Después de una espera relativamente larga, les cuento que este fic, llega a su final... pufff... me gustó, fue un relajo en medio de las balas y los engaños, de "El resplandor de la venganza" y de los momentos tensos y fatidicos de "Entre las alas de un ángel", sin contar con el intenso estado de penuria de "Mi intimo enemigo", ciertamente me siento feliz, espero que ustedes igualmente lo disfruten...
Besitos
Anyara
Capitulo V
Final
Y finalmente, chocolate
Kagome le había pedido, casi suplicándole que se volviera al Sengoku y que luego del festival de su escuela, ella volvería y le llevaría muchísimo ramen. Debía reconocer que aquello no le agradaba para nada, ciertamente el ramen era lo único bueno, tener que quedarse en el Sengoku, sentado en la rama de algún árbol esperando por ella, sobre todo ahora que había terminado pro aceptar los sentimientos que tenía en su interior por aquella chiquilla a la que consideraba una tonta muchas veces, aunque sabía que ese era solo un adjetivo que usaba para defenderse de sus propias emociones, las que Kagome despertaba en él. Se comenzó a recostar en una de las ramas del árbol sagrado de la época de la joven, esbozó una sonrisa al recordar el suave roce de la mejilla de la muchacha contra la suya, y humedeció con distracción sus labios, pensando en el deseo de besarla que mantenía, se sonrojo al notar esto y se incorporó arrugando el ceño.
Pero que no piense que con ello me dominará – dijo decidido, con las manos dentro de las mangas de su haori, notando como el horizonte comenzaba a plagarse de colores anaranjados, violetas y algunas pinceladas suaves de ocre. Miró junto a él, y por un momento le pareció ver la figura de Kagome, sonriéndole de aquella manera perfecta que solo ella sabía. Abrió sus ojos enormemente al notar que su necesidad de ella, ya se estaba saliendo de control
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Se miró al espejo una vez más, los momentos que compartió con Inuyasha, habían logrado cambiar por completo su ánimo, aunque no estaba muy segura de cómo debía enfrentar aquella confesión mutua, pero estaba feliz. Tocó con su dedos la piel de su rostro, aquella que el hanyou había utilizado como apoyo para su mejilla, mientras intentaba decir palabras que se ahogaban en su garganta, sonrió una vez más, una de tantas en esa tarde, llevándose los dedos hasta los labios y ahí se quedó por un instante, sintiendo escalofríos en la espalda ante el anhelo de un beso.
-Kagome, te buscan – sentenció la madre de la muchacha desde el piso bajo de su hogar, ya era hora, Kenichi de seguro estaría esperando por ella.
Volvió a sentir el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero ahora tenía un aliciente más poderoso aún que los que la motivaban anteriormente, para recuperar los fragmentos y volver al Sengoku junto a sus amigos, él. El Inuyasha que de la forma más atropellada y dulce que ella podía esperar, le había confeso su amor, aquel te amo, que le iluminaba el rostro ahora, y que su acompañante, esperándola junto a la puerta, también pudo notar, quedando más prendado aún de lo que ya estaba de ella.
-Estas hermosa Kagome – exclamó el muchacho, ante la visón d lo que parecía una verdadera princesa de la época antigua, envuelta en marfil y con un tapado de un tono verdoso, con bordados de seda en las mangas que caían amplias. El cabello suelto, con sus característicos rizos, muy bien definidos, gracias al trabajo que había hecho su madre.
Gracias Kenichi – se limitó a decir de modo muy cortés, sin mencionar que lo único que deseaba era terminar, de una buena vez, con toda este situación, además, las vestimentas que llevaba, era ciertamente perfectas, pero para una "princesita" de las de antaño, no para ella.
Claro que eran hermosas, pero ahora que estaba dentro de ellas, comprendía, por qué tenían que estar siempre salvando a las hijas de los terratenientes, si vestidas de este modo no tenían forma de defenderse.
Salieron de la casa y se encaminaron, Kenichi hasta el momento parecía todo un caballero, parecía tener la más clara intención de cambiar la opinión que Kagome tenía de él, pero aquello era más que una difícil tarea, ya que la mucha mantenía su corazón cautivo desde hacía mucho. Le ofreció su brazo para caminar juntos, ella lo miró y aceptó sin ningún gesto visible de su pensamiento recurrente, desde que todo esto había comenzado, ¿por qué no podía ser Inuyasha, entonces fue que comenzó a imaginar al hanyou como su acompañante, con su típico traje rojo, que en este caso estaba muy acordé con la ocasión, sus manos metidas dentro de las mangas de su haori, su postura altiva y orgullosa, no sabía bien si de él mismo o por tenerla a ella del brazo, su rostro varonil, ese delineado en sus labios, que formaba una sonrisa arrogante y sus colmillos asomando y sus ojos, seguros, brillantes, dorados, suyos…casi se le escapa un suspiro cuando se encontró con el semblante de Kenichi demasiado cerca del suyo, de seguro había mal interpretado la mirada enamorada que ella le estaba dando, pero que definitivamente no era para él.
