REALIZATIONS por Wishweaver

Traducido por Ianthe

Disclaimer: Harry Potter y ninguno de los otros personajes, ubicación o cualquier otra cosa mencionada en los libros de J. K. Rowling son míos.

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Capítulo 2: Regreso a Privet Drive.

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Sábado 1 de Julio, de 1995.

Dos horas más tarde, Harry todavía estaba esperando.

Había contado todos los ladrillos de una columna, notado cada grieta en las paredes, sabía exactamente cuántos teléfonos públicos, bebederos y baños había en el área inmediata, y estaba comenzando a estar tan aburrido como para considerar sacar uno de sus "anormales" libros escolares para leer. Ya ni siquiera tenía la compañía de Hedwig. Con anterioridad, había decidido aprovecharse del encantamiento de su jaula. Pese a lo mucho que quería a su blanca lechuza, su presencia atraía una indeseada atención por parte de muchos de los paseantes.

Harry le había dado a Hedwig algunas chucherías lechuciles y agua en su fuente, después la había echado a volar, con instrucciones de encontrarlo en casa de su tío. Una vez que ella estuvo en camino, le dio a su jaula una precipitada limpieza, la dobló y la guardó en su baúl.

Había tratado de llamar a la casa una vez, pero no el había contestado nadie. Harry había tomado eso como una buena señal, pensó que entonces, era seguro que los Dursley estaban en camino.

Eso había sido hacía una hora y media.

No, ya no era cosa de "haberse hecho tarde", o "estar atorado en el tráfico". Obviamente, el tío Vernon no iba a ir a recogerlo.

Harry echó un vistazo al reloj grande a su izquierda, y sopesó sus opciones. Tenía que hacer algo pronto. Ya lo había abordado un par de veces un bien intencionado personal de la estación, de forma que ahora estaba sentado sobre su baúl y tan pegado a la pared como le era posible.

Podía ser que fuera el muy alabado 'niño que vivi' en el mundo mágico, pero podía mezclarse con el entorno cuando la situación lo requería, a pesar del dramático tinte de su fama. Era una defensa que había aprendido en su hogar muggle... un caso clásico de "mantente fuera de la vista, fuera de sus mentes." Si los Dursley no lo notaban, no le decían cosas crueles. Eran momentos en los que ser pequeño y delgado para su edad eran una ventaja para él.

El número de personas que viajaba por esa estación estaba disminuyendo conforme pasaba el tiempo. La muchedumbre de Hogwarts ya se había ido hacía mucho tiempo. Todavía había algunos usuarios y viajeros muggles por ahí, pero a no eran tantos como antes. Harry sacó la tarjeta de presentación de la Dra. Granger de su bolsillo y la miró pensativamente. La tentación de llamar era muy fuerte, pero, aunque tomó nota de cuáles teléfonos públicos estaban desocupados, la conversación que había tenido con el director esa misma mañana, le volvió a su mente....

"Sr. Potter, quisiera decirle unas cuantas cosas, por favor." Le había llamado el Profesor Dumbledore haciéndole señas cuando estaba de pie con Ron y Hermione, en la estación de Hogsmeade.

Harry había dejado sus pertenencias al cuidado de sus amigos, y se había acercado al director. "Sí, señor?"

"Los padres del Sr. Weasley han expresado sus deseos de tenerlo como huésped durante el verano..." comenzó Dumbledore.

El corazón de Harry había dado un vuelvo en su pecho. ¿Esto significaba que podría ir directamente a La Madriguera?"

"... y no veo ninguna razón por la que eso no pueda arreglarse, más avanzado el verano," terminó Albus, haciendo pedazos las esperanzas de Harry. "Se deben hacer preparativos antes de eso. Tú y tus amigos estarán más seguros si, por ahora, regresas a la cada de tu tía y tu tío."

Harry había asentido con desánimo. "De acuerdo, profesor."

