CAPITULO 5: EL ASALTO
Al amanecer, Camus ya estaba despierto y había tomado un café para disimular un poco su agotamiento. No había dormido más que un par de horas. Varios ruidos provenientes de la habitación de Milekha le indicaron que la princesa ya se había despertado.
Hyoga, despierta...- dijo Camus, moviéndolo ligeramente.
¿Ya llegamos?- dijo éste.
No, aún nos falta unas diez horas de camino- dijo Camus- y ya deja de preguntarme lo mismo, lo has hecho un millón de veces... cuando estemos a punto de llegar te lo diré-
Está bien, está bien- dijo Hyoga, molesto.
Camus, ¿falta mucho para llegar?- dijo Milekha desde su habitación.
Usted debería saberlo mejor que yo, alteza- dijo Camus con serenidad- si no me equivoco faltan unas diez horas...-
Casi otro día- dijo ella en tono fastidiado.
Camus puso los ojos en blanco. Viéndolo optimistamente, en diez horas, o quizá menos, entregaría a Milekha a sus padres en Moscú. Del lado negativo, aún tendría que lidiar con ella durante otras diez horas.
Milekha, por su parte, sonrió. Estaba preparando una broma mucho peor.
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Mientras tanto, en el Santuario, Selene fue al templo de Escorpión, donde estaba Milo, sentado en un sofá con los brazos cruzados. La joven gitana vio a su novio muy deprimido y se sentó junto a él.
¿Qué te pasa, amor?- le preguntó ella, apoyando su cabeza en el hombro de él.
Nada- dijo Milo en voz baja.
Sí, claro, y yo soy la reina de Inglaterra- dijo Selene- vamos, dime que tienes... no me gusta verte triste...-
Milo alzó la mirada.
Oh, está bien- dijo Milo- es solo que... hace falta que Camus esté aquí...-
Yo también lo extraño, Milo- dijo Selene, abrazándolo- no te preocupes, estará bien, y volverá muy pronto, ya lo verás...-
Eso espero- dijo Milo- ya extraño que me esté regañando por todo...-
Selene sonrió y lo besó en la mejilla.
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Ya estaba cerca el mediodía, y Camus se sorprendió de que la princesa Milekha no les hiciera ningún ruido desde su compartimiento en tanto tiempo. Hyoga también estaba un poco preocupado.
¿Princesa Milekha?- dijo Hyoga, llamando a la puerta- ¿puedo pasar?-
No hubo respuesta.
¿Princesa Milekha?- insistió Hyoga. De nuevo, la chica no respondió. Hyoga volvió la vista hacia su maestro, quien lo miraba un tanto apacible.
Tal vez está dormida- dijo fríamente Camus.
De todas maneras, echaré un vistazo- dijo Hyoga. Camus asintió.
El caballero del Cisne entró al compartimiento de Milekha, seguido de Camus. La joven princesa estaba, al parecer, dormida bajo al menos cinco cobertores. Todo parecía en orden, excepto porque sus mejillas se veían muy rojas. Hyoga le puso el dorso de la mano en la frente.
Camus, está muy caliente- dijo Hyoga. Camus frunció el entrecejo. Milekha abrió los ojos en ese momento.
¡Camus!- exclamó con voz cortada- me siento muy mal... tengo frío...-
Camus siguió inexpresivo. Hyoga, en cambio, sintió un escalofrío al escuchar esto, sobre todo de la manera en que lo había dicho Milekha.
¿Qué hacemos, Camus?- dijo Hyoga, mirando a su maestro con verdadero terror.
Camus no respondió. Se limitó a examinar con cuidado el rostro de la princesa. Ella hizo una mueca al pensar en que tal vez la descubriría, y puso cara de sufrimiento. El caballero siguió observándola impasiblemente y, de pronto, frunció el entrecejo.
¿Qué hacemos?- repitió Hyoga.
