(Os pido disculpas por los espacios que han salido en este texto, pero estoy tan harta del editor de este site que no voy a molestarme en modificarlo manualmente. Lo siento > )

: Capítulo 11 :

Pero Roshi, Seiya salvó mi vida. No puedo permanecer de brazos cruzados, he prometido llevarle de vuelta su armadura en plenas facultades.

Sentado como cada día desde hacía más de doscientos años, Dohko de Libra sostenía la noble y sincera mirada de su más reciente obra.

El joven caballero del Dragón no sólo era el último de los tantos guerreros a los que hasta la fecha había formado, iba más all�: pese a estar todavía dando sus primeros pasos como tal y tener innumerables lecciones que aprender, podía afirmar que Shiryu era el mejor alumno que jamás había quedado bajo su tutela.

¿Por qué muestras tanto interés en aquel que claramente te derrotó?

Él es mi amigo, estoy dispuesto a correr cualquier riesgo con tal de cumplir mi promesa.

El armero sonrió para sus adentros. Aunque había estado esperando aquel momento, no se lo diría directamente a su fiel discípulo. Para éste sería una prueba más a superar, un nuevo paso a dar en su formación.

De antemano ya sabes que sólo una persona en todo el mundo está capacitada para la restauración de armaduras.

Shiryu asintió. Su maestro le había regalado innumerables horas de conversación en la que con lujo de detalles le había relatado todo tipo de historias referentes a los protectores de Atenea, así como viejas leyendas de las que pudiera extraer experiencias y conocimientos factibles en la batalla.

Os debéis referir a Mu, el misterioso alquimista de Jamir.

Así es… Jamir es una región prohibida del Tibet. Tan inaccesibles son sus montañas y tan irrespirable su aire por la carencia de oxígeno que hasta los propios habitantes del Himalaya temen adentrarse en sus parajes.

El Dragón escuchó con total atención cada indicación del sabio anciano, sintiendo como un escalofrío recorría su cuerpo al pronunciar éste sus últimas palabras.

Pero has de saber que ninguno de los incautos que acudió a verle ha regresado con vida. El camino del caballero es duro y lleno de peligros. Si tu corazón seguro está de partir, no te retendré, mas no olvides mi consejo: pase lo que pase, avanza al frente, no dejes que nada te aparte de la senda.

Gracias por vuestra confianza, Roshi. Volveré tras haber consumado la victoria contra los caballeros negros.

Desde su eterna posición y al amparo de la espectacular y milenaria cascada de Rozan, el guerrero de Libra observó a su querido discípulo partir nuevamente hacia lo desconocido. Con él iban las esperanzas de una nueva era: si Shiryu lograba llegar a Mu, no sólo la valía del joven quedaría más que demostrada para la inminente guerra que contra el Santuario pronto se iniciaría, sino que la señal prometida trece años atrás sería al fin recibida por el heredero de Shion.

Siguió con sus brillantes ojos al japonés, el cuál se disponía a bajar por el sendero que conducía hacia las afueras de Rozan… Y cómo dicho andar se vio interrumpido por una figura que oculta entre los frondosos bosques de bambú contemplaba llena de pena lo inminente.

Shiryu… ¿Entonces vas a volver a irte?

El caballero de Bronce se giró, y dejó ambas cajas de Pandora sobre el suelo, esforzándose por sonreír. Había querido no tener que despedirse y ahorrarle el mal trago, pero dadas las circunstancias, sus buenas intenciones no serían posibles de llevar a cabo.

No te preocupes por mí, Shunrei. He de llevar la armadura reparada a Seiya. En cuanto hayamos acabado con la revuelta volveré a casa.

Odiaba ver aquella expresión amarga teñir su hermoso rostro. Se acercó a ella, mirándola a los ojos, hablando entre susurros que sólo entre los dos quedaran.

Te lo juro. Nunca te he mentido, y nunca lo haré.

Habían crecido juntos, y en el cegador brillo de su sonrisa había encontrado ese apoyo que tanta falta hacía durante los momentos más duros de su entrenamiento. Si había conseguido hacer realidad su sueño de vestir la armadura, se lo debía sin duda a su mentor, pero también, y en gran medida, a ella.

Y al igual que la preparación había concluido, nuevos tiempos se avecinaban: nuevos retos para el Dragón, nuevas esperanzas, nuevos sacrificios y peligros que afrontar. Pero también una nueva dimensión que hasta el momento nunca había sopesado.