"Harry, debo pedirte que me prometas que no irá a lo de tus amigos, hasta que se te haga saber que es seguro," había indicado Dumbledore con toda seriedad, envolviendo a Harry en una mirada. "Ponte en contacto con ellos antes de eso, tan sólo en la más desesperada de las emergencias." Sus ojos azules no tenían en ese momento el menor brillo alegre, tan sólo una resolución de acero.

Harry había tragado saliva y había asentido nuevamente, captando inmediatamente la indirecta. "Se lo prometo, director," había respondido suavemente, encontrando con determinación la mirada de Dumbledore.

"Se lo prometo..."

Harry lanzó un suspiro de exasperación y volvió a guardar la tarjeta de la Dra. Granger en el bolsillo de su camisa.

Ahora, para la gran mayoría de las personas, quedarse varados e una estación del tren, sin medios para irse a la vista, podría calificar como una emergencia. Incluso, podría calificar como una "emergencia desesperada." Harry, por el contrario, tenía ideas un tanto distorsionadas acerca de las emergencias, a causa de todos los peligros que había enfrentado en su corta vida.

¿Estaba en una situación incómoda? Sí. ¿Sumamente molesta? Definitivamente. ¿Una emergencia desesperada? Nah, realmente no. No estaba lastimado, nadie lo perseguía y nadie trataba de matarlo. La vida era buena.

Además, Harry estaba bastante acostumbrado a tener que valerse por sí mismo. Aquello no era la primera vez que su familia mostraba un espantoso desentendimiento por su bienestar. Antes de su primer año en Hogwarts, los Dursley lo habían dejado en la estación de King Cross, sin molestarse en llevarlo hasta el expreso de Hogwarts. Harry hizo una ligera mueca. No había tenido ni la menor idea de qué hacer, y podría haber sido un gran problema, de no haberse topado con Ron y su familia. En sus momentos más cínicos, Harry se había preguntado si su familia había sido forzada de algún modo a quedarse con él. El cielo sabía que lo habían amenazado con el orfanato con harta frecuencia.

Decidiendo que había esperado bastante, Harry se levantó de su baúl de un salto, lo abrió, e hizo un rápido acopio de sus fondos de emergencia. Después de haberse visto al descubierto y sin dinero muggle justo antes de su tercer año en Hogwarts, y de verse sujeto a la dieta de su gordo primo Dudley el verano anterior, ahora Harry, prudentemente, se había hecho con un poco de dinero muggle, además de su oro mágico, y suficientes snacks no perecederos, como para soportar las primeras semanas del verano. Si tenía suerte, quizá no tendría que volver a pedirle a sus amigos que le enviaran comida.

Harry consideró el llamar a los Dursley por última vez, pero desechó rápidamente esa idea. Otro vistazo al reloj de la estación le dijo que ya era alrededor de la hora en que cenaban los Dursley, y una llamada, de la clase que fuera, no sería bien recibida.

Harry pasó ligeramente los dedos por la faltriquera que contenía su dinero mágico. Podría ir al Caldero chorreante... pensó Harry con un ramalazo de rebelión. Se había quedado en el bar/hotel durante un tiempo, en el verano anterior a su tercer año. Casi agarró la faltriquera con el dinero, pero se detuvo, y negó firmemente con la cabeza. Una promesa es una promesa, Potter, se reprendió a sí mismo. Además, pensó Harry, cogiendo los snack y su dinero muggle, Hedwig me está esperando. Animado por el hecho de que al menos un ser vivo en Privet Drive estaría feliz de verlo, Harry asió rápidamente su baúl con firmeza, y se dirigió resueltamente hacia la taquilla.

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Un rato después, Harry se encontró a bordo de un tren que iba hacia el sur. Se había perdido lo peor del tráfico usual, así que el tren en el que iba, estaba casi vacío y muy tranquilo -- ¡Muy al contrario del Expreso de Hogwarts!

Acomodándose en su asiento, Harry hizo una mueca cuando se imaginó la 'bienvenida' que le estaría esperando cuando llegara a Privet Drive. No creía que el Tío Vernon y la Tía Petunia estarían muy contentos, cuando apareciera necesitando lentes nuevos. Tan sólo espero que ya se hayan olvidado del incidente con el caramelo longuilinguo --¡Ah! Harry se dio cuenta de que había dado en el clavo. Por supuesto. Tenía sentido.