¿Los traes contigo? – dijo, refiriéndose a los fragmentos, su voz sonaba suave, pero decidida, demostraba lo molesta que la hacía sentir aquella situación.
Cariño, disfrutemos de la velada – respondió Kenichi, acercando sus labios al oído de la muchacha, ante la mirada enfurecida de un hanyou, que sentado en el techo de la casa, observaba a la pareja alejarse.
En cuanto sintió el olor de ese humano repugnante, al que no soportaba, se acercó para supervisar desde una menor distancia, las acciones de ellos. Gruñía apretando las garras en donde iniciaba el tejado en cuclillas junto en el vértice en el cual se unían un lado y otro del techo. Sabía que Kagome le había pedido que confiara en ella, que debía asistir a ese baile con su compañero de escuela, y no es que dudara de la joven, no eso jamás, pero ese humano le olía a desconfianza. Las blancas orejas se movían sobre su cabeza intentando no perder detalle de la conversación y lo estaba logrando.
Kenichi, sabes bien que el motivo de esta cita – aclaró Kagome, una vez que esquivó con éxito el susurro del joven, soltándole el brazo y tomando algo incómoda la estrecha y larga falda, intentando avanzar.
Esta bien…- dijo conciliador el muchacho y justo a tiempo, pues estaba a punto de ser ferozmente apartado de lo que Inuyasha consideraba, su Kagome. Ofreció nuevamente el brazo a su doncella – intentaré comportarme – al decir esto le sonrió y ella lo miró, reconociendo en aquel momento la misma actitud que en ocasiones tomaba cierto hanyou al cometer un error, y se quedó por un instante fugaz, calvada en sus claros ojos, que de pronto le parecieron dorados, pestañeando para espantar la ilusión, siendo observada muy de cerca por Inuyasha, que notó aquella atención que de pronto demostraba Kagome, y algo en el pecho le dolió.
Sabía perfectamente en donde se iba a celebrar aquel famoso festival, de hecho había tenido que ir en más e una oportunidad hasta la escuela de Kagome, para llevarle algún libro que olvidó, el almuerzo, o simplemente correr con ella sobre la espalda, saltando de edificio en edificio, para llegar a tiempo a alguna clase importante, y luego se quejaba de que él era un desconsiderado.
¿Cómo te tardas?- exclamó, molesto desde la parte alta de una de las torres, había decidido adelantarse, pero ahora que notaba lo mucho que tardaban tanto, pensaba que les estaba dejando demasiado tiempo a solas -… Kagome, por qué no llegas…- bufó, mientras se movía de un lado a otro, como si se encontrara enjaulado. Abajo la fiesta ya estaba tomando cuerpo.
Se detuvo, comprendiendo que su constante movimiento no lograría que Kagome llegara más pronto, chequeando desde lo alto el lugar pro el que ella y el tipo desagradable ese, debían entrar. Apretó los dientes al imaginar el comentario de Miroku al verlo en este situación, celoso y desesperado…"¿no que a ti la Srta. Kagome no te importaba?".
Maldito Miroku, me las pagarás en cuanto ponga un pie en el Sengoku – gruñó molesto ante sus pensamientos, sin reparar que el monje no había estado ahí.
De seguro el pervertido ése, confundiría su inquietud con celos, pero estaba muy equivocado, él no podía estar celoso, solo por que aquellos sentimientos de ira y unos deseos casi incontrolables de hacer pedazos al estúpido ese que andaba por las calles en uno de eso carruajes extraños de la época de la muchacha, podían catalogarlo de celoso.
Debí seguirlos – exclamó molesto, al notar que la pareja aún no llegaba, ya llevaban demasiado tiempo ya sin su estrecha vigilancia.
