Capitulo 1: Soujiro (segunda parte)

Todo eso es lo que intento hacer, pero a menudo acabo levan­tándome tarde y empiezo las cosas a partir de ahí.

Sigo contemplando la tela. Dejando aparte la dosis matinal de irritación provocada por Mikio, ha sido un día fructífero. Desde las diez hasta las cuatro, con una hora para el almuerzo. Todo se ha desarrollado según el plan. Aparte lo de la necesidad de la radio para que me hiciera compañía. Hoy no la necesitaba. Pero eso formaba parte de otro plan.

Omasu: Así pues -dice entrando de nuevo en el estudio, interponiéndose entre mi persona y la tela y bloqueándome la vista-¿estás satisfecho?

Omasu mide metro setenta y es delgada. El cabello castaño y liso le llega hasta media espalda. Tiene una risa muy sexy.

Soujiro: No lo sé -contesto, pero no sólo porque no puedo ver la tela sino también porque llevo demasiado tiempo concentrándome. Tengo que alejarme un rato y descansar los ojos antes de que pueda volver a contemplar la obra objetivamente-. ¿A ti qué te parece?

Se vuelve a mirarme.

Omasu: Me gusta.

Me alegro: ella también me gusta a mí.

Mucho.

Nos conocimos hace un par de semanas en la fiesta que or­ganizo mi hermana Kamatari para celebrar sus veinte años. Kamatari estudia en la UCL, Historia y Español. Su novio se llama Shishio y es­tudia Francés, también en la UCL. Shishio conoció a Omasu en el primer curso, ambos se hicieron buenos amigos, consiguieron seguir siendo buenos amigos y el añ,o pasado se. fueron a vivir juntos. Kama y Omasu se hicieron muy amigas. Esta es nuestra conexión. Así fue como terminé hablando con ella en la cocina de Kama.

Kama ya le había hablado mucho de; mí y el cuadro que yo le había regalado a Kama para su cumpleaños colgaba en la pared del salón, por lo que nos fue muy fácil entablar conversación. Omasu me hizo una pregunta sobre el cuadro. Había estudia­do arte en la escuela y algunos fines de semana dibujaba un poco. Le pregunté por qué lo había dejado y ella les echó la cul­pa a sus padres, señalando que éstos le habían dicho que lo hicie­ra en plan de hobby y, entre tanto, procurara estudiar algo más práctico. Le comenté el limitado éxito que había tenido hasta la fecha... los tres cuadros que había vendido a unos coleccionistas y las favorables críticas que me habían hecho tras haber cele­brado una exposición casi de tapadillo en la galería de Paulie, un par de meses antes, en premio a mi trabajo. Me preguntó en qué trabajaba en aquellos momentos y, como estaba borracho y ella era maravillosa y había esquivado todas mis sutiles insinua­ciones y era evidente que no tenía intención de irse a casa con­migo, le contesté que tenía en proyecto la realización de una serie de estudios del natural. Le pregunté si accedería a posar para mí y le pedí que por favor, por favor, por favor, me dijera que sí.

y por un milagro, así lo hizo.

O más bien me preguntó:

Omasu¿Cuánto?

y yo le contesté:

Soujiro: Esperaba que lo hicieras gratis.

Omasu: Ni hablar .

Soujiro¿Veinte yens? (no se como va el dinero japones, puede que me aya pasado o no jeje)

Omasu: Treinta

Soujiro: Trato hecho.

¿Por qué no? Había caído en la trampa.

Omasu se acerca al sofá y me permite volver a ver el lien­zo. La miro a ella y vuelvo a mirar el cuadro. No sé por qué ra­zón, ambas cosas no encajan. y no porque el cuadro no sea una fiel imagen del original sino porque, durante las horas que he dedicado a transformar las tres dimensiones de su cuerpo en dos dimensiones, he dejado de verla como un ser entero y la he visto más bien como toda una sucesión de perfiles y sombras. Ahora que vuelve a tener forma, Omasu ha resucitado. Ya no es un objeto que quiero estudiar sino una mujer a la que quiero tocar. Me muero de ganas de hacerlo.

