- (III) -
Scully llegó a su casa luego de entregarle el contenedor al Dr. Parenti. Scully no hizo miramientos a la prisa que él tenía por examinar la muestra, nadie quería más que ella saber si podría tener hijos... quería desesperadamente ver la luz al final del camino. Se quitó la chaqueta y la colocó en el espaldar del sofá, dejando caer el angelito que le había regalado el anciano. Lo había metido en uno de sus bolsillos y con las emociones encontradas del día había olvidado que se encontraba allí. Lo recogió y se lo llevó a su habitación, lo colocó en su mesa de noche y procedió a desvestirse para tomar un baño, cenar y acostarse.
Su mente no estaba en paz, aun cuando ya no podía hacer más nada; no estaba en sus manos lograr algo que solo dependía de qué tan bien conservados estuviesen esos óvulos. Ella no podía salir de su asombro, el día había sido excepcionalmente increíble.
Decidió que lo mejor sería tomar una ducha y abriendo el agua caliente se dispuso a abandonar sus angustias por un momento y dejar que estas se fueran por el drenaje.
Al terminar su ducha estaba mucho más calmada, aun cuando las lágrimas amenazaron con escapar un par de veces. Se vistió con su pijama de seda color vino, se abrigó con su bata suave y se puso sus pantuflas cómodas; se fue a la cocina, le caería muy bien una sopa caliente y un sándwich de queso a la parrilla, iba con su humor y con el clima que se había desatado en la ultima hora. Afuera, llovía a cántaros y algunos relámpagos y truenos aparecían de cuando en cuando, causando que Scully se sobresaltara una que otra vez.
'Luego de esto me iré a dormir, ha sido un viernes demasiado largo para mi gusto' pensó mientras revolvía lentamente el líquido rojo y humeante en la olla.
El Dr. Parenti trabajaba en el laboratorio de su oficina. Las luces blanquecinas de lugar hacían que todo se viese frío y poco humano. Decenas de muestras clínicas yacían en las estanterías a su alrededor, como una especie de museo. Debajo de su microscopio se encontraba la muestra que Scully le había facilitado y él se dispuso a examinarla; se sentó en la silla y ajustó el visor, y lo que encontró ante sus ojos le hizo sobresaltar y restregar sus ojos.
Su rostro mostraba sorpresa, la expresión le hizo acelerar su respiración, levantarse rápidamente y alcanzar el teléfono. Sus dedos temblorosos envueltos en látex blanco marcaron algunos dígitos y esperó a que su llamada fuese contestada.
"Se que me dijiste que nunca te llamara desde aquí, pero creo que debemos reunirnos lo más pronto posible..." En su rostro había una expresión ilegible. "Ni te lo imaginas, solo te puedo adelantar que tengo conmigo lo que hemos estado buscando"
Parenti culminó la llamada, recogió la muestra y salió a toda prisa del lugar.
Mulder estaba acostado en el sofá de su sala con la mirada fija en el techo sobre él. Su mente estaba cada vez más nublada, pero no podía concebir el sueño. Hoy más que nunca su conciencia y sus fantasmas lo perseguían hasta más no poder. No podía dejar de golpearse a sí mismo. Una vez más, había comprometido lo único bueno que guardaba en sí, solo lo esperanzaba el hecho de que Scully tenía un gigantesco corazón.
Muy en lo profundo, él también esperaba que estuviese equivocado y que sí existiesen chances para ella de que sus anhelos se cumplieran... aunque pensándolo fríamente, no sabía si era lo indicado.
¿Qué harían con un bebé en este mundo tan convulsionado? La fantasía de una familia al más puro estilo del sueño americano no encajaba después de tanto desencanto. Si Scully tuviese un hijo, tendría que separarse de cualquier persecución en la mitad de la noche en el medio de un desierto de Arkansas, tendría que separarse de los expedientes X y por supuesto de él. Pero esas eran apreciaciones egoístas y ofuscadas, tanto como el hecho de que él no sería nada sin ella; se había transformado en un Scully-dependiente, absorbiendo de ella todo lo que podía tomar.
Todos estos años pensando que era él el que llevaba la batuta, había sido ella la que dominaba cada aspecto de su vida, de su mente y de su corazón. Él ya lo sabía, es solo que solo lo admitía en situaciones límites como ésta. Una vez más, no había una respuesta. Cómo decirle que "No" a una mirada de ella.
Nunca había podido negarle nada, ni siquiera en esas peticiones silenciosas que había aprendido con el tiempo a leer en su rostro, a hablar sin palabras a admirar lo grandioso que era tener a alguien como ella, que sabía también leerlo a él.
Se llevó una mano a su rostro y luego a sus labios, como no queriendo pronunciar las palabras que tanto lo habrían comprometido de haber salido de su corazón. Incluso aquellos momentos que tanto le preocupaban, no podía parar de pensar en las situaciones suspendidas en su relación,... no podía permitirse perderla, tenía que hacer algo; salir de esa cueva en donde la rutina disfrazaba cualquier evento, cualquier novedad.
