Capítulo 14

La noche era densa y cerrada. Podría haber sido una como otra cualquiera en tierras egeas, mas un oscuro presentimiento pesaba sobre el corazón del caballero de Aries.

Aquel amanecer había percibido una alteración cósmica que no había sido capaz de catalogar. El Santuario seguía viviendo la merecida paz tras tantas contiendas, añadiendo el reinado de Atenea en ausencia de Patriarca mayor seguridad y fortaleza a sus guerreros.

Y sin embargo… No sólo era ese malestar general lo que preocupaba a su espíritu. Era incapaz de quitarse de la cabeza la mirada que Shaka le había dirigido bajo los primeros rayos del sol. No había querido preguntarle el por qué de la súbita tristeza que habían reflejado sus cristalinos iris al despedirle, ni tampoco indagar aún más en su interior para conocer la causa del pesar. Quizás no se había atrevido a hacerlo para no confirmar que Virgo había sentido exactamente lo mismo que él en ese preciso instante.

Algo en su fuero interno le dijo que aquella sería la última vez que juntos estarían.

Pese a que sus hábitos le llevaban a despojarse de la armadura a esas horas para adoptar vestiduras menos formales y descansar, no lo hizo, quería dar una última ronda por el exterior, y convencerse así de estar alimentando sospechas levantadas de la nada. Todo seguía tranquilo, apacible…

Pero si así era¿por qué la oscuridad en su pecho se hacía cada vez más y más grande? Un viento helado le golpeó el rostro, recreando en su piel una sensación desde tiempos inmemoriales ligada a conexiones espirituales.

¿Cuántos relatos habría leído, e incluso escuchado, sobre el frío que precedía al encuentro con un alma en pena? Intentó desechar tan ridículas ideas, resultado los esfuerzos inútiles. Se sorprendió a si mismo inmerso en todo tipo de conjeturas sobre algo tan siniestro como era la muerte.

Muchas pérdidas había acusado el recinto sagrado, una de las cuáles le seguía resultando especialmente significativa. El recuerdo de Shion le asaltaba periódicamente en las más diversas situaciones, mas no recordaba una tan surrealista como la que estaba viviendo.

Reparó en el silencio sepulcral que le rodeaba. Las estrellas parecieron recluirse tras nubes inexistentes, y los alrededores de la primera de las Casas del zodiaco se sumergieron en una oscuridad subjetiva que consiguió estremecerle.

Como siempre que procesaba datos de importancia, sus labios se movieron solos, murmurando para si los ecos de su mente.

Es… Como si estuviese reviviendo parajes de las Crónicas oscuras… La última Guerras Santa tuvo lugar hace más de dos siglos. En esa ocasión una fuerza diabólica de incomparable poder se desató en este mismo enclave…

Como el primero de los caballeros de Oro, era su deber apurar hasta el límite los sentidos con tal de percibir cualquier presencia enemiga y defender la entrada al Santuario. Pronto el presentimiento que le había acompañado se materializó en una figura humana a lo lejos. La silueta del extraño, remarcada por la luz plateada de la luna, evidenciaba su envergadura.

Analizó su aspecto, la gruesa capa que le cubría, tratando de ver desde su precavida distancia la cara de quien no dejaba de aproximarse.

No deis un paso más, o vuestra vida correrá peligro. – anunció al extraño, advirtiéndole de la suerte que deparaba a todo aquél que osaba poner un pie en el Santuario de Atenea sin previo permiso.

Y dicho recién llegado escrutó su rostro sereno, cortés y diplomático, el tono de voz estricto, la postura decidida. Pocas horas antes, había despertado del sueño eterno al que fue enviado sin poder evitar la consumación de la catástrofe. Largos años bajo el pesado yugo de la no vida, el olvido, el tormento. Su noble alma, incapaz de abandonar todavía el calor del mundo terrenal, había deseado en vano volver a encontrarse con él.

Sus deseos al fin se vieron cumplidos, pero no era un momento feliz. Cómo deseó la misteriosa criatura no tener que hacer frente al que había sido antaño su alumno. Por mucho orgullo que le reportase el verle ejerciendo su cargo con total rigor… Tenía una misión que estaba por encima de todo vínculo emotivo.

No serás capaz de atacarme, Mu, ni de desobedecer a mis órdenes.

¿Cómo? – respondió incrédulo el lemuriano, mientras adoptaba posición de defensa.

El encapuchado no detuvo su avanzar, por lo que se preparó para la eminente ofensiva… Hasta que algo que no esperaba sucedió.

¿O es que tal vez… ya has olvidado mi rostro?

El corazón de Aries dio un vuelco terrible al captar sus ojos lo poco que la copiosa tela dejaba entrever del recién llegado. Una punzada sacudió su cosmos, alborotando su fina percepción psíquica.

