CAPITULO 4: EL VIAJE

Ya había pasado un par de horas desde que el tren partió de San Petersburgo. Camus iba sentado en uno de los asientos externos del vagón, mirando por la ventanilla los bellos paisajes de Rusia. Hyoga, por su parte, se había quedado dormido en uno de los asientos. Camus sacudió la cabeza.

El vagón estaba dividido a la mitad por una puerta. Detrás de ella, había un pequeño compartimiento para la princesa Milekha. Del otro lado había asientos comunes, en los que estaban Hyoga y Camus. El tren solo tenía ese vagón y la locomotora, por ello, el caballero de Acuario tenía la firme esperanza de llegar a Moscú más rápido.

¿Así es la manera en la que cumplen su deber, quedándose dormidos?- dijo Milekha, abriendo la puerta y sentándose en otro de los asientos.

Me siento alagado de que por fin nos dirija la palabra, alteza- dijo Camus fríamente, sin dejar de mirar por la ventana, y sin que su tono de voz diera alguna muestra de fastidio.

Ojalá pudiera decir lo mismo- dijo Milekha mordazmente.

¿Y a que se debe que nos haga el honor de su visita?- preguntó Camus con la misma fría indiferencia que lo caracteriza.

Milekha frunció el entrecejo, pero luego sonrió maliciosamente. No importa que tan hábil de palabra fuera ese caballero, ella lograría su cometido.

Estoy mareada, y quiero bajar unos minutos a estirar las piernas- dijo Milekha.

Dudo que eso sea seguro, alteza- dijo Camus, apartando su vista de la ventanilla y dirigiéndola a la princesa- no es recomendable que baje, ya que este camino es peligroso...-

Pues para eso están ustedes, ¿no?- dijo Milekha- para cuidarme...-

Hasta de usted misma- dijo Camus.

¿Y eso que quiere decir?- dijo Milekha, frunciendo el entrecejo de una manera muy molesta- ¿qué soy una imprudente?-

De ninguna manera quise decir eso, alteza- respondió Camus con toda serenidad- es solo una simple sugerencia de que desista de su orden, pues me parece que no es seguro...-

¿Una sugerencia?- dijo Milekha, cruzando los brazos.

¿Acaso desconoce el significado de esa palabra, alteza?- dijo Camus.

No, por cierto- respondió Milekha- ¿acaso tú has estado en una situación así?-

¿Una situación así, señorita?- preguntó Camus.

De desconocer el significado de alguna palabra- dijo Milekha.

No, señorita- dijo Camus con la misma serenidad- yo dije 'sugerencia' y usted preguntó-

Como sea- dijo Milekha con firmeza- insisto en decir que quiero bajar a descansar un momento-

Señorita- dijo Camus- ya le he informado que me parece inseguro acceder a su orden, y le pido de nueva cuenta que desista de ella-

Y yo ya te he dicho que no me importa lo que te parezca, caballero- dijo Milekha- y no desistiré; quiero bajar en este instante...-

Femmes...- dijo Camus entre dientes, poniendo los ojos en blanco, como su primera señal de fastidio. Milekha sonrió. Había ganado otra vez.

Oui, je suis une femme...- dijo ella, apoyando sus manos sobre el asiento.

¿Qué… ?- dijo Camus, sorprendido- ¿tú hablas...?-

Sí..- dijo Milekha- y no solo dos, sinosiete idiomas: ruso, español, francés, inglés, alemán, griego e italiano... est-ce que tu as un problem avec ca?-

Camus sacudió la cabeza, casi con la boca abierta, mientras ella seguía hablando muy rápidamente y cambiando los idiomas.

Bueno, ¿piensas hacer lo que te dije, o tengo que decirlo en otro idioma?- dijo Milekha de nuevo, cruzando los brazos. Camus asintió y se dirigió hacia la locomotora, a dar la orden al conductor. Este obedeció y detuvo el tren.

Listo, señorita- dijo Camus, inclinándose ligeramente.

Y despierta al otro caballero- añadió Milekha, abriendo la puerta con la mano izquierda, mientras sostenía a Angora en su mano derecha- no quiero que se aligere mi protección-

La chica bajó del tren, y Camus se acercó a despertar a Hyoga.

¿Qué sucede? ¿ya llegamos?- preguntó el caballero del Cisne.

Eso quisiera yo- dijo Camus entre dientes, un poco fastidiado- la petite femme quiso detenerse a estirar los pies-

Ya veo- dijo Hyoga- y... ¿no crees que es algo inseguro que esté ella sola allá afuera?-

Fue lo que le dije- dijo Camus- pero no me escuchó...-

Hyoga resopló.

Bueno, tenemos que vigilarla ¿no?- dijo Hyoga, levantándose- vamos-

Camus asintió, y los dos caballeros bajaron del tren y miraron a su alrededor. No había señal de Milekha por ningún lado. Camus se golpeó la frente

Oh, dioses, ¿porqué me pasa esto a mí?- dijo el caballero de Acuario.

