Tattoos in blood

Seventh Day: Touch of Hate

20:13 PM

29 a 30 de Diciembre

6 grados al exterior

Si cierras los ojos la intensidad del tacto se multiplica. Y sientes. Sientes sus labios posarse sobre los tuyos. Cálidos, suaves. Con todo el cuidado del mundo. Su mano acariciar tu cuello ascendiendo hasta tu mejilla. Tu corazón late apresurado pero ya no tiene miedo. No teme. No se asusta. Nunca más lo hará. Nunca más, mientras estés entre sus brazos. Sus dedos se deslizan por tu espalda y empiezan a despojarte de tus ropas.

Si cierras los ojos la intensidad de tu olfato se multiplica. Y sientes. Sientes el olor de su pelo al acercarse a tu cara para besarte. Dulce, suave. Como un paraíso de melocotones. Desciendes por su cuerpo hasta acurrucarte en su pecho y te envuelve su perfume mezclado con su propio aroma. Fuerte, masculino. Ya no te asusta percibirlo. Ya no hay dudas en tus sentimientos. Nunca más las habrá. Nunca más, mientras estés entre sus brazos. Tus dedos acarician su pecho y descienden para despojarle de sus ropas.

Si cierras los ojos la intensidad de tu gusto se multiplica. Y sientes. Sientes el sabor de sus labios en contacto con los tuyos. Carnosos, suaves. El manjar más apetitoso del mundo. Su lengua mezclándose con la tuya dentro de la boca. Y tu corazón se desboca al probarlo. Pero ya no hay asco. Tus prejuicios no te producen náuseas. Nunca más lo harán. Nunca más, mientras estés entre sus brazos. Saboreas su torso desnudo a besos mientras diriges tus dedos hacia abajo para seguir desnudándole con suaves caricias.

Si cierras los ojos la intensidad de tu oído se multiplica. Y sientes. Sientes su respiración agitada en tu oído mientras te muerde cariñosamente el lóbulo de la oreja. Ardiente, suave. La única música que no te cansarías de oír jamás. Tus jadeos se intensifican al ritmo de sus caricias. Y no quieres evitarlo. No temes seguir adelante. Nunca más lo temerás. Nunca más, mientras estés entre sus brazos. Su torso se agita mientras dirige sus dedos hacia abajo para seguir desnudándote con suaves caricias.

Si abres los ojos la intensidad de su magia se multiplica. Y sientes. Sientes que es el ser más maravilloso de cuantos se hallen en la tierra. Hermoso, suave. Aquél con quién quieres compartir tu pequeña e insignificante vida. Los latidos de tu corazón aumentan al tiempo que recorres con tu vista cada rincón de su increíble cuerpo. Y no te sientes solo. No lo estás. Nunca más lo estarás. Nunca más, mientras estés entre sus brazos. Y de pie en medio del salón observáis con ternura vuestros cuerpos desnudos.

Los tactos se unen. Piel contra piel. El corazón se acelera.

Los perfumes envuelven. Piel sobre piel. El corazón se acelera.

Los sabores se mezclan. Piel en la piel. El corazón se acelera.

Los sonidos impulsan. Piel entre piel. El corazón se acelera.

Las miradas se cruzan. Piel ante piel. El corazón se acelera.

Y el sexo ya no es sólo sexo. Es placer, es amor, es algo más grande que la propia vida.

Y la noche se consume entre abrazos y caricias, entre besos y hermosas palabras dedicadas sólo a ti, por primera vez en toda tu vida. Dos cuerpos se funden, el uno dentro del otro y el otro dentro del uno, las veces que haga falta, hasta la eternidad. Hasta que llega el clímax en una inmensa sacudida que amplifica tus sentidos más allá de todos los límites que conocías de ti mismo hasta ahora.

Y después de tanta soledad, de tantas noches en blanco, de tanto vacío después de perder lo que nadie puede recuperar nunca, te duermes entre el abrazo de la única persona a la que realmente quieres, sabiendo que te corresponde y que tu abrazo le llena tanto como a ti te llena el suyo, apartando de tu mente y de tu vida todas las cosas que siempre te han hecho sentir infeliz.