En realidad, la idea ha estado encendiéndose y apagándose en mi mente desde que ella llegó esta mañana, aproximadamen­te unos tres minutos después de que yo hubiera terminado de aparcar el Spit de Kai con precisión milimétrica en su espacio correspondiente y hubiera vuelto a dejar el asiento y el espejo retrovisor en la posición inicial. Le preparé un café, tuve con ella una charla intrascendente y le enseñé el estudio. Ella se desnu­dó en el cuarto de baño y regresó al estudio envuelta en una toa­lla. Hice el número de montar la tela, procuré no mirarla mien­tras cruzaba la estancia y traté vagamente de conseguir que se sintiera cómoda.

Omasu¿Cómo me quieres?

Ahora. Sobre la mesa de billar. En la ducha. En una playa. En un avión. Cubierta de crema batida y chocolate fundido. Las res­puestas se sucedían sin cesar y, en cualquier otra circunstancia, yo habría elegido una y la habría llevado a la práctica. Pero era un profesional¿no? Yo era un artista y ella era una modelo. Le pagaba para que estuviera allí y ella estaba allí para quitarse la ropa por dinero y por amor al arte¿no? Exactamente. Fin de la historia.

Soujiro. En el sofá. Reclínate y procura sentirte cómoda.

Se dirigió al sofá y, de espaldas a mí, se quitó la toalla, la do­bló cuidadosamente en el suelo y se tendió boca arriba en el sofá.

Omasu¿Qué tal?.

Bueno, desde un punto de vista estético, estaba muy bien. La pose, con la parte lateral de la cabeza apoyada sobre las manos cruzadas y los ojos dirigidos hacia mí, parecía natural, como si acabara de despertar de un profundo sueño. La iluminación también era buena. Una franja de sombra le cruzaba oblicua­mente la parte inferior de las piernas. Lo que se dice per­fecta.

Soujiro: No. No está bien. ¿Qué tal si te reclinas de lado?

Bueno, sí, la honradez artística está muy bien, pero tiene que haber algún aliciente que nos compense de la pobreza y el aisla­miento¿verdad?

Se dio la vuelta, cubriéndose los pechos con el brazo.

Omasu¿Así está mejor?

Soujiro: Un poco, pero quizá deberías mover el brazo; prueba a apoyarlo en la cadera. -Ella movió el brazo-. Así está mejor. -La miré, miré la tela y volví a mirarla a ella-. Ahora do­bla ligeramente la pierna. Un poquito más. Estupendo. Franca­mente estupendo. Perfecto. -Asentí con la cabeza sinceramente de acuerdo conmigo mismo-. ¿Estás cómoda?

Permaneció tendida inmóvil.

Omasu: Sí, estoy bien.

La miré fijamente, también inmóvil, paralizado.

Soujiro: Estupendo.

¿Qué se puede decir de las obsesiones? Son las fuerzas espe­ciales de la conducta humana. Si el hecho de vivir solo es, tal como yo sinceramente creo, un estado de sitio (te creas una se­rie de exigencias mentales y te niegas a abandonar tu solita­rio estado hasta que aparece la Supernena), las obsesiones son la quinta columna que, justo cuando te crees a salvo y crees dominar la situación, trepan por las murallas y penetran a tra­vés de tus ventanas con las ametralladoras escupiendo ráfa­gas. No hay defensa lo suficientemente fuerte para repeler el ataque.

Y eso es lo que me está ocurriendo a mí con Omasu. Desde que la conocí, soy víctima de una casi constante cortina de fue­go de visiones de su figura y de .visiones de estar con ella. Pero lo más preocupante de todo es que muchas de las visiones han sido de carácter casi herético, unas descaradas afrentas al códi­go de la soltería por el que he decidido que se rija mi vida. Me he imaginado:

a) Caminando por la calle con ella, tomados de la mano.

b) Acostado con ella en la cama al amanecer, contemplando su rostro mientras ella duerme apaciblemente.

c) Sentado con ella junto a la mesa de un reservado de un restaurante, tomando vino y mirándola a los ojos.

