Ou yeah!!! Aki está el capítulo six de la saga Perry Maison y el Pedrolo pa fumar!!!

Maki-P: Gracias por tu apoyo, me encanta que te encante y si, por supuesto que mis personaje están metidos en todo tipo de perversiones, drogas, alcohol, prostitución o todo en uno!!! jajaja. Espero que te guste el capítulo y que sigas leyendo a nuestro querido Perry... saludos!!!

Lara: Nopasananopasananopasana!!! Los examenes es lo que tienen, yo también he estao igual!! Me alegro que te haya gustao y todo eso, tu si que eres la caña wapisima!! Te amoooo jajaja!!! y no le tomes a mal al pobre Perry... esque su madre tomó medicamentos estando embarazada (si si, medicamentos).

kjdgfoiuds: cuantas veces os he dicho que no fumeis porros cuando esteis mandandome un review?? ninguna?? pues os lo digo ya... q no tenga q volver a repetirloooo!!! Solo se fuma posterior y anteriormente!!!

Y sin más dilación:

Capítulo 6:

El viaje desde el andén nueve, tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipotenusa menos el cateto opuesto (ara vas y lo haces tío listo).

El último mes de Perry con los Duracel, la verdad estaban de un poquito de malaostia. Es cierto que Dumbo le tenía miedo y no se quedaba con él en la misma habitación por miedo a que este practicara perversiones sexuales con él, y que tía Putania y tío Verdor no lo encerraban en la alacena ni lo obligaban a lavarse los dientes antes de acostarse ni nada de eso. En realidad, parecían pasar de su culo mu Olímpicamente. Mitad acojonados, mitad demalaostia, se comportaban como si la silla que Perry ocupaba estuviera vacía, como si del Sexto Sentido se tratase. Aunque aquello significaba que la vida iba guay, sentirse ignorado de aquella manera tan atroz le resultaba deprimente.

Perry se quedaba en su habitación, la china de Hardcore y con su nueva lechuza por compañía. Decidió llamarla Heremiasjonson, un nombre que encontró en una revista de cine Fotogramas. Los libros del colegio eran una mierda como todos los libros de texto del colegio. Por la noche hacía crucigramas y a mirar a las musañanas que pululaban en el ambiente hasta tarde, mientras Heremiasjonson entraba y salía como Pedro por su casa por la ventana o por la puerta, según le diera. Era una suerte que tía Putania ya no entrara en el armario de las mopafácils, porque Heremiasjonson llevaba ratones muertos que descuartizaba satánicamente sobre el edredón de su cama. Cada noche, antes de dormir, Perry se contaba un cuento para poderse dormir mejor, ya que aquel cambio de habitación le había provocado una falta de sueño masumenos seria.

El último día de agosto pensó que era mejor hablar con sus tíos para poder ir a la estación de King Africa, al día siguiente, porque sino no sabía como coño iba a poder ir hasta allí él solo. Así que bajó al salón, donde estaban viendo los documentales de la 2. Se aclaró la garganta a modo de serenata, para que supieran que estaba allí (porsi no se habían dado cuenta), y Dumbo gritó y salió corriendo tan rápido que la casa tembló como si pasara por medio del salón una manada de elefantes.

—Hum... ¿Tío Verdor? – dijo mareado de los bamboleos de la casa.

Tío Verdor gruñó, para demostrar que lo escuchaba, y para demostrar también quizás su parentesco cercano con la familia del ganado porcino.

—Hum... necesito un favorcito, pequeñitopequeñitopequeñito, tengo que ir a King Africa para... para ir a Hodasnon.

Tío Verdor gruñó otra vez, por lo que Perry extrañado le miró a la cara y vio que estaba sobando.

—¿Tío Verdor? Tío... ¡tío Verdor!

El tío Verdor, al ver que ya no podía disimular por mucho tiempo su profundo descanso, se despertó de golpe.

—¿Qué, qué quieres? ¡No tengo dinero!

—¿Podría ser que me lleves hasta allí? Porfiporfiporfi, anda ¿si?

—Que vale jodío niño, lo que sea con tal de perderte de vista.

—Muchas grasiasgrasiasgrasias.

Estaba a punto de volver a subir la escalera, cuando tío Verdor dijo:

—Pos no sois tan chulos que vais en tren. ¿Las alfombras mágicas estarán todas pilladas?
Perry no contestó nada.

—¿Y ande queda ese colegio, ein?

—Nuse —dijo Perry; dándose cuenta de eso por primera vez. Sacó del bolsillo el billete que Hardcore le había dado—. Tengo que coger el tren que sale del andén nueve y tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipotenusa menos el cateto opuesto, a las once de la mañana —leyó.

Sus tíos lo miraron asombrados.

—¿Andén por dónde?

—Nueve y tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipotenusa menos el cateto opuesto.

—No digas estupideces —dijo tío Verdor—. No hay ningún andén nueve y tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipoesclerosis múltiple esa.

—Eso dicen.

—Gilipollas —dijo tío Verdor—. Son todos unos gilipollas. Ya lo verás chaval. Tú espera...espera. Enga va, te llevamos a King Africa...pero no vuelvas más nunca. De todos modos, como tenemos que ir a Londres mañana. Si no, no me molestaría (amos que se ha creído el niñiomierda este.

—¿Y poqué vais a Londres? —preguntó Perry tratando de mantener una condición de padre-hijo, más o menos desde el punto de vista...ese mismo.

—Llevamos a Dumbo al hospital —gruñó tío Verdor—. Para que le hagan una rinoplastia antes de que vaya a Alpanpanyalvinovino.

A la mañana siguiente, Perry se despertó a las cinco porque se había puesto tanto que no podía dormir y se estaba comiendo tol techo de la habitación. Se levantó y se puso dos tiros de jaco: no quería andar por la vida como si no fuera un yonki, amos...ni mucho menos, que quería mantener su mala reputación. Miró otra vez su lista de Hodasnon para estar seguro de que tenía todo lo necesario, se ocupó de meter a Heremiasjonson en su jaula y luego se paseó por la habitación, esperando que los Duracel dejaran de roncar. Dos horas más tarde, el pesado baúldelosrecuerdos de Karina...digo, de Perry estaba cargado en el troncomóvil de los Duracel y tía Putania había sobornado a Dumbo para que se sentara con Perry, para poder irse de una puta vez.

Llegaron a King Africa a las diez y media. Tío Verdor cargó el baúldelosrecuerdos de Perry en un carrito y lo llevó por la estación. Perry pensó que era una rararararara amabilidad, hasta que tío Verdor se detuvo, mirando los andenes con una sonrisa macabra.

—Bueno chaval, pos ya hemos llegao, aquístás. Andén nueve, andén diez...¿y el tuyo anden cojones está?

Tenía razón, por supuesto, aunque le costaba admitirlo. Había un gran número nueve, de plástico, sobre un andén, un número diez sobre el otro y, en el medio, na, lo que se dice na.