00:56 AM

01: 23 AM

02: 45 AM

03: 17 AM

04: 34 AM

05: 42 AM

06: 39 AM

El sol se cuela por la ventana del pequeño cuarto, dando de lleno en la cara de un chico moreno de casi diez y ocho años de edad. El muchacho abre los ojos lentamente, encontrándose abrazando a su compañero de equipo, que duerme plácidamente acurrucado en su pecho. Las dudas le asaltan y los recuerdos de la noche anterior le aterrorizan, pero el miedo se desvanece nada más ver el hermoso rostro del chico de piel pálida. El muchacho mayor mira el despertador y lo para antes de que suene para, acto seguido, empezar a acariciar con ternura la piel de su amante. Sus dedos se deslizan por todo su cuerpo con sumo cuidado, evitando que el otro chico se despierte. Pronto empieza a besar su piel, sus labios, sus mejillas, sus ojos. ¡Es tan increíble! ¿Cómo pudo no darse cuenta antes de lo atractivo es? Un intenso calor empieza a crecer en su interior, a medida que sus labios van descendiendo por el cuerpo del otro joven hasta encontrarse justo debajo de su ombligo. Mitsui empieza a lamer suavemente el miembro del chico menor, estimulado por sus dulces sueños después de tan maravillosa noche. Lentamente, lo introduce por completo en su boca, succionándolo con todo el cuidado y el cariño del mundo. Al rato, el caliente y sedoso líquido de su compañero le llena por completo la boca. Levanta la cabeza y lo traga, mirando el dulce rostro del otro muchacho. Pero su mirada se cruza con el profundo azul de sus ojos y el cálido rojo de su amplia sonrisa. El chico mayor se pone algo colorado, mientras su amante se incorpora y le da un suave beso en los labios.

(acariciándole la mejilla) Buenos días Hisashi.

(sonríe) Buenos días Kaede.

(se coloca a la altura de su oído y le susurra con voz algo ronca) Me ha encantado.

(bastante excitado) ¿Des de cuando…?

(besándole el cuello) Des de que has empezado ahí abajo…

Ambos empiezan a besarse con ternura, acariciando sus cuerpos, dándose placer el uno al otro. Los gemidos de Kaede al sentir las embestidas se mezclan con los del chico mayor, hasta que llega la sacudida y, por primera vez, un tremendo orgasmo. Mitsui se tumba en la cama y abraza fuerte al otro chico, besando con cariño su cuello y sus hombros, pese a estar completamente exhausto.

(todavía jadeando) Ha sido… increíble.

(sonríe) Gracias Hisashi.

(le mira con curiosidad) ¿Por qué lo haces?

(extrañado) ¿El qué?

(con cariño) Pronunciar mi nombre así…

(le besa) Por que te quiero y quiero asegurarme de que estás aquí, de que eres real, de que no voy a despertar solo otra vez…

(le abraza fuertemente) Estoy aquí y estaré siempre, si tú quieres.

(intrigado) Hisashi, ¿me quieres decir algo?

(algo avergonzado) Sí… esto… tú… ¿querrías venir a vivir aquí, conmigo?

(muy sorprendido) Hi… Hisashi, ¿lo dices en serio?

(asiente, todavía colorado) No podría estar sin ti ni un día más… y tu piso no es que…

(sonríe, los ojos le brillan) Sí. Sí. Mil veces sí. (le besa largamente) Te quiero tanto…

(le abraza) Yo también te quiero.

Y después de pasar un rato abrazados en la cama, disfrutando de la mutua compañía, los dos chicos se levantan, se asean y se visten, dispuestos a volver a asistir al instituto con total normalidad después de la amarga semana que han pasado. Andan el uno al lado del otro, sonriéndose, hablando… como dos amigos. Puede que a la gente le choque su repentino compañerismo pero para los demás tiene que ser sólo eso, amistad, al menos por el momento: a nadie suele importarle la vida privada de los demás, siempre y cuando siga siendo privada.

Llegan al instituto con el tiempo justo, por lo que cada cuál se dirige a su aula tras darse un furtivo y breve beso al amparo de una de las columnas de la entrada. Las clases pasan más o menos aburridamente. A ambos chicos les cuesta seguir la lecciones tras tantos días de ausencia, lo que a la vez les ayuda a distraer su mente de pensar y esperar con nervios y ansia el momento de volver a verse. Han quedado para tomar el almuerzo en una de las terrazas del edificio, como un buen par de amigos, pero llegado el momento, algo impide que uno de los dos acuda a la cita.

El muchacho de ojos azules deja de cabecear al instante cuando oye el sonido de la campana que marca que ha llegado la tan esperada hora. Se levanta como un rayo de su asiento y sale del aula, viéndose obligado a una nueva entrada al darse cuenta que ha olvidado su comida. Una leve sonrisa escapa de sus labios al pensar que su compañero jamás le perdonaría haber olvidado la comida de ambos en la clase. Pero cuando se vuelve para ir a compartir el almuerzo con su senpai, el muchacho se encuentra de repente con alguien, esperándole justo detrás.

(sonrojada) Ru… Rukawa…

(pasa por su lado sin prestarle la menor atención) …

(muy nerviosa, le coge del brazo) ¡Ru… Rukawa! ¡Espera!

(se mira el brazo fríamente, hasta que ella le suelta) ¿Quién eres?