Era… Imposible.

No… No puede ser. Vos sois…

Su mente volvió a trabajar desorbitada, consiguiendo las conclusiones hacerle caer en un pozo de honda preocupación.

Por la sagrada Atenea que me encuentro… Ante mi difunto maestro. Y si en lo cierto estoy, sólo hay una explicación válida.

¿Ya no me muestras respeto¡Arrodíllate inmediatamente!

El ya de por sí atormentado espíritu de Shion encontró fuerzas de donde pudo, como sólo un guerrero de su talla podía hacer, para encauzar la situación. Tal y como había previsto, su discípulo cumplió lo indicado con pasmosa velocidad. Una vez de espaldas a él, observó a lo lejos como los Templos marcaban la ruta hasta la Diosa de la sabiduría. Un sendero que pronto caería en la desolación de un nuevo combate, el más cruento de todos los que la memoria de la Orden podía recordar.

Sin muestra alguna de emoción, su voz volvió a proclamarse, haciendo gala de la perfecta oratoria empleada una vez en vida.

Visto que te doblegas a mi voluntad sin dudar… Mu, te lo ordeno: tráeme la cabeza de Atenea en menos de doce horas.

Los ojos violáceos del caballero de Oro se abrieron desmesuradamente, totalmente aterrados. Deseó para sus adentros despertar súbitamente de esa dantesca pesadilla, pero aquello era real. Su mentor, el Patriarca, había regresado de la tumba, exigiendo la cabeza de la olímpica a la que por tantas décadas había servido.

Y su deber era impedirlo a toda costa.

Aún viniendo de vos, no puedo acatar esa orden.

Shion iba a reprenderle cuando dos de sus acompañantes, ocultos hasta entonces, hicieron aparición.

Ya sabes lo que entraña no cumplir los dictados de un superior, Mu…

Aries alzó el rostro bruscamente a la par que se incorporaba. Conocía los cosmos de los dos nuevos llegados, pese a estar ahora teñidos de lugubrez, y su instinto para asociar voces con sus dueños resultó de lo más eficaz. Al despojarse los mismos de sus mortajas, la evidencia fue palpable.

¡Máscara de Muerte¡Afrodita! Entonces mis sospechas son ciertas¡vuestras almas no encontraron descanso y siguen vagando por el mundo de los vivos!

Hallarse nuevamente ante sus caídos compañeros de rango le llevó a dedicar toda su atención y estupefacción a los mismos, olvidando por unos segundos al antaño mandatario del lugar.

¡No somos vulgares fantasmas! – reprendió el sueco, cuya belleza no se había visto mermada ni siquiera por los efectos de la defunción.

Hemos regresado por la gracia de Hades. Él nos concedió la nueva vida a cambio de nuestra fidelidad.

Todos los temores del tibetano fueron confirmados con evidente desaprobación.

¿Habéis accedido a convertiros en burdas marionetas del señor del Inframundo con tal de una nueva vida¿Y vosotros fuisteis dos de los más poderosos caballeros de Atenea? Debería daros vergüenza.

¡Cállate¡Tú has permanecido vivo todos estos años¿Qué sabrás del horror que hemos pasado?

Mu sopesó sus posibilidades: entre tres grandes caballeros, debería acudir a tácticas arriesgadas y desesperadas si quería salir vivo. Reparó entonces en las armaduras que portaban sus ahora adversarios. El alquimista que era no pudo reconocer el matiz del metal.

No son armaduras de Oro las que os visten, su brillo no es dorado, es negro, como la insondable oscuridad.

¡Estás en lo cierto! – contestó con sorna el siciliano. – Como Espectros del Hades, las sapuri nos protegerán en esta contienda. ¡Pero basta de tanta cháchara! Si vas a contradecir las órdenes del Maestro y piensas hacernos frente, no tendré piedad ninguna.

El dedo índice de Cáncer y su siniestra terminación se elevaron al cielo, a la par que las Onda del Hades eran convocadas. Aries, como buen representante de su signo, era un guerrero comedido: aguardaba siempre hasta el último segundo antes de arremeter contra el enemigo. Y cuando así debía hacer, eran recursos meramente defensivos los que empleaba en principio.

Era la primera vez que se veía obligado a emplear su habilidad y conocimiento de la materia de aquella manera. Haciendo gala de su extraordinaria capacidad telequinésica, atrajo hacia él cuantas partículas le rodeaba. Iones y protones se condensaron entre las palmas del alquimista, formando órbitas a gran escala, como harían alrededor de un átomo cualquiera. Al insuflar su cosmos sobre la microestructura molecular creada, se forjó un torrente de energía limpia, brillante e indestructible. Extendió los brazos en un rápido movimiento, propagándola, y formando una barrera perfecta que se extendía varios metros hacia los lados y en lo alto.