Ya no eran los niños que bajo la atenta mirada del ancestro guerrero se habían conocido tantos años atrás; ahora se encontraban más cercanos a la edad adulta que a la adolescencia. Dos jóvenes cuyas vidas habían ido paralelas en circunstancias extraordinarias, en un paraje privilegiado que ahora les vía compartir la incertidumbre y dudas competentes al primer amor.

Ten cuidado. Rezaré por ti y tus compañeros.

Asintió con un leve movimiento de la cabeza. Debía partir cuanto antes, el pensar en que debía recorrer largas distancias en el menor tiempo posible le inquietaba, mas no era dicha ansiedad el motivo por el que su corazón latía con una intensidad que resultaba desconcertante y molesta.

El temor a no ser correspondida que la flor de luna() llevaba arrastrando desde hacía demasiado tiempo se esfumó como la neblina de la cascada en el aire cuando sus labios quedaron sellados en un tímido y dulce beso, el primero que ambos daban. Ella también cumpliría su promesa, y aguardaría junto Roshi a que el hombre al que amaba regresara de su cruel destino.

El mismo Dohko sintió una punzada contradictoria en el corazón al sentir con la pureza de su cosmos la singular despedida producida entre su querida ahijada y su heredero. Resudaba felicidad por ambos, pero a la par temía que para ellos no hubiese esperanza, y que el no tan lejano futuro sólo les deparase dolor y desgracia.

Pero ese era el sino del guerrero, él lo sabía. Y Shiryu y Shunrei con sus propias vivencias… También lo comprobarían.

() Shunrei significa en chino "flor de luna".

(salto temporal)

Nunca fue tan breve una despedida,

nunca me creí que fuera definitiva.

Nunca quise tanto a nadie en mi vida,

nunca a un ser extraño le llamé mi familia.

Nunca tuve fe en mi filosofía, nunca tuve yo ni gurú ni guía.

Nunca desprecié una causa perdida,

nunca negaré que son mis favoritas.

Nunca una llama permanece encendida,

nunca aguanté su calor, nunca más, nunca más de un día.

Nunca soporté ser un alma invadida

hasta que vi frente a mí por quien yo moriría.

Ésta es mi Flor de Loto, y yo era su sombra,

ésta es mi Flor de Loto, mi mundo no se aclarar�,

tanto vagar para no conservar nunca nada…

Héroes del silencio.

La mañana trascurría apacible, como en un día cualquiera en las altas cotas del Himalaya. Y sin embargo, mientras realizaba sus quehaceres cotidianos era incapaz de no pensar en el sueño que había tenido aquella noche, el cuál seguía tan nítido como si acabado de despertar hubiese.

Vio a un majestuoso Dragón surcando el firmamento para detener su vuelo y posarse sobre la Torre de Jamir. Los profundos ojos de la criatura le hablaron al igual que su mente con cálidas palabras. Una frase se repetía, para perderse en reverberaciones que acababan por hacerla inaudible.

Te traigo la esperanza de una nueva era.

Para alguien con tan desarrolladas facultades psíquicas como el caballero de Aries, un mensaje del subconsciente no podía quedar en segundo plano. Así que pese a tratar de no dotar de mayor importancia de la necesaria a su visión, optó por el camino de la cautela, aquel que había recorrido a lo largo de toda su vida. Estaba seguro de haber captado reminiscencias de una energía cósmica en los límites de su territorio, la cuál se intensificaba a medida que las jornadas transcurrían.

Sin inmutarse siquiera, entabló comunicación con su alumno, el cuál debía encontrarse en la planta inferior inmerso en sus lecciones.

Kiki, alguien se acerca. Ya sabes qué has de hacer.

Por su parte, mientras tomaba entre las manos viejos manuscritos que planeaba estudiar con detenimiento, proyectó sobre la entrada a Jamir una ilusión, la misma que había servido de escudo a los habitantes de aquel lugar desde incontables generaciones. Sobre el estrecho puente alzado sobre un mortal precipicio quedó configurada una auténtica pesadilla visual y sensorial que todo aquel incauto que tratara de atravesarlo sufriría.

Muchos habían perecido aterrorizados por el "cementerio de armaduras", la gran mayoría de los mismos pertenecientes a los bajos estratos del Santuario, enviados para poner fin a la resistencia ejercida contra el supuesto Patriarca en la lejanía.

