By Sariluri
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Hardcore- ¡¡Joe troncos!! ¡¡¡Menuda mierda de capitulo ¿non?!!! Ejque me estaba sobando, os lo juro... Buaaa, ejque la ejcritora, la Salurila esta es una analfabeta, no sabe ni de escribir... Lo que pasa que hasta que no llegue mi parte de la historia no mola. ¡¡¡¡Yo soy la caña, la puta verdadera estrella de la peli!!!! ¡¡Debería llevarme el Oscar como actor revelación!! ¿Que sería de Perry Maison sin su colega Hardcore, que le pasa una mierda de primera?
Sariluri- ¿Pero te quieres callar la puta boca, Hardcore? ¿Porque no te tomas las medicinas que hoy estas un poco peor de lo tuyo?
Hardcore- Mira tú... Silarina ¡Porque no me sale de los cojones! ¿Tú que quieres, bronca?
Sariluri- ¿Pero turs tonto o que? ¿No ves que tenemos que contestar los reviews de nuestros lectores y fans?
Hardcore- ¿Pero que dices, tronca? ¿Qué fans ni que ostia?¡Tu no tienes fans! ¡¡¡Tu no tienes una puta mierda porque tu historia de los cojones es una basuuuuuraaaaa!!! Que sepas que su tu historia funciona es por mi... ¡¡¡¡HEAVY METAL LA OSTIAAAA!!!!
Sariluri- ¡Que siiii! ¡¡Mira tenemos un review de Laraeternalanjiru que nos sigue desde nuestros principios rancios!!
Hardcore- ¿¿Cual?? ¿¿La tía esa que habla consigo misma?? ¡¡¡Esa se fuma los porros doblaos!!!
Sariluri- TT ¡Eso es mentira! ¡¡¡Lo que pasa es que habla con sus guardianes Luarnim y Logan!!! (¡¡¡No le hagas ni puto caso, que se ha fumado un peta y ya ve a los elefantes rosas de Dumbo!!! Gracias por dejar tu review, me alegro de que te guste preonto habrá más, y sí, yo también debo tener una sobredosis de ingestión de tostadas con Nocilla... no fumo porros... pero a veces me cojo el incienso de Marihuana y me viene la inspiración, ¡¡pero enseguida se me pasa!! ¡Gracias por ofrecerte a darme ideas,la verdas ando un poco perdía! Por cierto, RowanLegolas te ha contestado en los reviews ::.w..Bss..w.::)
Hardcore- ¿Tu que te crees tarada? ¿¿Que no puedo leer los paréntesis??
Sariluri- Hardcore, por favor...me estas poniendo en evidencia U
Hardcore- ¿Pero que evidencia piba, pero tu que dices? ¡¡¡Pero si te van llamando puta por las esquinas!!! ¡Seguro que te han visto por la calle!
Sariluri- ¡Eso es mentira!¡Es solo una expresión! ¬¬ ¡Seguro que Marisol me lo dice de cariño! ¡¡Aunque para que negar lo evidente!! (pero tampoco lo difundas mujer, que luego todo se sabe) ¡¡Gracias por tu review Marisol!! Encima que la pobre se marea leyendo... ¡Eso es un
gran paso, un gran principio de una nueva amistad!
Hardcore- ¡Si, fijo que casi pota!
Sariluri- ¡¡¡¡Pero no seas tan cerrrrdo!!!! ¡¡Además mira, también nos ha dejado un review nuestro querido Legolas, tío sessy con melena rubia L´oreal y sonrisa Colgate!! se oyen gritos de las féminas
¡¡Conteneos locas!! (Tu lo has dicho, he retornado el los albores de la tempestad, como Gandalf, el Rey Aragorn y el Jedi Skywalker!!!) ¿Quien te habrá dicho lo de la San Miguel? Me suena :p ... Ayyy nuestro Corcelito... cada día está más grande y con más ganas de matar!!! Tu tienes su custodia este mes, acuerdate de recogerle el Sábado y llevarle a dar una vuelta!!! No me mires asi, que si a alguien ha salido es a tu madre XD ¡Es broma!
Aver que se pue hacer con el Aznar y tu pelo L´oreal, ya se verá!!
Y no me vaciles a mis lectores coñiiiiooo que me espantas a la clientela ;9!!! (quien fue a hablar el que habla con el Pozi y la Amparo)
¿Y esa publicidad tan mala? ¡¡¡Aisss, a ver si publicas Diario de un Liguero, eso si que es Literatura y no las Leyendas de Becquer!!!!!! Más bien deja los porros, que luego te viola Beyoncé en la playa y la Cho seropositiva-ninfomana-zoofilica!!! YNOMELLAMESTIASESSYQUEMELOCREOYNOPUESER!!! ¡¡Un besazo elfirri sessual!!
Hardcore- ¡Que saco me dais, pareceis un matrimonio rancio! Buuuaaaa... tienes más cara que espalda, ¡pero si al Legolas este lo tienes comprado para que te deje reviews!
Sariluri- ¡Mentira! ¡Lo hace por lástima y caridad! ¬¬
Hardcore- ¬¬
Sariluri- Bien, ejem... seguimos con las contestaciones a los reviews: Ruri Duncan dice que le ha gustado mucho el primer capitulo. ¿Enserio han posteado mi historia en una página? ¡¡Dime cual es la página, porfi porfi porfi, que guay!!
Hardcore- ¡Si, te meas de la emoción!
Sariluri- ¡Bueno ya vale coñiooo!¡Déjame acabar...! ¿¿O tienes algo más que añadir??
Hardcore- Si bueno... quería saludar a mi madre y dar un consejo a las Juventudes Hitlerianas: ¡¡¡No compreis drogas, es un bien escaso y me dejais sin existencias!!! Jajajajajaja
Sariluri- Gracias por tus palabras... Aquí os bajo el capitulo 3 "Las cartas de naide" En este capitulo podremos leer más acerca de...
Hardcore- ¡¡So let it be written. So let it be done. I'm sent here by the chosen one. So let it be written. So let it be done. To kill the first born pharaoh son. I'm creeping death!!
Sariluri- ¿Quieres dejar de cantar?
Hardcore- ¡Puesss... no tronca! Ejcucha, ahorrate tanta presentación de los cojones porque este capítulo no vale una puta mierda. El próximo ya mola ¿non? Porque salgo yo, ¡pero este no vale ni pa zurrarse encima! ¿Porque no nos amos al garito este de enfrente y te invito a unas birritas?... ¡Pagas tú!
Sariluri- ¿A las 10 de la mañana? O.
Hardcore- ¡¡Joe tronca, que si!! ¡¡¡¡Desayunamos unas birritas con unas tapitas de tortilla de patata!!!! ¡¡¡Buenísimo pal sistema locomotor y cardíaco!!!
Sariluri- Oye... esa moto que se está llevando la grúa... ¿no es tuya?
Hardcore- ¡Ay vaaaa! ¡Si es verdá! ¡¡¡Cabrón!!! ¡¡¡Devuelmeme mi moto!!!
Sariluri- Bueno después de esta leve interrupción, procedemos a leer "Perry Maison y el Pedrolo pa fumar"
Capítulo 3:
Las cartas de naide
La "fuga de la anaconda" le acarreó a Perry el castigo más largo de su vida. Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya le había salido pelo en el pecho y tenía hijos y habían comenzado las vacaciones de verano y Dumbo había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara, se había comido su vaca enorme y, había tirado el satélite ruso por su ventana cuando la anciana señora Pigg pasaba por debajo rompiéndola tres vértebras. Lo verdaderamente extraño es que la momia de mujer esa no estuviera muerta todavía.
