Capítulo 32: "Estrellándose"

Jareth nunca había asistido a una ceremonia fúnebre mortal antes, y esperaba nunca tener que asistir a una otra vez.

Él había ayudado al señor Henry, a Thomas y al marido de Abby a excavar el hoyo en que se colocaría el cuerpo de Jacob para descansar.

Jareth pensaba que era frío colocar a alguien en la tierra, pero él se dio cuenta de que así era como se hacía en un mundo donde las cosas morían. Había un ciclo. Las cosas nacidas de la tierra, tarde o temprano regresaban a ella. No era muy diferente de su mundo.

No hubo ninguna conversación de cómo Jacob había muerto o por qué. Parecía haber una comprensión silenciosa entre todos de que la conversación esperaría hasta que Jacob fuera enterrado apropiadamente.

Allen Morton no había dicho una palabra desde que había traído el cadáver de Jacob a la familia. El hombre joven había permanecido en pie a un lado, cuidando de las magulladuras en su cuerpo y reviviendo silenciosamente el infierno por el que había pasado.

Jareth no sabia por qué, pero él no podía dejar que el señor Henry hiciera las cosas solo. Sintió que no era correcto para un padre tener que enterrar a su hijo solo. Pero tal era el caso, y Jareth ayudó al señor Henry en lo que pudo.

Asistir al señor Henry con el entierro de su hijo mayor hizo a Jareth pensar en lo que podría pasar si fuera al revés y fuera él quien estuviera enterrando a su primer hijo. El entumecimiento se asentó en él ante el pensamiento.

Los hombres bajaron el ataúd de pino a la tumba mientras el ministro dirigía a todos en una oración. Cada uno de los allí reunidos arrojó un puñado de tierra sobre el ataúd. El ministro terminó de hablar y los hombres enterraron el ataúd completamente.

Momentos después, comenzó un aguacero.

El estado de ánimo era sombrío. Las mujeres lloraron y los hombres permanecieron con sus cabezas inclinadas mientras la lluvia caía desde el cielo. La muerte nunca era una cosa fácil de soportar y la muerte inesperada de alguien tan joven lo hacia peor.

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Después de que todos se habían cambiado la ropa mojada, ellos se sentaron en la sala de estar donde un fuego rugía en la chimenea.

Afuera la lluvia aun se precipitaba como una pesada mortaja y los truenos retumbaban a la distancia.

Adentro, la gente se sentaba en silencio, vagando la mirada por la habitación. Había recuerdos de Jacob dondequiera que ellos miraban.

Ninguno se sentó en la silla favorita de Jacob. Era la de cuero cerca de la chimenea, donde con frecuencia se sentaba a leer el periódico o un libro. Algunos de sus libros se alineaban en el librero. Uno de sus sombreros estaba colgado en el perchero. La memoria de su presencia no podía ser apartada entre tantos recordatorios.

El señor Henry estaba parado junto a la chimenea y se apoyaba contra ella. Él estaba fumando en pipa, algo que la señora Henry no le había visto hacer durante años.

Todos estaban sentados en contemplación silenciosa y lo único que podía oírse era la lluvia y el trueno, el sonido del tictac del reloj del abuelo, y los perros luchando entre ellos en la cocina por un hueso.

"¿Qué fue lo que pasó?". La voz del señor Henry retumbó. Él sobresaltó a varias personas.

Allen agachó su cabeza. Él estaba de pie cerca de una ventana mirando caer la lluvia. Se volteó lentamente para mirar al grupo.

"Nosotros fuimos emboscados, señor," replicó él suavemente.

"¿Emboscados?". El señor Henry aspiró de su pipa y exhaló una pequeña nube de humo.

Allen asintió. "Nosotros estábamos en el camino hacia Taunton, llevábamos allí unas pocas horas. Atravesábamos por un área densamente boscosa." Allen bajó la cabeza. "Josh, Jacob y yo mismo estábamos haciendo bromas acerca de algo, no recuerdo sobre que cosa. William nos guiaba."

"William." Elizabeth dijo con voz ronca. "¿Esta él...?" Con el horror de la muerte de su hermano ella se había olvidado de William. La angustia la inundó.

"Déjenlo terminar," ladró el señor Henry.

Elizabeth se movió más cerca de su madre, pareciendo asustada ante el tono de su padre.

