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El objeto de mi... ¿Aprecio?

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Anna-Varney

Lill no es mala... ¿o sí? Draco es el único que puede descubrirlo. Comienzo lento. Capítulo 2: Bienvenida.

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Alguien nos dicta, nos conduce

De un acto a otro,

Somos un instrumento,

Nada mas un muñeco con hilos invisibles.

¿ quién es, o quienes son,

O quienes somos ?

Caballo de la noria dando vueltas

Igual ayer ahora,

¡ que hermosa libertad la de tu surco !

Me transito, quiero decir, recorro

De sorpresa en sorpresa mis lugares,

Me tomo de las manos nuevamente.

Para vivir no hay que tener memoria.

Para amar hay que olvidarlo todo.

::: A veces -- no siempre, pero a veces --:::

Jaime Sabines

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-o- No sé cómo llegué aquí, creí que todo estaba bien -o-

Junto a Dumbledore estaban los jefes de cada casa, por la cara que tenían parecía que alguien había muerto... o iba a morir. A pesar de todo, Lill dio gracias de que Gilderoy no estuviera presente ya que era su costumbre arruinar todo.

- Buenas noches – saludó Lill con una sonrisa de medio lado.

Todos la vieron con mirada piadosa, lo que le pareció escalofriante y le hizo sentir como cordero que va derechito al matadero.

- Me he tomado la libertad de citar a sus maestros para no hacerle tan triste la hora de partir – Dumbledore la invitó a acercarse.

El primero fue el profesor Flitwck: - Estoy muy feliz por usted, señorita – Lill se preguntó por qué, pero en el fondo era reconfortante ver al jefe de la casa con la chispa de alegría que lo caracterizaba -. Espero que se encuentre muy bien con el Señor Varney y no olvide de practicar mis hechizos porque tendrá que hacer un recuentro de ellos cuando esté de vuelta – a Lill le hizo sonreír la idea de regresar, aún cuando todavía no se iba.

La siguiente fue Madam Sprout: - Señorita Jao, ha sido una muy buena alumna y las mandrágoras van a extrañarla – Lill abrió los ojos espantada por el comentario y Dumbledore le lanzó una mirada inquisidora por su falta de tacto -... lo digo porque serán cortadas muy pronto, el caso es que disfrutan de su compañía al igual que el lazo del diablo y todo el resto del invernadero.

McGonagall tomó su mano y la vio con aire maternal: - Le deseo buena suerte, haga quedar el nombre del colegio muy en alto, atrévase al triunfo y regrese con el conocimiento en su cabeza y el éxito en su corazón. La estaremos esperando, señorita Jao.

Madam Pomfrey la contempló y la abrazó sin previo aviso ¡Cuántas veces había curado a esta niña que se marchaba! De alguna forma hacerla sanar había establecido un vínculo invisible entre ellas dos, sobre todo de manera tan frecuente (ya que en el año anterior la curiosidad de Lill por conocer el castillo la hizo visitar la enfermería muy a menudo): - Va a estar bien, Lill, manténgase alejada de cualquier objeto punzo-cortante y cosas que giren a alta velocidad para que no se meta en problemas.

Cuando Madam Pomfrey la soltó, sólo quedaba el profesor Snape (que la vio con ojos de "no voy a abrazarte"): - Muy bien, que tenga un buen viaje – le extendió la mano y Lill la estrechó -. La esperamos de nuevo por aquí – Lill sonrió disimuladamente, Dumbledore se aclaró la garganta de forma ruidosa para recordarle por qué estaban ahí -. BIEN. Lill, saca el mayor provecho al conocimiento de Anna. Quizá al principio no le encuentres mucho sentido, pero por favor, no lo vallas a desesperar tanto como a mí en las mazmorras – Lill mal disimuló su risa y Snape sonrió muy levemente –. Ya vete, mándales recuerdos míos a tus padres.

- Es hora – se apresuró a decir Dumbledore y le dio el traslador -, nos veremos pronto, pequeña.

Lill sintió como si al traslador le diera toques que no le permitieran soltarlo, la envolvió una nube color verde y desapareció del campo de quidditch. Los profesores se quedaron en silencio viendo el lugar donde Lill se había esfumado.

- ¿Crees que es lo correcto? – McGonagall se dirigió a Dumbledore en un susurro.

