Disclaimer: Rowling creo el maravilloso mundo de Harry Potter. No me adjudico nada, con la excepción de las haditas.


Máscaras
Las estrellas brillarían aquella noche; pero ella aún no lo sabía.

La luna las dejaría brilla; pero ella aún no lo sabía.

La tela de su vestido creaba maravillosas sensaciones al hacer contacto con las yemas de sus dedos. Mirándose al espejo, la joven Gryffindor observó su cabello castaño y paso sus dedos por él. No recordaba que fuera tan oscuro. Pero claro... nunca le había dedicado mucha atención.

Su rostro se dirigió hacia la ventana. El sol estaba por esconderse, y el cielo estaba inundado de matices. Sus dedos tocaron la máscara que se encontraba en el tocador. Estaba fría.

"Es hermosa, Hermione" Susurró Parvati Patil. Hermione le dedicó una sonrisa.

"Realmente lo es" afirmó Lavender Brown, la otra joven que se encontraba en su habitación y que la observaba desde hace unos minutos.

Hermione les sonrió una vez más antes de volver a mirar la ventana. Suspiró suavemente. Los matices habían desaparecido rápidamente. El cielo se hundía en un pozo negro, y ese color ahora predominaba por sobre los matices.

Ella no sabía que esta noche todo cambiaría.

"Entraré al baño, chicas"

Parvati y Lavender le sonrieron y la observaron mientras caminaba hacia la sala de baño con el vestido en el brazo. Parvati decidió dejar de perder el tiempo y tomó su vestido, de un rico color púrpura y comenzó a comparar el color con el color de sus muchos maquillajes.

Sólo Lavender estaba quieta. Observaba como la noche caía, observaba el color negro. Mordió levemente su labio mientras sus manos temblaban al repartir las cartas. Su pelo rubio le obstruyó la visión por unos segundos. Molesta lo apartó de su rostro.

La Rueda de la Fortuna junto a la Luna.

Observó la puerta del baño confirmando sus sospechas. Ordenó sus cartas y las tomó entre sus manos, rogando porque los cambios que ocurrirían esa noche sí fueran favorables. Sus ojos se abrieron y buscaron la luna, para entregar ese deseo a la madre Luna. Pero sus ojos nunca la encontraron.


Siempre con una sonrisa en la cara Albus Dumbledore observaba el cielo.

"Hermosa noche, Fawkes, hermosa noche"

El ave fénix, lo observó por unos segundos con una mirada tan intensa que hizo fruncir levemente el ceño del mago mayor. El fénix estiró su cuello y lo observó con autoridad. Albus Dumbledore volvió a observar los jardines de su escuela, esta vez con un sentimiento de premonición en su interior. Algo pasaría aquella noche. Para bien o para mal... Suspiró pesadamente.

"Tengo un baile al cual atender" dijo para sí, saliendo de su singular despacho.


Harry y Ron se encontraban bromeando y riéndose de sus trajes. Jugando con sus máscaras y molestando, en general, a los demás jóvenes que compartían su habitación.

Ron se burlaba, desde hace un par de minutos, de Harry, quien no lograba peinar su cabello.

"Hay cosas que ni la magia puede arreglar, Harry" dijo Ron.

"Calla, Ron" dijo el joven Potter enfurruñado.

"No te enojes, Harry, todos sabemos que Ron tiene razón" dijo otro de los jóvenes.

"Vamos, Dean, deja a Harry en paz" dijo Neville intentando calmar a sus compañeros.

"Sí, déjenme en paz" dijo más airado Harry.

A su enojo los dos jóvenes se rieron aún más, por lo que el joven Potter lanzó el cepillo hacia la dirección de la cual provenían las risas. Un segundo después una de las risas de convirtió en un grito y la otra en una carcajada. Harry se unió a esta última. El ambiente era nuevamente alegre y despreocupado. Los cuatro jóvenes se reían y conversaban. Excepto uno.

"Seamus, amigo¿todo bien?" Preguntó Dean a su amigo, quien miraba por la ventana hacia el cielo. Seamus demoró unos segundos en afirmar con la cabeza. No sabía si todo estaba bien, en el fondo de su ser, de su alma, de su esencia, sabía que algo sucedería aquella noche. Era un sentimiento indescriptible... ¿Cómo podía explicarle a su amigo algo inexplicable? Era mejor decir que sí. Que todo estaba bien. Tal vez así se engañaría también a si mismo.

Observó nuevamente el cielo. Negro, profundo, demasiado grande para el entendimiento humano. Inmenso, eterno. Infinito. El cielo es infinito. Lleno de múltiples posibilidades, deseos, acciones... Nunca había entendido como algo podía no terminar. Como podía no tener fin. Seguía, y seguía, y seguía, sin avanzar ni un poco... pues nunca estaba más lejos de su inicio ni más cerca de su fin.

Un punto brillante llamó su atención, pequeño, indeciso. Enorme y seguro. ¿Cómo preferías verlo¿De lejos o de cerca?

"La primera estrella"

Su pesado acento irlandés llenó sus palabras. Dean miró extrañado a su amigo, pero no comentó nada.

Seamus continuó mirando el cielo.