Allen miró fijamente al fuego, su voz había comenzado a temblar. "Los soldados salieron de la nada y nos rodearon, con los espadas y los mosquetes alistados. Nosotros nos comportamos como si no estuviéramos haciendo nada fuera de lo ordinario, pero ellos lo sabían."

"Aun cuando ellos sospecharan, ¿por qué atacarían a muerte?. Cuatro hombres son difícilmente un ejército o una amenaza significativa," dijo el señor Henry, fumando su pipa.

Allen sacudió la cabeza. "Ellos no lo vieron de esa manera. Ellos sabían lo que nosotros transportábamos y adonde íbamos."

"¿Cómo es eso posible?", preguntó el señor Henry con incredulidad.

Allen tragó saliva. "Fuimos traicionados, señor".

Los ojos del señor Henry se achicaron. "¿Qué quieres decir con traicionados?"

Allen suspiró. El dolor era evidente en sus ojos. Hablar del ataque no era fácil para él. Se detuvo por un momento y luego habló. "William nos traicionó con los ingleses. Él se les unió."

Las mujeres jadearon.

El señor Henry pareció furioso y Jareth sacudió su cabeza. Él no estaba del todo sorprendido. A Jareth desde el principio no le había agradado William.

Elizabeth negaba con la cabeza. "No... no, él no pudo."

"Bien, él lo hizo", espetó Allen, con la rabia ofuscando su tono. El cambio de humor fue repentino. No había duda en su rabia por la muerte de sus amigos y que él enfocaba esa ira únicamente en William.

"Él informó a los ingleses de nuestra misión. Él es un traidor. ¡Es debido a William que Jacob y Joshua están muertos!"

"¿Quién comandaba a los ingleses?", demandó el señor Henry.

"El Coronel Rochester"

Tanto Jareth como el señor Henry se tensaron ante la mención. Sarah se pegó a Jareth.

"Ese bastardo"

"¡Edgar!", lo regañó la señora Henry.

"¡Él mató a mi hijo sin ninguna razón!", gritó el señor Henry. "¡Aun si Jacob entregaba suministros y ayudaba o no al ejército continental, Joshua y él se merecían un juicio o ser entregados al oficial al mando de Rochester!"

"Rochester no responde bien ante quienes son de rango superior a él. Él hace sus propias reglas", agregó Jareth con voz fría como el hielo.

"¿Qué más sucedió?", espetó el señor Henry a Allen.

Allen apartó sus ojos por un momento y luego miró con vacilación al señor Henry. Su cólera parecía haber desaparecido y otra vez lucía cansado.

"Rochester y William comenzaron a hablar y luego a discutir. Rochester dijo que se suponía que alguien más debería estar con nosotros y no estaba complacido de que ese hombre no estuviera allí. Antes de marcharnos, Jacob había mencionado el traer a un amigo consigo para ayudar, pero él dijo que hubo un cambio de último minuto en los planes y que su amigo se había quedado."

"Yo iba a ir", intervino Jareth. "Pero Jacob me pidió en cambio que me quedara en la casa para proteger a su familia."

"Rochester no mencionó ningún nombre, ni tampoco William, pero ellos claramente estaban detrás de alguien más." Allen vaciló. "Debe ser usted".

Sarah se cubrió la boca con la mano y agarró a Jareth con fuerza.

Jareth la miró y se dio cuenta de las lágrimas en sus ojos y la expresión asustada de su cara. Él la acercó más a él.

Allen miró a Sarah confundido.

"Jareth recibió un balazo de Rochester y estuvo a punto de morir," el señor Henry le explicó, en un tono ligeramente más tranquilo. "¿Qué más ocurrió?"

"Rochester agradeció a William por detener a un grupo de rebeldes. Él lo felicitó en su estatus de traidor y luego le disparó a sangre fría."

Elizabeth enterró el rostro en el hombre de su madre y comenzó a llorar.

"No llores por él, Elizabeth. Él no lo merece. Es por causa de la traición de William que tu hermano esta muerto", le dijo el señor Henry.

Sus palabras solamente lograron que Elizabeth llorara más.

"¿Y que más pasó? ¿Cómo lograste escapar?", le preguntó el señor Henry con impaciencia.

El tono de voz del señor Henry hizo a Allen sentirse culpable por estar vivo. "Ellos abrieron fuego sobre la carreta y ésta explotó. Yo logré escapar porque yo esta conduciéndola. Salté hacia los arbustos y quede bien escondido. Ninguno fue a buscarme. Ellos deben haber pensado que yo perecí cuando estalló la carreta."

