Gasias,gasias,gasias,gasias,gasias,gasias,gasias.... y para no seguir con más agradecimientos sin coherencia, GRACIAS A TODOS POR VUESTROS REVIEWS!!! o
Estoy muy contenta de que os haya gustado tanto este primer capítulo de "Perry Maison y el pedrolo pa fumar". Espero que todos hallais reído, llorado, os hallais emocionado y hallais apagado el ordenador con mucho asco por culpa de una jistoria tan mala!!!!
De verdad que estoy muy feliz, más feliz que un regalíz con patas... eso es poco!!!
Y sin más dilación, las contestaciones a vuestros REVIEWS!!!
Aliance: Wolaaa wapisima!!! Guauuuu!!! Menudo review!!! Uno tan largo se merece una contestación masumenos buena (entonces no soy la persona más indicada para darla jaja).
Muchas gracias de verdad!!! Me alegro muchísimo de que te gusten tanto todas esas cosas de las que yo me descojonaba cuando escribia el capítulo, la verdad creí que la gente se iba a quedar como (O.o "¿Pero hay que reírse o algo? ¡Enga ya!).
Por cierto, no pienses que el nombre de Perry Maison viene de MarilyN Maison (sino que es al contrario), no surgió de ahí, sino que... mejor déjalo... es una larga historia!!!!
Eres mi primera reviewer o como coño se diga eso, así que nunca te olvidaré... siempre tendrás un hueco en mi podrido corazoncito (música lacrimogena)...
Bueno, basta de mariconadas!!! Y respondiendo a tu pregunta-plegaria, si pienso seguir actualizando capítulos tan pronto como pueda (no soy una escritora muy prolífica pero lo intentaré). Voy a hacer el primer libro (o eso espero), en plan coña-marinera... pero seguramente me haré famosa, no podré soportar toda la presión y me hundiré en el mundo de las drogas alucinógenas!!! Es broma, pero no creo que haga toda la saga HarryPotter-PerryMaison... esgque verás... me da mucha pereza de verdad y este primer libro ya me está costando sudores los mios!!
En fins, saludos-besitos-achuchones de Sariluri!!!
P.D: Si este capitulo te ha parecido gracioso, espera a ver el resto... y sí, se me va un poco la olla de vez en cuando, ya lo habrás notado :p!!
Usagi Kinomoto: Holas... jajaja!!! No, si yo no fumo cosas raras, no te creas, la inspiración divina me viene de fábrica!!! Quizás te parezca que me he fumado un porro porque de pequeña me caí por las escaleras rodando... y me dejé parte de mi cordura esparcida en ellas!!! Siento mucho que no entiendas algunas cosas, pero ya sabes que las costumbres cambian de un país a otro... supongo que te habrás encontrado con ese problema antes, porque yo si -!!!
También siento lo de tus pantalones (seguro que dejaste de hacer esas cosas hace mucho tiempo y ahora ha vuelto tu vieja costumbre)... no te preocupes de verdad... le pasa a mucha gente!!! ?
Muchas gracias, seguiré publicando... of course!! Oh, yeah!!
RowanLegolas: Muchas gasias wapooo!!! Eres el más mejor!!! Un machio-machio-men!!! Jajaja, está claro que el climax llega con nuestra creación-Frankenstain de Corcel de Satán, pero no adelantes acontecimientos ;p!!! Recuerda que eres mi socio, vamos a partes iguales jajaja!!! Además yo ya tengo la sonrisa guay, pero Licor del Polo que congela la cascada!!!
Besos tio sessy!!! ;p
Laraeternalanjiru: Me alaga que digas que mi historia tiene un estilo español T-T de verdad, lloro de felicidad!!! Y eso de una delicia es una exageración... anda yaaaa!!! :D Me alegro que te haya gustado, no pensé que la gente lo fuera a disfrutar tanto con esta mi historia!!!
