Amarte duele
¿Quieres saber cómo te amo? Loca, desesperadamente y en secreto.
Por: Nabichan Saotome
Capítulo 14. Acercamiento
Ambos seguían a la carta, su esencia mágica les rehuía, cada vez con más ventaja. Por sobre los tejados no tuvieron la habilidad de surcar los cielos, ni Syaoran con sus artes marciales chinas o sirviéndose de los sellos sagrados, ni Sakura valiéndose de Salto, ambos cayeron agotados, media hora de búsqueda irrefrenable dando sus consecuencias.
Volvieron a sus hogares, lentos y apacibles, el chico tratando de consolarla, tomándola de la mano, susurrándole excusas o motivos, ninguno de ellos pesimistas, todos con la esperanza de que Vuelo regresaría. Con el tiempo.
Eriol abrió la ventana de par en par, sonriéndole al sol que en recíproco le dedicó un cálido abrazo de luz celestial.
Estaba satisfecho, su rostro albino, hermoso y pacífico, aquella mañana irradiaba felicidad, que aunque no por buenos actos había obtenido.
Fue a la ducha, se bañó, vistió, bajó a desayunar en completa soledad y tras ello, tras preguntarse por primera vez en mucho tiempo dónde estarían Ruby Moon y Spinel Sun, se fue hacia el colegio, tomando el camino largo que siempre recorría con Lee cuando ambos se encontraban en aquel lugar. Con la mochila al hombro entró a la escuela, portando aquel aire de inocencia tan conocido y amado, saludando a todos y cada uno de sus amigos con una sonrisa sincera que no demostraba su brillo vengativo, la justicia de un dios parcial.
En uno de los corredores principales del segundo piso, tras subir las escaleras, se encontró con cierta imagen que le incomodó, pero de ninguna forma borró su sonrisa eterna infantil. Sabía que sucedería.
Syaoran abrazaba a Sakura con todo cariño, recibiendo entre sus brazos la tristeza que emanaba su frágil cuerpo.
Estaba a punto de rebasarlos cuando oyó que alguien pronunciaba su nombre, y la pareja de amigos se separó.
-¡Hiragizawa!- el aludido dio media vuelta, observando al chico que de manera traviesa colocaba un brazo sobre sus hombros. -La naturaleza es una fuerza poderosa...- Eriol sonrió, sabiendo que uno de sus cuentos iba en camino. -Y Rika no lo sabe ¿No crees que debemos instruirla?-
-Definitivamente, Yamazaki. ¿Qué mejor momento que el presente?- ambos dieron vuelta hacia el interior del salón, justo entonces una mano le asió fuerte por la muñeca, deteniendo su paso. Era Lee, a quien miró de reojo. -Querida Sakura, Syaoran. Perdonen mi distracción, no los había visto- llamó la atención hacia su rostro con una pequeña reverencia, sólo para deshacerse del contacto de su novio con un pequeño golpe. -Buenos días tengan ambos...- sin embargo, al observar las lágrimas de la chica, viró hacia ella y tomando entre sus manos aquel fino rostro hermoso, posó los labios sobre sus mejillas, limpiando las gotas tristes de mar. -Te ves más hermosa cuando sonríes ¿No coincides conmigo, Syaoran?- le dirigió una mirada que no significaba nada, y despidiéndose de ambos se dejó llevar por Takashi.
-Despierten, háganlo todas. Les tengo una noticia. Vamos, no hay nadie en la casa, el gran guardián Keroberos se ha ido también. Despierten todas. Él ha vuelto. El que un día fue nuestro creador, amo, y dios. Nuestro señor ha regresado...ha renacido en cuerpo y alma el que nosotras amamos. Por el que fuimos liberadas, por el que vagamos en este mundo buscando su presencia...- el libro que alguna vez perteneció a Clow se abrió, liberando sus cartas en una fuerte tormenta que no pudo abrumar a Vuelo, impasible en su forma de ángel. Él sabía que no podían destrozarlo.
-Vuelo... ¿Cómo has osado desobedecer a nuestra ama?- cada una de sus hermanas tomó su forma original, él quedó en el centro del todo.