Perry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dumbo, que eran unos jóvenes criminales que visitaban la casa cada día. Piers, Olala, Selaví, Cruasán, y Café Olé y eran todos grandes y estúpidos, pero como Dumbo era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dumbo: la caza del Perry.
Por esa razón, Perry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí, cazando bichos, oliendo el culo a los demás perros y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo. Dumbo tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Verdor, Alpanpanyalvinovino. Piers Brosnan también iría allí. Perry en cambio, iría a la escuela secundaria Estoeslabomba, de la zona. Dumbo encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Estoeslabomba, hacen todo tipo de perversiones sexuales a los de primer año —dijo a Perry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
—No, gracias —respondió Perry—. Que luego te gusta y no nos lo podemos permitir a estas alturas. —Luego salió corriendo antes de que Dumbo pudiera entender lo que le había dicho, que fue a las 3 horas aproximadamente.
Un día del mes de julio, tía Putania llevó a Dumbo a Londres para comprarle su uniforme de Alpanpanyalvinovino, dejando a Perry en casa de la señora Pigg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Pigg se había fracturado tres vértebras cuando le había caído el satélite en la cabeza, pero no parecía estar enfadada porque no hizo que Perry le limara los callos, sino que dejó que Perry viera la televisión y le dio un pedazo de chocolate que se fumó muy agusto. Perry esperaba que sus tíos nunca supieran que era la señora Pigg la que le conseguía las maría pa porretes. La verdad, la vieja era una traficante de cojones, aunque por su aspecto no lo pareciera.
Aquella tarde, Dumbo desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Alpanpanyalvinovino llevaban un vestido regional rojo con lunares negros y volantes, medias moradas y una peineta en el pelo. También llevaban unos tacones y unas castañuelas, que utilizaban para ¿puedo bailar? cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura, sobretodo si querían dedicarse a la copla, pero Dumbo, con su cacho de barriga enorme no quedaba muy bien.
Mientras miraba a Dumbo con sus nuevos medias, tío Verdor dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Putania estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dumbo, y no me extraña porque si ese hubiera sido mi hijo, también me hubiera puesto a llorar de pena. Perry no se atrevía a hablar, pero intentó consolar a su tía.
—No llores tía, que tampoco está tan mal.
—Cállate mocoso, ojalá fueras tu la mitad de hombre que mi Dumbo.
Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse. La verdad es que si era la mitad de hombre que el, y un cuarto también porque su primo Dumbo era el niño más gordo que había visto jamás.
A la mañana siguiente, cuando Perry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina, era la peste más horrorosa que había olido jamás, y no podía explicarse de donde venía ya que su primo Dumbo no estaba cerca. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
—¿Qué es lo que es? —preguntó a tía Putania. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Perry se atrevía a preguntar algo.
—Tu nuevo uniforme del colegio, macho —dijo.
Perry volvió a mirar en el recipiente.
—Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado y oler mal.
—No es una de las características especiales que debe tener tu uniforme... pero he pensado que así estarás más patético y todos se reirán de tí —dijo con ira tía Putania.
Perry tenía serias dudas de si debía matar a su tía por aquello o no, pero luego se le olvido cual era la causa por la que debía matarla, y después se le olvidó que debía matarla, así que todo eso quedó en el olvido.
Dumbo y tío Verdor entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Perry. Tío Verdor abrió, como siempre, su periódico y Dumbo golpeó el suelo taconeando con muso arte con sus zapatos del colegio, que llevaba a todas partes.
Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dumbo —dijo tío Verdor, detrás de su periódico.
—Que vaya el Perry
—Trae las cartas, Perry.
—Que lo haga Dumbo.
—Pégale una manta de palos, Dumbo.
Perry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas en el felpudo: una postal de la tía Margaritaseisdedos, la hermana de tío Verdor, que estaba de vacaciones en el Caribe con Curro y salía con un bikini que la hacía parecer incluso más gorda que Dumbo, y que hizo que Perry tuviera ganas de vomitar el desayuno que todavía no había comido; un sobre color marrón, que parecía una factura que Verdor nunca pagaba, ya que siempre defraudaba a Hacienda, y una carta para Perry.
Perry la recogió y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica, los ojos le daban vueltas y le daban espasmos soltando babas por todos lados. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. Nada, de nada, de nada, ni siquiera cuando se escribía a sí mismo en Navidad, tampoco recibía las cartas. ¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes, así que no podía ser del programa "Hay una carta para ti". Ni siquiera era socio de la biblioteca, o club de alterne así que nunca había recibido notas que le reclamaran algún tipo de devolución o pago.
Tampoco era mayor de edad, así que no podía votar en las elecciones. Tampoco se había visto en ningún negocio turbio, así que no podía ser ningún tipo de amenaza, atentado, fraude fiscal, ni invitación para acudir de jurado a Operación Triunfo. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor P. Maison
Alacena Debajo de la Escalera en condiciones infrahumanas.
Prohibido Fumar, 4
Tinki Winki
Surrender
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello así que esperaba que no tuviera que pagar nada, porque encima que no había recibido una carta en su vida, no estaba para tonterias encima.
Con las manos temblorosas y escupiendo babas aun, Perry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un tigretón, un cuervo, un hamster y una anaconda, que rodeaban una gran letra J.
—¡Engaaa coñioooo! ¡Vente ya acá pacá!—exclamó tío Verdor desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba de Al-Qaeda —Se rió de su propio chiste, aunque la verdad no tenía mucha gracia la verdad. (N/A: Jajaja que gracioso. Además de gordo, gilipollas).
Perry volvió a la cocina, todavía contemplando su carta. Entregó a tío Verdor la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo.
Tío Verdor rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
—Margaritaseisdedos está enferma —informó a tía Putania—. Al parecer comió algo en mal estado.
Perry pensó que eso no era lo malo, lo malo era que se hubiera comido todo lo que allí había.
—¡Papá! —dijo de pronto Dumbo—. ¡Papá, Perry ha recibido algo! ¡Lo quiero! ¡Dámelo! ¡Lo quiero todo!
Perry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Verdor se la arrancó de la mano.
—¡Es míoooooooooo! ¡Mi tessssorooooo! —dijo Perry; tratando de recuperarla.
—¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Verdor, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo, luego al azul, violeta, pasando de un color a otro hasta completar la bandera gay. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
—¡Pu... Pu... Putania! —bufó.
Dumbo trató de coger la carta para leerla, pero tío Verdor la mantenía muy alta, fuera de su alcance. Tía Putania la cogió con curiosidad y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido.
—¡Verdor! ¡Oh, Dios mío, espiritusantoamen, avemaría cuando serás mía... Verdor!
Se miraron como si hubieran olvidado que Perry y Dumbo todavía estaban allí. Dumbo no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Pisó a su padre el pie con el taconazo de Alpanpanyalvinovino.
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Yo soy quien quiere leerla —dijo Perry con rabia—. Es míaaaaaaaaaaaa.
—Fuera de aquí, los dos —graznó tío Verdor, metiendo la carta en el sobre —. A la saca.
Perry no se movió.
