Capítulo 5.

Kono michi no saki de deaeru Love and friends

...que nos encontraremos al final de este camino. Amor y amigos

Seiya frunció el ceño. Acostumbrado como estaba a ser el último de los cinco chicos en bajar a desayunar, la pacífica conversación que mantenían Shun y Shiryu, sentados a la mesa, le parecía una parodia del habitual bullicio que inundaba la cocina de la mansión a esas horas.
Ni siquiera saludó a sus compañeros, aún con el ceño fruncido, molesto por el relativo silencio.

– Vaya .. y yo que creí que hoy no tendríamos que soportar malas caras en el desayuno... – dijo Shiryu, sonriendo hacia el recién incorporado.

Seiya gruñó algo inteligible mientras tiraba sin ganas del tirador de la nevera y miraba su interior.
Shun suspiró fuertemente por quinta vez en un cuarto de hora.

– Ya tranquilo, chico – lo sosegó Shiryu, hablando con fluidez –. No creo que tarde en venir.
– ¿Quién? – preguntó el más pequeño, sentándose junto a ellos, con una botella de leche fresca y un vaso.
– .. ¡Quién va a ser? – saltó de repente Shun, nervioso al punto de echar a perder su perfecta manicura mordiéndose las uñas – Pues Hyoga... lo llamé hace un rato.
– ... de nuevo? – Seiya alzó una ceja y vertió leche en el vaso hasta casi llenarlo – y te contestó y todo ..
– Sí ..
– Y ahora sabemos que está de camino y que no le pasó nada.

Shiryu imitó la expresión del castaño, divertido ante el estado anímico de Shun, que tanto estaba tranquilo, como se alteraba de repente.

– Bueno... será mejor que .. que haga algo.
– Sí, Shun. Quema tus energías en otra cosa que no seamos nosotros! – bromeó Seiya, sacándole la lengua al peliverde y consiguiendo unas cuantas carcajadas de sus amigos.

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Abrió la puerta con una seguridad que siempre lo había caracterizado, pero que nunca había notado tan propia. Entró sin hacer demasiado ruido, cambiando el pomo de mano, sin girarse para cerrar.
Oteó el amplio recibidor y no vio a nadie por las inmediaciones, aunque le llegaban sonidos de distintas partes cercanas de la gran casa.

No tenía ganas de encontrarse con nadie de momento. Seiya seguramente lo saludaría tan tranquilo y tal vez Shiryu le preguntara que tal estaba, pero de una manera formal. En cambio Shun... Shun le haría el tercer grado, a veces parecía una madre preocupada más que su mejor amigo.

Se llevó la mano hasta la boca, cerrando un poco más el ojo izquierdo y reprimiendo una carcajada al tiempo que empezaba a subir hacia el segundo piso. Deslizó la mano y se agarró con ella del pasamanos de madera de la escalera de estilo colonial que conducía a los pisos superiores, la mano derecha se encontraba a la altura de su axila, tomando con el pulgar una de las asas de su mochila.

¿E Ikki?... ¿qué haría con él?

Unas imágenes bastante explícitas pasaron por su mente y se instalaron allí por un tiempo suficiente como para llegar hasta el pasillo del segundo piso sin casi darse cuenta.

"¡Ahora no es tiempo de pensar esas cosas!"

Se regañó a si mismo por dejarse llevar por sus hormonas de adolescente momentáneamente.

Paró en seco y se irguió, levantando la barbilla orgulloso.

"Ahora es tiempo de ser quien soy y exigir lo que merezco."

Achicó los ojos, viéndose en un espejo ovalado con marco elaborado de oro viejo con incrustaciones de piedras preciosas, que se encontraba justo delante de él, encima de una pequeña mesa de madera oscura en la cual reposaba un jarrón que parecía bastante caro, con un arreglo de flores de la temporada que Hyoga consideró recientemente colocado allí.

Su pecho se sacudió suave y repetidamente, con una risa muda.

La mansión no había cambiado en un día, pero él sí.

Negó con la cabeza, incrédulo ante su propio buen humor.

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Respiraba tranquilamente. Tan tranquilamente como su sueño ligero le permitía.

¿Cuántas veces lo había llamado?

No más de cinco, pero siempre dejó que sonara hasta que el sonido que le transmitía aquel aparatejo cambiaba a uno más seguido y menos profundo y largo.

No se había dado por rendido. No, eso no era digno de él. Pero sí se había desesperado. Marcaba el número una y otra vez y lo borraba lentamente, número a número. Sus suspiros eran más frecuentes y casi ni los notaba salir de su pecho, era el único motivo por el que no refunfuñó por culpa de ellos.

