Hola a todxs! siento haber tardado tanto en actualizar pero tuve varios problemas: primero con este web y después con el pen drive. Pero ya está. En breve publicaré el noveno y último capítulo del fic, de momento vayamos a por el penúltimo. Espero que os guste! Muchísimas gracias a todxs y en especial a Lythos, que me leyó des del principio y que siempre me dice cosas que me hacen muy feliz. Espero que te guste! Bsos!

Tattoos in Blood

Eighth Day: Touch of Fear

20: 19 PM
30 de Diciembre
4 grados al exterior

Tan negra. Tan fría. Tan profunda. Tan abajo que sólo hay una manera de llegar. Tan horrible. Tan terrorífica. Tan oscura. Tan desconocida como el agua que se encuentra lejos, bajo sus pies. Sus apagados ojos no paran de derramar amargas lágrimas que cubren su cara y se estrellan contra los negros pantalones de su uniforme. Siente la muerte acariciar su pelo con suavidad con sus dedos de viento y susurrar a su oído palabras de coraje y cobardía con el ulular nocturno. Siente la cabeza entumecida. No es capaz de pensar con claridad. Toda su vida se ha borrado de su mente, dónde sólo permanece una palabra, repitiéndose como el eco en el abismo: rechazo.
Anda por las calles de esa ciudad a la que ya ha empezado a detestar cuando se acerca la noche. La desesperanza se ha adueñado de su corazón des del momento en que le ha visto salir tan desconsolado del gimnasio, dejándole de nuevo con su soledad. Las lágrimas se agolpan en sus ojos, pugnando por salir, por mucho que él intente retenerlas. Desea con todas sus fuerzas, reza aun sin creer a todos los dioses y espíritus que conoce para que le ayuden a encontrarle sano y salvo. Para poder abrazarle de nuevo, besarle, acariciarle, hacerle el amor otra vez como esta mañana… y después pegarle una buena paliza para que no se le ocurra jamás volver a dejarle solo. La rabia le ciega, tanto o más que el enorme deseo de volver a sentirlo entre sus brazos.
No tiene ni idea de dónde puede estar. Las lágrimas resbalan por su rostro canela des del mismo momento en que le ha visto salir del gimnasio, des de que sus palabras le han golpeado con más fuerza de lo que lo ha hecho nunca ningún puñetazo. Los celos le han cegado des de que conoció al tan odiado zorro por el amor que su dulce Haruko siente hacia él. Nunca intentó tramar nada contra él pero ese día… cuando le vio besándose con otro tío en medio de la calle ¡lo vio tan claro! Tenía en sus manos la estrategia perfecta para ganarse a Haruko y ocupar el puesto del novato más apreciado del equipo… pero jamás pensó en él. No en Mitsui, en su amigo, con el que empezó con tan mal pie (como lo hicieran todos) pero que se había convertido en alguien tan apreciado por él. ¿Cómo pudo no reparar en el daño que le haría? Los sentimientos de culpabilidad le atormentan desatando mares de lágrimas de sus ojos color miel, mientras no para de correr por las calles como una estela roja rogando poder hallarlo antes que pase algo que no sea capaz de remediar.
Aun saliendo casi justo después de él, sus dos compañeros de equipo no han sido todavía capaces de encontrarle. Han recorrido juntos los sitios a los que solían ir él y su compañero de gafas justo cuando se incorporó al equipo, pero no hay ni rastro de él. Incuso su bajito amigo se ha enfrentado a todos los gamberros con los que se había peleado por su culpa para preguntarles acerca de su posible paradero. Pero la respuesta ha sido también infructuosa. La desesperanza empieza a acecharles pero ni de lejos pueden sentir los amargos y atormentadores sentimientos que llenan la mente de los dos compañeros que sienten haber vivido sus absurdas vidas bajo el yugo y cobijo de la más hiriente soledad.
Los ojos enrojecidos por el llanto, la nariz fría por el aire gélido de esta noche de invierno. Y en la barandilla del puente al lado de la estación, los párpados le pesan tanto como la vida, como la obligación de mantenerse atado a este mundo que se empeña en darle suaves besos en los labios con el amargo sabor de la hiel. Cierra los ojos y la noche no le parece tan oscura. Siente en su corazón una tenue luz que ilumina un sinuoso camino. Anda por él a través de sus pensamientos. Y llega al cabo a la orilla de una gran ribera, que se extiende más allá de lo que alcanza la vista. Una barca flota en el agua dirigiéndose lentamente hacia él. Un hombre de aspecto joven y hermoso, con el pecho descubierto, mueve con fuerza los remos de la barca, hasta ponerse a su altura. Le dirige una tranquilizadora sonrisa, que llena al muchacho de extrañas e intensas sensaciones.