-He venido a revelarles la verdad- Fuego se adelantó a él, queriendo hacerle daño, pero no pudo. -Escúchenme. Les vine a explicar. Él ha venido por mí. Mi amo Clow ha regresado...- los rumores de incredulidad entre las cartas llenando toda la habitación, furiosas por el rozar de una vieja herida que aún dolía, no se hicieron esperar.Él, en medio de la habitación, rodeado de sus hermanas, comenzó a hablar, aplacando de sorpresa. -La noche pasada se me presentó...ha reencarnado. ¡Ha vuelto!-
-¿Cómo ha sido, qué te ha dicho?-
-¡Nuestro amo no puede obligarnos a volver a su lado...él no puede!-
-No ha sido así, fui con él por mi propia voluntad...- lentamente fue relatando con exactas palabras lo que había sucedido, conforme la mañana transcurría y las cartas a su alrededor se mantuvieron en silencio, observándole como si el solo perderle de vista pudiera ocasionar su desaparición, y entonces, no podrían ver a Clow, su sueño.
-Dinos cómo ir a su lado ¡Llévanos con él!- Bosque le tomó por los hombros, pareciendo desesperada, mas la carta Eriol no se inmutó.
-Le he preguntado...pero...- bajó el rostro. -No es posible-
-¿POR QUÉ S"LO TÚ PUEDES?-
-¿QUÉ HAS HECHO TÚ DE MAGNIFÍCO PARA SER EL ÚNICO? ¡NOSOTRAS LE AMAMOS TANTO COMO TÚ, SUFRIMOS LO MISMO, NOSOTRAS SOMOS IGUAL! ¡¿QUÉ PRETENDÍAS EN VENIR AQUÍ?! ¡TUS PALABRAS NO HAN PROVOCADO SINO DOLOR! ¡MALDITO, PRESUMIDO, EGOCÉNTRICO...TÚ...VUELO...LÁRGATE!-
-¡NO LO ENTIENDES, AGUA, NUESTRO SEÑOR VENDRÁ POR USTEDES CUANDO SEA EL MOMENTO! ¡YO S"LO VINE A DECIRLES QUE ESTÉN PREPARADAS!- calló, y sin decir nada más se desvaneció, abrió la ventana y salió, dejando a sus hermanas.
-NO...ESTOY HARTA DE ESPERAR...- Lluvia salió, arrasando con furia el cielo de la mañana, llenando con sus lágrimas el paisaje. Comenzó la tormenta, un símbolo con una estrella apareció entre las nubes grisáceas, para segundos después bajo aquellas gotas romperse en mil fragmentos...
Syaoran lo buscaba en cada salón, interrumpía clases, entraba sin permiso a secciones restringidas, harto de que él fuese el ofendido y sin embargo Eriol lo ignorara. Al final de su jornada, ya dándose por vencido, terminó con una nota de la directora donde le llamaba le atención, requería de la firma de Wei para no ser expulsado. Un detalle sin importancia, él sólo quería verlo.
Había faltado a la clase de Historia, la misma que Hiragizawa, ahora tomaba la hora del recreo.
Pudo ver a varios chicos ansiosos, corriendo lejos de los pasillos. Seguramente habían hecho algo, pero no le interesaba.
Estaba en la planta baja, caminando con firmeza hacia la salida, ya no buscándolo, sino esperando que lo encontrara. A Eriol le gustaba así. Metros atrás, después de bajar el último peldaño de la escalera blanca y dar vuelta al corredor pudo ver la salida a los jardines, recargado en la extrema izquierda estaba él observando fijamente el lluvioso exterior, murmurando para sí mismo lo que parecía un conjuro, en una extraña lengua que no reconoció conforme se iba acercando. Entre sus brazos cargaba un peluche, el lobo negro, lo asía con fuerza como un niño asustado contra su regazo, pero sus rasgos eran fuertes, confiados, y él no encontraba temor en los ojos perdidos.
¿Sabría que estaba ahí, a cuatro metros de él, observando fijamente la ternura que irradiaba? ¿Escuchaba sus pasos secos, amortiguados por la caída de la lluvia en el paisaje exterior?
-Pequeño lobo- eso respondió a su pregunta. Eriol viró hacia él, observándolo por segundos antes de sonreír melancólico y regresar la vista hacia la rebelde tormenta que caía a cada segundo más fuerte.