En otras palabras, en situaciones que no son pasajes habi­tualmente citados de la Biblia del Hombre Soltero. Dicho lo cual, hay otros requisitos de mi Supernena que dudo mucho que ella tenga la posibilidad de cumplir. No puedo imaginarme, por ejemplo:

a) Permanecer separado de ella por espacio de seis meses de­bido a circunstancias ajenas a mi voluntad, sabiendo que ella estará todavía a mi disposición a mi regreso.

b) Irme a vivir con ella a un apartamento.

c) Pedirle que se case conmigo.

A pesar de todo, ella es la que más se acerca a mi Supernena entre todas las que he conocido desde que rompí con Shura. Y ahora mismo, acercarse quiere decir estar muy cerca.

Omasu¿Ya hemos terminado por hoy?

Soujiro: Sí. Gracias. Has tenido mucha paciencia.

Recoge la toalla y se envuelve de nuevo en ella.

Omasu: Y ahora¿qué hacemos?

Buena pregunta. Una pregunta sobre la cual me he pasado mucho rato pensando en el transcurso de las últimas horas. La respuesta que quisiera dar sigue aproximadamente la pauta ((No tengo que salir para la fiesta de Kai hasta dentro de tres horas, por consiguiente¿por qué no las aprovechamos yéndonos a la cama?)). Pero, entre tanto, en la ciudad de Kyoto, Planeta Tie­rra, Omasu no ha dado a entender a lo largo del día que está dispuesta a acceder a semejante petición. Por consiguiente, en su lugar, opto por algo un poco más seguro.

Soujiro: Bueno, podríamos descorchar una botella de vino...

Sonríe.

Omasu: No, al decir ahora, no quería decir ahora mismo. Me refería al cuadro. No está terminado¿verdad? O sea que necesitarás que vuelva para otra sesión¿no?

Soujiro: Ah, sí, claro. Sí. Creo que un par de sesiones más serán suficiente. Si tú lo puedes resistir, naturalmente.

Omasu: No hay problema. Ha sido divertido. Aparte los dolores y molestias.

Soujiro¿No te has aburrido?

Omasu: No, se está a gusto contigo. Supongo que estás acostumbra­do a entretener a la gente mientras posa para ti.

Eso está mejor. Congeniamos. Le gusto.

Soujiro: Sí, supongo que sí. ¿Y el vino? Tengo una botella en el frigorífico, si te apetece...

Considera la propuesta durante un par de segundos y después dice:

Omasu: No, será mejor que me vaya. Esta noche tengo que habér­melas con los parientes políticos.

Me noto una sacudida en el estómago. Sin poder contenerme, pregunto impulsivamente:

Soujiro¿Los parientes políticos? No me digas que estás...

Se ríe, se aparta el cabello del rostro con un movimiento de la cabeza.

Omasu¿Casada? No, por Dios. No son unos padres políticos autén­ticos. Simplemente los padres de mi novio. Hoy es el cumplea­ños de su madre.

La palabra fatídica. Habría tenido que suponerlo. Me parece increíble que no lo haya mencionado antes.

Soujiro: No sabía que tuvieras novio. ¿Desde hace mucho tiempo?

Omasu: Tres años.

Soujiro: Entonces¿la cosa va en serio?

Omasu: Supongo que sí.

Se percibe un ligero titubeo en su voz. Suficiente para que yo profundice un poco más.

Soujiro: Espero que no te importe la pregunta, pero ¿no le molesta a él que poses desnuda para mí?

Omasu: Bueno, le molestaría si lo supiera. .

Ambos nos miramos sonriendo.

Soujiro: Ya.

Omasu: Pero no tendría por qué. No es que esté ocurriendo nada raro. No es que yo le sea infiel ni nada de eso.

Soujiro: Pues ¿por qué no se lo dices?

Omasu: Porque acabaría sintiéndose inseguro y celoso. No merece la pena.

Soujiro¿Tú le quieres?

Omasu: Sí, mu­cho.

Bueno, las cosas no están siguiendo exactamente el tradicional guión de la seducción. Es más bien como empezar a leer algo por la última página. El objeto de mi deseo ha pasado de ir desnuda a envolverse en una toalla y ahora se está vistiendo y en breve se irá. Y lo que es más, acaba de decirme en términos inequívocos que mantiene relaciones desde hace tres años con un hombre del que está enamorada. y mucho.