- Este es su destino, Minerva. Lill Jao se ha ido, tal vez para siempre – fue su respuesta, nadie se movió.

Alguien se atrevió a romper el encanto de ese momento...

- ¿"ha sido muy buena alumna y las mandrágoras van a extrañarla"? – Snape arqueó la ceja, viendo de reojo a Madam Sprout con una pequeña sonrisa burlona en sus labios.

- SEVERUS, ya escuchaste: adiós Lill – replicó la profesora.

- SI, pero... ¿"las mandrágoras van a extrañarla"?

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Después de que la ráfaga de viento dejó de sentirse y el color verde se disipó, los pies de Lill tocaron el piso. Lill abrió un ojo, lo cerró y abrió los dos. Soltó la botella/traslador que se hizo añicos a sus pies. Ahora estaba en un parque al aire libre, no tenía la menor idea de dónde había ido a parar. Levantó la vista al cielo cuajado de estrellas para tratar de olvidar el miedo que sentía.

- Son bonitas – una voz se escuchó detrás de ella. Su corazón aceleró sus latidos. Giró despacio esperándose algo horrible, como un vampiro con alas enormes y un poco de sangre en sus colmillos de su última víctima (ok, Lill tenía una imaginación muy vívida).

La sombra caminó hacia la luz débil que emitían los faroles.

- ¿Usted es...? – preguntó Lill con un hilo de voz.

- Varney – el tipo estaba vestido con un traje negro al estilo muggle. Llevaba el cabello rapado al cero, era más alto que ella, de piel apiñonada, su cara alargada y sus labios muy delgados. Era de fisonomía esbelta y analizaba lentamente la reacción de Lill con sus profundos ojos azul marino - ¿Te sientes bien? – se le acercó sin sacar las manos de sus bolsillos.

- S-Sí, es sólo... – se le hizo un nudo en la garganta y le temblaron las rodillas, pero Varney la observaba con interés - yo... Es que no se parece nada a los retratos que aparecen en libros de Historia de la Magia... o ... sus discos.

Varney sonrió. En esas imágenes, con el pie de foto "Anna & The Ensemble of Shadows" habían sido tomadas estratégicamente para que no fuera identificado, y al parecer sus precauciones habían surtido efecto (los muggles opinaban que era un muy buen truco fotográfico). Ahora Lill tenía que afrontar que el tipo "completamente loco" (como lo llamaba Elliot) también era completamente atractivo, lo notó cuando se le pasó el susto. Su voz era decidida y fuerte, a juego con su presencia impecable.

- Es hora de irnos, si algún muggle te ve vestida así podríamos ser blanco de sospechas.

Caminaron entre los árboles hasta salir del parque. Las calles eran rústicas, lo más seguro era que estuvieran en una villa. El aire pasaba entre las ramas convirtiéndose en rumores. La ciudad dormía en la más grata tranquilidad, incluso Lill caminó en silencio para no romper la armonía.

Al cabo de quince minutos se detuvieron frente a una gran casa color blanco. Varney buscó sus llaves en los bolsillos para abrir la puerta. Subieron las escaleras y entraron a la primera habitación a la derecha.

- Aquí vas a dormir – señaló con un ademán el baúl de Lill que ya estaba ahí -. Tus cosas ya llegaron ¿Te gusta? – ella respondió con una ligera inclinación de cabeza -. Quiero hablarte de algunas reglas que deberás seguir mientras estés aquí: 1. No vas a usar magia fuera de ésta casa, porque puedes salir a la hora que quieras. 2. No te acerques ni a mi habitación ni al sótano. 3.No pruebes tus hechizos con los muggles que circulen por la casa y... – la vio de pies a cabeza - ¿no traes ropa diferente al uniforme de la escuela.

- Tengo 2 o 3 prendas muggles en la maleta.

- Bien, mañana te llevaré a comprar más. Tienes todavía 5 horas y ½ para dormir, aprovéchalas – salió cerrando la puerta detrás de él.

La situación era un tanto (por no decir mucho) extraña. ¿Qué era lo que le pasaba a ese sujeto? Lill pensó que se había equivocado de persona: pudo haber abierto la puerta con un hechizo sencillo y le había dado permiso para salir de la casa a capricho. Lo de su habitación y el sótano lo entendía, pero ¿MUGGLES EN LA CASA DE UN EX MORTIFAGO? Eso sí que era el colmo.

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