Tattoos in blood
First Day: Touch of evil
9:30 PM
24 de
Diciembre
9 grados al exterior
Un chico alto de tez
blanquecina entra en una licorería cerca de la estación
de tren. Una bufanda negra le tapa la cara hasta la nariz y el resto
de la cabeza se la cubre la capucha de un jersey, también
negro, con un enorme dibujo de un grupo de heavy metal. Compra una
botella de Jack Daniel's, una de Absenta y dos paquetes de birra.
Muestra un carné falso al encargado de la tienda. Paga sus
bebidas y se va. Empieza a andar bajo la luz de las farolas del
paseo, al lado de la estación, y se adentra en un callejón
oscuro que va a dar a una pequeña plaza tenuemente iluminada.
Cruza la plaza arrastrando los pies mientras anda, con la bolsa de
papel bajo el brazo. Llega a otra calle, más ancha, que cruza
en dirección a un pequeño barrio de las afueras de la
ciudad. De pronto el chico se para ante una farmacia 24 horas. Entra
y compra un par de cajas de condones, a la vez que pide a la
encargada la temperatura exterior: "4 grados", responde la
dependienta, algo sonrojada bajo la azul mirada del chico, al que
solamente se le ven los ojos, rodeados por el negro de sus prendas de
abrigo. El chico le da las gracias y se va. Se ríe por lo bajo
mientras termina de llegar a un bloque de pisos, bastante viejo y
algo desvalijado. Un gato negro le saluda con un maullido y él
se agacha a acariciarlo. Empieza a nevar y los copos de nieve se
pegan a su ropa dibujando extrañas formas sobre la tela negra.
El joven se levanta y entra en el bloque. Saluda a la encargada
haciendo una pequeña reverencia con la cabeza y termina de
subir. Entra en un pequeño piso de dos habitaciones, cocina,
comedor y baño. Pone la bolsa con las bebidas encima de la
mesa del comedor y echa los condones en una caja dónde se
acumulan un par o tres cajas más.
Piensa en por qué
hace aquello. Por qué entra en la farmacia a comprar condones
que ni quiere ni necesita sólo para ver sonrojarse a la
dependienta cuando la mira. Por qué se queda mirando fijamente
a todas las chicas con las que se encuentra, con total frialdad,
hasta que éstas se sonrojan de vergüenza. Por qué
sigue buscando a alguien que le devuelva la mirada con furia o con
rabia en vez de sonrojarse. Por qué va a pasar otro fin de
semana solo, otras vacaciones de navidad solo, amarrado a una botella
de alcohol para no pensar en nada.
Ni siquiera se quita el
jersey. Así está bien. El piso no tiene calefacción
y casi se diría que se está mejor fuera que dentro.
Abre una cerveza y se apoya contra la ventana mientras le pega un
trago largo. Está fría, como el cristal en el que se
recuesta, como su corazón des de hace ya demasiado tiempo.
Empieza a recordar… antes no era así. Antes estaba ella para
abrazarle siempre que se sentía triste. Para cantarle con su
voz horrible cuando quería dormirse. Para leerle cuando se
aburría. Para contarle historias fantásticas de brujas
poderosas y caballeros valientes. Para sonreírle sin que
hubiera razón alguna para hacerlo. Pero luego ellos se la
llevaron, la separaron de él y del resto del mundo, y nunca
pudo averiguar dónde se encontraba. Por eso se fue. Por eso
pasa solo todos los días. Por eso no se apresura a regresar a
un piso vacío y helado en el que no le espera nadie.
Ya
lleva medio pack de cervezas entre pecho y espalda. Está harto
de su piso, de su vida, de su soledad. Estrella la botella que tiene
en la mano contra el suelo, sin conseguir hacerla añicos.
Envuelve la botella de Jack Daniel's en la bolsa de papel y sale de
su departamento hacia la calle otra vez. Vaga sin rumbo por las
calles, oscuras a sus ojos, por delante de los escaparates adornados
con luces demasiado cutres y muñecos demasiado grandes. Todo
le recuerda a una burda imitación de un espectáculo
grotesco en el que el mundo se ríe de él con más
crueldad que sentido del humor.