Todo eso bastaría para enfriar las obsesiones de la mayoría de la gente. Pero no las mías. Yo me concentro en el único des­tello de esperanza que brilla en este universo por lo demás som­brío: el hecho de que esté dispuesta a engañar al hombre al que ama para estar conmigo. Y de que vaya a repetir el engaño la semana que viene. Como señal, es más una inclinación de cabe­za en una estancia abarrotada de gente que una bengala roja estallando de repente en el cielo nocturno, pero pese a todo, significa que tengo una posibilidad. Conclusión: el hecho de que haya declinado mi invitación a una copa de vino para reunirse con su novio constituye un desprecio considerable, pero me queda la semana que viene...

Y en cuanto al amor propio, no es que no haya aguantado cosas peores otras veces.

CONFESIONES: N.º 2. LA VIRGINIDAD

Lugar: La casa de los padres de Megumi. Hora: 6 de la tarde del 15 de mayo de 1988.

Meg¿Tienes uno?

Sou: Sí.

Meg: Bueno¿te lo pones o qué?

Sou: Sí, claro.

Meg: Tiene una pinta un poco rara.

Sou: Está aromatizado al curry.

Meg: Qué asco.

Sou: Pues sí. Lo siento.

Meg: Qué horror, qué mal huele.

Sou: Ya te he dicho que lo siento.

Meg¿No tienes nada más?

Sou: No, es el unico que habia en la maquina.

Meg: Bueno, pues pontelo.

Sou: De acuerdo.

Meg: A donde vasa.

Sou: al baño.

Meg: Para que?

Sou: No te preocupes, vuelvo enseguida.

Meg: Ya estas contento.

Sou: Si.

Meg: Pues ven aquí.

Sou: De acuerdo.

Meg: Uy.

Sou: Perdona.

Meg: Ven deja que te ayude.

Sou Gracias.

Meg: no lo has hecho nunca ¿verdad?

Sou: Si. Montones de veces.

Meg: Embustero.

Sou: No.

Meg: Eso es asi esta mejor.

Sou¿Aquí?

Meg: Si, aquí mismo...

Descripción del tiempo real del acto propiamente dicho: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20...

Meg¿Ya esta?

Sou: si ¿quetal?

Meg: una mierda.

La fiesta de Kai

Como era de extrañar, las cosas no duraron mucho con Megumi Takani. Algo mas de diecinueve minutos y medio, pero no mucho. Aquella noche me quede en su casa, hicimos el amor a la mañana siguiente y esta vez conseguí durar lo equivalente a un anuncio de Coca-cola light y tres canciones. Ni siquiera Megumi dejo de reconocer que, bajo se experta guía, pase de mierda a aceptable en el espacio de veinticuatro horas. El futuro se presenta brillante. Estaba contento. Mi misión se cumplí con razonable éxito. Abandonamos la casa antes del almuerzo, nos pegamos un lote de besos y caricias en la boca del metro y después yo regrese a casa, posteriormente yo la llame un par de veces, pero ella no me devolvió las llamadas. Jamás volví a saber de ella.

Nostálgicamente quiero creer que fueron las circunstancias las que nos separaron, el hecho de que ella viviera en Nagano y yo en Kyoto, que ambos estuviéramos escasos de dinero para poder permitirnos el lujo de pagarnos el billete de ida y vuelta. Pero no fue eso. De hecho, todo se redujo simplemente a que Megumi conoció cosas mejores y yo jamás había conocido nada tan bueno. Ambos seguimos nuestros caminos.

Después de aquello no tarde en llamar a Kai. Se lo conté todo y el me pidió que se lo volviera a contar otra vez. Y aunque procure que no se me notara en la voz, disfrute como un cosaco mientras lo hacia.

Al lunes siguiente, Kai acompaño a Laura Reyli, una chica de su clase de matemáticas que le gustaba desde hacia varios meses, pero a la que no se lo había dicho. A la vuelta la acompaño asta su casa y la beso, y a demás le pidió una cita (todo un logro). Dos semanas después cuando sus padres se habían ido fuera a pasar el fin de semana, Kai y laura perdieron la virginidad en la litera de abajo que Kai ocupaba desde los siete años.