—Anda y que te den, ahí te quedas —dijo tío Verdor con una sonrisa que entoavia acojonaba más que la de antes. Se marchó sin decir ni mus. Perry se volvió y vio que los Duracel se alejaban (BIEEEEENN!!!). Los tres se estaban partiendo toa la polla, pero asi, como te lo digo, tal cual.

Perry sintió la boca seca, nos ha jodio, con la sed que dan los putos porros. ¿Qué haría con su vida? Estaba llamando la atención, a causa de Heremiasjonson. Jodío pajarraco...Tendría que preguntarle a alguien.

Preguntó a un retrovisor de esos que te pican el billete en el tren y ati no te hace ni puta gracia que te agujeren el tiket, pero no se atrevió a mencionar el andén nueve, tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipotenusa menos el cateto opuesto. El retrovisor ese nunca había oído hablar de Hodasnon, y cuando Perry no pudo decirle ande quedaba, comenzó a tocarle los webos, como si pensara que Perry se hacía el tonto a propósito o esque el pobre venía asin de fábrica. Sin saber qué hacer, Perry le preguntó por el tren que salía a las once, pero el retrovisor le dijo que no había ninguno. Al final, el retrovisor se alejó, murmurando algo sobre la madre del criomierda este que le hacía perder el tiempo. Según el gran reloj que había sobre la tabla de horarios de llegada, tenía diez minutos para coger el tren a Hodasnon y no tenía ni puta idea de qué podía hacer. Estaba en medio de la estación con un baúldelosrecuerdos que pesaba un webo y parte del otro, un bolsillo lleno de pelas a rebosar y una jaula con una lechuza mu chuza.

Hardcore debió de olvidar decirle algo que tenía que hacer, como dar un golpe al ladrillo ese del bar en el que casi se comete una violación en el callejón Molamogollón, y para colmo en el metro no había cobertura y no le podía llamar. Se preguntó si debería sacar su batuta y comenzar a matar a toa la peña hasta quedarse solo ¿o como?, entre los andenes nueve y diez (en el once ya no, que son personas humanas).

En aquel momento, un grupo de gente mu rararararara pasó por su lado y se cogcó de unas pocas palabras.

—... lleno de muggres, por supuesto...

Perry se volvió para mirarlos porque ya sabemos que era un poco maru. La que hablaba era una gorda, que se dirigía a cuatro niñatos, todos con el pelo de color verde fosforito, más que un señalador pal cole. Cada uno empujaba un baúldelosrecuerdos, como Perry, y llevaban una lechuza.
Con los cojones de corbata, Perry empujó el carrito detrás de ellos. Se detuvieron y los imitó y luego se puso a hacer de mimo también (a correr contra el viento, lo del cristal, a abrir puertas indivisibles...), parándose lo bastante cerca para marujear y por lo menos enterarse del nodo.

—Y ahora, ¿cuál es el número del andén? —dijo la madre.

—¡Nueve y tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipotenusa menos el cateto opuesto! —dijo la voz aguda de una niña gritona, también peliverdosa, que iba de la mano de la gorda de su madre—. Mamá, ¿no puedo ir...?

—No tienes edad suficiente, Gintonic. Quietecita mona. Muy bien, Martiniconlimón, tú primero.
El que parecía el mayor de los chicos se dirigió hacia los andenes nueve y diez. Perry no perdía detalle (menuda familia de alcohólicos). Pero justo cuando el peliverdoso llegó a la división de los dos andenes, una panda de japoneses con sus mierdas de cámaras de fotos, tamaño grillo pasó frente a él y derrapó (uuuuyyyyyy), cuando se alejaron, el muchacho volvió a lo mismo y desapareció.

—JB, eres el siguiente —dijo la tía gorda.

—No soy JB, soy Blodimery —dijo el muchacho—. Joe, tía, paece que somos adoptados o yo que sé ¿No te das cuenta de que yo soy Blodimery? Que tengo el pelo verde manzana, y él lo tiene verde guardiacivil.

—Lo siento, Blodimery, amorcillo.

—Estaba de coña hombreee, soy JB —dijo el muchacho, y se alejó. Debió pasar, porque un segundo más tarde ya no estaba. Pero ¿cómo lo había hecho? Su hermano gemelo fue tras él: el tercer hermano iba rápidamente hacia la taquilla (estaba casi allí) y luego, súbitamente, no estaba en ninguna parte.

No había nadie más.

—Un momentito señora —dijo Perry a la gorda marimandona

—Hola, wapeton —dijo—. Primer año en Hodasnon, ¿non? Ron también es nuevo en el mundillo de la fiesta.

Señaló al último y menor de sus hijos varones. Era alto, flacucho y pecoso, con manos y pies grandes y una larga nariz (joe, todo un portento).

—Sí —dijo Perry—. Lo que pasa egque... egque no se cómo...

—Hijo, no te preocupes la primera polución nocturna es normal a tu edad.

—No, no, señora no se equivoque...que yo me mato a pajas, mire, mire los callos...

—Entoces ¿Como entrar en el andén? ¿Eso es lo que quieres saber? Joe mas decepcionao...—dijo, y Perry asintió con la cabeza.

—No te preocupes...es muy fácil —dijo—. Lo único que tienes que hacer es dar saltos a la pata coja, cargando con el baúldelosrecuerdos y la lechuza en el costao mientras recitas a Calderón de la Barca entre los dos andenes. No te detengas y no tengas miedo de hacer el ridículo, eso es muy importante, que no te ve nadie. Lo mejor es ir deprisa, por si te caes ya vas rodando. Anda tira antes que Ron.

—Hum... Enga, habrá que intentarlo —dijo Perry.

Cargó con el baúldelosrecuerdos debajo del brazo derecho, debajo del brazo izquierdo se puso la jaula de la lechuza, en la boca llevaba el billete, y colgando de la oreja la batuta. Comenzó a dar saltos entre los dos andenes, a todo esto la gorda se partía el pecho porque le había engañado vilmente. Perry estaba dando el espectáculo de su vida, que ni en el Circo del Sol ese, macho.

Después de hacer un rato el moñas, se cansó y comenzó a andar. La gente que andaba a su alrededor le miraba mu mal, pensaban que el niño era retrasado, e incluso los hubo que le tiraron monedas. Iba a chocar contra la taquilla y tendría problemas con la ley. Se cargó el baúldelosrecuerdos a la espalda y comenzó a correr (la barrera se acercaba cada vez más). Ya no podía detenerse (había alcanzado la velocidad absurda), ya estaba allí... Cerró los ojos mu fuerte, que casi se le hacen trenzas en las pestañas, preparado para el ostión yyyyyy...