—¡QUIERO MI CARTA! ¡Essssss miiiiaaaa!—gritó.
—¡Déjame verla! —exigió Dumbo.
—¡FUERA! ¡Dios me tenía que haber hecho la vasectomía! ¡Coñiiiiioooo, que me estais tocando los cojones yaaaaaaaa!—gritó tío Verdor y, cogiendo a Perry y a Dumbo por las orejas, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Perry y Dumbo iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura. Dumbo, puso su axila en la cara de Perry. Ganó Dumbo, así que Perry, medio muerto por el olor, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
—Verdor —decía tía Putania, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos, pueden estar en cualquier parte. Nunca duermeeee —murmuró tío Verdor, agitado.
—Pero ¿qué podemos hacer, Verdor? ¿Les contestamos? Les decimos que no queremos...
Perry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Verdor yendo y viniendo por la cocina. Pudo ver el refajo de la tía Putania. Prefirió no mirar.
—No —dijo finalmente—. No, ni puto caso. Si no reciben una respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
—Pero...
—¡Chist! ¿Me hago una camiseta que ponga calladita? No pienso tener a uno de ellos en la casa, Putania! ¡Son como una secta! ¡Son como...el Circulo de Lectores! Una vez que te apuntas estás perdido ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?¿No juramos destruir el Anillo de Sauron?
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Verdor hizo algo que no había hecho nunca: visitó a Perry en su alacena.
—¿Dónde está mi carta? —dijo Perry, en el momento en que tío Verdor pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién me escribió? ¿Qué quería? ¿Qué ponía? ¿Dónde, cuando, como? ¿A que huelen las nubes? ¿A que huele lo que no huele? ¿Por qué me miras con cara de sádico? ¿Quieres matarme, verdad?
—Cállate coñiiiiiiooo. Solo era propaganda electoral.—dijo tío Verdor con tono cortante—. La quemé.
—No era propaganda electoral —dijo Perry enfadado—. Soy menor de edad.
—¡SILENCIO! ¡Qué te corro a ostias!—gritó el tío Verdor, y unas arañas cayeron del techo, mientras Perry cogia unas cuentas al vuelo y las guardaba pal postre. Verdor respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
—Ah, sí, Perry, en lo que se refiere a que eres menor de edad... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente si un día nos pillan metiendote aquí...nos van a denunciar por maltrato infantil. Pensamos que estaría bien que te mudes al cuarto de la limpieza.
—¿Por qué? Me gusta estar aquí. Me gustan las arañas. ¡Me gusta ser mujer!—dijo Perry.
—¡No hagas preguntas! —exclamó—. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Duracel tenía cuatro dormitorios: uno para tío Verdor y tía Putania, otro para las visitas (habitualmente Margaritaseisdedos, la hermana de Verdor), en el tercero dormía Dumbo y el último era el armario de la limpieza, donde se guardaban todos los elementos de limpieza de tía Putania. En un solo viaje Perry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor. Era un poco triste dormir entre fregonas, valletas y botellas de Mr.Proper. Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dumbo a su madre.
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
—Pero hijo, si es el cuarto de la limpieza...
—Que nooooooo. Que lo utilizo para...jugar al escondite, si eso.
Perry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella.
—Sucios y asquerosos Hobbits. Nos lo robarooooon...
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dumbo se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado patadas en el culo a su padre con los zapatos de Alpanpanyalvinovino, se había puesto malo a propósito, le había sacado un bazoca a su madre, una 9milímetros y una escopeta de caza, y seguía sin conseguir que le devolvieran su armario de la limpieza. Perry estaba pensando en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo. Tío Verdor y tía Putania se miraban misteriosamente, levantando una ceja, luego la otra, luego las dos a la vez.
Cuando llegó el correo, tío Verdor, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con Perry, hizo que fuera Dumbo. Lo oyeron taconear con muso arte en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
—¡Hay otra más! Señor P. Maison, El Armario de la Limpieza, Prohibido Fumar, 4...
Con un grito ahogado, tío Verdor se levantó de su asiento y corrió hacia el vestíbulo, pero no llegó, porque estaba muy gordo y se cansó a los dos metros. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Perry se le había colgado de un pelo de la nariz. Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron puntapiés de los zapatos de tacón de Dumbo, tío Verdor se enderezó con la carta de Perry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu armario de la limpieza —dijo a Perry sin dejar de jadear—. Y Dumbo.. Vete... Vete por ahí anda yaaaaaaaaaa.
Perry paseó en círculos por su nueva habitación, paseó en circulos hasta que hizo un agujero en el suelo. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo, y otra y otra y otra? Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan misión imposible.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente (despierta putamariconademierda, mariconzón). Perry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Duracel. Se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz. Se comió la barandilla, con escalones incluidos.
Esperaría al cartero en la esquina de Prohibido Fumar y le atracaría cogiendo su carta antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente, tanto que creía que se le iba a salir. Se puso la mano en el pecho, pero en vez de latirle el corazón le latía un ojo, así que dejó su pecho en paz. Mientras atravesaba el recibidor oscuro, se llevaba todo por delante, hacia la puerta.
—¡AAAUUUGGG!
Perry saltó en el aire, estilo Matrix, quedándose colgado en la lámpara del recibidor. Había trompezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo! ¡Algo asqueroso, repugnante y fuera de lo normal! Ah, era su tío Verdor... ¡COÑIIIIIIOOOOOOOOOOO ERA SU TÍO VERDOR!
Tío Verdor gritó a Perry durante media hora, mientras él escuchaba los pajarillos (lalaralala) y luego le dijo que le hiciera un Colacao. Perry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Verdor. Perry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
—Quiero... un Colacao—comenzó, pero tío Verdor estaba rompiendo las cartas en pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Verdor no fue a trabajar. Se quedó en casa y construyó un refugio antinuclear.
—¿Te das cuen? —explicó a tía Putania, con la boca llena de clavos—. Pecadorrrrll, jandemorenawerrr. Aquí no pueden entrar.
—Llora.
—Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Putania, ellos no son como tú y yo. Pueden llegar a ser retorcidos y maqueavelicos. Pueden llegar a ser unos jodidos cabrones que no dejan de dar poculo.
El viernes, ni más ni menos, llegaron para Perry doce cartas. Ni once ni trece. Doce cartas. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo, las habían dejado en la tostadora, la licuadora, el árbol de Navidel...
Tío Verdor comenzó a enloquecer. Un tic-tac nervioso comenzaba a aparecerle en el parpado del ojo izquierdo, y tenía hinchada la vena de la frente.
El sábado, las cosas comenzaron a alabin alaban alabinbonbam. Vamos que la situación estaba volviéndose un poco absurda, porque ya tenían más papel en la casa, que el Perry pa porros.
La mañana del domingo, tío Verdor estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, con su tic-tac en el parpado derecho y su vena hinchada en la frente...pero feliz. Casi medio mal, dándole un jamacuco, dándole un chungazo al corazón...pero estaba estupendo el hombre.
—No hay correo los domingos —les recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico—. Los funcionarios no curran los domingos. Es el día del señor...
—Avemaríacuandoserásmía...
— Hoy no hay putas cartas...
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como las balas. Los Duracel se agacharon, pero Perry saltó en el aire, tratando de atrapar una (mias, mias, mis niñas...y lo que sobre, pa canutos...).
—¡Tos pa fuera! ¡Amonos atomapoculo!