Lluvia estaba llorando, descontrolada. Pero ante la advertencia de Clow, al que ella sólo veía como sombras, comenzó a llorar en silencio, esperando el momento propicio. Lluvia sabía que su ama, su antigua ama, estudiaba en aquella secundaria.
Syaoran quiso alejarse, sin embargo supo de antemano que no lo haría. Avanzó hacia él, molesto, decidido a echarle en cara el haberle abandonado la noche anterior. Le tomó del hombro derecho, haciéndolo girar hasta que se supo observado. Pero Eriol no se inmutó, permaneció inmóvil con los ojos muy fijos en él, esperando su reclamo con una mueca que nuevamente no significaba nada. Al ver que no hablaría, giró su vista hacia la tormenta iluminada por relámpagos y truenos que caían aparentemente cerca. -La lluvia es muy hermosa. Agresiva, romántica, instintiva, atrayente, empática. Para muchos es un castigo, le odian, para otros no es más allá de un fenómeno de la caprichosa naturaleza, pero para mí...es mi momento favorito...me hace feliz y sin embargo llora cuando a mí ya no me quedan lágrimas- lo observó por instantes, Lee se hallaba hipnotizado no por su magia, sino por la atracción que existía entre ambos y que a veces los dos rechazaban. Siguió hablando, mirando el vacío, abrazando el animalito de peluche contra sí. -Hace tiempo conocí a una persona que es como esa lluvia que cae allá afuera. Me atraía su fuerza, su momentánea y deliciosa agresividad, pero también la sonrisa de tierna comprensión que desafortunadamente jamás me fue dedicada. Me rechazó, pero para mí seguía siendo tan especial como en un principio, y debo admitir que sus rabietas en mi contra me fascinaron...incluso su forma de odiarme. Porque esa persona me odiaba...y creo que aún lo hace. Pero aunque no me quiera como yo lo hago, a pesar de que sus ojos no me miran...sigue siendo mi favorito, su enojo, la furia, el despecho, me hace feliz pues piensa en mí...y lo extraño es que, cuando no me quedan más lágrimas, pienso en él y todo cambia: ya no quiero llorar. Sólo quiero verlo...porque soy feliz- Syaoran respiraba con dificultad, había un nudo en su garganta. Miraba el suelo con enojo, resentía lo que acababa de escuchar. Tras unos instantes eternos, Eriol continuó. -Y sin embargo...su hermosura es mayor a la que puedo ver allá afuera...no tanto su cuerpo, que debo confesarte, es muy atractivo, dulce y perfecto...sino todo lo que representa, y lo que es en realidad- Lee colocó una mano sobre su pecho, empujándole con fuerza demandante.
-Cállate...- le dolían las palabras que Eriol había pronunciado, celoso, tenía la energía suficiente para golpearlo contra la pared y demostrarle a besos que él, su sabor y su esencia, eran mejores que la persona que tan entusiasmado pronunciaba. Hiragizawa debía saberlo. Observó al lobo entre las manos de su amante, y pronunció una pregunta de la cual ya sabía la respuesta. -¿Ese peluche es para él?- Eriol le observó fijamente antes de pronunciar un estoico asentimiento que hizo temblar de furia a Lee.
Hiragizawa alzó el brazo izquierdo, acariciando la mejilla trigueña caliente bajo el rubor dulce, demostrándole todo el amor que le tenía.
-¿Puedes verlo ahora? Cuando te enojas también eres hermoso...mi pequeño lobo. Cuando me odias...- Syaoran comenzó a caer bajo su contacto amable, por mucho que lo resistiera. -Dios...mírame...me tienes loco...- lo recargó contra su regazo, colocando los brazos alrededor de la cintura, haciendo que su cabeza se refugiara en su cuello.
-¿Quién es esa persona, Eriol? Dímelo...- creía saberlo, estaba casi seguro de haber caído en su pequeño juego de celos, pero no daría nada por hecho a menos que él lo dijera.
-Tú por supuesto- Lee suspiró con alivio, pero una nueva pregunta salió de sus labios antes de que pudiese controlarla.
-¿Y qué sientes por esa persona?- Eriol se tensó, era demasiado pronto. -¿Eriol?- un rayo cayó en el patio. El césped comenzó a arder, todo se estaba saliendo de control. Una voz a considerable distancia llamó a Syaoran. Era Sakura, y él estaba en brazos de alguien más, en una posición muy comprometedora, pegado a su cuerpo, recargado contra la pared a muy pocos pasos de la lluvia. Sin embargo, no se separó ni por un momento, ni siquiera cuando Kinomoto llegó hasta él estupefacta.