Pero no llegó. Siguió palante. Abrió los ojos, a duras penas con sus estupendas pestañas rizadas.
Una locomotora de vapor, de color escarlata, esperaba en el andén lleno de gente. Un rótulo decía: «Expreso de Hodasnon, 11 h». Perry miró hacia atrás y vio una arcada de hierro donde debía estar la taquilla, con las palabras « El Andén Nueve, Tres Cuartos y La Raíz Cuadrada De La Hipotenusa Menos EL Cateto Opuesto».

Lo había logrado. Bieeeeennn!!!

El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud, haciéndo sufrir a la gente con problemas de asma, mientras que gatos de todos los colores, olores y sabores iban y venían entre las piernas de la gente. Las lechuzas se mandaban sms al móvil unas a otras, con una malaostia particular, por encima del ruido de los marujeos generales y el movimiento de los pesados baúlesdelosrecuerdos.

Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, que eso parecía el metro de Tokio en hora punta, algunos asomados por las ventanillas potando antes de que arrancara el tren (esque no había biodraminas de esas pa los mareos), otros tirándose de los pelos por los asientos que iban a ocupar. Perry cargó con sus trastos por el andén, buscando un asiento vacío. Pasó al lado de un chico con carapan que decía:

—Abuelita dime tú, donde coño he puesto mi rana.

—Oh, Nevaditos —oyó que suspiraba la anciana.

Un muchacho de pelos tiesos estaba rodeado por un

—Déjanos mirar, Levis, vamos quítate del medio.

El muchacho levantó la tapa de la caja que llevaba en los brazos, y los que lo rodeaban gritaron cuando del interior salió una larga cola peluda.

Perry se abrió paso hasta que encontró un compartimiento vacío, cerca del final del tren. Primero puso a Heremiasjonson y luego comenzó a empujar el baúldelosrecuerdos hacia la puerta del vagón. Trató de subirlo por los escalones, pero sólo lo pudo levantar un poco antes de que se cayera rompiéndole el escafoides del tobillo derecho, que todos sabemos que es un hueso mu frágil (siiiiiiiiii claaaaro, de toa la vida).

—¿Quieres que te eche una mano? —Era uno de los gemelos peliverdosos, a los que había seguido a través de la barrera de los andenes.

—¿Dónde me vas a hechar mano golosón? —jadeó Perry.

—¡Eh, JB! ¡Ven a ayudar!

—Eeeeh, mariconadas las justas, y de trios trios menos...

Con la ayuda de los gemelos, el baúldelosrecuerdos de Perry finalmente quedó en un rincón del compartimiento.

—Gracias —dijo Perry, haciéndo le movimiento de L´oreal porqueyolovalgo para quitarse el pelo de la frente.

—¿Eso qué es lo que eh? —dijo de pronto uno de los gemelos, señalando el brillante tatuaje de Perry

—Ostia—dijo el otro gemelo—. ¿No serás...el menda ese...?

—Es él, fijo —dijo el primero—. Eres tú, ¿non? —se dirigió a Perry.

—¿Lo qué? —preguntó Perry.

—Perry Maison —respondieron a coro.

—Ah, joder ese —dijo Perry—. Digo...yo mismo in myself.

Los dos peliverdosos lo miraron boquiabiertos y Perry sintió que se ruborizaba. Entonces, para su alivio, una voz llegó a través de la puerta abierta del compartimiento.

—¿JB? ¿Blodimery? ¿Estáis o no estáis? Esque paece que os vais...

—Ya vamos, vieja...que coñazo tía...

Con una última mirada a Perry, los gemelos saltaron del vagón.

Perry se sentó al lado de la ventanilla. Desde allí, medio que no se le veía, podía observar a la familia de peliverdosos en el andén y oír lo que decían. La madre acababa de sacar un pañuelo.

—Ron, tienes algo en la nariz. Mira que te he dicho que no te pongas de perico antes de los viajes, que luego te comes un bajonazo y lo vomitas todo.

El menor de los varones trató de esquivarla, pero la madre lo sujetó y comenzó a frotarle la punta... de la nariz sin ningún miramiento.

—Mamá, déjame... que no ha sobrao na, no te esfuerces —exclamó apartándose.

—¿Ah, el pequeñito Roni tiene algo en su naricita? —dijo uno de los gemelos.

—Achanta... no me calientes que voy hasta las cejas y no respondo —dijo Ron.

—¿Dónde está Martiniconlimón? —preguntó la madre.

—Ahí viene.

El mayor de los peliverdosos se acercaba a ellos. Ya se había puesto la ondulante poncho negro de Hodasnon como buen niñopijo que se precie, y Perry notó que tenía una insignia plateada en el pecho, con la letra P.

—No me puedo quedar mucho, mamá —dijo—. Tengo que cuidar mi reputación, ya sabes, siempre ha habido clases. Estoy delante, los pelotas tenemos dos compartimientos...

—Oh, ¿tú eres un Pelota, Martiniconlimón? —dijo uno de los gemelos, con aire de gran sorpresa—. Tendrías que habérnoslo dicho, no teníamos ni zorra.

—Espera, creo que recuerdo que nos dijo algo... —dijo el otro gemelo—. Una vez...

—O dos...

—O tres...

—O tol rato... pesaaaaooo...

—A callarse coño —dijo Martiniconlimón, el Pelota.

—Y a todo esto, ¿por qué Martiniconlimón tiene poncho nuevo? —dijo uno de los gemelos.

—Porque él es el Pelota, y hace la pelota a su madre—dijo afectuosamente la madre—. ¿Verdad cariño?, que tengas un buen año. Envíame una lechuza cuando llegues allá.

Besó a Martiniconlimón en la mejilla (muaaac) y el muchacho se fue agqueado. Luego se volvió hacia los gemelos.

—Araaaa, vosotros dos... Que este año sos de bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que habéis hecho... estallar un inodoro o... o cambiarle a la profesora RonalMcDonalls las pastillas del infarto por extasis...

—¿Hacer estallar un inodoro? Además, lo de las pastillas fue un descuido, y la mujer parecía necesitarlas...un poco de vidilla.

—Pero es una gran idea, mamá. Espera que lo apunto.

—No tiene ni puta gracia. Y cuidad de Ron, que está con el pavo.

—No te preocupes, el pequeño Roni estará seguro con nosotros.

—Achanta, que al final te meto —dijo otra vez Ron. Era casi tan alto como los gemelos y su nariz todavía estaba rosada, en donde su madre la había frotado.

—Eh, maaaaama, ¿adivinas a quién acabamos de ver en el tren?

— ¿A Bin Laden? ¿A Wally? ¿A Curro? ¿A tu vieja en bolas? ¿A...?

—Mamá. Un poquito de por favor, que somos personas humanas...

Perry se agachó rápidamente para que no lo descubrieran.

—¿Os acordáis del sundormal ese que estaba pegando saltos en el andén? ¿Sabéis quién es?

—¡Iluminame!

—¡Perry Maison!

Perry oyó la voz de la niña.

—Maaaama, ¿puedo subir al tren pa verlo? Quiero que me firme mis discos de Bisbal.