Tío Verdor arreó a Perry una patada en el culo y lo arrojó al recibidor. Cuando tía Putania y Dumbo salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Verdor cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
—Atoma po culo —dijo tío Verdor, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Vamos a hacer un A.L.S. (A La Saca). Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. ¡Tos pa fuera!
Vamos, que el hombre estaba como una puta regadera. Era peligroso y buscado por las autoridades locales. Diez minutos después se habían abierto camino a través de las puertas tapiadas y estaban en el troncomóvil, avanzando velozmente hacia la autopista. Dumbo lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el satelite ruso en la bolsa.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Tanto que dieron la vuelta al mundo en 80 minutos. Ni siquiera tía Putania se atrevía a preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Verdor daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
—Precausión, amigo conductorl... cuidado con las sendas peligrosas... —cantaba tío Verdor.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche Dumbo aullaba y se retorcía como un perro. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, tenía sed, tenía frío, tenía ganas de mear, tenía gambas, chopitos, croquetas y jamón... se había perdido UPA dance el día que bailaban copla y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador, amos que le estaba viniendo el mono.
Tío Verdor se detuvo finalmente ante un hotel de una estrella, de esos que si los pilla sanidad se caga la perra, en las afueras de una gran ciudad. Dumbo y Perry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas apolilladas, húmedas y gastadas. Dumbo roncaba, pero Perry no podía dormir, porque había una gotera justo encima de su cabeza y le goteaba en el ojo, asi que permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban y deseando saber...
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. A tío Vernon tuvieron que hacerle un ColaCao, y a Tía Putania un whisky solo (doble, con hielo y una rajita de limón). Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor P. Maison? Tengo como cien de éstas en el mostrador de entrada.
Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor P. Maison
Habitación 17
Hotel I singing in the rain
CokaColaLightAlLimón
Perry fue a coger la carta, pero tío Verdor le pegó en la mano (quita niñioooooooo). La mujer los miró asombrada.
—Yo las recogeré —dijo tío Verdor, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola.
—¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Putania tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Verdor no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, ¿A Wally? Nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al troncomóvil y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en la muralla china y en la punta más alta del Himalaya.
— A papá se le ha ido la olla, ¿verdad? Nos ha secuestrado y quiere matarnos sangrientamente—dijo Dumbo a tía Putania aquella tarde. Tío Verdor había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del troncomóvil. Dumbo gimoteaba.
—Es lunes —dijo a su madre—. Hoy echan Ana y los Siete. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor. Me voy a perder a Ana Obregón y está mu wena.
Lunes. Eso hizo que Perry se acordara de algo (N/A: lo que hizo que se sorprendiera incluso a si mismo). Si era lunes (N/A: y lo era, ya que Dumbo nunca se perdía Ana y los Siete), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Perry. Claro que sus cumpleaños nunca habían sido labomba, aunque había habido un año que le habían comprado a Perry un billete de viaje a Irak, seguramente pa ver si con un poco de suerte le caía una bomba, pero como no le habían querido comprar el de vuelta y Perry era menor de edad, no había podido ir. Sin embargo, no se cumplían once años todos los días, solo el día de tu cumpleaños.
Tío Verdor regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Putania cuando le preguntó qué había comprado.
—¡He encontrado el lugar perfecto divinodelamuerte! —dijo—. ¡Amos! ¡Tos pa fuera!
Hacia mucho frío cuando bajaron del troncomóvil. Tío Verdor señalaba una miserable choza parecida a la chavola de Heidi, solo que ni estaba en la montaña, ni había cabras, ni na de na, sino que estaba sobre una roca en medio del mar.
—¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío Verdor, aplaudiendo con cara de loco perturbado—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente (a cambio de una aceptable suma de dinero, pero eso si, gentilmente) alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado y más feo que pegarle a un padre se acercó a ellos, señalando un viejo bote con un agujero en el fondo que se balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Verdor—. ¡Así que todos a la saca!
En el bote hacía un frío horrorroso. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro mientras Perry achicaba agua para que el barco no se hundiera. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Verdor los condujo hasta la casa que se caía a cachos.
El interior era horrible, era peor que el exterior: había un fuerte olor a...a no, era Dumbo; el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera, había mugre por el suelo y la chimenea estaba mu perjudicá, vamos un verdadero asco. Sólo había dos habitaciones.
La comida de tío Verdor no resultó ser un gran festín, sino cuatro plátanos de canarias y un paquete de Doritos a la barbacoa para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero na de nas.
—Pues mira, al final las cartas van a valer pa algo —dijo alegremente haciendo fuego con ellas. Estaba de muy buen humor ya que creía que nadie los iba a encontrar allí, en medio del mar, quien sabe onde.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la chavola y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Putania encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dumbo en el sofá. Ella y tío Verdor se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Perry tuvo que contentarse con dormir en el suelo como un perry.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Perry no podía dormir. No sabía como se las arreglaba, pero siempre acababa durmiendo bajo un gotera que le salpicaba en el ojo. El reloj luminoso de Dumbo, con radio y calculadora incorporada, sumergible a 3000 metros de profundidad o más (N/A: que te estalle la cabeza bajo la presión del agua y el reloj sigue funcionando), ultima tecnología, colgado de su gorda muñeca, informó a Perry de que tendría once años en diez minutos.
Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Duracel se acordarían y le regalarían otro viaje a alguna isla desierta y paradisiaca, porque si asi fuera, con el frio que estaba pasando, se plantearía tal viaje...
Cinco minutos. Cuatro minutos. Tal vez la casa de Prohibido Fumar estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que podría robar una.
Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿por qué no dejaba de hacerse preguntas estúpidas y dejaba pasar el tiempo de una vez?
Un minuto y tendría once años. Perry esperaba ansioso con su copa llena de uvas, su matasuegras en la boca y su gorrito de Navidad. Treinta segundos... veinte... diez... nueve... "primero van los cuartos y luego las campanadas" se recordó Perry cuando se dio cuenta que no era año nuevo, sino su cumpleaños... tres... dos... uno...
DING-DONG.
Toda la chavola se estremeció con el grave sonido y Perry se enderezó, creyendo que sus calzoncillos habían cambiado de color. Alguien estaba fuera, llamando al timbre.
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¿Os ha gustado? ¿Si? ¿No? ¿No sabe, no responde? ¿Podría pedir el comodín del público por favor?
Solo teneis que dejar un review, admito tomatazos que me falta medio kilo para hacer gazpacho XD!!!
Solo teneis que darle
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dob
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Hardcore- ¡¡Joe troncos!! ¡¡¡Menuda mierda de capitulo ¿non?!!! Ejque me estaba sobando, os lo juro... Buaaa, ejque la ejcritora, la Salurila esta es una analfabeta, no sabe ni de escribir... Lo que pasa que hasta que no llegue mi parte de la historia no mola. ¡¡¡¡Yo soy la caña, la puta verdadera estrella de la peli!!!! ¡¡Debería llevarme el Oscar como actor revelación!! ¿Que sería de Perry Maison sin su colega Hardcore, que le pasa una mierda de primera?
Sariluri- ¿Pero te quieres callar la puta boca, Hardcore? ¿Porque no te tomas las medicinas que hoy estas un poco peor de lo tuyo?
Hardcore- Mira tú... Silarina ¡Porque no me sale de los cojones! ¿Tú que quieres, bronca?