¡Me ha devuelto el ataque! – farfulló la Máscara de la Muerte, rabioso.

Déjamelo a mí, yo romperé su defensa.

Ni las célebres rosas de Piscis pudieron atravesar el Muro de Cristal. Y tras el mismo, el tibetano volvió a escudarse en sus advertencias.

Es inútil tratar de atravesarlo, todos vuestros ataques os serán devueltos.

Shion observaba la depurada técnica de su alumno. En ejecución era perfecta, pero la barrera tenía un punto débil: la psique de su creador. Si ésta se doblegaba, la resistencia del cristal cedería, desquebrajándose.

Ya es suficiente, Mu. Son mis aliados. Si te enfrentas a ellos, te enfrentas a mí. Disuelve tu barrera.

Era obvio que para el Patriarca aquella técnica no tenía secreto alguno. Por mucho que el actual Aries la hubiese perfeccionado, había sido él mismo quien se la había enseñado en las duras noches del Himalaya.

Veo que no me dejas más alternativa que hacerlo por la fuerza.

Aries miró profundamente al oscuro rostro sin forma que le hablaba. Saber que el hombre que representaba su visión de la solidez del universo había manchado el honor de toda la Casa a la que ambos pertenecían, le producía un angustioso pesar. Pero en su corazón, el calor del cosmos de Shion y sus actos pasados, siempre escrupulosamente serenos y tan llenos de prudencia como de justificación, prevalecían incluso ante el inminente reto que ahora ambos sostenían.

Puede que con ello firmara su sentencia de muerte, pero el alquimista se dijo que tras la siniestra perspectiva de una nueva guerra, debía existir un motivo.

Los segundos de silencio y reflexión fueron rotos por un haz cósmico que desestabilizó al Muro, haciendo que la solidez de éste mutase en cientos de partículas de luz.

Vosotros dos, adelantaos y traedme la cabeza de la Diosa. – ordenó el Maestro.

Afrodita y Death Mask no tardaron en ponerse en pie.

Pasamos muchos años aquí, conocemos cada rincón de este Santuario. Llegar al Templo de Atenea no nos supondrá ningún problema.

Se dispusieron a atravesar el primero de los Templos, mas su guardián seguía resistiéndose a permitirlo.

Vuelvo a repetirte que interponerte en su paso es alzar la mano contra mí. ¿Vas también a atacarme? – rezó la oscura y familiar voz del Patriarca.

El alquimista sintió que estaba en un callejón sin salida. ¿Cómo podía ser capaz de luchar contra el hombre que había sido maestro y figura paterna para él? Se negó a aceptar las condiciones impuestas por el otro tibetano, permaneciendo firme ante el implacable ataque de Cáncer. Si bien no tenía fuerzas para arremeter contra Shion, no dudaría en hacerlo ante sus antaño compañeros.

Soy Mu, caballero de Oro de Aries, y mi deber es defender este Templo de cualquier intromisión enemiga. Cumpliré con mi obligación, aunque me deje la vida en ello.

Si es la muerte lo que deseas, la muerte tendrás. – respondió Death Mask.

Un crudo intercambio de golpes se produjo, siendo éste interrumpido por algo que ninguno de los presentes esperaba. Los meteoros de Pegaso irrumpieron, potentes y jovialmente incontrolables, como el carácter de su hacedor.

¿Mu, que ésta pasando aquí¿Por qué no acabas con ellos de una vez? Espera… ¡Son Afrodita y Máscara de Muerte¡Pero si murieron hace tres años¿Son fantasmas?

El lemuriano mantuvo la serenidad pese a no dar crédito a la nueva llegada. La presencia del caballero de Bronce era, ante todo, inoportuna. Atenea había indicado expresamente que no deseaba la participación de los cinco jóvenes en otra batalla más, otorgando a los dorados de la autoridad necesaria para impedirles el acceso al Santuario. Sus indicaciones eran tajantes, por el bien de ellos, aunque les resultase difícil comprenderlo. Aries, que tan bien conocía la burbujeante personalidad de Seiya, trazó un plan con toda la rapidez que su ágil mente pudo reunir.

Esperó que Seiya pudiera llegar a comprender sus motivos. Apreciaba demasiado al japonés y sus restantes cuatro hermanastros como para dejarles tomar parte en la que iba por el camino de convertirse en la más sanguinaria de las luchas jamás relatada.

No son fantasmas, han jurado fidelidad al Dios del Inframundo, Hades. Su rango de caballeros ha sido sustituido por el de… Espectros.