Allen bajó la cabeza, volviendo a revivir los recuerdos y luego miró al señor Henry.

"Ellos torturaron tanto a Josh como a Jacob, exigiendo información acerca de los rebeldes." Allen tomó una profunda inspiración y luego cerró los ojos por un momento antes de volver a abrirlos. "Ninguno de ellos les entregó ninguna información. Ellos le dispararon primero a Josh," admitió Allen con la voz quebrada.

"Rochester hizo preguntas sobre el hombre que debía unirse al grupo. Al parecer era alguien que era un conocido mutuo. Rochester quiso saber dónde estaba ese hombre y Jacob se rehusó a decirlo. Jacob le dijo que el hombre tenia el poder de hacer que Rochester ardiera en el infierno".

Allen bajó la cabeza de nuevo. "Rochester estaba claramente ofendido y le disparó a Jacob." Él soltó un suspiro estremecido y su voz era suave al volver a hablar de nuevo.

"Yo pude ver que el caballo de Jacob estaba a unas yardas de distancia. Las riendas habían sido atadas alrededor de la rama de un árbol. Esperé pacientemente en los arbustos hasta que los soldados se fueron. Cuando ellos se marcharon, agarré el caballo y regresé donde Josh y Jacob. Josh estaba muerto, pero me di cuenta que Jacob aun estaba vivo. Lo levanté sobre el caballo y cabalgué durante millas". Allen hizo una pausa y alzó la vista hacia el techo durante un momento. Cuando miró de nuevo hacia abajo, sus ojos estaban llenos de lágrimas.

"Él murió mientras regresaba a su hogar." Allen miró brevemente a los miembros de la familia Henry.

"Él quería que su familia supiera... que él los amaba y que no deberían afligirse por él." Allen agachó la cabeza.

Las mujeres comenzaron a llorar de nuevo y los hombres permanecieron en silencio.

"No es seguro para nosotros el estar aquí", declaró el señor Henry. Habiendo terminado de fumar su pipa, la golpeó boca abajo sobre la chimenea. "Tenemos que marcharnos", dijo él con firmeza.

"¿Adónde, Edgar? ¡Nosotros no tenemos a dónde ir!", gritó la señora Henry.

"Ya encontraremos algún lugar, aun si tenemos que volver a construir uno." Dando la vuelta, abandonó la habitación.

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Sarah no podía dejar de llorar, ella estaba cansada y emocionalmente agotada por los sucesos del día anterior, y el hecho de estar embarazada no la ayudaba. Jareth le sugirió que fuera arriba a descansar y le dijo que él subiría en unos momentos. Ella asintió con fatiga y subió lentamente las escaleras.

La señora Henry la observó irse.

Jareth fue hacia la señora Henry. "Rochester esta detrás de mí. No hay razón para que su familia se marche. Sarah y yo nos escaparemos y ustedes estarán a salvo."

La señora Henry negó con la cabeza. "Él encontrará la manera de llegar hasta aquí y si usted no esta aquí, quien sabe lo que podría suceder. Y, además, ¿adonde iría usted con una mujer embarazada?"

"A mi país," mintió Jareth. Honestamente, él no tenía idea de a dónde irían Sarah y él. Su magia aun no era lo suficientemente poderosa para volver al Laberinto. Él sólo sabía que esta casa ya no era un lugar seguro para Sarah y para él.

La señora Henry lució preocupada. "¿Y cuán lejos queda eso? Ella está embarazada, Jareth. En el estado emocional en que se encuentra, ella podría perder al bebé. El viajar solo con ella no la ayudará."

Los ojos de Jareth se agrandaron y su boca se secó. "¿Qué quiere decir con que ella podría perder el bebé?"

"Dios tiene un modo extraño de realizar sus maravillas y no sabemos por qué Él lo hace, pero a veces si una mujer pasa por una experiencia traumática, Él tratará de aliviar su carga llevándose al niño."

Jareth frunció el ceño con rabia y confusión. "¿Llevándoselo a dónde?" El encargarse del niño era su obligación.

"El no se lo lleva físicamente, pero surgen las complicaciones y el bebé muere. La madre aborta al niño."

"¿Y esto podría sucederle a Sarah?" La preocupación era evidente en la voz de Jareth.

La señora Henry asintió.

