Tattoos in Blood

Ninth Day: Touch of Love

5: 13 AM
31 de Diciembre
2 grados al exterior

Ángel ¿dónde estás? Mi cuerpo corre como nunca, mi mente desea atraparte, mi alma necesita tenerte… en este mundo oscuro y sórdido que nos ha torturado hasta que el compasivo destino permitió que hallara en ti, por fin, la paz. Sé que te abandoné muchas veces, que he vuelto a traicionarte, que te he entregado de nuevo a la soledad, tirana, déspota implacable que ha regido nuestras vidas hasta hace tan poco… pero, por favor, espérame. Quiero que desates en mí tu rabia, tu ira, tu odio, tus ganas de rendirte y seguir viviendo a mi lado: que me perdones una vez más. Juro que jamás te volveré a fallar. Por favor, cree en mí.

- Caronte…
- ¿Qué deseas de mí?
- (triste) No lo sé… ¿Qué hay más allá?
- ¿Al otro lado de la ribera?
- Sí
- ¿Qué crees que hay?
- …

Ya falta poco. El muchacho moreno corre como perseguido por el mismo diablo en dirección al último puente que cruza la ribera antes de salirse de la ciudad. De veras cree poder encontrar allí a su amante, aguardando por él, buscándole con ansia, deseando encontrarle tanto como él lo desea. El invernal aire helado se introduce en su cuerpo, oprimiéndole los pulmones, cortándole la respiración. Le da lo mismo. Nada importa ahora; nada salvo encontrarle y abrazarle de nuevo, una vez más. El muchacho pelirrojo que le seguía hace rato que quedó atrás, pese a su potente velocidad. Pero el amor es más fuerte que cualquier sentimiento humano… salvo la desesperación.
- ¿Kaede? ¿Kaede? ¿Dónde estás? ¡¡Kaede!
Desesperación. Es lo que uno siente al llegar al sitio indicado, dónde esperaba encontrar al ser querido, a alguien deseado… pero se encuentra de nuevo solo. En otro momento, minutos atrás quizás, esa desesperación hubiera acabado con sus fuerzas, con sus ganas de vivir. Pero la posibilidad de dejarle morir solo, de no poder estar a su lado nunca más, le ha devuelto por un instante la energía y le ha empujado de nuevo a correr por las grises calles de la ciudad, pensando dónde puede hallarse aquél cuyo sufrimiento le produce mayor dolor que el suyo propio.

- No lo sé… ¿quieres contármelo?
- (sonríe) No puedo, por que ya lo sabes.
- (niega con la cabeza, los ojos nublados por las lágrimas)…
- (con voz serena) Kaede, mira más allá… ve lo que quieres que haya.
- (sorprendido) Lo que yo quiero que…

Los recuerdos de los últimos días llenan por completo sus pensamientos, intentando proporcionarle alguna pista que le pueda llevar hasta él. Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo…, pero aún así, las horas de sufrimiento y angustia se hacen siempre eternas, pareciendo mucho más que breves días los que ha pasado a su lado. Y en estos días, los segundos se volvían minutos y estos, a su vez, horas enteras en las que pasaba del conocimiento al compañerismo, a ser amigos, enemigos… y la fina línea entre el odio profundo y el amor sincero se desdibujaba poco a poco. Y luego eran amigos de nuevo, más tarde amantes y volvían a odiarse y luego… luego se querían y era algo más que sólo sexo, era el deseo de permanecer siempre a su lado y, al final, se marchó, pero él ya no podía odiarle… ahora sabía que haría cualquier cosa para no sufrir por su traición: se iría para siempre y él se quedaría completamente solo, como nunca.
No puede pensar. No en eso. No ahora. Si empieza a caer estarán perdidos, ambos, sin que haya ningún remedio. Quiere irse, piensa, ¿pero cómo si no es des de su puente? Y en su mente se dibujan todos los lugares en los que el destino les ha unido y la fortuna les ha preparado cuidadosamente sus encuentros. Echa a correr cual hombre loco calle abajo en dirección a la estación, al banco que atestiguó su primera conversación. Se ríe. Más bien fue un monólogo. ¡Kamisama cuánto le extraño! Llega al poco. No está. Los ojos se le anegan de lágrimas. No llora. Se echa a correr de nuevo, ahora hacia el parque en el que dio con él por casualidad después de su primer beso. Las palabras que una vez le dijo Anzai resuenan en su mente como un eco "Si te rindes ahora, el partido habrá acabado".
- No pienso rendirme. No contigo. Lucharé hasta el final y luego… volveremos a estar juntos. Y no me rendiré jamás.