—Ya lo has visto, Gintonic no seas plasta y, además, el pobre chico es mono, pero no es pa tanto. ¿Es él realmente JB? ¿Cómo lo sabes?

—Hombre, lo pone en la botella. Además el JB se distingue fácilmente por su calidad incomparable para ponerme pedo.

—No, Perry Maison. Se lo pregunté. Vi su tatuaje. Mazo guapo. ¿Puedo hacerme uno de esos de amor de madre?

—¡No! ¿Turs tonto o que? Animalico... No es raro que esté solo, con lo feo que es. Fue tan amable cuando me preguntó cómo llegar al andén... fui tan cabrona con él, que ahora me siento mal... bueno tampoco me quita el sueño.

—Eso no importa. ¿Crees que él recuerda cómo era Tu-ya-sabes-quien-te-digo-y-si-no-vas-y-lo-cascas-que-a-mi-me-da-cagalera-decirlo?

La madre, súbitamente, se puso muy seria.

—No digas palabrotas, JB. No, no te atrevas. Amos, amos, que niño.

—Vale, vale, joder-ostias-coño-lamierda, como se pone la puta-vieja-de-los-cojones.
Se oyó un silbido.

—Echando patas —dijo la madre, y los tres chicos subieron al tren a toa ostia. Se asomaron por la ventanilla para que los besara y la hermanita menor comenzó a llorar.

—No llores, Gintonic, si la historia no está quedando tan mal, hasta está quedando guay, la escritora es una mongola, pero amos, la historia... lo que es la historia está bastante bien... te fumas unos petas y te echas unas risas— dijo Blodimery — Y ya caerá algún inodoro de Hodasnon.

—¡Blodimery!

—Que era una broma joe...

El tren comenzó a moverse. Perry vio a la madre de los peliverdosos agitando la mano y a la hermanita, mitad llorando, mitad riendo, corriendo para seguir al tren y llevándose por delante todos los postes de la luz, hasta que éste comenzó a acelerar y entonces se quedó saludando y sudando, porque vaya carrerita más tonta.

Perry observó a la madre y la hija hasta que desaparecieron, cuando el tren giró. Las casas pasaban a toa ostia por la ventanilla. Perry sintió una ola de excitación ante lo desconocido, egque como no tenía bonotransporte, nunca había montado en tren, y estaba un pelín acojonado. No sabía lo que iba a pasar... pero sería mejor que lo que dejaba atrás.

La puerta del compartimiento se abrió y entró el menor de los peliverdosos.

—¿Hay alguien sentado ahí? —preguntó, señalando el asiento opuesto a Perry.

— Si, Benito-Camela, es mi amigo imaginario, pero entra y toma asiento.

Perry negó con la cabeza ante la incredulidad del chaval y el muchacho se sentó. Lanzó una mirada a Perry y luego desvió la vista rápidamente hacia la ventanilla, como si no lo hubiera estado observando, intentando disimular, mu mal por cierto. Perry notó que todavía tenía una mancha blanca en la nariz.

—Eh ¡¿que pasa Ron?!

Los gemelos habían vuelto.

—Mira, nosotros nos vamos pa allá, porque Levis Strauss tiene una araña enorme y peluda. Vamos a practicar una disección.

—Ok —murmuró Ron.

—Perry —dijo el otro gemelo—, ¿te hemos dicho quiénes somos? Aquí los mendas JB y Blodimery Whisky, para servirle. Y él es Ron, el tonto de nuestro hermano, aunque la verdad no es hermano nuestro, es del butanero y el pelo se lo tiñe para aparentar. Weno, ya nos oleremos.

—¡Que os pireis! —dijeron Perry y Ron. Los gemelos salieron hechando ostias y cerraron la puerta (menos humos y sin portazos por favor).

—¿Eres realmente Perry Maison? —dejó escapar Ron.

—No, en realidad no...es un anuncio, cosas del directo. Pos claro que soy yo, peazo sundormal.

—Oh... bien, pensé que podía ser una de las coñas de JB y Blodimery —dijo Ron—. ¿Y de verdad tienes eso tan... ya sabes...?

—¡Hombre, la tengo de un tamaño considerable, pero no es pa tanto!

—Joder, no me refiero a tu miembro sexual, sino a eso —Señaló la frente de Perry.

Perry se levantó el flequillo para enseñarle el luminoso tatuaje. Ron la miró con atención.

—¡Guauuuu! Yo quiero uno como ese, pero... ¿duele o que?

—Sí —dijo Perry—, pero no puedo recordar como me lo hicieron... esque tengo poca retención de líquidos.

—¿Na de na? —dijo Ron en tono anhelante.

—Bueno... recuerdo una moto que volaba, pero nada más.

—Enga hombre, eso si que no se lo cree nadie, que fumao —dijo Ron. Contempló a Perry durante unos instantes y luego, como si se diera cuenta de lo que estaba haciendo, con rapidez volvió a mirar por la ventanilla (joe tronco, parece que te mola).

—¿Sois una familia de magos de la pandi? —preguntó Perry, ya que encontraba a Ron tan interesante como Ron lo encontraba a él, o más.

—Oh, pa mi que si —respondió Ron—. Pero hoy en día lo de la pandi está mu malamente.

—Entonces ya debes saber lo tuyo de Magiapotagia.

Era evidente que los Whisky eran una de esas antiguas familias de magos de la muerte de las que había hablado el muchacho pijomierda del callejón Molamogollón.

—Oí asín de paso, que te habías ido a vivir con muggres —dijo Ron—. ¿Cómo son?

—Joputas... Bueno, no todos ellos. Mi tía, mi tío y mi primo sí lo son. Me hubiera molado tener tres hermanos magos y poder montar unas fiestas del copón y desmadre.

—Cinco —corrigió Ron (toma, menuda coneja la vieja!!). Por alguna razón parecía más aplatanao que los plátanos de Canarias—. Soy el sexto en nuestra familia que va a asistir a Hodasnon. Podrías decir que tengo el listón tan alto que no llego ni a la de tres. Ballantines y Larios ya han terminado. Ballantines era delegado de clase y Larios era capitán de queteladás. Ahora Martiniconlimón es Pelota. JB y Blodimery son muy cabroncetes, pero sacan muy buenas notas (aunque no les gusta que se sepa porque daña su mala reputación) y todos los consideran la ostia.

Todos esperan que yo esa la ostia hablando tranquilamente, pero será un poco como repetirme más que un petit-suise de fabada asturiana, porque ellos ya lo hicieron primero. Aemás, estrenas nada nuevo, con cinco hermanos. Me dieron los gallumbos de Ballantines, la batuta vieja de Larios y el viejo hámster de Martiniconlimón

Ron buscó en su chaqueta y sacó un gordo hámster gris, que estaba dormido y parecía ser más vieja que el cagar.

—Se llama Barnie y es un poco patética, se pasa el día sobando. A Martiniconlimón, papá le regaló una lechuza, porque lo hicieron Pelota, pero como somos más pobres que Kenny, que tuvo que hipotecar por segunda vez su chavola de cartón... me dieron a Barnie.