El hecho de que el perdiera la virginidad tan poco tiempo después que yo, pudo haber sido consecuencia pero lo dudo. La teoría mas probable era la de la competitividad. O mas bien, el rasgo competitivo que a perseguido siempre nuestra amistad. Pasada la pubertad y antes de lo de mero nuestra conversaciones siempre giraban en torno a los actos íntimos. ¿como lo conseguiríamos¿cómo seria cuando lo hiciéramos? En cuanto pude contestar a esas dos preguntas, nuestra amistad dejo de basarse en la igualdad de la ignorancia. El columpio de vaivén cambio y Kai se convirtió en el chico que me miraba a mi, el hombre, desde abajo, y yo me convertí en el que le miraba a el des de arriba a través de los ojos de la experiencia. Para el único modo de recuperar el equilibrio era que el también se anotara un tanto. Con Laua Reyli. En su litera.

Como es natural, la cosa no termino ahí. Yo conocí a otra persona, y el columpio volvió a cambiar de posición y el rompió con Laura y empato conmigo, buscándose otra tía. Dejando atrás los quince meses que estuvo saliendo con Tomoe, lo cual ocurrió coincidiendo con el periodo en que yo salía con Shura, no creo que jamás hayamos dejado de competir. Y lo mas probable es que esta noche ocurra lo mismo. Ambos estamos solteros. Ambos somos ligones. Y aunque ya no nos queda nada por demostrar y nuestra amistad aya superad la fase del quien a hecho que primero, por puro espíritu deportivo, ambos tratamos de inclinar el columpio a nuestro favor. Una aventura de una noche. Sin complicaciones. Un poco de diversión inofensiva.

Echo un vistazo a la barra en busca de rostros conocidos y de rostros cuyo aspecto sea de mi agrado. El BarKing es famoso por su variada oferta de objetivos y es por eso por lo que Kai lo ha elegido. No se anuncia como Bar de Solteros, pero de hecho lo es. Es deliberadamente ruidoso y bullicioso y en las pocas mesas disponibles se pueden sentar doce personas. En otras palabras, no es probable que le asignen muchas estrellas en la Guía para parejas de los locles nocturnos más íntimos de Londres.

La superficial inspección visual confirma que esta noche será justamente eso: una fiesta de solteros, una fiesta de solteras, y montones de grupos intermedios sexual mente segregados de ta­maño más pequeño. Se pueden contar con los dedos de una mano las alianzas matrimoniales y las sortijas de compromiso que se exhiben, y estoy seguro de que yo no soy la única perso­na que acaba de hacer justamente eso. Los aspectos son varia­dos. Pero el código indumentario se reduce a un residuo común: prendas de marca y cabellos y rostros muy bien cuidados. La gente viene aquí a anunciarse, en la esperanza de encontrar un comprador. Y yo, gracias al guardarropa de Kai, encajo muy bien. Inspecciono su grupo. Kai no suele ofrecer fastuosas fies­tas de cumpleaños y se inclina más bien por el enfoque sólo-un-buen-pretexto-para-emborracharse-con-Ios-amigos en lugar de otra cosa más organizada. Está presente Yumi, nuestra mano derecha, pero puedo decir con un suspiro de alivio que Brads­haw no. Después están Yoshi. Will y Jenny, algunos compañeros de trabajo de Kai. Hannya y Beshimi, con quien Kai fue a la universidad. Y kuro y Shirojo que han venido de Bristol a pasar el fin de semana.

Sólo hay unas cuantas personas a las que no conozco, evi­dentemente los extras a los que se ha referido Kai esta mañana en la cocina. De ellos, dos son chicos y tres son chicas. De las chicas, sólo una no hace que se disparen inmediatamente los timbres de alarma de las chaladas y los adefesios. Está sentada a la izquierda de Kai. Está de perfil. Tiene buena pinta. Kai me ve, me saluda con la mano y grita algo que es inmediata­mente engullido por la babel de voces que se interpone entre nosotros. Yo le devuelvo el saludo y echo un nuevo vistazo de inspección a la Chica Misteriosa antes de volverme para pagar las consumiciones. Un amigo mío llamado Hiko resumió una vez el dilema básico con que se enfrentan los hombres solteros de la siguiente manera:

"Tal como yo lo veo, se te ofrecen dos alternativas: corto plazo y largo plazo."