Una multitud de cadáveres y armaduras reducidas a polvo se agolpaban a ambos lados de la siniestra vía, pero Shiryu, sintiendo que al fin distaba poco de alcanzar su objetivo, no se dejó mermar por las amenazas que los espíritus proferían.

Avanzar… al frente… Que nada me aparte de la senda…

Con seguridad y valiéndose de las indicaciones de su maestro, siguió hacia delante, hasta que al fin se percató de la realidad: no había hecho más que salvar la colosal caída que separaba la ya cercana Torre de tierra firme.

Si me hubiese desviado del camino, hubiera corrido la misma suerte que esos desgraciados. – sentenció el joven guerrero, observando los cuerpos inertes centenares de metros bajo sus pies.

Una vez en terreno seguro, contempló en todo su esplendor la magnífica construcción, pero no tenía tiempo ahora que invertir en admirar su sobria y singular arquitectura: debía parlamentar con el alquimista y partir hacia la batalla en cuanto fuese posible.

Dejó ambas cajas de Pandora en la tierra, extrañado al no sentir presencia alguna en el desolado lugar. Tan cansado por el viaje estaba que su paciencia y nervios de acero comenzaban a agotarse. Sin embargo, nada pudo evitar el sobresalto que se llevó al ver flotar a su alrededor grandes montones de roca como por arte de magia.

¿Quién anda ahí? – gritó, a la paz que lanzaba un certero golpe, convirtiendo en grava las levitantes piedras.

Un quejido infantil sonó a sus espaldas, y sorprendido se topó al girase velozmente con un niño, el cuál mostraba evidentes signos de no haber aterrizado de buenas maneras sobre la ruda superficie.

¡Ten cuidado¡Has estado a punto de darme de lleno!

¿Eres Mu, el alquimista de Jamir?

Sin más, el japonés se posicionó tras ambas cajas, en actitud de súplica.

Por favor, necesito que repares estas armaduras, no hay tiempo que perder.

Kiki se rascó la cabeza, encogiendo los hombros.

Yo no soy Mu. No sé donde est�, hace días que no aparece por aquí. – mintió.

¿Cómo que no sabes dónde est�? – replicó enervado el recién llegado.

Tras sacarle con descaro la lengua, el pequeño lemuriano se teletransportó de un lado a otro, obligando a su acompañante a seguirle desesperado con la mirada. Y así hubiese seguido largo rato, dadas las pocas ocasiones en las que podía divertirse abiertamente con semejante e improvisado compañero de juegos, de no ser por la melodiosa pero tajante voz que se anunció ante ambos.

¿Qué es todo este alboroto¿Vuelves a excederte en tus travesuras, Kiki?

Shiryu contempló maravillado al hombre que acababa de entrar en escena. Ni sus bondadosos y profundos ojos, ni el peculiar aspecto de su blanquecino rostro desprovisto de cejas le impactaron tanto como la calidez de su cosmos, el cuál parecía llenar todo a su alrededor de calma y serenidad sin dejar de deslumbrar por lo poderoso de su condición.

Ya no le cabía duda alguna, había dado con la persona indicada.

Si es a Mu de Jamir a quien buscas, ante él estás. He de suponer que si a mí acudes es por motivo evidente, pero dime¿quién te envía?

La verde mirada del joven guerrero se clavó en la suya, y su voz resonó cortés y sincera, mientras el aprendiz de Aries observaba todo cuanto acontecía sin perder detalle.

Soy Shiryu, caballero del Dragón, y vengo en nombre de Roshi, el viejo maestro. Él me dijo que tú podrías ayudarnos…

Presionando sobre las cajas de Pandora, las maltrechas figuras de bronce quedaron expuestas.

Necesito que repares tanto la de mi compañero como la mía. Te lo ruego, estamos a punto de librar una batalla y no podemos afrontarla con el cuerpo desnudo.

El corazón de Mu se estremeció, y todo su cosmos reaccionó al mensaje. Aquel muchacho no sólo había sido el primero en siglos en salir airoso de la ilusión del cementerio… Era la encarnación del Dragón que en estado onírico había visto, pero sobre todo, la señal de Dohko, aquella que había estado esperando durante largos trece años.

Mas no dejó que su expresión revelase lo que con tanta emoción su mente proclamaba. Se acercó a él, para volver a hablar en tono carente de cualquier signo de esperanza.

Lamento decirte que tu travesía ha sido inútil. Ya nada puedo hacer por estas armaduras: están muertas.

¿Mu-muertas?

Asintió.