Vernon no lo hacía ningún favor porque muy probablemente, toda la familia todavía estaba furiosa acerca de la broma de Fred y George el verano anterior. Sabiendo que Dudley estaba a dieta, le habían dejado uno de sus caramelos de broma para que lo encontrara. Dudley se lo había comido, por supuesto, y el resultado había sido espectacular. De acuerdo con el padre de Ron, la lengua de Dudley había crecido más de un metro antes de que Tío Vernon y la Tía Petunia le permitieran acortársela. La chimenea arruinada, probablemente tampoco había sido precisamente de ayuda.

Un desastre, pensó Harry agriamente. Me pregunto cuántos días pasarán antes de verme de nuevo arrojado a la alacena.

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Para cuando Harry llegó a la estación de Little Whinging, estaba comenzando a anochecer.

Consideró tomar un taxi a Privet Drive, pero entonces dudó. El boleto a casa, había consumido buena parte de sus fondos de emergencia, más de lo que le habría gustado. Ni siquiera estaba seguro de tener suficiente para el viaje en taxi, ya que pensaba en ello. E imaginar el escándalo que se armaría si llegaba al número cuatro de Privet Drive y tenía que pedir unas cuantas libras, en vez de ello, Harry optó por seguir a pie. La distancia desde la estación, si bien no era poca, podría cubrirse caminando, hasta la casa de su tío.

Harry cogió su baúl encantado y miró a su alrededor con precaución. La sensación de que algo estaba mal, que había comenzado en King Cross, no había disminuido. Si acaso, se había incrementado. Extraño. Tal vez, tan sólo estaba sintiendo la presión de su situación. Todos, desde Dumbledore a sus compañeros de clase, le habían advertido que tuviera cuidado, y aquí estaba, solo, en la calle, después de anochecido. Alto ahí, Potter, o comenzarás a tener miedo de tu propia sombra, se regañó a sí mismo Harry con irritación. Y si quieres llegar antes de que los Dursley se vayan a la cama, mejor comienza a caminar.

Y así, Harry caminó.

Y caminó.

Y caminó.

Le tomó más tiempo de lo que pensaba. La estación no había parecido estar tan lejos cuando había viajado esa misma distancia en auto, y el baúl, definitivamente, lo hacía ir más lento.

Resistiendo el impulso de detenerse y descansar, Harry se concentró en su tarea, y tenazmente, siguió por la calle. "Ya casi llego", murmuró, alentándose a sí mismo. "Vamos. Puedes hacerlo."

Después de lo que pareció una eternidad, la meta de Harry finalmente estuvo a la vista. El encantamiento que la Sra. Weasley le puso en su baúl, había sido una gran ayuda. Todavía era pesado, pero se habría derrumbado de cansancio hacía un buen rato, si hubiera tenido su peso normal. Para empeorar las cosas, Harry había estado lidiando con dolores generalizados por todo el cuerpo durante varios días. Había asumido que eran secuelas, ya fuera del Torneo de los Tres Magos, o de Voldemort, sometiéndolo a la maldición Cruciatus. No eran tan malos, realmente, tan sólo molestos. Harry suponía que desaparecerían completamente andando el tiempo, y no se había preocupado por ellos. Ahora, después de haber cargado su baúl por todo el camino, sus brazos, hombros y espalda, le dolían inexorablemente.

"Tan sólo unas cuantas casas más. Ya no falta mucho," resopló, falto de aliento, manteniendo la vista fija en el cielo. Parecía que se estaba preparando una tormenta. Tal vez, si tenía suerte, ya estaría bajo techo, antes de que la lluvia se abatiera sobre él.

Aquí es. Gracias a los dioses. Harry sonrió a pesar de sí mismo, cuando llegó al número cuatro. Dudó por un momento, reuniendo sus fuerzas antes de la contienda. Parado, dejó vagar su vista por el pasto y los arriates de flores, entonces alzó las cejas, confundido.