Sariluri- ¿Pero turs tonto o que? ¿No ves que tenemos que contestar los reviews de nuestros lectores y fans?
Hardcore- ¿Pero que dices, tronca? ¿Qué fans ni que ostia?¡Tu no tienes fans! ¡¡¡Tu no tienes una puta mierda porque tu historia de los cojones es una basuuuuuraaaaa!!! Que sepas que su tu historia funciona es por mi... ¡¡¡¡HEAVY METAL LA OSTIAAAA!!!!
Sariluri- ¡Que siiii! ¡¡Mira tenemos un review de Laraeternalanjiru que nos sigue desde nuestros principios rancios!!
Hardcore- ¿¿Cual?? ¿¿La tía esa que habla consigo misma?? ¡¡¡Esa se fuma los porros doblaos!!!
Sariluri- TT ¡Eso es mentira! ¡¡¡Lo que pasa es que habla con sus guardianes Luarnim y Logan!!! (¡¡¡No le hagas ni puto caso, que se ha fumado un peta y ya ve a los elefantes rosas de Dumbo!!! Gracias por dejar tu review, me alegro de que te guste preonto habrá más, y sí, yo también debo tener una sobredosis de ingestión de tostadas con Nocilla... no fumo porros... pero a veces me cojo el incienso de Marihuana y me viene la inspiración, ¡¡pero enseguida se me pasa!! ¡Gracias por ofrecerte a darme ideas,la verdas ando un poco perdía! Por cierto, RowanLegolas te ha contestado en los reviews ::.w..Bss..w.::)
Hardcore- ¿Tu que te crees tarada? ¿¿Que no puedo leer los paréntesis??
Sariluri- Hardcore, por favor...me estas poniendo en evidencia U
Hardcore- ¿Pero que evidencia piba, pero tu que dices? ¡¡¡Pero si te van llamando puta por las esquinas!!! ¡Seguro que te han visto por la calle!
Sariluri- ¡Eso es mentira!¡Es solo una expresión! ¬¬ ¡Seguro que Marisol me lo dice de cariño! ¡¡Aunque para que negar lo evidente!! (pero tampoco lo difundas mujer, que luego todo se sabe) ¡¡Gracias por tu review Marisol!! Encima que la pobre se marea leyendo... ¡Eso es un
gran paso, un gran principio de una nueva amistad!
Hardcore- ¡Si, fijo que casi pota!
Sariluri- ¡¡¡¡Pero no seas tan cerrrrdo!!!! ¡¡Además mira, también nos ha dejado un review nuestro querido Legolas, tío sessy con melena rubia L´oreal y sonrisa Colgate!! se oyen gritos de las féminas
¡¡Conteneos locas!! (Tu lo has dicho, he retornado el los albores de la tempestad, como Gandalf, el Rey Aragorn y el Jedi Skywalker!!!) ¿Quien te habrá dicho lo de la San Miguel? Me suena :p ... Ayyy nuestro Corcelito... cada día está más grande y con más ganas de matar!!! Tu tienes su custodia este mes, acuerdate de recogerle el Sábado y llevarle a dar una vuelta!!! No me mires asi, que si a alguien ha salido es a tu madre XD ¡Es broma!
Aver que se pue hacer con el Aznar y tu pelo L´oreal, ya se verá!!
Y no me vaciles a mis lectores coñiiiiooo que me espantas a la clientela ;9!!! (quien fue a hablar el que habla con el Pozi y la Amparo)
¿Y esa publicidad tan mala? ¡¡¡Aisss, a ver si publicas Diario de un Liguero, eso si que es Literatura y no las Leyendas de Becquer!!!!!! Más bien deja los porros, que luego te viola Beyoncé en la playa y la Cho seropositiva-ninfomana-zoofilica!!! YNOMELLAMESTIASESSYQUEMELOCREOYNOPUESER!!! ¡¡Un besazo elfirri sessual!!
Hardcore- ¡Que saco me dais, pareceis un matrimonio rancio! Buuuaaaa... tienes más cara que espalda, ¡pero si al Legolas este lo tienes comprado para que te deje reviews!
Sariluri- ¡Mentira! ¡Lo hace por lástima y caridad! ¬¬
Hardcore- ¬¬
Sariluri- Bien, ejem... seguimos con las contestaciones a los reviews: Ruri Duncan dice que le ha gustado mucho el primer capitulo. ¿Enserio han posteado mi historia en una página? ¡¡Dime cual es la página, porfi porfi porfi, que guay!!
Hardcore- ¡Si, te meas de la emoción!
Sariluri- ¡Bueno ya vale coñiooo!¡Déjame acabar...! ¿¿O tienes algo más que añadir??
Hardcore- Si bueno... quería saludar a mi madre y dar un consejo a las Juventudes Hitlerianas: ¡¡¡No compreis drogas, es un bien escaso y me dejais sin existencias!!! Jajajajajaja
Sariluri- Gracias por tus palabras... Aquí os bajo el capitulo 3 "Las cartas de naide" En este capitulo podremos leer más acerca de...
Hardcore- ¡¡So let it be written. So let it be done. I'm sent here by the chosen one. So let it be written. So let it be done. To kill the first born pharaoh son. I'm creeping death!!
Sariluri- ¿Quieres dejar de cantar?
Hardcore- ¡Puesss... no tronca! Ejcucha, ahorrate tanta presentación de los cojones porque este capítulo no vale una puta mierda. El próximo ya mola ¿non? Porque salgo yo, ¡pero este no vale ni pa zurrarse encima! ¿Porque no nos amos al garito este de enfrente y te invito a unas birritas?... ¡Pagas tú!
Sariluri- ¿A las 10 de la mañana? O.
Hardcore- ¡¡Joe tronca, que si!! ¡¡¡¡Desayunamos unas birritas con unas tapitas de tortilla de patata!!!! ¡¡¡Buenísimo pal sistema locomotor y cardíaco!!!
Sariluri- Oye... esa moto que se está llevando la grúa... ¿no es tuya?
Hardcore- ¡Ay vaaaa! ¡Si es verdá! ¡¡¡Cabrón!!! ¡¡¡Devuelmeme mi moto!!!
Sariluri- Bueno después de esta leve interrupción, procedemos a leer "Perry Maison y el Pedrolo pa fumar"
Capítulo 3:
Las cartas de naide
La "fuga de la anaconda" le acarreó a Perry el castigo más largo de su vida. Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya le había salido pelo en el pecho y tenía hijos y habían comenzado las vacaciones de verano y Dumbo había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara, se había comido su vaca enorme y, había tirado el satélite ruso por su ventana cuando la anciana señora Pigg pasaba por debajo rompiéndola tres vértebras. Lo verdaderamente extraño es que la momia de mujer esa no estuviera muerta todavía.
Perry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dumbo, que eran unos jóvenes criminales que visitaban la casa cada día. Piers, Olala, Selaví, Cruasán, y Café Olé y eran todos grandes y estúpidos, pero como Dumbo era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dumbo: la caza del Perry.
Por esa razón, Perry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí, cazando bichos, oliendo el culo a los demás perros y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo. Dumbo tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Verdor, Alpanpanyalvinovino. Piers Brosnan también iría allí. Perry en cambio, iría a la escuela secundaria Estoeslabomba, de la zona. Dumbo encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Estoeslabomba, hacen todo tipo de perversiones sexuales a los de primer año —dijo a Perry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
—No, gracias —respondió Perry—. Que luego te gusta y no nos lo podemos permitir a estas alturas. —Luego salió corriendo antes de que Dumbo pudiera entender lo que le había dicho, que fue a las 3 horas aproximadamente.