La voz de una cuarta persona en escena hizo parar las deducciones de la Card Captor.
-¡Sakura, mira!- a excepción de Eriol miraron al exterior, él lo único que hizo fue soltar a Syaoran, dando vuelta y retirándose.
-¡Eriol!-
-¡Joven Lee, no tenemos tiempo para eso, el patio se incendia!- hizo caso, sorprendido por la comprensión de Tomoyo, saliendo al lluvioso exterior envuelto en llamas, sin embargo se encontró con la sonrisa de Eriol que le dedicó un hasta luego y le deseó buena suerte.
Mei Ling les alcanzó tras unos instantes. Las cartas Lluvia, Trueno, y Fuego habían roto sus sellos.
Una esfera de energía oscura le rodeó, haciéndole desaparecer de la vista ajena. Oculto en el tejado por sobre todas las cosas, tomó la llave mágica atada a su cuello, la alzó y conjuró en voz baja el hechizo, haciendo aparecer el báculo con punta de sol, se abalanzó a la orilla, poniéndose de pie en la esquina noroeste del edificio. Sonrió ante la altura de cuatro pisos, ¿Qué se sentiría lanzarse al vacío?
Abajo, Sakura intentaba domar a sus propias cartas, había aparecido el báculo de estrella, conjurado un hechizo tras otro, trataba inútilmente de calmar a Lluvia dificultando sus movimientos, y a Trueno que coqueteaba con Fuego y le ayudaba a incendiar el amplio patio poblado de césped y árboles mientras asustaba con fuertes estruendos, cayendo muy cerca de su antigua ama y sus amigos.
-¿No trajiste las cartas? ¡Cómo se te ocurre!- Syaoran se hizo a un lado, impidiendo que un rayo le cayese encima. Estaban muy cerca de los árboles que Fuego iba incinerando poco a poco, demasiado cerca del peligro.
Fuego, enloquecido, fue rodeándoles en un muro cilíndrico de cuatro metros de altura y uno de ancho que pronto vieron no podrían surcar sin graves consecuencias irreparables. El patio ya perdido aún albergaba las llamas que al principio respetuosas fueron cerrándose a su alrededor, haciéndolos blancos fáciles de Trueno, que mandaba sus rayos cada vez más certeros, cansado de jugar.
-Vuelo- Eriol murmuró, entendiendo el porqué de la presencia de las cartas.
Estaban yendo demasiado lejos. Fuego los tenía sin salida, ya a un escaso metro de rozarlos. Lluvia se negaba a calmarse.
Eriol alzó el báculo y estuvo a punto de conjurar a las cartas hasta que un grito, aún más feroz que el instantáneo trueno que se oyó, golpeó sus sentidos con aquella voz tan familiar.
Era Syaoran.
Furioso, dejó que sus eternamente rasgos tranquilos formaran una mueca de odio casi atormentado. Hizo una brecha en las nubes que cubrían el cielo con un fuerte rayo de energía, un quejido como de un león mortalmente lastimado se oyó antes de que Trueno cayera al suelo encerrado, azotando la tierra herida con su propio cuerpo. Lluvia igualmente gritó, cayó al suelo, por sobre Fuego que había detenido el paso de su pared, entrando a aquella pequeña circunferencia, evaporándose. Pero las llamas no pudieron contener la humedad, finalmente destruyó la cerca y en su forma humana se derrumbó a un lado.
Las nubes fueron desapareciendo. Y Sakura tras unos instantes de llanto incontrolable se abalanzó hacia Syaoran en el suelo, a un lado de las cartas, recibiendo ella misma una descarga eléctrica que le inutilizó, dejándola de rodillas ante los cuerpos, abrazándose.
-¡Sakura!- Tomoyo tenía parte de su uniforme quemado, al igual que los demás, y lloraba como las otras chicas, aunque visiblemente más tranquila, quiso acercarse a la pequeña Kinomoto, pero recibió un ligero manotazo de su parte. -Sakura...-
-Syaoran- es lo único que dijo, en cambio Tomoyo entendió y se quedó callada, observando al chico con cierta parte de envidia oculta en sus ojos.