El metal divino es poseedor de vida, como tú y yo. Una vez perdida ésta, nada se puede hacer… Excepto una cosa.

El discípulo del armero le dirigió la mirada más intensa que hubiese sostenido desde que abandonase Atenas en su apresurado exilio.

Estoy dispuesto a lo que sea, prometí a mi amigo llevarle a Pegaso en perfecto estado, y pienso cumplir mi palabra.

Si tan decidido estás, habrás de entregar tu vida a cambio. Necesito prácticamente la totalidad de tu sangre para resucitarlas.

Kiki palideció, mirando a su maestro con el rostro teñido de espanto.

¡Pero señor Mu!

No fue necesaria una réplica. El Dragón, con parsimonia, se despojó de las vestimentas que cubrían su torso.

A Seiya debo mi vida. Sin las armaduras, estamos destinados a la derrota, pero si con mi sangre al menos Pegaso puede ser salvada, nos quedará una posibilidad de ganar. No le fallaré.

Y ante el respetuoso silencio de Aries y el horror de su alumno, el japonés se abrió las venas con velocísimo gesto, regando con el rojo proveniente de sus venas el bronce desquebrajado.

Mu, sobrecogido por tal generosidad y valor, aguardó con todos sus sentidos puestos al momento preciso en que el mínimo de sangre necesaria para la restauración hubiese sido vertida. Sostuvo al desfallecido joven entre los brazos cuando éste hubo perdido el conocimiento. Con sendas aplicaciones de su curativo cosmos, cerró las heridas de sus muñecas, depositándole en el suelo.

Kiki, tráeme las herramientas celestes, polvo de estrellas y también algo de orichalnum y gammanium.

¿Va a hacerlo¡Hace años que no repara una armadura!

Le instó a obedecer sin más mientras observaba los daños sufridos por el metal. Si de lleno se entregaba a la labor, como así sería, quizás pudiera devolverlas a la vida.

El pequeño Aries miraba preocupado al Dragón, pálido e inmóvil. Haciendo uso de sus poderes telequinésicos, hizo un monumental esfuerzo y llevó al joven hasta el interior de la torre, donde le depositó en su propia cama. La hospitalidad era uno de los valores intrínsecos de los representantes de la primera Casa, y como tal ejerció mientras oía en el exterior los agudos sonidos de las herramientas replicando contra el metal.

A pesar de su corta edad, el futuro alquimista supo que aquel día iba supondría un cambio total en su vida y en la de su maestro. No ya por la inesperada visita o lo sorprendente de la situación… Aquella era la primera vez que veía ese brillo en los ojos de Mu.

Aguardó durante casi dos horas sentado junto al convaleciente caballero, hasta que al fin el único ser capaz de dar respuesta a las incesantes preguntas que se agolpaban en su cabeza entró en la habitación.

¿Ha podido repararlas, señor Mu?

Sí… No ha sido fácil, pero el sacrificio de Shiryu no ha sido en vano. Su sentido de la amistad es digno de admirar.

Se sentó junto a su alumno, quedando ambos a un lado del Dragón, observándole.

¿Se pondrá bien? – preguntó el niño con tristeza.

Ha perdido mucha sangre. Ahora mismo debe encontrarse a puertas del Hades. Que regrese con nosotros o penetre en ellas depende de él. Será mejor que le dejemos descansar, tenemos que pensar en una estrategia.

Kiki, tras arropar al invitado con sumo cuidado, frunció el ceño tratando de encontrar sentido a lo que acababa de oír.

¿Estrategia?

Exacto… Habrá que hacer llegar al caballero de Pegaso su armadura.

Por primera vez en mucho tiempo, Mu volvió a sentirse como lo que era. El pilar de la rebelión, el estandarte que guiaría a los defensores de la verdadera Diosa hasta la victoria sobre el traidor que había manchado el Santuario con la sangre de Shion de Aries.

Tenemos que cumplir la promesa hecha por nuestro compañero.

Volvió a sentirse… Como un caballero de Atenea.

(salto temporal)

Ya habían pasado tres semanas desde que regresara a las apacibles tierras de Rozan, y pese a que arar las mismas le reportaba una paz antes inusitada, las mismas imágenes le sacudían en pesadillas periódicamente.

Pese a todos sus recuerdos y vivencias, lo único que Shiryu era capaz de ver ahora era el rostro de Argol de Perseo y sus propios dedos hiriendo irreversiblemente a sus ojos, como pago necesario para vencer al mítico escudo de la Medusa.