Tía Petunia, siempre consciente de las apariencias, se enorgullecía mucho de su hogar tan pulcro y su jardín inmaculado. Harry no sabía si ella misma hacía el trabajo cuando él no estaba, o si Vernon contrataba a alguien para ayudar, pero anteriormente, siempre que llegaba para las vacaciones de verano, el pasto estaba inmaculadamente podado al ras, y los arriates de flores eran un despliegue de color, sin un solo hierbajo. A la vista.

Ahora, sin embargo, el pasto comenzaba a mostrar señales de necesitar una poda, y los usualmente prístinos arriates de flores, parecían... bueno, parecían un poco abandonados, realmente. Como si no los hubieran cuidado adecuadamente por un tiempo.

La vista era tan inesperada, y tan completamente ajena al comportamiento usual de la familia Dursley, que Harry sólo pudo quedarse con la boca abierta, aterrado. Su cansado cerebro buscando en vano una explicación razonable, incluso su ritmo cardiaco y su respiración se aceleraron. ¡Algo está mal! Pensó Harry frenéticamente, dejando caer su baúl. Alguien debe estar enfermo... o lastimado...

... o muerto, le susurró una repugnante vocecita desde el fondo de su mente. Muerto, como Cedric.

Harry apretó sus puños y se agachó de manera instintiva. Aunque se había dicho a sí mismo que debía dejar de ser tan tonto, sus ojos vagaron aleatoriamente por la hierba sin cortar

No había nada allí.

- a la agotadora caminata -

¡Nada, absolutamente nada! ¡Está tan tranquilo que puedo oír el ruido de las luces de la calle!

– por el pequeño letrero en una estaca-

Se está haciendo tarde. Probablemente ya están en la cama.

- a los descuidados arriates -

Nope. No hay mortífagos por aquí...

Espera.

Retrocede.

¡¿¿Un letrero??!

Harry frunció el ceño a través de los cristales de sus lentes, mientras retrocedía para investigar más de cerca. Realmente veía bien el letrero, pero no podía entender la escritura en la oscuridad. Mientras se aproximaba, la luna, oculta entre las nubes, apareció por un agujero y brindó un poco más de luz a la escena. Cuando Harry estuvo lo bastante cerca para ver, parpadeó ante el letrero, sorprendido.

El número cuatro de Privet Drive estaba en venta.

Harry miró fijamente el letrero por un momento, antes de darse una sacudida. ¡Nos estamos mudando!, pensó, no muy seguro de cómo se sentía ante este giro de los acontecimientos. Decidiendo que los Dursley probablemente continuarían tratándolo como siempre, sin importar la localización, Harry se encogió de hombros y fue a traer su baúl.

Eres afortunado de que Ron, Fred y George no puedan verte ahora, se quejó Harry para sí. Se estarían muriendo de risa ante el "Gran Harry Potter" actuando como un paranoico.

Supongo que estarán ocupados empacando y limpiando, meditó Harry, entonces arrugó al nariz. Con toda probabilidad dejaron todos los trabajos realmente repugnantes para m.

No obstante, de alguna extraña forma, esto lo animó. La mudanza no era una tarea fácil. Quizás los Dursley no los habían dejado deliberadamente que hiciera solo y por su cuenta el camino a casa, después de todo. Harry se congeló en el acto de levantar su baúl. Esto es tan patético, pensó con pesadumbre. La mayoría de las personas se sentirían insultadas por haber sido completamente olvidadas. Me alegro porque por lo menos no se olvidaron de mí a propósito. Bien, espero que no lo fuera, de todas formas.

Harry comenzó a dirigirse hacia la casa, deseando poder desentenderse del presentimiento que había estado con él desde Ping Cross. No estaba seguro de si eran sólo sus nervios, o si realmente algo estaba mal. Todo lo que sabía era que todos sus sentidos estaban en máxima alerta, a pesar de sus pacíficos alrededores. Era totalmente irritante, realmente. La luz del pórtico cobró vida cuando se acercaba a la puerta del frente. Aquí vamos, pensó Harry con resignación. Es hora de seguir tu juego, se aconsejó. No los dejes apabullarte.