Las cartas se levantaron, cansadas al borde de la extinción, pero una suave voz les estaba llamando con aquel tono que conocían. Se fueron elevando al tejado, donde nuevamente sus gritos de auxilio sin palabras se oyeron y una columna de luz les envolvió antes de llevárselas lejos, sin rastro de su presencia.
-La conducta que tuvieron allá abajo es inaceptable. Sakura era su ama, destino y fortaleza, es la causa de que vosotras sigan con vida. No toleraré esta clase de comportamiento, no es propio de su designio. En vista de su desobediencia e inmadurez les he arrebatado sus poderes, no podrán usar ni siquiera su propia naturaleza, ni volar, ni desaparecer. Serán como humanos, fríos entes erráticos; fantasmas pues no serán vistos por ellos...inexistentes hasta que se arrepientan de haber roto su sello aunque haya sido para encontrarme. Yo también les amo, pero vean allá abajo, al chico que lanzaste tu furia, Trueno, él es todo para mí y hacerle daño es igualmente intolerable...- alzó el báculo y desapareció entre las sombras de sí mismo.
Ambulancias, bomberos, guardias de seguridad y personal docente, llegaron al lugar del acontecimiento, no había sido un crimen la naturaleza artificial que contados conocían, no había sido más allá de una fuerte tormenta, muchos rayos y fuego, gritos y desesperación; pero la secundaria lo creyó así conveniente, todos alarmistas, cuatro chicos estaban siendo atendidos en las ambulancias estacionadas con perfección milimétrica en el área quemada del pequeño desastre.
Ambos se abrieron paso hasta los pacientes alegando su relación familiar con las victimas; pero para él no fue tan difícil, simplemente dedicó la mirada preocupada y a punto de desbordar lágrimas de actor hacia donde la presencia de Syaoran y la cinta amarilla de seguridad había sido cortada para él, el policía no hizo preguntas pero le pidió se diera prisa.
Observó a su novio sentado en el borde de la camioneta junto a una muy temerosa Kinomoto por su hermano, quien en esos instantes le regañaba por salir en medio de una tormenta y provocar que él tuviera un susto de muerte al enterarse en el trabajo.
-Touya, deja de regañarla...- le interrumpió Yukito, colocando un aura de tranquilidad sobre el muchacho, como sólo él sabía hacer.
Hiragizawa cortó el largo espacio entre ellos con largos pasos tranquilos mientras la multitud de gente pasaba a su alrededor sin prestarle demasiada atención. Lo primero que hizo tan pronto se percataron de su presencia fue colocar su más amable sonrisa y realizar una pequeña reverencia a los seis presentes, dio los buenos días con gentileza y giró rápidamente hacia su novio demostrando su grave preocupación obviada en un fuerte abrazo que tras la sorpresa inicial Lee correspondió, jurándole que se encontraba bien.
-...me asusté- sin pensar realmente lo que hacía, depositó un suave beso en la mejilla derecha del trigueño, alertando los sentidos de los espectadores. Disfrutó de la forma en que se estremeció al hacerlo, y justo antes de acariciar su espalda, asegurándose que él estaba ahí. Sin embargo a su lado, alguien dio un paso hacia delante y les interrumpió.
Yukito se veía diferente, incluso más pálido de lo habitual, resaltando que sus ojos ahora eran grises y tenía clavada la vista justo en Eriol, en la perfecta forma de elevar su contacto hasta la piel que amaba y acariciar con lentitud los rasgos que le sonrieron con cariño. Confundido, alarmado por la forma en que se habían acariciado ambos así como el hormigueo de incomodidad en la boca del estómago, tragó en seco, se aclaró la garganta con obvia molestia y los interrumpió, sin dejar de observar un segundo a Hiragizawa.
-¿Yuki?- no respondió, desvió la cabeza hacia el lado contrario, pero su mirada era insistente, lo cual no pasó desapercibido para el joven de ojos azules que tampoco dejaba su análisis, soltando a su novio casi con dolor, dándose cuenta de lo obvio. Touya tuvo que guardarse el enfado para otra ocasión, cruzó los brazos y regresó la mirada a su hermanita, decidido a seguir la discusión con su pareja tan pronto llegaran a casa, si es que no lo hacía antes.