Cambió de posición en su sueño y el móvil cayó de su mano hasta el suelo, produciendo un ruido sordo, pero lo suficientemente fuerte como para despertar alarmado al moreno durmiente, que sobresaltado se incorporó en la cama con rapidez.

Parpadeó y se pasó la mano por la cara, de arriba abajo, apretando considerablemente su rostro. Su otra mano, la que antes había acunado el teléfono, se cerró en si misma, buscando el tacto y el peso que hasta ahora habían mantenido.

Bostezó y volteó hacia la alfombra que cubría el suelo, justo al lado derecho de la cama. Alzó una ceja y se levantó, agarrando el pequeño aparato con su mano y dejándolo en la mesita de noche.

Turbado por el aire viciado de la habitación y por todas las emociones que recientemente le habían embargado, decidió que lo mejor sería dar una vuelta por los jardines o, tal vez, hacer un poco de ejercicio en el gimnasio.

"Sí, eso haré... será mejor estar despejado y relajado para cuando... cuando Hyoga vuelva..."

Porque de eso estaba seguro.

Hyoga iba a volver.

Abrió la boca tanto como podía, sus pestañas se humedecieron con lágrimas producto de la somnolencia y la volvió a cerrar tan repentinamente como la había abierto. Rascándose la cadera tomó el pomo de la puerta y lo giró, abriendo lenta y perezosamente. Con el lado de la mano se secó las lágrimas, saliendo de la habitación. Se dio la vuelta y cerró despacio. Un resoplido salió de su nariz y empezó el camino hacia las escaleras.

Justo al doblar la segunda esquina, su cuerpo se topó con otro y murmuró una disculpa adormilada.

¿Ikki?

Sus ojos imitaron el acto que su boca ejecutó en el último bostezo, abriéndose tanto como pudieron, pero siguiendo fijos en el parqué del corredor.
Volvieron a la normalidad, pero no perdieron su aspecto sorprendido al encontrarse con dos profundas pupilas del color del cielo en una mañana despejada de invierno.
Tan claros y tan transparentes en emociones para él, como ahora eran los suyos, caminando conscientemente por el mismo camino.

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Hyoga se quedó mudo por un instante.

Ikki siempre había sido una persona con presencia y aún con el rostro desencajado y el pelo alborotado le seguía produciendo la misma primera impresión.

Ikki se enderezó de inmediato.

Hyoga siempre había sido una persona calmada y complaciente en el fondo, pero con su genio travieso y algunas veces explosivo, así que era difícil saber cuando se comportaría de una u otra forma.

"¿Cuál de las dos será?" – se preguntó el Fénix silenciosamente.

El rubio respiró hondo, tomando el aire que se le había escapado al chocar contra el causante de su sufrimiento.

– ¿Hasta ahora qué te levantas? – empezó, cruzando los brazos sobre sus pectorales y levantando las cejas, haciendo que la piel de su frente se arrugara – Tan vago como siempre.

Ikki lo miró detenidamente, sintiendo su corazón un poco más pequeño. La inflexión de su voz era dura, fría, pero no cortante. Y aunque no cortara, igual dolía.
Le costó mucho no contestar con una ofensa y se dio cuenta de que no estaba preparado para hablar con él. No en ese momento.

– ¿Qué te comió la lengua el gato? – siguió de igual forma el ruso, aunque con algo de nerviosismo – ¿O qué ya me dijiste todo ayer y ahora no quieres ni darme los buenos días?

Sabía que lo estaba picando, Hyoga lo sabía, pero no pudo retener su lengua al verlo delante suya.

Ikki tragó saliva para suavizar el nudo de su garganta que le impedía hablar y apoyó el hombro derecho en la pared, con la cabeza gacha mientras recargaba su cuerpo y cambiaba el peso de pie.
Subió de nuevo la cabeza, mirando fijamente a Hyoga, sin llegar a ser belicoso en su inspección.

El Cisne sólo vio una extraña mezcla de resentimiento y melancolía en los ojos del japonés.

De repente se sintió pequeño, casi como un niño. Juntó sus manos delante de su vientre, tomando el dedo índice de su mano izquierda con los dedos de la otra, mirándolos entretenido.
Su corazón golpeó violentamente.

Pasaron los segundos y ninguno de los dos se movía.
Hyoga trataba de reunir toda la confianza que había ganado esa noche e Ikki se sentía cada vez más desinflado, con menos ganas de nada.