(muy colorada) Esto… soy Haruko, la hermana de Akagi…

(levanta una ceja) ¿El capitán Akagi tiene hermana?

(con un nudo en la garganta) Sí… esto… yo… he ido varias veces a los entrenamientos y…

(echando a andar) Lo sé, no estoy ciego… Pero creí que eras otra mirona de esas…

(a punto de llorar) E… esto… Rukawa yo… quería hablarte de…

(harto) Ahora no. Déjame en paz.

El frío chico de ojos de hielo se va de la clase dejando a la muchacha con la palabra en la boca y los ojos llenos de lágrimas. No es que disfrute siendo cruel ni nada de eso… es que odia que esas chicas estén tan pendientes de él. Puede que lo haya pagado una por todas pero la justicia no es lo que ahora le importa, no cuando ha quedado con alguien tan especial para compartir la comida. Sus ganas de verle, de hablarle, de volver a sentir su calor de cerca son tan grandes, que ni siquiera se ha dado cuenta de los ojos castaños que le observan con odio tras haber presenciado la manera como acaba de deshacerse de aquél incordio de muchacha. El chico pelirrojo arde en deseos de hacerle pagar todo el mal que le ha hecho a la aquella niña sin siquiera darse cuenta, pero ahora mismo tiene una prioridad: ir a consolarla, no sólo por ganar puntos con ella sino porque en realidad le duele que el objeto de su amor lo pase mal por culpa de alguien a quien él considera un auténtico capullo.

Por fin, el muchacho de piel pálida llega a las escaleras que conducen a la azotea donde se encuentra su querido compañero. Pero justo al empezar a subir, choca estrepitosamente con un cuerpo tan duro como una pared. El delgado chico se da de bruces con todo el culo en el suelo, salvando con el brazo alzado el recipiente con la comida. Lleno de odio y rabia, dirige la mirada al frente, para ver a su compañero aguantándose mientras se tapa la boca con ambas manos y pequeñas lágrimas de risa se escapan de sus ojos. El chico menor se levanta furioso, con el brazo todavía alzado en su reacción instantánea de salvar la comida.

(furioso) ¿Pero como coño se te ocurre…?

(le besa en los labios y le "roba" la comida) Has tardado.

El muchacho mayor sube a toda prisa las escaleras y a su chico no le queda otra que perseguirle. Cuando llegan a la azotea, Mitsui ya ha abierto el recipiente y metido de lleno un dedo en la salsa del pollo agridulce. Se lame el dedo con avidez, poniendo caras y haciendo ruiditos por lo buena que está la comida. El muchacho menor se acerca fingiendo estar enfurecido y le arrebata con las manos una de las brochetas, comiéndosela tan marranamente como insinuante. Su boca y mejillas quedan llenas de salsa y restos de comida. El chico mayor deja la bandeja apoyada en la barandilla y se lanza contra en otro muchacho, lamiéndole ávidamente la cara. Ambos empiezan a besarse apasionadamente, moviendo sus lenguas con furia, con la tranquilidad de estar en la solitaria azotea frente a unas aulas completamente vacías.

Pero en el edificio de enfrente, la venganza del chico pelirrojo no ha hecho más que empezar. Loco de rabia por la manera como ese estúpido antisocial ha tratado al que él cree el amor de su vida, Hanamichi Sakuragi se dedica a replegar a todo el equipo en el aula con la excusa de hablarles sobre el campeonato y los partidos, asegurándose de que sobretodo Haruko acudirá a la cita. Cuando todo el mundo llega a la clase, el chico pelirrojo se encuentra estratégicamente recostado sobre la ventana, tapando con su cuerpo la vista de sus dos otros compañeros en la azotea.

(nervioso) Espero que tengas algo importante que decirnos, Sakuragi. No puedo permitirme perder tiempo con tus tonterías…

(amigable) Vamos Akagi, cálmate… además, todavía no estamos todos…

(separándose de la ventana mientras esconde una sonrisa cínica) Es verdad… ¿dónde se habrá metido ese zorro apestoso?

(Haruko palidece de pronto, señalando la ventana) ¡Rukawa!

Todos los integrantes del equipo vuelven la mirada hacia la ventana, pudiendo ver a un par de chicos besándose enérgicamente en la azotea de enfrente. Uno de ellos está apoyado contra la valla, por lo que no pueden verle el rostro, pero cuando el otro chico se separa de él para coger aire, todos sus compañeros son capaces de distinguir su identidad en aquellos ojos azules y aquella piel nívea que le hacen realmente único. La muchacha se desvanece en el aula, siendo inmediatamente asistida por la manager del equipo, que la lleva a la enfermería todavía incrédula con lo que ha visto. El capitán sale justo detrás, sin mediar palabra con el resto. No obstante, hay alguien que se ha dado cuenta de toda la estratagema.