-...- Eriol casi se golpeó mentalmente, estaba tan preocupado por Syaoran que había olvidado su careta de cordialidad hacia el mundo en general. Miró gentilmente a las chicas en la ambulancia, cambió su rostro por uno de dolor y bajó la cabeza colocando la mano derecha en sus labios, cubriendo por un segundo los murmullos, haciéndolos audibles después. -...ojalá hubiera podido hacer algo al respecto...- tomó la mano de Sakura entre las suyas, depositando un suave beso hipócrita que sin embargo fue convincente para todos los demás. Sabía que ella no le preocupaba en lo absoluto, que de hallarse en cualquier otra situación hacía mucho la habría eliminado, pero eso no le agradaría a su Syaoran y no sería una venganza justa.
Habían discutido todo el camino, mientras conducía intentaba explicarle a Touya mentiras que su novio no creía, al tiempo que trataba de convencerse con ellas aunque con cada alto y cada grito amortiguado que se oía dentro de la camioneta plateada de lujo, no hacía sino pensar en Eriol, porque era su nombre el que sonaba dentro de su cabeza aunque fuera la voz de la persona que amaba la que oía.
Seguramente él no le armaría un alboroto así, en medio de un crucero peligroso en que cualquier pensamiento en falso, un mirada perdida, y chocarían con el primero que se pasara un alto durante su distracción.
-¡Él no me gusta! ¿Cuántas veces quieres que lo diga?- estaba harto, pisó el acelerador con fuerza cuando el semáforo quedó en verde, ansioso por dejar a Touya en su trabajo por primera vez en años de amistosa relación. Sin embargo su excusa no valió de nada y el ataque siguió. No escuchaba lo que de los labios surgieron, la voz retumbaba en su jaqueca, estaba demasiado concentrado en Eriol, en su forma de moverse y hablar, así como de la constante pregunta del porqué, precisamente aquel día, se había sentido atraído por el joven, que le ignoró olímpicamente hasta que llegaron al despacho de arquitectos e ingenieros del que Touya era vicepresidente. Fue entonces, al momento de estacionarse en el preestablecido lugar, sosteniendo la tarjetita color azul que le había entregado el guardia de seguridad, que viró hacia él, observándolo con pesadumbre. -Toya- aquel apodo, que sólo él usaba, hizo a su pareja sonreír contra su propia molestia. -Te amo- atrapó su rostro entre las manos, callando las palabras con los ansiosos besos que le entregó sonriente. -Y no me gusta...sólo me pareció extraño verlo con el joven Lee- el otro supo a lo que se refería y asintió. -Voy a la casa, no me siento con energías de ir a trabajar- Kinomoto le miró un poco arrepentido, pero antes de que pudiera decir nada más su novio le silenció. -Te perdono. Ahora ve, sabes cómo se pone la oficina cuando te desapareces, eres el único que puede ponerlos en su lugar-
-¿Vienes por mí?- recibió una sonriente afirmación y bajó de la camioneta no sin antes inclinarse sobre él y entregarle un beso de despedida. -Yo también te amo-
No vio cuando la sonrisa del albino desapareció por completo al alejarse lo suficiente y darle la espalda. Tsukishiro inclinó la cabeza hacia el volante que sostenía con la mano izquierda y antes de que por su mente pasaran mayores conflictos, se acomodó, giró la llave, puso la palanca en reversa y dando media vuelta salió del estacionamiento, con rumbo a su casa, devolviendo la tarjetita azul al guardia.
Sin embargo le tomó mayor tiempo de lo indicado recorrer siquiera la mitad del camino. Después de media hora, tuvo que detenerse en una avenida principal, con el rojo parando el pesado tránsito, ya a pocas calles de su hogar.
Tamborileando los blancos dedos en el volante detenido, con la camioneta en neutral, se observó en el cristal retrovisor, fijamente se perdió en sus propios ojos grises y sus labios pronunciaron la cuestión que él no había podido realizar.