"¡¿Qué se supone que haga entonces!", rugió Jareth. "No puedo quedarme aquí con ella. Más tarde o más temprano Rochester se dará cuenta de en donde nos encontramos. Él vendrá por nosotros. Yo no puedo poner a esta familia en peligro, y no puedo poner a mi esposa en peligro." Él gruñó. "Estoy entre la espada y la pared".

La señora Henry agachó la cabeza. Por una vez, ella no tenía nada que decir en respuesta.

Jareth resopló ante su silencio y la situación, y luego corrió escaleras arriba para atender a Sarah.

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Jareth no estuvo sorprendido al abrir la puerta y entrar a la habitación de encontrar a Sarah llorando sobre la cama. Él cerró la puerta y fue inmediatamente hacia ella. El colchón se hundió bajo su peso al sentarse al lado de ella.

"Así no es como se suponía que fueran las cosas", ella sollozó mirándolo.

Jareth se inclinó hacia delante y acarició su rostro, sus dedos se deslizaron arriba y abajo en un movimiento reconfortante. "Sarah, la vida nunca resulta como la planeamos, tu ya deberías saber eso."

"¿No puedes sólo reordenar el tiempo y traer a Jacob de regreso y evitar que esto suceda?" Ella miró a Jareth a través de los ojos llenos de lágrimas.

Jareth vio esperanza en sus ojos. Él negó con la cabeza con tristeza y suspiró. "No puedo hacer eso, Sarah. Jacob murió a consecuencia de la guerra y no tuvo nada que ver con nosotros, por lo tanto, no puedo cambiar las cosas." Él alzó su otra mano hasta ella, y sus manos se enterraron en el oscuro cabello sedoso que rodeaba su cara. "Además, mi magia aun no es lo suficientemente poderosa para reordenar el tiempo", admitió él suavemente.

Sarah comenzó a sollozar otra vez y separándose de Jareth ella golpeó la almohada. "¡No es justo!", ella gritó. "No es justo", repitió ella un poco más suavemente.

Jareth la jaló hacia sus brazos. "Ya sé que no lo es. Pero así es como son la vida y la muerte." Él la abrazó.

"Él era un hombre tan bueno." Sarah sollozó sobre la camisa de Jareth.

Jareth asintió y le sobó la espalda arriba y abajo en un intento de consolarla.

"Cientos de miles de hombres buenos han muerto en las guerras a través de los tiempos, dejando atrás a sus familias y a sus bienamados", le recordó Jareth. "Pero la muerte no selecciona solamente a los buenos. Reclama por igual a todos los mortales cuando es su hora de morir. Todos son iguales ante la muerte," él intentó aliviarla.

Sarah levantó la cabeza de su hombro y miró a Jareth a los ojos. Ella supo que él le decía la verdad.

Jareth siguió acariciándole la espalda. El miedo de que ella podría perder al bebé llameaba constantemente en su mente. Él deseó poder aliviarle el dolor por la muerte de Jacob.

Los dos se quedaron inmóviles, excepto por su respiración, y las lágrimas silenciosas de Sarah que bajaban por su cara.

Jareth se inclinó más cerca y bajó su boca sobre la de ella. Sarah respondió instantáneamente con un fervor que lo sorprendió.

Ella comenzó a besar su garganta y su cuello, por momentos de forma rápida y caótica, y luego echándose hacia atrás ella comenzó a llorar una vez más. Su estado emocional seguía cambiando.

Jareth acunó su cara en sus manos y la miró a los ojos. La angustia estaba clara en su rostro. "¿Qué sucede?", le preguntó él con suavidad.

"Si tu hubieras ido con Jacob, estarías muerto", ella se inclinó hacia delante, acariciando el rostro de él con manos temblorosas. Minutos más tarde, todo su cuerpo comenzó a temblar.

Con la muerte inesperada de Jacob, Jareth no había pensado en al posibilidad de que si él hubiese ido, también podría haber muerto. Él nunca hubiera vuelto a ver a Sarah otra vez ni a su bebé ni a su reino. Jacob le había salvado la vida, incluso si él no había estado conciente de eso. Ante la revelación, Jareth abrazó a Sarah con mayor fuerza.

"Y ahora... ahora Rochester esta detrás de ti," ella sollozó entrecortadamente mientras hablaba. "Y él no va a detenerse hasta... hasta que te encuentre." Los dedos de ella se agarraron de la camisa de Jareth y comenzó a desabrocharle los botones a toda prisa.