¿Espectros¿Pero quién demonios es ese Hades?

Mu dio un paso al frente, encarando a sus adversarios. Con la mirada fría y fija en ellos, sentenció.

El mayor enemigo de Atenea, el señor de la Muerte. Con la llegada de sus soldados al Santuario y la declaración explícita de guerra, una batalla sin igual será desatada. La encarnación de Atenea llegó a este mundo con el propósito de impedir que Hades se haga con la supremacía absoluta.

¿Entonces todo lo que hemos hecho hasta ahora sólo era una preparación para la batalla final?

La síntesis desesperada de Seiya le pareció pese a escueta, correcta.

Si comprendes la magnitud de la situación… Márchate ahora mismo. Atenea os ha vetado el acceso al Santuario a vosotros, los caballeros de Bronce.

¡Pero eso no tiene sentido¡Somos sus caballeros¡Lucharé por la Diosa todo lo que haga falta!

Máscara de Muerte, furioso por haber sido interrumpido, arremetió sin piedad ante el dolido Seiya de Pegaso, regándole de duros golpes, no encontrando demasiada resistencia debido a la moral minada y la armadura parcialmente rota por todos los combates acumulados en los enfrentamientos ante la armada de Asgard y las marinas de Poseidón.

Detente, Death Mask… Yo le daré el golpe de gracia. Ten al menos esa consideración.

Los ojos de Seiya se llenaron de lágrimas mientras buscaban desesperados en los de Mu una señal que le dijera que todo debía ser un tremendísimo error.

Descansa en paz, Seiya…

Y encubierta bajo la Extinción de la Luz de las Estrellas, la teletransportación del cuerpo de Pegaso se consumó, aterrizando junto a su armadura y la caja de Pandora a casi un kilómetro de allí, en la dura roca del suelo del Coliseo, irónicamente donde el joven había sido armado caballero años antes.

Los brazos del carnero se alzaron al cielo, firmes, impidiendo el paso mientras en su rostro y sus párpados caídos se leía la tristeza.

Sigues teniendo en tu nobleza sin límites un punto débil. Eres astuto, pero no conseguirás engañarme. Sé que no has acabado con la vida de ese niño, mas no me importa, el que se inmiscuya o no me es indiferente. Afrodita, Máscara de Muerte, cumplid con lo ordenado, traedme su divina cabeza lo antes posible.

De un elegante salto hacia atrás, Mu impidió que Piscis y Cáncer, vestidos con las negras sapuris, atravesaran el Templo, derribándoles con sendos lanzamientos de luz. Su mirada fue contundente.

Como ya he dicho, protegeré esta Casa a toda costa. No me importa pagar con mi vida el haberos desobedecido, pero… Máscara de Muerte, Afrodita… ¡Nunca os perdonaré vuestra traición!

Mientras Aries desplegaba todo su poder, su mentor observaba como la serenidad de la que Mu había hecho gala a lo largo de toda su vida se transformaba en una energía propia de uno de los caballeros de Oro más poderosos de cuantos habían existido.

Parece que al fin el apacible carnero, el de la imborrable sonrisa… Va a embestir sin piedad alguna.

Piscis y Cáncer cayeron, mas no fue ese el final de la pesadilla para el lemuriano. La sobrenatural sensación del aire gélido volvió a rodearle, contemplado desolado como tras la fantasmal figura de Shion otros Espectros se materializaban.

Death Mask y Afrodita no han sido los únicos en unirse a la comitiva.

Uno por uno, Camus de Acuario, Shura de Capricornio y el mismísimo Saga de Géminis hicieron aparición, ataviados a su vez del metal del Infierno.

Vosotros… También habéis traicionado a Atenea. Por su gloria que no puedo creer que hombres como vosotros hayan sucumbido a tal calamidad. – exclamó Mu consternado.

Excalibur y el Cero Absoluto fueron esquivados con desesperación mediante la teletransportación. Los enormes recursos mentales que se consumían en dicha técnica le dejaron al borde el agotamiento. Quedó exhausto sobre el suelo, y al alzar el rostro, los ojos de su espíritu pudieron ver el mismo espectáculo de dolor que contemplasen el día en que abandonó el Santuario al despedirse abruptamente de Shaka: los tres Espectros, quienes fuesen algunos de los caballeros de Oro de mayor poder, lloraban lágrimas de sangre.

Viendo su estado, el representante de los gemelos aprovechó la oportunidad para acabar con él. Sin embargo, Shion no lo permitió.

No perdáis ni un segundo más, haced lo que debéis. Yo me encargaré de Mu.

