Tenía además planeados los cursos que debía llevar en Artes Marciales y Defensa. Su hija no iba a llegar al mundo mágico desprotegida, claro que no.
Le enseñó a Kyara a hacer la poción inhibidora, y cómo debía enseñársela a su hija. Tenía que enseñarle todo sobre el mundo mágico, todo lo que ella le había contado. Sara le pasó a su amiga todo el conocimiento que consideraba necesario para su hija. Pero además, tenía que enseñarle a apreciar y admirar a los muggles. Sara tenía que llegar a Hogwarts casi como una nacida de muggles, pero con el orgullo de su apellido.
Kyara sabía que tenía que hacer a Sirius Black el héroe de la vida de la niña, y aunque nunca se lo dijo a Sara, básicamente, tenía que hacer que lo adorara tanto como su madre.
Aparte, como Sara quería que su hija la detestara decidió que la mejor forma era por medio del diario. Era la imagen suya que había mantenido con mucho esfuerzo por más de tres años, y era la imagen que le iban a presentar a Sara de su madre al llegar al mundo mágico. Sí, su diario... Sara la odiaría, pero vería a la vez que ella amaba a su padre.
Pero no podía leer todo el diario. Tras leerlo una y otra vez arrancó las páginas que no quería que ella leyera, sobre todo las páginas finales. Todo lo de la Profecía y el viaje al mundo muggle...
Se lo dejó a Kyara con la intención de que se lo diera cuando estuviera lo suficientemente grande para comprenderlo.
Sara casi no trataba a su hija, pero cuando esta dormía pasaba mucho tiempo junto a ella, tomando su pequeña y delicada manita. Su hija casi no la conocía, y no le gustaba estar con ella, como si algo instintivo la alejara así, pero Sara no se preocupaba en mejorar su relación. Era justo lo que necesitaba. Su hija adoraba a Kyara y eso era suficiente.
Todo estaba hecho. O casi todo. Sara quería aprovechar el tiempo seguro que le quedaba. Los centauros habían dicho que las tablas del fuego debían ser bien leídas. Ella al menos planeaba encontrarlas. Y el libro de Benamburg decía como. Empacó unas pocas cosas y se llevó unas cuantas joyas como garantía de dinero. Dio un suave beso en la frente a su hija y una abrazó lleno de lágrimas a Kyara. Dejó un sobre azul sobre la almohada de su hija. Luego, dando media vuelta, se fue para siempre.
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Dos años después... (Cinco años después del nacimiento de Sara Black)
Sirius estaba tendido en el suelo de la celda, viendo la oscura noche por la pequeña ventana que estaba alta y daba al acantilado, por donde entraba una fría brisa de mar.
¡Cuánto tiempo había pasado! ¡Cuántos días vacíos y sin sentido! Ninguno distinto del otro. Los gritos constantes de los demás presos a su alrededor se habían apagado mucho tiempo antes... años, tal vez, y ahora sólo oía su voz por las noches en que más dementores se congregaban en esa sección. Todos estaban locos, hablaban a las paredes y estaban sin ningún poder. Él todavía conservaba la cordura, todavía podía hacer frases coherentes aunque era una habilidad muy poco utilizada en Azkaban... y todavía podía convertirse en animago.
Nada había cambiado ese día, hasta que de repente un horrible escalofrío recorrió su espalda y experimentó un dolor que sólo había sentido una vez, unos ocho o nueve años atrás tal vez, en la mañana del día que Sara mató a Madeline. Un dolor que después había terminado por suponer que correspondía al momento en que Sara le había dado sus poderes a Voldemort. Pero esta vez era un poco distinto. Sara estaba sufriendo, Sara pasaba dolor... mucho dolor... estaba agonizante, quizá en su último aliento...
Pero luego el dolor cesó, y Sirius sintió como Sara, por más lejos que estuviera suspiraba aliviada. El peligro había pasado.
- Sara, ¿a qué estás jugando?- preguntó en voz baja, sabiendo que nadie más que la brisa marina iba a contestarle.
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Sara estaba terriblemente dolorida y además sentía que no tardaría un minuto en ponerse a llorar, pero con un esfuerzo sobrehumano miró a Lord Voldemort directo a los ojos de manera desafiante cuando este la tiró contra una silla y la ató a ella con magia.
- Bien, bien –dijo Voldemort acercándose a Sara- veo que mis mortífagos han sido fieles a la verdad. Tan bella como tu madre, pero en definitiva tienes una arrogancia Black muy... característica.
- Gracias –dijo Sara en tono frío y atravesándolo con la mirada, aunque él no le puso atención.
- Sara, Sara, Sara –dijo en tono juguetón Lord Voldemort- ¿Puedo decirte así, no?
- No – Voldemort continuó ignorándola.
- ¡Cuanto he esperado por este día, y vaya que te has hecho de rogar!
- No soy una chica fácil –dijo Sara al tiempo que forcejaba con sus ataduras invisibles.
- Y con un carácter admirable, considerando por lo que has pasado. Pero... bueno, desde ese día del ataque al expreso de Hogwarts supe que algo estaba mal... luego, esa conexión con Potter fue... muy interesante e instructiva. Y hoy, finalmente he podido comprobar mi teoría.