"No puedo perderte, Jareth. No puedo." Ella apartó la tela de su pecho. Con las lágrimas bajando por su cara, ella avanzó y presionó sus labios repetidamente contra su carne suave y cálida.

El corazón de Jareth comenzó a acelerarse y lo inundó una acumulación de deseo. Con cuidado apartó a Sarah de él y luego reclamó su boca con la suya. Los dedos de él se afanaron en desabrochar los botones de la parte de atrás de su vestido, pero no tenía ninguna paciencia. Con un movimiento rápido de su muñeca, sus ropas desaparecieron de sus cuerpos y aparecieron en un montón sobre una silla al otro lado del cuarto.

Sarah dejó que sus manos vagaran por todo el cuerpo de él. Estas se detuvieron cuando la lengua de él se introdujo dentro de su boca, frotándola con impaciencia contra la de ella. Sarah gimió, acercándolo más. El movimiento forzó su erección al presionarla contra su piel.

Ella se acercó todavía más, ansiando el contacto y ese fue todo el incentivo que Jareth necesitó.

Él empujó la espalda de ella contra la cama y Sarah lo aceptó con gusto.

Ellos comenzaron a explorarse uno al otro con toques y caricias frenéticas. Normalmente ellos hacían el amor lentamente, tomando gran cuidado en explorarse uno al otro, pero esta vez fue diferente. Su forma de hacer el amor fue rápida y furiosa, llena de necesidad y desesperación.

Cuando ellos llegaron al clímax, uno después del otro, ellos se adhirieron uno al otro como si temieran que el otro desaparecería y el otro se quedaría solo.

Sintiendo que la sangre les golpeaba en los oídos, haciendo eco de su los latidos de su corazón, ellos juraron en silencio nunca dar por garantizado un solo momento juntos.

La vida era en verdad algo precioso.

Ellos siguieron pegados uno al otro con las piernas y los brazos entrelazados estimando la vida. El sentimiento de carne contra carne, la cosa más consoladora que ellos conocían.

Las emociones que habían inundado a Sarah a lo largo del día y la forma frenética de hacer el amor la habían agotado. Ella enterró en rostro en el cuello de Jareth y dejó que el sueño la reclamara.

Jareth tenia demasiadas cosas en su mente como para poder dormir. Él escuchó que la respiración de Sarah se volvía constante mientras se quedaba dormida.

Jareth puso su mano entre ambos y posicionó la palma sobre el estómago de Sarah. Él suspiró con alivio mientras sentía la fuerza de vida del bebé dentro de ella. El dios de los mortales no le había arrebatado lo que le pertenecía. El niño no estaba totalmente desarrollado ni cerca de nacer, y él ya lo amaba, y haría cualquier cosa para protegerlos a él y a Sarah de cualquier daño.

Él no quería nada más que dejar este lugar con ellos. Él no quería criar aquí a su familia.

Distraídamente, su pulgar acarició el estómago firme de Sarah. Su mayor temor era el no ser capaza de proteger a su familia. Su pulgar acarició más rápido la piel de Sarah mientras sus pensamientos giraban en su mente. Estar sin gran parte de su magia lo hacia sentir completamente vulnerable.

"¿Por qué no ha regresado mi magia?", preguntó él en voz alta.

Sarah se agitó levemente en sus brazos, pero no despertó.

"¿Qué debo hacer para regresar a mi hogar con mi familia?", él no esperaba que nadie le contestara y nadie lo hizo.

Con un suspiro de frustración, él enterró el rostro en el cabello oscuro de Sarah. Su pulgar continuó acariciando su estómago cada vez más lentamente. Finalmente, dejó de moverse cuando sus ojos se cerraron y él se quedó dormido.

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Hubo unos golpes agudos en la puerta que sobresaltaron tanto a Sarah como a Jareth, haciéndolos despertar. Ellos aun yacían en los brazos del otro, aunque su posición en la cama había cambiado. Las sábanas cubrían sus cuerpos hasta la cintura.

"¿Qué ocurre?", gruñó Jareth con contrariedad. El sol ni siquiera había salido.

"Edgar necesita de su ayuda para cargar el carro, Jareth," le dijo la señora Henry desde afuera de la puerta.

Jareth suspiró. Era obvio que los Henry planeaban continuar con sus planes de marcharse.

Con un giro rápido de su muñeca, Jareth desapareció de la cama y reapareció de pie completamente vestido al lado de ésta. Un extraño sentimiento lo invadió al darse cuenta que los pantalones que había escogido alguna vez le habían pertenecido a Jacob.