Como respuesta, Camus alargó su mano impasiblemente, tomó los cobertores y de un tirón los retiró de la cama, dejándolos caer al suelo. Tanto ella como Hyoga se sorprendieron.
¿Qué haces?- gritó ella, encogiéndose de frío- ¿estás sordo? ¡Tengo frío!-
Su alteza me disculpará- dijo Camus- pero su fiebre empeorará si usted insiste en cubrirse de esa manera...-
Pero...- comenzó la princesa.
Confíe en mí- dijo Camus con el mismo tono frío, arropándola con un solo cobertor- con esto su fiebre desaparecerá sin necesidad de medicamentos...- agregó poniendo énfasis en la palabra 'fiebre', y salió sin añadir más ni verla a los ojos.
¿Qué fue eso?- preguntó Hyoga. Puso de nuevo el dorso de su mano sobre la frente de Milekha- oye... ya no estás caliente...-
No, ya no- dijo Milekha, cruzando los brazos de mal humor. Su tentativa de fingir que estaba enferma había resultado con Hyoga, pero fallado con Camus.
Me alegra que te sientas mejor, princesa- le dijo Hyoga.
Oye, Hyoga- dijo Milekha en voz baja- ¿acaso tu maestro tiene un corazón de hielo? Parece que es muy frío...-
Lo sé- dijo Hyoga- pero no creas eso. Mi maestro al menos tiene muy buenos amigos, y tiene un cariño muy especial por Selene, la novia de Milo...-
¿Y eso porqué?- preguntó Milekha.
No lo sé- dijo Hyoga- sé que Camus y los otros ayudaron a salvarla, y fue mi maestro el que fue a Francia a buscar una orden para que los dos tipos que la seguían la dejaran en paz...-
Vaya- dijo Milekha, alzando los ojos hacia Camus, quien seguía mirando a través de la ventanilla en silencio- no me imaginaría que tuviera un corazón...-
Ya lo ves que sí- dijo Hyoga.
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En el Santuario, Aioria y Touma habían decidido tomar un descanso tras varias horas de trabajo. Los guardias seguían siendo igual de perezosos, y los dos estaban encargados de despertarlos y hacerlos volver a sus puestos.
Ya estoy harto de estar vigilando a estos guardias- se quejó Touma- en el Olimpo jamás sucede esto...todo el mundo trabaja como debe ser...-
Pequeño recordatorio, Touma- le dijo Aioria con un poco de amargura- ya no estás en el Olimpo...-
Lo sé- dijo Touma con un suspiro. Luego sonrió.
¿Qué pasa?- le preguntó Aioria, intrigado.
Estaba recordando- dijo Touma, aún sonriendo- ¿cómo se llamaban esos dos cocodrilos de René Gressus? ¿Sandy y qué?-
No eran cocodrilos- dijo Aioria, reprimiendo un escalofrío- yo diría que eran dinosaurios... y no me recuerdes a ese hombre... espero jamás tener que volver a verlo-
No creo que tengamos que verlo jamás- dijo Touma- después de esa amenaza tuya de descuartizarlo si vuelve a mostrar la cara, dudo mucho que se interponga en tu camino de nuevo...-
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¿Falta mucho para llegar?- dijo Milekha por enésima vez, saliendo de su compartimiento.
Así es, alteza- dijo Camus sin mirarla- y no sabe cuanto me alegro por su curación milagrosa...-
Milekha hizo una mueca.
Camus, ¿cuánto falta para llegar?- preguntó ella.
Aún falta mucho, alteza- dijo Camus, aún sin perder la paciencia.
Ya quiero llegar a Moscú- dijo Milekha, dejándose caer sobre un asiento frente a Camus y cruzando los brazos- ya no soporto estar con ustedes dos...-
Hyoga frunció el entrecejo, pero Camus no se inmutó, y siguió mirando en silencio los paisajes a través de la ventana. Milekha lo miró intrigada. ¿Había algo que ella pudiera hacer para lograr que Camus perdiera la paciencia?