Y bueno... aquí bajo el siguiente capitulo porque me voy de vacaciones este mes y no se cuando podré seguir bajando (aunque no creo que mi vida les interese lo más mínimo), pos eso: Perry Maison, un descerebrado neuronal que va de perdido por la vida!!!! Este capítulo es un poco más peor que el anterior, pero ya se irá animando la cosa!!! Va por ustedes!!!
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CAPÍTULO 2:
El vidrio se me pir
Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Duracel se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada con un pan bajo el brazo, pero Prohibido Fumar no había cambiado en absoluto. Los pajarillos cantaban, las nubes se levantaban, el sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Duracel y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Duracel había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, y los meteoritos una noche de hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dumbo Duracel ya no era un niño pequeño, era un gran niño, era una foca marina, y en aquel momento las fotos mostraban unos marcos de los 20 chinos con un niño ideal que viene de relleno en los marcos, ya que al parecer, los señores Duracel estaban avergonzados de su gordo hijo... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño.
Sin embargo, Perry Maison estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, metido en el sobre y roncando a pierna suelta con un moco en la nariz, aunque no por mucho tiempo. Su tía Putania se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.
—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
—Puta vieja —murmuró Perry.
Su tía llamó otra vez a la puerta.
—¡Arriba! —chilló de nuevo. Perry oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba, un motero, un club nocturno...Perry no debería ver Crónicas Marcianas antes de dormir.
Su tía volvió a la puerta.
—¿Ya estás levantado? —quiso saber.
—No, me estoy haciendo una paja —respondió Perry.
—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a tocarlo antes de lavarte las manos, cacho guarro, y felicita al gordo de tu primo, que es su cumpleaños.
Perry gimió.
—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
—Nada, nada...que ya si eso ahora voy. Será perra la vieja.
El cumpleaños de Dumbo... ¿cómo había podido olvidarlo? No le había comprado nada a su primo (ni ganas, ni hacer un intento). Perry se levantó lentamente y comenzó a buscar algo que regalarle. Encontró un par de calcetines sucios y malolientes debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, guardó la araña y guardó los calcetines. Perry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía. La verdad le gustaban las arañas. Le gustaban fritas o crudas, y también al ajillo, ya que sus tíos no le daban de comer.
Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dumbo. Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras, el satélite espacial de la Mir, la vaca asada... La razón exacta por la que Dumbo podía querer una bicicleta era un misterio para Perry, ya que nunca se había visto un elefante encima de una bicicleta. Quizás se hiciera famoso o...
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Perry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Quizás los porros tuvieran la culpa de su menor desarrollo, pero era un vicio mu malo y difícil de dejar. Además, parecía más pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas que les mangaba a vagabundos de la calle mientras dormían. Perry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo verde y ojos de color negro brillante (N/A: o era al revés? ). Llevaba gafas redondas que le hacían parecen algo intelectual (aunque solo en apariencia) siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que se había cogido pedos y se había chocado con las farolas de la calle.
La única cosa que a Perry le gustaba de su apariencia era aquella pequeña tatuaje en la frente, con la forma de un conejito playboy. La tenía desde que podía acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Putania era cómo se la había hecho.
—En el garito del piercing y del tatuaje, tus padres habían bebido demasiado y te hicieron un tatuaje. Tus padres murieron de hepatitis crónica —había dicho—. ¡Y no hagas preguntas que me quedo sin argumento!
«No hagas preguntas que me quedo sin argumento»: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Duracel, es decir, si querías sobrevivir, además claro de cazar tu propia comida.
Tío Verdor entró a la cocina cuando Perry estaba dando la vuelta a su desayuno.
—¡Péinate! ¡Suicídate! ¡Córtate las venas o déjatelas largas!¡ Bebe cianuro!¡Vete de casa ya! —bramó como saludo matinal.
Una vez por semana, tío Verdor miraba por encima de su periódico y gritaba que Perry necesitaba morirse un rato. A Perry le habían intentado asesinar una multitud de veces desde que nació, y seguiría siendo así por mucho tiempo, pero como es el prota de la historia no puede morir (N/A: o al menos hasta el final de toda la historia, NO QUEREMOS ADELANTAR ARGUMENTO PERO PERRY ACABA DEBAJO UN PUENTE METIENDOSE CABALLO HASTA LAS OREJAS).