(enfadado) ¿Te has divertido Hanamichi?

(haciéndose el loco) Ryota, ¿por qué lo dices?

(volviéndose hacia el otro compañero, que todavía tiene la vista clavada en la ventana) ¡Vamos Kogure! No quiero estar cerca de alguien tan detestable.

(enfadado) ¿Qué pasa? ¿Tienes algo que decir Ryota?

Los dos chicos se van, dejando al pelirrojo sin contestación. El resto de las clases resultan tremendamente incómodas a todos los miembros del equipo, salvo a dos, que siguen ajenos a todo lo ocurrido… hasta que llega la hora del entrenamiento. El chico menor se dirige al gimnasio y se cambia. Quiere practicar un poco antes que empiecen todos los demás, para recuperar la forma después de estos días. El chico mayor, en cambio, se queda hablando con un profesor sobre cómo puede recuperar sus faltas puesto que ya está en el último año de la secundaria alta y los exámenes de acceso a la universidad están ya muy cerca.

Al terminar, el chico moreno agarra su bolsa de deporte y se dirige a toda prisa al gimnasio para empezar a entrenar cuanto antes. Pero al llegar, lo que oye no es precisamente el sonido del balón rebotando en la cancha, ni a sus compañeros haciendo ejercicios de práctica. Están discutiendo muy fuerte y, de repente, entre todas las voces que se alzan en la pelea, distingue horrorizado la de su amante.

(gritando) ¡Sois unos pedazos de mierda! ¡No sé qué cojones importa lo que yo haga con mi vida! ¡Es mía, joder, no vuestra!

(Sakuragi sonríe cínico) ¿Es que no te das cuenta zorro asqueroso? ¡Nadie quiere jugar ni con ni contra un marica de mierda como tú!

(la voz le tiembla) ¡Te voy a matar estúpido gilipollas!

(autoritario) ¡Rukawa! ¡Ni te atrevas a tocar a nadie de este equipo! Siéntate en el banquillo de momento… y ya veremos qué hacemos…

(nervioso) Pe… pero Akagi… hombre… intenta entrar en razón…

(duro) No importa Kogure, ¡este tío es tan gilipollas como el otro!

(gritando) ¡Ya está! ¡Quedas expuls…!

(Mitsui entra de repente) ¡Cuidado Akagi, o no sólo perderás a un jugador!

(extrañado) ¿Qué quieres decir?

(muy serio) No sé de qué va esto pero puedo imaginármelo perfectamente…

(agarrando a Mitsui del hombro) Estábamos en el aula, enfrente de la azotea…

(histérica) ¡Ryota! Suelta a ese asqueroso o yo…

(seco) ¡Cállate Ayako!

(deja su bolsa en el suelo) No. Déjala Ryota. Os doy las gracias a todos por esto. Gracias por devolverme a la realidad. Da igual lo bien o lo mal que lo pase. Me habéis recordado que siempre estaré solo. Adiós.

El chico mayor abandona el gimnasio corriendo como alma que lleva el diablo. Su compañero intenta salir detrás de él, pero se encuentra de repente con un contundente obstáculo: el duro puño del capitán Akagi, enfurecido todavía por sus palabras.

(agarrándole muy fuerte) Tú no te mueves de aquí desgraciado.

(muy enfadado) ¡Suéltale Akagi!

(rabioso) ¡No te atrevas a alzarme la voz cuatro ojos!

(con lágrimas en los ojos) ¡Cállate! ¡Eres un mierda Akagi! Jamás pensé que mi amigo de toda la vida pudiera ser así… ¡Eres una persona detestable!

(serio) ¡Vamos Kogure! ¡Tenemos que encontrar a Mitsui antes de que haga cualquier locura!

(enloquecida) ¡Ryota ni se te ocurra…!

(seco) ¡Olvídame Ayako! Tú tampoco eres la chica que yo pensaba…

Los dos muchachos salen corriendo del sitio en pos de Mitsui, cosa que tranquiliza algo al chico de ojos azules que se limpia con la camiseta la sangre que no para de brotar de su nariz.

Y por las frías calles de una ciudad demasiado dura, un chico casi adulto, casi niño, corre desesperadamente sin rumbo alguno, intentando chocarse de repente con el suelo de su cuarto y despertar de golpe de esa horrible pesadilla que es su vida. Siente la felicidad escaparse entre sus dedos como la arena del desierto cuando uno intenta guardarla en sus puños medio abiertos. Siente que cada vez que su corazón toca un cálido rayo de luz, las tinieblas se ciernen sobre su ser, rodeándole como un mal amante que desea abarcar demasiado. Sentado en una fría barandilla de piedra, sus ojos ya no brillan por nada más que no sean las luces de la cuidad que se reflejan en el agua del río, justo seis metros y medio bajo sus pies.