Corto plazo, empiezas con la actitud de que lo único que quieres es que te jodan. Eso significa que estás obligado a buscar la conclu­sión con cualquier mujer con quien tú creas que tienes alguna posi­bilidad. Por consiguiente, charlas con ellas y compruebas si están por la labor o no. Supongamos que empiezan soltándote el rollo de que ellas no son de esas que se acuestan por ahí, que aborrecen vi­vir solas o están hartas de perder el tiempo con tíos que son dema­siado inmaduros para mantener una relación estable. En tal caso, cortas en seco la conversación y pasas a otra persona, y sigues pa­sando y pasando hasta que encuentras a alguien que, en caso de que ya no te haya dicho que sí, te ha ofrecido suficientes indicios para que tú llegues a la conclusión de que no tardará en hacerlo. Después está la alternativa número dos: el largo plazo. La dife­rencia más definitoria entre ésta y la alternativa número uno es que aquí tú piensas con el cerebro y también con la entre pierna. El método de aproximación es el mismo. Ves a alguien que te gusta y entablas conversación. Sólo que aquí, si te gusta lo que oyes y lo que ves (re­conozcámoslo, al término de la jornada, si la cosa es a largo plazo, lo que realmente importa es la mente que hay dentro del cuerpo), no la dejas plantada sin más por la simple razón de que no vaya a echarse un polvo contigo antes del amanecer. Qué demonios, me gusta esta persona. Me encantaría conocerla mejor. Y entonces lo intentas. Haces todas las anticuadas cosas de siempre: te intercambias con ella el número de teléfono, la llamas, conciertas una cita y empiezas a partir de ahí.

Y es algo que tienes que decidir justo al principio de la noche. Las dos alternativas se excluyen mutuamente. Si eliges la alternati­va número uno, quienquiera que te hayas ligado, te la habrás ligado porque en tu mente es igual a sexo. Lo más probable es que des­pués no puedas pensar en ella de otra manera. Si eliges la alternativa número dos, tendrás que aceptar el hecho de que, por lo menos esta noche, probablemente volverás a casa solo.

Hiko se casó dos meses después, por lo que no es difícil adi­vinar qué alternativa eligió.

Llego a la mesa y recibo toda una serie de "holas" y "qué-tal-es­tás" por parte de las distintas personas reunidas, según el tiempo que lleve sin verlas. La silla de la Chica Misteriosa está vacía, pero hay una chaqueta colgada en el respaldo. Me acerco a Kai y le pongo delante el cóctel de cumpleaños. Suelta un gru­ñido antes de que la copa roce la mesa.

Kai: Qué barbaridad -murmura, contemplando la lúgubre y coa­gulada mezcla-¿cuándo nos vamos a librar de esta mierda?

Soujiro: Cuando seamos viejos y estemos casados.

Aceptando con resignación que ni la "chochez" ni el matrimo­nio son posibilidades en un próximo futuro, Kai toma la copa y apura su contenido.

Soujiro: Feliz cumpleaños -le digo, entregándole una caricatura suya enmarcada.

La contempla, se ríe y la pasa a sus vecinos de mesa.

Kai: Es estupenda. Gracias. Oye -me dice, secándose los labios, encendiendo un cigarrillo y empujando la silla de la Chica Mis­teriosa para hacerme sitio a su lado-, búscate una silla.

Para cuando consigo encontrar una silla y volver a la mesa, la Chica Misteriosa ya ha regresado. Pongo mi silla aliado de la suya y me siento.

Soujiro: Hola -digo, volviéndome hacia ella-, me llamo Soujiro.


espero que os guste, gracias por los rewius asta ahora para la elección. espero que os guste, ah y no olvideis que buestras opiniones sean la que sean seran bien recibidas