Paralizado éste en el suelo por la presión mental del difunto Patriarca, el lemuriano contempló como sus tres caídos compañeros desaparecían en la negrura de Aries. Pero su esperanza aún no se había consumido. Una voz amiga y la calidez de su cosmos llegaron en el momento oportuno, sorprendiéndoles al igual que el Fuego Sagrado, prendido sin previo aviso, marcando la crucial cuenta atrás.

¿Quién lo ha encendido? – bramó el encapuchado.

He sido yo. Vaya, han pasado muchos años, viejo amigo…

Haciendo esfuerzos sobre humanos, Mu elevó el rostro lo suficiente para contemplar el decrépito rostro del armero.

Roshi…

Era la primera vez que el triángulo quedaba formado con sus tres vértices presentes: el maestro, el alumno y el nexo de unión entre ambos… El caballero de Libra, que pese a su porte apacible, sufría.

Han pasado más de 263 años, y creí que nunca más volvería a verte, pero has regresado de muerte. El que un hombre como tú haya caído en la tentación de la nueva vida me llena de pesar, Shion… Descubre tu rostro, permíteme ver al que fuese mi inseparable amigo antes de que acabe contigo.

Mu se obligó a mantener la compostura y no romper a llorar al contemplarle. Era él, con su melena esmeralda, sus ojos penetrantes, su pálida piel de ancestro alquimista. Sin embargo, podía percibirse en su constitución algo que evidenciaba la falta de lo sustancial en todas las criaturas: la vida originaria. De su cuerpo irradiaba un halo espectral, una mortaja energética que le rodeaba.

Veo que el tiempo no nos ha tratado por igual, Dohko… Tu cuerpo está demacrado. El mío por el contrario, ha recobrado su jovialidad de antaño. ¡No tienes ninguna posibilidad de salir victorioso si nos enfrentamos, acepta tu inminente derrota!

No estés tan seguro de tus palabras.

El viejo maestro rompió la presión mental que el Patriarca realizaba sobre su alumno, consiguiendo que éste recobrara la movilidad.

Ve a reagrupar a los demás, Mu. Proteged a la Diosa sin importar el precio a pagar.

Sí, Roshi.

Sin mirar atrás, el lemuriano se alejó de allí a toda velocidad, adentrándose en el Templo de Aries. Y Shion, cediendo por unos segundos al calvario interno al que se había postrado, gritó desesperado, en un último intento por retenerle e impedir que su discípulo perdiese la vida en aquel enfrentamiento encubierto.

¡Mu¡Regresa de inmediato!

No … Vamos a batirnos. Te venceré, y con tu muerte haré que el Shion al que conocí y tanto aprecié regrese. ¡Prepárate para la lucha!

Como desees, anciano. Lamentarás lo que has dicho.

Bajo las milenarias piedras de la primera Casa, y con el corazón en un puño, los inseparables Dohko de Libra y Shion de Aries midieron sus fuerzas en un encuentro cuyo resultado apenas unas horas después… Sería crucial.


Shaka de Virgo, la reencarnación de Buda y último eslabón de un karma que le unía a muchos anteriores portadores de la Virgen, meditaba en su eterna y perfecta postura del loto.

No había en su rostro sombra alguna que denotase temor o tristeza. A lo largo de toda su existencia había experimentado e indagado en los aspectos del hombre y su encarecida lucha contra los elementos y el padecer mismo de la vida.

Su alma serena respiraba la profunda paz que sólo puede obtenerse al final del camino. Y es que el sexto caballero había tenido una revelación la noche anterior. Mientras paseaba por su amado Jardín junto el alquimista a la luz de las estrellas, había observado los capullos de los muchos árboles que poblaban el majestuoso lugar. Su atención se depositó en las primeras flores de cerezo que en breve se mostrarían en todo su esplendor.

Qué hermosas son aún sin haberse abierto… El saber que pronto florecerán me llena de alegría, el ambiente inundado por sus pétalos y el aroma disperso en el aire es uno de mis espectáculos preferidos; y sin embargo, qué pronto éstas marchitan.

Los cerezos las reproducían todos los años, las mismas se abrían al mundo desplegando su encantadora belleza, y tras un corto lapsus de tiempo, desaparecían, dejando espacio para las siguientes, formando parte de un ciclo eterno e irrompible.

Como las personas… Nacemos en nuestro cerezo particular, el Universo… Nos aferramos a la vida, morimos… Pero tras esa muerte, hay más flores…

Una metáfora tan sencilla como aquella le había abierto los ojos ante un sentimiento para él desconocido y anhelado: la vislumbración de la verdad.

No supo explicar por qué exactamente, pero Shaka estuvo entonces seguro: pronto encontraría la respuesta que llevaba buscando desde su primera conversación con el Iluminado.