Sarah lo miró fijamente con ojos cansados. Él jaló las mantas sobre ella y trató de envolverla con ellas. Ella protestó y se estiró hacia sus ropas. Otro giro de su muñeca y Sarah estaba completamente vestida.

Jareth fue hacia la puerta y la abrió. El no dejó de notar la manera en que la señora Henry se esforzó por ver dentro de la habitación con la esperanza de vislumbrar algo interesante.

"Yo no esperaba que estuvieran vestidos", le dijo ella a Jareth, mientras examinaba las vestimentas de Sarah y de él.

"Nosotros... nosotros estábamos hablando", Jareth le dijo una mentirijilla.

"Me disculpo por interrumpir, pero Edgar necesita ayuda."

"No es necesario que usted y su familia se marchen," le dijo Jareth a ella.

"Sí lo es. Elizabeth y yo hemos empacado provisiones y nos disponemos a llevarlas a la carreta." Ella le dio un vistazo a Sarah. "Tu deberías empezar a empacar cualquier ropa que te gustaría llevar. Nosotros... nosotros podríamos no regresar."

Ni Sarah ni Jareth dejaron de notar la tristeza en su voz.

"Iré a ayudar a Edgar y Sarah empacará nuestras ropas," le dijo Jareth a la mujer mayor.

La señora Henry asintió, y después de un vistazo final por el ático, ella se fue.

Jareth se volteó hacia Sarah. "Ella esta tomando la muerte de su hijo mucho mejor de lo que yo esperaba."

"Ella esta escondiendo lo que siente en realidad", le dijo Sarah. Ante la expresión confundida de Jareth, ella continuó: "Si ella se dejara llevar por lo que le sucedió a Jacob, ella se derrumbaría".

Jareth se adelantó y alcanzó la barbilla de Sarah con sus dedos enguantados. "Estás exhausta," le dijo a ella mientras la miraba profundamente a los ojos.

Ella se apartó despacio. "Voy a comenzar a empacar".

"Déjalo y trata de dormir un poco."

Ella iba a comenzar a protestar, pero se detuvo al observar como Jareth hacia girar su muñeca. Minutos más tarde, sus ropas estaban en una gran bolsa de lona.

"Recuéstate en la cama y descansa".

Sarah abrió la boca para protestar.

"Por favor", añadió Jareth.

Ella inclinó la cabeza y lo miro con curiosidad. Ella no comprendía por qué él insistía tan firmemente que ella descansara. Finalmente, ella suspiró y asintió.

Jareth se inclinó hacia delante y la abrazó por un momento. El la besó levemente en la frente. "Te amo".

Ella sonrió levemente. "Yo también te amo".

Jareth la besó de nuevo en la frente y luego retrocedió. "Te veré pronto".

Sarah asintió y lo observó mientras él dejaba la habitación y cerraba la puerta detrás de él.

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Jareth, Thomas y el señor Henry habían terminado de cargar el último de los bultos cuando la señora Henry y Elizabeth aparecieron sosteniendo una caja de madera.

El señor Henry comenzó a sacudir la cabeza. "No más. No tenemos espacio."

"No voy a dejar atrás la vajilla fina de mi madre. Es valiosa," le dijo a él la señora Henry. "Encontraremos espacio".

"¿Dónde?", preguntó el señor Henry. Claramente estaba molesto. La carreta ya estaba muy cargada como estaba.

Jareth suspiró mientras los dos comenzaban a discutir. Ellos habían hecho lo mismo toda la mañana mientras decidían que llevar y que debería quedar olvidado.

Jareth estaba a punto de dejar el granero para ir a ver como estaba Sarah cuando escuchó el ruido de caballos. Se detuvo a punto de dar un paso. "¿Qué fue eso?", preguntó él.

"¿Qué fue qué?" La señora Henry prácticamente le ladró.

"Escuché algo".

"¡No oigo nada!", ella gritó. "Voy a llevar la vajilla de mi madre. No es negociable," le dijo ella a su esposo.

El señor Henry estaba a punto de contestar cuando escuchó algo. Sonaba como truenos distantes. Sus ojos se agrandaron. "Dios querido. Alguien viene."

Todos fueron con rapidez al exterior para ser recibidos por 45 soldados británicos montados a caballo en el patio.

El coronel Rochester los dirigía.