El muchacho se sienta en la
entrada de una casa. A la otra calle, enfrente de él, la
puerta de una discoteca se abre y sale un chico disparado para la
calle, a medio ponerse un largo abrigo negro. El muchacho de tez
blanca le observa y le reconoce en el acto. Una chica sale de la
discoteca detrás de él, pero es empujada otra vez
dentro por el chico, que soborna a los machacas para que no la dejen
salir hasta que él se haya largado. Anda rápidamente
hasta el final de la calle y tuerce a la izquierda. El muchacho se
levanta, impulsado por la curiosidad de qué hará su
compañero del instituto escapando de una chica en una
discoteca un sábado por la noche. Coge un atajo que le lleva
unos pasos por detrás de él y empieza a seguirle,
tragando de vez en cuando un poco de la bebida que trae en la mano y
que le reconforta ligeramente el corazón. Llegan al paseo al
lado de la estación y el chico que va delante se sienta en un
banco y lanza un suspiro, tras lo cual empieza a golpearse con las
manos en los brazos para darse algo de calor. El otro muchacho llega
al banco y se sienta a su lado, ofreciéndole sin mediar
palabra un trago de su bebida. El primer chico coge la botella
envuelta en la bolsa de papel y le da un fuerte trago, tras lo cual
empieza a toser.
- ¡Joder tío, si que vas fuerte!
-
…
- …
- …
- (Incómodo por el silencio) ¿Malas
navidades?
El otro chico asiente con la cabeza. Pasan un buen rato
sin hablar, compartiendo bebida como si se conociesen de toda la
vida, como un buen par de amigos. Al cabo, un poco tocados, el primer
chico empieza a hablar.
- ¿Sabes? Le acabo de pegar una
leche a una tía en una mierda de discoteca…
- …
-
Algunos de mis amigos me trajeron allí para que no pasara las
navidades solo otra vez. A mí me da igual estar solo, es como
estoy mejor… pero se ve que se preocupan…
- …
- Total,
que la tía se me ha pegado como una lapa y me he hartado…
-
…
- Da igual, total, ¡la música era una mierda!
-
…
- Una vez tuve alguien a mi lado, un hermano ¿sabes?
-
(asiente con la cabeza)
- Lo quería mucho pero murió…
y me quedé solo…
- …
- ¿Tú tienes
hermanos?
- (asiente otra vez)
- ¿Uno o más?
-
(le indica uno con el dedo de la mano derecha, que le sale por entre
los agujeros de unos guantes también negros)
- ¿Hermano?
-
(niega con la cabeza)
- Hermana pues… ¿mayor que tú?
-
(agita la mano indicando que más o menos tienen la misma
edad)
- ¿Qué pasó? ¿Por qué
estás solo?
- …
- …
- (muy bajito) se la
llevaron.
- (no le reconoce) ¿quién?
- Mis
padres
- ¿Dónde?
- No lo sé
- ¿Y
ellos?
- Viven en la parte alta. Yo me largué. No quiero
nada de ellos.
El chico de tez blanca alza su mirada azul hacia el
cielo. La nieve aún cae en forma de pequeños copos que
se posan sobre su ropa negra. El otro chico le mira fijamente y, al
rato, empieza a hablar de nuevo.
- No te gusta estar solo
¿verdad?
- (niega con la cabeza)
- A mí no me
importa. Prefiero estar solo que mal acompañado. Ahora ya no
me importa.
- …
- Hubo un tiempo en que no lo podía
soportar. Mi hermano murió y yo sufrí una lesión
¿sabes? Me impedía hacer lo que más me gustaba
del mundo. Y empecé a meterme en líos. Pero ahora ya no
es así.
- (muy suavemente) Me alegro.
- (intrigado)
¿Sabes? Tu voz me es familiar, pero como no hablas mucho soy
incapaz de reconocerte…. Además, yendo tan tapado…
El
chico alarga su mano hacia la bufanda del otro, la coge con ambas
manos y se la baja, descubriendo su nariz y su boca, que deja escapar
el humo del vaho en el frío aire de la calle.
-
(sorprendido) ¿Rukawa?
- (serio, intentando mirar al
frente) Hola Mitsui.
- …
- …
- (sonríe) Estás
borracho ¿no?
- (sonríe también) ¿Por
qué lo dices?
- (se limita a mirarle)
- (hace para
levantarse, pero se cae encima del otro chico)
- ¿Vives muy
lejos?
- Mmmmhhh…. No mucho, creo…. (busca en su bolsillo)
pero me he olvidado las llaves y la encargada ya debe estar
durmiendo…
- (le ayuda a ponerse en pie) Anda, vamos…
-
¿Adonde?
- A mi casa, ¿adonde va a ser?
- (le
mira) ¿A tu casa? ¿A qué?
- (paciente) A que
se te pase este pedo que llevas y a dormir hasta que no puedas más…
no tienes buena cara ¿sabes?
- ¿Sabes? ¿Sabes?