- (asustado) Caronte…
- Dime Kaede…
- Veo… veo a una niña. Es… rubia y… sus ojos… ¡Caronte! Ella es…
- (sereno) ¿Tu hermana?
- (asiente. Las lágrimas resbalan por sus mejillas) ¿Qué… significa…?
- ¿Qué crees tú que significa?
- (con un nudo en la garganta) Ella… ¿ella está… muerta?
- No.
- (confundido) entonces… ¿por qué yo…?
- (Se acerca a él, acariciándole la mejilla) Es lo que quieres ver, lo que quieres que haya. Pero sabes perfectamente que no hay nada.
- Nada…
- (niega con la cabeza) Sólo lo último que quieres ver antes de morir…

El corazón se para en su pecho al ver que su amor tampoco se encuentra en el parque. La desesperación crece en su interior tanto como el frío del invierno se cala en sus huesos, haciéndole cada vez más costosa la respiración. Ni siquiera siente sus dedos dentro de los zapatos. Tampoco en las manos. Pero nada sería ahora capaz de detenerle. Piensa. Se esfuerza por recordar algo que pueda ayudarle a encontrar a quien tanto ansía su alma, a quien tanto desea su cuerpo, a quien tanto necesita todo su ser. El miedo hace mella en su espíritu, como una carga que no se siente del todo capaz de poder llevar sobre sus ya cansados hombros. ¿Y si no llega a tiempo? ¿Qué pasaría si…? Sacude la cabeza intentando exorcizar tales pensamientos, pero el brusco movimiento hace vacilar su cuerpo sobre la helada acera de la calle. El chico moreno resbala y se cae de bruces contra el suelo. Su cabeza empieza a sangrar. Un pequeño corte en la sien, pero su cara se cubre de más lágrimas que sangre. Intenta ponerse en pie de nuevo, emitiendo a su pesar un lastimero gemido de dolor mientras en su cabeza le ruega a su amado que todavía no le diga adiós, que le permita abrazarle… una vez más.
Y pensando eso, algo despierta en su interior, como una premonición, como un presagio de oscura salvación para su alma. Un último adiós. ¿Cómo pudo no habérsele ocurrido antes? Vuelve su cuerpo en la dirección opuesta y echa a correr en dirección a su casa, convencido de que allí podrá hallar a quien tan desesperadamente ha estado buscando. Por que la gente tiene siempre la necesidad de despedirse y para despedirse, necesita estar acompañada de sus mejores recuerdos. En su pequeño piso han pasado muchas cosas: momentos malos, momentos peores, pero también buenos momentos; los mejores recuerdos que tiene de su vida des de hace mucho. Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios, recorrida todavía por las lágrimas que no dejan de derramarse por sus mejillas. Puede… puede que todavía llegue a tiempo.

- (triste) Yo… quiero ir contigo… hasta la otra orilla.
- (sonríe) ¿Tienes con qué pagarme?
- (se mira de arriba abajo, haciendo un gesto de negación)…
- Todo el mundo tiene algo con qué pagarme (deja el remo a un lado de la barca) Acércate.
El chico de ojos azules se acerca tímidamente al barquero. No tiene miedo. Tan sólo siente de nuevo esa fría soledad. Pero ya no le duele. Todo en él es paz y serenidad: es todo lo que logran transmitir los ojos de ese chico de pelo blanco llamado Caronte. El joven barquero acerca lentamente su rostro al suyo, juntando sus labios con los de él en un suave y breve beso. Sus fuertes manos se deslizan por su cuerpo despojándole de sus imaginarias ropas, descubriendo su firme y pálido torso. Caronte le abraza sin dejar de besarlo, pero no hay calidez en ese abrazo… sólo paz, consuelo, alivio… y frío.

Mitsui llega corriendo a su casa. A duras penas se mantiene en pie sobre sus fatigadas piernas pero el dolor físico no le importa ahora, no cuando es mucho más grande el dolor que alberga el alma. Busca sus llaves en el bolsillo del pantalón. Le tiemblan las manos. Pero no están. ¿Dónde…? ¿Cómo…? ¡La bolsa de deporte! La dejó caer en el gimnasio cuando huyó de la forma más vergonzosa, la más cobarde de todas las traiciones. Apoya una mano en la puerta, golpeándola con furia para desatar en ella toda la rabia que le produce la frustración que siente en su interior. Pero la puerta cede ante el golpe. Está abierta y la llave puesta. Ni siquiera la había visto. Su corazón empieza a latir fuertemente, haciéndole doler el pecho, calentándole la sangre que el frío invierno había helado. Entra como una tromba en el piso y se dirige impetuosamente al cuarto de baño, de dónde escapan finos rayos de luz por las grietas entre la pared y la puerta.