Perry estaba friéndose unas moscas cuando Dumbo llegó a la cocina con su madre. Dumbo se parecía mucho a tío Verdor. Tenía una cara grande y rosada llena de granos, mocos y pus, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su cabeza gorda. Tía Putania decía a menudo que Dumbo parecía un niño muy gordo. Perry decía a menudo que Dumbo parecía una morsa marina con caluca.
Perry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon y el suyo con dos moscas, lo que era difícil porque había poco espacio. Entretanto, Dumbo contaba sus regalos. Su cara se ensombreció. Se dio cuenta de que no sabía contar, solo sabía contar hasta diez, así que contó hasta diez como tres veces.
—¡Esta vaca enorme no está muy hecha, y a mi me gusta la carne muy bien hecha! —dijo Dumbo, poniéndose rojo.
Perry, que podía ver venir un gran berrinche de Dumbo, comenzó a comerse sus moscas lo más rápido posible, por si volcaba la mesa.
Tía Putania también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
—Es que la vaca entera no cabía en el horno, pero he seguido los consejos de Karlos Arguiñano, cariño.
Dumbo pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por último, dijo lentamente.
—¿Karlos Arguiñano?
—Si, dulzura —dijo tía Putania.
—Oh —Dumbo se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más cercano—. Entonces está bien.
Tío Verdor rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den la vaca bien hecha, igual que su padre. ¡Bravo, Dumbo! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo.
Aquello no hizo demasiada gracia a Dumbo, quien dijo a su padre:
—¡A que te escupo!
En aquel momento sonó el teléfono y tía Putania fue a cogerlo, mientras Perry y tío Verdor miraban a Dumbo, que estaba comiéndose su vaca, clavando el diente en una de las patas traseras. Estaba con el fémur de vaca en la mano, cuando tía Putania volvió, enfadada y preocupada a la vez.
—Malas noticias, Verdor —dijo—. La señora Pigg se ha fracturado la pelvis bailando el bambo. No puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Perry.
La boca de Dumbo se abrió con horror, dejando ver la carne de vaca masticada, pero el corazón de Perry dio un salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dumbo, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, al Acuópolis, al teleférico, a comer hamburguesas, al ZooAquarium, a tirarse en paracaídas, puenting o al cine. Cada año, Perry se quedaba con la señora Pigg, una vieja loca que vivía a dos manzanas. Perry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a culodepollo y la señora Pigg le hacía darle masajes en los pies, limarle sus largas garras y los callos mientras le contaba sobre todos los maridos que había tenido (mi segundo marido...Richard...).
—¿Y ahora qué coño hacemos? —preguntó tía Putania, mirando con ira a Perry como si él lo hubiera planeado todo, cerrando tanto los ojos que Perry dudó si podía ver algo. Perry sabía que debería sentir pena por la pelvis de la señora Pigg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año antes de tener que limar las asperezas de esta.
—Podemos llamar a la tía Margaritaseisdedos —sugirió tío Verdor.
—No seas gilipollas, Verdor, ella no aguanta al putocriodemierda este.
Los Duracel hablaban a menudo sobre Perry de aquella manera, como si no estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto, subnormal o que no podía entenderlos, lo cual era cierto, pero algo muy grosero por su parte.
—¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvannyvienen?
—Está de vacaciones nadando entre tiburones —respondió enfadada tía Putania.
—Podéis dejarme aquí troncos—sugirió esperanzado Perry. Podría ver lo que quisiera en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el ordenador de Dumbo mientras se liaba unos canutos.
Tía Putania lo miró más fea que el Fary comiendo limones.
—¿Y volver y encontrar la casa en ruinas, quemada, destrozada, carbonizada? —rezongó.
—No voy a quemar la casa —dijo Perry, aunque un poco pirómano si que era —solo voy a montar una fiestecilla con putas y coca.