Ello le llenaba de gozo, pero a su vez de dolor. Aquella mañana al despedirle, asimismo supo que no volvería a verle. Mas como habían acordado, nada sería dicho, hasta el último segundo juntos sería disfrutado como si fuese el último.

Y lo había sido. En silencio, los iris transparentes del hindú revelaron en parte lo que su sabia corazonada afirmaba. Ahora, ya de nuevo en brazos de la noche, pudo sentir sus presencias: siniestras, oscuras.

Se llevó la mano al cuello, rozando el suave tacto del rosario.

Ha pasado de mano en mano durante diez generaciones en este Templo. Así ha sido con un único propósito: que llegara hasta ti. Sólo a ti pertenece, sólo tú encontrarás el uso adecuado que darle.

Las palabras del anciano que le entregó en lecho de muerte el presente afloraron. Guardó el abalorio abriendo una dimensión temporal entre sus manos. Si algo sabía bien era que las casualidades o el azar no existían, todo tenía un motivo, todo ying esperaba a su yang.

El número de las cuentas de aquel rosario forjado por los Dioses era 108. El mismo número que el de los Espectros de Hades.

Impasible, bañado en su luz interior, el ario se preparó para la inminente batalla, la contienda de su vida. Aquella en la que iba a cumplir la misión a la que había entregado su existencia, con la que debía cerrar un ciclo.

La Guerra Santa había dado comienzo.


Aún con lágrimas en los ojos tras haber guiado a la última chispa del cosmos de Aldebarán en su ascensión hacia el Universo, Mu corría a velocidad desorbitada por las escalinatas de mármol. La presencia de Atenea le impedía teletrasportarse entre templos, se encontraban a demasiada distancia los unos de los otros.

Una energía sin parangón brotó del Templo de Cáncer, elevándose como haría un cometa, iluminando la oscura bóveda que les dominaba. Tuvo que detenerse ante el horror de comprobar cómo el ataque tomaba una trayectoria definida, estrellándose de lleno contra la sexta Casa.

Shaka…

El ruido de la colisión resonó por todo el recinto, sumiéndose después en un nuevo e inquietante silencio.

Sabía que él estaría bien, sus poderes tenían una magnitud quasi divina, pero lo que le hacía no albergar dudas al respecto… Era que Virgo aún no podía morir. No podía dejarse derrotar hasta que llegara la hora de cumplir su misiva. Entre los Sales. Contra un enemigo temible.

Era lo establecido, y por ello, sintió congoja, puesto que las tres preguntas que su alma gemela se había estado haciendo desde que le conocía obtendrían pronto respuesta.

¿Dónde? En el Jardín de Sales.

¿Cuándo? En la nueva Guerra Santa.

¿A manos de quién?

Cerró los ojos, consternado.

A manos de tus propios hermanos.

Tenía que llegar cuanto antes al Templo de Virgo, Aioria debía estar en problemas y los divinos habían pasado por alto la orden de Atenea, lo cuál le enorgullecía. Volvían a ser el vivo ejemplo de la determinación y la pura entrega, aunque no fuese justo que tuvieran que sufrir los horrores de la batalla nuevamente, sobre todo de una tan devastadora como la que les esperaba.

Y antes de reanudar su ascensión, concentró la totalidad de su capacidad psíquica, debía entablar comunicación antes de salir al encuentro de su deber, afrontar la más dura prueba de todas las que había soportado.

Kiki… El Apocalipsis se cierne sobre el Santuario de Atenea. Ya conoces el procedimiento que has de seguir si en dos años no tienes noticias mías. Buena suerte, pequeño.

Apenas hubo recorrido unos cientos de metros cuando recibió contestación. Guardó en su interior esas palabras como si fuesen un tesoro de valor incalculable.

Nuestra Orden estará a salvo, señor Mu.

Su alumno había hecho grandes progresos, aquella comunicación a miles de kilómetros de distancia lo evidenciaba. Rogó a las estrellas que le guiaran, si él se veía imposibilitado a hacerlo, y que Atenea le mantuviera bajo su seno en el oscuro futuro que les deparaba.


El pórtico principal del templo de la Virgen había salido milagrosamente ileso. Las dos doncellas esculpidas en piedra dieron silenciosa bienvenida a los Espectros del Hades. El ejército de la muerte escrutinió cada recoveco, congratulándose por lo sencillo que parecía el atravesarlo.

No hay nadie… ¡Y pensar que decían que su guardián era el hombre más cercano a los Dioses! Menuda decepción.

Nada más lejos de la realidad. Shaka leyó a lo lejos en sus corazones. La maldad y el vacío habitaban en el interior de los huecos guerreros. Su presencia era un insulto para la Diosa de la sabiduría, y como tal, les expiaría sin contemplación.