En ese momento, los tres sintieron una sacudida en el vagón, y se pudo escuchar el rechinido de los frenos del tren. Segundos después, el tren se detuvo por completo.
¿Qué sucede?- dijo Milekha, esta vez sinceramente sorprendida y mirando a su alrededor- ¿por qué nos detenemos?-
No lo sé- dijo Camus fríamente, frunciendo el entrecejo y levantándose- Hyoga, quédate con ella, iré a ver que sucedió...-
Pero...- comenzó Milekha.
Y no la dejes sola, por ningún motivo- dijo Camus, ignorándola y mirando fijamente a Hyoga- esto no me agrada, no me agrada para nada...-
Con estas palabras, Camus salió del vagón hacia la locomotora, buscando al conductor. Una vez en la cabina de la locomotora, no encontró a nadie, ni había rastros del conductor. Bajó de la locomotora y miró alrededor de ésta, pero tampoco halló a nadie.
Que extraño...-murmuró para sí mismo. No se dio cuenta que un hombre se acercó a él por detrás y lo golpeó con una gruesa vara de fierro en la nuca. El caballero de Acuario cayó al suelo.
Listo, chicos- dijo el hombre que lo había golpeado- este ya valió. Avancen-
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Mientras Camus inspeccionaba la locomotora, Hyoga encendió su cosmo, colocándose entre Milekha y la puerta.
Camus aún no vuelve- dijo Milekha- ¿qué habrá sucedido?-
No lo sé- dijo Hyoga, sin apartar su vista de la entrada al vagón, como si de pronto alguien fuera a entrar- pero mi maestro tiene razón...esto no me agrada-
¿Porqué están ambos tan paranoicos?- dijo Milekha- si tal vez...-
De pronto, varios cristales se rompieron en ambos lados del vagón. Milekha dio un paso hacia atrás, hacia la puerta de su compartimiento. Por las ventanas y por la puerta entraron al menos cinco hombres. Tomando desprevenido a Hyoga, lo golpearon igual que a Camus, dejándolo tirado en el suelo, y rodearon a la chica.
Miren nada más el premio que conseguimos...- dijo uno de los hombres- una princesa, una de las hijas del zar... estamos de suerte...-
No han conseguido nada- dijo Hyoga, levantándose con dificultad y encendiendo su cosmo- no se los permitiré-
No me hagas reír- dijo uno de los bandidos, el líder, al parecer- un debilucho como tú, ¿qué puede hacer?-
Espera- dijo Hyoga, reconociéndolo de pronto- tú eres el conductor-
Muy listo, muchachito- dijo el hombre- pero no lo suficiente...-
Los otros cuatro hombres rieron. Milekha frunció el entrecejo. No quería ayudar a los caballeros, pero tampoco le agradaba la idea de acompañar a esos tipos que querían secuestrarla. Una tregua estaría bien en ese momento.
¡POLVO DE DIAMANTES!- exclamó Hyoga, dándole a dos de ellos con su ataque.
Aprovechando la distracción de los hombres hacia Hyoga, Milekha golpeó a uno de ellos en plena cara con su puño cerrado con todas sus fuerzas. El hombre, ahora con la nariz rota y sangrando abundantemente, la miró furioso.
¿Te crees muy lista, niña?- dijo el hombre, acercándose a ella- ya verás lo que...-
Pero no alcanzó a terminar su frase, porque una patada, cortesía de la princesa, le dio en el estómago, dejándolo sin aire e impulsándolo hacia atrás.
No soy 'niña'- dijo Milekha de mal humor- soy 'su alteza' para ti, y no te atrevas a volver a acercarte a mí...-
Otro de los hombres, el que había sido su conductor, la atrapó por la espalda antes de que Hyoga pudiera detenerlo.
¡Déjala en paz!- dijo Hyoga.
