"Muñeca de Porcelana"
Por Kuruma Michiyo Chidori
Capítulo 8 "A tu lado"

¿Por qué no te tranquilizas un poco- Sugirió Ayame, colocándose detrás de su novio y envolviéndole en delicado abrazo.
Mas Sesshomaru no se hallaba de humor en esos momentos por lo que le hizo a un lado de manera ruda... ¡Quién se creía Izayoi! El que fuera la mujer de su padre no le daba derecho a... ¿Qué te pasa? Deberías de ser un poco más amable conmigo.- Ayame parecía fastidiada del comportamiento tan iracundo de su novio, estaba harta de tenerle que tranquilizar después de sus desplantes de niño grande y que luego él se tornara a disgusto con su presencia.- Si sigues así no faltará mucho para que salga de tu vida...

-Si tanto te molesta, lárgate de una buena vez.- Soltó con frialdad, levantándose de su asiento y ubicándose frente a la ventana de su habitación, observando la admirable vista de la ciudad que poseía, advirtiendo las luces de cada uno de los edificios y el caer de la lluvia, resonando como campanillas de cristal al colisionar en las frágiles hojas de los árboles que rodeaban su morada.

�-No hablarás enserio- Le riñó, no podía creer que Sesshomaru le tratase así... ¡Era imposibleÉl siempre había sido frío y taciturno pero...
-Ya te dije, haz lo que se te dé la gana.- Repitió, esta vez mirándole cáusticamente, sin la más mínima intención de alargar aquella discusión.
-Bien.- Ayame salió de la pieza en silencio, con una mirada cargada en furor y azotando la puerta al salir, logrando que el pequeño retrato que pendía de una de las paredes, cayera, rompiéndose en pedazos.

Con paso lento, Sesshomaru recogió la fotografía, despejándola de los pequeños cristales que le cubrían. Una lacónica sonrisa se plasmó en su indiferente rostro al contemplarle.
Se trataba de él y Ayame... ésta abrazándole del brazo con una enorme sonrisa mientras que él, serio y frío, portaba un enorme ramo de rosas rojas en sus manos.
Lo recordaba perfectamente... esa foto había sido tomada en Francia hacía un par de meses.
Ayame había insistido tanto en poseer un ramo de flores, que Sesshomaru, con el fin de que la joven parara de parlotear, se lo había obsequiado... obteniendo como mérito un estrecho abrazo...

Por un momento el joven se sintió culpable por su acción... después de todo, Ayame le cumplía todas sus peticiones y voluntades, dispuesta a seguirle a donde éste pidiera sin negarse u oponer resistencia. Sin embargo... ¿qué le había dado él? Un ramo de flores... sólo un ramo que ella rogó después de dos años de noviazgo, después de dos años de felicidad que la pelirroja le había brindado...

-Se le pasará.- Dio por sentencia, colocando la fotografía sobre la mesita de noche junto a su cama.
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Deseó morirse en el momento que Miroku le había dado alcance, tomándole del brazo con fuerza extraordinaria y llevándole hasta su pecho, tratando de resguardarla de la lluvia que azotaba sobre sus desnudos hombros, colocándose debajo de la copa de un frondoso olmo. (Que les caiga un rayo:D!)

¿Qué acaso el tipo no entendía que no deseaba verlo¡Qué era demasiado pedir que le dejase en paz de una buena vez!
¡Suéltame- Gritó, golpeando con todas sus fuerzas la mejilla de Miroku, pero éste no le soltó, se mantuvo reacio en tomar fuertemente los hombros de la joven, llevándole consigo casi a rastras, forcejeando hasta la casa del muchacho.

Finalmente los dos se veían amparados bajo el mismo techo. El muchacho se orientó a encender la luz, iluminando aquella salita blanca de sillones color melón, y lanzándole una tranquila mirada, salió de ahí.
Sango se mantenía en silencio, ciñendo su propio cuerpo con el fin de calentarse.

Se hallaba completamente coercida, pues pese a que se trataba de la segunda vez que se hallaba en esa casa, los lujos de esta eran intimidantes para alguien que subsistía en un pequeño cuarto oscuro y dormía en un colchón viejo. Miraba a su alrededor con curiosidad, con deseos de nuevamente salir de ahí, pero tan cansada que su cuerpo se mantenía remiso a responder.

Sentía que la piel le pesaba a causa de tanto frío, sus cabellos empapados mojaban sus hombros haciendo que gotitas de agua humedecieran poco a poco la fina alfombra al resbalar por su cuerpo; y fue cuando se dio cuenta, que el valioso collar que le había brindado Tatewaki, se había perdido desde hacía horas...

Sin saber exactamente qué estaba haciendo, Sango se adentró a la casa, tal vez en encuentro de Miroku, o inconscientemente, en la desesperada busca de algo con lo que pudiese entrar en calor.