Las orejas de Ron enrojecieron. Parecía pensar que había hablado demasiado (y no solo lo pensaba, sino que a Perry le habían entrado ganas de beber arsénico), porque otra vez miró por la ventanilla.

Perry no creía que hubiera nada malo en no poder comprar una lechuza de esas. Después de todo, él nunca había tenido ni un puto duro en toa su vida, hasta hacía un mes que se había enterado que tenía tanta pasta que daba mugre el chaval, asín que le contó a Ron que había tenido que llevar la ropa vieja de Dumbo y sus gallumbos, que le daban tres vueltas, y que nunca le hacían regalos de cumpleaños. Eso pareció animar a Ron (N/A: que joputa, riéndose de las desgracias ajenas).

—... y hasta que Hardcore me lo contó, yo no tenía idea de que era un mago de la pandi, ni sabía nada de mis viejos o Valdemorillo...

Ron bufó, gritó, arañó y a grandes rasgos parecía disgustado.

—¿Lo qué pasa? —dijo Perry.

—Has pronunciado el nombre de Tu-ya-sabes-quien-te-digo-y-si-no-vas-y-lo-cascas-que-a-mi-me-da-cagalera-decirlo —dijo Ron, tan de "ni me toques, ni me hables" como "tío eres el puto amo" amos un puto lío sentimental —. Yo creí que tú, entre todas las personas humanas...

—No estoy tratando de hacerme el héroe, "eh, soyelmejordeluniverso" ni nada por el estilo al decir su nombre... bueno, quizás un poco si, pero si no me doy importancia no me toman en serio—dijo Perry—. Aemas no sabía que no se podía de decirl. ¿Lo ves, lo ves, que no me pispo ni de mi nombre? Tengo tantas cosas que aprender... y tan pocas ganas... Seguro —añadió, diciendo por primera vez en voz alta algo que últimamente como que le había jodío el rato—, seguro que las cateo todas.

—Anda, que no andas na. Hay muchos que vienen de familias muggres y aprenden mu rápido.

Mientras conversaban, el tren había pasado por campos llenos de vacas y vacos, caballos y caballas, ovejas y ovejos...haciendo guarreridas españolas. Se quedaron mirando un rato, en silencio, mientras se la cascaban....

A eso de las doce y media se produjo un alboroto en el pasillo, y una mujer con cara sonriente, como la de la vaca que ríe, se asomó y les dijo:

—¿Queréis algo guapetones? ¿Una Coca-cola, una servidora...? (N/A: endeverdad, toas las viejas tirando los trastos a los pobres chavales).

Perry, que no había desayunao na, se levantó de un salto, pero las orejas de Ron se pusieron otra vez coloradas y murmuró que su madre le había dao unos bollicaos pal camino. Perry salió al pasillo.

Cuando vivía con los Duracel nunca había tenido un puto duro para comprarse golosinas y, puesto que tenía los bolsillos repletos de pasta gansa, estaba listo para comprarse to lo que hubiera sin nisiquiera pensárselo tres veces, a no ser que fuera un garito con barra libre. Pero la mujer no tenía Mars, ni Kit-Kat ni na de eso. Sinencambio, tenía Grageas Betty Boop de Todos los Sabores, Colores y Olores, chicle Boomer, piruleta de corazón, empanada gallega, ranas de chocolate, pasteles de olla-express, batutas de regaliz y otra cantidad de cosas extrañas capaces de provocarte una úlcera, que Perry no había visto en su puta vida. Como no deseaba perderse nada, compró un poco de todo y pagó a la mujer con un cheque.

Ron lo miraba con cara de gilipollas, mientras Perry depositaba sus movidas sobre un asiento vacío.

—¿Tú hambre, lo que se dice hambre, no tenías, verdad?

—Mazo mogollón que te pees —dijo Perry, arrancándole mu bestialmente la cabeza a una empanada gallega con forma de papa pitufo.

Ron había sacado un arrugado paquete, con cuatro bollicaos, que daba un poco como de asco. Podía verse el chocolate líquido saliendo por los laterales. Separó uno y dijo:

—Joder con mi vieja... mira que le he dicho que no me ponga bollicaos que me salen granos. Y a mi, los unicos granos que me salen son pornofo...

—Te lo cambio por uno de éstos —dijo Perry, pasándole un pastel—. Sírvete tú mismo...

—No te va a gustar, es asqueroso —dijo Ron—. Ella no tiene mucho tiempo, baja ahí a la esquina y compra lo primero que pilla —añadió rápidamente—... Ya sabes, como somos un coñazo y encima somos cinco.

—Amoooo, cómete algo chico —dijo Perry.

— Más quisiera yo, tronco, pero con esta cara no me como ni los mocos.

—¿Esto qué es lo que es? —preguntó Perry a Ron, cogiendo un envase de ranas de chocolate—. No serán de verdad, ¿no? Que a mi me dan, como que mucho agco.

—Que no hombre, que nooooo, que son de palo —dijo Ron—. Pero mira qué cromo más molone. A mí me falta Lagripe.

—¿Lo qué?

—AH CLARO, esque túrs tonto... Las ranas de chocolate llevan cromos, ya sabes, de esos que los pegas en el album, como los de Shin-Chan, pero de brujas y magos de la pandi. Yo tengo como quinientos o más, pero no consigo ni a Lagripe ni a Tolomeo-tolocago.

Perry desenvolvió su rana de chocolate y sacó el cromo. En él estaba impreso el morostro de un hombre. Llevaba unos lupos de viejo que te cagas, con una tocha que parecía la muerte del loro, y unos pelos de mazo heavy que te cagas, de lo guarro que parecía el tío, y unas barbas y unos bigotes que BinLaden quisiera. Debajo de la foto estaba el nombre: Gandalf.

—¡Así que éste es er Gandalf! —dijo Perry.

—¡Jodas que no le conoces, tío! —dijo Ron—. ¿Puedo pillarme una rana? Podría pillar Lagripe.
Pero egque no quiero ponerme enfermo tampoco...

Perry dio la vuelta a la tarjeta sin hacer ni puto caso al chaval y leyó:

Gandalf, ahoramismo director de Hodasnon. Considerado por casi todo el mundo (alguno habrá que no) Como el más grande mago del tiempo presente, pasado y futuro. Gandalf es particularmente famoso por derrotar al Balrog en la Comunidad del Anillo y ser tan chungo de regresar en los albores de la tempestad, por ser siervo del Fuego Secreto, administrador de la Llama del Ano, y por su trabajo en físicayuímica con su compañero Andevás Flamón. El profesor Gandalf es aficionado a la música de pachanga y al orujo.

Perry dio la vuelta otra vez al cromo y vio, para su enbobamiento, que el morostro de Gandalf se había pirao.

—¡Sa pirao!