Un día del mes de julio, tía Putania llevó a Dumbo a Londres para comprarle su uniforme de Alpanpanyalvinovino, dejando a Perry en casa de la señora Pigg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Pigg se había fracturado tres vértebras cuando le había caído el satélite en la cabeza, pero no parecía estar enfadada porque no hizo que Perry le limara los callos, sino que dejó que Perry viera la televisión y le dio un pedazo de chocolate que se fumó muy agusto. Perry esperaba que sus tíos nunca supieran que era la señora Pigg la que le conseguía las maría pa porretes. La verdad, la vieja era una traficante de cojones, aunque por su aspecto no lo pareciera.
Aquella tarde, Dumbo desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Alpanpanyalvinovino llevaban un vestido regional rojo con lunares negros y volantes, medias moradas y una peineta en el pelo. También llevaban unos tacones y unas castañuelas, que utilizaban para ¿puedo bailar? cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura, sobretodo si querían dedicarse a la copla, pero Dumbo, con su cacho de barriga enorme no quedaba muy bien.
Mientras miraba a Dumbo con sus nuevos medias, tío Verdor dijo con voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Putania estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño Dumbo, y no me extraña porque si ese hubiera sido mi hijo, también me hubiera puesto a llorar de pena. Perry no se atrevía a hablar, pero intentó consolar a su tía.
—No llores tía, que tampoco está tan mal.
—Cállate mocoso, ojalá fueras tu la mitad de hombre que mi Dumbo.
Creyó que se le iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse. La verdad es que si era la mitad de hombre que el, y un cuarto también porque su primo Dumbo era el niño más gordo que había visto jamás.
A la mañana siguiente, cuando Perry fue a tomar el desayuno, un olor horrible inundaba toda la cocina, era la peste más horrorosa que había olido jamás, y no podía explicarse de donde venía ya que su primo Dumbo no estaba cerca. Parecía proceder de un gran cubo de metal que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que parecían trapos sucios flotando en agua gris.
—¿Qué es lo que es? —preguntó a tía Putania. La mujer frunció los labios, como hacía siempre que Perry se atrevía a preguntar algo.
—Tu nuevo uniforme del colegio, macho —dijo.
Perry volvió a mirar en el recipiente.
—Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado y oler mal.
—No es una de las características especiales que debe tener tu uniforme... pero he pensado que así estarás más patético y todos se reirán de tí —dijo con ira tía Putania.
Perry tenía serias dudas de si debía matar a su tía por aquello o no, pero luego se le olvido cual era la causa por la que debía matarla, y después se le olvidó que debía matarla, así que todo eso quedó en el olvido.
Dumbo y tío Verdor entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor del nuevo uniforme de Perry. Tío Verdor abrió, como siempre, su periódico y Dumbo golpeó el suelo taconeando con muso arte con sus zapatos del colegio, que llevaba a todas partes.
Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dumbo —dijo tío Verdor, detrás de su periódico.
—Que vaya el Perry
—Trae las cartas, Perry.
—Que lo haga Dumbo.
—Pégale una manta de palos, Dumbo.
Perry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas en el felpudo: una postal de la tía Margaritaseisdedos, la hermana de tío Verdor, que estaba de vacaciones en el Caribe con Curro y salía con un bikini que la hacía parecer incluso más gorda que Dumbo, y que hizo que Perry tuviera ganas de vomitar el desayuno que todavía no había comido; un sobre color marrón, que parecía una factura que Verdor nunca pagaba, ya que siempre defraudaba a Hacienda, y una carta para Perry.
Perry la recogió y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica, los ojos le daban vueltas y le daban espasmos soltando babas por todos lados. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. Nada, de nada, de nada, ni siquiera cuando se escribía a sí mismo en Navidad, tampoco recibía las cartas. ¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes, así que no podía ser del programa "Hay una carta para ti". Ni siquiera era socio de la biblioteca, o club de alterne así que nunca había recibido notas que le reclamaran algún tipo de devolución o pago.
Tampoco era mayor de edad, así que no podía votar en las elecciones. Tampoco se había visto en ningún negocio turbio, así que no podía ser ningún tipo de amenaza, atentado, fraude fiscal, ni invitación para acudir de jurado a Operación Triunfo. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor P. Maison
Alacena Debajo de la Escalera en condiciones infrahumanas.
Prohibido Fumar, 4
Tinki Winki
Surrender
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello así que esperaba que no tuviera que pagar nada, porque encima que no había recibido una carta en su vida, no estaba para tonterias encima.
Con las manos temblorosas y escupiendo babas aun, Perry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un tigretón, un cuervo, un hamster y una anaconda, que rodeaban una gran letra J.
—¡Engaaa coñioooo! ¡Vente ya acá pacá!—exclamó tío Verdor desde la cocina—. ¿Qué estás haciendo, comprobando si hay cartas-bomba de Al-Qaeda —Se rió de su propio chiste, aunque la verdad no tenía mucha gracia la verdad. (N/A: Jajaja que gracioso. Además de gordo, gilipollas).
Perry volvió a la cocina, todavía contemplando su carta. Entregó a tío Verdor la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre amarillo.
Tío Verdor rompió el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una mirada a la postal.
—Margaritaseisdedos está enferma —informó a tía Putania—. Al parecer comió algo en mal estado.
Perry pensó que eso no era lo malo, lo malo era que se hubiera comido todo lo que allí había.
—¡Papá! —dijo de pronto Dumbo—. ¡Papá, Perry ha recibido algo! ¡Lo quiero! ¡Dámelo! ¡Lo quiero todo!
Perry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el mismo pergamino que el sobre, cuando tío Verdor se la arrancó de la mano.
—¡Es míoooooooooo! ¡Mi tessssorooooo! —dijo Perry; tratando de recuperarla.
—¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Verdor, abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del rojo, luego al azul, violeta, pasando de un color a otro hasta completar la bandera gay. Y no se detuvo ahí. En segundos adquirió el blanco grisáceo de un plato de avena cocida reseca.
—¡Pu... Pu... Putania! —bufó.
Dumbo trató de coger la carta para leerla, pero tío Verdor la mantenía muy alta, fuera de su alcance. Tía Putania la cogió con curiosidad y leyó la primera línea. Durante un momento pareció que iba a desmayarse. Se apretó la garganta y dejó escapar un gemido.
—¡Verdor! ¡Oh, Dios mío, espiritusantoamen, avemaría cuando serás mía... Verdor!
Se miraron como si hubieran olvidado que Perry y Dumbo todavía estaban allí. Dumbo no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Pisó a su padre el pie con el taconazo de Alpanpanyalvinovino.
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Yo soy quien quiere leerla —dijo Perry con rabia—. Es míaaaaaaaaaaaa.
—Fuera de aquí, los dos —graznó tío Verdor, metiendo la carta en el sobre —. A la saca.
Perry no se movió.
—¡QUIERO MI CARTA! ¡Essssss miiiiaaaa!—gritó.
—¡Déjame verla! —exigió Dumbo.