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Milekha se había alejado del tren lo suficiente, y reía por lo bajo. Una vez que vio pasar a Camus y Hyoga por donde ella estaba escondida, volvió al tren y se sentó en la entrada a esperar a los dos caballeros, acariciando a Angora.

Al menos media hora después, Camus volvió y frunció el entrecejo al verla ahí.

¿Dónde estaban?- preguntó ella, fingiendo fastidio- se supone que quería bajar solo cinco minutos, no media hora...-

Camus no respondió, llamó a Hyoga por su cosmo para que volviera. Los tres subieron de nuevo al tren, y éste arrancó de nuevo.

Que irresponsables son los dos- dijo Milekha en voz alta, para que los dos caballeros la escucharan- de verdad, si mi padre supiera que por culpa de ustedes perdimos media hora...-

Hyoga la miró enfadado, pues ya se imaginaba lo que acababa de ocurrir. Camus no decía nada, pero el caballero del Cisne sabía bien que su maestro estaba molesto, sobre todo por la baja temperatura en el vagón.

Milekha se encerró en su compartimiento, y sonrió.

Milekha uno, caballeros cero- dijo para sí misma.

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Saga bajó al pueblo a visitar a Clara. Aioros y Shura lo acompañaron.

Que bien se siente- dijo Aioros- los tres antiguos amigos...-

Que optimista eres, Aioros- dijo Shura- no te has dado cuenta que Saga solo nos lleva para que le hagamos compañía de ida, y planea deshacerse de nosotros tan pronto como lleguemos...-

No es así como lo describiría- dijo Saga, sonriendo- mejor piensa que estamos pasando un tiempo de calidad como buenos amigos que somos...-

Sí, claro- dijo Shura.

Vamos, amigo, anímate- dijo Aioros, dándole una palmada en la espalda- dejamos a Saga y te invito un café...-

¿Y se puede saber porqué esa obsesión por el café, Aioros?- dijo Saga- porque recuerdo que la tienes desde hace tiempo-

Sí, aún desde antes de que tu hermano comenzara a salir con Marín- añadió Shura.

Me gusta, eso es todo- sonrió Aioros- y no quieran inventarme un motivo extraño, porque tú tienes más cola que te pisen, Saga...-

Yo nunca diría algo así- dijo el aludido.

Por cierto- dijo Shura- ¿saben que habrá un nuevo torneo de fútbol?-

Tú y tu fútbol- dijo Saga- miren, ahí esta el hospital. Los veré luego. Diviértanse...-

Lo haremos- dijeron a coro Shura y Aioros.

¿Café?- preguntó Aioros cuando Saga desapareció.

No veo porqué no- dijo Shura, encogiéndose de hombros

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Un par de horas más tarde, la cuenta había cambiado a Milekha nueve, caballeros uno. Y la mayoría de los puntos de la chica habían sido gracias a Hyoga, pues Camus desde la primera aprendió a ignorar a Milekha, no así su aprendiz, quien caía en todas y cada una de las trampas que tendía.

Hyoga, ¿podrías pasarme una manzana verde?- dijo Milekha, asomándose.

Em... no trajimos manzanas verdes, solo rojas...- dijo Hyoga.

¿En serio?- dijo Milekha, haciendo que sus ojos se llenaran de lágrimas; lágrimas falsas, por supuesto, pero muy convincentes para el rubio caballero.

No, no llores- dijo Hyoga- tan pronto pasemos por un pueblo, te prometo que te conseguiré unas cuantas...-

Ah, está bien- dijo Milekha, deteniendo su fingido llanto, sonriendo de nuevo y cerrando la puerta.

Camus bufó y cruzó los brazos de mal humor al ver como Hyoga era tratado vergonzosamente como un completo novato por la chica. Una media hora después...

Mira, Camus, un pueblo- dijo Hyoga- ¿crees que podamos detenernos?-

Se lo prometiste- dijo Camus, poniendo los ojos en blanco- iré a hablar con el conductor...-

Yo también quiero bajar- dijo Milekha.

No, sabe que no puede ir a los pueblos, es muy peligroso para usted- dijo Camus- y no me ponga esa cara de perrito a medio morir. Tal vez con Hyoga le funcione, pero no conmigo...-

Milekha frunció el entrecejo.

No te preocupes, te traeré lo que quieras- le dijo Hyoga.

Está bien, me quedaré- dijo Milekha, cruzando los brazos. Hyoga bajó del tren y entró al pueblo. Milekha se quedó sentada frente a Camus, con los brazos y las piernas cruzadas.

Alteza, ¿me permite hacerle una pregunta?- dijo Camus, rompiendo el silencio tras unos minutos.

Ya la hiciste- dijo Milekha sin mirarlo- pero te permito hacer otra-

Camus tomó aire.

Bueno- dijo Camus- ¿porqué se comporta de esa manera con nosotros?-

Milekha lo miró con los ojos desmesuradamente abiertos. No se esperaba una pregunta tan directa como esa.