"Y ahora ya hay muchas"


El cielo de una noche de verano se alzaba con elegancia, exquisitamente adornado con estrellas brillantes como diamantes sobre negro terciopelo. De manera inusual, las flores se encontraban abiertas, admirando con cautela, asombro e intriga a los jóvenes estudiantes, todavía niños para muchos, ya jóvenes adultos para ellos mismos.

Las hadas lo sienten todo, sienten cuando sucesos importantes ocurren. Los centauros también lo hacen; pero difieren en el centro de la importancia. Una profecía o un hecho que cambie el transcurso de la humanidad es para ellos importante, pero para las pequeñas y delicadas hadas, cambios delicados como ellas mismas conforman intrincadas redes que juntas crean un matiz, una tela, un tejido enorme, fantástico, armonioso. Ese tejido es lo importante. Ese tejido de hechos delicados, a veces significativos, otras veces insignificantes, pero con sentido. ¡Oh¿Cómo no han de tener sentido cuando de aquel tejido esta hecha la cortina que encierra al mundo! Y no sólo el mundo. Aquel vaporoso tejido también conforma sueños y esperanzas. Abarca el pasado, el presente y un futuro cambiante.

Y las hadas esa noche sintieron, con total seguridad, que se hilaría un nuevo tejido con las vidas de estudiantes de Hogwarts. Rieron con deleite al observar los hilos plateados, dorados y tornasoles danzar, formando complicados y extravagantes patrones invisibles al ojo humano. Una de aquellas hadas estaba ahí cuando sucedió, y años después aún contaba con orgullo el principio de los cambios.

Ella la vio salir por las puertas del castillo. Vestido blanco como una doncella virginal de las cuales hablaban las leyendas. Simple, modesta, pero con aire de nobleza, realeza y elegancia... Su pelo castaño creando ondas frágiles mientras caía por su espalda. Un rostro delicado cubierto por una mascara blanca. Sus pies la llevaron hacia donde el joven se encontraba. Sus vidas se cruzaron.


"¿No bailas?"

La pregunta se escapó de sus labios. La vio allí, preparada para el baile, sus oídos captando la suave música, y ella se encontraba afuera. Estaba fuera de su entorno – el cual claramente era el baile – pero a la vez, se encontraba en medio de su ambiente. Una doncella en medio de la naturaleza. Las flores en su pelo y el olor a jazmines que brotaba de su piel la hacía irreal, una ninfa.

La sintió sonreír bajo la máscara.

"Las estrellas están demasiado brillantes."

Y él entendió la respuesta, pues fueron las mismas estrellas las que lo invocaron al punto en donde se encontraba ahora. Brillaban con fuerza. La luna se encontraba ausente. Sabía que no debía interrumpir con la magnificencia de una noche estrellada.

Y ella lo miró. Un joven vestido de negro, negro tan negro como el mismo manto de terciopelo que era la noche, y estaba ese traje bordado de plateado, un plateado tan brillante como si las mismas estrellas hubieran creado hilos para hacerlo centellear. Su rostro estaba cubierto por una máscara también negra, y al igual que el traje, con un bordado de plata. Tan sólo sus ojos eran visibles. ¡Oh dulces ojos color plata!

"¿Quién eres?"

Pregunta justa ya que él no la reconocía.

"¿Ese no es el punto de utilizar las máscaras?"

Le respondió ella con un tono suave y entretenido. A pesar del apremiante calor que sentía por la noche, bajo la mirada de aquel extraño – a quién deseaba conocer, y a la vez que permaneciera extraño, magia de una noche, un fantasma perfecto- se sintió estremecer. Su mirada era dulce, pelo el gris de sus ojos demostraba una frialdad contenida. Ese frío lo sintió en sus mismo huesos.

Sintió el calor volver a su cuerpo al escuchar su risa. Le extrañó que fuera tan cálida. Hubiera esperado un sonido tal vez más frío, tal vez más indiferente, no tan real y tibio.

"¿Quién eres?"

Volvió a reír.

"Desechaste mi pregunta, y de la misma manera desecharé la tuya. ¿Ese no es el punto de utilizar máscaras?"

Sin verla, sintió una sonrisa burlona posarse en sus labios. Por unos segundos pensó en reprocharle su burla, sin embargo, lo único que logró fue sonreír bajo la blanca máscara de indiferente expresión.

El joven se puso de rodillas, y tomando una de las manos de la joven entre sus blancas manos, la llevó a sus labios, depositando en ella un casto beso, el cual, aún siendo la más inocente de las caricias, logró quitarle el aliento.

Un segundo, un eterno segundo duró el contacto de sus labios con la piel de su mano, por un segundo su corazón se detuvo, por un segundo, creyó morir.

"¿Bailas?"

Más que escuchar la pregunta, la sintió a través de su mano. Más que pensar, la respondió por dulce inercia. Soltando el aire que se hallaba aprisionado en sus pulmones de sus labios brotaron palabras que no recordó después haber planeado decirlas.

"Por esta noche sí."

"Me alegro, entonces, haberme encontrado contigo en esta noche"

"No eres el único en deuda con las estrellas."

"Enorme deuda."


Esta es la primera parte de este mini-fic. (Sólo tiene dos partes)

Dejen un review para saberque piensan de esta parte, alguna crítica constructiva u opinión.

(Si alguien lee "Una Nueva Oportunidad", estoy trabajando en el próximo capítulo, simplemente no he tenido tiempo, pero no la he abandonado)

Isabelle Black.