—¡FUERA! ¡Dios me tenía que haber hecho la vasectomía! ¡Coñiiiiioooo, que me estais tocando los cojones yaaaaaaaa!—gritó tío Verdor y, cogiendo a Perry y a Dumbo por las orejas, los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Perry y Dumbo iniciaron una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura. Dumbo, puso su axila en la cara de Perry. Ganó Dumbo, así que Perry, medio muerto por el olor, se tiró al suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
—Verdor —decía tía Putania, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos, pueden estar en cualquier parte. Nunca duermeeee —murmuró tío Verdor, agitado.
—Pero ¿qué podemos hacer, Verdor? ¿Les contestamos? Les decimos que no queremos...
Perry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Verdor yendo y viniendo por la cocina. Pudo ver el refajo de la tía Putania. Prefirió no mirar.
—No —dijo finalmente—. No, ni puto caso. Si no reciben una respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
—Pero...
—¡Chist! ¿Me hago una camiseta que ponga calladita? No pienso tener a uno de ellos en la casa, Putania! ¡Son como una secta! ¡Son como...el Circulo de Lectores! Una vez que te apuntas estás perdido ¿No lo juramos cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?¿No juramos destruir el Anillo de Sauron?
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Verdor hizo algo que no había hecho nunca: visitó a Perry en su alacena.
—¿Dónde está mi carta? —dijo Perry, en el momento en que tío Verdor pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién me escribió? ¿Qué quería? ¿Qué ponía? ¿Dónde, cuando, como? ¿A que huelen las nubes? ¿A que huele lo que no huele? ¿Por qué me miras con cara de sádico? ¿Quieres matarme, verdad?
—Cállate coñiiiiiiooo. Solo era propaganda electoral.—dijo tío Verdor con tono cortante—. La quemé.
—No era propaganda electoral —dijo Perry enfadado—. Soy menor de edad.
—¡SILENCIO! ¡Qué te corro a ostias!—gritó el tío Verdor, y unas arañas cayeron del techo, mientras Perry cogia unas cuentas al vuelo y las guardaba pal postre. Verdor respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que parecía sentir dolor.
—Ah, sí, Perry, en lo que se refiere a que eres menor de edad... Tu tía y yo estuvimos pensando... Realmente si un día nos pillan metiendote aquí...nos van a denunciar por maltrato infantil. Pensamos que estaría bien que te mudes al cuarto de la limpieza.
—¿Por qué? Me gusta estar aquí. Me gustan las arañas. ¡Me gusta ser mujer!—dijo Perry.
—¡No hagas preguntas! —exclamó—. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Duracel tenía cuatro dormitorios: uno para tío Verdor y tía Putania, otro para las visitas (habitualmente Margaritaseisdedos, la hermana de Verdor), en el tercero dormía Dumbo y el último era el armario de la limpieza, donde se guardaban todos los elementos de limpieza de tía Putania. En un solo viaje Perry trasladó todo lo que le pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró alrededor. Era un poco triste dormir entre fregonas, valletas y botellas de Mr.Proper. Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dumbo a su madre.
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
—Pero hijo, si es el cuarto de la limpieza...
—Que nooooooo. Que lo utilizo para...jugar al escondite, si eso.
Perry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a su alacena con la carta a estar allí sin ella.
—Sucios y asquerosos Hobbits. Nos lo robarooooon...
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados. Dumbo se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado patadas en el culo a su padre con los zapatos de Alpanpanyalvinovino, se había puesto malo a propósito, le había sacado un bazoca a su madre, una 9milímetros y una escopeta de caza, y seguía sin conseguir que le devolvieran su armario de la limpieza. Perry estaba pensando en el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el vestíbulo. Tío Verdor y tía Putania se miraban misteriosamente, levantando una ceja, luego la otra, luego las dos a la vez.
Cuando llegó el correo, tío Verdor, que parecía hacer esfuerzos por ser amable con Perry, hizo que fuera Dumbo. Lo oyeron taconear con muso arte en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
—¡Hay otra más! Señor P. Maison, El Armario de la Limpieza, Prohibido Fumar, 4...
Con un grito ahogado, tío Verdor se levantó de su asiento y corrió hacia el vestíbulo, pero no llegó, porque estaba muy gordo y se cansó a los dos metros. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle la carta, lo que le resultaba difícil porque Perry se le había colgado de un pelo de la nariz. Después de un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron puntapiés de los zapatos de tacón de Dumbo, tío Verdor se enderezó con la carta de Perry arrugada en su mano, jadeando para recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu armario de la limpieza —dijo a Perry sin dejar de jadear—. Y Dumbo.. Vete... Vete por ahí anda yaaaaaaaaaa.
Perry paseó en círculos por su nueva habitación, paseó en circulos hasta que hizo un agujero en el suelo. Alguien sabía que se había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo, y otra y otra y otra? Pues la próxima vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan misión imposible.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente (despierta putamariconademierda, mariconzón). Perry lo apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Duracel. Se deslizó por la escalera sin encender ninguna luz. Se comió la barandilla, con escalones incluidos.
Esperaría al cartero en la esquina de Prohibido Fumar y le atracaría cogiendo su carta antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía aceleradamente, tanto que creía que se le iba a salir. Se puso la mano en el pecho, pero en vez de latirle el corazón le latía un ojo, así que dejó su pecho en paz. Mientras atravesaba el recibidor oscuro, se llevaba todo por delante, hacia la puerta.
—¡AAAUUUGGG!
Perry saltó en el aire, estilo Matrix, quedándose colgado en la lámpara del recibidor. Había trompezado con algo grande y fofo que estaba en el felpudo... ¡Algo vivo! ¡Algo asqueroso, repugnante y fuera de lo normal! Ah, era su tío Verdor... ¡COÑIIIIIIOOOOOOOOOOO ERA SU TÍO VERDOR!
Tío Verdor gritó a Perry durante media hora, mientras él escuchaba los pajarillos (lalaralala) y luego le dijo que le hiciera un Colacao. Perry se marchó arrastrando los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al regazo de tío Verdor. Perry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
—Quiero... un Colacao—comenzó, pero tío Verdor estaba rompiendo las cartas en pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Verdor no fue a trabajar. Se quedó en casa y construyó un refugio antinuclear.
—¿Te das cuen? —explicó a tía Putania, con la boca llena de clavos—. Pecadorrrrll, jandemorenawerrr. Aquí no pueden entrar.
—Llora.
—Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Putania, ellos no son como tú y yo. Pueden llegar a ser retorcidos y maqueavelicos. Pueden llegar a ser unos jodidos cabrones que no dejan de dar poculo.
El viernes, ni más ni menos, llegaron para Perry doce cartas. Ni once ni trece. Doce cartas. Como no las podían echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo, las habían dejado en la tostadora, la licuadora, el árbol de Navidel...
Tío Verdor comenzó a enloquecer. Un tic-tac nervioso comenzaba a aparecerle en el parpado del ojo izquierdo, y tenía hinchada la vena de la frente.
El sábado, las cosas comenzaron a alabin alaban alabinbonbam. Vamos que la situación estaba volviéndose un poco absurda, porque ya tenían más papel en la casa, que el Perry pa porros.
La mañana del domingo, tío Verdor estaba sentado ante la mesa del desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, con su tic-tac en el parpado derecho y su vena hinchada en la frente...pero feliz. Casi medio mal, dándole un jamacuco, dándole un chungazo al corazón...pero estaba estupendo el hombre.