No hubo tiempo para huir mientras los soldados rodeaban el granero.

Rochester estaba radiante mientras montaba en el círculo de jinetes que abarcaba el granero. "Bueno, bueno, bueno. ¿Qué es lo que tenemos aquí?"

Jareth apretó los dientes al ver a Rochester.

"Ah, Edgar Henry. Ha pasado mucho tiempo. Demasiado tiempo. Es realmente muy malo lo que le pasó a su hijo. Me enteré que le dispararon en el pecho."

"¡No finja inocencia!", le gritó el señor Henry. "Él murió innecesariamente por su culpa, ¡bastardo asqueroso!"

Rochester echó la cabeza atrás y se rió. "Ah, sí. Yo le disparé, ¿no es así?". De nuevo rió. "Pero usted no debería preocuparse por su pérdida. No le abrumará por mucho tiempo porque usted se le unirá pronto. Y yo tendré el placer de dispararle a cada uno de los miembros de su familia. Usted quedará para el final, por supuesto."

Rochester miró luego a Jareth. "Y usted... es una verdadera lástima que haya sobrevivido. Está comenzando a volverse como una moneda falsa que siempre regresa. Pero no importa, esta vez morirá". Rochester miró a su alrededor y luego inclinó su cabeza hacia Jareth, sonriendo con una mueca de maldad. "Estoy sorprendido de verle sin su pequeña puta rebelde."

La mirada de Jareth se volvió asesina. Era bueno que Rochester no supiera que Sarah y él se habían casado y que estaban esperando a su primer hijo. El hecho de saber que Sarah estaba segura en la casa y a salvo de cualquier daño reconfortaba a Jareth.

Rochester cambió de posición en la silla de montar, aun sonriendo. "Antes de enviarlos a todos ustedes a su sepultura, ¿por qué no tenemos un poco de diversión? ¡Dotson!"

Un jinete se adelantó. "Señor"

"Quemen el granero y los edificios exteriores. Maten al ganado, excepto a los caballos."

"¡No!", gritó el señor Henry. Él anduvo con dificultad hasta Rochester, pero se detuvo cuando unos mosquetes lo apuntaron a él y a su familia.

Un grupo de soldados intentó incendiar el granero, pero la armazón externa del edificio estaba demasiado mojada por la lluvia como para agarrar el fuego. Hubo llamas en algunos puntos, pero no se incendió.

El ruido de armas de fuego llenó el aire cuando el ganado fue eliminado. Los caballos fueron alejados del granero.

Jareth apretó los puños mientras observaba como dos soldados luchaban por controlar a Danarra. El caballo pateaba y piafaba. Él sacudió la cabeza y logró liberarse, escapándose a través de los campos hacia el bosque.

Jareth suspiró con algo de alivio.

Una vez más los soldados intentaron incendiar el granero, pero fallaron.

"¡Imbéciles!", gritó Rochester. Él arrebató una de las antorchas y llevó su caballo al trote hacia la casa.

Jareth se tensó visiblemente cuando Rochester llegó montado hasta el pórtico.

Esto no pasó desapercibido.

"Hay alguien o algo de valor adentro de la casa," exclamó Rochester. "Es su pequeña puta. Ella esta adentro, ¿no es así, rebelde?". Rochester se mofó con absoluto deleite al ver aparecer una expresión de furia en el rostro de Jareth.

Jareth se adelantó hacia la casa, pero se detuvo cuando sintió la punta de un mosquete apoyada en su espalda.

"Ella será la primera en morir," Rochester se rió. Él usó la culata de su mosquete para romper una ventana y, con una sonrisa, arrojar la antorcha adentro. En unos minutos, el fuego comenzó a extenderse por la casa.

"¡No! Por favor, Señor, no. ¡Sarah esta allí!", gritó la señora Henry. Ella comenzó a sollozar mientras el horror de la realidad la golpeaba. Su hijo mayor estaba muerto, su casa estaba en llamas y su familia y ella iban a morir.

Las llamas se movieron deprisa por el interior de la casa, esparciéndose rápidamente hacia el nivel superior.

Mientras el mosquete de hierro estuviera apretado contra su espalda, Jareth no podía hacer nada sino observar.

Continuará...

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Traductor: angiee te envié un mail, pero no he recibido respuesta de si te llegó o no para enviarte el resto de los capis.

Dedicado a todo fan de Laberinto y a aquel que lo lea, aunque no se manifieste.