Hasta que finalmente los vio llegar, empezando de ese modo su maratón de espionaje, teniendo que oír, un sin fin de saludos de rigor entre los más cercanos, intentando escuchar con mucha dificultad lo que se hablaba, sobre todo lo que la pareja que le interesaba comenzaba a comentar al iniciar un baile demasiado apretado, para su gusto. Observó conteniendo hasta límites insospechados su malestar, al ver, como ese maldito humano inferior, rodeaba con su mano la cintura de Kagome, para acercarla a él y comenzar la danza, que había sido expresamente preparada por la maestra de historia, convirtiéndose en una clase magistral de las costumbres del Japón feudal, inclusive los músicos contratados, solo interpretaban melodías de aquella época. Para entonces Inuyasha se encontraba ya oculto en la copa de un árbol cercano.
Maldición, estos humanos escandalosos – decía mientras sus orejas se movían en busca del rastro de la voz de Kagome, pero las voces mezcladas de los asistentes lo estaban mareado.
Vio a un costado como el sujeto aquel, sacaba a la muchacha de la pista de baile, dirigiéndose con ella hacía uno de los jardines, un sitio algo más apartado y solitario, al menos ahí lograría escucharlos, ya que durante el baile no pudo oír nada, a pesar de su esfuerzo, los siguió sigiloso y murmurando un sin fin de palabras. Odiaba a ese acompañante que Kagome había escogido para este fastidioso festival, más aún sabiendo a la perfección las intenciones de él, en su mente se repetía una y otra vez lo que Miroku comentara días antes, "creo que finalmente la señorita Kagome tiene un novio"…
No eso no puede ser verdad…- musito, algo desalentado, era una extraña sensación, aún parecía sentir el abrazo en el que se habían quedado horas antes, ¿y si aquellas palabras de amor, solo las imaginó?... – Feh, no me importa,… que se vaya con ese estúpido humano – y ante aquel pensamiento se bajo del árbol dispuesto a marcharse, dando la espalda a la pareja que se alejaba, - …Novio…- bufó burlándose y recordando que hasta hace algunos días, él ni siquiera sabía que era un novio, pero igualmente recordando lo demás que digiera ese monje pervertido, "… digamos que son amigos, muy, muy, …muy amigos…-… de esos con los que te besas… y acaricias… y quieres tener muchos hijos…" abrió los ojos ante ese recuerdo, demasiado alarmado, apretó los puños y se giró para observarlos, notando como el muchacho, se desmedía en aquellas tontas atenciones que tanto les gustaban a las mujeres humanas y lo peor, a Kagome no parecía molestarle - ¡maldición, Kagome!... si vas a tener cachorros, no será con un humano…- se sorprendió a si mismo al decir aquello, de dónde había salido eso. Pero no alcanzó a avanzar ni un paso, cuando sintió que se le helaba la sangre ante la voz de una de las asistentes al "dichoso festival", que se estaba convirtiendo en el peor dolor de cabeza que recordaba, una chica con una mirada curiosa se le había atravesado en el camino.
Mira Eri…- dijo una muy eufórica Ayumi -… no sabía que también podían venir alumnos vestidos de youkais – mientras decía aquello tomaba del brazo a su amiga y la tiraba un poco del escondite en el que se encontraban espiando a Kagome y su acompañante, indiscretas y ansiosas por saber en que iba a terminar aquella cita.
No me tires Ayumi- reclamó con ímpetu la joven, estirando un poco su ropa que se había desordenado, sin mirar aún al supuesto "youkai".
Pero mira Eri… que bien le quedó el disfraz…- continuaba exclamando la muchacha, muy entusiasmada, observando los ojos dorados que la miraban desafiante, como si estuviera a punto de quitarla de su camino sin miramiento alguno –…y que bien hace el papel de youkai…- siguió diciendo, ante los ojos llameantes de Inuyasha, mientras la chica junto a ella levantaba la mirada ante la insistencia de su amiga.
Hanyou, chiquilla… no youkai…- corrigió casi en un gruñido, quitando la mirada de ella, para observar nuevamente a la pareja que era el centro de atención de ellos tres, al menos.
Entonces, Eri acercó con cautela su boca hasta el oído de su amiga, para susurrarle algo muy bajito concluyendo que el "hanyou", no le escucharía, mientras que éste se adelantaba unos pasos dándole la espalda.
Ayumi, ¿qué no es este el chico de Kagome? – consultó algo inquieta, mientras que la otra muchacha la miraba incrédula, Inuyasha por su parte solo movió las orejas al oír el comentario, pero estaba demasiado concentrado en Kagome y el estúpido ese, como para poner mayor atención – si Ayumi, - continuó la otra ahora más animada – no ves el color de su cabello, sin duda es ese chico rebelde, engreído y desatento del que ella siempre habla…
Inuyasha arrugó un tanto el ceño, ante aquellas palabras, que aunque las amigas, pensaran que él no las escucharía, eran recepcionadas por sus oídos a la perfección, pero los comentarios no cesaron ahí.