-¿Nos gusta?- se sobresaltó, el tono frío esculpido en la voz de Yue reflejaba confundida curiosidad. Forzó una sonrisa, observando la parpadeante luz roja del semáforo que en un movimiento mecánico le hizo cambiar la velocidad. Antes de arrancar, poco después de que el amarillo le indicara cuidado, vio sus propios ojos centelleantes en el espejo y con su propia voz afirmó. -¿Realmente quieres averiguarlo?- pisó el acelerador a toda su potencia, girando el volante en la firma decisión de desenmascarar sus propias palabras, a la derecha se hallaban tres filas de automovilistas a punto de cruzar aquella línea blanca, pero dio la vuelta prohibida y los detuvo con la camioneta, sin importarle los diversos insultos dirigidos a su persona.
Ahora lo único que importaba era Eriol Hiragizawa.
Eriol alzó la mirada hacia la mansión, observando lo solitaria que lucía, a pesar de hermosa y mágica. Había acompañado a Syaoran a su casa, dejándolo en la cama a un lado del lobo negro y el oso de peluche que le acompañarían en su lugar, y quizá le brindarían el reposo del que él no era capaz. Aún así pensaba visitarlo al día siguiente, tan pronto las clases terminaran.
Sin embargo un no esperado visitante llamó su atención, de pie a pocos pasos de la reja, completamente absorto e inmóvil ante la antigua casa. A sus espaldas se hallaba una camioneta plateada estacionada de mala forma, como si hubiera tenido mucha prisa en descender. Hiragizawa sonrió ¿Cómo no reconocer a su propia creación?
Se adelantó a él, observando los rasgos dubitativos, blancos, hermosos y ajenos de Yukito, que en ningún momento se percató de su presencia hasta que rompió el silencio y se colocó a su lado, observándolo fijamente, sinceramente tierno.
-Buenas tardes, joven Tsukishiro- el aludido se sobresaltó, dando un paso hacia atrás, casi tropezando. Y Eriol, casanova por naturaleza, se adelantó a él con verdadero rostro de preocupación, lleno de rasgos seductores en los rápidos movimientos al tomarlo de la mano evitando la caída. -¡Disculpe! No quise asustarlo- sorprendentemente, sus palabras no fueron resueltas por igual protocolo, y temió que algo realmente grave sucediera. Aunque no supiera dar un ejemplo del alarmista pensamiento. -¿Gusta pasar?- el joven asintió, con la sorpresa impresa en los contrastes bonitos del cuerpo fino.
Cuando Eriol lo soltó suavemente, guiándolo dentro de la casa, pudo sentir la tristeza de su piel, resintiendo el alejar del adolescente.
Se hallaba incómodo, con unas terribles ansias de salir corriendo de la suntuosa mansión, evitar el contacto que había anhelado y callar sus dudas con un beso de Touya al regresar a casa. Pero sus piernas no respondieron las súplicas por dejarse cobarde, y tan pronto Eriol regresó con el té y unos bocadillos aún más numerosos que cuando Lee asistía, alejó todos los nerviosos pensamientos con el movimiento de una mano, recordando porqué estaba ahí.
Le pareció tonta la reflexión compartida con su pareja. Lee y Hiragizawa no podían estar juntos. Simplemente no era posible. Quizá fuera porque él no lo quería así.
Dejó de observar las largas ventanas sin dosel, así como la amplia sala de estar junto al recibidor, sólo para fijar la vista en el chico que llamaba su atención colocando las tazas en la mesita de centro, sirviendo el té, las galletitas en dos pequeños platos, con tal cuidado que pareció irreal. Mantuvo la respiración hasta que los ojos azules-grisáceos como respuesta al silencioso ruego por atención, voltearon hacia él, mostrándole una sonrisa llena de curiosidad escondida.
¿Qué haces aquí, mi querido Yue? Sin embargo no era aquella ocasión el grácil ángel sino Tsukishiro, quien parecía interesado en su persona. Le alcanzó la bebida y comida, sabiendo de sobra el gran gusto que poseía el joven, y se sentó a un lado. Alejado a pesar de anhelar lo contrario.
Numerosos minutos después se hallaban platicando como si se conocieran hacia años atrás. Quizá su carácter afectuoso había ayudado en ello, en sentirse cómodos a pesar de la historia que comenzaba a formarse entre ambos.