- Hola, me llamo Hisashi…
- Lo sé.
- (extrañado) ¿Lo sabes?
De repente se da cuenta: sus ojos están vacíos, demasiado azules, casi transparentes. ¡No puede ver! Es ciego y aún así…
- Yo soy Caronte.
Ya han recorrido todos los sitios dónde se les ha ocurrido que podía encontrarse su amigo, pero nada ha dado resultado. La noche les cubre con su negro manto sin apenas estrellas mientras entran en la zona de bares de los barrios bajos de la ciudad, escondiendo su miedo tras inexpresivas máscaras. Saben que seguramente no se encontrará allí, aunque la esperanza es siempre lo último que se pierde. Al rato de andar, uno de los muchachos ve a alguien que les podría servir de ayuda… aunque tener que lidiar con él es siempre un gran riesgo.
- (seco) Aoshi…
- (ladea la cabeza, sin mucho entusiasmo, viendo a los dos chicos entre los mechones de pelo que se escapan de su gorro negro de lana) ¡Vaya! El enano Miyagi… ¿quién es tu amiguito?
- (irritado) Esto a ti no te importa…
- (le corta, volviendo a su cerveza con avidez) ¿Queréis algo?
- (serio) ¿De ti? Sólo hablar…
El muchacho se levanta de su taburete. Su figura alta y delgada se desliza por la barra hasta llegar dónde están ellos, y ponerse delante del chico de gafas. Dobla por abajo su gorro de lana, apartando los mechones de pelo que descubren ahora un par de enormes e intensos ojos verdes. Su mano desciende del gorro hasta sus labios, que acaricia con descaro ante la mirada algo asustada del chico de gafas. Le pone un brazo en el hombro y le agarra fuertemente por la nuca.
- (insinuante) Está bien. Pero sólo hablaré contigo.
- (irritado) No tenemos tiempo para chorradas Aoshi. Estamos buscando a…
- (ignorando a Ryota) ¿Buscas a Mitsui? Yo puedo decirte dónde está…
- (les separa) Dejémoslo Kogure. Éste no sabe nada y además…
- (se quita las gafas) No. Está bien. Hay que encontrarle… ¿Puedes esperarme aquí?
- (sorprendido) ¡Kogure!
- (el muchacho falsea una sonrisa) No pasa nada Ryota. Estaré bien…
- (susurrándole a la oreja) Vamos… Kogure… hablaremos en un sitio más tranquilo…
El muchacho delgado empuja al otro chico delicadamente hasta una puerta al lado de la barra, en la que puede leerse un cartel de "privado". El muchacho saca unas llaves y abre, haciendo pasar al otro chico ante él. Una vez dentro, cierra la puerta con llave, seguramente para evitar que su presa escape. Se dirige hacia la gran butaca que se encuentra tras una pequeña mesa inundada de papeles y objetos de oficina. Enciende un cigarrillo y se hunde en ella, apoyando las piernas en la mesa, en una postura mucho más que insinuante. Empieza a dar caladas al cigarrillo, dejando escapar el humo entre sus carnosos labios. El otro chico está de pie ante la mesa, mirándole mientras aprieta en su mano las gafas que hace poco se ha quitado, reuniendo el valor necesario para hablarle. Pero se le hace tarde.
- (apagando el cigarrillo) ¿Y bien¿Qué es lo que quieres saber?
- (intentando que el miedo no se le note en la voz) ¿Qué quieres a cambio?
- (sonríe) Vaya… los tienes bien puestos…
- (apretando los puños) Dilo y acabemos rápido.
- (se levanta de la butaca y se pone delante suyo) ¿A qué estás dispuesto?
- (se pone en guardia, a punto para pelear) A todo.
- (sonríe ampliamente) Bien…
El delgado muchacho esquiva fácilmente sus defensas. Su mano derecha agarra al otro chico por la cintura, mientras con la izquierda asciende por su cuerpo hasta su mejilla, dándole un fuerte beso en los labios, logrando introducirle la lengua hasta el rincón más remoto de su boca.
- (asustado) ¿Q… qué haces?
- (desciende a besos por su cuello, mordiéndole con avidez) Cobrándome lo que estabas dispuesto a pagarme.
- (aterrorizado) Yo no…
- (le despoja violentamente de su camiseta) ¿Acaso no quieres encontrarle?