¿Tú lo crees?...- consultó Ayumi, mirando nuevamente a Inuyasha, que permanecía oculto al igual que ellas, entre las sombras a una distancia muy corta de la pareja – o sea que ¿debe estar muerto de celos? – Eri solo ser limitó a asentir.
Maldición, ¿ustedes también?...- dijo aquello ya visiblemente irritado, no comprendía por qué, todos se empeñaban en decir que él estaba celoso de ese humano inútil, pero antes de poder encontrar una respuesta, una escena demasiado inquietante, se clavó en su retina y sus orejas puntiagudas y alertas captaron las palabras que lo sacarían de su espera.
Kenichi se había sentado junto a Kagome, observando el cielo y haciendo mención a lo hermoso que este se veía, claro que nada comparado con la belleza que ella irradiaba en ese momento, la muchacha por su parte agradecía algo apenada el cumplido de su acompañante, intentando llevar en paz la situación, para obtener lo antes posible lo que realmente la traía hasta este lugar.
Kenichi…ahora que ya he cumplido con mi parte, ¿me puedes entregar el frasco con los fragmentos? – intentó ser lo más cortes posible con sus palabras, pero lo cierto es que no tenía ninguna otra intención, más que la de recuperar lo que el muchacha mantenía en su poder y partir de una vez por todas al Sengoku, tenía que ser honesta, se moría de ganas de estar con Inuyasha, ya que claro, después de aquella especie de "confesión" que habían tenido, no sabía como debía tratarlo.
El muchacho que la acompañaba, la miró y esbozó una suave sonrisa, muy al estilo de algún galán del séptimo arte, Kagome contuvo el aire, ya que su primera reacción fue la de bufar agotada ya de jugar al gato y al ratón con este chico, pero se contuvo una vez más, esperando que esto no se extendiera más. Pero antes que lograra reaccionar, Kenichi había sostenido su rostro entre sus manos y se acercaba apunto de tocar sus labios. Antes de que lograra pestañear, o negarse, o exclamar algún sonido, sintió como éste la soltaba rápidamente y una roja figura se interponía entre ambos.
¿Inuyasha?...- preguntó incrédula, aún sentada en el mismo lugar, a diferencia de su acompañante que se encontraba frente a un hanyou, de mirada endurecida y seria, desafiante.
Entrégame los fragmentos – solicitó, logrando que su voz sonara absolutamente a mando, extendiendo su mano para recibir lo que suponía el tipo aquel, si era inteligente, le entregaría.
Y Tú, ¿quién eres?...- consultó con un aire arrogante y molesto el muchacho que estuvo a punto de probar los labios de su bella acompañante.
Inuyasha se quedo unos segundos en silencio, sintiendo como una desconcertada Kagome le tomaba el brazo, como escudándose en él, definitivamente hoy ella se sentía como la una "princesita" de la época feudal, a quien su radiante caballero venía a rescatar, el hanyou finalmente abrió la boca para responder algo.
Yo soy… el chico de Kagome – dijo con total convicción, alzando el mentón, como si aquello fuera una especie de título nobiliario del que se sentía orgulloso.
Ves, te lo dije…- escuchó a lo lejos la voz de una de esas chiquillas que andaban espiando por ahí.
Kagome, ¿jamás dijiste que tuvieras un novio?...- reclamó Kenichi, buscando la mirada de la joven tras la roja vestimenta.
Bueno…- por un momento Inuyasha pensó que ella lo desmentiría, pero permaneció inmóvil, esperando - … tú no preguntaste…- dicho aquello cerró mas las manos en el agarre de las ropas de el hanyou.
Dame los fragmentos y vete… - continuó Inuyasha, ahora más seguro aún de sus palabras, luego de sentir el apoyo de Kagome en aquella… ¿mentira?...
Kenichi, no tuvo más alternativa que sacar de entre sus ropas lo que le era solicitado y entregarlo, pasando sus manos por el cabello y pensando en como conseguir a otra chica a la cual besar durante las horas que le quedaban en el baile.