—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía Putania—... y con un poco de suerte nos lo compran como una nueva espécimen...
Dumbo comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no lloraba de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, y tiraba mocos por todas partes.
—¡Cállate gordo cabrón! ¡Que asco que me das! ¡Que me manchas el tapete de la abuela! —exclamó Putania.
—¡Yo... no... quiero... que... él venga...joderrr! —exclamó Dumbo entre fingidos sollozos—. ¡Siempre lo estropea todo! —Le hizo una mueca burlona y enseñó su dedo central a Perry.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
—¡Oh, Dios, SANTAMARÍA PURÍSIMA...
—Sin pecado concedido.
—...ya están aquí! —dijo tía Putania en tono desesperado y, un momento más tarde, el mejor amigo de Dumbo, Piers Brosnan, entró con su madre. Piers era un chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dumbo les pegaba, les quitaba el dinero del almuerzo, los pantalones, las zapatíllas y el reloj. Dumbo suspendió su fingido llanto de inmediato.
Media hora más tarde, Perry, que no podía creer en su suerte, estaba sentado en la parte de atrás del troncomóvil de los Duracel, junto con Piers y Dumbo, camino del zoológico por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Verdor se llevó aparte a Perry.
—Te lo advierto, y el que avisa no es traidor —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Perry y escupiéndole unos nardos como cañones de gordos—. Te estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás en la alacena hasta tu Primera Comunión, la cual, no creo que llegue, porque eres un peazosubnormal.
—Pero si la Comunión ya ha pasado —dijo Perry—. Pero nosotros somos protestantes y...
Pero tío Verdor no le escuchó. Nadie lo hacía.
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Perry y no conseguía nada con decir a los Duracel que él no las causaba.
En una ocasión, tía Putania, cansada de que Perry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible tatuaje». Dumbo se rió como un tonto, burlándose de Perry, que pasó la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que el tupé de Elvis, sorprendiendo a su tía mientras cantaba "A Little Less Conversation... ". Como castigo, lo encerraron en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido el pelo como el tupé de Elvis en sus tiempos mozos.
Otra vez, tía Putania había encontrado en el cuarto de Perry una gran variedad de revistas subiditas de tono. En aquellas edades la confusión y la falta de información hacían que los chicos exploraran ciertos territorios (N/A: lo que es normal). Pero lo que Putania no había encontrado tan normal fueron el sinfín de aparatos eléctricos para dios sabe qué que encontró en la mesa de su cajón, además de una extraña crema lubricante y una bolsa de las de El Corte Ingles de las grandes llena de marihuana. Una cosa llevó a la otra, y todo se confundió...y Perry fue nuevamente castigado.
Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo encontraron en el techo de la cocina del colegio vestido de Spiderman. El grupo de Dumbo lo perseguía como de costumbre cuando, tanto para sorpresa de Perry como de los demás, se encontró subiéndose por las paredes con sinfín de sentidos arácnidos de todos los colores. Los Duracel recibieron una carta amenazadora de la directora del colegio, diciéndoles que Perry andaba trepando por los techos del colegio. Pero lo único que trataba de hacer (como le gritó a tío Verdor a través de la puerta cerrada de la alacena, quien echaba los doce candados, tirando las llaves) es que tanto comer moscas y arañas podía haberle sentado un poco mal al hígado. Perry suponía que sus sucias manos llenas de mierda y pegajosas, le habían hecho poder escalar por las paredes.
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día con Dumbo y Piers si eso significaba no tener que estar en el techo del colegio, en su alacena de doce candados, o en el salón de la señora Pigg, con su olor a culodepollo.
Mientras conducía, tío Verdor se quejaba a tía Putania. Le gustaba quejarse de muchas cosas. Perry, el ayuntamiento, Perry, el banco, Perry, su secretaria era una estrecha, Perry, los gatos sabían leer y el no, Perry... eran algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana le tocó a los motoristas.