—Joe, esque se cansan de estar de pie, un poquito de porfavor que somos personas humanas... y con su edad... —dijo Ron—. Se habrá ido a tomarse algo o que sé yo. Coñioo, ma salio otra vez la guarra esta de la Morgana que la tengo hasta en la puta sopa ya... ¿La quieres? Es más fea que pegarle a un padre con un calcetín sudao la jodía, pero puedes bailar.

Los ojos de Ron se perdieron en las ranas de chocolate, que esperaban que las desenvolvieran y tuvo que buscarlos un poco.

—Piya cacho —dijo Perry—. Pero tronco, en el mundo de los muggres la gente se queda en las fotos y no se va a los garitos a cogerse un moco.

—¿Lo qué? Enga ya, ¿cómo no se van a mover? —Ron estaba atontito—. ¡Qué mierda!

Perry miró como de mu mala ostia, mientras Gandalf regresaba al cromo más alegre que antes y haciendo eses. Ron estaba más interesado en gorronear ranas de chocolate que en buscar magos y brujas famosos que no le importaban ni a su padre, pero Perry que era un poco cotilla y un poco vizco también, no podía apartar la vista de ellos. Muy pronto tuvo no sólo a Gandalf y Morgana, sino también a Mamón Llueveoqué, al rey Salomé baila que bailamé, Zurce, Parapeto que te meto y Merlín el embaucador. Hasta que ya por fin y aleluya apartó la vista de la druida Cliooford, que se sacaba un moco de la nariz, para abrir una bolsa de pipas EL PIPONAZO de Grefusa con sal.

—Tienes que tener cuidado con ésas —lo previno Ron—. Porque cuando dice «EL PIPONAZO», dice el Piponazo... Osea, una pipa mu grande. Blodimery dice que una vez casi se ahoga con las putas pipas, y además luego te salen granos en la lengua de la sal. Me está doliendo solo de verte...

Pasaron un buen rato comiendo las pipas El Piponazo de Grefusa con sal. Perry encontró en la bolsa una pegota del Real Madrid mientras ponían el compartimiento hecho una pena con las cáscaras de las pipas y Ron encontró una pipa de esas defectuosas genéticamente que resultó ser un palo de madera.

En aquel momento, el paisaje que se veía por la ventanilla se olía más apeste. Habían desaparecido los campos cultivados con vacas y vacos, cabalos y caballas y todo aquel reino animal en plena revolución de hormonas y aparecían bosques, ríos serpenteantes y colinas de color verde oscuro que daban un poco de caguelo.

Se oyó un golpe en la puerta del compartimiento, y entró el muchacho de cara redonda que Perry había visto al pasar por el andén nueve y tres cuartos y la raíz cuadrada de la hipotenusa menos el cateto opuesto, con una vieja mu vieja. Parecía muy sustraido.

—Disculpen las molestias y si no pos nada —dijo—. ¿No habréis visto una rana asin por casualidad?
Cuando los dos negaron con la cabeza, gimió.

—¡Joe, la he perdido! ¡Se me pira to el rato!

—Alguien se la habrá comido —dijo Perry con ojos brillantes.

—Sí será eso —dijo el muchacho apesalumbrado—. Bueno, si la veis... me la mandais pa casa.
Se fue.

—No sé por qué está tan triste —comentó Ron—. Si yo hubiera traído un rana y lo hubiera perdido habría montado toa la fiesta. Aunque en realidad he traído a Barnie, que es un puto coñazo, así que no puedo bailar.

El hámster seguía sobando en las rodillas de Ron.

—Podría estar muerta y se movería más —dijo Ron con disgusto—. Ayer traté de hacerle una cresta rosa para hacerlo más molongui, pero el hechizo no funcionó. Te lo voy a enseñar, mira...

Revolvió en su baúldelosrecuerdos y sacó una batuta muy gastada. En algunas partes estaba más mordida que las tapas de los bolis bic del colegio de Perry (la verdad el chaval tenía ciertos problemas de canibalismo) y, en la punta, brillaba algo blanco que no quería ni malpensar que era.

—Los pelos de iuncuerno casi se salen. De todos modos... Acababa de coger la batuta cuando la puerta del compartimiento se abrió otra vez. Había regresado el chico de la rana, pero llevaba a una niña con él. La muchacha ya llevaba el poncho de Hodasnon.

—Osea hola. ¿Habéis visto una rana? Nevaditos perdió una y que asco, osea asco —dijo. Tenía voz de pijadecojones, mucho peloroto color castaño y los dientes de delante bastante largos que si te descuidas te rayan el parqué.

—Ya le hemos dicho que no pesaaaaaa —dijo Ron, pero la niña no lo escuchaba. Estaba mirando la batuta que tenía en la mano.

—Oh, osea, que fuerte ¿estás haciendo Magiapotagia? Supermegachachivivadelamuerte.
Se sentó. Ron pareció despelotado.

—Eh... enga. —Se aclaró la garganta—. «Raya de coca, margaritas solosconyellow, volved punk a este puto Hámster quemetocaloswebos.»

Agitó la batuta, pero no sucedió nada. Barnie siguió durmiendo, tan lleno de mugre como siempre.

—Osea que no tienes ni puta idea de hacer Magiapotagia —dijo la niña—. Además el sentido de la rima lo tienes en el ojo del culo, ¿no? Osea, mi papá me dijo que en este cole habría perdedores como tú, y que no me juntara con gentuza plebeya como ustedes vosotros. La verdad es que ser mago es supermegachachidelamuerte. Nadie en mi familia es supermago, osea, fue flipante diver y con mucha marcha... Yo soy Germen Jander. ¿Y vosotros... osea, como que quienes sois?

Dijo todo aquello mu rápido y casi le tienen que hacer el boca a boca por falta de oxígeno.
Perry miró a Ron y se calmó al ver en su rostro aturdido que él tampoco se había enterado de lo que la pijadecojones había dicho.

—Creo que intenta decirnos algo—murmuró Ron—pero no se lo qué.

—Somos Ron Whisky y Perry Maison —dijo Perry.

—¿Eres tú, osea de verdad de la buena? —dijo Germen—. Osea, es superfuerte. Eres más famoso que yo, osea, megafamoso megaguay.

—¿Quién yo? —dijo Perry, sintiendo que el último tiro le había sentado mal al cerebro.

—Jo, osea, que sepas que esto es una experiencia metafísica metacrilatica, mega-absurda, ¿sabes? Yo tengo todos tus discos—dijo Germen—. ¿Sabéis a qué casa vais a ir? Es decir, yo espero estar en Grifoabierto, porque allí todo el mundo es supermegafashiondivinosdelamuerte como yo. Oí que Gandalf estuvo allí, pero supongo que Robocow también está guay... Osea, igualmente, es mejor que sigamos buscando la rana de Nevaditos. Y vosotros dos deberíais cambiaros ya, vamos a llegar superpronto de verdad te lo digo.