Cambiaré la pregunta, porque veo que la anterior la incomodó- dijo Camus antes de que la chica respondiera- antes de encontrarse con Hyoga y conmigo, ¿Igor le dijo algo?-

Pues... no- dijo Milekha- no, solo dijo que ustedes me acompañarían en mi viaje a Moscú...-

¿Y eso la molesta de alguna manera?- preguntó Camus. Milekha estuvo a punto de sacudir la cabeza, pero el recuerdo de lo que la esperaba en Moscú la detuvo. Solo frunció un poco el entrecejo.

¿Qué es lo que te ha sugerido eso?- preguntó Milekha.

Su alteza me dispensará- dijo Camus- si le ruego que no me responda con otra pregunta-

Milekha bufó. Vaya que este caballero era la primera persona en el mundo que le ganaba, tanto en sus juegos de palabras como en cortesía y paciencia.

Está bien- dijo Milekha- dime que quieres saber, y yo te responderé...-

Esta bien- dijo Camus- ¿le molesta que la acompañemos a Moscú?-

Sí, así es- respondió Milekha.

¿Y es indiscreción preguntar porqué?- dijo Camus.

Porque...- comenzó ella. No podía encontrar las palabras adecuadas para decirlo. Luego sacudió la cabeza- sí, es indiscreción preguntar eso...-

Le ruego me disculpe por mi atrevimiento, alteza- dijo Camus fríamente, y volvió su vista al camino por el cual había desaparecido Hyoga.

Ninguno de los dos pronunció palabra por un largo lapso de tiempo. Minutos después, Camus miró aliviado que su aprendiz volvía cargado de cosas, pues el tenso silencio que reinaba en el vagón ya lo estaba matando.

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Mientras tanto, en Moscú, los familiares de Milekha ya habían llegado, pues ellos habían tomado el avión. Se hospedaron en el palacio preparado para su llegada. Igor era el más ocupado de todos, pues estaba confirmando todo en la Iglesia y el salón del baile.

Vaya, tu abuelo ha estado muy ocupado, Vova- dijo Irina a su esposo.

Pobre de mi abuelo- dijo Vladimir- no solo tiene que organizar toda la boda como lo hizo con la nuestra y con la de tus otras dos hermanas, sino tiene que lidiar con el mal humor de tu hermanita...-

¿A qué te refieres?- dijo Irina.

A que tu hermana se empeña a hacer la vida imposible a mi abuelo- dijo Vladimir-¿no la has visto?-

Bueno, sé que a Milekha no le agrada mucho tu abuelo, ni viceversa- dijo Irina- pero dudo mucho que ella haga algo que pueda poner en riesgo la paz de nuestro país...-

Es lo que crees- dijo Vladimir- sé que está planeando algo... tu hermanita odia tanto a mi abuelo que es capaz de romper el contrato solo por molestarlo...-

Milekha no haría algo tan irresponsable, Vova- dijo Irina.

Tal vez no me creas, Irina- dijo Vladimir- pero sé que es la verdad. Cuando llegue, obsérvala bien, y verás como no me equivoco...-

Si tú lo dices...- dijo Irina, aunque no muy convencida.

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En el camino entre San Petersburgo y Moscú ya había pasado bastante tiempo después del anochecer. Hyoga había vuelto a dormirse en uno de los asientos. Camus pudo escuchar a Angora maullando del otro lado de la puerta, y no obtenía ninguna respuesta de su dueña.

Camus abrió la puerta del compartimiento de la princesa, y vio a la pequeña gatita blanca maullando en el suelo, junto a la cama de su dueña, sobre la que Milekha dormía profundamente.

¿Te caíste, pequeña?- dijo el caballero, levantando a la gatita y colocándola en su canasta, junto a la cama de Milekha. Luego de ello, Camus volvió la vista a la princesa que dormía.

Un helado viento entró desde la ventana e hizo que Milekha se ovillara un poco. Camus cerró la ventana y arropó correctamente a la chica.

Vaya, así se ve muy tierna- dijo Camus en voz baja, para sí mismo- no cuando se la pasa discutiendo con nosotros todo el tiempo...-

El caballero salió de la pequeña habitación, cerró la puerta sin hacer ruido y volvió a su asiento. Cruzó los brazos y cerró los ojos. Tal vez dormir un rato le vendría bien.

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CONTINUARA...

¡Hola!

Muchísimas gracias por sus reviews, la verdad los aprecio muchísimo. Ahí disculpen los horrores que cometo, y tengan paciencia, todo se aclarará a su tiempo. No quiero hacer sufrir mucho a Camus porque corro el riesgo de emails terroristas como cuando hice sufrir a Milo... jajaja, bueno, espero que les esté gustando el fic.

Si tienen comentarios, sugerencias, reclamos, peticiones y recetas de cocina, por favor manden un review.

Abby L. / Nona