Nada más saber cuáles eran sus nuevos enemigos, el rosario budista obtuvo el significado que llevaba arrastrando desde su creación. Tomándolo del espacio dimensional en el que lo había guardado, contó las cuentas correspondientes a los caídos.

Uno…

Dos…

Tres…

El batallón de Hades no pudo salir de su asombro al contemplar al semidiós aguardando su llegada con total serenidad en la postura del loto.

¡Mirad¡Está vivo!

Por muy enemigos que resultasen, Shaka no podía hacer caso omiso de la misericordia ante las almas perdidas. Y por ello, quiso darles una última oportunidad de obtener la liberación antes de erradicarles del mundo terrenal donde erróneamente estaban.

Una voz andrógina resonó en los oídos de todos los soldados ataviados con sapuris, rodeándoles por completo, pareciendo que el terreno firme que pisaban se volatizaba bajo sus pies. El pánico se apoderó lentamente de ellos mientras la voz continuaba hablándoles.

La verdad es uno de los valores más espléndidos que existen. Lamentablemente, aunque largo sea el camino a recorrer, muchos humanos nunca llegan a alcanzarla. Podéis sentiros afortunados, se os ha dado la oportunidad de vislumbrarla. Es mi deseo que podáis sentir el amor y la justicia que erradicarán la maldad de vuestros corazones. Bienvenidos al Templo de Virgo... Espectros del mal. El legado de Buda os llegará a través de mi rostro. ¡Iréis al otro Mundo sin contemplación!

Furioso, el líder de todos ellos arremetió.

¡Seremos nosotros los que te enviaremos al otro mundo!

Su ataque fue repelido, todos los chakras del caballero de Virgo se concentraron, desplegando una barrera defensiva a su alrededor para consternación de sus adversarios. Sin saberlo, habían caído completamente en sus redes.

Shaka aprovechó la confusión para atraparlos en uno de sus estados subjetivos. Vivos colores y sonidos distorsionados se apoderaron de la percepción de los soldados oscuros, formando un informal coro, aterrados y asombrados por el espectáculo. Risas siniestras volaban por doquier, y sólo de nuevo la voz del ario superó a éstas, alzándose como el ente principal en aquella dimensión.

Os rodean espíritus como vosotros. No deberíais temerles¿no es acaso idéntica vuestra fisonomía?

¡No somos como ellos! Somos seres corpóreos¿tan cegado estas por tu posición que no lo ves?

Saga, Camus y Shura mantenían la compostura sin mediar palabra alguna. Conocían la envergadura del poder de Shaka, debían esperar al momento oportuno para entrar en acción.

Os diré algo antes de haceros desaparecer, Espectros…

Extendió el rosario, quedando éste flotando en su forma circular perfectamente desplegada, brillando con luz propia. Sus cuentas, pulidas y perfectas, vibraban, en especial aquellas que ya habían sufrido la transformación.

El número de cuentas de este abalorio es 108: una por cada guerrero del Hades. Cada vez que uno de vosotros es derrotado, su correspondiente cuenta cambia de color…

El líder hizo recapitulación mentalmente de los caídos, formándose en su rostro una mueca de espanto.

Once cuentas… ¿Word, Deep y Papillón han…¡Imposible!

Pronto os reuniréis con ellos, es a mí a quién corresponde teñir con el color de vuestras sapuris este rosario. ¡Rendiros ante la Eclosión de Espíritus del Bien y el Mal!

Shaka se dispuso a ejecutar uno de sus ataques más temidos, pero una fuerza de terrible se lo impidió. Asombrados, los compañeros del causante se giraron hacia el mismo.

¿Cube¿Has sido tú quién le ha detenido?

Déjanos pasar, Shaka. Que no hayan más bajas que lamentar esta noche.

El corazón del ario dio un vuelco al reconocer aquel cosmos con tanto sigilo oculto hasta entonces. Era Saga, cuyo rastro había perdido en el momento en que detuvo la ilusión proyectada hacia el templo de Géminis. El griego le había lanzado una colosal contrapartida, obligándole a emplear la totalidad de su potencial para defenderse.

La petición del falso Patriarca le resultó abominable.

¡Si pretendes atravesar esta Casa, tendrás que derrotarme antes!

El dolor seguía incrementándose en el interior de los caballeros de Géminis, Acuario y Capricornio, mas cuando decidieron aceptar su misión, de antemano conocían los riesgos que posiblemente correrían. Una nueva baja sobre sus conciencias era el precio más que posible a pagar.

Como desees… - se pronunció el español, empezando a correr hacia él mientras su brazo derecho se alzaba. - ¡El filo de la espada sagrada que todo lo corta¡Excalibur!