—No hay correo los domingos —les recordó alegremente, mientras ponía mermelada en su periódico—. Los funcionarios no curran los domingos. Es el día del señor...
—Avemaríacuandoserásmía...
— Hoy no hay putas cartas...
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas cayeron de la chimenea como las balas. Los Duracel se agacharon, pero Perry saltó en el aire, tratando de atrapar una (mias, mias, mis niñas...y lo que sobre, pa canutos...).
—¡Tos pa fuera! ¡Amonos atomapoculo!
Tío Verdor arreó a Perry una patada en el culo y lo arrojó al recibidor. Cuando tía Putania y Dumbo salieron corriendo, cubriéndose la cara con las manos, tío Verdor cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
—Atoma po culo —dijo tío Verdor, tratando de hablar con calma, pero arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Vamos a hacer un A.L.S. (A La Saca). Quiero que estéis aquí dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. ¡Tos pa fuera!
Vamos, que el hombre estaba como una puta regadera. Era peligroso y buscado por las autoridades locales. Diez minutos después se habían abierto camino a través de las puertas tapiadas y estaban en el troncomóvil, avanzando velozmente hacia la autopista. Dumbo lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el vídeo y el satelite ruso en la bolsa.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Tanto que dieron la vuelta al mundo en 80 minutos. Ni siquiera tía Putania se atrevía a preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Verdor daba la vuelta y conducía un rato en sentido contrario.
—Precausión, amigo conductorl... cuidado con las sendas peligrosas... —cantaba tío Verdor.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche Dumbo aullaba y se retorcía como un perro. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía hambre, tenía sed, tenía frío, tenía ganas de mear, tenía gambas, chopitos, croquetas y jamón... se había perdido UPA dance el día que bailaban copla y nunca había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de ordenador, amos que le estaba viniendo el mono.
Tío Verdor se detuvo finalmente ante un hotel de una estrella, de esos que si los pilla sanidad se caga la perra, en las afueras de una gran ciudad. Dumbo y Perry compartieron una habitación con camas gemelas y sábanas apolilladas, húmedas y gastadas. Dumbo roncaba, pero Perry no podía dormir, porque había una gotera justo encima de su cabeza y le goteaba en el ojo, asi que permaneció despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las luces de los coches que pasaban y deseando saber...
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y tomates de lata. A tío Vernon tuvieron que hacerle un ColaCao, y a Tía Putania un whisky solo (doble, con hielo y una rajita de limón). Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se acercó a la mesa.
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor P. Maison? Tengo como cien de éstas en el mostrador de entrada.
Extendió una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor P. Maison
Habitación 17
Hotel I singing in the rain
CokaColaLightAlLimón
Perry fue a coger la carta, pero tío Verdor le pegó en la mano (quita niñioooooooo). La mujer los miró asombrada.
—Yo las recogeré —dijo tío Verdor, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola.
—¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Putania tímidamente, unas horas más tarde, pero tío Verdor no pareció oírla. Qué era lo que buscaba exactamente, ¿A Wally? Nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró alrededor, negó con la cabeza, volvió al troncomóvil y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedió en medio de un campo arado, en la muralla china y en la punta más alta del Himalaya.
— A papá se le ha ido la olla, ¿verdad? Nos ha secuestrado y quiere matarnos sangrientamente—dijo Dumbo a tía Putania aquella tarde. Tío Verdor había aparcado en la costa, los había encerrado y había desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del troncomóvil. Dumbo gimoteaba.
—Es lunes —dijo a su madre—. Hoy echan Ana y los Siete. Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor. Me voy a perder a Ana Obregón y está mu wena.
Lunes. Eso hizo que Perry se acordara de algo (N/A: lo que hizo que se sorprendiera incluso a si mismo). Si era lunes (N/A: y lo era, ya que Dumbo nunca se perdía Ana y los Siete), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once de Perry. Claro que sus cumpleaños nunca habían sido labomba, aunque había habido un año que le habían comprado a Perry un billete de viaje a Irak, seguramente pa ver si con un poco de suerte le caía una bomba, pero como no le habían querido comprar el de vuelta y Perry era menor de edad, no había podido ir. Sin embargo, no se cumplían once años todos los días, solo el día de tu cumpleaños.
Tío Verdor regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no contestó a tía Putania cuando le preguntó qué había comprado.
—¡He encontrado el lugar perfecto divinodelamuerte! —dijo—. ¡Amos! ¡Tos pa fuera!
Hacia mucho frío cuando bajaron del troncomóvil. Tío Verdor señalaba una miserable choza parecida a la chavola de Heidi, solo que ni estaba en la montaña, ni había cabras, ni na de na, sino que estaba sobre una roca en medio del mar.
—¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío Verdor, aplaudiendo con cara de loco perturbado—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente (a cambio de una aceptable suma de dinero, pero eso si, gentilmente) alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado y más feo que pegarle a un padre se acercó a ellos, señalando un viejo bote con un agujero en el fondo que se balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Verdor—. ¡Así que todos a la saca!
En el bote hacía un frío horrorroso. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro mientras Perry achicaba agua para que el barco no se hundiera. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Verdor los condujo hasta la casa que se caía a cachos.
El interior era horrible, era peor que el exterior: había un fuerte olor a...a no, era Dumbo; el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera, había mugre por el suelo y la chimenea estaba mu perjudicá, vamos un verdadero asco. Sólo había dos habitaciones.
La comida de tío Verdor no resultó ser un gran festín, sino cuatro plátanos de canarias y un paquete de Doritos a la barbacoa para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero na de nas.
—Pues mira, al final las cartas van a valer pa algo —dijo alegremente haciendo fuego con ellas. Estaba de muy buen humor ya que creía que nadie los iba a encontrar allí, en medio del mar, quien sabe onde.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las altas olas chocaba contra las paredes de la chavola y el feroz viento golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Putania encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dumbo en el sofá. Ella y tío Verdor se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Perry tuvo que contentarse con dormir en el suelo como un perry.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Perry no podía dormir. No sabía como se las arreglaba, pero siempre acababa durmiendo bajo un gotera que le salpicaba en el ojo. El reloj luminoso de Dumbo, con radio y calculadora incorporada, sumergible a 3000 metros de profundidad o más (N/A: que te estalle la cabeza bajo la presión del agua y el reloj sigue funcionando), ultima tecnología, colgado de su gorda muñeca, informó a Perry de que tendría once años en diez minutos.
Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Duracel se acordarían y le regalarían otro viaje a alguna isla desierta y paradisiaca, porque si asi fuera, con el frio que estaba pasando, se plantearía tal viaje...
Cinco minutos. Cuatro minutos. Tal vez la casa de Prohibido Fumar estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que podría robar una.
Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿por qué no dejaba de hacerse preguntas estúpidas y dejaba pasar el tiempo de una vez?
Un minuto y tendría once años. Perry esperaba ansioso con su copa llena de uvas, su matasuegras en la boca y su gorrito de Navidad. Treinta segundos... veinte... diez... nueve... "primero van los cuartos y luego las campanadas" se recordó Perry cuando se dio cuenta que no era año nuevo, sino su cumpleaños... tres... dos... uno...
DING-DONG.
Toda la chavola se estremeció con el grave sonido y Perry se enderezó, creyendo que sus calzoncillos habían cambiado de color. Alguien estaba fuera, llamando al timbre.
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