A ver si te atreves a atacarme junto con ella - dijo el hombre. Hyoga frunció el entrecejo y apagó su cosmo. No podía atacarlo, porque si lo hacía lastimaría a Milekha- así está mejor. Ahora, caballero, irás a Moscú con el zar y le dirás que tenemos a su hija, y que...-
Pero no pudo continuar, porque en ese momento bajó drásticamente la temperatura en ese vagón. Hubo un destello dorado y de él apareció Camus. Tomó al conductor por el cuello y lo apretó, obligándolo así a soltar a Milekha.
Te haré pagar por ponerle las manos encima, imbécil- dijo Camus entre dientes mientras le apretaba el cuello y lo alzaba a varios centímetros del suelo. El hombre de la nariz rota, ya repuesto de la patada de Milekha, tomó una vara del suelo para golpearlo.
Ya verás por entrometido, francesito- dijo el hombre, sorbiendo mocos y sangre.
En respuesta, Camus le apuntó con una mano y lo congeló por completo, como hizo una vez a Zeros de Frog. Soltó al otro tipo, quien se fue huyendo de ahí junto con su banda.
¿Está bien, alteza?- preguntó Camus una vez que los intrusos desaparecieron. Milekha asintió.
No me hubiera imaginado esto...- dijo Hyoga, frotándose la parte posterior de su cabeza, aún adolorida por el golpe que había recibido.
Llevamos dos horas de retraso- dijo Camus fríamente- ese idiota iba conduciendo lento. Hyoga, tú conducirás el tren, porque el conductor resultó ser un traidor...-
Sí, maestro- dijo Hyoga, dirigiéndose hacia la locomotora. Segundos después, el tren comenzó a moverse de nuevo.
¿Hyoga sabe conducir un tren?- dijo Milekha, algo preocupada.
No, pero no creo que sea tan difícil- dijo Camus, encogiéndose de hombros y volviendo su vista hacia la ventanilla - solo tiene que seguir la vía...-
Los dos estuvieron en silencio unos minutos. Camus se frotó la parte posterior de su cabeza y la nuca igual que Hyoga. Aún le dolían por el golpe que le propiciaron.
¿Estás bien?- preguntó Milekha.
Sí, estoy bien- dijo Camus, volviendo sus ojos hacia ella- pero no tiene porqué preocuparse por mí, alteza-
La princesa se sentó en uno de los asientos, mirando de frente a Camus. Tenía las dos manos entrelazadas, aún moviéndolas nerviosamente. Camus, por tu parte, volvió a fijar su atención en la ventanilla.
Oye, Camus...- dijo Milekha después de un pequeño periodo de silencio- por... lo que hiciste hace un rato... bueno, gracias-
No hay que agradecer, alteza- dijo Camus seriamente, esta vez sin mirarla- solo cumplía con la orden que su padre me dio de protegerla...-
Oh, vaya...- dijo Milekha, un poco decepcionada.
Estuvieron de nuevo en silencio unos minutos. Camus notó que la chica lo miraba y abría la boca, como para decir algo, pero no lo hacía.
¿Hay algo que quiera decirme, alteza?- preguntó Camus, viendo que Milekha había repetido esa acción por cuarta vez.
No tienes que llamarme así, puedes hacerlo por mi nombre- dijo Milekha- y sí, hay algo que quiero decirte...-
Camus asintió, como para demostrar que estaba escuchando.
Yo... lamento los malos tratos que les hice pasar- dijo ella, clavando su vista al suelo- no he hecho más que comportarme como una niña malcriada y malagradecida desde que llegaron...-
No hay problema- dijo Camus.
Como sea, lo lamento...- dijo Milekha.
¿Y...puedo preguntar porqué lo hiciste?- dijo Camus. Milekha asintió.
Moscú- dijo simplemente ella.
¿Hay algo que te desagrade de Moscú?- dijo Camus, y ella asintió- ¿qué es?-
La princesa vaciló un poco. No estaba muy segura de que fuera correcto compartir su secreto con el caballero que debía llevarla a Moscú. Pero otro impulso dentro de ella la hizo que asintiera.