Sara no entendía nada de lo que pasaba. ¿Por qué demonios Voldemort le hablaba de esa manera? ¿Y de qué rayos estaba hablando?
- No puedo creer que después de todo me hayas traído voluntariamente todo lo que necesito.
- ¡Nunca! –exclamó Sara- Nunca le daré mi poder, ni lo ayudaré a conseguir sus fines. Sé que eso quiere, sé que me necesita. Nunca me tendrá.
- Gran defecto es el de creer saberlo todo, señorita Black – dijo Voldemort con burla- y creo que es de sus peores defectos. Ya una vez le ofrecí información y no la quiso... pero hoy estoy de buen humor, y dado que me ha ayudado de una manera que no puede imaginar, le daré un poco de igual forma.
- No me interesa nada de lo que me pueda decir.
- ¿Qué le sucede a una fénix cuando recibe una maldición Avada Kedavra? ¿Nunca se lo había preguntado? Yo por mi parte siempre me he caracterizado por ser un individuo muy curioso y ya una vez había hecho la prueba… tu madre, muy amablemente accedió a ser parte del experimento. ¿Qué le sucede a una fénix cuando recibe un Avada Kedavra?
- No muere –dijo Sara al tiempo que se lastimaba la muñeca en vano, tratando de safarse- lo acaba de ver conmigo. Pierde la conciencia y ya.
- Respuesta incorrecta –dijo Voldemort como si estuvieran en una especie de concurso- un fénix no muere porque renace de sus cenizas. Una fénix arde para seguir viviendo.
- Tonterías. Yo no ardí, y estoy viva.
- Pero… veamos, ¿por qué una fénix no muere?
- Porque es inmortal.
- ¿No es eso contestar que cuatro es igual a dos más dos, porque dos y dos es cuatro? Sí, mal, muy mal… una fénix no muere por la ley del poder. ¿Sabes cual es la ley del poder? No se destruye, no se pierde, no puede estar por su cuenta. El poder es parte de un todo, y debe tener un portador o volver a su origen. Los magos multiplican el poder y se lo pasan entre sí por generaciones, pero los fénix se pasan el poder completo, que proviene de la flor del fuego de los fénix mayores ¿no?
Sara no contestó mientras trataba de conectar las ideas.
- Sí, terrible destino ese de morir al darle todo el poder a su hija... pero, ¿por qué tiene que darle todo el poder?
Sara no pudo evitar sentirse interesada, nunca se había hecho esa pregunta.
- Supongo que no tienen opción.
- Exacto. Su cuerpo se deteriora porque el poder encuentra una portadora mejor a la cual fluir. ¿Pero qué sucedería si una fénix logra conservar su cuerpo? Si logra conservar su cuerpo, su esencia, y su poder ya está dividido... no tendría porqué morir.
- ¿Y burlaría su destino? –preguntó en tono de total incredulidad Sara.
- ¿Destino? ¿Qué sabes tu del destino más que una estúpida leyenda? Una leyenda no deja de ser eso: una leyenda. Una historia fantástica para explicar algo. Muy real, cierto, pero no definitiva.
- ¿Y cómo se supone que una fénix lograría eso?
Voldemort sonrió.
- Eso es mi pequeño secreto señorita Black, secreto que, en su momento, compartí con su madre. Una poción que fue la cumbre de mis experimentos en la búsqueda de la inmortalidad… Secreto que me permitió sobrevivir, y volver.
- ¿Qué está tratando de…? –Sara no terminó la pregunta. No quería decir que… locura, pensó en su momento, pero...
- Sí, eso es –dijo Voldemort acercándose a Sara- ¿lo va comprendiendo verdad? Tras mi caída estaba demasiado débil, y ella me dejó por ti, por tu padre. Luego, tú la debilitaste y no pudo buscarme. Creí como todos que había muerto. Cuando volví los poderes que me había dado volvieron a mí, pues habían estado en la reserva de energía esperando mi retorno, como me había asegurado que hicieran. Sin embargo, la conexión que tenía con ella no regresó. Y luego viniste tú, y supe que eras mil veces más poderosa que tu madre a pesar de que yo tenía parte del poder, pero resulta que tus poderes te abandonan cuando los usas mucho, cuando abusas de ellos. Eso no tenía sentido. Tu madre mataba a cientos de personas sin sudar una gota. ¿Dónde iban tus poderes? Dumbledore se ha estado haciendo la misma pregunta, y tú, creo que no le has dado suficiente importancia al asunto, o ya lo habrías notado. No sé si él habrá llegado a temer la verdad, pero creo que temía que vinieran a mí, en especial después del suceso con el chico Potter. Pero yo supe la verdad ese día. Es cierto que traté de tomar tu poder por medio de él y no resultó, pero después hiciste algo aún mejor: renunciaste a tus poderes. Era algo provisional y no podían pasar a mí de ninguna forma (se que Dumbledore había cuidado ese detalle, supongo que te hizo beber una poción o algo así), pero, tus poderes no volvieron a ti de inmediato, ¿verdad? ¿Dónde estaban? Se habían ido con alguien que podía detentarlos… alguien como tú.