El chico de ojos de cristal vuelve a besarle, recorriendo con los labios su pálido cuello, descendiendo por su cuerpo hasta sus muñecas, hasta dónde la sangre se desborda libre y calmada sobre el río que separa la vida de la nada. Su lengua se desliza por los dedos del chico de ojos azules, produciendo en él millones de escalofríos que recorren a la vez su fina espalda.

El chico moreno entra en el baño y su corazón vuelve a detenerse, pero esta vez con más violencia que nunca. Siente que las rodillas le fallan, que ya no puede sostenerse, y se apoya en la puerta. La visión le horroriza a la vez que le conmueve, paralizando su cuerpo y su mente, impidiéndole reaccionar. Su rostro plácido, los ojos cerrados, la piel tan blanca, los rojos labios dibujando una media sonrisa… parece un ángel, mi ángel dormido entre toda esta agua tan… ¡roja! La sangre se derrama de sus brazos, de sus delgadas muñecas al agua caliente que acaricia lujuriosamente su cuerpo. El muchacho mayor se abalanza sobre su amante sacándole de la bañera con gran esfuerzo. Sus ropas se empapan, pegándose a su piel. Se quita la camiseta mojada rompiendo como puede ambas mangas para atárselas en las muñecas al pálido chico que yace en el suelo sin tan siquiera respirar. Comprueba su pulso. Todavía quedan resquicios de vida en su dormido cuerpo. Todavía puede recuperarle, devolverle a su lado para no dejarle ir jamás.

El chico de largo pelo blanco aproxima a él su hermoso cuerpo, pegándose a su piel tan… fría. Sus labios vuelven a juntarse, dejando paso a las lenguas, que se entrelazan en un juego de caricias sin calor, de sentidos sin sentimiento alguno. Sus palabras empiezan a divagar por su mente. "Sólo lo último que quieres ver antes de morir". Lo último que quiero ver. El chico moreno abre sus ojos azules, mirando por un momento al hermoso joven barquero que besa suavemente su piel. Las lágrimas empiezan a resbalar por su rostro, mientras aparta su cuerpo del de ese bello muchacho que remaba en la barca.
- Caronte…
- (sonríe) Me gusta como pronuncias mi nombre…
- Yo… No es esto lo último que quiero ver… no es…
- (entristece momentáneamente) ¿Qué es Kaede? ¿Qué es lo último que quieres ver?

El chico moreno acerca los labios a los de su amante, insuflándole aire en los pulmones, intentando desesperadamente que vuelva a respirar. Las lágrimas resbalan por sus mejillas de nuevo, como tantas otras veces, mezclando en su interior emociones de dolor y esperanza, de sufrimiento y necesidad, de angustia y enorme deseo de que le abrace de nuevo, de que vuelva a mirarle, a sonreírle otra vez… para siempre.

- Lo último… lo único que quiero ver es…
- ¿Sí?
- (las lágrimas vuelven a desatarse en sus azules ojos) a Hisashi…
- (sonríe tristemente) Entonces tendrás que luchar por él.
- (extrañamente asustado) ¿Volveré… a verte?
- (alejándose en la barca) Puede… algún día… cuando llegue tu momento.
Caronte desaparece en la oscuridad remando en su enorme barca. Todo a su alrededor vuelve a oscurecer pero no siente miedo. Su cuerpo empieza a retorcerse. Puede sentir un agudo dolor a lo largo de sus brazos, el frío provocar fuertes temblores en su delgada figura, sus pulmones llenarse de aire y, por primera vez en todo este tiempo, el calor recorrer todo su ser llenándole de nuevo de una rara sensación de vida. Y en medio de tanta oscuridad, el chico de profundos ojos azules empieza a gritar el nombre de su amado para que le ayude a hallar el camino que le devuelva a su lado.