—... haciendo ruido como locos esos gamberros, sucios, camorristas, vagos, asquerosos, apestosos, greñosos... —dijo, mientras un motorista los adelantaba dejando ver su dedo central.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Perry recordando de pronto—. Estaba volando, luego iba a un club de carretera y todo se confundía...
Tío Verdor casi chocó con el coche que iba delante de su troncomóvil. Se dio la vuelta en el asiento y gritó a Perry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN! ¡LAS LECHUZAS NO VUELAN! ¡LOS GATOS NO SABEN LEER, NO BAILAN CLAQUE, NI SE ZURRAN EN MI JARDÍN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.
Dumbo y Piers se rieron disimuladamente.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Perry—. Fue sólo una alucinación por la falta de proteínas y hierro en mi sangre.
—¡NO TE ESTÁ PERMITIDO SOÑAR CON MOTOS VOLADORAS, NI CON MOTOS, NI CON GATOS QUE BAILAN! ¡NO TE ESTÁ PERMITIDO SOÑAR! ¡NO TE ESTÁ PERMITIDO VIVIR, NI RESPIRAR!
—¡Si señor!
—¡¿ME HAS ENTENDIDO SOLDADO?! ¡ERES ESCORIA! ¡UNA MIERDA EN MI ZAPATO! ¡RESTOS DE COMIDA ENTRE MIS DIENTES! ¡UN GRANO ENORME EN MI CULO!
—¡Si señor!
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los Duracel aún más que las preguntas que Perry hacía, era que hablara de cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un dibujo animado. Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas (N/A: algunos dibujos animados pueden incitar a hacer cosas muy peligrosas, como Heidi, Marco que contienen gran variedad de mensajes subliminares).
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los Duracel compraron a Dumbo y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Perry qué quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un flash de limón, que era lo más barato. Aquello tampoco estaba mal, pensó Perry, chupándolo mientras observaban a las morsas marinas y Perry se preguntaba que hacía su primo enjaulado de esa manera. Vale que era un rato bruto el chaval, pero tampoco se merecía eso...hasta que se dio cuenta que estaba a su lado.
Fue la mejor mañana que Perry había pasado en mucho tiempo, en toda su larga existencia, lo que hace pensar en la triste vida que Perry llevaba. Hasta tuvo un rato para liarse un peta mientras los Duracel comían. Comieron en el restaurante del zoológico, y cuando Dumbo tuvo una rabieta porque su caballo asado no era lo suficientemente grande, tío Verdor le compró otro y Perry tuvo permiso para terminar el primero (del que solo quedaba un filete, pero fue suficiente para él, haciendo en su organismo un aporte vitamínico.
Más tarde, Perry pensó que debía haber sabido que aquello era demasiado bueno para durar.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos. Todo aquello hizo que Perry tuviera hambre, acostumbrado a comer esa serie de animales. Dumbo y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dumbo encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía haber envuelto el troncomóvil de tío Verdor y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.
Dumbo permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el brillo de su piel.
—Haz que se mueva —le exigió a su padre.
Tío Verdor golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.
—Hazlo coñiiioooo —ordenó Dumbo.
Tío Verdor golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando.
—Puta mierrrda —se quejó Dumbo. Se alejó arrastrando los pies.
Perry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente. Tenía una pinta estupenda, así que sacó su navaja multiusos S.A. y empezó a desatornillar el cristal para poder comerse tan rico manjar.
Y se le hacía la boca agua, cuando la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de Perry.
Guiñó un ojo.
Perry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para comprobar que nadie le veía infringiendo la ley o por lo menos por si hacía una de sus gilipolleces no le viera nadie. Nadie le prestaba atención. Miró de nuevo a la serpiente y también le guiñó un ojo.Dirigió a Perry una mirada que decía claramente:
—Hola guapo, ¿estudias o trabajas?
—Me gustan las serpientes, pero prefiero las arañas —murmuró Perry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de que la serpiente pudiera oírlo.
La serpiente tembló vigorosamente.