El muchacho baja la cabeza. Estaba dispuesto a pelear, a hacer un trato con él, a pagarle con dinero pero no con su cuerpo. Los amigos merecen sacrificios pero eso es… demasiado. Intenta sacar fuerzas para apartarle de él e irse corriendo como pueda de aquél sitio, pero al levantar la cabeza, se encuentra de repente con ese par de ojos verdes escrutando su rostro, a la vez que son su lengua empieza a acariciar su sexo, habiendo bajado sus pantalones hasta las rodillas. No puede evitarlo. Su rostro enrojece por completo, provocando la risotada del otro muchacho. Aprieta su puño dispuesto a pegarle, pero él consigue esquivarlo. Su cuerpo se balancea hacia atrás, trastabillando a causa de los pantalones medio bajados, que limitan por completo sus movimientos. El muchacho se cae al suelo como un peso muerto, ocasión que el otro chico aprovecha para tumbarle de espaldas e impedir que se vuelva tumbándose justo encima de él.
- (cínico) Eres precioso. Me gustas mucho.
- (llorando) Déjame, por favor… No me hagas daño…
- (le besa el cuello) Tranquilo… te va a encantar.
Los dedos del chico delgado se deslizan por la espalda del otro muchacho hasta llegar a su entrada, penetrando en ella con lentitud pero con fuerza. Al cabo, baja sus pantalones e introduce en él su erguido miembro, mientras acaricia con la otra mano el sexo del otro chico, que no para de gemir y sollozar, rogándole que pare. Al cabo, sin poder evitarlo, el chico de gafas cubre la mano del otro muchacho con su cálido y sedoso líquido, cosa que hace que Aoshi se venga todavía más rápido dentro de él, saliendo de su cuerpo con brusquedad. El chico de ojos verdes se lame la mano muy insinuante, ante la mirada llorosa y sonrojada del otro muchacho, que seca sus lágrimas con la palma de la mano y empieza a vestirse de nuevo, tremendamente aturdido por lo que acaba de ocurrir.
- (muy serio) ¿Y bien?
- (se levanta del suelo y se abrocha los pantalones) ¡Oh¡Has estado muy bien… Kogure!
- (le agarra por el cuello muy enfadado) ¡No te hablo de eso pedazo de mierda¡Dime dónde está Mitsui!
- (sonríe) No lo sé… no soy su madre.
- (le pega un puñetazo) Hijo de…
- (sonríe, lamiéndose la sangre que se derrama por su labio) Sabía que tenías carácter. Eres lo más hermoso que he tenido en la vida.
- (le suelta de un empujón) ¡Deja ya de humillarme!
- (se acerca) No pretendía hacerlo… (le acaricia el pelo) Nunca he tenido nada porque nunca he valido nada pero ahora… creo que ya puedo morir tranquilo…
El muchacho de ojos verdes le da un cálido beso en los labios, dejando escapar un par de lágrimas furtivas que hacen encogerse el corazón del chico de gafas. Kogure rodea con los brazos la cintura del otro chico, correspondiendo con ternura su beso, cerrando sus ojos para no derramar él también el montón de lágrimas que ha retenido en sus ojos des de que se puso esa máscara de buen chico para evitar que nadie lo dañara otra vez. Al poco, ambos chicos se separan, cruzando sus tristes miradas por un rato.
- (bajando la cabeza) Kogure… ¿por qué lo has…?
- (suspirando) No lo sé… ni quiero saberlo tampoco…
- (acariciándole la mano) ¿Quieres que os ayude a…?
- (cínico) ¿Qué pasa¿Te vas a redimir ahora por que te he besado?
- (le pega un bofetón) Nadie aspira nunca a ser lo que yo soy… pero tú no eres mejor.
- (le abraza) Lo sé. Lo siento. Es sólo que… me has hecho daño…
- (se suelta) Pues lo siento. Sólo quería tenerte… antes de morir.
- (irritado) ¿Por qué hablas de eso todo el tiempo?
- (desviando la mirada) Por que ya no tengo a nadie… y no quiero estar solo.
- (sorprendido) ¿Querías suicidarte?
- (asiente)…
- (nervioso) ¿Dónde¿Dónde irías?
- (extrañado) ¿Qué?
- ¿Dónde lo harías?
- No sé… me tiraría a la ribera, supongo… (entiende) ¡Mitsui¿Crees que él…?
- (asiente) ¿Por dónde empezamos?
- (nervioso) Por el norte de la ciudad… es dónde hay los puentes más altos y los barrios menos concurridos… (va para abrir la puerta)
- (le abraza por la espalda) Aoshi… yo tampoco quiero estar solo… por favor, quédate conmigo.
- (una lágrima resbala por su rostro) Yo… no puedo… no saldría bien…
- (le besa) Por favor… intentémoslo…
- (sonríe tristemente, acariciándole la mejilla) Está bien… Eres precioso.