El muchacho mayor sigue intentando reanimarle con la respiración boca a boca, rogando en su interior que el milagro se produzca y pueda volver a abrazarlo, al menos una vez más. Su rostro sigue bañado en lágrimas, dejando filtrar por las grietas de su corazón la enorme sensación de impotencia que le produce no poder dar por él algo más que su aire. Levanta la cabeza, secado con su brazo desnudo su faz mojada. Roza sin querer el corte, ya cerrado, que cruzaba su frente sangrando pocos minutos antes. Se marea un poco al sentir bajo la piel la costra todavía blanda que se ha formado en su sien, pero coge aire de nuevo, dispuesto a revivir a su amante, tendido en el suelo como un ángel dormido entre las nubes. No obstante, al dirigir hacia abajo su mirada, se cruza con unos ojos tan azules como el océano, mirándole con lágrimas en los ojos.
- Hisashi…
- (llorando de nuevo) Ka…e…de… Kaede… ¿por qué…?
- No llores, Hisashi. Tú… eres lo único que quiero ver antes de morir…
- (niega con la cabeza) No. No vas a morir ¿me oyes? Por favor… ¡no me dejes solo! Yo… he sido un cretino y… ¡lo siento! ¡¡¡Por favor! ¡¡¡No me abandones!
- Me siento… tan débil… Tengo ganas de dormir…
- (su cuerpo tiembla de miedo) ¡No! No te duermas amor… por favor… no te vayas…
- (abre muchísimo los ojos) ¿Qué… has dicho?
- (acariciándole) Que no quiero que te vayas…
- (sonríe, negando suavemente con la cabeza) Me has llamado… amor…
- (se sonroja por un momento, devolviéndole la sonrisa) Sí… amor… No me dejes, por favor. Yo… ¡te amo tanto!
Las lágrimas empiezan a brotar nuevamente de los azules ojos del chico que se encuentra tendido en el suelo, suplicando entre susurros a su amante que le devuelva la vida, que le ayude a enmendar el terrible error que ha cometido. El chico mayor se levanta del suelo, besando suavemente los labios de su amado. Corre al salón a por el teléfono y vuelve a toda prisa al lado del otro muchacho, que lucha con todo su ser para no dejarse caer en el sueño a causa de la debilidad que siente su cuerpo al haber perdido tanta sangre. Llama a una ambulancia y se queda a su lado, besándole y acariciándole suavemente hasta que ésta llega y consiguen llevarle al hospital.
7: 30 AM
8: 16 AM
9: 37 AM
10: 24 AM
11:45 AM
El médico llama a Mitsui para hablar a parte con él. En la habitación se quedan sus amigos, los que demostraron serlo des del principio, y los que lo llegaron a ser después de todo. Kogure, Aoshi, Miyagi y Sakuragi no tardaron en ir al hospital tras recibir la llamada del chico mayor, informándoles de lo que había ocurrido. Con lágrimas en los ojos, el chico pelirrojo se había arrodillado al lado de la cama, pidiéndole millones de disculpas al chico que se encontraba tumbado en ella. Éste tan sólo le sonrió, agarrándole la mano a la vez que le ofrecía su sincero perdón. Ante este gesto, el muchacho pelirrojo se había echado a sus brazos, llorando desconsoladamente por haber herido a alguien que le pudiera perdonar por tan baja traición después de todo.
Fuera de la habitación, el médico inquiere al chico mayor sobre lo que deben hacer con el muchacho más joven.
- Verá, señor Mitsui, mi deber es llamar a sus padres para informarles de la situación ya que, por lo visto, usted no lo ha hecho.
- Él me lo ha pedido.
- No entiendo…
- Verá, es que él hace tiempo que no vive con sus padres. De hecho, creo que ya no tienen relación alguna. No conozco su número de teléfono ni su dirección y él se niega a decírmelos.
- En tal caso, debería llamar a su instituto para que me lo faciliten…
- Por favor, le suplico que no lo haga. Yo… me haré cargo de él…
- ¿Usted? Pero… todavía está en el instituto si no me equivoco…
- No, es cierto. Pero ya soy mayor de edad y… mi situación económica es buena… verá, mis padres están separados pero ambos procuran para que no me falte de nada. Yo… podría cuidar bien de él…
- (desconfiado) No sé…
- Se lo rugo, por favor. Esto…. Me encargaré personalmente de que no vuelva a ocurrir.