—A propósito, ¿prefieres que te cocine al agua maría o con salsa agridulce? —preguntó Perry. La serpiente empezó a enloquecer rápidamente bailando de una forma extraña a base de espasmos por el nerviosismo.
Mientras la serpiente bailaba de aquella forma tan extraña, un grito ensordecedor detrás de Perry los hizo saltar.
—¡DUMBO! ¡SEÑOR DURACEL! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
Dumbo se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.
—Quita de en medio maricón —dijo, golpeando a Perry en el páncreas. Cogido por sorpresa, Perry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dumbo estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.
Perry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la anaconda se había caído al ser desatornillado. La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Perry corrió tras ella, la alcanzó y se la metió en la boca.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? ¿Adónde ha ido el vidrio? ¿adónde ha ido la serpiente? – dijo mientras Perry masticaba algo que había dentro de su boca.
El director del zoológico en persona preparó una taza de whisqui doble con hielo para tía Putania, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dumbo no dejaban de quejarse. Por lo que Perry había visto, la serpiente no había hecho más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del troncomóvil de tío Verdor, Dumbo les contó que casi le había arrancado la pierna, mientras él había luchado con dientes y puños, intentando salvar su vida, estilo Indiana Jones, mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo, pero que se había tomado un chicle airways (respira mejor) zafándose de la enorme serpiente. Pero lo peor, para Perry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:
—Perry le estaba hablando. ¿Verdad, Perry? Y luego se la ha comido como un buitre. ¿Verdad Perry? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh? (N/A: que asco de niño).
Tío Verdor esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse con Perry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Ve... alacena... quédate... suicídate...córtate las venas...déjatelas largas...no hay comida...a la mierdaaaa —pudo decir, antes de desplomarse en una silla. Tía Putania tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho más tarde, Perry estaba acostado en su alacena oscura, pensando mientras se liaba un porro, deseando tener un reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los Duracel estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir al desván a buscar unas cuantas arañas para comer, y esque la serpiente le había dejado la boca un poco seca.
Había vivido con los Duracel casi diez años, diez años desgraciados, diez horribles años, desde que era un niño pequeño y sus padres habían muerto al no haberse puesto la antitetánica. No podía recordar haber estado en el garito del piercing y del tatuaje cuando sus padres murieron. Algunas veces, cuando forzaba su memoria y le salía humo por las orejas de pensar, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una quemadura en su frente. Aquello debía de ser la luz que utilizaban los tatuadores, suponía, aunque una luz verde... Y no podía recordar nada de sus padres. Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas. Tampoco había fotos de ellos en la casa.
Cuando era más pequeño, Perry soñaba una y otra vez que una tía buena venía volando y se lo llevaba lejos, a la tierra de éxtasis y las drogas alucinógenas, pero eso nunca sucedió: las tías buenas no iban volando por ahí llevándose a mocosos como el al paraíso del éxtasis y demás drogas alucinógenas. Pero a veces pensaba (¿pensar? No pensar es algo mu fuerte, pensar no, su masa celebral no llegaba a tal proceso neuronal) que había personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran. Eran desconocidos muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta lo había saludado, cuando estaba de compras con tía Putania y Dumbo. Una mujer anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también lo había saludado alegremente en un autobús y le había dicho que le firmara una autógrafo, que tenía todos sus discos. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color púrpura, le había estrechado la mano en la calle y le había dado la enhorabuena por su última película. Lo más raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en que Perry trataba de acercarse.
En el colegio, Perry no tenía amigos, era antisocial. Nadie quería estar con Perry Maison, todos le odiaban, hasta los perros de la calle se alejaban de él como si tuviera la peste, sida o sífilis.
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Pos ya está!!! Eso es todo... eso es todo... eso es todo amigos!!!
Espero que les haya gustado el capitulo, sino solo deben dejarme un review!!! Si les ha gustado deben dejarme un review!!! Conclusión: dejenme un review que me da algooo!!!
Solo hay que pinchar más abajo
es mu facil el inglés
si le pones
interés
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