Había acabado con tal fatal criatura, pero al contrario que Perseo no había salido airoso a lomos de Pegaso, sino que se había visto obligado a abandonar a éste y sus restantes compañeros debido a la inminente ceguera.

A nadie había confiado sus temores y pesares, su situación le llenaba de angustia y frustración, pero debía encontrar el modo de dar con la cura, si no física, psíquica y moral. Sus hermanastros y la Diosa le esperaban, aguardaban el regreso del noble caballero que era, ahora más bien un espejismo que desaparecía ante sus manos al tratar de darle alcance.

Una energía desorbitarte proveniente de la cascada le llevó hasta la misma, y lo que allí encontró supuso una situación insostenible que no podía tolerar.

Vaya, vaya… Al fin nos encontramos… - siseó el extraño recién aparecido entre las milenarias aguas. – Así que la leyenda es cierta, el caballero de Libra continúa con vida.

No puedo decir que tu presencia me reconforte… Death Mask de Cáncer.

Pese a ser el primer encuentro de ambos, Dohko reconocía en el siciliano el hálito de muerte característico de la cuarta Casa del Zodíaco. Según las tradiciones chinas, la nebulosa del cangrejo alzada en el firmamento era la puerta hacia el Inframundo, conformando sus atrayentes colores los fuegos fatuos creados por cientos de cuerpos apilados ya en estado de descomposición.

Era lo más cruel del Zodíaco, lo más perverso, lo más fatídico. Y el carroñero de la Orden había sido enviado para acabar con el enemigo acérrimo del Santuario.

Me gustaría tomarme mi tiempo en acabar contigo, viejo, pero ansío una nueva máscara para mi colección. ¡Qué tu viaje al Hades sea grato!

Con una sádica sonrisa el italiano se dispuso a asestar su mortífero golpe, mas alguien se lo impidió.

¡No te atrevas a ponerle un solo dedo encima a Roshi!

Allí, desafiante, el joven de rostro vendado y gesto amenazador cubría con el cuerpo a su mentor. La situación alimentó su ya de por sí la siniestra risa.

¿Tú, un mero caballerete de Bronce osa hacerme frente? Lamentarás haber abierto la boca, niño…

Varios fueron los ataques dados y repelidos, pero ante los aterrorizados ojos de Shunrei la diferencia de fuerzas fue evidente, acabando el noble Shiryu en las profundas y cristalinas aguas tras una vertiginosa caída.

¿Por dónde íbamos…? Oh, sí… Te haré pagar por tu insolencia, Dohko de Libra. En nombre del Patriarca acabaré con tu insistencia, estos treces años de traición serán cobrados sin miramientos.

Aún sabiendo que sirves a un impostor¿dices ejercer justicia con tus actos? Mucha sangre ha sido vertida en nombre de aquél al que dices jurar lealtad.

La paciencia de Death Mask no era un bien de generoso, pero la conversación le parecía de lo más entretenida. Por prolongar un poco más la agonía de su víctima, nada ocurriría…

La sangre ha corrido en incontables ocasiones a lo largo de la historia… ¿Dónde estarían las victorias sin las derrotas¿Dónde la gloria sin la barbarie de los ejércitos? La violencia es necesaria, el fin justifica los medios. Ya he dicho suficiente, desaparece de una vez, vejestorio.

Pero un bravo alarido volvió a interrumpirle. A lomos de un colosal remolino y ataviado con la brillante armadura del Dragón, el discípulo del armero recuperó la fuerza y confianza perdida con la visión, encauzando su poder en defender aquello que más que a su vida quería.

¡Las atrocidades que proclamas no son dignas de un caballero de Atenea, Máscara de Muerte!

Explotando su cosmos, Shiryu se lanzó sin contemplación hacia su adversario. Pese a alcanzar un nivel en su técnica nunca antes visto, éste no bastaba para detener los propósitos del cuarto guerrero de Oro.

No eres rival para mí, chico… Es una lástima, ahora que tanto me estaba divirtiendo…

En su cabeza ya libre volaba la fantasía de reunir a maestro, alumno y jovencita en el más allá, pero con las ganas se quedó. Ni en sus peores sueños hubiese imaginado que precisamente sería esa persona la que se lo impediría.

Enfrentándote a un caballero de Bronce a tu edad, Death Mask… Deberías sentir vergüenza por ello.

Asombrado, el italiano no dio crédito durante unos instantes a lo que sus ojos veían.

¿Mu de Aries¿Qué estás haciendo tú en Rozan?