Eriol se mantuvo firme, aplacando el deseo por mortificar el pasado y acariciar la cremosa piel que a cada movimiento era el delicioso manjar conocido en otra vida, prohibido pecado tomado de los labios de un ángel hermoso. -...somos muy buenos amigos- Yukito había osado en preguntar acerca de su peculiar relación con Lee, haciéndolo reafirmar las sospechas de sus motivos para encontrarse allí, en un lugar que sólo había pisado una vez hacia ya meses atrás, sin ninguna relación entre ellos y más allá de una razón para que fuera así. -...ambos sabemos demasiado bien cambiar nuestras prioridades- ¿Qué pasaría si mencionara que Syaoran era su prioridad? ¿Yuki finalizaría el deseo menguado en el frío gris de su mirada, aquel que avistaba entre la calma y los celos disfrazados de curiosidad? Quizá Yue fuera la clave de todo ello...
-¿La escuela?- Eriol sonrió, invitándole más té.
-Las notas bajaron de manera alarmante- le observó acercarse disimuladamente, recordando el sabor de los labios de porcelana que hacía tanto no probaba...así como la textura del cabello claro al tiempo de acariciarlo entre los dedos, mientras ahogaban sus súplicas con un mar de necesidad. Ambos...tan solos.
-...Puedo ayudarlos a estudiar- el corazón le saltó de emoción al proponerlo, pero no supo con exactitud la razón. Quizá estaba enloqueciendo, o los frecuentes problemas con Touya le habían afectado. Sabía que Lee se hallaba entre el 'los', pero confiaba en que las palabras del otro fueran sinceras y no existiera nada entre ellos. Aunque de haberle preguntado sobre su relación con el joven Kinomoto, un desconocido como Hiragizawa, con dolor, lo habría negado igualmente.
-No quiero molestarte- tomó un poco de té, escondiendo la pizca de ansiedad en la mística mirada.
-...No lo harías- podría deshacerse de Syaoran después de un tiempo, quedarse solo con él...
-Entonces...- y aceptó. -...muchas gracias...realmente lo necesitamos- quizá sería porque solos en definitiva no estudiaban. Tsukishiro sería el mediador que impediría su contacto, si acaso Lee aceptaba la oferta.
Un teléfono sonó, Yuki sacó el celular de su pantalón de mezclilla y contestó, teniendo que interrumpir la plática.
La voz del otro lado del auricular sonaba triste, preocupada y asustada. Era Tomoyo dándole un mensaje de la pequeña Sakura, que parecía aún más deprimida que de costumbre debido a la inesperada desaparición de tres cartas más. No habían podido hablar mucho debido a terceros, y aquel había sido el instante adecuado para actuar. Tsukishiro entristeció los rasgos, para su sorpresa no fue por la señorita Kinomoto sino por tener que dejar a Eriol, y tras percatarlo se recriminó por ello.
-...voy para allá- Eriol no necesitó más detalles que su silencio, la sonrisa forzada de preocupación que optó por mostrar, y supo porqué se hallaba así. Colgó, guardó el móvil y viró la mirada hacia Hiragizawa, que le invitaba a despedirse y asistir a su cita lo más pronto posible. -Tengo que irme. Te veo el lunes...- asintió en una despedida, sonriéndole a pesar de todo. -Me gustó mucho hablar contigo, Eriol- se puso en pie, evitando la verdadera despedida que quería lograr, dio media vuelta y se dejó acompañar a la salida, donde un muy sonriente Hiragizawa le despedía al verle arrancar la camioneta.
Yukito se fue, con un amargo s para su razón. Sorpresivo asentimiento: Le gustaba.
Eriol se quedó unos segundos más en la entrada después de que le vio partir, sonriéndole a la naturaleza lo que nadie más podía ver, y susurró.
-Lo siento, Yue. No puedo permitir que te interpongas en esta lucha, es algo entre Sakura y yo...y quizá ya es hora de que me vaya presentando- el viento murmuró una afirmativa meciendo la copa de los árboles, entre susurros de un pasado romance compartido.
FIN DEL CAPÍTULO 14
Nada relevante, lo mejor vendrá en posteriores capítulos. ¿Les ha gustado la nueva pareja que introduje? Espero que comprendan, también es parte de lo que sucederá. Estoy pensando en algo de shoujo ai, pero no estoy muy segura. Quizá un poco más adelante... Más sufrimiento para Sakura...mmmm...tal vez sí estoy siendo un poco cruel.
Mil besos.
Atentamente,
Nabichan Saotome.