-Ah, aquí estás.- Miroku cubrió a Sango con una toalla de tonalidad roja y con lentitud, la dirigió hasta un cuarto... su cuarto.- Toma.- Le tendió algunas ropas, las cuales Sango tomó tímidamente.- Puedes cambiarte ahí, yo esperaré aquí afuera.

La joven cerró la puerta de la pieza tras de sí, no sin antes notar expectante la sonrisa cariñosa que había surcado el humedecido rostro del chico.

Sentándose en la mullida cama de Miroku, Sango lanzó un prolongado suspiro deseando llorar... Tal vez por el agotamiento que sentía, o por toda la mezcla de sentimientos de la que era presa.

Observó las prendas que le había entregado, sonriendo levemente al ver que no era más que la pijama de Miroku: un pantalón azul a cuadros y una camisa que le hacía juego. Observó calma la habitación... blanca con cortinas grises y la puerta del mismo color... era un lugar agradable.

Lentamente, se despojó del fino vestido y se colocó las ropas, sintiendo la agradable sensación de tibieza recorrer su cuerpo. Secó las hebras castañas de su cabeza con la toalla roja y amarrando el cabello con torpeza, se miró en el espejo de la habitación, molestándose por el aspecto tan lastimoso que mantenía.

Dirigiéndose al baño de la pieza, limpió el maquillaje corrido, sorprendiéndose por completo al observar su rostro completamente limpio de máscaras, limpio de mentiras... de los besos de un desconocido, de las caricias frías del extraño con que pasaba las noches... limpio y pulcro.

Le sorprendía el ver sus ojos sin una pizca de sombras o rimel, sin delineadores... sus ojos como eran en verdad, de un marrón brillante y lleno de vida. Sus labios rosas, delgados y finos, sus mejillas sonrosadas libres de polvos.
Decidida pero titubeante, retiró los aretes de brillante que aún llevaba, los anillos, las pulseras, se despojó del esmalte de uñas y desamarró su cabello, peinándole con el cepillo de ahí, dejándole lacio hasta la cintura...

Se sintió libre, descansada, se sentía natural... se sentía como debía ser.

Temerosa a lo que pudiese pensar Miroku, abrió la puerta lentamente y salió de la habitación, encontrándose con un par de bellos zafiros que le miraban extasiado...

Le parecía imposible volver a ver el rostro infante de su mejor amiga, ahora con cuerpo de mujer... le parecía todo un sueño y a duras penas, lograba controlar sus brazos para hacerla presa de un abrazo... Apenas los separaban unos centímetros, se hallaban tan cerca, podía oír la respiración de la joven.

Sango se mantuvo seria, con una mirada interrogante.
-Te ves... te ves hermosa.- Sonrió cándido.

No sabía qué más pudiese decir... estaba tan feliz... ¡tan feliz!

Por respuesta, la muchacha sólo mantuvo una breve sonrisa.

-Me agrada tu pijama- Dijo divertida, estirando un poco la camisa para verle mejor.
-Ehe... sí.- Miroku se encontraba nervioso con la situación; parecía que momentos antes no hubiese corrido tras de ella bajo la lluvia, ni golpeado a un empresario importante con el fin de protegerle.

Nada existía en esos momentos, sólo Sango y él...
-Pero muchas gracias, me hizo entrar en calor, estaba muerta de frío.- Comentó, mirando el suelo e intentando entablar conversación.
-Lo suponía... ¿Quieres algo de beber-Tímidamente, Miroku tomó la mano de la chica y la llevó hasta la cocina.
-Eh... claro.

Sango sentía como era que la sangre subía hasta sus mejillas a causa de aquel gesto, y sin embargo... lo encontraba como una caricia inocente, le sentía como algo tierno y torpe por parte de Miroku... No le desagradaba para nada.
Por su parte, el ojiazul se preguntaba cómo era que había poseído la determinación en ese arrebato... le gustaba mucho la suavidad que poseía la mano de la chica.

-Gracias.- Dijo, mientras tomaba entre sus manos la raza de té que le ofrecía el hombre.
-Me alegra que ya estés más tranquila... en verdad me había preocupado lo que Tatewaki pudiera hacerte...- Miroku parecía dudar de sus palabras.
¿Sí- Profirió a modo de respuesta mientras le daba un sorbo a su bebida.
-Aunque igual, dudo que hubieras dejado que te hiciese daño.- Sonrió afable.
¿Qué quieres decir- La chica parecía querer evitar la mirada añil del sujeto que se hallaba a su lado, ya que mantenía su atención en el techo, pero pese a esto, no podía evitar sentir gran curiosidad por lo que decía.
-Que me imagino... no, mejor dicho, sé que eres una jovencita muy fuerte y pese a todo, muy optimista.- Miroku se dirigió al refrigerador, sacando de ahí un refresco enlatado.¿Gustas?