El peliazul dejó su posición para empezar a andar, pasando por el lado de Hyoga, que lo vio dirigirse a la escalera sin tratar de detenerlo, tal vez lo mejor sería enfrentarlo en otro momento, con más calma.

– Todo lo que tenía que decirte... – susurró Ikki, consciente de que Hyoga lo estaba escuchando – te lo dije esta mañana.

El mayor prosiguió su camino, empezando a bajar las escaleras.

Hyoga se sintió confuso por un momento.

"¿Cómo que esta mañana?" – divagó mientras escondía sus manos en la chaqueta deportiva que llevaba abierta y arremangada.

Su mano chocó con algo metálico y sus ojos se fijaron en los dibujos del parqué.
Casi por reflejo sacó el móvil del bolsillo y pasó el pulgar por la pantalla, sin fijarse en ella.
Parpadeó una vez al no ver la hora en el pequeño aparato, como usualmente hacía sin pensarlo mucho.
Sus dedos se movieron rápidos mientras desbloqueaba el teléfono y veía el aviso de dos mensajes de texto pendientes por leer en su buzón de entrada.

Frunció el cejo, dándose cuenta de que no los había leído después de la interrupción de Shun.

Su cabeza giró por un momento hacia la escalera, viendo como una azulada y alborotada cabellera daba pequeños saltitos, cada vez dejándose ver menos.

Accedió al buzón de entrada y no se paró a ver de quien eran los mensajes, le dio dos veces a ok para leer el primero lo más rápidamente posible.
De nuevo el servicio de su compañía lo avisaba de que un número lo había llamado 4 veces sin que él descolgara el teléfono.

– .. Ikki? – susurró, notando su pulso más acelerado.

Borró el mensaje y el nombre del remitente del último mensaje no leído apareció en la pantalla cuadrada y luminosa.

– ...¿Ikki? – volvió a susurrar, preguntándole con ansiedad a nadie.

Su voz había sonado demasiado aguda y su corazón parecía querer competir con el de un colibrí.
Todo su temple se había perdido en un segundo y su cuerpo temblaba ante lo que podía ser una revelación demasiado dolorosa para él.

Tenía miedo de leer ese mensaje, lo aceptaba, tenía miedo.

Las piernas parecían no querer sostenerle y su otra mano estaba demasiado apretaba dentro del bolsillo izquierdo de su chaqueta.

Miró de nuevo hacia atrás y escuchó los pasos lejanos y cansados del moreno.

Inspiró profundamente.

Tenía que dejar ese comportamiento de lado, la noche pasada le tenía que servir para algo, no debía derrumbarse por nada, no tenía que hacerlo, no podía dejarse vencer por nada.
Fuera lo que fuera lo que contuviera aquel mensaje.

Volvió a tomar aire y su dedo pulsó con firmeza la tecla, aunque sus ojos titilantes lo traicionaran.

Sus hombros estaban tensos y su mente en blanco, tan en blanco que tuvo que leer tres veces el escueto mensaje antes de entenderlo por completo.

Y cuando lo hizo el móvil cayó al suelo resbalándose de su temblorosa mano que no lo buscó de nuevo.

Sus piernas se movieron sin pensar dos veces en lo que hacía.

En dos zancadas alcanzó la escalera.

Lo siento

Posó su mano en el pasamanos de la escalera y bajó los escalones hasta el primer piso de tres en tres.

Vuelve

Dio la vuelta en el siguiente tramo y se tuvo que coger del pasamanos con las dos manos al resbalarse a la mitad del trayecto.

Sé que lo hice mal

– ¡Ikki! – gritó al verlo delante de él.

Se incorporó y corrió los pocos escalones que lo separaban del chico.

– ¡Ikki! – volvió a gritar al abrazarse al cuello del japonés, que se había dado la vuelta al oírlo bajar la escalera tan precipitadamente, adivinando lo que había ocurrido y sintiéndose aliviado por ello – Yo no .. yo te ..
– Ssshhh .. – apremió el muchacho, haciéndolo callar con un dedo en sus labios.
– No lo había leído... – murmuró aún con el dedo reposando sobre su boca entreabierta – yo ..
– Sssh .. – volvió a pedir, delineando esos labios que cada vez se le estaban volviendo más apetecibles – nada de palabras ahora.

Te amo

FIN

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alba-chan Nah, es que siempre me olvido de publicarlo XDUu .. Hace siglos que lo tenía terminado!