- No...
- Y ese día la sentí. Viva, rehuyendo de mi, pero la sentí. Y sentí como tú peleabas por tus poderes y volvían a ti. Tenía que encontrarla, pero sus rastros de poder eran tan débiles que era imposible. Necesitaba que perdieras poderes de nuevo... traté de alcanzarte en aquel baile, pero Malfoy se interpuso. Me decidí por el ataque. Mis planes eran obligarlos a llevarte al San Mungo para atacarlo y conseguirte, o bien que sospecharan de Malfoy y lo echaran obligándote a irlo a buscar después, pero Dumbledore me descubrió. Tú también descubriste que tus poderes después de todo te corresponden por derecho y puedes llamarlos, pero eso ya no afecta mis planes. No serán tuyos por mucho tiempo.
- ¿Qué quiere decir?
- Volvamos al inicio. ¿Por qué no ardiste el día de hoy?
- Debo ser más fuerte que mi madre.
- No.
- Estaba más débil.
- No –Voldemort la miró con malicia- Eres mortal.
- ¿Mortal? ¡Por favor!
- Tus poderes tienen a donde ir, no necesitan de ti lo suficiente para mantenerte viva. No moriste porque tu naturaleza no es totalmente humana, y a la primera sólo te arranqué tus poderes, que volvieron con su antigua dueña… y con ella se quedarán, porque no tendrán con quien volver. ¿Qué sucede con el segundo Avada Kedavra cuando eres una fénix mortal?
- No, es imposible, es…
- ¿Para qué te necesito, Sara Black? ¿Por qué necesitaba traerte a mi? Porque sólo a través de ti puedo encontrarla.
- No...
Voldemort se acercó a Sara y sin que esta pudiese defenderse puso ambas manos sobre su cabeza, una a cada lado, enormes, pálidas, delgadas, pero fuertes. Presionó su cabeza y Sara sintió de repente un gran dolor. Su mente viajó de prisa, muy de prisa, se perdió en un torbellino de luces y colores, recuerdos confusos, imágenes que no le eran propias… de repente desembocó en un lugar que no conocía. Unas altas y áridas montañas rodeaban el lugar donde una mujer estaba sentada en el suelo como india, en actitud meditativa... y de repente abrió los ojos dorados al sentirlos llegar a su mente.
En ese momento, Voldemort sonrió. Soltó a Sara dándole la espalda y se dirigió a su favorita.
- Es hora de irnos Bella. Acabaremos al volver. Ella querrá verla. Holst y Leithold la vigilarán.
Voldemort y Bellatrix salieron del cuarto dejando a una pensativa, aterrorizada y lastimada Sara Black con una verdad dolorosa y terrible.
Su madre, Sara Parker, estaba viva.
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Agosto, 1984
Phoenix
"Sara Fénix Black:
Sé que no he sido una verdadera madre para ti, y ahora que me voy, planeo hacerlo sin remordimientos de conciencia. Por ello te escribo esta carta, porque como tu madre hay varias cosas que necesito que sepas.
Lo básico que debe saber una fénix te lo adjunto a esta nota, pero todo lo que quiero que sepas son tres cosas que necesitarás saber cuando vuelvas al mundo mágico, porque lo harás.
1-Nunca te fíes de Albus Dumbledore. Pon atención a sus consejos y a sus ideas, pero nunca permitas que tome control sobre tu vida. Yo lo permití una vez y eso fue la causa de que no conozcas a tu padre y que yo te abandone de esta forma.
2-Si alguna vez necesitas ayuda en el mundo mágico busca a Severus Snape. Él es mi mejor amigo, puedes confiar plenamente en él, te ayudará en cuanto lo necesites.
3-Nunca dejes que nadie te hable mal de tu padre. Sirius Black es inocente, no tienes porque renegar de tu apellido, ni de su persona. Me gustaría contarte toda la historia, pero sólo piensa que los crímenes que él paga en Azkaban no son de él, sino míos, míos y de todos los otros mortífagos…
Espero que pongas atención a estas tres cosas, porque te las digo con lo que queda en mí de instinto maternal. Te diría que te amo y esas cosas, pero no es algo que necesites oír. Amé a tu padre, y por él hago esto. Sé que me odias, pero no me importa. Sólo pon atención a lo que digo y todo estará bien. Quién sabe, tal vez hasta nos veremos de nuevo.
Tu madre
Sara Fénix Parker"
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¡Y se ha terminado!
No puedo creer que ya terminé la cuarta parte. Recibiremos el nuevo año con el inicio de la quinta parte llamada "Destino Final" y es la más larga de las partes. (¡Que sí!¡Queda mucha historia aún!)
¿Cuántos de ustedes se esperaban que esto pasaría? Sé que había varios que lo sospechaban, la primera de ellas, Laurana Malfoy Rin que lo suponía desde un principio…
¡Espero con ansias sus comentarios! De momento les dejo no sin antes desearles una feliz navidad, gracias por haber estado conmigo y mi historia todo este año, ha significado mucho para mí.
¡Feliz Navidad!
Sara Fénix Black