-N-no, gracias.- La castaña había quedado perpleja ante lo que el muchacho señalaba, o tal vez se trataba del tono que empleaba, tan tranquilo y magnánimo, sin llegar a ser galante...
Jamás había conocido a un hombre que le prestara tanta atención y se mantuviera desinteresado, sin buscar nada de ella, sólo amistad...
¿En verdad no quieres nada más- Miroku le miró de reojo, concentrado en su soda de toronja.

-Eh... no, no, así estoy bien.- Vaciló.¿Sabes?... Creo que ya debo marcharme a... a casa.

..."A casa" la frase expresaba algo tan lejano, algo inexistente... El pensar como su hogar el prostíbulo que compartía con decenas de mujeres y en el que entregaba su cuerpo, una y otra vez a un desconocido le parecía una idea triste a comparación con esa casa, en la que habitaba una sonrisa amiga, un hombre amable dispuesto a atenderle sin lujos exagerados como era con Tatewaki, sin hipocresía... sin la necesidad de acostarse con él y pagar los favores.

Sí... le gustaba mucho ese lugar... se sentía como debería ser una casa.
-Me hubiese gustado que pasaras la noche aquí.- Dijo pensativo, ocultando la congoja de la que fue víctima en ese momento.- Pero si en verdad es lo que quieres...

-No.- Sango se colocó frente a él, agarrándole de la camisa y mirándolo con súplica. En verdad no quería volver, quería quedarse ahí, quería quedarse con él.- en realidad, me agradaría quedarme pero... si no vuelvo se podrán preocupar por mí.
¿Preocupar- A Miroku le parecía imposible ello... en ese lugar ¿quién le iba a prestar mayor atención?
-Sí... Rin y Kagome, mis amigas, y estoy segura que Kouga también.
-En ese caso... has lo que creas conveniente. Aunque si sabían que te habías marchado con Tatewaki no veo por qué, pensarán que pasaste la noche con él.
Sango se mantuvo meditabunda en las palabras del azulado... pero poco a poco estos fueron mermando. Miroku tenía razón, mas debía volver, era lo mejor, no podía hacerse de fútiles ilusiones con el chico.
-Sí sabían, pero...
-Quédate.- Musitó a modo de súplica. No deseaba que se marchase, no ahora que estaban juntos...
-Pero...-Dudó, sin embargo esa mirada añil le partía el alma. Sentía la soberbia necesidad de mantenerse ahí, de conversar toda la noche y finalmente sucumbir al sueño en un lugar tranquilo como ése...
-Por favor...

La castaña sonrió sucintamente, aferrándose con fuerza a la cintura de éste, ocultando su rostro en el pecho del muchacho. Aquélla sensación le hacía sentirse tan bien... era un abrazo inocente, de amigos...
-Sí.- Dio por única respuesta. Los dos se dispusieron a sentarse en la pequeña sala, frente al televisor comiendo golosinas.

La muchacha se mantenía sumamente entretenida con la telenovela que pasaban, al grado de romper en llanto mientras que Miroku reía animadamente de las desgracias tan exageradas que sufría la protagonista.
¡No te rías- Le increpó mientras que con un pañuelo de papel limpiaba sus humedecidos ojos.¿Qué no ves que la prima segunda de la tía bisabuela de la madrastra de Serapia Caralampia del Carmen ha perdido a su madre?
-Perdona, perdona.- Se disculpó, echándose un puñado de caramelos a la boca evitando reír más. Con timidez, el chico se acercó más a la joven, rodeando sus hombros con sus brazos y acomodándola de tal forma que Sango quedase recostada en su regazo...

Continuará...

Fic dedicado por entero a Aiosami. (Hace tiempo que no he tenido el privilegio de charlar contigo o verte postear, sin embargo, quiero que sepas que te hecho de menos y te quiero con todas mis fuerzas! Un abrazo oka)

N/A
Ahí paré, y es que ya se estaba poniendo tremendamente cursi, neh? n.nU) en todo caso, espero les haya gustado, que en el próximo capítulo viene más O.o (Sin tanto waffy, claro está)
Y en cuanto a Sesshomaru, me ha estado entrando la duda en si le dejo o no con Ayame. Y es que de repente sentí que hacían bonita pareja, y con eso que NO escribo Ayame/Kouga (es que es difícil o.o) capaz y la pobre se queda sin pareja, así como que la vaga y estúpida idea de poner a Sessh con Rin y dejar a Kagura con Musou me invade... NO ASEGURO NADA!

Espero sus reviews con ansias! Ya ven que esta vez no tardé tanto en actualizar ;;

Dedicado: A mis hermanas, Lina, y Gaby por siempre ayudarme y apoyarme en este fic y en general con mi vida, y a Alex que le he extrañado mucho. A Claudio que lo hecho de menos (vuelve!) y a mi gemelis Naryís (te adoro pequeña mía!)

Ah! Lo olvidaba, también a Midori, quien me dio las ganas de apurarme con éste capítulo (Aunque igual me tardé xD)

Esperen el próximo capítulo.

Los quiere:

IyArI