Vistiendo la dorada armadura del carnero, el tibetano le encaró sin perder un ápice de su característica compostura.

Si pretendes asesinar a mi aliado, habrás de enfrentarte a mí por partida doble, pues no sólo atentas contra su vida, sino contra la de Shiryu del Dragón, el cuál es mi compañero. Vuelve sobre tus pasos, o no tendré piedad alguna.

Gruñendo de puro odio, no le quedó más remedio que postergar la ejecución para otro encuentro.

No estoy tan loco para enfrentarme a otro caballero de Oro. Por esta vez lo dejaré pasar, pero pagarás por ello, Mu… - se giró para grabar con fuego en su cerebro el rostro del más recientemente nombrado guerrero de todos los presentes – No te olvidaré, chico… La próxima vez que nos encontremos, no vivirás para contarlo.

Y tal y como había hecho aparición, la Máscara de la Muerte desapareció sin dejar rastro. El anciano y sabio Dohko se incorporó con dificultad sobre su bastón, sin ocultar la enorme alegría que le invadía.

Mu, amigo mío… No sé como agradecer que hayas salvado la vida al joven Shiryu. Tu presencia me reconforta.

Así era. Una eternidad había trascurrido desde que le viese partir en medio de la incertidumbre tras haber sellado ambos la alianza, pactando unir su lucha a favor de la restauración de la paz y la proclamación de la reencarnación de Atenea cuando el momento propicio llegase.

Con ímpetu he esperado este día, Dohko. Gracias por vuestra señal, las deudas entre iguales no han de ser consideradas como tales, por un compañero estaría dispuesto a lo que fuese necesario.

Ambos sonrieron mientras Kiki, cargando con varios y pesados embalajes, corría inmerso en una alegría si cabía mayor a la de su mentor por reencontrarse con el Dragón, puesto que entre ellos se había forjado un estrecho y emotivo vínculo de amistad.

La noche cayó sobre los Picos de los Cinco Ancianos, y mientras los más jóvenes compartían techo y fuego en la modesta cabaña, ambos caballeros de Oro conversaban a la luz de las estrellas, conmovidos por la llegada de los anhelados tiempos, y a la vez emocionados por avivar el fuego prendido por el difundo y auténtico Patriarca. Hablaron de todos aquellos años, sus respectivos alumnos y, al fin, la razón de peso por la que reunidos se encontraban.

Atenea al fin está en situación de reclamar lo que le corresponde. Se ha transformado en una mujer poderosa y según lo que he podido captar se dirige al Santuario.

Dohko asintió. Debían poner en marcha un plan cuanto antes.

No puedo abandonar el sello, Mu. Mantendré mi puesto de vigilia y combatiré desde mi posición como siempre he hecho, espero que lo comprendas.

Por supuesto, Roshi. Vuestro discípulo y sus compañeros… Me han dado esperanza. La llama de sus espíritus, su entrega y arraigada nobleza han terminado de disipar mis dudas. Confío en ellos, me ocuparé de guiarles en la consecución de la victoria.

Unos segundos de silencio se formaron, los cuáles quedaron llenos por la brillante mirada del armero.

Shion hubiese estado orgulloso de ti, hijo mío. Que Atenea te de fuerzas en esta batalla.

Todos dormían en el humilde refugio para cuando Aries llegó hasta el mismo. En silencio penetró en el lugar donde había encontrado consuelo y descanso al término de su huída. Y recordó por unos instantes cuánto dolor y desasosiego reunía su espíritu aquella fatídica noche de su recalada en Rozan…

Pero tanto padecimiento había dado sus frutos. Más seguro que nunca, dio por finalizado el descanso de su alumno con la intimidad de la unión de sus cosmos.

Kiki, despierta y vuelve a empacar los enseres>>

Tras desperezarse, el niño le miró extrañado, respondiéndole de igual forma.

¿A dónde vamos, señor Mu?>>

Obtuvo a modo de respuesta una emanación cósmica de tal magnitud que le hizo estremecer. Su maestro y confidente puso tan énfasis y pasión en esas tres palabras que de inmediato se dispuso a hacer lo pedido.

Era algo que llevaba esperando mucho tiempo para sus adentros… Pero no tanto como el primero de los caballeros de Oro. Allí le esperaba su mayor reto, la recuperación de su honor, el alzamiento de la Diosa…

Y pese a estar en bandos contrarios… Él también aguardaba.

Partimos hacia Atenas>>