El mago de los hielos, por su parte, generó una fría corriente de aire a su alrededor, condensando entre las manos cuantas partículas de humedad había, preparado para lanzarle su célebre ataque.

¡El resplandor del Cero Absoluto que congela todo a su paso¡Polvo de diamante!

Y por último, el mayor de los gemelos reunió el poder del Universo, haciéndose uno con él.

Que las estrellas te eclipsen, caballero. ¡Explosión de Galaxias!

Tratando de concentrar todo su poder en la barrera defensiva, Shaka supo que tendría que recurrir a tácticas desesperadas.

No puedo… caer… aún no es el momento…

Sus ojos, hasta el momento cerrados, se abrieron nuevamente al mundo, dejando fluir la unión de todos los cosmos a los que en karma estaba ligado. La energía desatada fue tal que la completa totalidad de los presentes salieron disparados, dispersándose sus cuerpos por doquier.

Se incorporó lentamente, limpiando con discreción el hilo de sangre que manaba por su rostro. Se encontraba débil ante el esfuerzo realizado.

Aunque hayáis sucumbido a las fuerzas del mal, vuestro poder de caballeros de Oro sigue intacto.

El Espectro que encabezaba la comitiva no dio crédito a sus palabras.

¿Caballeros de Oro¿Entonces… sois vosotros?

Una nueva oleada del poder del hindú desquebrajó en miles de fragmentos las sapuri, dejando visibles los cuerpos ataviados de las oscuras armaduras, antaño doradas y protectoras de Atenea.

Una honda tristeza se apoderó del corazón de Virgo. Pensar que hombres como sus antaño compañeros habían traicionado de esa forma a la Diosa le parecía inconcebible, tanto que el último atisbo de esperanza que conservaba pujó por no desaparecer.

Marchaos, id a por la cabeza de Atenea. – ordenó Saga.- No sois rivales para Shaka, nosotros nos encargaremos de él.

El mandato fue rápidamente cumplido. Para sorpresa y satisfacción de los Espectros, el custodiador de la Casa no hizo movimiento alguno. Sin embargo, poco les duró la dicha, el hindú les reprendió duramente.

¿Tan rápidamente habéis olvidado lo que os dicho? Observad con atención, las cuentas que os corresponden ya han cambiado de color. ¡No podréis escapar de vuestro destino¡Tesoro del Cielo!

Habiéndoles dejado prácticamente al borde del colapso, Shaka observó como en los ojos de sus enemigos se asomaba el terror sin pudor alguno. Un ápice de piedad ardió en él, la justa y necesaria para decirles la verdad que había ocultada a aquellos hombres injustamente.

¿Teméis a la muerte? – les preguntó.

¿A la muerte¿Cómo podríamos temerla¡El señor Hades nos ha concedido la vida eterna!

No fue arrogancia, ni prepotencia por su inminente posición de vencedor para con esos soldados, lo que reflejó su divina aura… Sino consternación por la ignorancia y el engaño.

A lo largo de mi vida he conversado en numerosas ocasiones con Buda… Y Él nunca me ha hablado de vida eterna. Mucho me temo que no existe motivo por el que dudar de Su palabra.

Lo último que brotó de la garganta del líder de los Espectros fue el clamor unánime que invadía a todos y cada uno de sus compañeros.

¿Hades… nos ha engañado?

No pudo obtener contestación, su falsa vida se esfumó como niebla en el aire. Una vez solos los tres, el hindú miró a los ojos de los traidores.

Ya no tenéis que seguir fingiendo. Decidme cuáles son vuestras verdaderas intenciones.

Te lo hemos dejado bien claro. No nos detendremos hasta haber conseguido la cabeza de Atenea.

Asintió levemente.

Albergaba una última y vaga esperanza, pero me habéis confirmado que sois leales al señor del Inframundo. Si queréis pasar de esta Casa, será sobre mi cadáver.

Con solemnidad, humildad, emoción y espíritu sereno, Shaka se dispuso a cumplir con su deber. El motivo de su existencia pronto se revelaría ante sus ojos, y la ansiada respuesta llegaría por si sola.

Sería una ofensa derramar más sangre sobre este sagrado templo. Seguidme.

Los tres caballeros se miraron extrañados unos segundos, mientras emprendían el paso tras la esbelta figura del ario.

¿A dónde nos llevas?

Virgo se detuvo ante las puertas de piedra. Contempló el relieve de los lotos exquisitamente esculpidos. Tras ese portón estaba el lugar que había marcado su existencia, el Jardín donde había conocido la más amarga de las tristezas, y la más dulce de las dichas. Su rincón secreto, su refugio… La más hermosa de las tumbas.

De sus labios brotaron las seis palabras que resumían todo lo que al unísono sentía.

A un lugar adecuado para morir.