Los dos chicos salen del pequeño cuarto hacia el bar, dónde se encuentran a un Ryota terriblemente nervioso y preocupado. Se extraña al verles salir juntos, los dos, cogidos de la mano, pero hay algo que le preocupa todavía más: encontrar a su amigo. Los tres chicos se echan a correr en dirección a la parte alta de la ciudad, hacia los puentes del norte de la ribera que la cruza de punta a punta.
Mira al barquero ensimismado, sonrojándose al contemplarle de pie, apoyado en el gran remo de la barca.
- Caronte…
- (suavemente) Dime, Hisashi…
- Puedo… ¿puedo cruzar la ribera contigo?
- (sonríe) Todavía no, Hisashi… Tú no perteneces a este sitio… Todavía no ha llegado tu hora…
- (los ojos se le llenan de lágrimas) Pero yo… quiero ir al otro lado…
- (en un susurro) Todavía no… Hay gente que te espera… No vas a ser mío esta noche…
El hermoso joven de ojos de niebla le lanza un suave beso, que flota en el aire hasta sacudirle en cada rincón de su ser. Mitsui abre los ojos, llenos de lágrimas, encima de la barandilla del puente, dándose cuenta de repente que alguien le sostiene, agarrado por la cintura, para que no se deje caer.
- (llorando) Por favor… no saltes Mitsui... Por favor…
- (se vuelve despacio, sin poder ver quien le sostiene) Yo no…
- (sin parar de llorar) Soy un estúpido… yo… no pensé en tus sentimientos… ¡a mi no me importa lo que te guste! Yo sólo… quiero seguir siendo tu amigo…
- (se gira por completo, bajando de la barandilla, contemplando el rostro del muchacho menor, bañado en lágrimas) Me has hecho daño, Sakuragi…
- (se arrodilla) Lo sé. ¡Y lo siento muchísimo! Yo… odiaba a ese zorro apestoso pero… yo soy mucho peor…
- (le mira a los ojos, derramando una lágrima solitaria) Sakuragi… yo le quiero.
- (le mira, enormemente sorprendido, pasando un rato en silencio hasta que por fin consigue reaccionar) Entonces ve a por él.
- (se apoya en la barandilla) Ahora ya es tarde… le he vuelto a dejar solo…
- (le abofetea) ¡No¡No es cierto! Él… te está buscando…
- (empieza a llorar) ¿Qué?
- (agarrándole para que no se suba a la barandilla) Él… le pegó a Akagi y se fue corriendo para buscarte. Llegó hasta el banco de la estación y se fue hacia el parque… no sé cómo se me ocurrió que podrías estar aquí…
- (sonríe triste) Él no podía pensarlo…
- (extrañado) ¿Qué quieres decir?
- (señala al horizonte) Su puente es ese. El último que se ve des de aquí.
- (le coge el brazo) ¡Entonces vamos!
- (no se mueve) No me va a querer a su lado otra vez… yo… le he traicionado.
- (le sacude) ¡Mitsui¿Qué crees que va a hacer si no te encuentra?
En este momento, el chico moreno siente desmoronarse el mundo en su interior. Morir es una idea aterradora pero, por una vez en su vida, estaba dispuesto a afrontarla. Pero que Kaede muera es algo que su mente no puede concebir ni soportar. El atolondrado pelirrojo, el mismo que escasas horas antes parecía haber arruinado su vida, le ha dado el valor suficiente para abandonar sus egoístas temores e ir en busca del ser al que más ha amado en toda su vida.
01: 24 AM
02: 45 AM
03: 13 AM
04: 56 AM
Lágrimas tan azules como sus ojos resbalan por su blanca piel, desnuda, sobre el blanco suelo de baldosas del cálido piso del que hasta hoy era su novio. Ha pasado horas buscándole por toda la ciudad, sin poder hallar el menor rastro de su persona, hasta perder toda esperanza. El agua caliente cae del grifo en la bañera, llenando el baño de un denso vaho que lo envuelve todo como en un sueño. El último sitio dónde esperaba poder encontrarle era su piso, el sitio dónde habían compartido tanto dolor y tanto placer a la vez. Pero no está. El muchacho se mete en la bañera, acariciando su cuerpo con sus finos dedos. Desliza el acero de la cuchilla por sus muñecas con fuerza, vacilando por el dolor, decidido por la desesperanza. Los cortes no son profundos pero el agua caliente impedirá que se cierren… hasta que pueda dormirse para siempre y poder ver de nuevo a su amado, o no ver nada más, nunca más. Y entre sus sueños, aparece un hermoso joven remando en una barca con el torso desnudo y unos ojos cristalinos que ven todo aunque parezcan no albergar el menor atisbo de luz.
- Hola, me llamo Kaede…
- (sonriendo) Lo sé. Yo soy Caronte…
- Caronte…