Bueno Kagome… ya sabes que estoy disponible si me necesitas – concluyó aquel episodio con un amargo sabor a derrota, ante la mirada fulminante que Inuyasha le entregaba, intentando echársele encima, pero Kagome lo contuvo, poniéndose esta vez ante él, de haber sido otra la situación de seguro el conjuro le habría servido, pero estaba tan feliz de que hubiera venido en su rescate, que no se lo merecía.
Inuyasha la miró luego de que el desagradable y arrogante humano ese se alejara, con claras intenciones de reclamarle que no le permitiera darle al menos un buen golpe, pero en cuanto se encontró con aquellos ojos castaños que lo miraban con una dulzura tan inigualable, sintió como el corazón se le derretía dentro del pecho… por Kami, no podía dejar que ella lo dominara de este modo…
Toma…- dijo, entregándole el frasco pequeño con los fragmentos que hacía días le habían sido arrebatados -… ¿por qué no me contaste? – reclamó, arrugando el ceño, todo aquello ante la mirada atenta de las muchachas que se encontraban ocultas en la oscuridad.
Bueno… quería solucionarlo sola…- respondió con la voz debilitada, sabiendo que se estaba ganando un reclamó aún mayor.
Feh…bonita forma de solucionarlo…- continuó con sarcasmo Inuyasha, ante la mirada baja de Kagome - … ese humano quería aprovecharse de ti…- seguía entregándole sus apreciaciones de la situación -… si te hubiera hecho casi, ahora estaría en el Sengoku y ese estúpido…- la solo imagen del tipo ese, besando a Kagome, le corroía las entrañas y unos deseos increíbles de ir tras él para golpearlo, le nacían.
Pero todo aquello se vio nublado ante el contacto de los brazos de Kagome contra su cuerpo, lo estaba rodeando, de ese modo tan autentico que solo ella podía poseer, desconcertándolo con sus muestras de afecto, aferrándose a él y susurrando casi a punto de echarse a llorar una frase.
Muchas gracias Inuyasha…- lo apretó en aquel abrazo, notando que él permanecía rígido, como sorprendido, pero en cuestión de segundos, la estaba abrazando también, poniendo sobre su cabello un intenso beso.
No me agradezcas…- musito, ya más calmado, sabía que solo Kagome tenía la capacidad de sacarlo de quicio y entregarle semejante estado de paz, de un momento a otro – eres una tonta…sabes que estoy para cuidar de ti…
Ahhh… Inuyasha – suspiro ante las palabras del hanyou – a veces no sé si regañarte o besarte…- ante aquella declaración tan espontánea, se produjo un instante de silencio entre ambos, el que fue roto por la voz calma y tierna de él, sorprendiéndola…
Creo que…lo segundo me gustaría más…
Kagome se mordió el labio, aún con el rostro oculto de la mirada de él, sabiendo que aquello era algo que estaba deseando sin recordar ya desde cuando, pero que ante lo acontecido horas antes, ahora anhelaba con más ahínco. Fue entonces que lentamente levanto su rostro buscando los dorados ojos. Inuyasha la miro y una suave sonrisa orgullosa por cierto, se acomodó en su boca, mientras comenzaba poco a poco a inclinarse sobre ella, sintiendo como el corazón parecía chocar con una fuerza inusitada contra si pecho, de pronto era como si las piernas fueran a ceder ante la agitación en su interior, pero deseaba demasiado probar aquellos labios que lo hipnotizaban.
Ella por su parte, se aferró con más fuerza a las rojas vestimentas, experimentando un vértigo inaudito ante la cercanía del aliento de Inuyasha, parecía como si todo a su alrededor girara, obligándola a cerrar los ojos, para contener el mareo… y de pronto, el roce, suave y primeramente débil, de los labios tibios de él, que de forma casi inmediata la acercó, más a su cuerpo, como asegurándose con ello de que no se fuera a escapar. El beso se convirtió en cuestión de segundos en una caricia exquisita y dulce, "tan dulce como el chocolate", pensó el hanyou en un instante de lucidez, ya que aquel simple roce lo estaba transportando a un lugar del que difícilmente desearía volver alguna vez…y entonces fue, que al disminuir la intensidad, dejando entre sus bocas, solo el espacio para unas palabras, le dijo, con aquella misma sonrisa arrogante…
Kagome…tus labios… saben a chocolate…
Tu voz es el aliento de las flores,
tu voz es de los cisnes la armonía;
es tu mirada el esplendor del día,
y el color de la rosa es tu color.
Tú prestas nueva vida y esperanza
a un corazón para el amor ya muerto:
tú creces de mi vida en el desierto
como crece en un páramo la flor.
Fin