La boda- dijo Milekha.
¿No deseas casarte?- preguntó Camus, y Milekha sacudió la cabeza con firmeza- ¿qué quieres entonces?-
Libertad- dijo ella. Camus la miró, interrogante, y ella continuó - desde que nací, mi vida ha sido controlada por un hombre, desde a que hora me levanto, como me visto, que como, cuando y como lo como...-
Dudo que sea tu padre- dijo Camus, recordando la mirada que el zar le dedicaba a su hija.
No, no es mi padre- dijo ella- es Igor Balcov...-
¡Igor!- exclamó Camus, frunciendo el entrecejo.
El fue quien entusiasmó a mis padres con todo este asunto de mi boda- dijo Milekha- él fue quien encontró pretendientes y organizó las bodas de mis tres hermanas... y yo no deseo casarme... al menos, no ahora, ni con un príncipe extranjero que no conozco... si llego a casarme, quisiera que fuera por amor-
¿Has hablado con esto de tu padre?- preguntó Camus. Ella sacudió la cabeza.
No, no podría- dijo ella- después de firmar por mí el contrato del compromiso, Igor lo dejó muy en claro. Sé que mi padre no me negaría nada si le dijera que no deseo casarme, pero si rompo el compromiso, la alianza con Ucrania se romperá también, y mi padre tendrá problemas...-
¿Vas a sacrificar tu libertad y tu felicidad por evitar una guerra?- dijo Camus.
Es mi deber- dijo Milekha- con mi nacimiento, además de privilegios adquirí responsabilidades para con mi país...-
Esas palabras no son tuyas- dijo Camus.
No, son de mi hermana Danushka- dijo Milekha.
Si no deseas casarte, deberías hablar con tu padre- dijo Camus.
Milekha sonrió amargamente.
Ya es demasiado tarde- dijo ella, levantándose de su asiento- bueno, voy a descansar un rato, y creo que tú deberías hacer lo mismo...-
Camus asintió. Milekha volvió a entrar en su compartimiento, y Camus aprovechó para acostarse sobre uno de los asientos, como Hyoga lo había hecho, pues ya estaba exhausto. Una vez dentro de su compartimiento, Milekha miraba a través de la ventanilla, pensando en su padre.
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El zar Aleksandro miraba a través de la ventana de su habitación en el palacio de Moscú.
Aún no llega- dijo el zar.
Te preocupas demasiado, Aleksandro- dijo la zarina, entretenida con su aro de bordar- ya llegará. Los dos caballeros la traerán aquí a salvo aunque les cueste la vida...-
Lo sé- dijo tristemente el zar, sus ojos azules aún fijos en la ventana.
Por cierto, Aleksandro- continuó la zarina- el rey Rustam de Ucrania y su hijo Iván ya está por llegar también...-
En ese momento alguien llamó a la puerta. Era Igor.
¿Igor?- dijo la zarina Khristeen- ¿tienes alguna noticia de Milekha?-
Sí, altezas- dijo Igor, inclinándose ligeramente- me han informado que el tren de la princesa está por llegar... se encuentra a menos de dos horas de este lugar-
Los esposos sonrieron. El zar, de forma refleja, volvió a fijar su vista en la ventana.
Y les tengo otra noticia muy importante- continuó Igor- el rey Rustam y el príncipe Iván ya han llegado, y se encuentran en ese momento en el salón principal, esperando ver a sus majestades...-
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CONTINUARÁ...
¡Hola!
Les agradezco muchísimo sus reviews, la verdad así dan ganas de seguir escribiendo. Lo de Shura y Aioros fue un pequeño avance del próximo fic. Espero que esta historia les esté gustando hasta ahora. Ya la tenía terminada, pero creo que le haré algunas modificaciones de última hora.
Se cuidan mucho, chavos, y hasta el próximo capítulo. Se agradecen los reviews.
Abby L. / Nona