(hace un gesto brusco para soltarse de él y casi se cae al
suelo) No quiero ir a ningún sitio… no pensaba hacerlo…
sólo quiero huir…
- (algo preocupado) ¿Huir?
¿Adonde?
El chico ebrio señala el espigón que
se adentra en el mar, al horizonte, al final del paseo de la
estación.
- (alarmado) Pero Rukawa ¿qué
pensabas…?
- (le mira a los ojos, una lágrima resbala por
su mejilla) Estoy harto de todo Mitsui, demasiado harto para
seguir…
- (le hace apoyarse en su hombro) Cállate y anda,
vamos…
Andan un buen rato hasta llegar al piso donde vive
Mitsui. Saca las llaves de su bolsillo y abre. Suben hasta el primer
piso y entran en un pequeño departamento, mucho más
confortable que el del otro chico. Mitsui enciende la calefacción
y pone a su compañero en el sofá.
- (dejándose
caer) ¿vives solo?
- No. Mi padre vive en el piso de
arriba. El bloque es suyo. En el tercero está su estudio. No
nos llevamos bien… además, des de que tiene amante ya no
está casi nunca… para mí está mucho mejor.
-
(le mira quitarse el abrigo y colgarlo en el colgador) ¿Y tu
madre?
- …
- …
- (muy serio, casi triste) Se fue. Vive
en Francia, creo. Mi padre la engañó muchas veces y al
final se cansó… yo preferí quedarme y ella no tuvo
objeción.
Mitsui se acerca al chico, aún abrigado,
y le ayuda a quitarse el jersey. Debajo lleva una camiseta manga
larga de otro grupo, esta vez europeo.
- (mirando la camiseta)
¿Qué música es esto?
- (se mira la camiseta)
Sonata Arctica… es power metal… de Finlandia
- Ahhh….. (se
ha quedado más o menos igual)
- ¿Te gusta el
heavy?
- (le mira a los ojos) Me gusta la buena música…
muchos estilos…
- (le sonríe) Vamos, te voy a poner en mi
cama… yo dormiré en el plegatín ¿vale?
Mitsui
intenta levantarle pero el otro no ayuda mucho… Cuando empiezan a
andar, Rukawa tropieza con sus propios pies y se queda a dos palmos
de la cara de Mitsui. Se quedan mirando el uno al otro. Mitsui siente
una leve opresión en el corazón. El otro chico le
sonríe y baja la cabeza. Siguen andando hasta la cama y Mitsui
le tumba en ella.
- (echa un suspiro de cansancio) ya está…
-
Quítame la camiseta…
- (se sonroja) ¿Qué?
-
(medio cabreado) ¡No puedo dormir vestido! ¡Mañana
me lo voy a tener que poner otra vez! Además… en tu casa se
está de puta madre…
- Claro…
Mitsui se acerca a él
y le quita la camiseta, descubriendo su piel blanca, que se eriza con
el contacto de los dedos de Mitsui. El chico de ojos azules se
levanta un poco en la cama para ayudar a su compañero a
quitarle la camiseta. Se quedan ambos cara a cara, a muy poca
distancia. El muchacho pone una mano en la mejilla de Mitsui y, sin
darle tiempo a reaccionar, le da un beso en la boca e introduce su
lengua, moviéndola rítmicamente durante unos segundos,
tras lo cual se desploma medio inconsciente en la cama. Mitsui se
queda un rato como clavado en el suelo, sin tan siquiera reaccionar,
pone a su compañero de lado para que no se ahogue si tiene que
vomitar y no se despierta y abre el plegatín a los pies de la
cama. Se quita la ropa y se pone un pantalón deportivo a modo
de pijama improvisado, ya que no duerme nunca con él, se tumba
en la cama y sufre insomnio, reviviendo una y otra vez el repentino
beso en su cabeza.
2:30 AM
3:12 AM
4:53 AM
5:44 AM
6:18
AM
Se duerme. No sueña. Los gritos de una vecina a unos
gamberros le despiertan. Son las dos del mediodía. Tiene
hambre. Se levanta y se frota los ojos. Su compañero sigue en
la cama. Ha vomitado manchando todo el suelo. Le da igual. Coge una
fregona y limpia un poco el pastel. Le limpia la boca con un trapo y,
en este momento, algo le sacude por dentro. Tapa a su compañero
con una manta y se va a la cocina a preparar algo de comer. Qué
le dirá cuando despierte es algo que ya pensará cuando
vaya a hacerlo. Por el momento, enciende la tele y empieza a preparar
la comida sin pensar en nada.