Y se marchó, llevándose al chico sin rana.

—Osea, como me toque con ella si que voy a tener una experiencia megaorgásmica megaplástica —dijo Ron haciéndola burla. Arrojó su batuta al baúldelosrecuerdos—. Qué puta mierda de hechizo más absurdo, me lo dijo Blodimery para cachondearse de mi. Seguro que era más falso que Aida Nizar.

—¿Ande están tus hermanos? —preguntó Perry

—Grifoabierto —dijo Ron. Otra vez parecía que tenía su autoestima underground—. Mis viejos también estuvieron allí. No sé qué van a decir si yo no estoy, me borraran del testamento, pero casi mejor, menos deudas que pagar. No creo que Robocow sea tan mala, pero imagina si me ponen en Stamoswenos.

—Que estariamos buenos ¿Esa no es la casa en la que Val... quiero decir Tu-ya-sabes-quien-te-digo-y-si-no-vas-y-lo-cascas-que-a-mi-me-da-cagalera-decirlo... estaba?

—¡Ou yeah! —dijo Ron. Se reclinó en el asiento, con aspecto afumado.

—Pos a mi me parece que el pelo de Barnie está un poco a mechas claras —dijo Perry, tratando de animar a Ron—. Y, a todo esto, ¿qué hacen ahora tus hermanos mayores? ¿Estudian, trabajan o vaguean?

Perry se preguntaba por qué se preguntaba tantas cosas.

—Larios está en Rumania, estudiando mamones y mamonas, y Ballantines está en África, con los leones, las jirafas...Timón y Pumba... —explicó Ron—. ¿Te enteraste de lo que pasó en BMVA? Salió en El Fumeta, pero no creo que llegue a las casas de los muggres: trataron de robar en una cámara de alta seguridad. Y cuando digo altaaa...lo menos 2´10.

Perry se sorprendió.

—¿De verdad? ¿No jodas? ¿Y capasao?

—Na importante. Se les han escapao como perras del demoño. Mi padre dice que tiene que haber un poderoso mago tenebroso (y como acaba en copla, me la sopla) para entrar en BMVA, pero lo que es raroraroraro es que no se llevaron ni un na de na. Poj claro, si son unos acojonaos, no vaya a ser que ante la posibilidad de que... Tu-ya-sabes-quien-te-digo-y-si-no-vas-y-lo-cascas-que-a-mi-me-da-cagalera-decirlo esté detrás de la movida.

Perry pasó de las movidas tontas del BMVA de los cojones. La verdad, empezaba a estar ya un poquito cansao de las movidas con el Valdemorillo este, pero si esque su propio nombre... ¿quien le podía tener ni respeto a alguien que se llame Valdemorillo? Suponía que debería de tener un poquito de por favor, por eso de que se había cargado a sus padres de mala manera.

—¿Cuál es tu equipo de queteladás? —preguntó Ron.

—Eh... esto... el Barça —confesó Perry.

—¿Cómo? ¿Cómo que el Barça tronco?—Ron pareció atontito—. Aquí no hay Barça, aquí hay o Real Madrid o Rayo Vallecano, asín que elige... —Y se dedicó a tocarle las pelotas un rato al Perry, discutiendo sobre si Beckam se follaba a todas las Spice o solo a la pija. Le estaba explicando las mejores posturas para alcanzar el orgasmo cuando ooootra vez se abrió la puerta del compartimiento, pero esta vez no era Nevaditos, el chico sin rana, ni Germen Jander.

Entraron tres muchachos, y Perry reconoció de inmediato al del medio de los chichos: era el pijodeloscojones de la tienda de ponchos de Masmedá Milka. Miraba a Perry con mucho más interés que el que había demostrado en el callejón Molamogollón.

—¿Ess verdad de la buena tioss? —preguntó—. Sse comenta por todo el tren que Perry Maisson esstá en esste compartimento. Debesser que eress tú, ¿no?

—¿Sí, te pica o como?—respondió Perry. Observó a los otros muchachos. Ambos eran dos pedazo de maromos vivientes, que vamos porque había gente, sino el Perry se tira a por ellos y no queda ni el apuntador. Situados a ambos lados del niñipijodesupadre, parecían Kevin Cosner de Jesús en la peli esa de la negra que canta.

—Oh, ésste ess Tango y ésste Cassh —dijo el niñomierdapijo con un poco como que le daba igual, al darse cuenta de que Perry los estaba dando un repaso de arriba a abajo—. Y mi nombre ess Malodehuevoss, Francissco JosséMari Malodehuevoss, pero puedess llamarme Paco...Pacomé, pacená o pa lo que quierass guapo.

Ron dejó de vomitar un rato, de el asco que le daba el chaval. Paco (Paquete) Malodehuevos lo miró.

—Te parece que mi nombre ess divertido, ¿o como? No necessito preguntarte quién eress, tampoco me importa. Mi papá me dijo que loss Whissky sson maloss pal hígado, y que ssu vieja ess una coneja.

— ¿Tu de qué? No te metas con mi puta madre, puta mariconaza.

—¡Callaté paleto! —Se volvió hacia Perry —. Muy pronto desscubriráss que algunass familiass de la pandi sson mucho máss guaiss que otrass, Maisson. No querráss juntarte con essta chussma, hacerte amigo de essto ¿no? Yo puedo ayudarte reina.

Extendió la mano, para estrechar el miembro de Perry; pero Perry como que pasó, que las actuaciones se pagan.

—Creo que paso de montármelo contigo tronco, pero...gracias, lo tendré en cuenta para un futuro próximo... momentos de necesidad... nunca se sabe—dijo mu borde.

Paco Malodehuevos no se ruborizó, pero se llevó un cabreo pa su casa, de no te menés.

— Cuidado conmigo, Maisson —dijo con calma—. Que a la que te desscuidess te la meto... y te dejo máss sseco que a tuss papiss. Tú ssigue con essta chussma y esse borracho del Hardcore y terminaráss busscando por loss contenedoress.

Perry y Ron se levantaron al mismo tiempo, parecía ensayado. El careto de Ron estaba tan verde como su pelo, le había entrado un amarillo... del 15.

—Repite eso, que te repites más que el ajo —dijo.

—Oh, vaiss a pelear con nossotross, ¿chicoss? —se burló Malodehuevos.

—Sos vais a cagar ya mismo ya... —dijo Perry, con más valor que el que sentía, porque, que lo sepais, que se había cagado entero.

—Pero tranquilizaross un poquito, ¿verdad machotess? ¿Ssi oss vaiss a poner assí noss abrimoss... de piernass claro.

Cash se inclinó para mangar una rana de chocolate del lado de Ron. El peliverdoso saltó hacia él, estilo Matrix, pero antes de que pudiera meter al Cash, la locaza gritó.