- (cediendo, a regañadientes) Está bien… En tal caso ya puede llevárselo a casa. Su estado no es grave, en parte gracias a su rápida intervención. Sólo debe procurar que coma bien, carne a ser posible, y que descanse.
- Está bien. Muchísimas gracias doctor. Se lo agradezco muchísimo.
Ambos vuelven a entrar en la habitación, comunicando a todos el buen estado del muchacho de menor edad y su inmediata alta. Tras una gran alegría, los chicos se van marchando a sus casas. El primero en irse es Miyagi, algo entristecido por la negativa de Ayako a pasarse por el hospital, intentando disculparla sin ningunas ganas ante los demás compañeros. Seguidamente, Aoshi y Kogure se despiden ante las miradas cómplices de los otros dos chicos. Sakuragi se empeña en acompañarles hasta el piso de su senpai, disculpándose de nuevo millones de veces, con lágrimas en los ojos por todo lo que hizo a causa de sus celos, que decidió enterrar en el momento en el que dañó por ellos a un amigo y a alguien que sí resultó ser mucho mejor que él en todo.
Cuando, finalmente, los dos chicos se quedan solos, vuelven a despertar en Mitsui los fuertes sentimientos de culpabilidad que le habían estado atormentando hasta poder hallar al otro chico.
- (acercándose en la cama) Kaede yo… te debo…
- (serio) Una disculpa. Lo sé. Tú me dejaste solo. Me abandonaste otra vez… pero yo no fui capaz de luchar por ti así que…
- (con los ojos anegados) Pero… todo fue por mi culpa…
- (le acaricia la mejilla) No. Eso no es cierto. No fui lo suficientemente fuerte. Ninguno lo fuimos…
- (suspira, asintiendo) Cierto. Aún así… yo… quería pedirte perdón…
- (sonríe) Te perdono… si tú me perdonas a mí.
- (le besa en los labios) Está olvidado.
- (serio, de repente) No.
- (extrañado) ¿Qué quieres dec…?
- (intentando no llorar) No quiero olvidarlo. Esto es… algo que ha sucedido y que todavía no sé si podré superar… yo…
- (muy triste) Ya no quieres estar a mi lado.
- …
- (intentando disimular el llanto) Te entiendo. Yo te abandoné y… no te merezco pero… ¿dejarás que cuide de ti hasta que estés bien?
- (llorando) Hisashi…
- (se vuelve, mostrando al otro chico su rostro cubierto de lágrimas) No quiero hacerte más daño… por favor, no llores… Yo…todavía te…
- (abrazándole) ¡Cállate! ¡Idiota! ¿Quién te ha dicho que no quiero estar contigo? Sólo es que no quiero olvidarlo… es parte de nosotros. (Se separa un poco, mirándole a los ojos) Esto no va a ser nada fácil y habrá momentos en los que lo pasemos muy mal pero… no vuelvas a dejarme nunca. Si lo haces, iré a por ti. Es una amenaza.
- (le besa) Te quiero Kaede, más que a mi propia vida.
- (le devuelve el beso y se vuelve a tumbar) Hisashi… ¿todavía quieres que me venga a vivir contigo?
- (le besa en la frente) Claro que quiero capullo.
- (se tumba para dormir un rato) Gracias.
- (se levanta para ir a preparar algo de comer) De nada.
- (le agarra el brazo) Hisashi… te amo.
El muchacho mayor deja escapar un par de lágrimas de sus ojos mientras besa a su chico. Pero ya no son lágrimas de dolor, ni de sufrimiento, ni de soledad, son lágrimas de alegría, de la felicidad más grande que ha sentido en toda su vida. Nadie dijo que amar fuera fácil. Pero tampoco dijo que fuera imposible, pues el amor puede ser a la vez el más cruel de los sufrimientos y el más profundo de los placeres.

THE END

Bueno, pues parece que esta parte no salió en mi última actualización así que la pongo de nuevo:

Aquí termina mi fic Tattoos in Blood, el que más esfuerzo me ha costado y del que me siento más orgullosa hasta ahora. Me da una pena enorme terminarlo... ¿qué vamos a hacerle? Los finales siempre me han puesto triste... Aún así, me han alegrado muchísimo vuestros reviews y comentarios. Dömo arigatö gozaimasu! Así que, acabando, este capi va dedicado a tods ls que lo habéis apoyado leyendolo y/o dejando reviews: KidCat, Deed Bluer, Niniel, Lythos, Dragonpatton, Shedin, Yukina, Lensaiak, Sango-chan, Khira, Kiska, AhuraMazda, tsuki-ummi kaze, rei00. Muchos besos a tods! Nos leemos en otras historias...