El joven mago esperó algunos segundos a que la puerta se abriera de un golpe. Muy probablemente sería Vernon. Metería a Harry de un poco ceremonioso tirón, después, Tío Vernon se sumergiría en un largo discurso acerca de cuán inútil, era Harry, además de grosero, desagradecido, etcétera, etcétera, qué asco.

La luz del pórtico se apagó, sacando a Harry de sus pensamientos.

"Oh, vamos, realmente," exclamó el muchacho con disgusto. "Cuán infantil puede ser la familia de uno?" se enfadó, bajando su baúl y alzando la mando para llamar a la puerta.

La luz volvió a encenderse.

Harry alzó nuevamente una ceja. ¿Están tratando de hacerme enfadar? Se preguntaba mientras llamaba a la puerta. Audiblemente, llamó, "¿Tío Vernon? ¿Tía Petunia? Soy Harry. ¿Puedo pasar? "

Varios más segundos hicieron tictac cerca. La puerta siguió firmemente cerrada.

Harry apretó los dientes y contó lentamente hasta diez, cuando la luz dio un chasquido y volvió a apagarse. Estaba cansado, adolorido, y ciertamente, no estaba de humor para estúpidos juegos. Con un supremo esfuerzo, se contuvo de gritar, "¡Tan sólo abran la maldita puerta!" y en vez de eso, se acomodó los lentes con las manos.

La luz volvió a encenderse.

Dudley. Tiene que ser Dudley, pensó Harry, lanzando una fulgurante mirada al pórtico. Es un tonto colosal. Se disponía a volver a llamar a la puerta, cuando se le ocurrió algo.

La luz del pórtico era nueva. Inspeccionando más de cerca, vió que era del tipo que tenía un sensor de movimiento. Harry, distraídamente, recordó a Vernon admirando un modelo similar en una de las casas de los vecinos el verano anterior. Había un pequeño interruptor en el lado que usualmente se ponía de "prueba". La luz volvió a apagarse mientras el chico estudiaba el interruptor.

Harry pasó saliva y sentíó que los finos cabellos de la parte posterior de su cuello comenzaban a erizarse. Experimentalmente, movió una mano delante de la luz, y fue recompensado cuando volvió a la vida.

La realidad lo golpeó. Harry se cerró los ojos, y se apoyó contra la puerta cuando finalmente se percató de qué era lo que lo había estado molestando desde que había puesto los ojos en el letrero. A excepción de la luz del pórtico, la casa estaba totalmente a oscuras y más.

No había ningunas otras luces encendidas en la noche.

Ninguna televisión.

Ningunas voces.

Nada.

Tratando de hacer caso omiso de la horrible sensación en su estómago, Harry reprimió sus nervios, y caminó hacia la ventana de la sala. Mientras se acercaba, notó que faltaban las cortinas.

La Tía Petunia las podría estar lavando... intentó Harry, antes de dejar el pensamiento incompleto. Sabía que era algo improbable. Era cierto que Petunia lavaba y planchaba regularmente sus cortinas, pero siempre volvía a ponerlas en su sitio antes del anochecer.

Los pinchazos de alarma en la nuca de Harry le llegaban hasta la raíz del cabello, y llegaban hasta su espina dorsal y sus brazos.

No quería mirar por esa ventana.

Realmente no quería mirar por esa ventana.

No lo haría.

No podría.

Tenía que hacerlo.

Haciendo acopio de todo su valor, Harry miró a través del vidrio.

La casa estaba a obscuras y totalmente vacía. Lo único que había en la sala eran los rayos de la luz de la luna en las paredes y el suelo.

Notas: Planeo actualizar lo más seguido que me sea posible, pero por lo pronto creo que a lo más será un capítulo por semana. La Historia de "El Hechicero" está totalmente traducida, al menos contiene lo que Mystic Shadow ha publicado, la historia no podrá continuar hasta que no se actualice el original, yo me he limitado a traducirlo.