Barnie, el hámster, colgaba del dedo de Cash, con los agudos dientes clavados profundamente en sus nudillos, como una sarnosa hijadeputa. Tango y Malodehuevos retrocedieron cagaos de miedo mientras Cash agitaba la mano para desprenderse de la puta rata, gritando de dolor como si le estuvieran dando por culo, hasta que, finalmente, Barnie salió volando a velocidad luz, estampándose contra la ventanilla y los tres muchachos desaparecieron mu rapido. Tal vez pensaron que había más ratas entre las golosinas, como una puta plaga o algo asín porque, un segundo más tarde, Germen Jander volvió a entrar pa tocar los cojones un rato.

—¿Osea qué ha pasado? —preguntó, mirando las golosinas tiradas por el suelo y a Ron que cogía a Barnie por la cola.

—Yo pa mi que la ha palmao—dijo Ron a Perry. Miró más de cerca a al hámster—. Ah no, si está sobando.

Y asín era.

—¿Conocías ya al Tocapelotas... digo al Malodehuevos?

Perry le explicó el encuentro en el callejón Molamogollón.

—Oí hablar sobre su familia —dijo Ron en tono de enterrador—. Son unos falsos y unos insinceros...algunos de los primeros que volvieron a la pandi después de que Tu-ya-sabes-quien-te-digo-y-si-no-vas-y-lo-cascas-que-a-mi-me-da-cagalera-decirlo desapareció. Osea unos chaqueteros de los cojones. Dijeron que los habían endrogao. Mi padre se cree ni la mitad... vamos. Dice que el padre de Malodehuevos, que es malo... pero malo, malo no necesita una excusa para pasarse al Lado Ogcuro. —Se volvió hacia Germen—. ¿Qué pasa tía? ¿Y tu que coño quieres?

—Eres lo peor tío, osea no me hables. Mejor que os apresuréis y os cambiéis de ropa, yo me voy que no quiero ver el show. Acaba de pasar el retrovisor...

— ¿Lo qué? —dijeron los dos a la vez.

— Chicos, esque, de verdad, no os enterais de nada, que fuerte, osea fuerte. Me ha dicho que ya casi estamos llegando. No os estaríais peleando, ¿verdad pillines? ¡Osea, como os cojan me voy a reir mogollazo!

—Tía aclarate, mogollón o mazo, no mogollazo...

—Habla con un poquito de propiedad, esque no estáis en la onda ¿o no tienes una educación cristiana románica apostólica y alcohólica? Osea, no me lo creo.

—Aemás Barnie es el broncas, que nosotros estabamos aquí de mu buen rollo y la rata va y la monta—dijo Ron, mirándola con rostro severo—. ¿Te importaría pirarte un ratito pa no verte más?

—Muy bien... pero que conste que me voy porque YO quiero —dijo Germen en tono despectivo—. A propósito, ¿te has dado cuenta de que tienes sucia la nariz?

—Si, ¿y que? ¿No se puede poner uno unos tiritos antes de bajar o como? —Ron le lanzó una mirada de esas que te matan mientras ella salía. Perry miró por la ventanilla. Estaba ogcureciendo. Podía ver montañas, bosques, la casa de la pradera, Heidi y Pedro ahí dale que te pego... El tren parecía aminorar la marcha.

Él y Ron se quitaron las camisetas de AC/DC y Metallica y se pusieron las largos ponchos negros. La de Ron era un poco corta para él, y se le podía ver hasta el ombligo.
Una voz retumbó en el tren, de esas del McDonalls.

—Pinpinpin -Llegaremos a Hodasnon dentro de cinco minutos. McMenu de Pollo con Coca-cola grande y patatas Deluxe. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo robarán por separado al colegio... digo se lo llevarán pa su casa -pinpinpin.

El estómago de Perry se retorcía de nervios y Ron, podía verlo, parecía que le iba a salir el alien que todos llevamos dentro. Llenaron su saca con lo que quedaba de las golosinas y se fueron al pasillo con el resto de energúmenos del colegio.

El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban los unos a los otros como yo os he amado, pa salir. Hacía un poco rasca de Alaska. Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los energumenos, y Perry oyó una voz conocida:

—¡Primer año! ¡Los novatos! ¡Joe tronco que coñazo de trabajo! ¿Qué tal el travel, tronco?
La gran cara greñuda de Hardcore rebosaba babas sobre el mar de cabezas.

—Amos, veenga... ¿Hay más novatos por ahi? Mirad bien dónde pisáis, no me piseis la alfombra. ¡Los de primer año, pa acá conmigo tos!

Dándose ostias y más, siguieron a Hardcore por lo que parecía un estrecho sendero de baldosas amarillas. Estaba tan oscuro que Perry no vió al espantapájaros, ni al hombre de hojalata... ni na de na, no veía na, porque llevaba un ciego que no veas. Nadie hablaba mucho que no te escucho. Nevaditos, el chico que había perdido su rana, lloriqueaba de vez en cuando como una nenaza.

—En un mometito, tendréis un primer plano de Hodasnon —exclamó Hardcore por encima del hombro—, justo al doblar la esquina.

Se produjo un fuerte ¡ooooooh! Eso se merece un OH más grande ¡OOOOOOOHHH!

El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago nessgro. Allí en a tomar por culo, había un impresionante castillo de los que impresionan con muchas torres y torrecillas, mazmorras y masmorcillas, ventanas y ventanillas...

—¡No me peteis los botes! —gritó Hardcore, señalando a una flota de pateras alineados en el agua, al lado de la orilla. Perry y Ron subieron a uno, seguidos por Nevaditos y Germen.

—¿Tamos todos los que son y somos todos los que estamos? —continuó Hardcore, que iba en una moto de agua de esas que van saltando por encima de las olas—. ¡Enga! ¡ADELANTE MIS VALIENTES!

Y la pequeña flota de pateras se movió al mismo tiempo, deslizándose por el estrecho de Gibraltar. Todos estaban en silencio, no fuera a ser que los guardacostas anduvieran por la zona y se tuvieran que dar la vuelta.

—¡Esos cabezonesss! —exclamó Hardcore, mientras las primeras pateras alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y las pateras los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco. Fueron por un túnel ogcuro que parecía conducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y los guijarros (amos, toa una aventura de esas de los documentales de la 2).

—¡Eh, tú, que estas ahí! ¿Es ésta tu puta rana? ¿Qué coño hace en mi bolsillo?—dijo Hardcore, mientras buscaba el instrumental para liarse un canuto.

—¡Reneee! —gritó Nevaditos, muy contento, extendiendo las manos. Luego subieron por un pasadizo en la roca, detrás del porro de Hardcore que alumbraba el camino, saliendo finalmente a un césped suave y húmedo, como el conejo de la Loren, a la sombra del castillo.

Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble.

—¿Estamos todos los que estamos? Tú, ¿ande tienes la jodía rana?

Hardcore dio muerte a su canuto, lo apagó en las escaleras y llamó al timbre tres veces. RING, RING, RING.

—¡Ya va, ya va! —dijo una voz al otro lado de la puerta.